lunes, 28 de marzo de 2022

NOTHINGWOOD

Me hierve la sangre cada vez que algún periodistilla que habrá visto cuatro películas en su vida, descubre a un individuo que hace cine de una manera diferente a lo que es canon, y entonces bautiza al individuo como el “Ed Wood” de tal o cual país. Dejen ya de hacer ese alarde de ignorancia, señores. Son ustedes un puto cliché.
Digo esto a raíz de ver que esa es la etiqueta que le ponen al tal Salim Shaheem, protagonista del documental que vengo a reseñarles, al que la prensa ha llamado “El Ed Wood de Afganistan” simplemente por la manera en que hace sus películas. Y es que aunque al igual que Ed Wood este se rodee de un séquito de tullidos y descerebrados para realizar sus producciones, realmente se trata de un director de cine afgano, sin más. Si factura esa suerte de películas caseras, no lo es porque busque esa estética expresamente, o por la falta de talento —que, por supuesto, mucho de eso hay también—; lo es porque a este hombre le ha dado por hacer películas en un país en el que el cine está prohibido, en el que los talibanes te matan si descubren que estás viendo una película o, sencillamente, porque está en un lugar que lleva 30 años en guerra.
Salim Shaheem, según su testimonio, es un individuo que de pequeño se escapaba para irse al cine a ver películas indias en contra de la voluntad de su familia que condenaba este tipo de ocio y que, en consecuencia, recibía brutales palizas. Cuanto más le pegaban sus familiares, más se escapaba para ver películas y, como no podía ser de ninguna otra forma, acabó dedicándose al cine. Por supuesto en Afganistán hacer películas es poco más que una utopía, porque por no haber, no hay ni cines para poder exhibirlas. Aun así, Shaheem ha conseguido hacer 110 películas en distintos formatos de vídeo, y hasta hacerse famoso con ellas… Afganistán entero, algunos talibanes incluidos, le adoran.
Desconozco si en Afganistán hay muchos más directores, pero yo diría que el motivo de su fama se debe a que, la afgana, es una cinematografía emergente de un solo hombre. Entonces, este tío ha hecho con una factura amateur mogollón de películas de acción, con tramas militaristas, usando gente que se encuentra por el camino, utilizando armamento y soldados reales para sus historias registradas en Hi-8. Además, como por allí están en guerra y los cadáveres campan a sus anchas por las calles como si se tratara de cacas de perro, Shaheem no duda en filmar esos cadáveres y hacerlos formar parte de las tramas que idea y dicta a su ayudante, porque él no sabe ni leer ni escribir muy bien. En el caso de necesitar efectos especiales, por ejemplo, sangre, tampoco dudará a la hora de desollar una gallina para que se desangre en un barreño y usar esa sangre en la película (algunos momentos al respecto, ponen mal cuerpo a uno…). El tipo llegó a rodar una película en plena guerra civil, entre medias casi se lo cargan a él y a los incautos que convence para que le hagan de actores, pero es tal la obsesión que tiene por su película que, con palos y piedras, consigue terminarla. Un tipo muy interesante… tanto como antipático, porque lo es un rato, yo creo que más a causa de la idiosincrasia afgana que a una cuestión de personalidad, porque luego el tipo como cineasta que es, es bastante abierto.
El título viene dado por el propio director que abre este documental diciendo que está Hollywood, luego está Bollywood y por fin está la industria del cine de Afganistán que él llama “Nothingwood” porque allí no hay nada; ni dinero, ni medios, ni cines. Aun así, Shaheem se las ha apañado para que el público vea sus películas en proyecciones que él mismo monta o a través de archivos de vídeo que los afganos se van rulando a través de whatsapp.
“Nothingwood” no es un documental al uso perpetrado por la gente de Narnaland o similares, popes del cine malo que siempre ruedan sus documentales sobre el cine emergente tercermundista con cierta sorna, como para hacer mofa. Se trata de un documental con todas las de la ley realizado por reporteros de guerra. Sonia Kronlund es una documentalista francesa que llevaba años en Afganistán retratando la guerra, filmando documentales muy crudos en los que los talibanes cortaban cabezas, jugándose la vida en zona de guerra y, en definitiva, pasándolas canutas. Claro, operando por esa zona acabaría enterándose de la existencia de Shalim Shaheem, le llamó la atención un individuo tan singular y decidió rodar un documental sobre él. Entonces, la documentalista junto a un par de cámaras, se embarca en la aventura de seguir y filmar a Shaheem de una punta a otra del país, con el fin de ir a Kabul a proyectar una de sus películas. El camino está compuesto por los terrenos más hostiles del Afganistán profundo, siendo testigo la directora de la megalomanía de un cineasta amateur al que las circunstancias le han conferido estatus de estrella, y que despliega un abanico de excentricidades que hacen al espectador dudar de la salud mental del director. Le acompañan sus actores y equipo habitual y, como es un hombre que no para, durante el camino hasta Kabul va rodando la que será su última película, empleando el atrezzo natural que le ceden gustosos los soldados que se encuentra por el desierto y contando a la reportera su historia.
Da gusto ver los momentos dedicados a cómo dirige nuestro protagonista, cómo improvisa sobre la marcha, cómo se cabrea porque los actores dicen mal el texto, el poco miedo que se le tiene a la muerte y a las armas —las cuales usan, cargadas, con poquísimo cuidado—, o cómo el muy pillo del director se percata de que el equipo con el que se está filmando el documental es mejor que el que está usando él y les pide a los operadores que filmen su película con sus cámaras y luego le pasen las imágenes, cosa a la que el equipo que acompaña a Sonia Kronlund accede encantado.
Todo ello aderezado con secuencias de varias de sus películas, en todos los formatos de vídeo domestico habidos y por haber, que amenizan un metraje tomado tan en serio y con afán de documentar, y que nos deja adivinar que el tipo del cine que practica nuestro hombre no es muy distinto al que se practica en otro tipo de cinematografías emergentes como las de Nollywood, la dominicana o la rural peruana, solo que la situación vital del de Afganistán es un pelín más complicada que la de esos países. También diré que me he quedado con ganas de ver alguna de esas películas que tanto gustan al pueblo afgano.
Recomendable documental.

sábado, 26 de marzo de 2022

WALKER (UNA HISTORIA VERDADERA)

No hay discusión posible respecto a la naturaleza política de "Walker (Una historia verdadera)". Lo que ocurre es que, a mi, es un tema que no me interesa nada. Y no me suelen gustar las películas panfletarias. En orden cronológico: me aburre y me aburren. Así pues, evitaré enfocar mi reseña por esa vertiente. No sabría qué decir y, seguramente, metería la pata. Si les llama todo esto, busquen por ahí que hay peña mucho más puesta que yo escribiendo de forma asombrosamente lúcida y profunda (siempre extranjeros, por supuesto, no se fíen nunca de los gacetilleros patrios) En mi caso, solo me atraen dos cosas: el factor entretenimiento y el factor extravagancias. Asín de simple soy. Del primero no hay mucho en esta película, lo cierto es que resulta bastante palizas. Pero de lo segundo, ¡ay madre!, tienen para dar y regalar. Eso fue lo que, en su día, me encandiló.
Estamos ante un biopic sobre las hazañas de William Walker, el primer norteamericano que fue a Nicaragua por ahí 1850ypico y se auto impuso presidente a hostia pura. Una historia que en el año de producción de la peli, 1987, le iba como un guante al normalmente "radicalmente político" -y británico- Alex Cox para condenar la intervención de los USA en aquel mismo país. Lo asombroso del asunto es cómo logró que "Universal Pictures" le financiara semejante locura, la distribuyese y que el gran Ed Harris diera vida al protagonista. Encima, se piraron a Nicaragua a rodar, asegurando así cierta ayuda económica. Muy subversivo, diría alguien sesudo. Aunque no todo se limita al elemento político, también al creativo. La película comienza muy modosita, muy normal. Incluso prometedoramente. Pero a medida que avanza, y que Walker va metiendo mano a Nicaragua más y más, todo se torna delirante. Anárquico. Caótico. Incluso surrealista. Un poco como otra peli de Alex Cox que quiero revisar, "Directos al infierno". La diferencia es que aquella era más modesta y el riesgo menor. Con "Walker" el cineasta puso fin a su relación con los grandes estudios, los poderes fácticos de Hollywood. Hizo añicos toda posibilidad de ganarse el rol de filmmaker joven y arriesgado-dentro-de-un-orden.
Como decía, ese caos impide que haya una historia coherente y, por tanto, nos aburrimos. Pero a ratos despertamos gracias a arrebatos desquiciantes. Destacando los muchos anacronismos que, poco a poco, van poblando la peli. Revistas modernas, botellas de Cocacola, tabaco Marlboro, automóviles y más que no desvelaré. Pero esos son los "normales", prefiero centrarme en los otros. Entre mis favoritos están la escena en la que, mientras unos señores hablan de política, al fondo un niño toca un violín de manera infernalmente desafinada. Cuando los Nicaragüenses reciben a Walker con una pancarta en la que aparece mal escrito su nombre. El momento que unos mercenarios huyen de dinamita apunto de estallar, y lo hacen a cámara rápida, en plan slapstick. O, el rey de todos, William Walker arrancando un trozo de carne a un herido y ¡¡¡devorándolo con delectación!!!!. Obviamente, todo ello tiene su metáfora... pero a mi me la suda. Molan porque son instantes que rompen la monotonía... y de que manera.
Luego tenemos la inevitable influencia de Sam Peckinpah con esos tiroteos ultra-sangrantes (o, directamente, viendo como a uno le arrancan el brazo de cuajo), detalle con mucho sentido si consideramos que el guionista de "Walker" es el prestigioso Rudy Wurlitzer, quien curró en su momento con Peckinpah. Alex Cox se marca la machada de destacarlo en los créditos por encima de él. Aunque habría que ver si no era un modo de compensarle al haberse pasado su guion por el forro de los cojones. Porque lo parece.
Tal vez debamos alabar o culpar de toda esta locura al productor ejecutivo, Edward R. Pressman, un tipo acostumbrado a lidiar con proyectos un poco arriesgados, como hiciera en su momento con "El fantasma del paraíso", "Crimewave. (Ola de crímenes, ola de risas)", "Teniente Corrupto" o "American Psycho". No siempre se saldaba con éxito -como "Walker", mismamente- pero valía la pena vivir la aventura.
Hay muchos otros nombres la mar de interesantes. Ya saben que me pirra enumerarlos. En el reparto localizamos a Richard "La Cosa" Masur, Rene Auberjonois, Peter Boyle (tirándose sonoros cuescos), Marlee Matlin o Gerrit Graham. Mucho hispano ilustre: Alfonso Arau, Pedro Armendáriz Jr., Roberto López Espinoza, Blanca Guerra (la mamá diabólica de "Santa Sangre") y Miguel Sandoval. Y los habituales de Alex Cox: Sy Richardson, el músico punk Edward Tudor-Pole, mister Joe "The Clash" Strummer himself (autor también de la banda sonora), Zander Schloss (bajista de los "Circle Jerks") y Dick Rude. La mayoría de ellos -especialmente Harris- hipersobreactuados (aunque tal vez también eso forme parte de la locura reinante buscada de modo expreso)
Ya comenté en su momento que llegué a ser muy fan de Alex Cox. Pero a medida que me hago vieja, y reviso sus películas, me percato de que era un cineasta bastante mediocre y no tiene nada que realmente merezca la pena. Es así. Me encantaban mucho esos delirios suyos, presentes en gran parte de su filmografía, pero me temo que nada más. Y "Walker (una historia verdadera") no va a modificar esa impresión, desde luego. Aún así, como rareza, como anomalía dentro del cine mainstream ochentoso, se deja ver.

viernes, 25 de marzo de 2022

TODOS RIERON

“Todos rieron” es una película maldita por dos factores decisivos: Por un lado el enorme batacazo que se dio en taquilla y, por otro, el asesinato de una de sus protagonistas, Dorothy Stratten, entonces pareja del director de la cinta, Peter Bogdanovich, a la que mató su manager y marido, Paul Snider, cuando este se enteró de que Stratten planeaba comenzar una nueva vida junto al director. Le pegó un tiro y, acto seguido, se lo pegó él. Bogdanovich nunca se recuperó de esa traumática pérdida.
El batacazo en taquilla lo fue, más que por la falta de atractivo de la cinta, por una mala gestión consecuencia de la megalomanía. Cuando Fox, que en un principio se iba a encargar de distribuirla, no lo hizo al gusto de Bogdanovich, este compró los derechos de su propia película con el fin de distribuirla él mismo de manera independiente. Tomó, un poco, el modelo Cassavetes.
Bogdanovich solo tenía nombre, no infraestructura, por lo que aunque consiguió estrenarla con éxito en los principales cines, pronto sería retirada de cartel porque los exhibidores daban prioridad a las majors. En consecuencia, “Todos rieron” fue relegada al ostracismo pese a las críticas rematadamente positivas y a la popularidad de su director. Tuvo una mala edición en VHS y pronto se convertiría en una película absolutamente olvidada.
Sin embargo, lustros después, cuando directorcitos modernetes y sentenciosos como Wes Anderson o Tarantino comenzaron a reivindicar “Todos rieron”, la película volvió a estar en el candelero convirtiéndose en una obra de culto buscada por un montón de aficionados, y que gozaba de cierto ignotísmo hasta que por fin se editó en DVD.
A día de hoy, con la perspectiva suficiente, los historiadores consideran a esta película una de las que pusieron punto y final al New Hollywood, equiparándola a grandes fracasos como “La puerta del cielo” de Michael Cimino o “Corazonada” de Coppola, cosa que me parece de lo más sensata por que, efectivamente, estos fracasos dan paso al cine espectáculo de los 80 y suponen un cambio de tercio en la industria del cine, además de tratarse de tres películas aburridísimas que es lo que suele omitirse. Sí, son las tres un absoluto coñazo. Como se trata de películas de directores influyentes de aquella época se buscan siempre excusas para justificar esos fracasos, y quizás estos estén excusados con justicia, pero indisolublemente, lo cierto es que son films que fracasarían de cualquier modo por el mero hecho de que no eran buenas películas.
“Todos rieron” es una de las comedias más extrañas de los 80, porque, lo cierto es que está tremendamente bien dirigida, con un ritmo apabullante y la cámara tomando todos los puntos de vista posibles desde la perspectiva de los personajes, pero por otro lado, es una de las comedias menos graciosas que existen y su historia es confusa y liosa cuando no debería serlo porque su argumento es ligero: Más o menos la cosa va de unos de detectives que, investigando en casos en los que maridos contratan sus servicios para ver si sus esposas les son infieles, deambulan por las calles de Nueva York mientras se meten en toda suerte de líos de faldas y se enamoran. Una chorrada. Una suerte de alta comedia a la Blake Edwards —pero en mal— con demasiadas pretensiones. Me costó bastante acabarla.
Sin embargo, viéndola, me di cuenta de que Tarantino o Wes Anderson fueron honestos a la hora de reivindicarla, y más en concreto Tarantino que en los títulos de crédito de “Jackie Brown” agradecía a esta película la influencia, y es que, efectivamente, todas las subtramas, los puntos de vista desde los distintos personajes y la fluidez en general de “Jackie Brown”, fueron fusiladas de esta película de Bogdanovich. Nada nuevo.
Asimismo, también es una película que supuso uno de los últimos papeles para el cine de Audrey Hepburn, motivo que parece darle mayor pábulo a la cinta, que completa el reparto junto a Ben Gazzara, John Ritter, Patti Hensen o Colleen Camp.
Por otro lado, sobre toda la odisea que supuso la filmación de esta película, existe un estupendo documental de 2014 titulado “One Day Since Yesterday: Peter Bogdanovich and the Lost American Film” de Bill Teck, que pasa de soslayo por toda la carrera del director para detenerse concienzudamente en “Todos rieron” y sus circunstancias, contando todo lo acontecido en esa película, para a continuación seguir con el resto de la carrera de Bogdanovich. Como suele pasar a menudo, mucho mejor el documental que la película que documenta.
“Todos rieron” se estrenó de tapadillo en nuestro país congregando a casi 175.000 espectadores, e incluso llegó a aparecer en vídeo de alquiler distribuida, curiosamente, por Lightning Video que solía poner en videoclubs películas bastante opuestas a esta. De hecho, a esta costrosa edición pertenece el ripeo que yo he visto.

miércoles, 23 de marzo de 2022

MINUTOS MUSICALES 2: STRATFORD MERCENARIES

Aunque tarde, volvemos con una nueva dosis de excitantes minutos musicales (aquí pueden saborear la primera) y la intención de que se convierta en una sección habitual (de hecho, ya les puedo garantizar unas cuantas entregas más) Preferentemente, la cosa girará en torno al punk y sus numerosas variantes sonoras, estéticas e ideológicas. Muchas discutibles, casi todas altamente consumibles. Pero hoy, los elegidos para la gloria son los "Stratford Mercenaries".

A su manera, dentro de circuitos punkistas y marginales, los "Stratford Mercenaries" eran todo un super-grupo. Gran parte de sus componentes habían comulgado en las filas de sendas bandas muy prestigiosas y queridas por la platea adecuada, a saber: Phil Barker, que por entonces tocaba con los clásicos "Buzzcocks". Gary "Gazzer" Buckley de los "Dirt". Y especialmente Steve Ignorant de los "Crass", una de las bandas más notorias del punk inglés de los ochenta en su vertiente genuinamente politizada, lejos de la más acomodaticia e inimaginativa afín al resto del punk de las islas. Los "Crass" eran anarco-punks, eran DIY hasta extremos delirantes, eran anti-sistema convencidos. Tanto como para poner nervioso al gobierno británico. Eran la alternativa de la alternativa e hicieron historia (eso no quiere decir que su currículum fuese impoluto... pero comparado con el resto, poco faltaba)
Otra de sus características, motivo por el que tampoco resultaban muy comerciales -en ningún sentido, pero, muy especialmente, punkeramente hablando- y todavía hoy provocan urticaria en mucho aficionado, es que su sonido quedaba lejos de ser previsible y encajar en el molde de lo que se supone era punk estándar. A veces tanto, que se volvían estrictamente inaudibles. No por ruidosos, sino por raros o aburridos. En ese sentido, representaban al punk + genuino, si consideramos este como la libertad creativa total y absoluta, el huir de aquello ya asumido y alienar a tu misma audiencia.
Los siguientes proyectos sonoros en los que se embarcó Steve Ignorant destacaban por mantener viva esa esencia creativa. Como por ejemplo "Schwartzeneggar", con quienes no conseguí congeniar por mucho que lo intenté (aunque una reciente escucha podría hacer cambiar tal percepción) Sin embargo, el caso que nos ocupa, los "Stratford Mercenaries", es levemente distinto. ¿Por qué?, porque se trata de la perfecta simbiosis entre el rarismo libre herencia de los "Crass" y el sonido más común que entendemos por punk (cortesía, supongo, del resto de componentes). Así, sus grabaciones no son ni demasiado chapas por aburridas, ni demasiado monótonas por repetitivas. Gastan un sonido fresco, original y disfrutable.
La primera vez que los escuché fue en "Live in the U.S.A. 1997", un vinilo con varios temas grabados en directo. Flipé por la intensidad y lo guarrindongos que sonaban. Tiempo después, hurgando en mis tiendas de discos habituales, di con "Sense of solitude", su LP de bella, misteriosa y algo "Crass"-iana portada. Nada más reproducirlo, quedé absolutamente prendado por el primer tema (que tienen al final del texto), "No more running". Una intensa pieza de punk rock en el sentido más estricto del término a base de zumbante guitarra. Arrebatador. En seguida se ganó un puesto de honor en mi top ten particular (además la letra mola mucho, de cuando descubres que vives rodeado únicamente por gilipollas, lo que te hace sentir tremendamente solo).
Con semejante arranque, era difícil mantener el tipo. Lo que sigue no está a la altura de ese inicio brillante, pero resulta perfectamente gozable. Destacaría, por atípicas, dos canciones de tempo reposado, "Dispossessed" y "Sunday Morning Neighbours". La primera a base de caja de ritmos (con aceleración incluida hacia el final). La segunda, extensa, con unas variaciones de tono e instrumentación que desconciertan. Ambas muy cojonudas. Y perfecto ejemplo de ese "otro punk" tan afín a la carrera de Steve Ignorant. En definitiva, un buen disco.
El resto de su discografía (se separaron poco después de "Sense of solitude") la compone un e.p. llamado "No Sighing Strains of Violins" (en realidad su primera grabación oficial) donde suenan todos los temas de "Live in the U.S.A. 1997" pero más calmados y limpios, lo que les resta algo de poderío. Siguen siendo buenas canciones, aunque menos que las de "Sense of solitude". En "No Sighing Strains of Violins" el espíritu "Crass"/Ignorant manda más, echándose de menos el toque punkista tradicional de su última y muy recomendable creación.

lunes, 21 de marzo de 2022

555

La historia de “555” no es distinta, ni mejor, que la de la gran mayoría de los SOV facturados a mediados de los ochenta; con el auge del vídeo domestico algunas almas creativas vieron negocio en dicho formato, y se lanzaron de cabeza a rodar su propia película directa a vídeo, por supuesto, adscrita al género de terror que podría ser más rentable que cualquier otro. Y con esa idea Wally Koz reúne a un buen número de amigos y conocidos con el fin de rodar su película en vídeo.
“555” es un slasher de lo más trillado en el que un individuo vestido con atuendo hippie se carga a todo jovencito incauto que se encuentra por el camino, con el aliciente de que cuando mata a una fémina después se folla el cadáver. En la otra mano, un par de detectives investigan el caso llegando a la conclusión de que este asesino tan solo actúa los días 5 del mes de Mayo cada 5 años —por eso la película se llama 555—. Es un rollo macabeo que se compone en un 90% de conversaciones entre los distintos miembros de la policía que intentan  resolver el caso, y en un 10% por los asesinatos artesanales y los casi caseros efectos gore a base de látex y jarabe de arce que por otro lado están muy logrados, siendo la dueña de la función una vistosa y resultona decapitación que, además, sirvió para ilustrar la carátula. También destacaría lo pasmosamente en serio que la película se toma a sí misma, motivo este que la diferencia de otros SOV de la época sin duda más despendolados. Y poco más.
Sin embargo con el culto que a posteriori —como es natural en estos casos— ha suscitado esta película, parece que nadie ha parecido darse cuenta de que “555” es un precedente absoluto de “Seven” de David Fincher en versión cutre y salchichera; el argumento es francamente parecido y, en esencia, prácticamente cuenta la misma historia, amén del título numérico que hace referencia a la resolución del caso en el que se centra esta. Es decir, que si “555” se hubiera rodado con medios y un director solvente, y no con una vídeo cámara casera de aquellas que se cargaban a la espalda con Wally Koz & Family tras el proyecto, quien sabe… igual alguien acusaba de plagio a Fincher.
Como sea, ver “555” resulta una experiencia tediosa de cualquier forma.
Una vez rodada, Koz creó una productora a la que bautizó King Vídeo Distribuitors con el fin de mercadear con las cintas de VHS que había fabricado por todos los videoclubes de USA en los que había demanda de este tipo de productos. Sin embargo, al poco de poner la cinta en circulación, los estamentos gubernamentales se percataron de que Wally Koz no había calificado legalmente la película, motivo este por el que fue incautada y retirada de circulación, quedando en el mercado, durante el año 1988, únicamente 50 copias de VHS rulando por esos lugares de dios. En consecuencia “555” se convirtió en una película de culto por la que, durante años, se pagaban grandes sumas en todo tipo de subastas de coleccionistas. Por suerte o por desgracia, se puso fin a esta especulación gracias a la edición en DVD repleta de extras que en 2011 lanzó la gente de "Massacre Video" y con la que todos los aficionados al género pudieron comprobar con sus propios ojos lo rematadamente malísima que era esa película ignota de la que tanto habían leído u oído hablar.
Y fin de la historia… A Wally Koz le salió mal el negocio y no pudo mantener King Video Distribuitors. No volvió a rodar ni una sola película, aunque durante el trasiego sí que le dio tiempo a costear el material publicitario del que, en teoría, iba a ser su próximo proyecto, uno de eso imposibles crossovers que 20 años después se pondrían de moda entre los directores amateuroides yankees (recuerdo el “Freddy vs Ghostbusters” de Hank Branxtan, por ejemplo), y que llevaría por título, agárrense los machos, “Dirty Harry meets The New York Ripper”. Nunca llegaría a materializarse, por supuesto.

sábado, 19 de marzo de 2022

FANGORIA FILMS

Tras años dedicados a promocionar y desmenuzar el cine -de terror- creado por otros, la revista "Fangoria" -a la que, a pesar de sus altibajos, tengo en gran estima- se anima a producir su propia mierda recién inaugurados los años 90. Así, bajo el más que obvio nombre de "Fangoria Films", se casca tres largometrajes que me he tomado la molestia de consumir para comentar (a grosso modo) seguidamente (según la fuente, el año de producción varía. Yo me quedo con este orden porque me mola y lo dice Wikipedo):
ODISEA EN EL TIEMPO ("Mindwarp" en v.o.) fue la primera -1990- y se nota. De entrada todo pintaba estupendo: una de terror producida por "Fangoria" con protagonismo de Bruce Campbell y Angus Scrimm. Luego resultó que, narrativamente, estaba más cerca de "Mad Max 2" y Campbell lejos de su aún reciente rol en "Terroríficamente muertos". Sin embargo, vista ayer, confirmo que no está ni tan mal. Tiene su dinamismo y sus buenas dosis de truculencia (cortesía de KNB Group). La movida se sitúa en un futuro pos-nuclear. Los supervivientes más afortunados viven atados a una máquina que les proporciona fantasías estupendas a todas horas. La prota, aburrida, sedienta de aventuras y dispuesta a saber más de su desaparecido padre, sale al exterior donde conocerá a una especie de guerrero errante, serán capturados por una panda de caníbales mutantes y lucharán contra la sangrienta secta de un misterioso gurú. Ya digo, maja. Tiene su gracejo. Dirige Steve Barnett, un especialista en roña directa al video-club por ahí los 90.
En su año -1991- consideré LOS HIJOS DE LA NOCHE ("Children of the night" en v.o.) la mejor de las "Fangoria movies". Revisada ayer, no alcanzo a comprender qué motivó dicha apreciación. Esta vez la cosa va de vampiros. Dos adolescentes liberan a uno muy chungo que vive bajo el agua con los pulmones fuera del cuerpo -una idea original- y convertirá a todo el pueblo en chupasangre, menos a una de las chavalillas. Será un profe el encargado de salvarla y destruir al monstro. Una de las cosas que me gustaron de "Los hijos de la noche" fue su tendencia a marear mucho la cámara y dotar al conjunto de un aire visualmente grotesco (será porque, pa variar, el dire tenía tablas: Tony Randel, responsable la segunda entrega de "Hellraiser", "Amityville 1992" y "Ticks"), pero ahí queda todo. En cuanto al resto, podríamos decir que no hay una historia propiamente dicha (solo una combinación de momentos) y el gore es el más escaso de la trilogía. En el reparto, una Karen Black haciendo la vampira (con lo poco que le gustaba que se la asociara al terror, debería estar contentísima), el hijo de Dom DeLuise, la hija de uno de los "Monkees" y Garrett Morris (lo viste en "The Stuff / In-Natural" echando yogur mutante por la boca). Muuuuuuy flojita.
PLASMA MORTAL ("Severed Ties" en v.o.) fue la última -1992-. Supongo que por entonces el dinero y el talento disponibles escaseaban, lo que le pasa mucha factura. Cuenta la historia de un científico que crea un plasma capaz de regenerar piel y carne humanas, lo que le proporcionará un brazo monstruoso con el que vengarse de aquellos que le dieron mala vida, es decir, mamá y su pretendiente. A estos los interpretan un Oliver Reed en horas bajas y una Elke Sommer en horas bajísimas. Del reparto restante destacan Johnny Legend y un reincidente Garrett Morris. ¿La peli? telefílmica y deprimente hasta decir basta. Y aburrida, claro, pero eso lo damos por sentado. Los mediocres trucajes de KNB Group no desentonan. Y el gore, del montón. Lo único chulo es el nombre del director, Damon Santostefano. Lo demás, olvidable hasta la amnesia.
Tal y como habrán deducido, la cosa no funcionó demasiado bien y "Fangoria Films" bajó persiana. Tiempo después se animó a retomar un poco el tema, pero sin implicarse en exceso. Reeditaron títulos ajenos descatalogados, recopilaron cortos de los fans, bla, bla y bla. Hasta que, no hace demasiado (y, supongo, motivados por la fatídica llegada de herramientas digitales capaces de abaratar la confección de peliculismos), se animaron otra vez a producir roña propia, dando como resultado mediocridades nostálgicas ("VFW"), insípidas comedias ("Porno") o absolutas aberraciones inmisericordes (el remake de "Un castillo alucinante". De verdad, espantoso). Vamos, que lo de facturar cine no es lo suyo. Mejor limitarse a la revista (o a la página web, cuanto menos) que de pelis terroríficas en el peor de los sentidos vamos ya sobrados.

viernes, 18 de marzo de 2022

SICK: THE LIFE AND DEATH OF BOB FLANAGAN, SUPERMASOCHIST

Bob Flanagan fue un individuo bastante desagradable —independientemente de sus dolencias— al que una enfermedad sin cura llamada cirrosis quística le tenía comido por dentro. La pus inundaba sus conductos respiratorios y la muerte era inminente. El caso es que, aquejado de esta extraña enfermedad desde niño, como a todos los que la padecen apenas le diagnosticaron 17 o 18 años de vida, sin embargo, con 40 años continuaba vivo. Y lo más curioso es que durante su vida, y paradójicamente esperando a la muerte, le dio tiempo a hacer mogollón de cosas. Así, Bob Flanagan, entre otras muchas profesiones se erige como escritor, cantante, comediante, dibujante… y ¡performancer masoquista! El hombre justificaba estas sesiones de BDSM a las que se dedicaba, ya fuera en un escenario o grabadas en vídeo, afirmando que sabiendo que le quedaba poco de vida, el hecho de que le inflingieran dolor (con fines artísticos) le hacía sentir vivo, por lo que con la tontería, y siempre ayudado por la que fue su esposa, Sheere Rose —sadomasoquista encantada de cercenarle las pelotas a su esposo—, Flanagan, que debería haber muerto a los 20 años de edad, aguantó hasta los cuarenta y tres a base de clavarse el capullo a un tablón, coserse el pene dentro del escroto, ser amordazado, asfixiado, enculado y fustigado para solaz de su público. Y se tomaba el hecho de que en cualquier día la espichaba con un envidiable sentido del humor.
Como ya se le veían las orejas al lobo, durante sus dos últimos años de vida un equipo de grabación capitaneado por el director Kirby Dick, se dedicó a filmar su día a día, entre toses, esputos y entrevistas tanto a él, como a su esposa, como a destacados miembros de su familia, llegando a acumular más de 100 horas de material original. Y Flanagan aceptó con una sola condición; que el documental incluyera el proceso de su muerte.
De este modo “Sick: The Life and Death of Bob Flanagan, Supermasochist” se convierte en uno de los documentales más duros y desagradables de cuantos he visto, porque, si bien combina todas esas horas de entrevistas filmadas con el abundante material de archivo y grabaciones (profesionales o caseras) que poseía Flanagan, todas las performances en las que es rajado, pinchado, golpeado y humillado, con todo lo impactantes que puedan llegar a ser, no son nada comparadas con los momentos en que una cámara filma su agonía antes de morir, mientras su esposa se despide de él entre lágrimas. Francamente escalofriante. Y sensacionalista.
Entonces, nos encontramos ante un documento que nos muestra a un hombre bastante creativo que lo tenía todo perdido, y que encontró en una modalidad cualquiera de sufrimiento, su vía de escape para seguir vivo. Y le sirvió.
Por lo demás, absténganse de verlo gente sensible. Cada 5 minutos hay un acto, una escena, o un gag que puede ponerle de mal cuerpo al más pintado.
El documental consiguió gran prestigio en Sundance, se llevó premios en dos o tres festivales y fue alabado por toda suerte de críticos, incluido Roger Ebert quien, casualmente, protagonizaría años después un documental igual de crudo que este, que retrataba de manera igualmente desagradable sus últimos días vivo: “Life Itself”.
Recomendables ambos, aunque solo sea para un único visionado.

miércoles, 16 de marzo de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 9 - QUEJAS Y OPINIONES

Lo de hoy es absolutamente impagable. Una serie de opiniones editoriales y cartas quejosas que, entre Enero y Noviembre del 83, vieron la luz en las páginas de "Casablanca". Leerlas es tan gozoso e hilarante -aunque en algunos casos no les falte razón- como lo era revisar el correo de las revistas heavy metal de, casi casi, esa misma época.
Disfruten (ya saben, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón)... pero antes, no olviden pelotear a quien nos las cedió: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!

Comenzamos con una sorprendente (teniendo en cuenta quien la publica), muy inteligente, bien medida y razonada defensa del cine de efectos especiales / espectáculo. Son muy regocijantes la lista de títulos mentados o cuando el autor (cuyo nombre no aparece. Tampoco dispongo ya de las revistas para saberlo, ¡mil perdones!) habla de las "horas de cola" que ha hecho para consumir ciertos blockbusters.
Naturalmente en este blog compartimos del todo sus palabras.


Jesús Cuadrado (perfecto apellido) era un director de películas artys que se quejaba de que nadie en la industria aceptaba sus proyectos porque no eran comedias. Encima, va la intelectual "Casablanca" y machaca una de sus obras recientes. ¡¿Cómo osan?!. Ni corto ni perezoso, escribe a la revista para expresar su descontento. Algo debió ir mal en la carrera del cineasta porque no consta nada suyo en los canales habituales (la secre y cía).


Este artículo es jodidamente divertido. Lo que en principio parece un berrinche en contra de los espectadores jóvenes ruidosos y molestos de la época (impagable la lista de "gustos estéticos" en ropa y peinado), deriva a todo lo contrario. El autor agradece su existencia porque acuden en masa a ver los grandes éxitos y forman kilométricas colas. No deja de ser irónico que, por época, yo entraba dentro de ese grupo. Y, por época, hoy tengo la edad del que escribe (puede que incluso más).


Un clásico: el espectador que se queja de la mala calidad de las proyecciones y los cines.


Carta abierta a Pilar Miró, la señora que intentó destruir el cine comercial / popular español -sin conseguirlo a la larga, aunque hizo mucho daño en su momento-. Justamente, el "quejante" la acusa de ello, de que al haber borrado del mapa esa clase de películas, no ha provocado más que un vacío en las salas. Evidentemente apoyamos del todo esas palabras.

lunes, 14 de marzo de 2022

EL ÚLTIMO "PENALTY"

Según las sinopsis oficiales, “El último penalty” trata sobre los escarceos amorosos de un famoso cantante en un pueblo mallorquín. Cuando el pueblo es consciente de que este individuo ha dejado embarazada a una de sus habitantes, obrará en consecuencia a ese acto, mientras el resto lidian con problemas de diversa índole.
Aunque algo de ese argumento se vislumbra al ver la película, en realidad “El último penalty”  es un film espantoso en el que uno no se entera jamás de lo que está pasando.
Con un presupuesto de poco menos de dos millones de las antiguas pesetas, tanta es la economía de medios de la que hace gala el director Martín Garrido Ramis, que se resuelve toda ella a base de planos medios.
La cosa es que es evidente que Garrido trata de emular a Berlanga sin el talento ni los medios adecuados para hacerlo, con lo cual, la cosa queda en un batiburrillo de personajes que aparecen y desaparecen, contando lo que les ha pasado sin que la coherencia haga acto de presencia en ningún momento y sin presupuesto para montar los planos secuencia que a Garrido le hubiera gustado, así que, en lugar de ver una cámara siguiendo a unos personajes que hablan, tenemos a una serie de personajes que hablan poniéndose delante de una cámara que permanece ahí quieta como un pasmarote. De vez en cuando le dan un meneillo, pero poca cosa.
La película no tiene la menor importancia. Los más versados en Garrido la vemos tranquilamente sabedores que se trata de su etapa profesional más interesante, la de sus primeros films mallorquines en la época en la que había algo de industria, así como de su segunda película tras “¡Qué puñetera familia!”, y la vemos por puro completismo. Más allá de eso, digamos que es estrictamente para “Garridistas”.
Sin embargo verla cobra una nueva dimensión tras leer el libro de Garrido “¿Cómo hacer una película con 2 duros y no morir en el intento? Diario de una película de película”. Esta especie de diario de rodaje del director —y que a día de hoy permanece inédito y sin una edición a la vista, cosa esta que procuraremos remediar desde Vial Books— es, al contrario que la película, un libro muy bueno, muy explícito. En él, Garrido, con la misma pluma agresiva y provocadora que utiliza cuando escribe ficción, cuenta absolutamente todos los tejemanejes de esta producción que pasó por salas totalmente inadvertida, convirtiéndose el rodaje de la misma en una especie de fiesta de un mes donde el elenco comía, bebía y follaba entre sí, y donde lo de menos eran las jornadas laborales. Garrido no se corta en dar nombres de quién se emparejó con quién durante la filmación, ni en contar con pelos y señales a quién se follaba él, ni en hablar abiertamente de las orientaciones sexuales de los implicados en el proyecto.
Por supuesto, Garrido se exculpa del resultado echando la culpa al ayudante de dirección y jefe de producción, Ricard Reguant, y a un acto de chulería propio de la juventud al querer llevar esta película adelante por sus propios medios en lugar de esperar la disponibilidad del productor interesado, en este caso José Esteban Alenda. En consecuencia, y tras la mano de Reguant que retocaría el guion un montón de veces, la película de Garrido que sobre el papel se titulaba “La eterna España de charanga y pandereta”, pasaría a convertirse en la de Reguant “El último penalty”, título este que poco o nada tiene que ver con el argumento (más allá de que la protagonista quede embarazada “de penalti”) rebautizada así por aquello de la comercialidad y, con “i griega” final en “penalty”, por aquello de “americanizar” el título.
Sin embargo, y tras verla, llego a la conclusión de que es una película 100% Martín Garrido, con los diálogos típicos de sus guiones y el desbarajuste habitual de aquella primera etapa, amén de interpretar siempre al tipo duro, casi como queriendo ocultar algún tipo de complejo. Así que váyanse ustedes a saber…
Desde luego, "El último penalty" no vale nada. No tiene vida, está muerta, es incapaz de generar en el espectador ningún tipo de reacción, ni positiva ni negativa.  Pero vista una vez leído el libro, la cosa cambia. Sobre todo porque te sumerge en el ambientillo de un rodaje cutre, barato y chatarrero, con egos más caros que la propia película, y con historias mucho más interesantes detrás de las cámaras que las que vemos delante.
Mención aparte merece el desfile por el metraje de viejas glorias en decadencia como puedan ser Vicente Parra o Paca Gabaldón, ambos tan desaprovechados que en el fondo da lo mismo que estén ahí, o las colaboraciones especiales de una sola sesión como la de Rafaela Aparicio, mezclándose por el set con autenticas inútiles interpretativas como la guapa Lola Forner, o el resto del cast compuesto por amigotes de Martín Garrido a los que apenas pagaba, o las presencias del propio Garrido y Ricard Reguant en roles destacados.
Para acabar de definirla, diré que el tono general es como el de una clasificada “S” a la que le han quitado las escenas de folleteo.
Con todo, el Universo Garrido siempre es interesante.

sábado, 12 de marzo de 2022

SESIÓN DOBLE: CAZAFANTASMAS, MÁS ALLÁ + LA MATANZA DE TEXAS 2022

CAZAFANTASMAS, MÁS ALLÁ: Los gerifaltes de Hollywood llevaban años intentando levantar una tardía tercera entrega de "Los Cazafantasmas", pero su protagonista de mayor enjundia, Bill Murray, solía negarse aludiendo que nadie querría ver a unos señores de avanza edad dedicados a tan sobrenatural tarea. Bien, a pesar de ello, y de la muerte de Harold Ramis que, teóricamente, arrasaba con toda posibilidad de un "Ghostbusters 3" oficial, finalmente ocurría, nacía "Cazafantasmas: Más allá" y Murray accedía a firmar (aunque contara con más años que cuando rechazó todas las propuestas previas). Los motivos diría que fueron sentimentales: la muerte de Ramis -ampliamente homenajeado en la película- y la implicación de Ivan (que en paz descanse) y su hijo Jason Reitman.
En cualquier caso, se trata de un entretenimiento tontaina, agradable y muy bien conectado narrativamente con el clásico de 1984 que, ¡ups!, se va al garete en cuanto, hacia la parte final, asoman el jeto los Cazafantasmas originales. Ahí te das cuenta de la muchísima razón que tenía Murray: Nadie quiere ver ancianos cazando criaturas espectrales. Ya no es la inmensa gordura de Dan Aykroyd (cuya aparición previa, más realista, funciona mejor), son las tremendas arrugas de "Peter Venkman" y su pelo despeinado. Da grima verle. Es todo bastante lamentable y, de hecho, cuando acabó me quedó un poso tristón. Sí, "Cazafantasmas: Más allá" es una película deprimente.
Otro debate consistiría en si era necesario el momento post-créditos -con la presencia de
Sigourney Weaver- donde se "arregla" un gag tirando a políticamente incorrecto del film de origen, cuyo humor cafre y socarrón iba mucho más en consonancia con ese detestado, pero -desde mi punto de vista- bien consumible "Cazafantasmas 2016" protagonizado únicamente por coños, que el tono de aventura Spielbergiana y sentimentalismo de saldo en esta reciente "entrega". Una que, solo espero y deseo, no conozca continuidad.

LA MATANZA DE TEXAS 2022: Lo que diré a continuación no lo provoca la demasiado común Netflix-fobia (en su momento ya expuse cristalinamente que estoy en las antípodas de considerarme enemigo de la plataforma, por la que siento gran respeto y simpatía -aunque no sea cliente-). Sin embargo, tampoco puedo evitar sentenciar que la nueva "Matanza de Texas", apadrinada por ellos, es lo que, popularmente, llamamos un mojón, y de los gordos. Un film aburrido como el demonio e incapaz de despertar emociones, ni miedo, ni suspense, ni la más mínima empatía con sus inocuos personajes.
"La Matanza de Texas 2022" insiste en la idea de separar a Leatherface de la familia, convirtiéndolo en un "Jason Voorhees más del montón", algo que cuando vi por primera vez en la entrega tridimensional me gustó. Pero si lo piensas detenidamente, tal vez no sea una elección tan acertada. Al fin y al cabo, lo del clan de tarados es, justamente, aquello que marca la diferencia de esta saga respecto a otras afines.
Por contra, sí es un error común a todas las secuelas (incluida la dirigida por el mismo Tobe Hooper), el meter borbotones de sangre. Supongo que a los "fans" les entusiasma y motiva que escriban cosas tan positivas de una película tan mala. Digamos que los árboles no les dejan ver el bosque. Pal caso lo traduciríamos como: la tripas no les permiten ver la cruda realidad. Sí, este "Texas 2022" es un festival de gore. Tienes todo el que quieras y más. ¡Ei! me encanta la truculencia bien parida y mejor aplicada... PERO no me basta con ella. Si lo que me cuentas es una mierda, la película resultante seguirá siendo una mierda. FIN.
Creo que ya lo he dicho antes, pero lo repito: No deja de ser paradójico que todo esto lo iniciara un film que pasó a la historia, y dio la vuelta al género convirtiéndose en un absoluto clásico, sin mostrar casi casi ni gota de sangre. Recordemos que la del 74 era sucia, desagradable, malrollera... era muchas cosas, pero no sangrienta. Hooper lograba aterrorizar a la audiencia a base de atmósfera, de jugar con el sonido, de, en definitiva, talento... pero nunca tiraba por lo fácil. Desde entonces, nadie más ha intentado repetir la hazaña. Saben que la plebe demanda hemoglobina y dársela en grandes cantidades funcionará comercialmente. Por eso, a pesar de los años y las entregas, la primera sigue siendo la más espeluznante y, en definitiva, el título de peso que es (fíjense que he usado el término "más espeluznante", no he dicho "mejor", básicamente porque yo prefiero la segunda, aunque soy consciente que queda lejos de ser una obra maestra genuinamente terrorífica -más cuando sabemos que sus perpetradores apuntaban a la sátira antes que al horror puro y duro-)

viernes, 11 de marzo de 2022

SÁBADO, SABADETE

“Sábado, Sabadete” se concibe en una mala época para el cine “S”, justo cuando este está en declive, el porno legalizado y el subgénero emitía ya sus últimos estertores.
Sin embargo, y teniendo en cuenta lo paliza que era a rasgos generales el cine de dicha clasificación, “Sábado, Sabadete” es también una de las películas más divertidas y con inventiva de cuantas se rodaron.
Como he explicado en anteriores reseñas, Rodjara, su director, se lía la manta a la cabeza porque necesita dinero para completar su película de animación “El pequeño vagabundo”, y con lo que gana dirigiendo “Sábado, Sabadete”, sufraga los gastos de su proyecto de animación. Y aun siendo una película con todas las carencias propias del cine “S”, también deja claro que Rodjara era un director, al menos, distinto a los que, de manera alimenticia, se incorporaban al cine erótico. Como que tiene algo más de estilo.
La cosa es sencilla; cinco alegres jovenzuelas se van de vacaciones al campo con el fin de acampar y pasar una temporada en un entorno rural. En consecuencia, y poniéndose en pelotas cada cinco minutos,  se las tendrán que ver con paletos de enorme miembro viril a los que las chicas complacerán sin mayor problema. Asimismo la película cuenta con una subtrama en la que una de las chicas no tiene por norma acostarse con el primero que llega, lo que creará un conflicto entre sus liberadas amigas, que la tomarán por lesbiana.
Siendo “Sábado, Sabadete” más una película de despelote que de escenas de folleteo —desde luego no complacerá a los amantes del soft— cuenta con una baza fuerte que es su sentido del humor. Entre despelote y despelote, despliega un arsenal de gags, unos más afortunados que otros, que ayuda a que el visionado sea soportable. Sin ir más lejos, me entró la risa tonta cuando un  guarda forestal baja por el monte con un burro, y le dice a este que “hay cosas de la vida que él jamás entenderá porque es muy burro”. Una chorrada, pero a mí me hizo gracia.
Por lo demás, lo de siempre: Mucho alboroto, chicas pizpiretas y vodevil barato en lo que puede que sea una de las últimas películas del cine “S” y, al igual que su director, una de las más olvidadas, pese a la reivindicación de nicho que de un tiempo a esta parte se viene haciendo del amigo Rodjara.
Con Ricard Reguant como ayudante de dirección, cuenta en su blog que, durante el rodaje,  hubo tiempo para ligarse a alguna de las chicas y que resultó una filmación divertida, destacando también el hecho de que una de las actrices secundarias fue apuñalada por su novio, que estaba pasado de drogas, al tiempo que rodaban la película. Por suerte no falleció, pero estos hechos dejaron conmocionado al equipo del film.
Por otra parte, la película está trufada de caras conocidas del cine español, esos actores de profesión que tenían que comer y se apuntaban a un bombardeo; mejoran la película las intervenciones de Rafael Hernández (posiblemente uno de los mejores secundarios del cine español, injustamente ninguneado y olvidado), el entrañable José Riesgo (Julián de “Barrio Sésamo”) y, en un papel ínfimo, un primerizo Ramón Langa aparece brevemente acreditado bajo el seudónimo de Ramón L. Cartón. Nada relevante y, si no conoces el dato, ni notarás su presencia.
Otra curiosa película del no menos curioso Rodjara, y hasta aquí el ciclo. Por lo menos hasta que consiga agenciarme sendas copias de sus últimos títulos de animación “Una novia para 7 hermanos” y “Ali-Babá (El tesoro)”.

miércoles, 9 de marzo de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 7 (LOS CLÁSICOS, 2ª PARTE)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....



Todos hemos visto antes esta icónica imagen de
esa obra maestra que es "Creepshow", pero no desde
este punto de vista. Solo por ello, merecía la pena colarla acá.


Nada especial. Una imagen del remake de "La noche
de los muertos vivientes" facturado por Tom Savini.
La razón de que haya sido elegida es que es, simple
y llanamente, chula.


Siempre he creído que Dario Argento tenía
el aspecto perfecto de "director de películas de terror".
Esta imagen tomada durante el rodaje de "Trauma"
es buena muestra de ello.


Otro clásico y otra imagen no
demasiado sobada, la de un zombie
de "El día de los muertos" en pleno berrinche.


Esta sí que está más vista que el tebeo, pero
nunca dejará de molar mucho.
Obviamente se trata de "Demons".


No podía faltar EL CLÁSICO!!! ¿acaso lo dudaban?
ahí va una imagen tampoco muy trillada de "Posesión
Infernal" que, encima, gasta un toquecito erótico.  No 
me digan que no han intentado ver si se distingue el
potorrillo de la muchacha. Eviten sentirse mal, somos
humanos... pervertidos, sí, pero humanos.


lunes, 7 de marzo de 2022

EL PEQUEÑO VAGABUNDO

Tras acabar “Dimorfo”, Rodjara se embarcó en una auténtica odisea, la de llevar a cabo con sus escasos conocimientos y recursos, un largometraje animado de hora y media de duración.
“El pequeño Vagabundo” nace como consecuencia de las tres clases de animación que toma Rodjara en una academia, y le ayudan a comprender la mecánica del medio, pero la rueda él solo, sin subvenciones, sin ayuda de nadie y sin más nociones sobre animación que las asimiladas en esos tres días. Rodjara dibuja, colorea y filma todo. Por ello el resultado es tosco y torpe, bastante malo, pero equiparable a la animación checa o a tantos otros largos de animación ejecutados por un equipo entero y que gozaron de vida comercial. Insisto en que “El pequeño vagabundo” la hizo un hombre solo y casi de manera casera.
Como en la escuela ponían en duda que hubiera aprendido a animar en tan corto espacio de tiempo, Rodjara se curró él solito una animación que mostró al director de la academia y este le dio el visto bueno. Con esa palmadita en la espalda, se puso a trabajar en su ópera prima, “El pequeño vagabundo”.
Se trata de una versión apócrifa de “Marcelino, pan y vino” (y unos ligeros toquecitos de “Marco, de los Apeninos a los Andes”) en la que Rodjara sustituye a Jesucristo por San Francisco de Asís, y así se solucionan las posibles licencias.
Crispín es un pequeño huérfano que se va con lo puesto en busca de su tía. Una noche en el bosque, un búho le roba su hatillo. El muchacho persigue al búho, y este le lleva hasta un monasterio donde unos frailes le darán cobijo.
Un buen día a Crispín se le aparece la figura de San Francisco de Asís. Le indica que es él quien le ha guiado hasta el monasterio y deberá quedarse ahí, cosa que Crispín hace de buen agrado. Sin embargo, la figura de una señora bastante estirada que regenta un orfanato hace acto de presencia. La cosa se complicará cuando esta obliga a los frailes a que le entreguen a Crispín para llevárselo con ella y, más todavía, cuando aparece en escena un ser diabólico que responde al nombre de Sylvester, quien hará la vida imposible a Crispín cuando este, en su afán por quedarse en el monasterio, huye de la señora y vive toda suerte de aventuras.
Obviamente, a Rodjara le tomó tiempo y dinero llevar a cabo su película. Cuesta comprender como las dificultades que se le presentaron por el camino no le arrastraron a tirar la toalla.
Con "El pequeño vagabundo" en un estado de filmación ya muy avanzado, y a causa de la escasa experiencia, Rodjara decidió hacer un transfer en 8 mm con el fin de comprobar como quedaba todo su trabajo y si estaba correcta la sincronía del doblaje. Satisfecho por los resultados, decidió dejar la película apartada un tiempo y, mientras, como tenía que comer, aceptó dirigir una producción “S” en la que también andaba metido Ricard Reguant, “Sábado, Sabadete…” (que ya caerá por aquí). Ahí se estrenó como animador, puesto que se encargó de la escena de créditos con unos dibujines de corte erótico muy brutos y asalvajados, pero resultones.
Durante el rodaje de esta, un amigo de Rodjara le felicitó por su película en proceso. El animador le dijo que no se cachondeara de él, puesto que era imposible que la hubiera visto debido a que no la tenía ni terminada. El amigo le indicó que la había alquilado en vídeo. Resulta que alguien del laboratorio filtró el transfer de 8 mm y, con un doblaje cambiado, apareció de manera pirata bajo el título de “La gran aventura”, distribuida por el mítico sello "Badi Mon" —que también puso en circulación cosas como “El ETE y el Oto”— . “La Gran Aventura”, además, contaba con una portada y una sinopsis que nada tenía que ver con la película incluida, por lo que era muy difícil que alguien se diera cuenta del engaño. Rodjara denunció a la empresa que lo había pirateado, sin que el asunto llegara a ningún lado puesto que la gente inmiscuida en dicho fraude tenía la suficiente influencia como para que se desestimara el caso. En consecuencia, durante los años 83 y 84, fueron varios los sellos que editaron esa copia pirata bajo los títulos de “Mágica aventura”, tomado prestado de una producción anterior de Cruz Delgado, e incluso “La mágica aventura de Crispín”. Adjunto aquí un par de las caratulas de aquellas ediciones piratas para que vean, y si son cuarentones asiduos al videoclub, las rememoren.
Esto no amedrentó a Rodjara que continuó trabajando en la película, hasta que en 1985, y distribuida por Lauren Films, “El pequeño vagabundo” vio la vida comercial en cines en una versión completa estrenándose en Madrid y Barcelona, y exportando sus derechos a países como Japón o USA. Llegaron a verla 2500 espectadores, una cifra paupérrima, pero es que tan solo se estrenó en un par de salas en las que llegó a completar el aforo solo dos veces. Entre la recaudación, y las ventas al extranjero, se puede decir que “El pequeño vagabundo” resultó rentable, más si tenemos en cuenta que fue realizada por Rodjara en su totalidad, amén de estar circulando por videoclubes en varias versiones inacabadas.
Contó con una canción compuesta por Juan Pardo en su banda sonora, que para la ocasión interpretó Chispita. Además, incluye al principio un rótulo firmado por el director en el que explica que le ha tomado siete años de su vida completar el film y que, por fin, ve la luz. Un par de años después, contó con su edición en vídeo oficial.
Desde luego, enfrentarse a "El pequeño vagabundo" ha sido poco menos que una tortura. Es realmente aburrida y desangelada, pero creo que merece el esfuerzo, máxime cuando hay una historia tan estupenda detrás y un director tan interesante como es Rodjara.
En lo sucesivo, este continuaría con la animación, adentrándose en el cachondo mundo de los dibujos animados pornográficos con “Una novia para 7 hermanos” en el año 1991, que se vio estrenada en salas X y posteriormente distribuida en VHS exclusivamente en sex shops, y, 10 años más tarde, otra para todos los públicos, una adaptación de Ali-Babá titulada “Ali-Babá (El tesoro)” de la que no me consta vida comercial alguna.






sábado, 5 de marzo de 2022

SCREAM 2022

Cuando me enfrento a la enésima entrega -tardía y motivada por la nostalgia más mercantilista- de un film de mi género favorito, tiendo a deglutir todas las pelis precedentes, en orden, antes de llegar a la más reciente. Es un juego divertido que incluye ver evolucionar la historia y envejecer a los personajes / actores. Procedí así con la saga "Saw", por ejemplo. Ahora, con el lanzamiento de la nueva "Scream" (la quinta, aunque no lo ponga en el título), me animé a repetir la hazaña. Vi las cuatro previas. A una por día. La intención original consistía en escribir sobre todas. Un repaso escueto, pero conciso, como el que en su día dediqué a "Phantasma". El problema es que, a rasgos generales, las "Scream" movies no me inspiraron ni una sola línea. Seloplico...
Nunca he sido fan de la saga. Reconozco que el primer "Scream" -que vi en su día en el cine- dispone de un sutil encanto. Es razonablemente entretenida. Un genuino film de terror. Las tonterías posmodernas y auto conscientes aún suenan algo novedosas. Y se ciñe con bastante dignidad al modelo slasher. Es cierto que sus tics noventeros irritan (ese reparto repleto de niños guapos, blanquitos y ricos, la sobre iluminación, la ausencia de genuinos elementos exploitation), pero incluso, vistos hoy, tienen su gracia. Así que esta puedo tolerarla. Sin embargo, las consiguientes continuaciones son terriblemente malas. De la segunda a la cuarta. En muchos casos casi parecen telefilms. Y ni siquiera de terror. Da la sensación que en cualquier momento, en cualquiera de ellos, entrará en escena Angela Lansbury.
Tal vez por eso afronté este "Scream 2022" con desgana (aunque curiosidad). Y, tal vez, esa es la razón por la que me sentó mejor. O quizás sea, simplemente, una buena película, lista para ver y olvidar. 
La cuestión es que entramos en el terreno de lo que, en la misma trama, califican de "recuela". Es decir, un remake disfrazado de secuela tardía y que incorpora personajes avejentados de los films "antiguos". En este caso Neve Campbell, David Arquette, una feísima Courtney Cox (da grima compararla con la versión monísima y pizpireta que aparecía en "Masters del universo") y Skeet Ulrich. Podríamos añadir también a Marley Shelton, que salía en la cuarta. Estos se entremezclan con los personajes nuevos, una panda de jovenzuelos no excesivamente repugnantes (y donde, por supuesto, caben un gay, una lesbiana y uno de piel tirando a oscura). Juntos tendrán que descubrir la identidad del nuevo Ghostface, al que le ha dado por asesinar peña relacionada con aquellos que murieron en las pelis previas. Los crímenes son un pelín más gráficos de lo que la franquicia nos tenía acostumbrados (¡¡han tenido que pasar 26 años para ello!!). Y, esto sí sorprende, la figura del psycho-killer resulta más amenazante que nunca. Impone, a pesar de lucir el disfraz reglamentario que todos conocemos. Eso significa que, por primera vez, alguien ha sabido filmarlo debidamente. ¿Tal vez el problema que tenían los "Scream" precedentes era.... Wes Craven? Al fin y al cabo, ya entonces encajaba como un guante en el rol de "cineasta maduro hastiado de su vinculación con el género". En esta ocasión no dirige por razones obvias, de eso se encargan Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, responsables de una peli que parece gustar a todo el mundo menos a mi, "Noche de bodas". Tampoco el guion es de Kevin Williamson, sino de  James "Zodiac" Vanderbilt y Guy Busick quien, por cierto, ha escrito la nueva "Destino Final". Ambos se aferran bien fuerte, y con delectación, a los tropos de la franquicia. Si en las entregas previas se hacían "discursos" -tirando a críticos- sobre la nueva tendencia en cine de terror del momento, ahora toca meterle un -merecido- cachete a esa cosa aburrida y pedante que algunos llaman "terror elevado" (la única que me funciona del pack es "Midsommar"). Luego, la "friki" del grupo (que pal caso folla con otros coños, todo un cambio) suelta un "speech" muy logrado, y perfectamente medido, sobre el mentado fenómeno de la "recuelas". Uno que encaja mucho y muy bien en lo que cuenta la misma "Scream 2022".
Pues lo dicho, una cosa más o menos entretenida. Nada que nos haga vibrar, ni saltar del sillón (salvo algunos sustos que te funcionarán si no estás muy puesto en estas lides). Pero se deja ver y, sobre todo, devuelve cierta "dignidad" a la saga, una que no lucía desde 1996.

viernes, 4 de marzo de 2022

DIMORFO

Existe un director español cuya actividad se desarrolla mayormente a lo largo de los años 80, dejando a sus espaldas una filmografía absolutamente fascinante. Firmó sus trabajos bajo el seudónimo de Rodjara, abreviatura de sus apellidos ya que su nombre es Manuel Rodríguez Jara (aunque según la base de datos que consultemos, también se le acredita como Manuel Rodríguez Domínguez). Entre todos los trabajos que realizó (los cuales irán desfilando por aquí en su mayoría), destacan pequeñas comedietas clasificadas “S” y las películas de animación tanto infantiles cómo pornográficas. Pero si posee un título del que se habló en los mentideros de cinéfilos de internet de hace unos años, y que destacaba por tratarse de una película inencontrable y rarísima, esa es esta “Dimorfo”, ya no tan inencontrable —porque estas cosas dejan de ser inencontrables en el momento en que llega a manos de un tío que la sube a Internet—.
Se trata de una de las películas más marcianas del cine español.
Pero, si consultan reseñas en internet no se dejen engañar por lo que lean. Algunos juntaletras en su afán de destacar, de erigirse como descubridores de esa película que solo ellos han visto y que, por lo tanto, les hace pertenecer a una élite, a veces confunden velocidad con tocino y tildan un producto de obra maestra por el mero hecho de ser difícil de encontrar. “Dimorfo” es todo lo que queráis, pero no una obra maestra; es un film que bordea la serie Z más infame y con un discurso tan tonto e ingenuo que haría sonrojarse al más curtido, pero sí que es una película sorprendente que, a cada nuevo giro de guion, deja al espectador más perplejo de lo que ya estaba cuando comenzó a verla. Y justo por eso me ha maravillado como hacía tiempo que no me maravillaba una mala película.
Además, posee la virtud de, estando ambientada en los años 40, y gracias al ínfimo presupuesto, conseguir parecer que la acción transcurra en la edad media por culpa de un vestuario salido de váyanse ustedes a saber dónde, en el que predominan las camisas de manga ancha color pastel, los cinturones por encima de esas camisas y los cortes de pelo yeyés a la “Amelié”. A eso, súmenle cosas tan extrañas como que una de las principales protagonistas, una anciana, esté descaradamente interpretada por un hombre. Intentaré hacerles una sinopsis sin destriparles nada porque, en “Dimorfo”, nada es lo que parece ser y a poco que les cuente, si deciden verla, el spoiler haría que la película perdiera toda la gracia, que es mucha, y con ella ese efecto sorpresa con el que tanto he disfrutado durante su visionado.
En un lugar impreciso durante la segunda guerra mundial, un joven ermitaño y judío llamado Salomón se topa con otros judíos que huyen de un batallón de soldados nazis que están dándoles caza. Cuando uno de estos nazis dispara la pierna del ermitaño, le entra un terrible complejo de culpabilidad y decide dejarlo con vida. Pronto, el ermitaño será rescatado por un hombre de campo que le llevará a su casa, donde vive con su anciana madre y su esposa y, una vez allí, y como si de un culebrón venezolano se tratase, el joven revoluciona sexualmente esa casa. La esposa del campesino, harta de su marido, se acostará con nuestro protagonista justo antes de abandonar el hogar. Resulta que el marido pasó gran parte de su juventud en un psiquiátrico, y ella no lo soporta. Cuando esta se marcha, el campesino, salido como un mono, se encaprichará de Salomón y, en consecuencia, más de media película se la pasará acosando —y forzando— sexualmente a este, que esquiva sus envites por medio del discurso homófobo. No sirve de nada y son varias las intentonas de violación por parte del campesino, que incluso llegará a proclamarle su amor. Por si eso fuera poco, la madre de este necesita casarse con un hombre para poder acceder a la herencia que le dejó su marido, por lo que, dadas las circunstancias, Salomón es el más adecuado. A regañadientes accede al casorio, cuando a los pocos meses recibe la noticia de que su anciana esposa ha quedado embarazada, cosa que no puede ser porque el ermitaño no ha tenido sexo alguno con la señora. Todo se complicará de manera desmesurada, cuando esta mujer está a punto de dar a luz.
Si la sinopsis que les he hecho ya les parece extraña, espérense a ver la película y comprobar que, con los detalles que he omitido, esa extrañeza se multiplica por 10. Y cuando llega el final, ustedes igual que yo, se quedarán con la boca abierta y comprenderán absolutamente todo.
Lo curioso es que, con todas las dificultades que se le intuyen a la producción, con los problemas narrativos que posee y la tosquedad de las imágenes filmadas, por algún extraño motivo la cosa funciona y vemos la película con especial atención e interés, porque Rodjara, que también se ocupa del guion, consigue mantener el suspense, amén de generar sorpresas cada pocos minutos de metraje. Vamos, que le quedó entretenida de cojones. Además de que nos dejamos envolver por esa atmósfera tan enrarecida y malsana que contiene toda la película. Si solo por eso ya se sostiene, añádanle los problemas que suelen tener las películas de serie Z y que contribuyen a la carcajada del espectador. En este caso, sobreactuaciones soberbias por parte de los actores, interpretaciones infectas que se ven rarificadas por un doblaje profesional que le queda grande a la película, errores de raccord, narración confusa… lo tiene todo esta película, pero sobre todo destaco los diálogos, muchos, muy extensos, no del todo subnormales, pero completamente descacharrantes y haciendo a los personajes llegar a conclusiones que a día de hoy serían denunciables, mientras sueltan diatribas filosóficas que rozan el ridículo.
Cuando la película ha llegado a su fin, y esto no lo hacía desde tiempos inmemoriales, le he vuelto a dar al play para verla de nuevo. Desde luego, puede que “Dimorfo” sí que sea una obra maestra, una de las películas malas más sorprendentes que he consumido en mi vida —que por eso esta clase de productos tienen algo especial, porque te ofrecen algo inesperado, vivo, diferente— y que he disfrutado plenamente. Puede compartir podio con cosas como “Magic London”, o “El Asesino de muñecas” o “The Room” o “Una noche para descuartizar”… o cualquiera de las películas malas que se encuentran entre mis favoritas. Y descubrir una cosa así a estas alturas, es para mí un auténtico gustazo.
El reparto está compuesto por actores absolutamente desconocidos, y el papel principal lo aborda el propio director, Rodjara, que contaba con tan solo 21 años cuando realizó esta, su ópera prima. Dicen quienes trabajaron con él que se trataba de un tipo que se desvivía por su familia, que era extremadamente simpático y una persona estupenda.
Por supuesto, no solo “Dimorfo” es interesante; de la noche a la mañana, sin tener ni pajolera idea, Rodjara se apuntó a una academia para aprender animación y, tras tres días recibiendo clases, dijo que ya había comprendido los mecanismos de la animación y que no le hacía falta seguir asistiendo a clase para ponerse manos a la obra con su primera película de animación… y la hizo: “El pequeño vagabundo”, de la que pronto encontrarán una review por aquí. Porque la película de marras aún no se como será, pero la historia que hay detrás es fascinante.
En definitiva, que un gran descubrimiento para mí, y un tío rematadamente interesante este Rodjara. Y “Dimorfo”… ¡verla para creerla!
¡Ah! Y atención a los uniformes de los soldados nazis y sus cascos.

miércoles, 2 de marzo de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 8 (MAD MAX 2)

Terminaba verano del 82 y "Mad Max 2" llegaba a los cines de España. Nuestros amigos de la revista "Casablanca" se hacían eco de ello en dos ocasiones. Primero con la rueda de prensa del director, George Miller. Segundo, con la inevitable crítica de Don Miguel Marías quien, cómo no, se monta una paja mental tremenda para decir que "Mad Max 2" es inferior a su predecesora (se lamenta porque, asegura, nunca será reconocida como merece... ¡ja!). Hoy día sabemos de sobras que no es así, "Mad Max 2" es uno de los pocos ejemplos de segunda parte capaz de superar a la primera. Pero entonces estaba muy de moda decir aquello de "Nunca segundas partes fueron buenas".
Notar, como detalle fricoso, el fragmento en el que Marías agrupa una serie de títulos a los que califica de "productos poco respetables, de baja estofa, nulas pretensiones y moralidad dudosa" hoy día considerados -algunos- auténticos clásicos modernos del cine.
Para leer, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón. Luego griten todos al unísono: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!