Hoy en día, con el auge de las redes sociales es absolutamente normal (sobre todo en Tik Tok) que, navegando, nos topemos con alguna persona con algún tipo de deformidad rara que ha subido un vídeo. Normalizan su situación jactándose de ella e incluso haciendo mofa (y befa) de la misma, dejando su dignidad a un lado a cambio de un puñado de likes que, supongo, les beneficiarán de alguna manera, ya sea esta anímica o egolátrica. Las redes sociales se han convertido para la gente con deformidades extremas en poco más que un circo de freaks, como antiguamente, solo que esta vez se trata de un circo virtual y voluntario. Una muestra más de la evolución tecnológica a fin de cuentas.
Sin embargo en 1987, si uno quería ver gente con deformidades extremas no lo tenía tan fácil. De hecho era bastante complicado ya que esta gente tendía a esconderse para asegurarse un bien estar mínimo, confinándose en sus guaridas como si de alimañas se tratase —y no se que es peor, si ese confinamiento o la exposición mediática de hoy—. Como fuere, la presencia de uno de estos individuos siempre es rara y, como tal, incomoda a las personas sin ningún tipo de dolencia tanto como, desde una distancia prudencial, les atrae. Así que para satisfacer a unos y otros, el documentalista Kirby Dick, al que le encanta hacer documentales sobre afecciones raras (suyo es también “Sick: The life and dead of Bob Flanagan, Supermasochist”), se casca uno para la televisión, este “I am not a freak”, que en su afán de mostrarnos a varios de estos individuos desde la compasión, pero con todo el sensacionalismo posible, podíamos decir que se trata de un mondo —aunque no lo sea de manera expresa, según la base de datos que consultemos ya se le etiqueta así—, aunque su intención en principio sea más didáctica.
“I am not a freak” contextualiza el mundo de los circos de fenómenos para rápidamente pasar a retratarnos a seis individuos con deformidades extremas que, a través de sus testimonios o los de sus allegados, tratan de hacer comprender al espectador lo dura que es su lucha diaria (como si no nos la imagináramos antes de darle al play). Así, vemos entrevistas a un tipo con síndrome de Proteus (la misma deformidad que padecía John Merrick, El hombre elefante), otro que es solo tronco y que no tiene nada de cintura para abajo (y que camina con las manos) conocido como “El torso viviente”, el entonces considerado hombre más pequeño del mundo (y que yo diría que además padecía de espina bífida), un muchacho con progeria (la enfermedad esa tan chunga que te hace envejecer cuando aún eres bebé) y una obesa mórbida de 400 kilos llena de estigmas. Todo servido de manera muy seria y formal sin escatimar en primeros planos y recreaciones de cámara. Una vez consumidas las entrevistas, a modo de epílogo, veremos a todos nuestros protagonistas caminando en solitario de manera bucólica hacia la playa para allí, todos juntos, ofrecernos un plano general en el que estos hombres disfrutan de la vida, dan saltitos y hacen ranitas con piedras en la orilla del mar, casi como si de una postal de la tolerancia y las buenas intenciones se tratara, pero… ¡Falta la gorda! Se ve que sus 400 kilos eran difíciles de transportar, como para encima ponerla a saltar en la playa.
Desengañémonos; con el paso de los años este documental fue adquiriendo notoriedad y cierto culto, no porque tuviera un mensaje inclusivo o diera visibilidad a esta gente (que por cierto, a día de hoy deben estar ya todos muertos), si no por el puro morbo que suscita ver a todos estos deformados en su hábitat y de manera tan descarnada. Vamos, que en definitiva esto no es más que otro esos circos de fenómenos que en un principio el documental critica, esta vez para exhibirlos a través de la pantalla de televisión. Claro, al lado de lo que vemos en Tik Tok hoy en día, dicha exhibición se ha quedado liviana e incluso ingenua.
Más allá de eso, "I am not a freak" es serena, funcional e incluso en algunos momentos aburrida. Pero desde luego, desde el primer momento llama la atención, incluso casi cuarenta años después de haber sido concebida.
lunes, 27 de febrero de 2023
sábado, 25 de febrero de 2023
PAURA (DARIO ARGENTO)
Ahora que acabo de consumir las 384 páginas de "Paura", la autobiografía del célebre Dario Argento, si tiro de memoria para recuperar mis pasajes favoritos y/o + destacables, solo me vienen dos cosas: que Argento era un niño rico y todos los pasos importantes en su carrera los dio gracias a su padre (desde entrar como crítico de cine en un periódico, a conseguir financiación para su primer largometraje). Y que, con el fin de poner a raya a un fan acosador, recurrió a sus amigos / colaboradores Luigi Cozzi y Michele Soavi para que... ¡¡le dieran unas pocas hostias intimidatorias!! Y lo cuenta el propio Argento, así que será verdad. Chungo, ¿eh?
Del resto, poco recuerdo. Con eso no quiero decir que no me haya gustado. Para nada. Viene repleta de información, mucha honestidad por parte del cineasta (habla sin tapujos de algunos momentos vergonzantes de su existencia humana, entre los que debería figurar la pobre lagartija atravesada por un alfiler -todo real- en la aburridísima "Rojo Oscuro", pero, a pesar de mencionarlo, no entra en detalles) y gasta un ritmo acelerado. No aburre ni un segundo, aunque todo me ha resultado como bastante de manual. Sin más sorpresas que las expuestas en el párrafo de apertura.
Argento nos cuenta sus primigenios pasos en la vida, y solo se detiene en sus primeras ocho películas. Es decir, desde "El pájaro de las plumas de cristal" a "Inferno". Se siente orgulloso de ellas y es consciente de su buena prensa mundial, de ahí que se curre los respectivos capítulos narrando gestación, anécdotas del rodaje y posterior estreno. A partir de "Tenebre" va limitando más y más la información, hasta sus títulos recientes menos exitosos y mucho menos reconocidos, algunos de los cuales trata en cuatro líneas, como "El jugador". Y no me extraña. Sin hacer grandes esfuerzos literarios, canta como una almeja el deterioro creativo del cineasta. De autor ambicioso, repleto de ilusión, ganas e inquietudes, a mero artesano que asume su condición de "nombre de peso en el género del terror" y rueda como quien va al curre, ficha y se ve sumido en la más absoluta rutina.
De entre los seres queridos de Dario Argento, parece que la favorita sea su hija Asia, a la que menta continuamente, incluido cuando tocaba rodar escenas de desnudos y sexo, lo que no deja de resultar curioso... y un pelo perturbador.
El libro se detiene tras la terrible "Drácula 3D". Argento comenta que está currando en "The sandman", pero como saben nunca llegó a buen puerto. La reciente, y aséptica, "Occhiali neri" queda fuera.
Las citas cultas efectuadas por el cineasta son innumerables. Los artistas del pasado, escritores de categoría, pintores y arquitectos son sus grandes héroes. A la hora de abordar cineastas admirados, pues los de siempre (Hitchcock, Ford...) y otros que aún casan menos con el universo y la maneras de Argento, pero ahí están (Antonioni, Visconti...) Sé que es una tontería "decepcionarse" con eso, algo que ya tengo asumido y todos conocemos de sobras, pero no lo puedo evitar.
Recomiendo el libro a los fans del filmmaker por lo obvio, pero también a cualquier otro ser humano que busque lectura entretenida y cuya principal pasión en esta vida sea sentarse frente una pantalla en busca de sueños y evasión.
Del resto, poco recuerdo. Con eso no quiero decir que no me haya gustado. Para nada. Viene repleta de información, mucha honestidad por parte del cineasta (habla sin tapujos de algunos momentos vergonzantes de su existencia humana, entre los que debería figurar la pobre lagartija atravesada por un alfiler -todo real- en la aburridísima "Rojo Oscuro", pero, a pesar de mencionarlo, no entra en detalles) y gasta un ritmo acelerado. No aburre ni un segundo, aunque todo me ha resultado como bastante de manual. Sin más sorpresas que las expuestas en el párrafo de apertura.
Argento nos cuenta sus primigenios pasos en la vida, y solo se detiene en sus primeras ocho películas. Es decir, desde "El pájaro de las plumas de cristal" a "Inferno". Se siente orgulloso de ellas y es consciente de su buena prensa mundial, de ahí que se curre los respectivos capítulos narrando gestación, anécdotas del rodaje y posterior estreno. A partir de "Tenebre" va limitando más y más la información, hasta sus títulos recientes menos exitosos y mucho menos reconocidos, algunos de los cuales trata en cuatro líneas, como "El jugador". Y no me extraña. Sin hacer grandes esfuerzos literarios, canta como una almeja el deterioro creativo del cineasta. De autor ambicioso, repleto de ilusión, ganas e inquietudes, a mero artesano que asume su condición de "nombre de peso en el género del terror" y rueda como quien va al curre, ficha y se ve sumido en la más absoluta rutina.
De entre los seres queridos de Dario Argento, parece que la favorita sea su hija Asia, a la que menta continuamente, incluido cuando tocaba rodar escenas de desnudos y sexo, lo que no deja de resultar curioso... y un pelo perturbador.
El libro se detiene tras la terrible "Drácula 3D". Argento comenta que está currando en "The sandman", pero como saben nunca llegó a buen puerto. La reciente, y aséptica, "Occhiali neri" queda fuera.
Las citas cultas efectuadas por el cineasta son innumerables. Los artistas del pasado, escritores de categoría, pintores y arquitectos son sus grandes héroes. A la hora de abordar cineastas admirados, pues los de siempre (Hitchcock, Ford...) y otros que aún casan menos con el universo y la maneras de Argento, pero ahí están (Antonioni, Visconti...) Sé que es una tontería "decepcionarse" con eso, algo que ya tengo asumido y todos conocemos de sobras, pero no lo puedo evitar.
Recomiendo el libro a los fans del filmmaker por lo obvio, pero también a cualquier otro ser humano que busque lectura entretenida y cuya principal pasión en esta vida sea sentarse frente una pantalla en busca de sueños y evasión.
Naxo Fiol
viernes, 24 de febrero de 2023
THE DEVIL'S CARNIVAL
A Darryl Lynn Bousman, que venía de dirigir algunas de las secuelas de “Saw”, le salió medio rana un proyecto más o menos megalomaníaco titulado “Repo! The Genetic Opera”, un extraño y grotesco musical en torno a un futuro distópico y una epidemia, que aunque no fue un éxito rotundo sí hizo ganar al realizador algún que otro seguidor acérrimo a lo largo del mundo. Poco después puso todo su empeño en levantar una secuela de la franquicia “Leprechaun” de la cual era fan, tratando de llevar al duende al Oeste, pero no tuvo suerte a la hora de conseguir financiación y la idea se quedó como un proyecto que nunca se llegó a desarrollar.
Sin embargo, le había tomado el gusto al cine musical raro y, en 2012, con todo en su contra, decidió llevar a cabo la presente producción que, en la línea de “Repo! The Genetic Opera” se trataría asimismo de un musical pensado sobre todo para los fans de aquella. Decidió autofinanciarse esta cosa, “The Devil’s Carnival”, en la que reúne a prácticamente el mismo equipo, solo que se reducirían considerablemente los presupuestos. Los reduciría demasiado de hecho, ya que se trataba de su pasta y la idea era abordar una serie de películas que se financiarían con los beneficios de la anterior. Y por supuesto, su seguidores respondieron bien; irían a verla a los pases reducidos que el propio Bousman organizaría girando a lo largo y ancho del país, como si de un espectáculo de feria se tratase, y respondieron con la venta del Blu-Ray y la banda sonora puestos a la venta a tal efecto, así que se permitió rodar una segunda película con esos beneficios, que a diferencia de esta que dura 55 minutos, duraría una hora y treinta y cinco y gozaría de una mayor producción… Se titularía “Alleluia! The Devil’s Carnival”, pero de esta no les hablaré por aquí porque ya tuve bastante con la primera.
En este caso la película ambientaría su historia en un circo perteneciente al diablo en el que, inspirándose en las fábulas de Esopo, cada personaje narraría uno de los cuentos en esperpénticos numeritos musicales, mientras son observados por dios y el demonio.
El problema es que "The Devil´s Carnival" es tan pequeña, que tan solo se cuenta con una localización, una especie de pista central de circo en un único decorado y, básicamente, transcurre toda allí, por lo que no veremos en ningún momento las escenificaciones de esas fábulas, sino que las escucharemos narradas por boca de los actores que cantan, cantan y cantan, sin salir de la pista de circo. Casi estaría mejor como obra de teatro que como película —en el caso de que esto estuviera bien de algún modo—.
En cuanto al lado técnico, solvente, con montaje, unos FX infográficos de mierda por culpa de manejar la producción pocas perras y un diseño de producción pomposo y recargado que hace que le duelan a uno los ojos. Las canciones horrorosas, sin garra, malas… hacen que a uno le duelan los oídos.
En definitiva, una fantochada que yo supongo que los muy fans —que los hay— agradecerán sin duda, pero lo que es a mí no es que no me haya gustado, no es cuestión de gustos, es que considero “The Devil’s Carnival” una PUTA MIERDA. Con mayúsculas y con todas las letras. Un exceso estético y nada más. Por suerte el suplicio solo duró 55 minutos.
En el reparto, habituales de Bousman como el pobrecillo de Paul Sorvino haciendo de Dios, Bill Moseley haciendo de un mago extrañísimo —al que dice que interpretó basándose en ¡Roger Rabbit!— o Sean Patrick Flanery.
Un medianía, de lo peorcito que ha pasado por este blog.
Sin embargo, le había tomado el gusto al cine musical raro y, en 2012, con todo en su contra, decidió llevar a cabo la presente producción que, en la línea de “Repo! The Genetic Opera” se trataría asimismo de un musical pensado sobre todo para los fans de aquella. Decidió autofinanciarse esta cosa, “The Devil’s Carnival”, en la que reúne a prácticamente el mismo equipo, solo que se reducirían considerablemente los presupuestos. Los reduciría demasiado de hecho, ya que se trataba de su pasta y la idea era abordar una serie de películas que se financiarían con los beneficios de la anterior. Y por supuesto, su seguidores respondieron bien; irían a verla a los pases reducidos que el propio Bousman organizaría girando a lo largo y ancho del país, como si de un espectáculo de feria se tratase, y respondieron con la venta del Blu-Ray y la banda sonora puestos a la venta a tal efecto, así que se permitió rodar una segunda película con esos beneficios, que a diferencia de esta que dura 55 minutos, duraría una hora y treinta y cinco y gozaría de una mayor producción… Se titularía “Alleluia! The Devil’s Carnival”, pero de esta no les hablaré por aquí porque ya tuve bastante con la primera.
En este caso la película ambientaría su historia en un circo perteneciente al diablo en el que, inspirándose en las fábulas de Esopo, cada personaje narraría uno de los cuentos en esperpénticos numeritos musicales, mientras son observados por dios y el demonio.
El problema es que "The Devil´s Carnival" es tan pequeña, que tan solo se cuenta con una localización, una especie de pista central de circo en un único decorado y, básicamente, transcurre toda allí, por lo que no veremos en ningún momento las escenificaciones de esas fábulas, sino que las escucharemos narradas por boca de los actores que cantan, cantan y cantan, sin salir de la pista de circo. Casi estaría mejor como obra de teatro que como película —en el caso de que esto estuviera bien de algún modo—.
En cuanto al lado técnico, solvente, con montaje, unos FX infográficos de mierda por culpa de manejar la producción pocas perras y un diseño de producción pomposo y recargado que hace que le duelan a uno los ojos. Las canciones horrorosas, sin garra, malas… hacen que a uno le duelan los oídos.
En definitiva, una fantochada que yo supongo que los muy fans —que los hay— agradecerán sin duda, pero lo que es a mí no es que no me haya gustado, no es cuestión de gustos, es que considero “The Devil’s Carnival” una PUTA MIERDA. Con mayúsculas y con todas las letras. Un exceso estético y nada más. Por suerte el suplicio solo duró 55 minutos.
En el reparto, habituales de Bousman como el pobrecillo de Paul Sorvino haciendo de Dios, Bill Moseley haciendo de un mago extrañísimo —al que dice que interpretó basándose en ¡Roger Rabbit!— o Sean Patrick Flanery.
Un medianía, de lo peorcito que ha pasado por este blog.
Victor Olid
lunes, 20 de febrero de 2023
COAL BLACK AND DE SEBBEN DWARFS
Ojeando una de las muchas revistillas sobre cine de ciencia ficción que tiene mi cuñado Andy en San Francisco, quedé fascinado por unos bocetos que mostraban una suerte de personajes de animación que, claramente, representaban el estereotipo racista estadounidense, el coon. Pero tenían muy buena pinta y decidí indagar un poco más en este tema y ver ese producto.
Resulta que los bocetos pertenecen, como bien se lee en uno de ellos, al cortometraje de “Merrie Melodies” de la Warner Bros “Black Coal and de Sebben Dwarfs”, pronunciado literalmente como se supone que hablan esos negros asalvajados que nos enseña el corto.
Se trata de una parodia libre de “Blancanieves y los siete enanitos” que nace un poco como revulsivo al largometraje de Disney, y que sin mucho que ver con el cuento original, y a ritmo de Jazz, nos muestra a una serie de negros cantando y bailando durante poco más de seis minutos. Estos negros aparecen representados como vagos, holgazanes, con gruesos labios y dentaduras de oro, mostrados en pantalla yo diría que incluso con saña. También aparece una negra (la propia Coal Black del título) con culo respingón totalmente sexualizada y puesta ahí para poner cachondo al personal.
El cortometraje de 1943, dirigido por Bob Clampett, se incluyó en la lista que a los yankees gusta en llamar “The Censored Eleven” y que incluye otros diez cortometrajes más de “Looney Tunes” y de “Merrie Melodies” —ambas series de Warner— retirados de su distribución por contenido violento, propagandístico o racista, quedando, en consecuencia, prohibida su emisión en televisión o cualquier otro medio de difusión.
La paradoja está en que muchos de estos cortometrajes, y en particular este de “Black Coal and de Sebben Dwarfs” son considerados obras maestras. Incluso, historiadores de cine y expertos en dibujos animados nombran este corto como una de las mejores piezas de animación de la historia. Asimismo, es puesto como ejemplo en las clases de animación americanas, para que los alumnos estudien el corto y aprendan la técnica.
Por supuesto, el cortometraje es racista a más no poder y claramente ofensivo, pero no está exento de cierta inocencia y, como solía decir Whoopi Goldberg en la introducción de las ediciones de algunos de estos cortos para DVDs de la Warner: “Comprendan ustedes que estas obras pertenecen a otro tiempo y otra sociedad y que son parte de la historia”. No pasa nada por verlos.
Disfruten de los bocetos, que son una maravilla.
Resulta que los bocetos pertenecen, como bien se lee en uno de ellos, al cortometraje de “Merrie Melodies” de la Warner Bros “Black Coal and de Sebben Dwarfs”, pronunciado literalmente como se supone que hablan esos negros asalvajados que nos enseña el corto.
Se trata de una parodia libre de “Blancanieves y los siete enanitos” que nace un poco como revulsivo al largometraje de Disney, y que sin mucho que ver con el cuento original, y a ritmo de Jazz, nos muestra a una serie de negros cantando y bailando durante poco más de seis minutos. Estos negros aparecen representados como vagos, holgazanes, con gruesos labios y dentaduras de oro, mostrados en pantalla yo diría que incluso con saña. También aparece una negra (la propia Coal Black del título) con culo respingón totalmente sexualizada y puesta ahí para poner cachondo al personal.
El cortometraje de 1943, dirigido por Bob Clampett, se incluyó en la lista que a los yankees gusta en llamar “The Censored Eleven” y que incluye otros diez cortometrajes más de “Looney Tunes” y de “Merrie Melodies” —ambas series de Warner— retirados de su distribución por contenido violento, propagandístico o racista, quedando, en consecuencia, prohibida su emisión en televisión o cualquier otro medio de difusión.
La paradoja está en que muchos de estos cortometrajes, y en particular este de “Black Coal and de Sebben Dwarfs” son considerados obras maestras. Incluso, historiadores de cine y expertos en dibujos animados nombran este corto como una de las mejores piezas de animación de la historia. Asimismo, es puesto como ejemplo en las clases de animación americanas, para que los alumnos estudien el corto y aprendan la técnica.
Por supuesto, el cortometraje es racista a más no poder y claramente ofensivo, pero no está exento de cierta inocencia y, como solía decir Whoopi Goldberg en la introducción de las ediciones de algunos de estos cortos para DVDs de la Warner: “Comprendan ustedes que estas obras pertenecen a otro tiempo y otra sociedad y que son parte de la historia”. No pasa nada por verlos.
Disfruten de los bocetos, que son una maravilla.
Victor Olid
sábado, 18 de febrero de 2023
PHANTOMS
En sus primeros pinitos, Ben Affleck daba el pego como jovenzuelo sufriendo alguna clase de crisis romántica o de identidad, pero si lo metías encabezando un reparto en plan estrella o semi-héroe de acción, comenzaban a aflorar todas sus limitaciones. Una sosería, una falta de carisma, y una limitadísima colección de expresiones faciales que daban grima. Es algo que detecté recientemente tras revisar la flojita-pero-pasable "Operación Reno". Viéndola se me despertó el recuerdo de "Phantoms", producidas ambas por la discutible "Dimension Films", compañía creada por los hermanos Weinstein y centrada exclusivamente en producir un tipo de cine que detestaban (de género, básicamente)
Pasé de consumir "Phantoms" en salas y fui directo al alquiler. Como ya ocurría con muchas, y sigue ocurriendo, arrastraba fama de ser un mojón de cuidado, risible. Una vez apretado el "Play", lo que vi no me pareció tan terrible. Especialmente esos primeros 30 minutos con los que, incluso, pasé algo de miedo. Miedito, si lo prefieren. Luego sí, la cosa se desmadra y pierde enteros. Pero el arranque molaba. Con tal idea anclada en el cerebelo, volví a verla unos años después y, esa vez, no me funcionó. Así que, como se suele decir, a la tercera va la vencida. Y eso ocurrió ayer noche.
Un par de jovenzuelas, y un grupo de policías, recalan en un pueblo inexplicablemente desierto situado en medio de las montañas. A este misterio hay que añadir la presencia de algún que otro cadáver, de imprevistos apagones, extraños ruidos en plena noche y un bicho de aterrador aspecto. ¿¿Qué demonios está pasando??. Puede que la clave resida en el nombre que alguien dejó escrito en un espejo y hace referencia a, por un lado, una maldad infinita de abstracta presencia y, por otro, el tipo que habló de ella en una sucia revista sensacionalista.
Normalmente el cine norteamericano adscrito al terror hace gala de un mismo defecto: Comienza muy bien, con una trama interesante que te atrapa y entretiene a lo largo de, pongamos, 45 o 60 minutos, hasta que, llegado un punto, los autores del guion, el director y demás peña implicada se ven incapaces de seguir. Cuando toca aclarar el misterio, resolverlo, todo cae en picado y te deja mal sabor de boca. Bien, el caso de "Phantoms" es ese mismo, salvo por un detalle: Se desploma bastante antes de lo habitual. La respuesta al enigma es un pelo confusa y no funciona. Los estallidos de efectos especiales -tan inevitables ya entonces- cargan las tintas de lo que en principio era suspense puro. Y la resolución es de manual. Vamos, que sin alcanzar el nivel de ñorda, queda como una cosilla tirando a mediocre, visible si no tienes nada mejor que hacer.
Siendo como era una producción de 1998, su estreno coincidió con el auge del "nuevo slasher" impulsado por el éxito de "Scream, vigila quien llama", no en balde parida por "Dimension Films" (y compartiendo parte del reparto) Cosa esta delatada por el póster original. Los que estuvieron allí recordarán que el film de Wes Craven impuso ese diseño basado en anteponer el -guapo- rostro de los protagonistas a cualquier otro elemento.
Escribe el reconocido autor de terrores Dean R. Koontz, quien adapta su propia novela. Dirige Joe Chapelle, que venía de rodar la espantoide "Halloween: La maldición de Michael Myers" y no haría gran cosa más, terminando con sus huesos en la tele. Si se fijan en los créditos finales, descubrirán un agradecimiento a Peter Jackson y "un tal" Bud Cardos como uno de los transportistas. Según "la secretaria" sí se trata de ESE Bud Cardos, quien se supone ejerció como tal en una larga lista de títulos. Curioso.
Las influencias en "Phantoms" de otras películas previas y mejores cantan como una almeja, tenemos "La Cosa", "El terror no tiene forma" y el "gag" final parece la combinación perfecta entre los desenlaces de "Aullidos" y "En los límites de la realidad".
Completan el reparto un cargante Liev Schreiber, una morbosa Rose McGowan y un Peter O´Toole totalmente desubicado (más incluso que en esta ocasión). En cuanto a Ben Affleck, la madurez le ha beneficiado en todos los aspectos, tanto física como interpretativamente.
Pasé de consumir "Phantoms" en salas y fui directo al alquiler. Como ya ocurría con muchas, y sigue ocurriendo, arrastraba fama de ser un mojón de cuidado, risible. Una vez apretado el "Play", lo que vi no me pareció tan terrible. Especialmente esos primeros 30 minutos con los que, incluso, pasé algo de miedo. Miedito, si lo prefieren. Luego sí, la cosa se desmadra y pierde enteros. Pero el arranque molaba. Con tal idea anclada en el cerebelo, volví a verla unos años después y, esa vez, no me funcionó. Así que, como se suele decir, a la tercera va la vencida. Y eso ocurrió ayer noche.
Un par de jovenzuelas, y un grupo de policías, recalan en un pueblo inexplicablemente desierto situado en medio de las montañas. A este misterio hay que añadir la presencia de algún que otro cadáver, de imprevistos apagones, extraños ruidos en plena noche y un bicho de aterrador aspecto. ¿¿Qué demonios está pasando??. Puede que la clave resida en el nombre que alguien dejó escrito en un espejo y hace referencia a, por un lado, una maldad infinita de abstracta presencia y, por otro, el tipo que habló de ella en una sucia revista sensacionalista.
Normalmente el cine norteamericano adscrito al terror hace gala de un mismo defecto: Comienza muy bien, con una trama interesante que te atrapa y entretiene a lo largo de, pongamos, 45 o 60 minutos, hasta que, llegado un punto, los autores del guion, el director y demás peña implicada se ven incapaces de seguir. Cuando toca aclarar el misterio, resolverlo, todo cae en picado y te deja mal sabor de boca. Bien, el caso de "Phantoms" es ese mismo, salvo por un detalle: Se desploma bastante antes de lo habitual. La respuesta al enigma es un pelo confusa y no funciona. Los estallidos de efectos especiales -tan inevitables ya entonces- cargan las tintas de lo que en principio era suspense puro. Y la resolución es de manual. Vamos, que sin alcanzar el nivel de ñorda, queda como una cosilla tirando a mediocre, visible si no tienes nada mejor que hacer.
Siendo como era una producción de 1998, su estreno coincidió con el auge del "nuevo slasher" impulsado por el éxito de "Scream, vigila quien llama", no en balde parida por "Dimension Films" (y compartiendo parte del reparto) Cosa esta delatada por el póster original. Los que estuvieron allí recordarán que el film de Wes Craven impuso ese diseño basado en anteponer el -guapo- rostro de los protagonistas a cualquier otro elemento.
Escribe el reconocido autor de terrores Dean R. Koontz, quien adapta su propia novela. Dirige Joe Chapelle, que venía de rodar la espantoide "Halloween: La maldición de Michael Myers" y no haría gran cosa más, terminando con sus huesos en la tele. Si se fijan en los créditos finales, descubrirán un agradecimiento a Peter Jackson y "un tal" Bud Cardos como uno de los transportistas. Según "la secretaria" sí se trata de ESE Bud Cardos, quien se supone ejerció como tal en una larga lista de títulos. Curioso.
Las influencias en "Phantoms" de otras películas previas y mejores cantan como una almeja, tenemos "La Cosa", "El terror no tiene forma" y el "gag" final parece la combinación perfecta entre los desenlaces de "Aullidos" y "En los límites de la realidad".
Completan el reparto un cargante Liev Schreiber, una morbosa Rose McGowan y un Peter O´Toole totalmente desubicado (más incluso que en esta ocasión). En cuanto a Ben Affleck, la madurez le ha beneficiado en todos los aspectos, tanto física como interpretativamente.
Naxo Fiol
viernes, 17 de febrero de 2023
EXCLUSIVELY YOURS
Mike Finch es uno de tantísimos directores amateur de la era del MySpace. Y digo uno de tantos porque, con la democratización de los materiales audiovisuales, y a tiempo vista, me doy cuenta de que si podíamos considerar el genuino cine amateur un subgénero, es uno que recientemente ha fallecido y que a mediados de los 2000 tuvo su momento de mayor repercusión y bonanza.
Actualmente, la figura del cineasta amateur ha muerto porque con el acceso a la tecnología y las maneras de llegar al público en Internet ha provocado una criba natural, es decir, los jóvenes con inquietudes audiovisuales hoy en día se han decantado por crear contenidos como youtubers o tiktokers, que es lo que consume el público y lo que, en cierto modo, da pasta.
El cine convencional está respirando sus últimos estertores, así que imagínense el amateurismo. Hoy carece de valor hacer una película en vídeo porque todo el mundo tiene un dispositivo HD en el bolsillo y es absurdo hacer un corto o un largo cuando es más fácil grabarte el careto cagándote en dios y subirlo a la red rápidamente. La respuesta es inmediata. Ergo, la figura del cineasta amateur está en vías de extinción. O al menos la de aquellos que buscaran algo más que satisfacer sus pulsiones creativas; en lo relativo al reconocimiento o popularidad que se pudiera obtener a través del medio, es mucho más fácil y obvio tirar por la vía virtual.
Sin embargo a mediados de la década de 2000 no había avanzado tanto la tecnología y estaba todo lleno de cineastas amateur y bloggers —hoy también en vías de extinción por razones idénticas a las del cine amateur—. De hecho existía una suerte de red social primigenia de escasa utilidad llamada MySpace que, en principio, volvía loca a la gente. Los aspirantes a creadores se abrían un MySpace con cualquier excusa, de hecho, me apostaría la vida a que muchos de los cineastas amateur de aquella época lo eran solamente porque aún no existía el concepto “youtuber” y necesitaban una excusa para incluir contenido en su MySpace. Y Mike Finch, director de este “Exclusively Yours”, tiene pinta de ser uno de esos, un directorcito de la era MySpace.
Finch tenía su propia productora, Magicpantz, y operaba en 2007 en MySpace. Rodó esta película, promocionó su productora en la red social de marras y, una vez lanzada en formato DVD-R, nunca más se supo de él. De hecho, encontrar algo de información del susodicho después de entonces es una tarea harto difícil.
Y todo parece indicar que este tipo usó la red social para autopromocionarse, hizo la película con la misma intención —la de hacerse famoso— y como no lo consiguió, su proyecto fue languideciendo hasta desaparecer, ergo, rodó una película con el fin de tener contenidos con los que poder actualizar su MySpace. Si el Mike Finch de 2007 fuera un joven a día de hoy, no habría hecho una película amateur, sino que se habría hecho youtuber (o peor todavía, director amateur reciclado a youtuber) porque es el medio natural de estos individuos.
¿La película? Muy mala. Influenciado por Mike Judge y su “Trabajo basura”, Finch se casca una comedia negra rodada en un solo escenario (una oficina improvisada con atrezzo de aquí y de allá) en torno a la vida en ambiente oficinista donde el muy osado, además de dirigir y de componer la banda sonora, se casca ¡tres papeles distintos como protagonista! Vamos, un “yo me lo guiso, yo me lo como” en toda regla. La cosa circula alrededor de las envidias de unos y de otros en la oficina o el mal trato que reciben los cargos menores por parte del jefe. Todo conversaciones eternas, todo grabado sin chispa alguna y montado con demasiada poca destreza. El aburrimiento se apodera de uno a los pocos minutos de película y lo único que podemos decir a su favor es que es demasiado tosca, demasiado cruda, demasiado amateur. Pero la película entera carece de alma y se nota que no hay ni un ápice de afición (pasión) en el material grabado. Mecánica. Robotizada… al fin y al cabo es un producto concebido para mantener vivo un MySpace…
Desde luego, verla es hacer un esfuerzo porque ni tan siquiera suscita algo de curiosidad, pero del mismo modo que no se le niega un cigarrillo a un condenado a muerte, no le niego un visionado a un producto al que probablemente todo el mundo se lo negará. Y he aquí, por los restos, mi respectiva reseña.
Como Mike Finch descubra que un individuo en España ha puesto verde su película (y puesto en tela de juicio el amateurismo internacional en general suscitado por ella) 15 años después de haberla rodado, va a flipar colorines.
Actualmente, la figura del cineasta amateur ha muerto porque con el acceso a la tecnología y las maneras de llegar al público en Internet ha provocado una criba natural, es decir, los jóvenes con inquietudes audiovisuales hoy en día se han decantado por crear contenidos como youtubers o tiktokers, que es lo que consume el público y lo que, en cierto modo, da pasta.
El cine convencional está respirando sus últimos estertores, así que imagínense el amateurismo. Hoy carece de valor hacer una película en vídeo porque todo el mundo tiene un dispositivo HD en el bolsillo y es absurdo hacer un corto o un largo cuando es más fácil grabarte el careto cagándote en dios y subirlo a la red rápidamente. La respuesta es inmediata. Ergo, la figura del cineasta amateur está en vías de extinción. O al menos la de aquellos que buscaran algo más que satisfacer sus pulsiones creativas; en lo relativo al reconocimiento o popularidad que se pudiera obtener a través del medio, es mucho más fácil y obvio tirar por la vía virtual.
Sin embargo a mediados de la década de 2000 no había avanzado tanto la tecnología y estaba todo lleno de cineastas amateur y bloggers —hoy también en vías de extinción por razones idénticas a las del cine amateur—. De hecho existía una suerte de red social primigenia de escasa utilidad llamada MySpace que, en principio, volvía loca a la gente. Los aspirantes a creadores se abrían un MySpace con cualquier excusa, de hecho, me apostaría la vida a que muchos de los cineastas amateur de aquella época lo eran solamente porque aún no existía el concepto “youtuber” y necesitaban una excusa para incluir contenido en su MySpace. Y Mike Finch, director de este “Exclusively Yours”, tiene pinta de ser uno de esos, un directorcito de la era MySpace.
Finch tenía su propia productora, Magicpantz, y operaba en 2007 en MySpace. Rodó esta película, promocionó su productora en la red social de marras y, una vez lanzada en formato DVD-R, nunca más se supo de él. De hecho, encontrar algo de información del susodicho después de entonces es una tarea harto difícil.
Y todo parece indicar que este tipo usó la red social para autopromocionarse, hizo la película con la misma intención —la de hacerse famoso— y como no lo consiguió, su proyecto fue languideciendo hasta desaparecer, ergo, rodó una película con el fin de tener contenidos con los que poder actualizar su MySpace. Si el Mike Finch de 2007 fuera un joven a día de hoy, no habría hecho una película amateur, sino que se habría hecho youtuber (o peor todavía, director amateur reciclado a youtuber) porque es el medio natural de estos individuos.
¿La película? Muy mala. Influenciado por Mike Judge y su “Trabajo basura”, Finch se casca una comedia negra rodada en un solo escenario (una oficina improvisada con atrezzo de aquí y de allá) en torno a la vida en ambiente oficinista donde el muy osado, además de dirigir y de componer la banda sonora, se casca ¡tres papeles distintos como protagonista! Vamos, un “yo me lo guiso, yo me lo como” en toda regla. La cosa circula alrededor de las envidias de unos y de otros en la oficina o el mal trato que reciben los cargos menores por parte del jefe. Todo conversaciones eternas, todo grabado sin chispa alguna y montado con demasiada poca destreza. El aburrimiento se apodera de uno a los pocos minutos de película y lo único que podemos decir a su favor es que es demasiado tosca, demasiado cruda, demasiado amateur. Pero la película entera carece de alma y se nota que no hay ni un ápice de afición (pasión) en el material grabado. Mecánica. Robotizada… al fin y al cabo es un producto concebido para mantener vivo un MySpace…
Desde luego, verla es hacer un esfuerzo porque ni tan siquiera suscita algo de curiosidad, pero del mismo modo que no se le niega un cigarrillo a un condenado a muerte, no le niego un visionado a un producto al que probablemente todo el mundo se lo negará. Y he aquí, por los restos, mi respectiva reseña.
Como Mike Finch descubra que un individuo en España ha puesto verde su película (y puesto en tela de juicio el amateurismo internacional en general suscitado por ella) 15 años después de haberla rodado, va a flipar colorines.
Victor Olid
lunes, 13 de febrero de 2023
EL SECRETO DE LA OUIJA
Pequeño clásico de horror mexicano del mítico Rubén Galindo Jr. que gozó de cierta popularidad en su momento porque, llegado a nuestros videoclubs poco después del estreno de “Witchboard” que supuso un moderado éxito, canibalizaba el póster teatral de esta haciendo pensar a un montón de incautos que se trataba de la misma película. Nada más lejos, y aunque en cierto modo “El secreto de la ouija” se mira un poquito en el film de Kevin Tenney, en realidad se trata de un expolio en toda regla de las películas de “Pesadilla en Elm Street” con las que guarda mayor parecido —entre otras cosas porque Galindo plagia sin pudor— y que nos presenta a una suerte de villano sobrenatural llamado Virgyl, que según la publicidad de su versión original mexicana titulada “Dimensiones ocultas”, es “más peligroso que Freddy y Jason juntos”.
“El secreto de la ouija” se concibió para ser exportada al mercado internacional, por eso se rodó en inglés, con un par de actores americanos (el resto purito mexicanos) y se optó por hacerla parecer norteamericana, ambientada en California, dando el pego en todo momento salvo por algún cartel que aparece por ahí con su texto en español y por la presencia del galán de telenovelas Roberto Palazuelos que tiene un rol importante en la cinta, y al que por aquí ya teníamos visto de cuando los culebrones se pusieron de moda.
El híbrido entre “Witchboard” y “Pesadilla en Elm Street” cuenta la historia de Michael, un joven rubio y con mullet que cumple 17 años y que, durante la festividad, es obligado por sus amigotes a usar la tabla ouija. Esto desencadena que una fuerza del mal surja pareciendo poseer a Michael, que en sueños intuye las muertes de sus amigos, pronto asesinados en la vida real. Todo parece indicar que el autor de los crímenes es el propio Michael, pero descubriremos que en realidad se trata de una fuerza del mal llamada Virgyl dispuesta a tomar forma corpórea. El final de “El secreto de la ouija” es de todo menos predecible.
Por otro lado cobra fuerza la subtrama de corte romántico con el enamoramiento de Michael y una chica que conoce en su cumple, Alexandra, que al margen de si es poderosamente hortera o si le regala rosas de plástico a la chica, llama la atención porque ella ¡Es uniceja! La actriz, Gabriela Hassel, es muy guapa pero con algo de hipertricosis (la enfermedad de los hombres lobo, es decir, exceso de vello), y nos muestra una única ceja muy poblada, que puede que en cierto modo llegue a tener su morbo, pero que no es normal ver en el cine. Como fuere, celebramos el no uso de la cera depilatoria.
Lo curioso de “El secreto de la ouija”, “Don’t Panic” en su versión anglosajona, es que teniendo todas las papeletas para ser una basura infecta no está demasiado mal, precisamente por el intento de la producción de hacerla parecer una película de mayor presupuesto, entonces, con unos FX artesanales bastante resultones y un funcional entretenimiento, únicamente resulta cutre porque el prota, que acaba de cumplir 17 años y está con las hormonas desatadas, luce durante más de media película un pijama con dinosaurios de colorines que, desde luego, no es acorde con la edad del personaje. Y sí, tiene algún momento para la risa involuntaria pero, a grandes rasgos, es una película que le hace a uno pasar un buen rato y con momentos de terror que, si bien no acaban de funcionar del todo, al menos están dignamente rodados.
El prota, que a veces recuerda a William Katt, es un actor americano llamado Jon Michael Bischof que debutaba para la gran pantalla con esta película, si bien su carrera no llegó a dar más de un par de títulos además de este, todos mexicanos y del circulo de los Galindo. Curiosamente, Bischof es el compositor de las bandas sonoras tanto de esta película como de “Ratas nocturnas”, otro clásico tex-mex o “Ladrones de tumbas”.
En cuanto al director, Rubén Galindo Jr. ya saben, siguió los pasos de papá en cine de celuloide en los 80, se pasó al video home en los 90 y se dedica a la televisión en los locos años 20 del nuevo milenio. Suya es, por supuesto, “Cementerio del terror”.
“El secreto de la ouija” se concibió para ser exportada al mercado internacional, por eso se rodó en inglés, con un par de actores americanos (el resto purito mexicanos) y se optó por hacerla parecer norteamericana, ambientada en California, dando el pego en todo momento salvo por algún cartel que aparece por ahí con su texto en español y por la presencia del galán de telenovelas Roberto Palazuelos que tiene un rol importante en la cinta, y al que por aquí ya teníamos visto de cuando los culebrones se pusieron de moda.
El híbrido entre “Witchboard” y “Pesadilla en Elm Street” cuenta la historia de Michael, un joven rubio y con mullet que cumple 17 años y que, durante la festividad, es obligado por sus amigotes a usar la tabla ouija. Esto desencadena que una fuerza del mal surja pareciendo poseer a Michael, que en sueños intuye las muertes de sus amigos, pronto asesinados en la vida real. Todo parece indicar que el autor de los crímenes es el propio Michael, pero descubriremos que en realidad se trata de una fuerza del mal llamada Virgyl dispuesta a tomar forma corpórea. El final de “El secreto de la ouija” es de todo menos predecible.
Por otro lado cobra fuerza la subtrama de corte romántico con el enamoramiento de Michael y una chica que conoce en su cumple, Alexandra, que al margen de si es poderosamente hortera o si le regala rosas de plástico a la chica, llama la atención porque ella ¡Es uniceja! La actriz, Gabriela Hassel, es muy guapa pero con algo de hipertricosis (la enfermedad de los hombres lobo, es decir, exceso de vello), y nos muestra una única ceja muy poblada, que puede que en cierto modo llegue a tener su morbo, pero que no es normal ver en el cine. Como fuere, celebramos el no uso de la cera depilatoria.
Lo curioso de “El secreto de la ouija”, “Don’t Panic” en su versión anglosajona, es que teniendo todas las papeletas para ser una basura infecta no está demasiado mal, precisamente por el intento de la producción de hacerla parecer una película de mayor presupuesto, entonces, con unos FX artesanales bastante resultones y un funcional entretenimiento, únicamente resulta cutre porque el prota, que acaba de cumplir 17 años y está con las hormonas desatadas, luce durante más de media película un pijama con dinosaurios de colorines que, desde luego, no es acorde con la edad del personaje. Y sí, tiene algún momento para la risa involuntaria pero, a grandes rasgos, es una película que le hace a uno pasar un buen rato y con momentos de terror que, si bien no acaban de funcionar del todo, al menos están dignamente rodados.
El prota, que a veces recuerda a William Katt, es un actor americano llamado Jon Michael Bischof que debutaba para la gran pantalla con esta película, si bien su carrera no llegó a dar más de un par de títulos además de este, todos mexicanos y del circulo de los Galindo. Curiosamente, Bischof es el compositor de las bandas sonoras tanto de esta película como de “Ratas nocturnas”, otro clásico tex-mex o “Ladrones de tumbas”.
En cuanto al director, Rubén Galindo Jr. ya saben, siguió los pasos de papá en cine de celuloide en los 80, se pasó al video home en los 90 y se dedica a la televisión en los locos años 20 del nuevo milenio. Suya es, por supuesto, “Cementerio del terror”.
Victor Olid
sábado, 11 de febrero de 2023
EL ABISMO DEL INFIERNO
Un cura desesperado intenta matar a un niño con una misteriosa marca en el pecho, pero la policía se lo impide a tiros. Treinta y pico años después, el niño ya crecido se presenta en un siniestro monasterio digno de "El nombre de la rosa" como supuesto exorcista. Digo supuesto porque en realidad está ahí para investigar la desaparición de siete mujeres. Obviamente el lugar esconde un secreto muy truculento. Nada más instalarse, comenzará a sufrir visiones siniestras.
Teniendo en cuenta la murga que nos han dado estos últimos tiempos con mediocridades sobrevaloradas como "M3gan", "Smile", "Black Phone" o "X", parece de lo más injusto que "El abismo del infierno" siga siendo tirando a muy ignota. Casi desconocida. ¿Porque lleva el sello Netflix? ¿porque viene facturada desde Polonia? Lo desconozco. Lo que sí tengo claro es que, en lo que a mi respecta, es el film de terror más digno, notable y -en parte- refrescante que vi a lo largo del 2022. No destaca por su originalidad, pero sí aporta un no se qué distinto y muy agradecido, además de una realización solvente, un nivel técnico bien alto, una atmósfera lograda, efectos especiales estupendos, una seriedad gélida y, en fin, que me sorprendió. Comencé a verla sin saber donde me metía (además, el cartel era muy feo, tal y como ustedes mismos pueden corroborar... casi parece el de un producto andino) y eso siempre ayuda. Antes de escribir esto la consumí por segunda vez, y sigo pensando exactamente igual. La recomiendo. Y el final está cojonudo.
El título original suena tan exótico como "Ostatnia wieczerza", lo mismo que el nombre del co-guionista y director, Bartosz M. Kowalski. Curiosamente es responsable de dos mediocridades olvidables de regusto retro como "Nadie duerme en el bosque esta noche" y su secuela. Gracias a "El abismo del infierno" se las perdono. Estaré atento a lo próximo que haga.
Y por si aún dudan, les dejo dos capturas bien guapas del film...
Teniendo en cuenta la murga que nos han dado estos últimos tiempos con mediocridades sobrevaloradas como "M3gan", "Smile", "Black Phone" o "X", parece de lo más injusto que "El abismo del infierno" siga siendo tirando a muy ignota. Casi desconocida. ¿Porque lleva el sello Netflix? ¿porque viene facturada desde Polonia? Lo desconozco. Lo que sí tengo claro es que, en lo que a mi respecta, es el film de terror más digno, notable y -en parte- refrescante que vi a lo largo del 2022. No destaca por su originalidad, pero sí aporta un no se qué distinto y muy agradecido, además de una realización solvente, un nivel técnico bien alto, una atmósfera lograda, efectos especiales estupendos, una seriedad gélida y, en fin, que me sorprendió. Comencé a verla sin saber donde me metía (además, el cartel era muy feo, tal y como ustedes mismos pueden corroborar... casi parece el de un producto andino) y eso siempre ayuda. Antes de escribir esto la consumí por segunda vez, y sigo pensando exactamente igual. La recomiendo. Y el final está cojonudo.
El título original suena tan exótico como "Ostatnia wieczerza", lo mismo que el nombre del co-guionista y director, Bartosz M. Kowalski. Curiosamente es responsable de dos mediocridades olvidables de regusto retro como "Nadie duerme en el bosque esta noche" y su secuela. Gracias a "El abismo del infierno" se las perdono. Estaré atento a lo próximo que haga.
Y por si aún dudan, les dejo dos capturas bien guapas del film...
Naxo Fiol
viernes, 10 de febrero de 2023
EL COLEGIO DE SATÁN
Uno de los telefilmes de terror de los 70 más queridos por el público especializado. Emitido en “Movie of the Week” de la ABC en 1973, “El colegio de Satán” es recordado en el imaginario popular estadounidense con la misma intensidad y pasión con la que se recuerda en España la emisión de “La Cabina” de Mercero. Miles de espectadores americanos se acojonaron ante sus televisores aquella noche de Sábado al tiempo que se deleitaban con el palmito de Kate Jackson, popular por ser una de “Los Ángeles de Charlie”.
Un buen día la policía se encuentra a una joven ahorcada en su casa. La hermana de esta asegura que en realidad la chica no tenía motivos para quitarse la vida, por eso, decidirá investigar por su cuenta y riesgo. De este modo, se matriculará en la misma escuela en la que estudiaba su hermana. Una vez allí, diversos sucesos la llevan a investigar más todavía, hasta descubrir que muchas de las alumnas de esa escuela y, sobre todo, un profesor, practican ritos satánicos que traerán, para todos, inesperadas consecuencias.
No dudo que en pleno 1973 esta película causara cierto impacto entre los telespectadores e incluso, puede que “El colegio de Satán” fuera una influencia para más de un cineasta contemporáneo —diría que hay bastante de ella en “La casa del diablo” de Ti West, que la mejora—, pero lo cierto es que esto, con ese ritmo denso, esa cadencia lógicamente televisiva, es un tostón de mucho cuidado. Yo definiría esta película diciendo que se trata de una historia en la que, básicamente, un grupo de jovencitas caminan de noche por el interior de un colegio. Hasta los minutos finales no pasa nada, y cuando pasa, nada de lo que sucede es para tanto.
No obstante entiendo perfectamente la buena consideración que se la tiene y detecto, con todo su coñazo intrínseco, el ejercicio de estilo que en un momento dado esta película pueda llegar a ser, pero, lo siento, esta “Satan’s School for Girls” (que es su título original) no está hecha en absoluto para mí.
David Lowell Rich, que dirige el asunto, es un experimentado realizador de telefilmes que habiendo dedicado toda una vida al medio televisivo, todavía le quedó tiempo para hacer algunos trabajos cuyo destino eran las salas cinematográficas, por ejemplo “Aeropuerto 80” o “El golfo de San Francisco”, que gozaron de cierto relumbrón.
“El colegio de Satán” le debe el título a su edición videográfica en nuestro país, aunque también se la conoce bajo el nombre con el que fue emitida en su momento en televisión que, sin duda, es mucho más sugestivo que el elegido para ilustrar esta entrada: “Escuela satánica para señoritas”.
Un buen día la policía se encuentra a una joven ahorcada en su casa. La hermana de esta asegura que en realidad la chica no tenía motivos para quitarse la vida, por eso, decidirá investigar por su cuenta y riesgo. De este modo, se matriculará en la misma escuela en la que estudiaba su hermana. Una vez allí, diversos sucesos la llevan a investigar más todavía, hasta descubrir que muchas de las alumnas de esa escuela y, sobre todo, un profesor, practican ritos satánicos que traerán, para todos, inesperadas consecuencias.
No dudo que en pleno 1973 esta película causara cierto impacto entre los telespectadores e incluso, puede que “El colegio de Satán” fuera una influencia para más de un cineasta contemporáneo —diría que hay bastante de ella en “La casa del diablo” de Ti West, que la mejora—, pero lo cierto es que esto, con ese ritmo denso, esa cadencia lógicamente televisiva, es un tostón de mucho cuidado. Yo definiría esta película diciendo que se trata de una historia en la que, básicamente, un grupo de jovencitas caminan de noche por el interior de un colegio. Hasta los minutos finales no pasa nada, y cuando pasa, nada de lo que sucede es para tanto.
No obstante entiendo perfectamente la buena consideración que se la tiene y detecto, con todo su coñazo intrínseco, el ejercicio de estilo que en un momento dado esta película pueda llegar a ser, pero, lo siento, esta “Satan’s School for Girls” (que es su título original) no está hecha en absoluto para mí.
David Lowell Rich, que dirige el asunto, es un experimentado realizador de telefilmes que habiendo dedicado toda una vida al medio televisivo, todavía le quedó tiempo para hacer algunos trabajos cuyo destino eran las salas cinematográficas, por ejemplo “Aeropuerto 80” o “El golfo de San Francisco”, que gozaron de cierto relumbrón.
“El colegio de Satán” le debe el título a su edición videográfica en nuestro país, aunque también se la conoce bajo el nombre con el que fue emitida en su momento en televisión que, sin duda, es mucho más sugestivo que el elegido para ilustrar esta entrada: “Escuela satánica para señoritas”.
Victor Olid
lunes, 6 de febrero de 2023
EFFIL4ZAGGIN: THE ONLY HOME VIDEO
En el momento de mayor popularidad de NWA, el grupo más peligroso del mundo según ellos mismos, y en un tiempo en el que el videoclip estaba en auge y otros rappers como Ice-T lanzaban, además de sus respectivos álbumes, cintas en VHS en la que aglutinaban el grueso de los vídeoclips del elepé de marras (en el caso de Ice-T, lanzó la versión audiovisual de su “O.G. Original Gangster”, es decir, una cinta con la totalidad de las canciones del álbum en versión videoclip), a los de Compton se les ocurrió sumarse a aquella moda en tiempos convulsos de fama, y en un momento en el que los ánimos estaban alterados tras la marcha de Ice Cube, que fue el más listo del grupo y, al comprobar que su manager Jerry Heller les estaba timando, se fue de NWA de mala manera. El “Efil4Zaggin” (Niggaz 4 life leído al revés) fue un excelente álbum que no se vendió mal en absoluto, pero que presagiaba el inevitable final de la formación. En esa tesitura, de su último elepé, NWA rodaron tan solo tres videoclips que apenas fueron emitidos por televisión y que, tampoco tuvieron la repercusión deseada, pese a que el disco se vendía solo. La versión vídeo de esta aventura se traduciría en esta cinta: “Efil4Zaggin: The Only Home Video” y, desde luego, resulta un documento de lo más interesante. Se trata de lanzar formato vídeo los tres videclips rodados para ese álbum, pero como era poco material para meter en una cinta, lo rellenan con grabaciones caseras realizadas por los propios componentes del grupo, de esta manera, entre vídeo y vídeo vemos lo que ocurría entre bastidores, sesiones de grabación, cómo se hicieron los videoclips y demás material a partir de los Hi-8 de Eazy-E, MC Ren y Yella (Dr. Dre no solía ir armado de vídeo cámara). Con lo cual vemos a los raperos en su propio ambiente y comportándose como auténticos mastuerzos. Incluso incluyen un pequeño corto guerrillero en el que algún amigo de ellos, interpreta a Ice Cube, y recrean cómo abandonó el grupo según la versión de estos, en plan de mofa, e involucrando al propio Jerry Heller que fue quién más echó en falta a Ice Cube cuando se marchó.
Todo ello montado de manera dinámica, haciendo acompañar las imágenes con distintas canciones del disco en ciernes. Cobra especial interés el poder ver en primer término, las fiestas que, como estrellas del rap que eran, organizaban en la piscina de alguna mansión hollywoodiense, donde podemos ver a todo el mundo en su salsa y, sobre todo, el comportamiento de las groupies que campan por allí, y que no dudan en poner cachondo al personal, bañarse con una camiseta blanca, arrancársela al borde de la piscina, quitarse el bikini y acabar abriéndose de patas para que todos pudieran ver sus vaginas esplendorosas. Cuando no, las vemos practicando felaciones a miembros del staff de la banda. Las cámaras de los raperos se recrean en estos actos y tiran de zoom que da gusto. Lo curioso de todo el asunto, es el look del Hi-8, y, teniendo en cuenta que lo que esas cámaras capturan es una vida de lujo y exceso, la textura de ese vídeo noventero hace parecer a todo aquello de lo más sórdido, y en lugar de contemplar riqueza y bonanza, da la sensación que seamos testigos de todo lo contrario.
La cinta apareció en un momento en el que NWA ya estaba casi disuelto por toda suerte de acontecimientos y tan solo se distribuyó un número limitado de copias de la cinta, motivo por el que durante décadas fue un objeto difícil de conseguir. Hasta que se reeditó de nuevo, de aquella manera, en DVD y llegó Internet y, en consecuencia, todo se volvió fácil.
Muy interesante, sobre todo para fans de la banda. Al resto del mundo, este experimento se la puede traer floja.
Dirigen y montan muy hábilmente todo ese material casero, Mark Gerard y Donovan. El primero se dedicó posteriormente al material audiovisual para raperos, y el segundo se quedó para la parte técnica del sonido de algún corto y para esto. Sin mayor trascendencia.
Victor Olid
sábado, 4 de febrero de 2023
SPACE KID
Nos adentramos en el tan querido como detestado terreno SOV. Y procedemos con honores, hablando de uno de sus nombres más característicos, veteranos y constantes, Donald Farmer.
Farmer se inició como editor de fanzines con "The Splatter Times", que le valió para colarse en la prensa especializada profesional, escribir en algunas cabeceras muy respetadas e incluso asistir a rodajes de títulos considerados hoy grandes clásicos, como "El día de los muertos" (donde hizo de zombie) o "Terroríficamente muertos". En 1987 decide llevar adelante su sueño, rodar un largometraje. Pero lo hace como se estilaba entonces en las catacumbas del cine de más baja alcurnia, es decir, grabando en vídeo una cutrez tan agresivamente exploitation como para bautizarla "Cannibal Hookers", "Putas Caníbales", con sangre y -sobre todo- tetas por doquier. Funciona tan bien que sigue por la misma senda a base de horrendeces del calibre de "Demon Queen" (cuya caratula usa la misma ilustración vista en el cartel de "La invasión de los zombies atómicos"), "Scream Dream", se pasa a los 16 mm con "Vampire Cop", dirige una secuela directa de "La violencia del sexo" en la que interpreta a uno de los violadores -"Savage Vengeance"- e incluso lanza documentales como "Invasion of the Scream Queens" o "The bizarre world of Jess Franco", uno de sus héroes.
Metido de lleno en los 90, Donald Farmer comienza a cambiar un poco el chip, abandonando la más radical explotación cutre salchichera al apostar por otros géneros como el thriller, la acción o el ¡drama histórico con regusto a western! Es en medio de este vendaval cuando se entera que una señora quiere invertir en una película para críos. Corre a escribir el guion de una cosa titulada "Space Kid". Lo presenta y recibe el ok. Así, Farmer, tras chorrocientos largos repletos de "sex and violence" se pone manos a la obra con -parafraseando a los Monty Python- algo completamente diferente, una de/con niños repelentes. Eso sí, en lo que respecta al "cómo" y al "de qué manera", poca cosa cambia, ya que será parida en formato Betacam, de modo totalmente amateur.
La historia no tiene mucha complejidad. Huyendo de un malhechor armado, una mamá alien se sacrifica para que su retoño suba a una nave y ponga rumbo a la tierra. Cuando aterrice, se hará amigo de una niña (no queda ni rastro del posible trauma que se supone propio de ver a tu madre aniquilada ante tus ojos) y juntos vivirán una serie de aventurillas (en diminutivo, porque tampoco dan para mucho), entre ellas huir de unos "men in black", tratar con una presentadora de televisión en busca de un éxito, con una "seño" de lo más borde, una canguro igual de gilipollas o un profesor ansioso por acreditarse como descubridor del niño espacial (diríase que no hay ningún personaje adulto -terrestre- positivo).
Todo ello parido a lo... pues eso, totalmente casero. Con secuencias de cháchara plano contra plano en las que, muy evidentemente, cada actor está en un lugar y espacio temporal distinto. Aunque se esfuerzan, se nota que sueltan los diálogos así como de carrerilla, robóticamente. Tal vez la mejor sea la niña protagonista. Del mocoso galáctico destaco su careto, lo suficientemente raro para resultar creíble. Y las escenas de naves y tal, pues sacadas de otra película (con tan mala pata que llegamos a ver una "marca de agua" en el material original)
Rajar de algo como "Space Kid" sería injusto. Su naturaleza nos induce a ser compasivos y comprensivos. Porque, además, no deja de ser una rareza tremenda. Quiero decir, esta clase de basura parida en vídeo suele tirar de, pues ya saben, desnudos, violencia, humor grueso, guiños "frikis", esas mierdas. Localizar una como la reseñada, de intenciones tan blancas y puras, destinada a benjamines, no es tan habitual. E, inevitablemente, nos recuerda a otros perros verdes como este, este o este. Por todo ello, lógicamente no encontró distribución oficial, limitándose a unas pocas copias en dvd-r vendidas por el mismo Donald Farmer a través de su página web. Así permanecía hasta que, hace poco, el mismo baranda que recuperó la nunca exhibida "Timesweep (Tiempo Muerto)" montando un pase online, hizo tres cuartos de lo mismo con "Space Kid". Y yo, que estoy torrao, me desperté a las 2 de la madrugada para verla, previa introducción del mismo Señor Farmer. ¿Por qué les cuento esto? Pues sitúense. A esas horas, recién despierto, tumbado en la cama con una manta cubriéndome hasta las napias, vi "Space Kid" sin dormirme. Ni siquiera entrecerrar los ojos. Eso significa algo. Sí, que únicamente dura 50 minutos. Pero también que tiene un ritmo considerable y se sigue ni que sea curiosamente por su condición de marcianada.
¿Y Donald Farmer? Pues a partir de los 2000, consciente de su leyenda, y que su tímido acercamiento a cierta profesionalidad formaba ya parte del pasado, regresó al terror chusco de manera previsiblemente oportuna con cosas de zombies, participando en películas episódicas de tirón retro, apuntándose a las irritantes tendencias modernas a base de tiburones ("Shark Exorcist") o tornados chorras ("Catnado"... sí, CATnado... imaginen el resultado), y ya en plan decadencia total, auto-referenciándose (con "Cannibal Cop" + "Hooker with a hacksaw") o remakeando sus "clásicos" como "Cannibal Hookers" o, muy recientemente, "Savage Vengeance".
Everything is patéticamente entrañable.
Farmer se inició como editor de fanzines con "The Splatter Times", que le valió para colarse en la prensa especializada profesional, escribir en algunas cabeceras muy respetadas e incluso asistir a rodajes de títulos considerados hoy grandes clásicos, como "El día de los muertos" (donde hizo de zombie) o "Terroríficamente muertos". En 1987 decide llevar adelante su sueño, rodar un largometraje. Pero lo hace como se estilaba entonces en las catacumbas del cine de más baja alcurnia, es decir, grabando en vídeo una cutrez tan agresivamente exploitation como para bautizarla "Cannibal Hookers", "Putas Caníbales", con sangre y -sobre todo- tetas por doquier. Funciona tan bien que sigue por la misma senda a base de horrendeces del calibre de "Demon Queen" (cuya caratula usa la misma ilustración vista en el cartel de "La invasión de los zombies atómicos"), "Scream Dream", se pasa a los 16 mm con "Vampire Cop", dirige una secuela directa de "La violencia del sexo" en la que interpreta a uno de los violadores -"Savage Vengeance"- e incluso lanza documentales como "Invasion of the Scream Queens" o "The bizarre world of Jess Franco", uno de sus héroes.
Metido de lleno en los 90, Donald Farmer comienza a cambiar un poco el chip, abandonando la más radical explotación cutre salchichera al apostar por otros géneros como el thriller, la acción o el ¡drama histórico con regusto a western! Es en medio de este vendaval cuando se entera que una señora quiere invertir en una película para críos. Corre a escribir el guion de una cosa titulada "Space Kid". Lo presenta y recibe el ok. Así, Farmer, tras chorrocientos largos repletos de "sex and violence" se pone manos a la obra con -parafraseando a los Monty Python- algo completamente diferente, una de/con niños repelentes. Eso sí, en lo que respecta al "cómo" y al "de qué manera", poca cosa cambia, ya que será parida en formato Betacam, de modo totalmente amateur.
La historia no tiene mucha complejidad. Huyendo de un malhechor armado, una mamá alien se sacrifica para que su retoño suba a una nave y ponga rumbo a la tierra. Cuando aterrice, se hará amigo de una niña (no queda ni rastro del posible trauma que se supone propio de ver a tu madre aniquilada ante tus ojos) y juntos vivirán una serie de aventurillas (en diminutivo, porque tampoco dan para mucho), entre ellas huir de unos "men in black", tratar con una presentadora de televisión en busca de un éxito, con una "seño" de lo más borde, una canguro igual de gilipollas o un profesor ansioso por acreditarse como descubridor del niño espacial (diríase que no hay ningún personaje adulto -terrestre- positivo).
Todo ello parido a lo... pues eso, totalmente casero. Con secuencias de cháchara plano contra plano en las que, muy evidentemente, cada actor está en un lugar y espacio temporal distinto. Aunque se esfuerzan, se nota que sueltan los diálogos así como de carrerilla, robóticamente. Tal vez la mejor sea la niña protagonista. Del mocoso galáctico destaco su careto, lo suficientemente raro para resultar creíble. Y las escenas de naves y tal, pues sacadas de otra película (con tan mala pata que llegamos a ver una "marca de agua" en el material original)
Rajar de algo como "Space Kid" sería injusto. Su naturaleza nos induce a ser compasivos y comprensivos. Porque, además, no deja de ser una rareza tremenda. Quiero decir, esta clase de basura parida en vídeo suele tirar de, pues ya saben, desnudos, violencia, humor grueso, guiños "frikis", esas mierdas. Localizar una como la reseñada, de intenciones tan blancas y puras, destinada a benjamines, no es tan habitual. E, inevitablemente, nos recuerda a otros perros verdes como este, este o este. Por todo ello, lógicamente no encontró distribución oficial, limitándose a unas pocas copias en dvd-r vendidas por el mismo Donald Farmer a través de su página web. Así permanecía hasta que, hace poco, el mismo baranda que recuperó la nunca exhibida "Timesweep (Tiempo Muerto)" montando un pase online, hizo tres cuartos de lo mismo con "Space Kid". Y yo, que estoy torrao, me desperté a las 2 de la madrugada para verla, previa introducción del mismo Señor Farmer. ¿Por qué les cuento esto? Pues sitúense. A esas horas, recién despierto, tumbado en la cama con una manta cubriéndome hasta las napias, vi "Space Kid" sin dormirme. Ni siquiera entrecerrar los ojos. Eso significa algo. Sí, que únicamente dura 50 minutos. Pero también que tiene un ritmo considerable y se sigue ni que sea curiosamente por su condición de marcianada.
¿Y Donald Farmer? Pues a partir de los 2000, consciente de su leyenda, y que su tímido acercamiento a cierta profesionalidad formaba ya parte del pasado, regresó al terror chusco de manera previsiblemente oportuna con cosas de zombies, participando en películas episódicas de tirón retro, apuntándose a las irritantes tendencias modernas a base de tiburones ("Shark Exorcist") o tornados chorras ("Catnado"... sí, CATnado... imaginen el resultado), y ya en plan decadencia total, auto-referenciándose (con "Cannibal Cop" + "Hooker with a hacksaw") o remakeando sus "clásicos" como "Cannibal Hookers" o, muy recientemente, "Savage Vengeance".
Everything is patéticamente entrañable.
Naxo Fiol
viernes, 3 de febrero de 2023
KILLER RACK
Una de mis películas de serie Z favoritas es esa maravilla llena de mocos, sangre y efectos especiales sorprendentemente efectivos que es “Despedazator”. Una película con cierto culto y con un director, Greg Lamberson, que no se prodigó en demasía hasta que en 2010 le dio por expoliarse a sí mismo, rodando una secuela de la película por la que era reconocido a nivel internacional, trayendo de este modo la muy fallida “Slime City Massacre”, que dentro de lo malo llamaba la atención por tratarse de una continuación con un tono demasiado serio, aunque era bastante mala.
Como fuere, desde “Despedazator”, Lamberson en realidad no ha parado quieto y ha ido combinando sus labores como novelista y director del Buffalo Dreams Fantastic Film Festival de Nueva York, con la realización de películas de bajo presupuesto que ha ido soltando con cuentagotas. Y por supuesto, aunque “Despedazator” fue una maravillosa odisea en 16 mm, Lamberson pronto sería, de manera coherente y natural, pasto del formato vídeo.
El caso es que yo le tenía por un director más o menos personal, con un estilo característico e incluso a tener en cuenta dentro del cine de horror de corte marginal, cuando haciendo un pequeño seguimiento de su persona para ver en qué se había metido en los últimos años, me topo con la presente “Killer Rack” de 2015 y le pierdo absolutamente el respeto; no es posible que el director de algo tan desagradable y oscuro como “Despedazator” se haya convertido en un directorcillo de cine gore de cachondeo, irritante, mongólico y discípulo directo de la Troma —de hecho “Killer Rack” cuenta con un papel principal para, como no, Lloyd Kaufman—.
Se trata de una película rodada prácticamente para contentar a seguidores y acólitos del Buffalo Dreams Fantastic Festival y de la que se hicieron una serie de pegatinas promocionales cuyos beneficios irían destinados a una asociación que lucha contra el cáncer de mama, cosa que suena totalmente a cachondeo porque el estúpido argumento de “Killer Rack” gira en torno a unos implantes de silicona asesinos. Sí, el bueno de Lamberson se apunta a esa tendencia absurda de hacer películas sobre objetos inanimados que asesinan gente. Lo peor a lo que se podría haber apuntado.
Así, “Killer Rack” cuenta la historia de una muchacha totalmente acomplejada (interpretada por una deliciosa actriz llamada Jessica Zwolack) que un buen día decide someterse a una operación de aumento de pecho. Aunque su médico el Dr. Foin (Lloyd Kaufman en su salsa y soltando toda suerte de chistes tontos) le recomienda que no lo haga, esta hace caso omiso y es intervenida por una cirujana llamada Cate Thulu, en realidad una especie de científica loca obsesionada con las criaturas de Lovecraft, que le pone dos tetas del tamaño de dos balones de reglamento. En consecuencia, la autoestima de nuestra protagonista crece y comenzará a seducir hombres, pero todo se torcerá cuando descubre que lo que le ha puesto la cirujana son dos implantes con sed de sangre que se comerán a todo aquel que ose juguetear con ellos. Todo servido de manera desenfadada, festiva y en tono de cachondeo, lanzando el mensaje de que uno debe aceptarse a sí mismo tal como es, y que las intervenciones estéticas no traen nada bueno.
Pues muy mal. Uno no llega a aburrirse del todo, pero la película entera es una colección de clichés, actores amateurs que sobreactuan de manera intencionada, chascarrillos fáciles y tonterías varias que sirven para contentar a ese tipo de espectador gordo, granudo y con olor a pipas de girasol, que pulula por las convenciones de cine fantástico y aplaude todo lo que contenga sangre e higadillos, aunque en esencia la película que los contenga sea una puta mierda. Y para colmo, “Killer Rack” tiene un par de guiños, lógicamente, a “Despedazator”, tan mal introducidos que incluso el espectador más avezado tendrá que hacer un esfuerzo para detectarlos.
Lo dicho, el peor tipo de película que podía haber hecho Greg Lamberson. Suficiente para que yo pueda perder el interés por este director de por vida.
Sin embargo, observo que Lamberson está como muy activo en la presente década y que ha rodado unas cuantas películas, todas de bajo —bajísimo— presupuesto, dentro de los parámetros del fantástico y no parece ser que se haya decantado únicamente por esta línea humorística-salvaje, sino que hay de todo, y su última película hasta la fecha, “Widow’s Point”, parece ser todo lo contrario a esta, una de fantasmas eminentemente seria.
La verdad es que encontrar una película de Greg Lamberson conlleva siempre cierta dificultad, pero pese al escollo este de las tetas asesinas, si encuentro alguna más, le daré una oportunidad al director, aunque solo sea porque “Despedazator” me cae muy bien.
Como fuere, desde “Despedazator”, Lamberson en realidad no ha parado quieto y ha ido combinando sus labores como novelista y director del Buffalo Dreams Fantastic Film Festival de Nueva York, con la realización de películas de bajo presupuesto que ha ido soltando con cuentagotas. Y por supuesto, aunque “Despedazator” fue una maravillosa odisea en 16 mm, Lamberson pronto sería, de manera coherente y natural, pasto del formato vídeo.
El caso es que yo le tenía por un director más o menos personal, con un estilo característico e incluso a tener en cuenta dentro del cine de horror de corte marginal, cuando haciendo un pequeño seguimiento de su persona para ver en qué se había metido en los últimos años, me topo con la presente “Killer Rack” de 2015 y le pierdo absolutamente el respeto; no es posible que el director de algo tan desagradable y oscuro como “Despedazator” se haya convertido en un directorcillo de cine gore de cachondeo, irritante, mongólico y discípulo directo de la Troma —de hecho “Killer Rack” cuenta con un papel principal para, como no, Lloyd Kaufman—.
Se trata de una película rodada prácticamente para contentar a seguidores y acólitos del Buffalo Dreams Fantastic Festival y de la que se hicieron una serie de pegatinas promocionales cuyos beneficios irían destinados a una asociación que lucha contra el cáncer de mama, cosa que suena totalmente a cachondeo porque el estúpido argumento de “Killer Rack” gira en torno a unos implantes de silicona asesinos. Sí, el bueno de Lamberson se apunta a esa tendencia absurda de hacer películas sobre objetos inanimados que asesinan gente. Lo peor a lo que se podría haber apuntado.
Así, “Killer Rack” cuenta la historia de una muchacha totalmente acomplejada (interpretada por una deliciosa actriz llamada Jessica Zwolack) que un buen día decide someterse a una operación de aumento de pecho. Aunque su médico el Dr. Foin (Lloyd Kaufman en su salsa y soltando toda suerte de chistes tontos) le recomienda que no lo haga, esta hace caso omiso y es intervenida por una cirujana llamada Cate Thulu, en realidad una especie de científica loca obsesionada con las criaturas de Lovecraft, que le pone dos tetas del tamaño de dos balones de reglamento. En consecuencia, la autoestima de nuestra protagonista crece y comenzará a seducir hombres, pero todo se torcerá cuando descubre que lo que le ha puesto la cirujana son dos implantes con sed de sangre que se comerán a todo aquel que ose juguetear con ellos. Todo servido de manera desenfadada, festiva y en tono de cachondeo, lanzando el mensaje de que uno debe aceptarse a sí mismo tal como es, y que las intervenciones estéticas no traen nada bueno.
Pues muy mal. Uno no llega a aburrirse del todo, pero la película entera es una colección de clichés, actores amateurs que sobreactuan de manera intencionada, chascarrillos fáciles y tonterías varias que sirven para contentar a ese tipo de espectador gordo, granudo y con olor a pipas de girasol, que pulula por las convenciones de cine fantástico y aplaude todo lo que contenga sangre e higadillos, aunque en esencia la película que los contenga sea una puta mierda. Y para colmo, “Killer Rack” tiene un par de guiños, lógicamente, a “Despedazator”, tan mal introducidos que incluso el espectador más avezado tendrá que hacer un esfuerzo para detectarlos.
Lo dicho, el peor tipo de película que podía haber hecho Greg Lamberson. Suficiente para que yo pueda perder el interés por este director de por vida.
Sin embargo, observo que Lamberson está como muy activo en la presente década y que ha rodado unas cuantas películas, todas de bajo —bajísimo— presupuesto, dentro de los parámetros del fantástico y no parece ser que se haya decantado únicamente por esta línea humorística-salvaje, sino que hay de todo, y su última película hasta la fecha, “Widow’s Point”, parece ser todo lo contrario a esta, una de fantasmas eminentemente seria.
La verdad es que encontrar una película de Greg Lamberson conlleva siempre cierta dificultad, pero pese al escollo este de las tetas asesinas, si encuentro alguna más, le daré una oportunidad al director, aunque solo sea porque “Despedazator” me cae muy bien.
Victor Olid