En su juventud Lachlan era un músico escocés de éxito. Formaba parte de "The Cranks", una banda de britpop a la altura de los "Blur" y "Oasis" de turno. Pero la muerte de su hermano, y líder, lo mandó todo al peo. Se mudó a los Estados Unidos, dejó la guitarra y comenzó a currar en una granja. Han pasado ya unos cuantos años, ahora es un cincuentón que vive lógicamente frustrado. Una noche sale del bar todo borrachuzo, coge el coche y la policía lo para, cosa esta que le meterá en graves problemas, especialmente por su condición de inmigrante. A ello habrá que sumar lo escueto de su cuenta bancaria, la compleja búsqueda de un nuevo amor, su ex-mujer y la hija a la que casi ni conoce y la mentada muerte de su hermano de la que, por lo visto, fue en parte culpable, motivo por el que vive aislado y atormentado.
Me puse a ver "California Solo" por dos motivos: su protagonista, al que adoro, Robert Carlyle, que está sensacional, y el argumento. Siempre me han molado las historias de "artistas" que brillaron en el pasado y hoy viven sumidos en el olvido, por aquello de aprender cómo uno puede levantarse por las mañanas acarreando una o dos frustraciones durante el resto de la jornada. Pues a lo tonto, gocé de un melodrama en estado puro, sencillo, construido a base de diálogos y personajes perfectamente definidos, y que en ningún momento cae en lo facilón ni lo lacrimógeno, incluso aunque a ratos lo deseara en mi fuero interno. Un producto agradable de ver y entretenido, a pesar de que lo que cuenta no sea muy alegre... pero tampoco te hunde. Simplemente, es el trozo de vida de un buen hombre sin demasiada suerte (y que, por cierto, dedica el tiempo libre a hacer un podcast. ¡Muy adecuado!).
Sorprende encontrar, entre parte del personal implicado, varios nombres ligados al cine de género, especialmente el terror. Por un lado, tenemos a Rick Rosenthal en la producción. Muchos lo reconocerán por haber dirigido la segunda y octava entregas de "La noche de Halloween". Ambas malísimas. Entre los actores secundarios divisamos a Brad Greenquist (que diera vida al adolescente fantasma de "El cementerio viviente"), Kathleen Wilhoite (la medium en "Witchboard" y la irritante compañera de Charles Bronson en "La ley de Murphy") y A Martinez (con un larguísimo currículum donde destacan, por curiosas, varias producciones de The Asylum, nada menos).
Es la segunda película de Marshall Lewy como director y guionista.
Recomendable.
sábado, 30 de enero de 2021
viernes, 29 de enero de 2021
MAN ON THE MOON
A Milos Forman en los 90 le dio por rodar biopics. En 1996 dirigió el estupendo “El escándalo de
Larry Flint” y, en 1999, decidió, tras una conversación entre puros habanos con Danny DeVito, el devolver a la vida el genio de Andy Kaufman. Lo hizo a través de una película que al contrario que en las que había aparecido el auténtico Kaufman, resulta ser formidable. Para ello, Forman cuenta con el protagonismo de Jim Carrey, quién para meterse en el papel del comediante americano, lo hizo de forma concienzuda, llegando incluso a pedir a sus compañeros que durante el transcurso del rodaje, no se dirigieran a él como Jim, sino como Andy. Y en consecuencia a sus meticulosas formas de sumergirse en un personaje, se convirtió en un insufrible chalado intratable (de su excéntrica forma de ser, hay un documental completito que, sin ser una maravilla, si nos deja bastante claro de la pasta que está hecho Jim Carrey: “Jim y Andy” de Chris Smith).
Tomando su título de una canción que en 1992 el grupo R.E.M dedicó al humorista, “Man on the Moon” sería una cinta crucial para que el neófito comprenda, casi a la perfección, la idiosincrasia de Andy Kaufman.
Se trata de una película que condensa en poco menos de dos horas, los años de actividad del artistas de variedades, si bien, como dice el propio Jim Carrey en la piel de Kaufman al principio de la película, los hechos han sido alterados con fines dramáticos. Así, vemos muy de pasada la infancia de Kaufman, en la que se nos deja claro que el tierno infante estaba obsesionado con el mundo del espectáculo para, de golpe y porrazo, mostrarnos a un Kaufman adulto incapaz de hacer reír al respetable en sus actuaciones en los clubes de improvisación dónde inicia su carrera. Sin embargo, el aspirante a estrella, ya con un estilo más pulido, tiene algo que llama la intención del manager George Shapiro, por lo que Kaufman pasa a formar parte de su cartera de clientes y le consigue un papel en una sitcom titulada “Taxi”, dónde deberá interpretar el rol del extranjero que hasta ahora venía ofreciendo en sus actuaciones. Aunque este tipo de humor a Kaufman le parece estúpido, acepta, y así, obtendrá fama suficiente para poder hacer el tipo de espectáculos para toda la familia que en realidad le gusta. Sin embargo, un incumplimiento por parte de la cadena dónde se emite la serie para la que trabaja, la ABC, que no emiten bajo ningún concepto el especial que tenían apalabrado con el artista, le obligan a tomar cartas en el asunto convirtiéndose en una especie de loco que provoca al público y organiza combates de lucha libre en los que se batirá con mujeres, a las que, para más inri, humillará de manera verbal en el ring. Comienza a organizar así, toda una suerte de montajes que, lejos de reconocerle como el genio del humor que era, le granjean una impopularidad tan grande que incluso en el “Saturday Night Live” para el que trabajaba eventualmente, organiza una votación con el público para establecer así si Kaufman permanecería en el programa, o resultaría despedido. El público votó despedirle.
Por otro lado, somos testigos de cómo introduce en el mundo del espectáculo a su alter ego Tony Clifton, un cantante malhablado y alcohólico de Las Vegas, personaje este con el que ideó otra pantomima; dejó creer a todo el mundo que Clifton y él eran la misma persona para, en una de las actuaciones del primero, aparecer en escena juntos —cuando hacían estos montajes en la vida real, a Clifton lo interpretaba o su hermano menor Michael Kaufman, o su amigo y gancho Bob Zmuda, a su vez, interpretado en “Man on the Moon” por Paul Giamatti—.
Pronto, un cáncer de pulmón truncará una carrera llena de locura y excentricidad. La lucha contra el mismo, a través de dadaísmo y de la medicina esotérica, completa la película.
No está nada mal la película, pero nada, nada mal. Es una encomiable lección de cine. Milos Forman es perro viejo, y aún criticado, acusado de falta de personalidad incluso, y dándonos una película de fórmula, se las apaña para acabar dando el mejor resultado que se le podía dar a una película sobre la vida de Kaufman.
Curiosamente, el reparto está compuesto por personalidades que vivieron en primera persona los desmanes de Kaufman en vida, algunos interpretándose a sí mismos, otros interpretando a otras personalidades. Así, Danny DeVito, que fue compañero de reparto de Kaufman en “Taxi”, en la película interpreta a su manager George Shapiro, mientras que Shapiro aparece en la película, no interpretándose a sí mismo, sino haciendo las veces de Mr. Besserman. Bob Zmuda es interpretado por Paul Giamatti, pero Zmuda tiene un papel en la película dando vida a Jack Burns. Por otro lado, el resto de compañeros de Kaufman en “Taxi”, Marilu Henner, Carol Kane o Christopher Lloyd se interpretan a sí mismos, al igual que el presentador de televisión David Letterman o el luchador Jerry Lawler. Courtney Love, ex esposa de Kurt Cobain, lider del grupo grunge “Hole” y espantosa actriz dónde las haya, debía gustar mucho a Milos Forman por los motivos que fuesen (también le da un rol importante en “El escándalo de Larry Flint”), pero hace una interpretación de mierda, poniéndose en el pellejo de la novia de Kaufman, Lynne Margulies. En cuanto a las interpretaciones, estas son de lo más eficaces —si exceptuamos la de ese mueble con taras que, como ya he dicho, es Courtney Love— resultando la de Jim Carrey una composición de personaje de lo más elaborada y efectiva. Más que el de“El Show de Truman”, este sería el papel de su vida.
Los años finales de la década de los noventa, fueron cruciales para que al cómico Canadiense se le tomara en serio, y tanto “El Show de Truman” como “Man on the Moon”, le sirvieron a Carrey para ganar sendos Globos de Oro como mejor actor, en 1998 y 1999 consecutivamente. El Oscar se le resistió, así que, ya entrada la década de 2000, los esfuerzos de Carrey por conseguirlo le pasaron factura. No solo no llegó a conseguirlo, sino que nos regaló un buen puñado de películas absolutamente deleznables. Llegados a ese punto, Jim Carrey retomaría su rol de Caricato en 2011 con “Los Pingüinos del Señor Poper”, consciente de que cada actor tiene un registro y un lugar.
Por otro lado, y aunque cosechó críticas de lo más elogiosas —Enterteinment Weekly, sin ir más lejos, la calificó como mejor película del año— “Man on the Moon” significó un fracaso mayúsculo en taquilla, una de las grandes apuestas de Universal que, sin embargo, no generó nada más que deudas. Con un presupuesto inicial de 87 millones de dólares, se esperaba al menos el doble de recaudación en taquilla, pero tan solo obtuvo la mitad siendo 48 millones la recaudación total de la película a nivel mundial. Un fiasco absoluto. No es difícil buscarle explicación a este asunto. En los Estados Unidos Kaufman es de sobras conocido, pero quizás una película sobre la vida de un humorista de los años setenta y primeros ochenta, no es lo suficientemente atractiva como para arrastrar al público a las salas. Y los fans de Carrey, por otro lado, no quieren su crecimiento como interprete; es más prefieren la degradación. A Jim Carrey se le conoció haciendo muecas en “Ace Ventura”, y, más allá de eso, verle en roles serios no es un hándicap; para papeles serios las plateas tenían a John Malkovich. En el resto del mundo, Andy Kaufman tampoco es un personaje tan relevante como para tener en cuenta su biopic. Apenas hizo cine, el poco que hizo casi no se exportó, y sus míticas performances televisivas no llegaron a salir de los USA. Tan solo la serie “Taxi”, dónde para más inri era un personaje secundario, saltaron el charco con óptimos resultados, aun así, Kaufman era, fuera de los USA, un completo desconocido.
En España, los que se acercaron a alguna sala a verla, lo hicieron porque se trataba de una película de Jim Carrey, pero en realidad, se intuye que fueron muy pocos los espectadores con constancia de Kaufman o su obra. En consecuencia, la película tuvo una taquilla totalmente normalizada con un total de 295.655 espectadores. Y es que era un biopic sobre un auténtico desconocido. De cualquier forma, también sirvió para que neófitos se interesaran por la figura en la que se centra la película y ayudó a que, a día de hoy, sea un poco más popular.
En cualquier caso, es magnífica. Si no lo han hecho ya ¡hay que verla!
Larry Flint” y, en 1999, decidió, tras una conversación entre puros habanos con Danny DeVito, el devolver a la vida el genio de Andy Kaufman. Lo hizo a través de una película que al contrario que en las que había aparecido el auténtico Kaufman, resulta ser formidable. Para ello, Forman cuenta con el protagonismo de Jim Carrey, quién para meterse en el papel del comediante americano, lo hizo de forma concienzuda, llegando incluso a pedir a sus compañeros que durante el transcurso del rodaje, no se dirigieran a él como Jim, sino como Andy. Y en consecuencia a sus meticulosas formas de sumergirse en un personaje, se convirtió en un insufrible chalado intratable (de su excéntrica forma de ser, hay un documental completito que, sin ser una maravilla, si nos deja bastante claro de la pasta que está hecho Jim Carrey: “Jim y Andy” de Chris Smith).
Tomando su título de una canción que en 1992 el grupo R.E.M dedicó al humorista, “Man on the Moon” sería una cinta crucial para que el neófito comprenda, casi a la perfección, la idiosincrasia de Andy Kaufman.
Se trata de una película que condensa en poco menos de dos horas, los años de actividad del artistas de variedades, si bien, como dice el propio Jim Carrey en la piel de Kaufman al principio de la película, los hechos han sido alterados con fines dramáticos. Así, vemos muy de pasada la infancia de Kaufman, en la que se nos deja claro que el tierno infante estaba obsesionado con el mundo del espectáculo para, de golpe y porrazo, mostrarnos a un Kaufman adulto incapaz de hacer reír al respetable en sus actuaciones en los clubes de improvisación dónde inicia su carrera. Sin embargo, el aspirante a estrella, ya con un estilo más pulido, tiene algo que llama la intención del manager George Shapiro, por lo que Kaufman pasa a formar parte de su cartera de clientes y le consigue un papel en una sitcom titulada “Taxi”, dónde deberá interpretar el rol del extranjero que hasta ahora venía ofreciendo en sus actuaciones. Aunque este tipo de humor a Kaufman le parece estúpido, acepta, y así, obtendrá fama suficiente para poder hacer el tipo de espectáculos para toda la familia que en realidad le gusta. Sin embargo, un incumplimiento por parte de la cadena dónde se emite la serie para la que trabaja, la ABC, que no emiten bajo ningún concepto el especial que tenían apalabrado con el artista, le obligan a tomar cartas en el asunto convirtiéndose en una especie de loco que provoca al público y organiza combates de lucha libre en los que se batirá con mujeres, a las que, para más inri, humillará de manera verbal en el ring. Comienza a organizar así, toda una suerte de montajes que, lejos de reconocerle como el genio del humor que era, le granjean una impopularidad tan grande que incluso en el “Saturday Night Live” para el que trabajaba eventualmente, organiza una votación con el público para establecer así si Kaufman permanecería en el programa, o resultaría despedido. El público votó despedirle.
Por otro lado, somos testigos de cómo introduce en el mundo del espectáculo a su alter ego Tony Clifton, un cantante malhablado y alcohólico de Las Vegas, personaje este con el que ideó otra pantomima; dejó creer a todo el mundo que Clifton y él eran la misma persona para, en una de las actuaciones del primero, aparecer en escena juntos —cuando hacían estos montajes en la vida real, a Clifton lo interpretaba o su hermano menor Michael Kaufman, o su amigo y gancho Bob Zmuda, a su vez, interpretado en “Man on the Moon” por Paul Giamatti—.
Pronto, un cáncer de pulmón truncará una carrera llena de locura y excentricidad. La lucha contra el mismo, a través de dadaísmo y de la medicina esotérica, completa la película.
No está nada mal la película, pero nada, nada mal. Es una encomiable lección de cine. Milos Forman es perro viejo, y aún criticado, acusado de falta de personalidad incluso, y dándonos una película de fórmula, se las apaña para acabar dando el mejor resultado que se le podía dar a una película sobre la vida de Kaufman.
Curiosamente, el reparto está compuesto por personalidades que vivieron en primera persona los desmanes de Kaufman en vida, algunos interpretándose a sí mismos, otros interpretando a otras personalidades. Así, Danny DeVito, que fue compañero de reparto de Kaufman en “Taxi”, en la película interpreta a su manager George Shapiro, mientras que Shapiro aparece en la película, no interpretándose a sí mismo, sino haciendo las veces de Mr. Besserman. Bob Zmuda es interpretado por Paul Giamatti, pero Zmuda tiene un papel en la película dando vida a Jack Burns. Por otro lado, el resto de compañeros de Kaufman en “Taxi”, Marilu Henner, Carol Kane o Christopher Lloyd se interpretan a sí mismos, al igual que el presentador de televisión David Letterman o el luchador Jerry Lawler. Courtney Love, ex esposa de Kurt Cobain, lider del grupo grunge “Hole” y espantosa actriz dónde las haya, debía gustar mucho a Milos Forman por los motivos que fuesen (también le da un rol importante en “El escándalo de Larry Flint”), pero hace una interpretación de mierda, poniéndose en el pellejo de la novia de Kaufman, Lynne Margulies. En cuanto a las interpretaciones, estas son de lo más eficaces —si exceptuamos la de ese mueble con taras que, como ya he dicho, es Courtney Love— resultando la de Jim Carrey una composición de personaje de lo más elaborada y efectiva. Más que el de“El Show de Truman”, este sería el papel de su vida.
Los años finales de la década de los noventa, fueron cruciales para que al cómico Canadiense se le tomara en serio, y tanto “El Show de Truman” como “Man on the Moon”, le sirvieron a Carrey para ganar sendos Globos de Oro como mejor actor, en 1998 y 1999 consecutivamente. El Oscar se le resistió, así que, ya entrada la década de 2000, los esfuerzos de Carrey por conseguirlo le pasaron factura. No solo no llegó a conseguirlo, sino que nos regaló un buen puñado de películas absolutamente deleznables. Llegados a ese punto, Jim Carrey retomaría su rol de Caricato en 2011 con “Los Pingüinos del Señor Poper”, consciente de que cada actor tiene un registro y un lugar.
Por otro lado, y aunque cosechó críticas de lo más elogiosas —Enterteinment Weekly, sin ir más lejos, la calificó como mejor película del año— “Man on the Moon” significó un fracaso mayúsculo en taquilla, una de las grandes apuestas de Universal que, sin embargo, no generó nada más que deudas. Con un presupuesto inicial de 87 millones de dólares, se esperaba al menos el doble de recaudación en taquilla, pero tan solo obtuvo la mitad siendo 48 millones la recaudación total de la película a nivel mundial. Un fiasco absoluto. No es difícil buscarle explicación a este asunto. En los Estados Unidos Kaufman es de sobras conocido, pero quizás una película sobre la vida de un humorista de los años setenta y primeros ochenta, no es lo suficientemente atractiva como para arrastrar al público a las salas. Y los fans de Carrey, por otro lado, no quieren su crecimiento como interprete; es más prefieren la degradación. A Jim Carrey se le conoció haciendo muecas en “Ace Ventura”, y, más allá de eso, verle en roles serios no es un hándicap; para papeles serios las plateas tenían a John Malkovich. En el resto del mundo, Andy Kaufman tampoco es un personaje tan relevante como para tener en cuenta su biopic. Apenas hizo cine, el poco que hizo casi no se exportó, y sus míticas performances televisivas no llegaron a salir de los USA. Tan solo la serie “Taxi”, dónde para más inri era un personaje secundario, saltaron el charco con óptimos resultados, aun así, Kaufman era, fuera de los USA, un completo desconocido.
En España, los que se acercaron a alguna sala a verla, lo hicieron porque se trataba de una película de Jim Carrey, pero en realidad, se intuye que fueron muy pocos los espectadores con constancia de Kaufman o su obra. En consecuencia, la película tuvo una taquilla totalmente normalizada con un total de 295.655 espectadores. Y es que era un biopic sobre un auténtico desconocido. De cualquier forma, también sirvió para que neófitos se interesaran por la figura en la que se centra la película y ayudó a que, a día de hoy, sea un poco más popular.
En cualquier caso, es magnífica. Si no lo han hecho ya ¡hay que verla!
Victor Olid
miércoles, 27 de enero de 2021
MITOLOGÍA PARA JÓVENES
Rebuscando en mi colección de revistas y tebeos, localicé estos tres libritos editados por Plaza y Janés y, tras ojearlos, recordé lo mucho que me fascinaban en la época que me los regalaron, que según pone en el interior fue 1982.
Aspecto, tamaño y contenido literario a un lado (versión acelerada y sencilla de las historias de Hércules, Ulises y Jasón y los argonautas de la mano de Clauida Zeff), lo que realmente me flipaba eran las hermosas ilustraciones del célebre, y ya fallecido, Stephen Cartwright, acuarelas detalladas compuestas de figuras la mar de encantadoras que resultaban casi hipnóticas para estos -entonces- tiernos ojos.
Una trilogía maravillosa que seguirá a buen recaudo en mis aposentos hasta el fin de los días.
Aspecto, tamaño y contenido literario a un lado (versión acelerada y sencilla de las historias de Hércules, Ulises y Jasón y los argonautas de la mano de Clauida Zeff), lo que realmente me flipaba eran las hermosas ilustraciones del célebre, y ya fallecido, Stephen Cartwright, acuarelas detalladas compuestas de figuras la mar de encantadoras que resultaban casi hipnóticas para estos -entonces- tiernos ojos.
Una trilogía maravillosa que seguirá a buen recaudo en mis aposentos hasta el fin de los días.
Naxo Fiol
lunes, 25 de enero de 2021
UNMASKED PART 25
Curiosa serie B británica concebida directamente para su explotación en vídeo y que pretende parodiar y mofarse de un género tan en boga en los años 80 como lo fue el slasher. Lo curioso del asunto está en que se mofa desde dentro, desde el cine de bajo presupuesto y en los primeros años de decadencia del subgénero, lo cual convierte a esta cinta en una rara avis de la época. Cierto es que el slasher ya fue parodiado previamente y al estilo spoof desde las majors (por ejemplo con “13 asesinatos y medio”), pero este sería un caso bastante raro y distinto.
El caso es que, teniendo todos los elementos para que “Unmasked part. 25” se hubiera convertido con los años en un título a reivindicar y con un culto exagerado (como pasa con muchos de los títulos adscritos al fantástico de la década de marras), lo cierto es que con esta película pasó todo lo contrario; que pasó inadvertida en su lanzamiento, de ahí al olvido, y no cuenta con hordas de fans diciendo memeces acerca de ella en los foros de internet, si bien es cierto que recientemente la gente de Vinegard Syndrome la rescató y remasterizó desde el negativo original para ponerla en su catálogo en una edición en Blu Ray de lujo.Se trata de la historia de Jackson, un hombre deformado que se dedica a asesinar a la banda ataviado con una máscara de Hockey y con un pasado que nos revela que casi se ahoga en el lago de un campamento de verano (¿les suena?). El caso es que un buen día, cuando está pasando a machete a un gran número de jóvenes nuevaoleros de los suburbios de Londres, se topa con una chica ciega con la que tiene sexo y de la cual se enamora. A partir de ese momento surge el romance y se planteará de nuevo su vida, harto como está de estar todo el día asesinando a la gente. Al mismo tiempo, resolverá sus problemas y traumas familiares, enfrentándose a su padre borracho, sin mucho éxito.
La principal gracia de la película, en un ejercicio de metacine, radica en que nuestro psicho-killer, afirma ser el verdadero Jason de las películas de “Viernes 13” (“¡Yo soy el que sale en esas películas!”, le dice a su chica en una escena). La otra gracia reside en como se replantea el psycho killer su vida una vez encuentra a alguien dispuesto a no juzgarle por su aspecto —una ciega—.Tiene gracia la cosa. Aunque esta idea de la ciega que se enamora del ser deforme ya la vimos unos años antes en “El Vengador Tóxico”. Muchos acusaron al director de plagio, pero este aseguraba no haber visto el "clásico" de la Troma.
Por otra parte la película comienza de lo más cañera, con toneladas de vistoso y divertido gore para que, una vez este Jason de todo a 100 encuentra el amor, pase a ser un melodrama (quizás involuntariamente, no como parte de la parodia) en toda regla con conversaciones que parecen no terminar nunca. Así que lo que parece ser un dinámico y sangriento entretenimiento en su parte paródica, se convierte en un coñazo de arte y ensayo un tanto irritante. Suerte que, en el tramo final, y pese a un espantoso gag antes de los créditos, la película vuelve a pillar el ritmo del principio y se medio arregla… aunque en resumidas cuentas, no sé yo si la hora y veinte de duración total se compensa con los cuatro o cinco minutos que tiene verdaderamente buenos.
El gore del que hace gala la película no está hecho por aficionados, ya que viene de parte de Stuart Conran y Cliff Wallace que recientemente habían hecho lo propio con “Hellraiser”. Entonces este gore, grotesco y excesivo, lleno de inventiva, me parece sin duda lo mejor de la película. Y, viéndola, lo cierto es que todo ese festival de vísceras, así como el cómo está rodada, con un montón de planos picados y tiros de cámara imposibles o la ambientación, me recordaron tanto al “Braindead, tu madre se ha comido a mi perro” de Peter Jackson que, puede que sea obra de la casualidad o no, pero yo diría que Peter Jackson vio “Unmasked Part. 25” y tomó buena nota. Jackson multiplica por mil ese ritmo y ese exceso, pero, si me dicen que esta es una película suya inmediatamente anterior a “Braindead”, me lo creo, del mismo modo que creo en los plagios.
Como fuere, “Unmasked Part. 25”, con todos sus momentos buenos y sus eternas conversaciones en el meridiano es, si no una película finalmente estimable, una curiosidad por momentos muy simpática y divertida.
Los hombres detrás de este invento son Mark Cutford que produce y Anders Palm que dirige, cineastas cuyo modus operandi es este de parodiar el cine de terror desde una óptica que poco o nada tiene que ver con el spoof (es otro tipo de parodia quizás más sofisticada que no llega a ser cómica del todo. Una cosa muy rara) y que no poseen una carrera demasiado ostentosa, si bien Palm a día de hoy continúa produciendo —que no dirigiendo— toda suerte de films raretes y baratuelos.
Por otro lado, verán que cierta inutilidad acompaña a estos señores de algún modo, ya que, e inspirándose Cutford en un poema de Lord Byron, en los títulos de crédito podemos ver claramente que la película lleva el título de “Hand of death”. Esto es porque, una vez finalizado el montaje, Cutford, decidió cambiarle el título puesto que podía confundirse con una vieja película de Jackie Chan, así que, y con las miras puestas en la comercialidad, mucho mejor titular a la película “Unmasked Part 25”. Pero el título inicial se quedó en los créditos de inicio. Claro, así no se confundirá nadie, no te jode…
Victor Olid
sábado, 23 de enero de 2021
AMAZONAS EN LA LUNA
Si existe algo próximo a una secuela de la mítica "Made in USA" esa es, indudablemente, "Amazonas en la luna". No ya por su parecido formal, a base de aunar gags donde se parodian anuncios, programas de televisión y películas, también por la incursión directa de personal implicado en aquella y algunas de sus coñas, entre ellas la "aparición" de "Samuel L. Bronkowitz", el ficticio productor de cine que para la ocasión es acreditado como tal en la película dentro de la película. Si en "Made in USA" aquella era una chota a costa de "Operación Dragón", aquí toca reírse de las epopeyas de "serie B" de ciencia ficción cincuenteras (con especial fijación en "Cat-Women of the Moon") a base de diálogos ridículos, guiños (esos trajes espaciales idénticos a los de "Planeta Prohibido"), efectos especiales voluntariamente chapuceros (hilos sujetando planetas y naves) y el constante salto de escenas, ya sea por la interrupción de divertidos cortes bruscos causados por el supuesto mal estado del celuloide, o la lluvia imparable de anuncios/sketchs (en la versión española la locución de los primeros los hace el mismo doblador de "Made in USA"). Estos se dividen entre los graciosos y los insípidos. En el grupo de los primeros tenemos el del hospital donde un doctor pierde el bebé recién nacido de una ilusionada pareja e intenta disimularlo cambiándolo por un "Señor Potato" -siendo a mi juicio el mejor- . El entierro en el que son invitados una serie de famosos cómicos reales yankis que harán coñas a costa del difunto. El programa de misterio donde el mismo presentador se refiere a todo como "chorradas" (impagable la "recreación" del hundimiento del Titanic). El hijo del hombre invisible que no lo es. O el que se nos reserva para después de los créditos, una parodia de la típica película "exploitation" con supuestos fines moralistas. Luego están los flojicos, que los hay, como el del chaval que quiere comprar condones a escondidas y acaba convertido en una celebridad o el del paté que se estira y rebota para mayor regocijo de los invitados a una fiesta.
Honestamente, "Amazonas en la luna" no es una película con la que te partas de risa, o te descojones hasta las lágrimas. Para nada. Sin embargo, sí resulta un visionado muy entretenido, pero mucho, que te deja una sensación harto positiva y saludable. Sonríes unas cuantas veces y el buen rollo general se te contagia. Será por esa iluminación tan clara (tan televisiva, cosa que opino es expresa) o porque, aunque hay algunos gags de tirón erótico -luego hablamos de ellos-, el humor no es especialmente escabroso ni ofensivo, en este sentido "Made in USA" era mucho más hijaputa. Así que, a pesar de que el nivel de comedia queda lejos de ser excepcional, puede arreglarte perfectamente una tarde insípida o una noche aburrida.
Aunque para excepcional, y sorprendente, el personal implicado tanto delante como detrás de la cámara. Es realmente impresionante, de verdad. Hagamos el repaso completo. Entre los actores más o menos de primera división, localizamos a Arsenio Hall, Michelle Pfeiffer, Griffin Dunne, Joe Pantoliano, Rosanna Arquette, Steve Guttenberg, Henry Silva, Robert Picardo, Charlie Callas, Ed Begley Jr., Kelly Preston, Marc McClure, Andrew Dice Clay, Carrie Fisher y Paul Bartel. Existe una versión de la película para la televisión y el mercado del dvd estadounidense con unos pocos sketchs inéditos para nosotros. En estos actúan Jenny Agutter, Bernie Casey, Ronny Cox y Robert Loggia.
Si descendemos unos peldaños y nos centramos en actores más de culto, localizamos a Sybil Danning (básicamente haciendo el mismo papel que luego haría en "Los Dreggs"), William ("Blackula") Marshall, Dick Miller, Lyle Talbot (habitual en los repartos de Ed Wood) y Joey Travolta (hermano de...)
Tampoco se queda corta la lista de cameos, por ahí asoman Forrest J. Ackerman, B.B. King, Ira Newborn (habitual compositor. Suya es la banda sonora de "Amazonas en la luna", salvo cuando usan música de archivo. Sin ir más lejos, en un momento dado podemos oír un tema que también sonaba en el soundtrack de "Creepshow") y el más curioso del pack, Russ Meyer in person.
Ya que hablamos de tetas, la antes mentada ración de erotismo se la podemos agradecer a las presencias y ubres impresionantes de dos chicas Penthouse, Corinne Wahl y, cómo no, la legendaria Monique Gabrielle que se marca uno de los gags más celebrados.
En la dirección, dos que no necesitan presentación: John Landis (sí, responsable de "Made in USA") y Joe Dante. Les acompañan Carl Gottlieb (director de "Cavernícola" pero conocido y respetado sobre todo por su faceta de guionista, donde encontramos "Tiburón 1 y 2" y "Un loco anda suelto"), el legendario productor Robert K. Weiss (a quien debemos la existencia de un porrón de míticas comedias, comenzando por la misma "Made in USA", pasando por "Granujas a todo ritmo" y terminando con la saga "Agárralo como puedas") y el poco llamativo Peter Horton.
La pareja de guionistas, Michael Barrie y Jim Mulholland, eran auténticos maestros de la comedia televisiva desde los años 70, lo que explicaría muy mucho por qué "Amazonas en la luna" se fija en este medio más que ningún otro.
En definitiva, una película altamente recomendable por su buenrollismo y capacidad de amenizar cualquier velada.
Honestamente, "Amazonas en la luna" no es una película con la que te partas de risa, o te descojones hasta las lágrimas. Para nada. Sin embargo, sí resulta un visionado muy entretenido, pero mucho, que te deja una sensación harto positiva y saludable. Sonríes unas cuantas veces y el buen rollo general se te contagia. Será por esa iluminación tan clara (tan televisiva, cosa que opino es expresa) o porque, aunque hay algunos gags de tirón erótico -luego hablamos de ellos-, el humor no es especialmente escabroso ni ofensivo, en este sentido "Made in USA" era mucho más hijaputa. Así que, a pesar de que el nivel de comedia queda lejos de ser excepcional, puede arreglarte perfectamente una tarde insípida o una noche aburrida.
Aunque para excepcional, y sorprendente, el personal implicado tanto delante como detrás de la cámara. Es realmente impresionante, de verdad. Hagamos el repaso completo. Entre los actores más o menos de primera división, localizamos a Arsenio Hall, Michelle Pfeiffer, Griffin Dunne, Joe Pantoliano, Rosanna Arquette, Steve Guttenberg, Henry Silva, Robert Picardo, Charlie Callas, Ed Begley Jr., Kelly Preston, Marc McClure, Andrew Dice Clay, Carrie Fisher y Paul Bartel. Existe una versión de la película para la televisión y el mercado del dvd estadounidense con unos pocos sketchs inéditos para nosotros. En estos actúan Jenny Agutter, Bernie Casey, Ronny Cox y Robert Loggia.
Si descendemos unos peldaños y nos centramos en actores más de culto, localizamos a Sybil Danning (básicamente haciendo el mismo papel que luego haría en "Los Dreggs"), William ("Blackula") Marshall, Dick Miller, Lyle Talbot (habitual en los repartos de Ed Wood) y Joey Travolta (hermano de...)
Tampoco se queda corta la lista de cameos, por ahí asoman Forrest J. Ackerman, B.B. King, Ira Newborn (habitual compositor. Suya es la banda sonora de "Amazonas en la luna", salvo cuando usan música de archivo. Sin ir más lejos, en un momento dado podemos oír un tema que también sonaba en el soundtrack de "Creepshow") y el más curioso del pack, Russ Meyer in person.
Ya que hablamos de tetas, la antes mentada ración de erotismo se la podemos agradecer a las presencias y ubres impresionantes de dos chicas Penthouse, Corinne Wahl y, cómo no, la legendaria Monique Gabrielle que se marca uno de los gags más celebrados.
En la dirección, dos que no necesitan presentación: John Landis (sí, responsable de "Made in USA") y Joe Dante. Les acompañan Carl Gottlieb (director de "Cavernícola" pero conocido y respetado sobre todo por su faceta de guionista, donde encontramos "Tiburón 1 y 2" y "Un loco anda suelto"), el legendario productor Robert K. Weiss (a quien debemos la existencia de un porrón de míticas comedias, comenzando por la misma "Made in USA", pasando por "Granujas a todo ritmo" y terminando con la saga "Agárralo como puedas") y el poco llamativo Peter Horton.
La pareja de guionistas, Michael Barrie y Jim Mulholland, eran auténticos maestros de la comedia televisiva desde los años 70, lo que explicaría muy mucho por qué "Amazonas en la luna" se fija en este medio más que ningún otro.
En definitiva, una película altamente recomendable por su buenrollismo y capacidad de amenizar cualquier velada.
Naxo Fiol
viernes, 22 de enero de 2021
HARRY Y TONTO
“Harry y Tonto” cuenta la historia de un jubilado que, tras perder su hogar, que se encontraba en un edificio que iba a ser derruido, se ve en la tesitura de mudarse a casa de uno de sus hijos junto con su gato. Al estar allí, siente que no es más que una carga, por lo que decide irse a casa de otra de sus hijas en Chicago. Como viaja con su gato, todo son problemas a la hora de buscar un transporte, por lo que, en su periplo, perderá el avión y el autobús, hasta que finalmente se verá obligado a comprarse un coche teniendo el permiso de circulación caducado desde hace más de 20 años. Durante su travesía, se irá encontrando por el camino, no solo con sus hijos que, más o menos, le irán rechazando, si no, con variopintos personajes que le acompañarán en lo que finalizará siendo, no ya un viaje a Chicago, sino, un viaje alrededor de todos los estados unidos.
“Harry y Tonto”, dirigida por Paul Mazursky, utiliza la amistad entre un anciano y su gato para mostrarnos una atípica road movie cuyo afán es concienciar al espectador sobre la soledad del aciano cuando llega a determinada edad y se queda solo en el mundo, pese a haber tenido unos cuantos hijos durante su larga vida. Se trata de una película bonita, quizás, demasiado calmada. Un melodrama salpicado con algunos gags tirando a serenos que, con la paciencia necesaria (es lenta como una babosa) puede llegar a encandilar al espectador, porque se trata de una película tierna y amable que, con sus altos y bajos, al final deja un buen sabor de boca.
Paul Mazursky, quizás medio popular en nuestro país por realizar comedias que no gustaron a nadie, como por ejemplo, “Un ruso en Nueva York” con Robin Williams demasiado contenido, o “Presidente por accidente”, con Raul Julia, Sonia Braga y Richard Dreyfuss cuyo cartel de cine prometía un desmadre que en realidad nunca tiene lugar en la película, es, no obstante, para los americanos, un autor con muy buena prensa entre intelectuales.
En realidad, Paul Mazursky lleva una carrera paralela a la de John Cassavetes: Mazursky también es actor, guionista y productor, y está especializado en una suerte de comedias de tipo realista con toques dramáticos que, por lo general, suelen ser una seña de identidad. Pero es que además, Mazursky, imita a Cassavetes, da la sensación de que quisiera hacer las mismas películas que él —de hecho, “Tempestad”, es un émulo del estilo y tono del cine de Cassavetes. Es más, cuenta con el propio Cassavetes, y con Gena Rowland como protagonistas—. Así, Mazursky llega a parecerse tanto que casi cuenta distinguir sus películas, si bien, Mazursky tiene una querencia por cierta estética cómica que le identifica. Casi todas sus películas parecen más graciosas de lo que en realidad son. Y esas pinceladas de locura que nunca llega a materializarse del todo son las que le convierten en un Cassavetes accesible, más para todos los públicos, sin alejarse demasiado del cine de arte y ensayo que al final, camuflado de producción hollywoodiense, es lo que practica en su cine.
“Harry y Tonto”, es una buena muestra de esto que les digo y, probablemente, una de sus mejores películas.
Estrenada en nuestro país en pequeñas salas de arte y ensayo (el “Publi 2” en Barcelona, o el “Lumiere” en Madrid) donde congregó a 52.000 gafapastas de los años 70 que fueron a verla en versión original subtitulada, “Harry y Tonto” es, a día de hoy, una película completamente olvidada. Tras su paso por esas salas no tuvo vida comercial en vídeo y, si acaso, algún que otro pase televisivo esporádico, con lo que podemos considerarla una película rara, misteriosa y desperada. Una película que, casi, no existe. En Estados Unidos su relevancia posterior a su estreno tampoco ha sido mucho mayor, y eso que es un film que fácilmente podía ser recordado como el que le consiguió un oscar a Art Carney como mejor actor protagonista, arrebatándoselo nada menos que a actores como Jack Nicholson, que optaba a la estatuilla por “Chinatown”, Al Pacino, nominado por “El Padrino II”, Dustin Hofman por “Lenny” y Albert Finney por “Asesinato en el Orient Express”.
Carney era un actor eminentemente televisivo, muy querido por la audiencia gracias a su intervención en la mítica sitcom “The Hooney Mooners” junto a Jacky Gleason, pero sin experiencia en cine, por lo que alzarse con la preciada estatuilla sorprendió a propios y extraños.
El caso es que el guion de “Harry y Tonto” estuvo dando vueltas por los estudios sin nadie que se atreviese a producirlo y con actores como James Gagney o Cary Grant rechazando el papel principal. Cuando Mazursky tuvo la idea de darle el papel de Harry a Art Carney dio en el clavo, porque Carney era muy querido para el público televisivo, y, por este motivo, el estudio dio vía libre al proyecto pensando que, si fracasaba en el cine, en sus pases televisivos seguro que resultaría un éxito. Lo que nadie se podía esperar es que por su interpretación, Carney, consiguiera un Oscar.
También fue un reto porque Carney en 1974, tenía 52 años de edad, justo 20 menos que el personaje al que daría vida, pero finalmente su interpretación fue efectiva y gracias a muy poco maquillaje, al teñirle al actor unas canas y dejarse el bigote, Carney, da el perfil perfectamente. Su sobria interpretación hizo el resto.
En el reparto, a parte de Carney, y que nos pueda interesar por aquí, tenemos a la clásica Ellen Busrtyn y, muy de los 70, tenemos a Larry Hagman, al igual que Carney, actor de amplia carrera televisiva que igual en España se hizo más popular de lo que debía gracias a su interpretación del mítico J.R. en la serie “Dallas”. En “Harry y Tonto”, es uno de los muchos hijos que Harry va a visitar.
En cuanto al gato, Tonto, aunque en la película sale acreditado como un solo gato llamado igualmente Tonto, la realidad es que fueron tres los gatos los que le interpretaron, todos ellos muy inteligentes y disciplinados, y que hicieron buenas migas con el equipo. A Art Carney no le gustaban los gatos; tras trabajar 24 horas con uno acabó siendo un gran amante de los mismos. Por otro lado, el amaestrador de Tonto, quiso regalarle uno de los gatos actores a Paul Mazursky que se moría de ganas por quedarse con uno de los que había dirigido. No pudo ser porque su esposa tenía alergia a los mininos, así que se quedó con las ganas.
Si les gusta el cine reposado, tranquilo, sin muchos giros en la historia, les recomiendo esta película, pero, más aún, si les enternecen ese tipo de películas en las que un humano estrecha lazos con su mascota. En ese caso “Harry y Tonto” les llegará al corazón –spoiler- sobre todo en su tristísimo final – fin del spoiler-.
“Harry y Tonto”, dirigida por Paul Mazursky, utiliza la amistad entre un anciano y su gato para mostrarnos una atípica road movie cuyo afán es concienciar al espectador sobre la soledad del aciano cuando llega a determinada edad y se queda solo en el mundo, pese a haber tenido unos cuantos hijos durante su larga vida. Se trata de una película bonita, quizás, demasiado calmada. Un melodrama salpicado con algunos gags tirando a serenos que, con la paciencia necesaria (es lenta como una babosa) puede llegar a encandilar al espectador, porque se trata de una película tierna y amable que, con sus altos y bajos, al final deja un buen sabor de boca.
Paul Mazursky, quizás medio popular en nuestro país por realizar comedias que no gustaron a nadie, como por ejemplo, “Un ruso en Nueva York” con Robin Williams demasiado contenido, o “Presidente por accidente”, con Raul Julia, Sonia Braga y Richard Dreyfuss cuyo cartel de cine prometía un desmadre que en realidad nunca tiene lugar en la película, es, no obstante, para los americanos, un autor con muy buena prensa entre intelectuales.
En realidad, Paul Mazursky lleva una carrera paralela a la de John Cassavetes: Mazursky también es actor, guionista y productor, y está especializado en una suerte de comedias de tipo realista con toques dramáticos que, por lo general, suelen ser una seña de identidad. Pero es que además, Mazursky, imita a Cassavetes, da la sensación de que quisiera hacer las mismas películas que él —de hecho, “Tempestad”, es un émulo del estilo y tono del cine de Cassavetes. Es más, cuenta con el propio Cassavetes, y con Gena Rowland como protagonistas—. Así, Mazursky llega a parecerse tanto que casi cuenta distinguir sus películas, si bien, Mazursky tiene una querencia por cierta estética cómica que le identifica. Casi todas sus películas parecen más graciosas de lo que en realidad son. Y esas pinceladas de locura que nunca llega a materializarse del todo son las que le convierten en un Cassavetes accesible, más para todos los públicos, sin alejarse demasiado del cine de arte y ensayo que al final, camuflado de producción hollywoodiense, es lo que practica en su cine.
“Harry y Tonto”, es una buena muestra de esto que les digo y, probablemente, una de sus mejores películas.
Estrenada en nuestro país en pequeñas salas de arte y ensayo (el “Publi 2” en Barcelona, o el “Lumiere” en Madrid) donde congregó a 52.000 gafapastas de los años 70 que fueron a verla en versión original subtitulada, “Harry y Tonto” es, a día de hoy, una película completamente olvidada. Tras su paso por esas salas no tuvo vida comercial en vídeo y, si acaso, algún que otro pase televisivo esporádico, con lo que podemos considerarla una película rara, misteriosa y desperada. Una película que, casi, no existe. En Estados Unidos su relevancia posterior a su estreno tampoco ha sido mucho mayor, y eso que es un film que fácilmente podía ser recordado como el que le consiguió un oscar a Art Carney como mejor actor protagonista, arrebatándoselo nada menos que a actores como Jack Nicholson, que optaba a la estatuilla por “Chinatown”, Al Pacino, nominado por “El Padrino II”, Dustin Hofman por “Lenny” y Albert Finney por “Asesinato en el Orient Express”.
Carney era un actor eminentemente televisivo, muy querido por la audiencia gracias a su intervención en la mítica sitcom “The Hooney Mooners” junto a Jacky Gleason, pero sin experiencia en cine, por lo que alzarse con la preciada estatuilla sorprendió a propios y extraños.
El caso es que el guion de “Harry y Tonto” estuvo dando vueltas por los estudios sin nadie que se atreviese a producirlo y con actores como James Gagney o Cary Grant rechazando el papel principal. Cuando Mazursky tuvo la idea de darle el papel de Harry a Art Carney dio en el clavo, porque Carney era muy querido para el público televisivo, y, por este motivo, el estudio dio vía libre al proyecto pensando que, si fracasaba en el cine, en sus pases televisivos seguro que resultaría un éxito. Lo que nadie se podía esperar es que por su interpretación, Carney, consiguiera un Oscar.
También fue un reto porque Carney en 1974, tenía 52 años de edad, justo 20 menos que el personaje al que daría vida, pero finalmente su interpretación fue efectiva y gracias a muy poco maquillaje, al teñirle al actor unas canas y dejarse el bigote, Carney, da el perfil perfectamente. Su sobria interpretación hizo el resto.
En el reparto, a parte de Carney, y que nos pueda interesar por aquí, tenemos a la clásica Ellen Busrtyn y, muy de los 70, tenemos a Larry Hagman, al igual que Carney, actor de amplia carrera televisiva que igual en España se hizo más popular de lo que debía gracias a su interpretación del mítico J.R. en la serie “Dallas”. En “Harry y Tonto”, es uno de los muchos hijos que Harry va a visitar.
En cuanto al gato, Tonto, aunque en la película sale acreditado como un solo gato llamado igualmente Tonto, la realidad es que fueron tres los gatos los que le interpretaron, todos ellos muy inteligentes y disciplinados, y que hicieron buenas migas con el equipo. A Art Carney no le gustaban los gatos; tras trabajar 24 horas con uno acabó siendo un gran amante de los mismos. Por otro lado, el amaestrador de Tonto, quiso regalarle uno de los gatos actores a Paul Mazursky que se moría de ganas por quedarse con uno de los que había dirigido. No pudo ser porque su esposa tenía alergia a los mininos, así que se quedó con las ganas.
Si les gusta el cine reposado, tranquilo, sin muchos giros en la historia, les recomiendo esta película, pero, más aún, si les enternecen ese tipo de películas en las que un humano estrecha lazos con su mascota. En ese caso “Harry y Tonto” les llegará al corazón –spoiler- sobre todo en su tristísimo final – fin del spoiler-.
Victor Olid
miércoles, 20 de enero de 2021
LOS FOTOCROMOS DE "WAR BUS"
Naxo Fiol
lunes, 18 de enero de 2021
PIZZA, BIRRA, FASO
A finales de los 90 y gracias a su paso por los distintos festivales de corte respetable, una peliculita Argentina de menos de 300.000 pesos de presupuesto, sentó cátedra allá por donde pasaba. La crítica fue unánime emparentándola directamente con la nouvelle vague y el neorrealismo, y el público, eminentemente cultureta, se rindió a los pies de la película. Por el estilo, maneras y lo que contaba, “Pizza, Birra, Faso”, impulsó lo que los medios de comunicación llamaron “Nuevo Cine Argentino”.
Recuerdo el revuelo formado por la película en la época y recuerdo su paso por cines. Para también soy consciente de que, como suele pasar con todo el cine cultureta de los noventa, su tiempo de vida es escaso; vamos, que con las mismas, se dejó de hablar de esta película.Ventitantos años después doy con ella y decido verla. Y, que quieren que les diga. Es una película de lo más mediocre.
Un grupo de chavales marginales sobreviven gracias a pequeños atracos y robos de todo tipo. Y pasan sus días así, mientras se alimentan a base de pizza y cerveza. Y el “faso” se ve que es tabaco. Y punto.
Nada más comenzar la película, con un atraco en un taxi, viendo cómo se desarrolla la historia y, detectando las intenciones de aleccionar al espectador, de concienciarle de la situación y, en definitiva, de transmitir un mensaje, supe que, al final de la película, alguno de los protagonistas moriría de manera violenta. Y si llega a ser una quiniela me llevo el premio gordo; mueren dos de ellos. Una película cliché. Nada que no haya visto antes en películas de autor latinas de mucha mayor calidad y, a todos los efectos, más crudas como “La vendedora de rosas” o “Huelepega”, de similares intenciones que esta pero un poco más honestas y entretenidas, gracias también a las ingentes cantidades de sensacionalismo que incluyen. O, mucho mejor rodado con fines tan honestos como los comerciales, en cualquiera de las películas de nuestro cine quinqui.
Si validamos cine quinqui como etiqueta, “Pizza, Birra, Faso”, sería una película quinqui para los que no ven cine quinqui. Pero más allá de eso es una película aburrida, retorcida y mal hecha. En aquella época había muchos casos. No nos olvidemos de que películas españolas hoy olvidadísimas como “El Bola” o “Barrio”, eran equivalentes patrios de la que nos ocupa, films vacíos, mal hechos, destinados a públicos estáticos, rancios, asépticos, que las consumen en el momento preciso, para luego endiosar otra película del mismo calibre que, al igual que esta, olvidarán pronto. Se pretende concienciar socialmente, denunciar, por encima del hecho de ofrecer una película, sin lugar para lo lúdico, sólo para los mismos coñazos de siempre.
Poco más. Sentía curiosidad por esta cinta argentina tan en boga en los 90 y, al verla, me he quedado igual que estaba. Papelera de reciclaje.
Después de esto, los directores Israel Adrian Caetano y Bruno Stagnaro continuaron haciendo cine de temática social, documentales, cintas sobre okupas…. Terriblemente aburridos. Luego, con las vacas flacas, a televisión. Y su película más importante, “Pizza, Birra, Faso” hoy ya no la recuerda nadie. Hale, a hacer un pedido a Papa John.
Victor Olid
sábado, 16 de enero de 2021
DAGON, LA SECTA DEL MAR
Si damos un repaso a la trayectoria de la "Fantastic Factory", encontramos mucha y dolorosa incapacidad: "Faust, la venganza está en la sangre", "Beyond Re-Animator", "Arachnid", "Rottweiler", "La monja". Incluso cuando intentaron ir más "en serio" con "Darkness" o "Romasanta, la caza de la bestia". Tal vez, por eso mismo, "Dagon, la secta del mar" sobresalga como algo especial. No es que sea mejor, en realidad es una película regulera tirando a malucha, pero estaba un poco por encima del resto del catálogo. Seguramente se lo debamos a su director, el gran y fallecido Stuart Gordon, que aunque tampoco anduvo muy inspirado, al menos aportó sendos fugaces destellos de talento que compensaban el despiporre general. Pero vamos, si tenemos en cuenta que los responsables de "Dagon, la secta del mar" son el director, el guionista (Dennis Paoli) y el productor (Brian Yuzna) de "Re-Animator", es para echarse a llorar.
Y como en aquella, la base aquí es un escrito de H.P.Lovecraft, que vomitó todo el asco que sentía por la vida marina en una historia en la que un pueblo pesquero, adorador de un dios monstruoso que habita los abismos, poco a poco va mutando en pez. Hasta allí llegan unos turistas que, evidentemente, lo pasarán canutas.
La lista de "pros" y "contras" de "Dagon, la secta del mar" es notable. En el primer grupo tenemos algo de atmósfera, unos efectos prácticos decentes (con secuencia gore bastante angustiosa), la agradecida ausencia de sustos baratos, un héroe atípico (por inútil) y varios rostros entrañables en el reparto como José Lifante o Paco Rabal. En el segundo, pues unos efectos infográficos de vergüenza ajena, unos cuantos actores limitados, la a ratos insufrible falta de ritmo, demasiados momentos para la risa involuntaria (ese "They fuuuck herrr!" que suelta Rabal en la versión original con un inglés mas bien zarrapastroso) y un clímax tópico que provoca cierta modorra.
Como con muchas otras aportaciones de "Fantastic Factory", "Dagon, la secta del mar" la vi en el Festival de Sitges. E igual que en todas aquellas ocasiones, al terminar, los medios y el público no sabían cómo reaccionar. Llegada la rueda de prensa, Julio Fernández, productor ejecutivo, se sentía obligado a pedir disculpas ("Estamos aprendiendo" era la excusa recurrente). Y, eventualmente, algún periodista lanzaba preguntas capciosas, como aquella en la que uno preguntó a Stuart Gordon si la película era "una serie B o una serie Z", a lo que el director, no sin cierta sorna, respondió con un seco "Si!" en castellano. Aunque lo que nunca olvidaremos es el shock de oír hablar a Macarena Gómez. Nadie sabía si comenzar a descojonarse o aproximarse a ella y abrazarla.
En definitiva, "Dagon, la secta del mar" es una cosa muy muy mediocre pero que no muta directamente en basura gracias a aislados momentos de buen hacer. Y, después de todo, tampoco aburre tanto como podría. Algo es algo.
Y como en aquella, la base aquí es un escrito de H.P.Lovecraft, que vomitó todo el asco que sentía por la vida marina en una historia en la que un pueblo pesquero, adorador de un dios monstruoso que habita los abismos, poco a poco va mutando en pez. Hasta allí llegan unos turistas que, evidentemente, lo pasarán canutas.
La lista de "pros" y "contras" de "Dagon, la secta del mar" es notable. En el primer grupo tenemos algo de atmósfera, unos efectos prácticos decentes (con secuencia gore bastante angustiosa), la agradecida ausencia de sustos baratos, un héroe atípico (por inútil) y varios rostros entrañables en el reparto como José Lifante o Paco Rabal. En el segundo, pues unos efectos infográficos de vergüenza ajena, unos cuantos actores limitados, la a ratos insufrible falta de ritmo, demasiados momentos para la risa involuntaria (ese "They fuuuck herrr!" que suelta Rabal en la versión original con un inglés mas bien zarrapastroso) y un clímax tópico que provoca cierta modorra.
Como con muchas otras aportaciones de "Fantastic Factory", "Dagon, la secta del mar" la vi en el Festival de Sitges. E igual que en todas aquellas ocasiones, al terminar, los medios y el público no sabían cómo reaccionar. Llegada la rueda de prensa, Julio Fernández, productor ejecutivo, se sentía obligado a pedir disculpas ("Estamos aprendiendo" era la excusa recurrente). Y, eventualmente, algún periodista lanzaba preguntas capciosas, como aquella en la que uno preguntó a Stuart Gordon si la película era "una serie B o una serie Z", a lo que el director, no sin cierta sorna, respondió con un seco "Si!" en castellano. Aunque lo que nunca olvidaremos es el shock de oír hablar a Macarena Gómez. Nadie sabía si comenzar a descojonarse o aproximarse a ella y abrazarla.
En definitiva, "Dagon, la secta del mar" es una cosa muy muy mediocre pero que no muta directamente en basura gracias a aislados momentos de buen hacer. Y, después de todo, tampoco aburre tanto como podría. Algo es algo.
Naxo Fiol
viernes, 15 de enero de 2021
EXTREMITY
Película destinada a las plataformas digitales cuyo punto de partida es de lo más interesante. El film incide en la evolución de los “Horror Rides”, es decir, las atracciones de feria destinadas a causar terror a los usuarios que las eligen por puro gusto. Estas solían constar de un coche de raíles que llevaba al usuario por un recorrido en el que una serie de monstruosos animatronics asustaban al personal, hasta que esto derivó a los “Pasajes del terror”, que eran caserones debidamente ambientados en las que unos actores disfrazados de todo tipo de monstruos nos las hacían pasar canutas. Ya el siguiente nivel nos lo ofrecen las “Escape Room”, que son los juegos de escapismo en los que los usuarios quedarán encerrados en una habitación ambientada bajo cualquier tipo de temática y, a través de una serie de pistas, tendrán que ingeniárselas para salir de ahí.
Lo que “Extremity” ofrece en su trama, es una vuelta de tuerca a todo eso.
La cosa va de una mujer joven, fan del ultragore y el sector más duro del cine de terror (y que, como es habitual en el fandom, está buena que te cagas) que, con la intención de superar ciertos traumas y pavores de su infancia, decide participar en una atracción ofertada en Internet llamada “Perdition” que asegura llevar al usuario al límite en cuanto a terror inflingido. La muchacha, tras firmar una serie de papeles en los que exime a la empresa de responsabilidad alguna en el caso de que suceda algo raro, se introduce en el juego participando en el mismo de manera ortodoxa. La cosa se irá complicando y se pondrá rara, cuando la chica considera que nada de lo que ocurre en esta atracción es tan extremo como prometían. Y se irá todo de madre.
El caso es que, de inicio, todo es prometedor, parece que vamos a ver una películita de estas que va a trascender un mínimo en nuestro fuero, pero, una vez la chica se ha metido de lleno en el juego, la historia va perdiendo fuelle hasta tal punto, que no es que acabemos aburridos viéndola, es que acabamos aborreciendo todo lo que nos propone. Además, la falta de imaginación es una constante durante el desarrollo; armas, perros que no muestran signos de ser violentos y máscaras carnavaleras de calaveras como máximo icono de lo terrorífico, son los elementos con los que los responsables de “Perdition” intentarán causar el máximo terror a los protagonistas. Con máscaras de carnaval, metralletas y un perro, no me jodas.
Por lo demás, pura formula que no funciona, clichés, y un sentido de la estética rematadamente moderno que en su afán por destacar, acaba hundiendo todo lo mostrado en la mierda.
Mala, muy mala. Y es una pena porque prometía.
El guion es de Rebecca Swan, que ha trabajado para el infame de Fred Vogel en “The Final Interview”, un reciente intento del redneck por cambiar de registro hacia un cine más estándar (dentro de lo estándar que alguien de su calaña puede llegar a ser) del mismo modo que escribió algún que otro capítulo para la serie “Terror en estado puro” y que anda metida en la inevitable y, ahora en postproducción “Creepiepasta: The Movie”.
La dirección corre a cargo de Anthony DiBlasi (responsable de esto) que, hasta el día de hoy, no ha dirigido nada que destaque o que sea digno siquiera de consideración, convirtiéndose así en uno de los cientos de directores de productos de medio/bajo presupuesto que pululan por ahí, sin nada interesante que contarnos.
Lo que “Extremity” ofrece en su trama, es una vuelta de tuerca a todo eso.
La cosa va de una mujer joven, fan del ultragore y el sector más duro del cine de terror (y que, como es habitual en el fandom, está buena que te cagas) que, con la intención de superar ciertos traumas y pavores de su infancia, decide participar en una atracción ofertada en Internet llamada “Perdition” que asegura llevar al usuario al límite en cuanto a terror inflingido. La muchacha, tras firmar una serie de papeles en los que exime a la empresa de responsabilidad alguna en el caso de que suceda algo raro, se introduce en el juego participando en el mismo de manera ortodoxa. La cosa se irá complicando y se pondrá rara, cuando la chica considera que nada de lo que ocurre en esta atracción es tan extremo como prometían. Y se irá todo de madre.
El caso es que, de inicio, todo es prometedor, parece que vamos a ver una películita de estas que va a trascender un mínimo en nuestro fuero, pero, una vez la chica se ha metido de lleno en el juego, la historia va perdiendo fuelle hasta tal punto, que no es que acabemos aburridos viéndola, es que acabamos aborreciendo todo lo que nos propone. Además, la falta de imaginación es una constante durante el desarrollo; armas, perros que no muestran signos de ser violentos y máscaras carnavaleras de calaveras como máximo icono de lo terrorífico, son los elementos con los que los responsables de “Perdition” intentarán causar el máximo terror a los protagonistas. Con máscaras de carnaval, metralletas y un perro, no me jodas.
Por lo demás, pura formula que no funciona, clichés, y un sentido de la estética rematadamente moderno que en su afán por destacar, acaba hundiendo todo lo mostrado en la mierda.
Mala, muy mala. Y es una pena porque prometía.
El guion es de Rebecca Swan, que ha trabajado para el infame de Fred Vogel en “The Final Interview”, un reciente intento del redneck por cambiar de registro hacia un cine más estándar (dentro de lo estándar que alguien de su calaña puede llegar a ser) del mismo modo que escribió algún que otro capítulo para la serie “Terror en estado puro” y que anda metida en la inevitable y, ahora en postproducción “Creepiepasta: The Movie”.
La dirección corre a cargo de Anthony DiBlasi (responsable de esto) que, hasta el día de hoy, no ha dirigido nada que destaque o que sea digno siquiera de consideración, convirtiéndose así en uno de los cientos de directores de productos de medio/bajo presupuesto que pululan por ahí, sin nada interesante que contarnos.
Victor Olid
lunes, 11 de enero de 2021
TOCANDO FONDO
José Luis Cuerda, de tanto prestigio que su mera presencia casi ofende, que cuando hace comedias las hace surrealistas, peculiares y sofisticadas como por ejemplo “Amanece que no es poco”, también tuvo su película de derribo, su comedieta chusca, vulgar y ramplona… sólo que fue un fracaso (de 175.000 espectadores) y es una de esas películas que hoy permanecen invisibles, como bloqueadas, váyanse ustedes a saber por qué.
“Tocando Fondo”, la que nos atañe, es una película, no obstante, simpática porque no solo no vemos en el resultado a José Luis Cuerda por ningún lado, sino que parece una película realizada por un principiante, y, a pesar de que no fue una película de bajo presupuesto precisamente —costó la friolera de 1.000.000 de euros aproximadamente—, todo en ella se ve cutre y barato. Como si el dinero se esfumase a los bolsillos de alguien y no a la película. A saber.El guion es francamente malo, tomando para sí todos los clichés de la comedia española clásica, como emulando a los tiempos del destape, pero olvidándose de construir una trama de enredo, quizás por estar rodada en plenos 90 y no querer desviarse del estilo de comedia imperante en el cine español de la época. Es como si Cuerda estuviera haciendo una película que le importa un bledo. Es toda ella tan mala, que el resultado final del film es, tan solo, un muestrario de escenas. Y esto no la deja exenta de ser una curiosidad interesante.
“Tocado Fondo” toma, como acontecimiento social del que servirse, la crisis vivida por el país en los años noventa que, dicho sea de paso, fue una tontería comparada con la que estamos viviendo actualmente. Fulgencio (que nombre de protagonista más “ozoriano”, por cierto) es un joven de provincia que, teniendo en Madrid a su novia licenciada en veterinaria trabajando, decide trasladarse a la capital con el fin de empezar a trabajar en el negocio de su tío. Este posee un almacén de productos de papelería que está más lleno de abrigos de pieles, latas de fabada o animales vivos que del material del que principalmente se sustenta, y es que el señor tío se está enriqueciendo gracias a la crisis existente, haciendo chanchullos varios con mercancías de toda índole. Y listo.
“Tocando Fondo” fue concebida sobre el papel bajo el título de “Crisis”, pero el Ministerio de Cultura no permitió este título, en principio, para no coincidir con una película francesa llamada igual, aunque creo intuir que podría ser por cautela; no resultaba muy oportuno una película titulada “Crisis”, dada la crisis que el país atravesaba. Así pues, finalmente se tituló “Tocando Fondo” y, para mantener incólume el espíritu de la película, a este se le añadió el subtítulo “La película de la crisis”, resultando esto igual de incauto que el título inicial, pero de mayor comicidad.
Con todo el desbarajuste, resulta una comedia efectiva sin ser una cosa disparatada y que, gracias a sus millones de defectos y chapuzas, a día de hoy cobra un valor trash añadido, que en su momento no poseía.
Contradictoriamente, José Luis Cuerda, afirmó durante la rueda de prensa en su estreno, que se trataba de una película de la que estaba plenamente satisfecho, y no como con “El bosque animado” de la cual quedó insatisfecho a los pocos minutos de verla proyectada para el público —curiosamente, hoy, “El bosque animado está considerada un clásico de nuestro cine, mientras que de “Tocando Fondo” no se acuerda ni el Tato—. Quizá lo dijo en beneficio de la (truncada) carrera comercial de la película. También pecó de arrogante al afirmar con total convicción que con “Tocando Fondo” había realizado una película dentro de los registros de Billy Wilder. Con dos cojones. Sin embargo, muchos años después, poco antes de su fallecimiento, en una entrevista en la que se le preguntaba por todas sus comedias, al llegarle el turno a “Tocando Fondo”, el director, intentando pasarla por alto, afirmaba que no recordaba nada del rodaje de aquella película.
El reparto destaca por la sensación que dan todos los actores de estar ahí por el cheque, porque si Antonio Resines, como el dueño de este almacén de la discordia está dentro de lo que se puede esperar de él y resulta efectivo, también es cierto que Jorge Sanz, posiblemente sea uno de los peores actores de este país y, aquí muy particularmente, está para matarlo. Hay una escena en la que tanto el personaje de Jorge Sanz como el de Resines se emborrachan, desembocando esto en un diálogo de corte filosófico-etílico-barato, que provoca bochorno.
Asimismo, Icíar Bollaín, actriz que todavía no había desempeñado la tarea de directora por la que hoy es famosa —de hecho, ese mismo año rodaría el que fue su segundo cortometraje, “Los amigos del muerto”—, está igualmente espantosa. Eso sí, podemos ver sus domingas al aire, que son chupadas por Jorge Sanz en una escena de un gratuitísmo feroz. También tenemos como secundario a Manuel Alexandre. Completan el cast Sancho Gracia, Lola Baldrich y Fiorella Faltolyano, todos actuando con una desgana que casi dan ganas de invitarles a una mariscada, a ver si así se animan.
Si pueden échenle un ojo. No les hará ningún mal
Victor Olid
sábado, 9 de enero de 2021
STAR TREK, LA PRÓXIMA GENERACIÓN
No es esta la primera vez que hablamos de "Star Trek" en el blog. Cuando tocó, le di un muerdo a la cuarta y quinta entregas. Y Aratz hizo lo mismo con el olvidable reboot. Pero me he dado cuenta que siempre que reseñamos alguna película de la franquicia, comenzamos hablando de nuestra relación con ella, los títulos que vimos en nuestra infancia, nos justificamos diciendo que no somos "trekkies", mentamos a "Star Wars", bla, bla, bla. Bien, eso se acabó.
"Star Trek, la próxima generación" significa el "paso del testigo" de la saga clásica a la que, entonces, se consideraba la moderna, la nueva, aquella encabezada por la tripulación de Jean-Luc Picard y que ya arrastraba sus añitos. Así pues, tenemos a unos cuantos de los integrantes originales, Kirk, Scotty y Chekov, inaugurando el nuevo Enterprise. Sin embargo, durante el viaje en cuestión, se lía parda y Kirk muere. O no. En realidad no, porque de lo contrario nos dejaría a todos cojeando. Sabemos que volverá a salir y currará mano a mano con Picard. Pero antes, toca entender de qué va todo y disfrutarlo en el proceso.
La trama es cojonuda. Existe un lugar maravilloso llamado Nexus al que, todo aquel que va, vive inmerso en la más absoluta felicidad. Pero para llegar, hay que esperar a una especie de espiral gravitacional gigantesca que estalla en medio del universo cada treintaypico años. No puedes adentrarte en ella con una nave porque sería destruida, así que el villano (al que da vida un muy adecuado Malcolm McDowell) elabora un plan acojonante: Hacer estallar dos estrellas para desviar la espiral y que pase por en medio de un planeta, donde él la estará esperando. El problema es que dicha explosión se llevará por delante un sistema solar entero y, concretamente, una civilización al completo. Los integrantes de la Enterprise se enteran del cristo y deciden intervenir.
Todo ello coincidiendo con una subtrama (o puede que la subtrama sea lo que les acabo de narrar) en torno a la madurez, el paso del tiempo y la pérdida de las ilusiones. Lo que combinado con las posibilidades de felicidad eterna que ofrece el Nexus, da mucho juego a los dos personajes principales más afectados por la acumulación de años, los captains Kirk y Picard. Curioso que, recientemente, este último haya protagonizado su propia serie de "Star Trek" en torno, nuevamente, a la madurez.
El resultado a todo esto es "Star Trek, la próxima generación", un film tremendamente entretenido y dinámico que les recomiendo si quieren pasar un buen rato. El aroma del buen cine mainstream.
En el Nexus deben hacerse pelis como esta.
"Star Trek, la próxima generación" significa el "paso del testigo" de la saga clásica a la que, entonces, se consideraba la moderna, la nueva, aquella encabezada por la tripulación de Jean-Luc Picard y que ya arrastraba sus añitos. Así pues, tenemos a unos cuantos de los integrantes originales, Kirk, Scotty y Chekov, inaugurando el nuevo Enterprise. Sin embargo, durante el viaje en cuestión, se lía parda y Kirk muere. O no. En realidad no, porque de lo contrario nos dejaría a todos cojeando. Sabemos que volverá a salir y currará mano a mano con Picard. Pero antes, toca entender de qué va todo y disfrutarlo en el proceso.
La trama es cojonuda. Existe un lugar maravilloso llamado Nexus al que, todo aquel que va, vive inmerso en la más absoluta felicidad. Pero para llegar, hay que esperar a una especie de espiral gravitacional gigantesca que estalla en medio del universo cada treintaypico años. No puedes adentrarte en ella con una nave porque sería destruida, así que el villano (al que da vida un muy adecuado Malcolm McDowell) elabora un plan acojonante: Hacer estallar dos estrellas para desviar la espiral y que pase por en medio de un planeta, donde él la estará esperando. El problema es que dicha explosión se llevará por delante un sistema solar entero y, concretamente, una civilización al completo. Los integrantes de la Enterprise se enteran del cristo y deciden intervenir.
Todo ello coincidiendo con una subtrama (o puede que la subtrama sea lo que les acabo de narrar) en torno a la madurez, el paso del tiempo y la pérdida de las ilusiones. Lo que combinado con las posibilidades de felicidad eterna que ofrece el Nexus, da mucho juego a los dos personajes principales más afectados por la acumulación de años, los captains Kirk y Picard. Curioso que, recientemente, este último haya protagonizado su propia serie de "Star Trek" en torno, nuevamente, a la madurez.
El resultado a todo esto es "Star Trek, la próxima generación", un film tremendamente entretenido y dinámico que les recomiendo si quieren pasar un buen rato. El aroma del buen cine mainstream.
En el Nexus deben hacerse pelis como esta.
Naxo Fiol
viernes, 8 de enero de 2021
LA TONTA DEL BOTE
“La tonta del bote” sería una obra de teatro de éxito escrita en 1925 de cuyo libreto se encargó Pilar Millán Astray, y que conocería tres versiones cinematográficas de desigual repercusión. La primera de ellas datada en 1939 y dirigida por Gonzalo Delgrás, apenas conocería vida comercial, además de ser una película inexistente al perderse los negativos, no quedando constancia audiovisual de ella. Asimismo, la adaptación de 1956 llevaría por título “La chica del barrio” y, dirigida por Ricardo Nuñez, tampoco gozaría de una gran popularidad, mientras que la que nos ocupa, sería uno de los éxitos del cine español más recordados a lo largo de la historia y es que se trata de una película para lucimiento de una todoterreno muy querida en nuestro país, Lina Morgan.
La película cuenta los avatares de una post adolescente huérfana, cuyo mayor afán es rellenar un bote de pimientos con las colillas de cigarro que se encuentra por la calle, para dárselas a un ciego y, de ahí, el apodo de “La tonta del bote”. La tonta, es acogida por la dueña de una pensión que a cambio de comida y alojamiento, tiene a nuestra protagonista esclavizada, hasta que un guapo y famoso bailarín que se hospeda en esta pensión, acaba enamorándose de ella por su bondad. Entonces saltan las chispas, la ira y la envidia, entre la dueña de la pensión y el resto de mortales, cuando además resulta ser una excelente bailarina y se va de gira con el galán de la función. El resto de subtramas, las protagonizan los variopintos personajes que componen la familia de esta señora explotadora y cruel, y todo el mejunje dará pie a disparatadas situaciones, bañadas con grandes dosis de drama.
Obviamente, “La tonta del bote” sería una versión castiza de “La Cenicienta”. Básicamente cuenta la misma historia que el cuento popular, pero en un tono bastante más cruel y violento. De hecho, la normalidad con la que la violencia hace acto de presencia en esta película, hace pensar en apología. Prácticamente todos los personajes se maltratan tanto física como psicológicamente. A La tonta del bote la brean por todos los frentes, pero hay un par de personajes, los interpretados por Pepe Sacristán y Mary Francis (hoy Paca Gavaldón) que representan lo que sería, a día de hoy, una genuina pareja tóxica, a saber; Se hablan mal, se insultan, se pegan, se humillan… y todo ello con la normalidad y el amparo que les da a los personajes comportarse como “chulos madrileños” en boga y plena acción. Cuando no, las navajas y cuchillos hacen acto de presencia en la película cada dos por tres como recurso para resolver los problemas entre los personajes. Dejando a un lado toda esa violencia e incorrección política natural que tanto llama la atención en nuestros días, hay que decir que la producción es impoluta, rodada en esplendoroso cinemascope, con actores en estado de gracia, fotografía y ambientación magistrales, dan un resultado condenadamente entretenido que, junto con la impecable factura, da lugar a otra de las mejores comedias españolas de todos los tiempos que, aún rodada con los códigos de 1970, sigue vigente y fresca en nuestros días.
Y es que la química que desprenden en pantalla una pareja tan improbable como la formada por Lina Morgan y el galán de la función, Arturo Fernández —que está espléndido con ese acento castizo y ese donaire—, se torna carisma y simpatía, una pareja que quedará marcada en nuestras retinas de por vida, máxime al protagonizar sendos numeritos musicales con canciones tan pegadizas que aún haría falta una espátula para desprenderlas de nuestros cerebelos. Pero no solo ellos están bien, de antología Luis Varela y esas dos bellezas de la época, mujeres grandes y guapas como ninguna actriz de hoy en día puede serlo, Mary Francis y Marisol Ayuso, probablemente ejecuten los roles más benevolentes de sus carreras, junto a un José Sacristán que da gusto verle y oírle. No así María Asquerino que aún con un personaje que trasciende, lo interpreta con unos tintes dramáticos demasiado exagerados y, si en la época, por el estilo de actuación, es probable que resultaran efectivos, a día de hoy resultan involuntariamente cómicos.
Un éxito sin precedentes que gracias a la producción de José Frade y a la competente planificación y dirección de Juan de Orduña (que finalizaría su carrera con una película al servicio de Manolo Escobar), fabricaron una de las comedias españolas más queridas y recordadas de todos los tiempos.
La película cuenta los avatares de una post adolescente huérfana, cuyo mayor afán es rellenar un bote de pimientos con las colillas de cigarro que se encuentra por la calle, para dárselas a un ciego y, de ahí, el apodo de “La tonta del bote”. La tonta, es acogida por la dueña de una pensión que a cambio de comida y alojamiento, tiene a nuestra protagonista esclavizada, hasta que un guapo y famoso bailarín que se hospeda en esta pensión, acaba enamorándose de ella por su bondad. Entonces saltan las chispas, la ira y la envidia, entre la dueña de la pensión y el resto de mortales, cuando además resulta ser una excelente bailarina y se va de gira con el galán de la función. El resto de subtramas, las protagonizan los variopintos personajes que componen la familia de esta señora explotadora y cruel, y todo el mejunje dará pie a disparatadas situaciones, bañadas con grandes dosis de drama.
Obviamente, “La tonta del bote” sería una versión castiza de “La Cenicienta”. Básicamente cuenta la misma historia que el cuento popular, pero en un tono bastante más cruel y violento. De hecho, la normalidad con la que la violencia hace acto de presencia en esta película, hace pensar en apología. Prácticamente todos los personajes se maltratan tanto física como psicológicamente. A La tonta del bote la brean por todos los frentes, pero hay un par de personajes, los interpretados por Pepe Sacristán y Mary Francis (hoy Paca Gavaldón) que representan lo que sería, a día de hoy, una genuina pareja tóxica, a saber; Se hablan mal, se insultan, se pegan, se humillan… y todo ello con la normalidad y el amparo que les da a los personajes comportarse como “chulos madrileños” en boga y plena acción. Cuando no, las navajas y cuchillos hacen acto de presencia en la película cada dos por tres como recurso para resolver los problemas entre los personajes. Dejando a un lado toda esa violencia e incorrección política natural que tanto llama la atención en nuestros días, hay que decir que la producción es impoluta, rodada en esplendoroso cinemascope, con actores en estado de gracia, fotografía y ambientación magistrales, dan un resultado condenadamente entretenido que, junto con la impecable factura, da lugar a otra de las mejores comedias españolas de todos los tiempos que, aún rodada con los códigos de 1970, sigue vigente y fresca en nuestros días.
Y es que la química que desprenden en pantalla una pareja tan improbable como la formada por Lina Morgan y el galán de la función, Arturo Fernández —que está espléndido con ese acento castizo y ese donaire—, se torna carisma y simpatía, una pareja que quedará marcada en nuestras retinas de por vida, máxime al protagonizar sendos numeritos musicales con canciones tan pegadizas que aún haría falta una espátula para desprenderlas de nuestros cerebelos. Pero no solo ellos están bien, de antología Luis Varela y esas dos bellezas de la época, mujeres grandes y guapas como ninguna actriz de hoy en día puede serlo, Mary Francis y Marisol Ayuso, probablemente ejecuten los roles más benevolentes de sus carreras, junto a un José Sacristán que da gusto verle y oírle. No así María Asquerino que aún con un personaje que trasciende, lo interpreta con unos tintes dramáticos demasiado exagerados y, si en la época, por el estilo de actuación, es probable que resultaran efectivos, a día de hoy resultan involuntariamente cómicos.
Un éxito sin precedentes que gracias a la producción de José Frade y a la competente planificación y dirección de Juan de Orduña (que finalizaría su carrera con una película al servicio de Manolo Escobar), fabricaron una de las comedias españolas más queridas y recordadas de todos los tiempos.
Victor Olid
miércoles, 6 de enero de 2021
LOS FOTOCROMOS DE "EL ABISMO NEGRO"
De cuando Disney intentó subirse al carro del "boom" generado por el exitazo de "La guerra de las galaxias" a finales de los setenta, y fracasó estrepitosamente. Quien les iba a decir que, décadas después, se harían con los derechos de aquella peli y todo lo que acabó esputando.
El que la sigue, la consigue, ¡y de que manera!.
El que la sigue, la consigue, ¡y de que manera!.
Naxo Fiol
lunes, 4 de enero de 2021
DOWN TO EARTH (DE VUELTA A LA TIERRA)
No centrándose en la comedia stand up, “Down to Earth (De Vuelta a la Tierra)” sí que tendría un comediante de micro como protagonista y un 25% de la película nos mostraría parte del repertorio de este en varios escenarios destinados a tal efecto, como el mítico teatro Apollo de Harlem, lugar dónde asimismo tuvo que sacarse las castañas del fuego, en la vida real, Chris Rock, protagonista, soporte absoluto, y razón de ser de “Down To Earth (De Vuelta a la tierra)”. De hecho, claramente, el personaje principal de la película, Lance Barton, está inspirado levemente en el propio Rock, en tanto que ambos se criaron en el barrio Neoyorkino de Bed Stuy, Brooklyn, y ambos fueron abucheados en el Apollo y considerados poco graciosos en sus inicios. Sin embargo, Rock debe su fama a sus actuaciones bajo micro que le convirtieron en uno de los mejores humoristas. De hecho se le considera el relevo de Richard Pryor, amén de ser uno de los comediantes más incisivos y ágiles de mente de los últimos 20 años.
“Down To Earth (De Vuelta a la Tierra)”, por otra parte, no es más que el más flojo remake —el segundo, de hecho— de “El difunto protesta” de 1941. El primero dataría de los años 70 y sería el archiconocido “El cielo puede esperar”, ese vehículo para el lucimiento del palmito patillero de Warren Beaty. La diferencia radica en que al contrario que en las dos que le preceden, en “Down To Earth (De vuelta a la Tierra)” el protagonista no es un deportista —en “El difunto protesta” era un boxeador”, así como en “El cielo puede esperar”, sería un jugador de rugby”— ni es un hombre blanco. En esta, Chris Rock encarna a un repartidor de mensajería que en sus ratos libres hace espectáculos de stand up.
Como más que una adaptación del clásico de 1941 se trataría de un argumento prestado para una película en la que lucirse Chris Rock, este, se toma ciertas licencias, de manera que el humor de esta película radica, sobre todo, en los gags de corte racial, especialidad de Chris Rock en los escenarios.
Cuenta como este individuo es atropellado por un camión. En consecuencia muere, y cuando sube al cielo, se descubre que ha sido un error por parte de los ángeles, por lo que estos le enviarán de vuelta a la tierra para que reemprenda su vida hasta que le toque morir de verdad, solo que su cuerpo ya no está disponible. Así que tendrán que encontrar el cuerpo de otro individuo a punto de morir en el que depositar su alma. Hasta que encuentren un cuerpo que vaya acorde con su personalidad, se le adjudica el de un millonario blanco al borde de la tercera edad para que nuestro protagonista lo habite, y en el que emprenderá su nueva vida. Así, enmienda todas las injusticias ocasionadas por el excéntrico millonario, enamorando con su verborrea a la enfermera que en un principio no le podía ni ver. La gracia del asunto está en que, como nuestro protagonista no puede dejar su principal pasión, que es la comedia de micro, este acometerá sus actuaciones en el cuerpo de un hombre blanco de sesenta años, por lo que los chistes sobre estereotipos negros en la boca de un individuo blanco, alimentarán las iras de los hombres negros presentes entre el público, con trágicas consecuencias para nuestro protagonista.
Especialmente divertidas son las escenas en las que Lance Barton va en su coche lujoso escuchando la música de Snoop Dog, cantando entusiasmado y haciendo aspavientos como todo un rapero, en el cuerpo del millonario blanco. Las cara de asombro de los conductores negros del coche de al lado al ver a un hombre mayor blanco comportándose como todo un negrata, son ya un clásico de la comedia moderna.
La película es de lo más correcta, si bien no hace alarde de nada excepcional durante su metraje. Chris Rock cumple su función de lo que sería uno de sus primeros papeles importantes, complaciendo a su platea que convirtió la película en un moderado éxito de público, si bien la crítica se cebó con ella en todos los aspectos.
“Down To Earth (De Vuelta a la Tierra)”, por otra parte, no es más que el más flojo remake —el segundo, de hecho— de “El difunto protesta” de 1941. El primero dataría de los años 70 y sería el archiconocido “El cielo puede esperar”, ese vehículo para el lucimiento del palmito patillero de Warren Beaty. La diferencia radica en que al contrario que en las dos que le preceden, en “Down To Earth (De vuelta a la Tierra)” el protagonista no es un deportista —en “El difunto protesta” era un boxeador”, así como en “El cielo puede esperar”, sería un jugador de rugby”— ni es un hombre blanco. En esta, Chris Rock encarna a un repartidor de mensajería que en sus ratos libres hace espectáculos de stand up.
Como más que una adaptación del clásico de 1941 se trataría de un argumento prestado para una película en la que lucirse Chris Rock, este, se toma ciertas licencias, de manera que el humor de esta película radica, sobre todo, en los gags de corte racial, especialidad de Chris Rock en los escenarios.
Cuenta como este individuo es atropellado por un camión. En consecuencia muere, y cuando sube al cielo, se descubre que ha sido un error por parte de los ángeles, por lo que estos le enviarán de vuelta a la tierra para que reemprenda su vida hasta que le toque morir de verdad, solo que su cuerpo ya no está disponible. Así que tendrán que encontrar el cuerpo de otro individuo a punto de morir en el que depositar su alma. Hasta que encuentren un cuerpo que vaya acorde con su personalidad, se le adjudica el de un millonario blanco al borde de la tercera edad para que nuestro protagonista lo habite, y en el que emprenderá su nueva vida. Así, enmienda todas las injusticias ocasionadas por el excéntrico millonario, enamorando con su verborrea a la enfermera que en un principio no le podía ni ver. La gracia del asunto está en que, como nuestro protagonista no puede dejar su principal pasión, que es la comedia de micro, este acometerá sus actuaciones en el cuerpo de un hombre blanco de sesenta años, por lo que los chistes sobre estereotipos negros en la boca de un individuo blanco, alimentarán las iras de los hombres negros presentes entre el público, con trágicas consecuencias para nuestro protagonista.
Especialmente divertidas son las escenas en las que Lance Barton va en su coche lujoso escuchando la música de Snoop Dog, cantando entusiasmado y haciendo aspavientos como todo un rapero, en el cuerpo del millonario blanco. Las cara de asombro de los conductores negros del coche de al lado al ver a un hombre mayor blanco comportándose como todo un negrata, son ya un clásico de la comedia moderna.
La película es de lo más correcta, si bien no hace alarde de nada excepcional durante su metraje. Chris Rock cumple su función de lo que sería uno de sus primeros papeles importantes, complaciendo a su platea que convirtió la película en un moderado éxito de público, si bien la crítica se cebó con ella en todos los aspectos.
Victor Olid
sábado, 2 de enero de 2021
EL ROSTRO DE LA VENGANZA (BRUISER)
Ya podía el bueno de George A. Romero estar agradecido a la apestosa, cansina y doliente moda zombie que se produjo a inicios de los 2000, porque si no llega a ser por ella, que fue lo que provocó su recuperación para el cine con la simpática "La tierra de los muertos vivientes", la carrera del magno cineasta hubiese terminado con el cambio de siglo. Su largometraje previo, la sosita "La mitad oscura", sumaba ya siete años y fue un fracaso. Pasado ese tiempo, Romero lo intenta con "Bruiser", en la que se aleja un poquito del terror puro y duro para adentrarse en algo así como un thriller con sutiles tintes sobrenaturales centrado en la historia de Henry, un aspirante a yuppie que no consigue escalar puestos en la vida a pesar de disponer de todas las herramientas para lograrlo. Su mujer se folla al cansino del jefe, su mejor amigo le roba y, en general, la gente le ignora. En sus fantasías, Henry se toma la revancha con violencia, pero solo son eso, fantasías (aspecto este que conecta con los momentos de "Creepshow" en los que Hal Holbrook imagina que se carga a su irritante esposa. Por cierto, aquel personaje también se llamaba Henry). Hasta que un día, tras sufrir la humillación final, despierta con el rostro borrado, sin expresión, blanco como la lefa y, ya puestos, muchas ganas de llevar acabo todo aquello que antes no podía por cuestiones morales, lo que incluye cargarse a todos los que le hicieron un feo.
Cuando, pocos años antes de su muerte, George Romero hablaba de esta película, se refería a ella como algo tan pequeño e insignificante que nadie la habría visto. Y no me sorprende nada. Aquí llegó directamente en vídeo. Bien mirado, fue el modo más efectivo de evitar que el personal se percatara del mojón que había producido, un auténtico borrón en su curriculum. Cierto que no he visto sus películas "invisibles" previas ("La estación de la bruja" o "There's Always Vanilla"). Que "Martin / El regreso de los vampiros vivientes" me parece un coñazo. Que luego haría la mucho más espantosa "El diario de los muertos". Y, bueno, joder, si es que a la misma "Noche de los muertos vivientes" me aburre desesperadamente. Pero "Bruiser" tiene el problema de que arranca bien, con un inicio interesante, y podría haber sido una buena película. Sin embargo, ver cómo se va desmoronando a medida que avanza, con esa segunda mitad increíblemente aburrida y, sobre todo, un desenlace carnavalesco absolutamente patético, incluidos toques de humor irritantes y unos "Misfits" de segunda mano dando el cante, se convierte casi en una tragedia. No, no es de extrañar que nadie recuerde "Bruiser", por mucho que a los pimpollos de "Bloody Disgusting", defensores-poseur de todas las causas perdidas, les de por proclamar a los cuatro vientos que en realidad es una obra maestra infravalorada.
El reparto depara algunas agradables sorpresas, como Peter Stormare y el gran Tom Atkins.
Cuando, pocos años antes de su muerte, George Romero hablaba de esta película, se refería a ella como algo tan pequeño e insignificante que nadie la habría visto. Y no me sorprende nada. Aquí llegó directamente en vídeo. Bien mirado, fue el modo más efectivo de evitar que el personal se percatara del mojón que había producido, un auténtico borrón en su curriculum. Cierto que no he visto sus películas "invisibles" previas ("La estación de la bruja" o "There's Always Vanilla"). Que "Martin / El regreso de los vampiros vivientes" me parece un coñazo. Que luego haría la mucho más espantosa "El diario de los muertos". Y, bueno, joder, si es que a la misma "Noche de los muertos vivientes" me aburre desesperadamente. Pero "Bruiser" tiene el problema de que arranca bien, con un inicio interesante, y podría haber sido una buena película. Sin embargo, ver cómo se va desmoronando a medida que avanza, con esa segunda mitad increíblemente aburrida y, sobre todo, un desenlace carnavalesco absolutamente patético, incluidos toques de humor irritantes y unos "Misfits" de segunda mano dando el cante, se convierte casi en una tragedia. No, no es de extrañar que nadie recuerde "Bruiser", por mucho que a los pimpollos de "Bloody Disgusting", defensores-poseur de todas las causas perdidas, les de por proclamar a los cuatro vientos que en realidad es una obra maestra infravalorada.
El reparto depara algunas agradables sorpresas, como Peter Stormare y el gran Tom Atkins.
Naxo Fiol
viernes, 1 de enero de 2021
TE CREÍS LA MÁS LINDA... (PERO ERÍS LA MÁS PUTA)
Película semi amateur de procedencia chilena, cuyo máximo atractivo en un principio es ese título tan explícito. Y más allá de eso, se trata de una película perpetrada por estudiantes de cine como trabajo de fin de carrera, con los ojos puestos en el cine independiente americano de los 90. Y, por supuesto, no atinan.
A base de diálogos y más diálogos, eternos, perennes, nos cuenta la historia de un muchacho que tras una experiencia no muy gratificante con una chica a la que ha conocido en un parque, decide, una noche, salir a ligar y entrarle a todo lo que se mueva. Como no lo consigue, sopesa la posibilidad de irse con una puta, pero hasta por esta es rechazado mientras su mejor amigo, seguramente, se ha pasado toda la noche fornicando con la chica que previamente él conoció en el parque.
Nada, una película vacía, un ejercicio del cole que no aprueba. El típico producto de un aspirante a cineasta que, tras ver que hacer cine no es un camino de rosas, probablemente acabe colgando los guantes. Aunque en ese sentido, Ché Sandoval, es duro de mollera: Tras este debut, y, hasta el día de hoy, le ha dado tiempo a hacer un par de películas más, así como ha escrito guiones de productos de la misma índole. “Soy mucho mejor que voh” y “Dry Martina” serían los títulos, y ver los posters resulta una experiencia un tanto irritante.
Sin embargo, “Te creis la más linda y eris la más puta”, no deja de ser un producto curioso y exótico, sobre todo por el lenguaje y la jerga que los protagonistas escupen a la hora de decir los diálogos ¡no se entiende absolutamente nada! Entre los “puta”, “huea” o “hueon” que sueltan por esas bocas, con el agravante de que, como están interpretando a muchachos urbanitas no vocalizan, hay momentos que parece que estemos escuchando diálogos de una película filipina: alguna frase en castellano entendemos, pero el resto ni para atrás. He podido comprender los diálogos gracias a que la copia que me he agenciado incluía subtítulos en inglés que me han ayudado a entenderla. Pero esto se entendía peor que un vídeo de Dinamita Show.
Como he dicho, el referente es el indie americano, pero tampoco detecto una influencia directa, quizás en un intento por desmarcarse de todo eso. Pero vamos, que da lo mismo: Esto es un coñazo de tres pares de cojones. Mala, moderna… pero no lo suficiente como para odiarla. Y eso es peor.
Por supuesto, pasó por algún que otro festival de cine chileno, por alguno más de otras partes del mundo y, en definitiva, se trata de una película más del montón cuyo archivo descargado acabará en la carpeta que, en cuanto hagamos limpieza, irá directa a la papelera de reciclaje.
Eso sí, su poster, en plan medio punk, mola bastante. Pero genera expectativas que luego la película no cumple.
A base de diálogos y más diálogos, eternos, perennes, nos cuenta la historia de un muchacho que tras una experiencia no muy gratificante con una chica a la que ha conocido en un parque, decide, una noche, salir a ligar y entrarle a todo lo que se mueva. Como no lo consigue, sopesa la posibilidad de irse con una puta, pero hasta por esta es rechazado mientras su mejor amigo, seguramente, se ha pasado toda la noche fornicando con la chica que previamente él conoció en el parque.
Nada, una película vacía, un ejercicio del cole que no aprueba. El típico producto de un aspirante a cineasta que, tras ver que hacer cine no es un camino de rosas, probablemente acabe colgando los guantes. Aunque en ese sentido, Ché Sandoval, es duro de mollera: Tras este debut, y, hasta el día de hoy, le ha dado tiempo a hacer un par de películas más, así como ha escrito guiones de productos de la misma índole. “Soy mucho mejor que voh” y “Dry Martina” serían los títulos, y ver los posters resulta una experiencia un tanto irritante.
Sin embargo, “Te creis la más linda y eris la más puta”, no deja de ser un producto curioso y exótico, sobre todo por el lenguaje y la jerga que los protagonistas escupen a la hora de decir los diálogos ¡no se entiende absolutamente nada! Entre los “puta”, “huea” o “hueon” que sueltan por esas bocas, con el agravante de que, como están interpretando a muchachos urbanitas no vocalizan, hay momentos que parece que estemos escuchando diálogos de una película filipina: alguna frase en castellano entendemos, pero el resto ni para atrás. He podido comprender los diálogos gracias a que la copia que me he agenciado incluía subtítulos en inglés que me han ayudado a entenderla. Pero esto se entendía peor que un vídeo de Dinamita Show.
Como he dicho, el referente es el indie americano, pero tampoco detecto una influencia directa, quizás en un intento por desmarcarse de todo eso. Pero vamos, que da lo mismo: Esto es un coñazo de tres pares de cojones. Mala, moderna… pero no lo suficiente como para odiarla. Y eso es peor.
Por supuesto, pasó por algún que otro festival de cine chileno, por alguno más de otras partes del mundo y, en definitiva, se trata de una película más del montón cuyo archivo descargado acabará en la carpeta que, en cuanto hagamos limpieza, irá directa a la papelera de reciclaje.
Eso sí, su poster, en plan medio punk, mola bastante. Pero genera expectativas que luego la película no cumple.
Victor Olid