viernes, 4 de marzo de 2022

DIMORFO

Existe un director español cuya actividad se desarrolla mayormente a lo largo de los años 80, dejando a sus espaldas una filmografía absolutamente fascinante. Firmó sus trabajos bajo el seudónimo de Rodjara, abreviatura de sus apellidos ya que su nombre es Manuel Rodríguez Jara (aunque según la base de datos que consultemos, también se le acredita como Manuel Rodríguez Domínguez). Entre todos los trabajos que realizó (los cuales irán desfilando por aquí en su mayoría), destacan pequeñas comedietas clasificadas “S” y las películas de animación tanto infantiles cómo pornográficas. Pero si posee un título del que se habló en los mentideros de cinéfilos de internet de hace unos años, y que destacaba por tratarse de una película inencontrable y rarísima, esa es esta “Dimorfo”, ya no tan inencontrable —porque estas cosas dejan de ser inencontrables en el momento en que llega a manos de un tío que la sube a Internet—.
Se trata de una de las películas más marcianas del cine español.
Pero, si consultan reseñas en internet no se dejen engañar por lo que lean. Algunos juntaletras en su afán de destacar, de erigirse como descubridores de esa película que solo ellos han visto y que, por lo tanto, les hace pertenecer a una élite, a veces confunden velocidad con tocino y tildan un producto de obra maestra por el mero hecho de ser difícil de encontrar. “Dimorfo” es todo lo que queráis, pero no una obra maestra; es un film que bordea la serie Z más infame y con un discurso tan tonto e ingenuo que haría sonrojarse al más curtido, pero sí que es una película sorprendente que, a cada nuevo giro de guion, deja al espectador más perplejo de lo que ya estaba cuando comenzó a verla. Y justo por eso me ha maravillado como hacía tiempo que no me maravillaba una mala película.
Además, posee la virtud de, estando ambientada en los años 40, y gracias al ínfimo presupuesto, conseguir parecer que la acción transcurra en la edad media por culpa de un vestuario salido de váyanse ustedes a saber dónde, en el que predominan las camisas de manga ancha color pastel, los cinturones por encima de esas camisas y los cortes de pelo yeyés a la “Amelié”. A eso, súmenle cosas tan extrañas como que una de las principales protagonistas, una anciana, esté descaradamente interpretada por un hombre. Intentaré hacerles una sinopsis sin destriparles nada porque, en “Dimorfo”, nada es lo que parece ser y a poco que les cuente, si deciden verla, el spoiler haría que la película perdiera toda la gracia, que es mucha, y con ella ese efecto sorpresa con el que tanto he disfrutado durante su visionado.
En un lugar impreciso durante la segunda guerra mundial, un joven ermitaño y judío llamado Salomón se topa con otros judíos que huyen de un batallón de soldados nazis que están dándoles caza. Cuando uno de estos nazis dispara la pierna del ermitaño, le entra un terrible complejo de culpabilidad y decide dejarlo con vida. Pronto, el ermitaño será rescatado por un hombre de campo que le llevará a su casa, donde vive con su anciana madre y su esposa y, una vez allí, y como si de un culebrón venezolano se tratase, el joven revoluciona sexualmente esa casa. La esposa del campesino, harta de su marido, se acostará con nuestro protagonista justo antes de abandonar el hogar. Resulta que el marido pasó gran parte de su juventud en un psiquiátrico, y ella no lo soporta. Cuando esta se marcha, el campesino, salido como un mono, se encaprichará de Salomón y, en consecuencia, más de media película se la pasará acosando —y forzando— sexualmente a este, que esquiva sus envites por medio del discurso homófobo. No sirve de nada y son varias las intentonas de violación por parte del campesino, que incluso llegará a proclamarle su amor. Por si eso fuera poco, la madre de este necesita casarse con un hombre para poder acceder a la herencia que le dejó su marido, por lo que, dadas las circunstancias, Salomón es el más adecuado. A regañadientes accede al casorio, cuando a los pocos meses recibe la noticia de que su anciana esposa ha quedado embarazada, cosa que no puede ser porque el ermitaño no ha tenido sexo alguno con la señora. Todo se complicará de manera desmesurada, cuando esta mujer está a punto de dar a luz.
Si la sinopsis que les he hecho ya les parece extraña, espérense a ver la película y comprobar que, con los detalles que he omitido, esa extrañeza se multiplica por 10. Y cuando llega el final, ustedes igual que yo, se quedarán con la boca abierta y comprenderán absolutamente todo.
Lo curioso es que, con todas las dificultades que se le intuyen a la producción, con los problemas narrativos que posee y la tosquedad de las imágenes filmadas, por algún extraño motivo la cosa funciona y vemos la película con especial atención e interés, porque Rodjara, que también se ocupa del guion, consigue mantener el suspense, amén de generar sorpresas cada pocos minutos de metraje. Vamos, que le quedó entretenida de cojones. Además de que nos dejamos envolver por esa atmósfera tan enrarecida y malsana que contiene toda la película. Si solo por eso ya se sostiene, añádanle los problemas que suelen tener las películas de serie Z y que contribuyen a la carcajada del espectador. En este caso, sobreactuaciones soberbias por parte de los actores, interpretaciones infectas que se ven rarificadas por un doblaje profesional que le queda grande a la película, errores de raccord, narración confusa… lo tiene todo esta película, pero sobre todo destaco los diálogos, muchos, muy extensos, no del todo subnormales, pero completamente descacharrantes y haciendo a los personajes llegar a conclusiones que a día de hoy serían denunciables, mientras sueltan diatribas filosóficas que rozan el ridículo.
Cuando la película ha llegado a su fin, y esto no lo hacía desde tiempos inmemoriales, le he vuelto a dar al play para verla de nuevo. Desde luego, puede que “Dimorfo” sí que sea una obra maestra, una de las películas malas más sorprendentes que he consumido en mi vida —que por eso esta clase de productos tienen algo especial, porque te ofrecen algo inesperado, vivo, diferente— y que he disfrutado plenamente. Puede compartir podio con cosas como “Magic London”, o “El Asesino de muñecas” o “The Room” o “Una noche para descuartizar”… o cualquiera de las películas malas que se encuentran entre mis favoritas. Y descubrir una cosa así a estas alturas, es para mí un auténtico gustazo.
El reparto está compuesto por actores absolutamente desconocidos, y el papel principal lo aborda el propio director, Rodjara, que contaba con tan solo 21 años cuando realizó esta, su ópera prima. Dicen quienes trabajaron con él que se trataba de un tipo que se desvivía por su familia, que era extremadamente simpático y una persona estupenda.
Por supuesto, no solo “Dimorfo” es interesante; de la noche a la mañana, sin tener ni pajolera idea, Rodjara se apuntó a una academia para aprender animación y, tras tres días recibiendo clases, dijo que ya había comprendido los mecanismos de la animación y que no le hacía falta seguir asistiendo a clase para ponerse manos a la obra con su primera película de animación… y la hizo: “El pequeño vagabundo”, de la que pronto encontrarán una review por aquí. Porque la película de marras aún no se como será, pero la historia que hay detrás es fascinante.
En definitiva, que un gran descubrimiento para mí, y un tío rematadamente interesante este Rodjara. Y “Dimorfo”… ¡verla para creerla!
¡Ah! Y atención a los uniformes de los soldados nazis y sus cascos.