2002 no solo marcó el regreso de Herschell Gordon Lewis al cine (quien no dirigía desde hacía, justo, treinta años con la simpática "The Gore Gore Girls" como última aportación oficial), sino también de su antiguo socio, y célebre "exploiter", David F. Friedman. "Color Me Blood Red" puso fin en 1965 a una notoria carrera compartida entre "nudies", "nudie cuties", "roughies" y, por supuesto, el nacimiento oficial del gore como género cinematográfico dos años antes con la entrañablemente chapucera "Blood Feast". Ahora -el de 2002-, redescubiertos y revalorizados, unían fuerzas de nuevo con una secuela oficial de aquella. Ya se habían hecho varios intentos. En su día Fred Olen Ray anunció una con supuesto protagonismo de Michael Berryman, pero jamás se supo del asunto. Luego llegaron semi continuaciones trufadas de humor como "Bloodsucking Pharaohs in Pittsburgh" y, la más lograda, "Fonda Sangrienta". Resulta curioso que, a la hora de afrontar su genuina segunda parte, el tándem Lewis/Friedman hiciera exactamente igual que aquellas dos, tirar de cachondeo voluntario, cosa totalmente ausente en la original (donde las -generosas- risas eran completamente accidentales) y, a gusto personal, un error. Sí, vale, entiendo que no puedes tomarte en serio "Blood Feast", y menos una secuela parida casi casi cuarenta años después, pero, no sé, me parece incluso hipócrita. Y no solo eso, es que, además, las gracietas funcionan igual que cualquier clase de "parato" electrónico comprado en un bazar chino.
La trama, básicamente, es idéntica -e idénticamente escueta- que la peli del 63. El tataranieto del asesino de aquella compra la tienda donde ocurrieron todos los crímenes en nombre de Ishtar con intención de seguir la tradición. Me refiero a la culinaria, pero pronto el nuevo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) cae rendido bajo el hechizo de la dichosa diosa sumeriana y, ¡ea!, a masacrar jovencitas a troche y moche. Naturalmente, la policía le pisará los talones en el proceso.
Por supuesto, lo importante de "Blood Feast 2 : All U Can Eat" (traducido sería "Todo lo que puedas comer"), como ocurre siempre en el cine de su director, es el elemento "exploitativo" que, pal caso, se refiere a lo truculento. Y acá no se queda corto. La diferencia es que, uno, los efectos especiales han mejorado sustancialmente, y donde antes teníamos risibles maniquíes pintarrajeados ahora tenemos prótesis de látex no especialmente bien paridas, pero más convincentes. Las maneras son idénticas a las de, por ejemplo, "The Gore Gore Girls", con primerísimos primeros planos de las manos del asesino gozando casi sexualmente al manosear vísceras, globos oculares y demás mandanga extraída de sus víctimas a base de cuchillo. Claro, en las pelis antiguas todo ello resultaba grotesco pero, por su poca verosimilitud, medianamente gracioso. En el caso que nos ocupa, la mejora de los trucos incrementa el mal rollo porque es todo más creíble, y ver en perfecto detalle cómo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) rebana el cuello de una chavala o le abre la cabeza y extrae el cerebro pues, hombre, puede perturbar un pelín, la verdad. Supongo que es aquello de lo que se ha acusado al cine de H.G.Lewis en sus distintas reencarnaciones modernizadas, como pasó en los setenta: sin el elemento inocente de sus inicios, todo adquiere un aire más desagradable, ofensivo. En cualquier caso, el encargado de dar forma a esos cuerpos mutilados es Joe Castro, caballero que ha puesto las zarpas en infinidad de subproductos, llegando a dirigir los suyos propios (como la saga "Terror Toons").
El poco imaginativo y menos inspirado guion corre a cargo de un tal W. Boyd Ford, hombre de infracine escasamente destacable. Quizás su ocurrencia más notable sea apellidar a los dos policías protagonistas como "Myers" y "Loomis", y si no lo pillan, son ustedes indignos. A ambos los interpretan actores de esos de quita y pon, aunque tal vez podríamos destacar la presencia -como "Loomis"- de John McConnell quien, a lo largo de su carrera, se ha dejado ver en algunos títulos bastante reconocibles. No es el caso del peculiar individuo de peculiar nombre que da vida a Fuad Ramses (Tercero, para más señas), un tal J.P. Delahoussaye, con, por lo visto, una carrera algo menos oscura como comediante. Así las cosas, el rostro más relevante de "Blood Feast 2" es el del declarado fan de Lewis, vendido, mangante y destructor del genuino cine underground, John Waters, haciendo de un cura que se pirra por los niños. Justo, el tono de comedia del film se mueve entre la brocha gorda de aquel (el asesino se corre sobre un postre que da de comer a una tipa, presenciamos el plano detalle de la ruidosa ingestión de un donut, etc) y ciertas maneras desconcertantemente deudoras del puro "spoof" -aunque sin resultados eficientes, añado- como ese cadáver presente en casi todos los planos y al que se ignora por completo.
Tampoco podemos pasar por alto los cameos de Donald Farmer, SOVista, ex-fanzinero y tan fan del director de "2000 Maniacs" como para, en una ocasión, incluir al villano de "Blood Feast" -Mal Arnold- en uno de sus subproductos, y el mismo David Friedman. Es posible que haya otros, pero se me escapan. Vale, muy bien, has mentado hasta el último pene y micro-pene del reparto pero ¿¿y las chavalas?? Pues, tal y como pueden imaginar, las hay en generosas cantidades, todas muy sexys y todas -salvo la madre de la prota femenina, retratada cual harpía- en tetas cuando es de menester. Son especialmente llamativas -por tontas- las escenas en las que salen hablando de sus modelitos de ropa interior y mostrándoselos unas a las otras. Viva la inteligencia, amigos.
Por lo demás, pues no hace falta ser gacetillero del "Cahiers Du Cinéma" para asumir que estamos ante un auténtico truño de proporciones épicas. Sí, claro, "Blood Feast 2" es mala hasta el dolor, H.G.Lewis sigue siendo un director pésimo y sin creatividad alguna y el resultado -que encima se prolonga hasta los 100 minutos, ¡¡hay que ser cabrón!!- aburre sangrantemente (nunca mejor expresado pal caso). No hay ritmo, no hay progresión, no hay diversión, no hay NADA. Solo sangre a chorros y unas pocas ubres. ¿¿Sorprendido, ofuscado, decepcionado?? En absoluto. Sabía ande me metía, solo que apetecía reseñarla y de ahí el sacrificio que, espero, valoren en su justa medida.
Considerando el gueto del que surge la película, asumo la no existencia de una tercera entrega cual prueba de un descalabro comercial tan grande como para ni tan siquiera planteársela a niveles subhumanos. "Blood Feast 2" viene rodada en celuloide -35mm diría yo- y la fotografía incluso está decente. Hubo un mínimo esfuerzo y dispendio económico ahí. Herschell Gordon Lewis tardaría siete años en rodar de nuevo (primero "The Uh-Oh Show", otro pestiñaco y, después, ya directamente con cámara de vídeo, en funciones de co-director y a un nivel miserable, "BloodMania") y catorce en abandonar esta dimensión (coincidiendo con el lamentable remake oficial de "Blood Feast", pero esa es otra historia).
La banda sonora viene compuesta únicamente de canciones, destacando -por número- aquellas de "Southern Culture on the Skids", continuas, constantes -se cortan bruscamente de una escena a otra- y muy adecuadas dada la naturaleza del grupo en su imagen "white trash", o "redneck" si lo prefieren, y maneras algo "countrys", etiquetas asociadas a unas cuantas de las películas del amigo Lewis (y no únicamente las gore, también hizo dramones violentos de paletos en conflicto).