sábado, 18 de mayo de 2024

CASADA CON TODOS

Entre su etapa "exploiter", bajo la tutela de Roger Corman, y la reconversión a director de prestigio con "El silencio de los corderos" (así como una posterior decadencia tras sendas películas fracasadas, antes de su triste fallecimiento en 2017), Jonathan Demme rodó varias comedias. Dos más o menos románticas, sin caer en baboserías. Quizás la más exitosa, o de culto, sea "Algo Salvaje". Nunca acabé de congeniar con ella. A mi me gustaba justo la que venía después.... y antes de las archifamosas desventuras de Hannibal Lecter, "Casada con todos" o "Married to the Mob" en versión original (es decir, "Casada con la mafia"). Me encantaba de chaval. Incluso compré la banda sonora trufada de un puñado de "hits" muy de su década, destacando a "New Order", Deborah Harry en solitario o "The Feelies". ¿Y cuál es esa década? fácil deducción: los ochenta. Concretamente 1988. Tal vez, por encontrarse ya en su recta final, la explosión de "tics ochenteros" en "Casada con todos" resulta abrumadora. Sobre todo estéticamente. Haría las delicias de todos esos posmodernos que se encabezonan en recrearla sin haberla conocido realmente, a base de excesos de laca y colores chillones.
Angela está casada con Frank, un mafioso que aspira a escalar puestos en la familia. A diferencia del resto de esposas del clan, es muy infeliz. Quiere huir de semejante vida, pero no puede. Hasta que el capo, Tony, pilla a Frank follándose a su amante y se lo carga. Así, Angela aprovecha para comenzar de cero, a base de piso cutre y curro cutre. Obviamente, Tony la seguirá con intención de convertirla en su nueva amiguita. Pero no es el único, un par de agentes del FBI van igualmente tras ella. A base de casualidades y equívocos, uno de estos, el ambicioso -y amante de los felinos- Mike, conocerá a Angela en lo personal y nacerá el amor.... hasta que la chica descubre el pastel y todo se lía que da gusto.
Hacía años que no veía "Casada con todos". Recordé su existencia, se la pedí a un amigo, me la mandó y le di al "Play" con miedo de que ya no me funcionara igual. Falsa alarma. Por suerte, disfruté del visionado como un cochinillo. Sí, estamos ante una comedia romántica, pero nada que ver con la basura que lleva haciéndose desde hace años en su nombre. Aquí el rollo amoroso no empalaga, es hasta tierno. Y se mezcla con muchos momentos de un humor algo alocado (destacando los arrebatos desquiciados de la celosa y medio psicópata mujer de Tony), un ritmo acelerado, vibrante, y cierta "chispeantez" en el ambiente. Todo ello rebañado en inesperadas y agradecidas dosis de acción y violencia. Disparos y muertos incluidos. Al fin y al cabo, la cosa va de gangsters. "Casada con todos" es una película alegre, y ese es el poso que nos deja. Mientras concluye, a base de un chorrón de escenas eliminadas, resulta imposible no sonreír con genuina satisfacción.
Si a la refrescante dirección de Demme, y el divertido guion de Barry Strugatz + Mark R. Burns (quienes, curiosamente, no harían mucha carrera. La otra única película localizable en sus currículums con cierto brillo es "Vida y amores de una diablesa"), añadimos la extensísima ristra de actores que pululan por la pantalla, ya sea en funciones protagónicas, secundarias, de extra o, directamente, invisibles (Joe Spinell formaba parte del cast, pero toda su labor queda relegada a las escenas eliminadas), pues apaga y vamonos. El orgasmo se multiplica. Así pues, tenemos a una guapísima, pero guapíssssssima, Michelle Pfeiffer. Alec Baldwin. Matthew Modine. Un grandioso Dean Stockwell como jefe mafioso. Una no menos impresionante Mercedes Ruehl interpretando a su maniática esposa. Oliver Platt. Joan Cusack. Nancy Travis requetemonísima enseñando un poco de cacho (sí, amigos, en las "romcoms" de antaño se veían tetas y culos, ni que fuese de refilón). El legendario David Johansen, vocalista de "New York Dolls" con una curiosa carrera secundaria como actor, luciendo nada menos que sotana. Chris Issak. Al Lewis (el abuelo de los "Munster"). Algunos de los habituales del "clan Demme" (es decir, Tracey Walter, Charles Napier o Paul Lazar) y, esta sí es toda una sorpresa, el entonces futuro director Todd Solondz como reportero.
De la música incidental se encarga David "Talking Heads" Byrne, para el que, cuatro años antes, Jonathan Demme había dirigido la hoy bien reputada película-concierto "Stop Making Sense". En la fotografía, otro "Demmeista" convencido, el prestigioso Tak Fujimoto.
Por ello, y algo más, "Casada con todos" termina siendo un delicioso entretenimiento. De cuando estas películas además de divertidas, eran buenas.
(Suspiro) ¡¡que puta mierda hacerse mayor!!.
Muy recomendable.

viernes, 17 de mayo de 2024

UNDERGROUND KINGS

Quizás uno de los grupos que mejor representen a las nuevas generaciones del rap español sean Natos y Waor, dúo de madrileños que, primero con las maquetas, los discos después y sin el aval de ningún sello discográfico, han llegado a convertirse en el grupo con mayor repercusión en estos momentos, al margen de los dinosaurios de los 90 que acaban haciendo cualquier cosa por mantener su ínfimo pedazo de la parcela en la escena del rap.
Natos y Waor representan a esa juventud suburbial de nacidos en los 90 y 00, atolondrada y rebelde por igual, con la que conectan a través de sus canciones de corte tristón y callejero que les ha llevado a estar en lo más alto, siendo el único grupo de rap que ha llenado el Palacio de Vistalegre (por lo que resulta paradójico que la cosa se titule “Underground Kings”) con un aforo de más de 11.500 personas en su mayoría jóvenes de su misma generación o posteriores (Kase. O metió 15.000 en el antiguo Palacio de los Deportes, el actual WiZink Center, pero claro, lo ha logrado tras casi 30 años de carrera).
Lo curioso es que, mientras los rappers de la generación de los 90, que pese al contenido absolutamente lerdo de sus raps, tienen una gran influencia de la escuela americana de la que son coetáneos —básicamente, forjaron la escena a raíz de consumir el rap de la golden era—, esta generación que da sus primeros pasos alrededor de 2003, se desarrolla en un entorno cuya concepción del hip-hop poco o nada tiene que ver con la de las generaciones anteriores. Provenientes del movimiento punk, con las batallas de gallos como escuela donde formarse y una estética muy alejada a la del b-boy, Natos y Waor parecen hacerle un corte de mangas al hip-hop de toda la vida, componiendo canciones de corte intimista, o lúdico, que parecen opuestas a las del rap estilístico nacido en España en los 90.
Natos y Waor, a diferencia de los puretas, aparecen cuando ya hay un rap español establecido en el mercado, cuando ya existen incluso estrellas del rap que no desmerecen, en cuanto a número de seguidores, de las del pop más cotizadas y, en definitiva, cuando ya el rap se ha convertido en una tendencia musical que, mezclándose peligrosamente con la música electrónica y derivando en subgéneros como el trap, no necesariamente tiene por qué verse ya asociado al hip-hop. Natos y Waor nacen cuando ya no existe el underground, o mejor dicho, cuando el mercado está tan saturado de referencias que el underground se torna invisible. Paradójicamente, surgen en un periodo de transición en el género y, con su sede en casas ocupa, llegan al mainstream desde la marginalidad más estricta: sus maquetas son confeccionadas de manera casera y no cuentan ni con instrumentales propias, robando estas de Youtube o recurriendo a aquellas de uso libre concebidas para tal fin. Graban sus demos, las mueven por redes sociales y, sin premeditarlo, lo van petando progresivamente de manera que pasan de llenar pequeñas salas a estadios.    
Esta generación, al no verse condicionada por los dogmas del hip-hop y el rap más convencional, desarrolla una escena  más auténtica que la que le precede y con un público menos sectario que, no siendo estrictamente hip-hopero, les ha llevado a crecer hasta convertirse en números uno. Al margen de eso, Natos y Waor son más macarras, honestos y genuinos, dando un rap menos ortodoxo que conecta a la perfección con hordas de adolescentes sin pajolera idea de quién es Rakim (ni les interesa), que en su vida han oído hablar de KRS-One, pero siguen a Natos y Waor allá donde vayan. ¿Qué han generado Natos y Waor? Una escena de verdad, no como la de los 90, sin duda, mucho más impostada. Al margen de eso, dudo bastante que conecten con las generaciones anteriores. A un señor de mi edad (47 cuando escribo esto), loco por el rap yankee de los 90, es más probable que le genere hostilidad que otra cosa. Personalmente, no aguanto la música de Natos y Waor ni un minuto, pero entiendo el cambio de tercio que representan, la idiosincrasia de esta generación y hasta me caen mejor que los otros señores de mi edad que, intentando mantener lo que han conseguido, o rabiosos por lo que alguna vez tuvieron y hoy han perdido, se aferran  a una vida pública como emcees que, a veces, roza la más brutal vergüenza ajena.
Por otro lado el documental “Underground Kings”, que narra la ascensión del dúo a lo más alto, no deja de ser otra muestra de un ego desmedido, como lo puedan ser “Dentro del círculo” sobre la elaboración del disco más exitoso de Kase.O, “Tengo que volver a casa” sobre las correrías de ToteKing o “Blackbook” que cuenta la historia de SFDK. Curiosamente, y siendo Natos y Waor más soberbios y descarados que esos otros rappers de geriátrico, afrontan un documental sobre ellos mismos de una manera mucho más humilde. “Underground Kings” es más cercano y no tiene la grandilocuencia que trae consigo “Dentro del círculo”, máxime cuando Kase.O es un emcee que lleva la humildad y el buen rollo por bandera, pero en su documental no parece predicar con el ejemplo. Diríase que Natos y Waor también llevan una gestión de la fama más sana que los otros vejestorios.
El documental, en sus dos horas largas de metraje, se compone de una larga entrevista a Natos y Waor que, combinada con otras a sus padres y gente de su entorno, cuenta la historia del grupo desde los inicios, antes de que el rap irrumpiera en sus vidas, con abundante material de archivo para ilustrar su discurso y pocos aspavientos o artificios. Y el espectador es testigo de su espectacular ascenso desde el subsuelo hasta las grandes ligas.
Con pocos medios y pocas florituras técnicas —poco más que planos estáticos con dos cámaras— se consigue algo muy difícil, que un ladrillo de dos horas compuesto prácticamente por dos cabezones parlantes, genere el interés del espectador gracias a la fluida narración de sus dos protagonistas.
Por lo demás, dirigiendo a pachas el propio Waor junto a Adrian Groves, su estructura es de lo más formal. Estos tienen alguna noción audiovisual, pero su bagaje viene precedido más por su amor a la música que al cine (realizan videoclips, que al fin y al cabo es para lo que se han formado) y, en resumidas cuentas, con lo que saben hacer les sobra y les alcanza. Se trata de un documental con fines promocionales, no competitivos en festivales.
Llama la atención asimismo, el ver a viejos raperos de las generaciones anteriores opinando sobre Natos y Waor ante la cámara. Dudo que conecten con la música de los recién llegados, pero como son números uno les conviene estar cerquita, no sea que se les acabe el chollo, así que, por supuesto, les dejan demasiado bien en sus declaraciones. Casi se les ve el plumero.

lunes, 13 de mayo de 2024

HISTORIA DE UN JUNKIE

Nacida inicialmente como “Gringo”, cuando los piratas de Troma compraron esta película para distribuirla, decidieron darle un título más sensacionalista y a todas luces comercial: “Story of a junkie”, sin tener ni pajolera idea el señor Lloyd Kaufman del material contra cultural que tenía entre manos. Esta maravilla en forma de documental ficcionado, oda a la sordidez y la decadencia de las calles del Nueva York de los 80, cuenta con pelos y señales los avatares de un adicto a la heroína llamado John Spacely. El susodicho no es un yonki cualquiera que los productores se encontraron por ahí y al que filmaron inyectándose heroína sin remilgos, no. El personaje en cuestión fue un popular ente de la cultura underground neoyorquina, un punk que eventualmente ejercía como músico, otras veces como actor, y que en sus mejores momentos se codeaba con personalidades del estilo de Keith Richards, Willy DeVille o Joey Ramone, quizás por cuestiones más tóxicas que musicales. Incluso, cuanto tuvo autonomía para trapichear con drogas, se convirtió en el dealer particular de John Belushi. Asimismo, llegó a trabajar como editor y colaborador del célebre “Punk Magazine” a las órdenes de John Holmstrom, pero su desmesurada adicción a las drogas duras —cuyo origen es consecuencia de un trauma, tras un horroroso aborto su novia fue arrollada por un camión— envió todo atisbo de creatividad al traste. De este modo, Spacely se convierte en una leyenda callejera de alta magnitud lo suficientemente interesante como para que se decidiera hacer un retrato sobre su persona y, por supuesto, sobre el poco higiénico y repugnante hábito de inyectarse.
El título de producción, “Gringo” hace referencia al mote bajo el que Spacely era conocido en las calles. Durante mucho tiempo estuvo moviéndose como una rata en Alphabet City, lugar habitado potencialmente por latinos y negros. Spacely era de los pocos blancos que pernoctaban en aquella cloaca, hecho que se hacía aún más evidente con la querencia de este por la decoloración capilar, así que los negratas comenzaron a llamarle Gringo y, de ahí, el título primigenio.
En “Historia de un junkie”, el director Lech Kowalski se gana la confianza de Spacely y de su circulo de chusma yonkie, para introducirse con su cámara de 16 mm en lo más profundo de los bajos fondos neoyorquinos. Así, entre entrevistas a adictos y traficantes, visitas a narcosalas y reconstrucciones en ficción de algunos de los hechos que Spacely le explica, podemos hacernos una idea del infierno que supone ser un adicto a las drogas duras. Infierno que, aunque de vez en cuando se escenifique el teatrillo para darle ritmo a la película, es absolutamente real. Camellos, drogatas, narcosalas, todo estaba allí antes de que la producción llegase con los equipos filmadores.
Yonkies inyectándose, Spacely pasando el mono visto de la manera más gráfica posible, transacciones de droga y trapicheos varios se imponen en un documental del todo sensacionalista y cercano al “mondo”. Tras su visionado, el espectador queda con muy mal cuerpo.
El formato, rodando en 16 mm, de noche con iluminación natural, ayuda a incrementar la sordidez y mal rollo que desprende la película, pero ya lejos de texturas o del grano de celuloide, es que los lugares donde filma Kowalski son lo más asqueroso visto en una pantalla, amén de los individuos que pululan a lo largo del metraje, poco más que despojos humanos, o esos primeros planos de gente picándose las venas. Mención especial para algunos momentos en relación al protagonista. En una escena en la que, tras días de andar por ahí tirado, pinchándose y demás, decide asearse un poco, sus venas están ya tan agujereadas que, en un plano donde está peinándose, la cámara se mueve un poco para mostrarnos unas gotas de sangre en el brazo con el que se atusa el pelo, cuyas heridas, ya tan maltrechas, no se curan jamás. Turbador resulta también el plano en el que el yonki limpia sus botas manchadas con su propia sangre o se quita la roña de los dedos de los pies, con la carne de estos muerta, podrida, por la falta de limpieza y tras muchos días sin desprenderse del calzado.
Un documento tan aterrador como atrayente, al que además tenemos que añadir el valor de incluir algunas escenas de ficción como aquella en que un camello asesina a otro tras un problema territorial.
La filmografía del director, Lech Kowalski, se compone exclusivamente de documentales, ninguno de ellos centrado en aspectos agradables de lo que retrata. Suyo sería “D.O.A” sobre la gira norteamericana que llevaron a cabo en 1978 los "Sex Pistols" o “Born To Loose: The Last Rock-n-Roll Movie”, centrado en Johnny Thunders, miembro de los "New York Dolls" y los "Heartbreakers",  y por donde también asoma el amigo Spacely en los últimos momentos de su vida, agonizando ya terminal por culpa del SIDA. Caerá por aquí.
Muy recomendable esta "Historia de un Junkie"… siempre y cuando dispongas de un estómago de acero y no tengas la sensibilidad a flor de piel.

sábado, 11 de mayo de 2024

INMACULADA

Para nada tenía previsto yo escribir una reseña de "Inmaculada" Sin embargo, estas últimas jornadas he experimentado un par de epifanías que, sumadas al indiscutible regusto positivo obtenido tras el visionado (¡si! no pienso pedir disculpas por ello), han empujado a sentarme frente al teclado, dispuesto a reivindicarla moderadamente.
Primero. Justo ayer vi la cacareada "Vermin. La plaga" y me dejó algo frío. Es cierto que dispone de un par o tres de escenas muy potentes, intensas. Y está muy bien acabada toda ella. Pero, por equis motivos (me disgustan mucho los protagonistas, sobre todo en su condición de semi delincuentes, macarrillas, cholos y chonis, mientras a la policía se la pinta como villana), quedó lejos de deslumbrarme (su director ya ha firmado para un nuevo "Evil Dead"... ¡¡agh!!). Entonces, tras el consumo favorable de "Inmaculada", recordé lo jodidamente difícil que es, a día de hoy, dar con una de terror buena. Aquellas que cumplan con la categoría, pues, merecen ser atendidas... especialmente si la audiencia las ignora. Y ahí entramos en el segundo punto. Hablándolo con un amigo, comentó que no tenía previsto ver "Inmaculada" porque pintaba a que era lo mismo de siempre y estaba harto de monjas poseídas. Ahí me dije yo ¡¡tate!! ¡¡no, mal, wrong, caca, te equivocas!! ¿por qué lo sé? porque a mí me pasó lo mismo. Saquen papel + boli y tomen nota, julais...
Me daba una perezaco de la leche ver "Inmaculada". Como el colega arriba referido, estaba aún dolido por las recientes muestras de películas terroríficas con monjas de por medio. Todas un horror en el peor sentido, plus un coñazo (sí, incluyo aquí el tochazo descolorío de Paquito Plaza) Pero mi -en ocasiones maldecida- función de fan del género me obligaba a deglutir "Inmaculada" (¡¡gratis, of course!!). Bueno, vaaaale, y la presencia de la neumática y deseable Sydney Sweeney. ¿Fea? No, ni mucho menos. Simplemente dispone de una belleza distinta. ¿Mala actriz? Tampoco. Mejorará con el tiempo, no lo duden, cuando sus dos hermosas y turgentes tetas dejen de ser la única razón por la que supera castings (lejos queda esa niña que asomaba el inocente careto en la última y flooooja película de San John Carpenter, "Encerrada"). Y, justo, ahí quería yo llegar (en realidad, ahí querría yo pasar el resto de mi vida), el indiscutible erotismo que destila Doña Sweeney. Quizás a ustedes les pasó como a mí y, al enterarse que interpretaba a una monja, pensarían "¡No jodas! ¡qué desperdicio!" (graciosamente, eso mismo suelta un personaje cuando ella le cuenta sus castos planes en la vida) "Ya está la última tía güena de Hollywood buscando papeles ultra-opuestos a su imagen para ganarse un punto o dos" Pero resulta que no, my friends, en "Inmaculada" la muchacha hace gala, y no poco, de sus encantos (aunque sin llegar a los niveles de una, por así decirlo, "Inmaenculada") "Lightmente", sí, a través de camisones mojados, o escenas de ducha en las que cubre como puede ese par de aldabas (casi sin lograrlo) Pero se agradece requetemucho. Y no es la única, hay otra novicia en el film mostrando sutil cacho. Así que, sorpresón. Tras las descafeinadas muestras de reciente terror monjil, era lo último que esperaba.
A ello, añadan una trama que NADA tiene de posesiones demoníacas y tal. Ni salen fantasmas de nariz larguirucha. Sustos, los justos. Sería más un thriller con elementos horroríficos. Condimentado, encima, con algunos escuetos pero agradecidos momentos de truculencia y ni tan siquiera 90 minutos de duración. ¿Han leído bien? ¡¡ni 90 minutos!!. Los créditos salen a la hora y 28 de película, tras un desenlace cojonudo. Esto sí es un milagro y no el que supuestamente experimenta Sweeney en "Inmaculada". La chavala, virgen como es (ñummm!) se queda preñada. Y, claro, todos flipan. Pero no, hay trampa... y de la buena.
Vale, algunos han perdido el pedal hablando de la recuperación del subgénero de monjas cachondas tan propio de los setenta (¡nah!... tampoco tanto, eso ya lo hizo, y muy bien, Paul Verhoeven con "Benedetta") y ¿algo de horror italiano?... bueeeeno, con pinzas. ¡Ay, este fandom que se descontrola por nada! que mala es la abstinencia (de buen cine de género, digo)
A Michael Mohan (director) y Andrew Lobel (guionista) ni los conocía. Puede que a partir de ahora les siga con algo más de atención.
Tampoco me entiendan mal, no estoy aquí soltando que "Inmaculada" sea una obra de arte. Un nuevo hito del horror. Un clásico...  inmaculado (ejem) Pero sí es una de terror decente, motivo de celebración y, sobre todo, consumición. Eviten ser tan lerdos como yo -y mi amigo- juzgando el libro por la portada. Tal vez hasta me lo agradezcan.

viernes, 10 de mayo de 2024

HERENCIA DIABÓLICA

México, uno de los países que más jugo le sacó al vídeo doméstico, se abrazó al SOV como alma que lleva el diablo a principios de los 90, porque el formato era ideal para lo que aquella industria demandaba: producir mucho, rápido y barato. Así que se liaron a grabar como si no hubiera un mañana con el fin de rentar las inversiones de un día para otro.
De las miles de películas facturadas en aquella época, hace años se hizo viral  la que nos ocupa, “Herencia diabólica”, una especie de exploit de “El muñeco diabólico” que cuenta la historia de un individuo al que se le muere una tía y, en consecuencia, hereda una mansión. Se instala allí con su esposa y reparan en la presencia de un muñeco de payaso de aspecto muy chungo, y que según el tipo, lleva en esa casa desde que él era pequeño. Todo bien, hasta que el muñeco comienza a aparecer en lugares extraños de la casa y arrancan una serie de accidentes. Claro, serán obra del muñeco que está poseído por “alguien” o “algo”.
Mala de solemnidad y rodada con cuatro chavos, su principal aliciente, a parte de lo descabellada que es de por sí, es que al muñeco —da un asco y una grima que tiran de espaldas— lo interpreta nada menos que Margarito Esparza, alias “Margarito”, un actor enano muy célebre en México que se hacía llamar “el actor más pequeño del mundo” En los años 50 intervino en un montón de películas y hacia el final de su vida fue pasto de la prensa rosa. En televisión sacaba a relucir su mala hostia, hablaba como un duendecillo y, además, se tiraba pedos. Eso le hizo famoso. Una especie de Martí Galindo centroamericano, solo que el catalán no ventoseaba, y, salvo porque eventualmente Xavier Sardá se lo sentaba en sus rodillas, era un actor al que se le tenía cierto respeto.
Margarito en los años 90 llevaba mucho tiempo sin trabajar y tenía que cantar rancheras en el metro para poder subsistir. Fue en esa época que le surgió la oportunidad de convertirse en el Chucky mexicano. Y, sin más, ahí le tenemos.
“Herencia diabólica” se infló a 35 mm para su estreno en cines, pero pasó sin pena ni gloria. De hecho, después del estreno teatral fue muy difícil encontrar copias en formato domestico alguno, existiendo únicamente un ripeo de algún pase en televisión que se veía fatal; apenas resultaban distinguibles las caras de los actores.  El caso es que, en plena era de Internet, se hizo viral por varios motivos: el principal, que se trata de una película muy mala que abusa de planos eternos y paseos interminables con el único fin de llegar a la hora y diez de metraje; el segundo, el payaso, Margarito, que luce horripilante, posiblemente por motivos ajenos a la producción. Cuando el puto enano suelta una carcajada, da un miedo de la hostia; en tercer lugar, la inclusión de escenas extrañas, como una muy celebrada en la que el payaso se mete en la cama con la protagonista y, sin motivo previo aparente, comienza a meterle mano tórridamente, así como destacan lo mal resueltos que están los asesinatos a rasgos generales.
Tras el redescubrimiento de la peli, fueron muchos los youtubers que comenzaron a hacer sus reseñas e, inevitablemente, se hizo popular. Es por eso que “Herencia diabólica” fue rastreada por la buena gente de “Vinegar Syndrome”, localizada, remasterizada desde el negativo original de cine (no desde el master de vídeo. Una remasterización no muy escandalosa… se ve mejor que lo que había, pero tampoco es para rasgarse las vestiduras), y editada recientemente en Blu Ray de lujo, dando el pistoletazo de salida al nuevo subsello de “Vinegar”, “Degausser Video”, destinado a sacar como dios manda títulos clave del “direct to video”. Esto incluye un montón de SOV así como películas que, aun rodadas en 35 mm, tuvieron como plataforma de estreno exclusiva el formato domestico.
El director de “Herencia diabólica”, Alfredo Salazar, es guionista de un puñado de clásicos de la "serie B" mexicana que van desde “La mujer murciélago” de René Cardona, pasando por unas cuantas de El Santo, hasta alguna de ficheras, haciendo un inciso en su carrera para dirigir. Suyas son la mítica “El charro de las calaveras”, “Una rata en la oscuridad” y la que nos ocupa, con la que cierra su carrera cinematográfica.
Muy mala, ya saben. Pero mala de las de verdad.

miércoles, 8 de mayo de 2024

MINUTOS MUSICALES 28: THE HUMPERS (O EL CLUB PRIVADO DE FURCIAS LLORONAS)

En pleno "petamiento" de "Epitaph", a Brett Gurewitz -jefazo- le dio por fichar un porrón de bandas garajeras, muy ajenas al recurrente sonido punk-popie de la discrográfica, tal vez en un intento de "limpiar su imagen" de cara al punkismo ortodoxo. Hablamos de gentuza como "The New Bomb Turks", "Zeke", "The Donnas", "Dwarves" (el grupo menos íntegro del panorama), "The Hookers"... algunos mangados directamente del catálogo de "Crypt Records". Probablemente la medalla -y toda una declaración de principios- se la puso al conseguir agenciarse dos monstruos en lo suyo, "The Cramps" y "The Fleshtones". Mientras que de los primeros editó sus discos más flojos, a los segundos les insufló vida de nuevo tras unos años poco inspirados. Incluso editó un cd sampler con todos ellos, "Roadkill - Sleazy & Greazy" del 98.
Y entonces, comenzó el rumor de que muchos de aquellos combos se habían aunado en una especie de "club privado" destinado a "rechazar / despreciar" a "los otros", los del sonido más melódico, bendecidos por el éxito y, sí, compañeros de sello. Imagino que se trataba de ser el más punki del lugar y hacer honor a su supuesta pose macarrilla.
Patético. Simplemente, patético. Si tanto despreciabas a "Offspring", "Nofx" o "Bad Religion" (y créeme, en algunos casos lo comprendo perfectamente), al menos, macho, ten los huevos de negarte a formar parte del mismo catálogo. Pero inventarte esa gilipollada solo por "reparar" tu sucio gesto, me parece ridículo y detestablemente cobarde.
Bien, pues "The Humpers" fueron una de las bandas garajeras que Brett Gurewitz fichó durante su cruzada (aunque, en honor a la verdad, desconozco si formaron parte del "club privado" de furcias lloronas). Una que, al menos yo, no conocía antes de "Epitaphiarse". Los "Humpers" salían del otro sello garajero más auténtico por excelencia -"Crypt" aparte- "Sympathy for the Record Industry". Fue ahí donde editaron dos discos y, precisamente, el tema que les dejo a continuación, "Cops and Robbers", sonaba así de guapamente en uno de ellos, "Positively Sick On 4th St."...


¿Que por qué no pongo ninguno de sus temas grabados para "Epitaph"? pues porque no son gran cosa. El primero de los respectivos LPs ("Live forever or die trying") lo compré en su momento y no me gustó. Al segundo ("Plastique Valentine") lo habría ignorado si no fuese porque molaba la portada. Tal vez escuché su contenido en "Virgin Megastore" cuando podía hacerse gratis, y me sonaría mucho mejor, tanto como para dejarme los cuartos. Durante un tiempo anduve consumiéndolo, sobre todo la primera canción. Sin embargo, acabé quemándolo y hoy no lo aguanto entero. El tercero y último, "Euphoria, Confusion, Anger and Remorse" (las cuatro fases del buen borrachuzo) no sé por qué demonios lo adquirí. Ni recuerdo el motivo, ni el contenido. Todo muy absurdo, la verdad. Finalmente, los "Humpers" se separaron y sus dos cabecillas montaron otra banda. Pero eso, a mí, me impogta un cagajo.
Epílogo: Todos esos señores tan rockeros y chuloputescos no terminaron de cumplir con lo esperado a la hora de vender discos -¡¿bueno, no iba de eso la jugada?!- por lo que, más pronto que tarde -la pela es la pela-, desaparecieron de "Epitaph" sin generar ni gota del ruido que habían producido previamente en formato vinilo y/o cd.

lunes, 6 de mayo de 2024

MUJERES CARNIVORAS

Tras el visionado de esta película alemana del año 1970, colorida y psicodélica, con una presencia tan contundente de la mujer en pantalla y un discurso feminista hasta el insulto, comprendí a la perfección el por qué la etapa setentera de Jess Franco gusta tanto a los alemanes. No se si Franco (el director de cine, no el dictador) vería en algún momento esta película; no se si, de ser así, cuanto mamaría de ella ni cuanto le debe, pero lo que sí se, es que si alguien me pusiera esto y dijera que es de Jesús Franco —etapa alemana—, me lo creería. Toda la ambientación, el vestuario, la estética, es muy similar a los setenta del director español, pero en plan fino. Aunque aquí el mensaje de castración y eliminación del macho (a lo “Operación Mantis”) es demasiado radical como para que se le hubiera ocurrido algo similar al bueno de Jesús.
La cosa va de una tipa con estrés que, por recomendación del médico, acude a un programa de relajación en un pueblo apartado junto con otras mujeres. Allí repara en que la presencia de machos es muy pobre, por lo que decidirá investigar al respecto, llegando a la conclusión de que hay tan pocos hombres (y estos están en calidad de criados) porque las mujeres, tras aparearse con ellos, los asesinan (y se los comen). Además leen el “Manifiesto Scum” de Valerie Solanas. Cuando llegan al pueblo tres hombretones rudos y varoniles, las mujeres les colmarán de sexo y atenciones, pero nuestra protagonista, que trata de poner fin a la carnicería avisando a las autoridades, es tomada por loca del coño.  Del mismo modo, en cuanto la damisela advierte, al que parece va a ser el héroe de la función, que todas esas zorras están acabando con los machos, este no hace caso y en consecuencia es seducido y devorado.
La película es una tontería que se escuda en un discurso feminista tan solo para justificar que a cada momento las chicas se ponen en pelotas. Con la misma excusa se nos muestra algo de sangre, gore contado y, con tanta minifalda de moda entonces, tanto maquillaje y peinados de lo más imposibles, la película queda harto moderna y pintona, con el uso indiscriminado de la iluminación verde, violeta y roja. Al final se queda entre el género y el cine de autor inofensivo. Y muy europeo. Tiene cierta gracia, se deja ver con interés, hasta que pasados 40 o 50 minutos largos comienza al aburrimiento y ya hay que hacer un esfuerzo para llegar al final sin revolverse en la butaca.
Las mantis que se mueven por el encuadre a sus anchas, son viejas glorias del cine erótico europeo, así, contamos con Pascale Petit, Uschi Glass y Francoise Fabian.
Dirige el artefacto el checo Zbynek Brynych . Además de este “Mujeres carnívoras”, que en su momento apareció en vídeo en nuestro país con una carátula sacada de váyanse ustedes a saber donde, dirigió un saco bien grande de películas, todas muy modernas y curiosas, pero al contrario que esta, nunca llegaron aquí.
Sin más, tan solo destaco, como ya les he dicho antes, lo curiosamente franquiana que es.

sábado, 4 de mayo de 2024

THE CURSE

Los chavales de "A24" están viviendo lo que se dice un momento dulce. La muy estupenda "La zona de interés" -de la que son co-productores- ganó con justicia el Oscar a la mejor película extranjera. Y "Civil War", del interesante según le da la neura Alex Garland, ha funcionado de perlas en la taquilla yanki. Me alegro, oye. De verdad, se lo merecen. Me gusta esta gente y su concepción del cine, justo en esa línea entre lo autoral y comercial.
Pues bien, por lo que a mi respecta hay un pequeño triunfo más que añadir a su currículm reciente, uno en formato serie (co-produciendo con la plataforma que la emite, "Showtime"), "The Curse", uno de los productos "televisivos" más originales, frescos, estrambóticos, bizarros y/o inquietantes que he visto en tiempo.
Así de lejos -palabras estas que cobrarán especial sentido dentro de unas líneas-, "The Curse" no parece disponer de muchos ingredientes atractivos. El cartel es soso, casi como de telefilm alemán de "Antena 3" destinado a rellenar las mortecinas sobremesas de los domingos. Y la trama, del montón: Una pareja recibe una maldición y todo comienza a pillar un cariz raro. Vale, bien. 
Eso sería no ya quedarse con la punta del iceberg, sino el trocito de hielo que hay justo en la cima. Adentrarse en "The Curse" supone terminar totalmente atrapado por su contenido o, como le pasó a un amigo, sentir un absoluto y radical rechazo. No pudo concluir ni el primer capítulo. Fascinante.
Hay quien la ha calificado de pretenciosa. Yo creo más bien que la serie se ríe de ello, con un modo de proceder tan único y especial que hay que invertir genuino interés, y paciencia, en descubrirlo. E interés y paciencia son dos palabras que, como bien saben, no están hoy día en el léxico de demasiada gente.
Sorprende encontrarse en roles protagónicos a la recientemente oscarizada Emma Stone. Una mujer de rara belleza e indiscutible talento que me caía un poco gorda, pero comienzo a apreciar... en parte tras descubrir que ejerce de co-productora en "The Curse". Supo ver más allá y entender el valor del proyecto. La secundan dos caballeros hasta ahora desconocidos para mí, Nathan Fielder y Benny Safdie (este involucrado como co-productor en "Pasando Página") Además de actores, son los creadores de la serie, co-guionistas y Fielder, concretamente, se reserva el rol de director en un buen puñado de capítulos.
Whitney es una pijilla obsesionada con ayudar a la humilde comunidad de La Española (en castellano y con ñ) aunque, en realidad, se trata más de limpiar la imagen de explotadora heredada de sus padres, propietarios de unas viviendas a precios abusivos e implacables a la hora de desahuciar. Junto a su maromo, el más bien patético Asher, ha construido una serie de elegantes y semi-futuristas casas ecológicas que quiere promocionar. Justo, aquí es donde entra en juego Dougie, quien se responsabiliza de dirigir un "reality" dedicado a narrar todo el proceso. Siempre buscando el morbo o la lágrima fácil, y manipulador como es, Dougie convence a Asher para que de limosna a una niña negra frente a las cámaras. Este no dispone de calderilla, así que suelta un billetaco tocho. Sin embargo, en cuanto oye la palabra "Corten!", corre a recuperarlo. Vamos, que se lo quita a la cría, y esta le lanza una maldición. A partir de ahí, Asher se obsesionará con el asunto. Y, aparentemente, las cosas comenzarán a ir de mal en peor. La cuestión es si dicha maldición existe o son paranoias del supuesto maldecido.
Lo que más llama la atención de "The Curse" -al menos a mí- son dos cuestiones. Por un lado, que todos los personajes, TODOS, sin excepción, son tremendamente turbios. No hay ni uno limpio. Abunda la hipocresía, la falsedad, la mala educación, el egoísmo, la crueldad, la frialdad, así como incontables situaciones incómodas y/o diálogos tensos o de pura vergüenza ajena. Eso mismo, la tensión, es una constante durante el visionado. Parece que en cualquier momento va a estallar la tragedia. El espectador medianamente atento se ve atosigado por cierto desasosiego. Una intranquilidad que provoca, justo, el comportamiento de los desagradables personajes, o detalles extra como la minimalista / extraña banda sonora y, sobre todo, el segundo aspecto que me encandiló desde el principio, el modo que "The Curse" ha sido rodada. En la gran mayoría de escenas, la cámara se sitúa a la lejanía, como si se mantuviese oculta. Usa el zoom para aproximarse y no disimula cuando hay objetos de por medio que impiden un plano limpio. Tenemos momentos en los que, directamente, oímos los diálogos, pero no podemos ver al actor que los recita. O solo la mitad de su cara. Algunas charlas dentro de un coche en marcha son rodadas desde el interior de otro situado justo al lado, sin ocultarlo. ¿Qué quieren? me fascinó y, como digo, contribuye mucho a la atmósfera atípica de la serie. Entiendo que, acorde a su trama, se trataba de replicar justamente las maneras de un "reality". Uno dentro del otro.
Llegado cierto punto, Dougie, que se muere por follarse a Whitney, la convence de que Asher es un lastre para su carrera hacia el éxito, así, deciden hundirle en la miseria. A partir de ese momento el pobre desgraciado vivirá en absoluta confusión, desconcertado sin entender nada de nada, convencido de que todo forma parte de la supuesta maldición y conteniendo una intensa rabia interior que veremos salir alguna que otra vez a lo largo de la serie. Sensacional cuando acude a un cursillo para ser más gracioso y hace el ridículo de manera absolutamente estratosférica. Aunque, tal vez, sean los problemas con su micro-polla lo más digno de ganarse un -como dicen ahora- "WTF!". Y no todo queda en palabras, nos la muestran alegremente en varias escenas, sujetada por su dueño y expulsando orines. Primer plano incluido, oiga. Flipante.
Mola cacho también el palo que "The Curse" suelta al mundo del artisteo, la pedantería, de los esnobs y
 vividores. Confluyendo todo ello en un personaje deliciosamente detestable, una tipa que estampa su firma en objetos encontrados y los vende carísimos con la excusa del apropiamiento como forma de arte. Además, responde al nombre de "Cara Durand" ¿¿cara dura??
En fin, podría seguir soltando atributos, pero no acabaría nunca, porque "The Curse" está llena de capas. Levantas una, y encuentras otra igualmente estimulante. Mejor me limitaré a recomendarles que se sienten ante sus diez capítulos con la mente abierta, ganas de pasarlo bien/mal, pero también de sorprenderse. Incluso desconcertarse. Tal vez luego les ocurra como a mí, y, concluido el visionado, echen de menos a su trío protagonista. Uno respaldado por nombres / rostros tan curiosos como los de Barkhad Abdi, el líder de los secuestradores en "Capitán Phillips", y nada menos que Corbin Bernsen, habitual en toda suerte de producto televisivo o subproducto cinematográfico. Sí, amigos, fue "El Dentista" en las dos epopeyas firmadas por Brian Yuzna. Ya les decía, muchos atributos... y de variado pelaje.

Si no lo digo, reviento: El capítulo final es DE TRACA.

viernes, 3 de mayo de 2024

HOLLOW GATE

Extraño SOV surgido durante la época dorada del vídeo, pero en su condición de baja estofa, es decir, uno de tantos aparecido a mediados de los 80 con el videoclub (americano) como campo de acción, pero sin lograr granjearse un culto posterior al nivel de “Blood Cult” o “555”. Solo recientemente ha sido redescubierta en la era de Internet generando cierto fandom.
Rodada durante 1986 y montada a lo largo de los dos años siguientes, siendo así su lanzamiento retrasado en el tiempo tras un estudio de mercado realizado por los productores Joseph Merhi, Richard Pepin y Ronald L. Gilchrist (auténticos astros del "exploitation") con el fin de encontrar el momento de mayor rentabilidad, “Hollow Gate” sería una de las últimas películas distribuidas por "City Lights Entertainment", experta en productos de bajísimo presupuesto para explotar en vídeo —el propio Merhi firmó la comedia “Hollywood in trouble”, uno de los “grandes éxitos” de la compañía que llegaría a nuestro país en formato magnetoscópico—, iría medrando hasta especializarse en material televisivo bajo un nuevo nombre, el de "PM Enterteinment Group" (entendemos que PM por Pepin/Merhi) En el fondo, una compañía de "losers" que dejó de existir en los albores del 2000.
"Hollow Gate" cuenta la historia de un niño que jugando a intentar coger manzanas con la boca dentro de un cubo de agua, es casi ahogado por su propio y enajenado padre. Esto, que ocurrió durante la celebración del Halloween, generará que el muchacho crezca traumatizado y odiando la festividad. Años después, unos adolescentes decidirán pasarlo bien donde nuestro hombre... y durante Halloween, por supuesto. Así, el tipejo, disfrazado cada vez de una cosa diferente, dará cuchillo a los chavales que se interpongan en su camino entre traqueteos de trípode y eternas conversaciones de los personajes sin apenas inmutarse.
“Hollow Gate” es una genuina y estrepitosa película mala, de esas que nunca llegarán al olimpo de las suyas porque el público potencial, posmoderno, no comprenderá el tedio y falta de humor del que hace gala. Es una de cuchilladas desgarbada y grabada en vídeo, punto. Sin embargo, tiene cosas destacables, como el hecho de estar —más o menos— bien iluminada (hay un efecto de luz detrás de una persiana veneciana que me parece súper cinematográfico y efectivo  para una producción de este tipo, en el que predomina la sombra de los actores tras el focazo y la imagen quemada), sendos momentos conseguidos (una muñeca de porcelana que aparece durante los créditos iniciales, da bastante mal rollo) o alguna idea potable, como que el asesino cambie de disfraz con cada crimen (claro que eso también lo vimos previamente en "El tren del terror"). Por lo demás, máximo aburrimiento y sensación de asfixia. Parece que no va a acabar nunca. Es decir, lo normal. Su visionado se queda en mera anécdota.
En cuanto al director, Ray Di Zazzo, no volvería a responsabilizarse de una película más en su vida, aunque es poseedor de una productora llamada "Dizazzo Media" y hay quien especula que parte de su tiempo libre lo dedica a la poesía.
Poco más… “Hollow Gate” es, sencillamente, terrible.

miércoles, 1 de mayo de 2024

"HISTORIAS LÚBRICAS", EL OTRO TRAILER

Lo crean o no, "Historias Lúbricas" lleva ya más de un año en "Filmin" provocando toda suerte de reacciones, especialmente ofuscadas y de rechazo, restando puntos en dirección al infierno. Claro que, también, va generando dinerillo y, oiga, eso mola. Así pues, ha llegado el momento de insuflarle un poco de vida, para que continúe generándolo.
Y por ello he decidido lanzar un trailer nuevo. Distinto. Cuando procedí con el primero, me encontré que ninguna plataforma quería tenerlo en su catálogo. Finalmente Vimeo le abrió los brazos, pero solo podía consumirse si tenías cuenta y, así, demostrar tu mayoría de edad. Lo paradójico del asunto es que, a pesar de ello, el contenido era de lo más "light". Había evitado mostrar ninguna de las numerosas escenas más o menos explícitas. Que no, que "Historias Lúbricas" NO es pornográfica, es erótica... pero, visto lo visto, vivimos tiempos demasiado mojigatos incluso para eso.
Así pues, considerando que me van a censurar y/o restringir cualquier trailer que haga, he confeccionado otro ya directamente marrano, donde se vean perfectamente extractos de algunas escenas explícitas (insisto, solo extractos de algunas... un mago no puede revelar todos sus trucos). Y eso es justo lo que pongo a su disposición.
Obviamente, el único modo de verlo es descargando el respectivo archivo de vídeo. Disponen del enlace al final de todo, justo debajo del cartel.

Si, una vez consumido, les ha entrado el morbo y/o la curiosidad, pues se pasan por "Filmin" y le dan al reproductor. O se abren una cuenta. O se la piden prestada a un amigo. Como ustedes vean.

lunes, 29 de abril de 2024

CITY OF BLOOD (CIUDAD ENSANGRENTADA)

Thriller sudafricano con toquecitos de terror en el que un médico forense cercano a la tercera edad —con cierto parecido a Paco Rabal—, investiga una serie de asesinatos de prostitutas blancas, realizados por alguien negro, que resultará ser un antiguo líder de una tribu local que ha vuelto a la vida tras muchos años muerto.
Una cosa insípida con investigaciones que llevaran a nuestro protagonista a hurgar en archivos y esquinas callejeras, lo que se traduce en ver al Paco Rabal de tercera caminando mucho, haciendo muchas preguntas a más personas de la tercera edad y sorprendiéndose en demasía cuando descubre que la proveniencia de los asesinatos pueda ser de corte sobrenatural. Vamos, el tedio más absoluto propio de un telefilme de cuarta categoría, rodado con los medios de una película de primera.
Al margen del aburrimiento generalizado, se trata de una producción sudafricana, por lo que el tempo es distinto al de las americanas y tiende a aburrirnos más todavía. Es igualmente desconcertante que el espectador tenga más información de la que necesita desde el minuto uno, gracias a un prologo que prácticamente nos revela el desenlace.
Por lo demás, estamos ante una película desangelada cuyos problemas propiciaron que, habiendo sido rodada en 1983, no se estrenara hasta bien entrado 1987 en los países de habla inglesa. Naturalmente, a España llegó en formato videográfico vía José Frade, en una versión mucho más digerible que la concebida originalmente (tampoco demasiado), porque está recortada deliberadamente, sin ningún tipo de problema, en unos 10 minutos.
El Paco Rabal del que les vengo hablando desde hace un rato es Joe Stewardson, actor inglés todo terreno que aunque protagoniza esta cinta, en realidad su labor en el cine se reduce a interpretar papeles secundarios de variado pelaje, apareciendo por ejemplo en “Puños fuera” al lado de Bud Spencer, “Juego de buitres” de James Fargo y cosas de aún más baja alcurnia.
Asimismo el director de este desaguisado es Darrell Roodt, sudafricano como el demonio y como la propia película. “City of Blood (ciudad ensangrentada)” es una de sus primeras incursiones en cine y preludio de una carrera un tanto atípica que se completa con títulos de corte popular como puedan ser “Sarafina”, al servicio de Whoopy Goldberg, “El enemigo público número uno… Mi padre” con Patrick Swayze, “Tierra de odios” con Ice Cube o, ya bajando mucho el listón, “Drácula 3000”. Más demencial si cabe, suya es “Mandíbulas 6: El legado”.
“City of Blood (Ciudad ensangrentada)” es la película que pondría en el mapa al director y le permitiría rodar a posteriori todo eso que les he dicho y más. Y nada de ello excesivamente interesante.

sábado, 27 de abril de 2024

CHANNEL 13

Pues cuenta Mark Polonia (la mitad viva de los populares hermanos) en la introducción de "Channel 13" que un día cualquiera, hurgando en el desván, localizó un puñado de polvorientas cintas VHS bendecidas en sus adentros por un proyecto suyo, y de su brother, a medio cocer, enterrado por el cruel devenir del tiempo. Y puesto que, como ya se ha visto anteriormente, este par no perdían ocasión alguna de insuflar nueva vida a todo su pasado (con el apoyo de "SRS Cinema", peñica especializada en editar SOV de horror mierdoso bajo la irritantemente equivocadísima utilización de la etiqueta underground) pues digitalizó todo ello, lo editó, le añadió nuevas escenas y, ea!!, ya tenemos otra peli lista para apestufar todavía más el infrauniverso de las plataformas de streaming.
"Channel 13" se parió originalmente, a finales de los ochenta, con intención de currarse una antología inspirada en los logros de "Amicus" y "Creesphow". Así pues, tenemos a un pringadillo fan del horror que, haciendo zapping, se queda atrapado en el mentado canal trece, donde un host de miserable aspecto monstruoso (luciendo careta pillada en el "Party Fiesta", un proceder muy propio de los Polonia) introduce tres historias.
La primera, "All Hallows Eve", es la mejor (tal vez por, justo, ser la primera) en la que un chaval inadaptado se harta de ser mal tratado y decide "revancharse" ayudado por su mejor amigo, un espantapájaros con vida propia. ¿O eso cree su trastocada mente?. Pues nunca lo sabremos porque, acorde a lo comentado al inicio, no dispone de un final. Termina abruptamente y sin aclarar nada. Suerte que el trayecto viene trufado de cierto encanto. Al ser un cortometraje facturado VHSs mediante por un par de jovenzuelos (que se reparten los roles protagónicos y, obviamente, hacen de hermanos... parecido físico obliga), pues es inevitable. Todo muy artesano y apasionado. Con crímenes bien truculentos a base de trucajes pobretones aunque simpáticos, mucha iluminación de color rojo y, oiga, un acabado para nada desdeñable. Digno y solvente. De hecho, mejor que mucho de lo que harían luego los Polonios, más crecidos. Juntos o por separado una vez palmó John.
Es especialmente gracioso que, ocurriendo todo durante la noche de Halloween, uno de los asesinados va disfrazado de Michael Myers. Y muere con la máscara puesta. Habría estado bien que el resto de víctimas también llevaran disfraces de psycho-killers famosos del cine... pero a John y Mark no les sobraban los amigos (ni las buenas ideas).
El regusto más o menos positivo que deja "All Hallows Eve" se ve emborronado por la historia siguiente, absolutamente horrible. "Claws of terror" es, simple y llanamente, una mierda. Y muy gorda. Un senderista es atacado por un especie de pájaro monstruoso de aspecto hiper-chungo manejado a base de stop-motion, verdadero motivo de que exista la piéce (probar el rollo Harryhausen). En la época no llegaron a fabricar y grabar a la criatura, así, pasados todos estos años, Mark y su hijo Anthony (director por cuenta propia) unen esfuerzos y se encargan de ello. El resultado no dista mucho de lo que hubiesen hecho los hermanos siendo chavales. Torpe, chusco y ridículo, incluso para su condición amateur/SOV.
Y llegamos a la tercera y última, "Slaughterhouse". En la introducción, comenta Mark Polonia que la hicieron motivados por la existencia de "Motel Hell", aunque entonces todavía no la habían visto. Les inspiró el material promocional publicado en "Fangoria" y que tanto nos impresionó a todos (ver gráfica muestra al final de la reseña) para, aluego, alquilar la película en el vídeo-club (cortesía de "Warner Home Video") y llevarnos una tremenda decepción, la misma que Mark y su hermano. Y, creo, el fandom al completo. Pero eso de parir una pieza inspirada en otra sin haberla consumido, llevado únicamente por la pasión, imaginando lo maravillosa que será y, en cierto modo, superándola, es algo que yo también he disfrutado / vivido / sufrido, y por ello la empatía, en este caso, pesa. Aunque no tanto como para reconocer que "Slaughterhouse" es flojucha y más de lo mismo. De lo mismo que "All Hallows Eve". Se parecen bastante, sobre todo por el recurrente escenario, el casoplón de la familia Polonia, con ese sótano repleto de cachivaches al que tanto partido sacaron los dos benjamines. La novedad aquí reside en que uno de ellos encarna a un granjero loco veterano del Vietnam, y para marcar diferencia, se unta el rostro de mierda -buscando un efecto "barba de cuatro días"- y, lo más mejor, incorpora un cojín a modo de panza, uno que canta como una almeja en su forma cuadrada. La movida va de unos amigos instalados en un siniestro hotel regentado por el mentado tipejo, de tendencias caníbales, y su retardado hijo, quien se encarga del trabajo sucio. Como la primera, carece de un final-final.
Todas las escenas intermedias, destinadas a ejercer de pegamento, se suponen ambientadas en los años ochenta, por aquello de no dar demasiado el cante con respecto al resto de "Channel 13". Pero, claro, lo gracioso aquí es que la casa del pipiolo que las protagoniza pertenece a un auténtico devoto de aquella década, con posters, merchandising y objetos varios aludiendo a esos gloriosos días. Una elección tan medida que apesta a artificio, especialmente porque todas estas mierdas entonces eran lo normal, productos desechables propios del momento, no habían adquirido el áurea mítica y mágica que arrastran ahora y por el que son coleccionados y pasto de sucia mercadería... así pues, decorar un hogar supuestamente ochentero con todos ellos resulta altamente extraño e inadecuado. Pero hilarante, por la inocencia que destila, muy propia de los hermanos Polonia y que, aquí, perteneciendo el metraje mayormente a sus juventudes, abunda por doquier, haciendo de "Channel 13" una cosilla simpática y curiosa de consumir, sin más.

Como les decía arriba, ahí van las fabulosas imágenes de "Motel Hell".
Presentes en el film, sí, pero a kilómetros de distancia del show gore,
demencial y gran guiñolesco que prometían. Una auténtica lástima.

viernes, 26 de abril de 2024

RABIA DE SANGRE

“Rabia de sangre”, rodada con dos pesetas y en condiciones prácticamente tercermundistas, resulta una película estupenda que, quizás por desperada, gráfica e indecente, no ha obtenido el culto que merecía tras tantos años de existencia, pese a que a que hay quien la considera un clásico del "grindhouse". No obstante, a estas alturas todavía no cuenta con una edición remasterizada en Blu Ray como dios manda, y tan solo circulan copias del VHS que apareció en su momento y DVD’s cuyos transfers dejan mucho que desear en ediciones infectas. Me pregunto si alguno de los cuatro sellos especializados en recuperar viejos títulos como este la tendrán presente para una edición en condiciones. Asimismo, “Rabia de sangre” llegó a nuestro país directa a vídeo a través del sello "Silverscreen", sin embargo, no es uno de los títulos de la época que destaque o sea recordado a día de hoy.
Lo cierto es que tras todas estas películas pequeñas destinadas a complejos teatrales de segunda categoría con los asientos manchados de semen, siempre hay un mercenario dispuesto a rodar toda suerte de frivolidades con más ganas de ganar dólares que talento. Pero cuando contamos con un buen director, los cierto es que no hay presupuesto pequeño que perjudique su película. Y Joseph Zito, que empezó con esta clase de cosas pequeñas —y sin ningún afán de compararlo con cualquiera de los grandes— es un buen director, o al menos, uno con el pulso bien cogido al entretenimiento. No en balde acabaría rodando una de las mejores secuelas de “Viernes 13” (la cuarta) y las mejores películas al servicio de Chuck Norris, además de “El asesino de Rosemary” a la que también tengo alta estima.
Esta “Rabia de sangre” es un exploit con todas sus letras, una más que trillada historia de asesino en serie que mata prostitutas, pero con los ojos bien puestos en “Taxi Driver” (vemos imágenes muy potentes del Deuce neoyorquino al tiempo que escuchamos las reflexiones y delirios del asesino en off, como hacía "Travis Blicke" en la película de Scorsese) y con la sordidez y misoginia propia de un “Maniac” (que es posterior) de William Lustig. Una película que, si hubiera visto en mi juventud me hubiera perturbado y, sin duda, obsesionado.
Una prostituta y su novio policía discuten en la habitación donde esta ejerce su carrera. Justo en ese momento entra un cliente, por lo que la discusión entre la singular pareja queda incompleta. Dicho cliente es un joven apocado al que la puta consigue sacar los colores, en consecuencia, enloquece y asesina a la meretiz a base de reventarla contra la ventana de la habitación, proporcionándole una colección de cortes con muy mala pinta. Todo mostrado de manera muy explícita y recreándose en ello. Cuando el novio de la prostituta se encuentra con el percal, su asesino ya está a kilómetros de distancia puesto que se ha ido corriendo a Nueva York, donde se busca un trabajo y aprovechará para hacer lo propio con tanta prostituta como se cruce en su camino. Mientras, el policía está bajo sospecha del asesinato de la prostituta y decide irse a la ciudad a buscar al individuo.
La trama es muy sencillita y el final abrupto, pero diré que el desarrollo de los acontecimientos es de aplauso, que toda la película va al grano y sin florituras de ningún tipo, que es tosca, seca, desasosegante y que, de aspecto pobretón y zetoso, está montada con una agilidad abrumadora y resulta interesante, entretenida y angustiosa a partes iguales. Súmenle que tan solo dura una estupenda hora y diecisiete minutos, que eso siempre es un aval. Vamos, me ha gustado mucho, contra cualquier clase de pronóstico. Y el final es cojonudo.
El caso es que, por algún motivo, Joseph Zito firmó esta, su segunda película, bajo el seudónimo de Joseph Bigwood, yo me figuro que por considerarla un tanto enferma.
En  los USA se distribuyó bajo el título de “Bloodrage” (no confundir con “Blood Rage”, aquí emitida en televisión como “Pesadilla en Sherman Woods”) aunque se la conoce más por el subtítulo que acompañaba al título en el póster para cines, “Never Pick Up a Stranger”, que por otro lado es el que reza en los créditos iniciales.
Como curiosidad, decir también que en el poster americano, la fotografía que se nos muestra, en la que un bestia está a punto de clavarle a una señorita el culo de una botella, no solo no tiene nada que ver con la película, sino que el individuo en cuestión es el gigantón Irwin Keyes. Lo curioso es que, aunque esa secuencia, que tiene pinta de ser posada ex profeso para el póster, no tenga relación con el film, Keyes sí aparece en la misma, solo que en calidad prácticamente de extra. Hay que estar muy atentos pero es un de los chulos de putas que sale en el plano final. Me figuro que sería ese día de rodaje el mismo que elaboraron las fotos para el cartel y, claro, el actor principal, Ian Scott (“Rabia de sangre” sería su primera y última aparición como protagonista en una película) ese día no debía tener sesiones y solucionaron la papeletea como buenamente pudieron con los figurantes que anduvieran por allí. Paradójicamente, Irwin Keyes sería el único actor que haría carrera posteriormente.
Muy recomendable esta “Rabia de sangre”.

miércoles, 24 de abril de 2024

MINUTOS MUSICALES 27: SU NOMBRE ME OFENDE, CABALLERO

En principio, y dado como anda hoy día el panorama de lo políticamente correcto, uno se siente moralmente obligado a celebrar la existencia de un grupo llamado -traduciendo- "Los abusadores de menores". ¿Se lo imaginan?. Además, lucían uniforme nazi en las fotos (incluida esvástica) y gastaban unas letras hasta las trancas de obscenidades. Pero, ¡ay ese pero!, al final se trataba de la misma mierda de siempre: Provocar por provocar. Shock facilón. Y, también, mucha guasa y música mediocre.
"The Child Molesters" operaron cuando más oportunamente debían, a finales de los setenta. En pleno auge de un punk ya totalmente deglutido y simplificado a chiste verde por el media. Caca culo pedo pis inofensivo. Grabaron varios singles y no se pusieron en serio con un LP hasta 1982. El resultado, "The Legendary Brown Album" -en evidente coña a costa del "White Album" de los "Beatles"- ("El legendario álbum marrón"... y sí, todo enfundado en el color de la mierda) quedó estancado en las arcas de la discográfica y no vio la luz hasta mediados de los noventa, cuando "Sympathy for the Record Industry" lo rescató.
Sin ser la repolla, el artefacto contiene algunas canciones medianamente graciosas, destacando entre ellas "Sluts" ("Golfas"). De los "Child Molesters" nunca más se ha sabido, y mejor así (años después, uno de sus integrantes, ya padre de tres retoños, reconocería que el nombre solo era para chinchar y ni siquiera se consideraban punk)...

Y pasamos de pederastas a violadores.
"Los Violadores" son el equivalente Argentino a nuestra "Polla Records". Es decir, el grupo punk más re/conocido de su tierra y una trayectoria extensa que incluye todas las inevitables fases de cualquier combo punk con mucha carretera a las espaldas, desde cambios estilísticos discutibles, a separaciones y reuniones, coronado todo ello en 2021 por la muerte de su vocalista, lo que pondría el fin oficial al culebrón.
Cuando las facciones más políticamente correctas del punkismo les miraban mal por su nombre, ellos corrían a aclarar que se referían a violar la ley, sin ninguna vinculación con el feo acto sexual. Posfale.
Como ocurre con casi todos los grupos punk rock, es en su enérgico LP de debut donde "Los Violadores" suenan especialmente frescos y adrenaliníticos, cosa corroborada por uno de sus surcos más satisfactorios, "Viejos Patéticos"...

¡PERO! a mi el que me la pone morcillona es justo el siguiente, "El extraño del pelo largo", versión de una copla lanzada en 1969 por el primer grupo "beat" argentino, "La Joven Guardia".
"Los Violadores", siguiendo a rajatabla el manual punk -con especial predilección por rajar de todo lo que fuesen pelos largos y flores- decidieron "ramonizarlo", no sin cierto cinismo, pero resultados muy muy gozables...

lunes, 22 de abril de 2024

FRANKY BANDERAS

El fenómeno de la música infantil tuvo su auge durante la década de los 80 y en nuestro país aguantó hasta la de los dos mil -mucho menos intensamente- cuando, casi sin darnos cuenta, se diluiría por completo.
Sin embargo, en los 90, con la tendencia dando coletazos, a un individuo especializado en producir música dance se le ocurrió grabar voces a su hijo de tres años con el fin de producir un hit, “Dur, dur, d’etre bebe”, que vendió más de seis millones de copias en todo el mundo. Por supuesto, a la masa que demandaba el disco lo que le hizo gracia fue, precisamente, que fuera un bebé el que cantaba. Así, esa lumbrera de la música dance noventera decidió convertirlo en toda una superestrella, Jordy, ¿se acuerdan? Récord Guiness por tratarse del cantante más joven del mundo.  Inevitablemente su carrera funcionaría bien los primeros dos años para luego caer estrepitosamente en el olvido y, lo que es peor, crecer el niño con unas carencias que, ya mayor, harían mella en su personalidad.
Por supuesto, nuestro país no es ajeno a eso de explotar bebés (y copiar al vecino). Así, el 2002 aparece en televisión Raulito. Un niño de cuatro años que canta y baila un tema original de David Civera. El chaval hace gracia a las marujas y, en consecuencia, tenemos a un nuevo bebé estrella con álbum musical en el mercado. Todo versiones interpretadas con el desparpajo de cualquier bebé un poco salao, tampoco es que sea un superdotado ni nada eso (es más, salvo cuando se pone a cantar, por lo demás se le veía poco despierto). Por supuesto el invento duró año o año y medio, nada más. Y es que tan gracioso no era. A Raulito le dio tiempo hasta de protagonizar una película, antes de volverse un adulto con ciertas peculiaridades (haciendo alardes vocales en vídeos colgados en su cuenta de Instagram).
Gracias a la (esta vez sí) despierta mente de Enrique Cerezo, se da luz verde a uno de esos productos que al expresidente del atlético de Madrid tanto gustan, con actores de renombre, mogollón de cameos sin coherencia, e ideas imposibles que pretende servir de lucimiento para Raulito, amén de ser una película de José Luis García Sánchez con guion de Rafael Azcona y todas las de la ley.
A priori, esta extraña mezcla, marciana donde las haya,y aún con el niño cantor de por medio, es una extravagancia condenada al fracaso —de hecho, lo fue, con poco más de 78.000 espectadores—, pero al final, gracias a un argumento más bien destinado al público adulto, unos gags efectivos y ligeras trazas de cine costumbrista, resulta que “Franky Banderas” está muy, pero que muy bien. Vamos, una comedia realmente entretenida y una de las mejores películas españolas de aquella primera década de los dosmiles, repleta de enormes bostas desalmadas y mediocres. Y sin despeinarme lo digo.
La película nos presenta a Avelino Lechuga, un payaso de circo venido a menos que sobrevive gracias a las bodas, bautizos y comuniones. Un buen día descubre a un niño que canta y baila con cierto desparpajo y decide convertirse en su manager con la intención de explotarlo al máximo y forrarse. Así, y en referencia a Joselito, el ruiseñor de las cumbres, nace Franky Banderas; el jilguero de Madrid. Por el camino el crío y el payaso tendrán que deshacer entuertos y vicisitudes.
Da la sensación que en el papel la historia iba a ir por otros derroteros y la inclusión como protagonista de Raulito fue en última instancia, ya que la idea inicial surge directamente del director José Luis García Sánchez, quien leyó en prensa una noticia en la que un cura se ofrecía a participar en fiestas infantiles dando un espectáculo en el que mezclaba el canto gregoriano con el flamenco. Le hizo gracia y se le pasó por la cabeza convertirla en película. De este modo, García Sánchez comienza con el tratamiento del guion hasta llegar a la presente película, donde el cura flamenco-gregoriano tiene un papel secundario en la trama y está interpretado por otro artista de la época que también fue flor de una primavera, Valderrama, el hijo de Juanito Valderrama, que con un disco en el mercado en aquel momento tampoco acabaría de despuntar. Curiosamente se prodiga como un actor bastante eficaz, dando vida a ese cura moderno, hijo del personaje del payaso interpretado por Juan Luis Galiardo, y cuya misión en la película es que su personaje escriba las canciones que deberá interpretar Franky Banderas (uno de los nombres artísticos que el personaje de Raulito tiene en el largometraje).
No solo se cuenta en el reparto con Valderrama (mira que hay que ser rebuscado para llegar a la conclusión de que quieres en uno de los papeles a Valderrama…), también tenemos a Chiquito de la Calzada como el abuelo de Franky Banderas, y aquí la inclusión del humorista me gusta mucho porque Chiquito interpreta, y lo hace bien, es tierno cuando toca, pero sin dejar de ser en ningún momento Chiquito. Se tira toda su intervención soltando sus típicos chascarrillos. Enternece y resulta muy agradable verlo.
Completan el reparto de verdadero lujo Tete Delgado, María Barranco, Manuel Alexandre, Manuel Morón, Pablo Carbonell y Simón Andreu.
“Franky Banderas” es un vodevil clásico, con los inevitables toquecitos berlanguianos que gusta dejar a García Sánchez en todas sus películas y un film que, quizás no cambiará nuestra vida, pero nos va a hacer pasar un rato bastante simpático. Eso no sería algo muy a tener en cuenta de no ser por que, A) se trata de una película para lucimiento de Raulito, cosa que no tiene razón de ser, B) gasta una pinta de rancia que tira de espaldas y, C) hace gala de uno de los pósters más feos de la historia del cine.
También es curioso que García Sánchez y Rafael Azcona, con el sobrado prestigio del segundo y el estilo diferenciable del primero, se tomen en serio lo que es la primera (y única) película de Raulito y la lleven a buen puerto como llevaron, por ejemplo, “La corte de Faraón” o “Suspiros de España (y Portugal)”. Incluso puede que "Franky Banderas" hasta las supere.

sábado, 20 de abril de 2024

IT KNOWS YOU´RE ALONE / SCREAM OF THE BLIND DEAD / PARASITE LADY

Ahí van dos confesiones. La primera: Cada vez me cuesta más aguantar una película entera. Supongo que he visto tantísimas, y sigo viendo tantísimas, que me aburro con una facilidad pasmosa. El estar tan bien informado de tropos, clichés y fórmulas, contribuye, no lo duden. Por eso, creo, solo consiguen engancharme aquellas muy bien paridas o, sobre todo, que se salen de mi menú habitual. En cambio, lo que hago mucho más es escuchar música. Sin descanso. Me puedo pasar horas. Resumiendo: mi cinefilia (o cinefagia) vive constantemente amenazada. ¿Qué hacer? Fácil, reunir ambas modalidades en una. Ver películas a la par que consumo música. Bien, bonito, pero... ¿qué clase de producto audiovisual es aquel cuyos diálogos y entendimiento de la trama merezcan ser sacrificados? Pues algo sin mucho valor, obvio, pero también sin mucho bla,bla, ni demasiadas complicaciones y, ya puestos, subtítulos básicos. Es decir, pelis zetosas, roñas amateurs, etc... mandanga actualmente muy fácil de localizar en plataformas, siempre de modo gratuito. Así que a ello me dedico últimamente.
Y, siguiendo con la lógica, ¿¿qué clase de películas me aseguran tales condiciones?? coño, pues las de Chris Alexander, un auténtico especialista en eso del corto alargado. Ya hablé de él hace un tiempo, de su condición de ex-editor de "Fangoria", de como ello le valía para recibir apoyo y ayudas de ciertos personajillos "importantes" del sector, y... bueno, aquí viene la segunda confesión: de lo mal que me cae.
Lo tenía atragantado de antes (no puedo sufrir su cara de pasmao, esa gorrita detestable que lleva siempre y el rollo pedante del que, ocasionalmente, hace gala), pero podía tolerarlo como bicho curioso. Después de cierto affaire -que no comentaré, es cosa mía, aunque contribuyó a convertir el atragantamiento en "algo personal"-, ya no valía ni eso. Detesto a Chris Alexander. Sin su pasado "Fangoriano", pertenecería a los miles y miles de pringados que hacen cacotas con la vídeo-cámara creyéndose "filmmakers" legítimos, lejos de trascender. Pero él se puede permitir el gusto de ir a tomar unas copichuelas con Charles Band, convencerle para que invierta capital en sus peliculillas y, luego, las cuele en los servicios de streaming de "Full Moon". Y Band, claro, acepta. En parte porque anda muy perdido últimamente y está dispuesto a tocar cualquier palo en espera de que alguno suene. Lo máximo que el ex-capitoste de "Empire" ha aportado al "cine" de Alexander son tetillas. Antes las actrices le salían con camisón, marcando pezón, pero poco más. En sus roñas recientes, y de las que hablaré a continuación, se ven ubres. Algunas muy gonitas.
Así pues, tengan en consideración que las siguientes tres películas las consumí con música ajena en los oídos. Algo que podría considerarse trágico pues el juego auditivo se supone tiene mucho peso en las pelis de Alexander, ya que él mismo se encarga de componer y tocar lo que suena en la banda sonora, rollo "Goblin", retro-techno setentero. Pero, dadas las circunstancias, me la trae tremendamente floja. Para el caso, el mentado acompañamiento vino de la mano de "The amazing crowns", "The Onyas", "Teenage Head", "The Oblivians" y "Dirtys". Gracias a todos ellos por hacerme la experiencia más soportable.

La primera en caer fue "It knows you´re alone". Una pava de hermosos mondongos encuentra en la orilla de la playa un... errr... ¿cómo definirlo? teléfono muy tocho que antaño usaban los barcos para comunicarse entre ellos (¿arrastrado por el mar a pesar del peso?). Se lo lleva a casa, lo limpia y, claro, una noche suena. Lo coge y escucha sonidos raros, como voces distorsionadas del más allá. Por lo visto hay un fantasma muy cabreado en el lugar y utiliza el parato para darle al pico y, de paso, materializarse con fines bien pérfidos.
Bien, Alexander cumple con la papeleta del buen zineasta digital moderno esclavo de las plataformas. Lo primero es que tu peli ejerza de buen concepto, antes que buena videomovie. Así, remarcas mucho las referencias para que el fan medio se sitúe: Un cartel muy chanin con regusto a los setenta. Unos créditos a base de guiños tan sutiles como recibir un martillazo en la polla (por ahí leemos los nombres de A.M.Frank y Daniel White... como se suele decir ahora: if you know, you know), mucha morralla psicodélica a base de filtros, lesbianismo de chichinabo, toda una ristra de características propias del cine facturado en los 70 y, muy especialmente, el eurotrash que don Alexander hace suyas... pero sin más.... de modo completamente superficial, hueco, vacío. Porquesí. ¿Y el resto? pos una trama lineal como el cordel de un támpax, leeeeeeenta cual tortuga asmática, carente de imaginación o alguna resolución ingeniosa y una escueta duración de escasos 50 minutos que, encima, se hacen eternos. Ya les decía arriba, cortos alargados ad infinitum. Le quitas los paseos interminables y el rellenismo estético, y se queda en unos 10 minutos... igualmente aburridos.

"Scream of the blind dead" era la que me hacía más gracia, básicamente por tratarse de un homenaje a los templarios de Amando de Ossorio. ¿La enésima secuela en formato amateur, como tantas se han hecho -y tan jodidamente mal- estos años? Eso pensaba yo, pero no. En apenas 38 minutos (igualmente eternos) Alexander se vale de cierta iconografía propia de la franquicia hispánica (en este caso reducidas a UN templario) para contar lo de siempre, a la manera de siempre. Una tipa guapa (muy guapa, Stephanie Delorme), impulsada por una voz que la llama del más allá, baja del tren, llega hasta una vieja iglesia, se masturba recordando cómo se folló a su amante lesbi y, entonces, aparece un templario que la persigue.... y persigue....  y persigue.... y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue... y per... eso. Hasta que la mata. That´s all folks. Incluye cameo de Lone Fleming, por supuesto... solo que, acorde a este cine de tecnología digital, limitado a la voz. Es decir, ni siquiera le pagaron un billete para ir a "rodar" a Canadá, bastó con una llamada por Skype. Evidentemente, toda la publi / promo de "Scream of the blind dead" es dolorosamente engañosa. Y eso aporta algo positivo, el careto que se le va a quedar a todo retardado fan del fantaterror cuando se siente frente a la tele dispuesto a ver esto.

La verdad es que habría dejado la tortura aquí, pero estaba gozando de mi particular banda sonora y no quería cortarla, así pues me busqué otra chrisalexanderdada para acompañar. Una cortita, eso sí. La elegida fue "Parasite Lady" de... no recuerdo bien, 40 y pico minutos.
Una tipa vive metida en un ataúd. Se levanta, se ducha para que le veamos las tetas, sale a la calle, visita una feria muy retro, se liga a otra pava, se la lleva a un motel, le abre el cuello y bebe su sangre. Al día siguiente, lo mimmo. Y así hasta que se enamora de una de sus víctimas, pero la madre superiora de las chupadoras de sangre no permitirá a su pupila tal capricho. En fins. Si el cine de Chris Alexander ya es aburrido y repetitivo, alargado hasta la ofensa, aquí la cosa se torna cruel, ya que de eso va la trama, de ver a doña parásito sumida en idéntica rutina día tras día. Hay que ser joputa. Todo ello pues a lo digital, a lo estéticamente hermoso propio de un vídeo de karaoke, diálogos mínimos, cámaras lentas, filtros hasta aturdir, bla, bla. Sin novedad. Todo aquello que parapeta su verdadera condición de producto hueco, sin alma, sin trama, sin esencia, pero lo suficiente recargado estéticamente -y pomposo- para que el fan medio se flipe, se ciegue, y diga maravillas aluego en las detestables redes sociales habituales. ¡Panda de cretinos!.
Sin embargo reconozco que, en el fondo, es hasta respetable que Chris Alexander se mantenga tan fiel a sus características maneras. Ahora bien, no sé como no se aburre de hacer exactamente siempre lo mismo, de idéntico modo. Me sorprende esa criminal falta de inquietud creativa, ciertamente.
Y que a gusto me he quedao, oiga.

viernes, 19 de abril de 2024

NO MIRES TANTO... O TE QUEDARÁS CIEGO

Comedieta a base de chistes y sketchs, descendiente directa de los nudies y el sexploitation que, siendo estos subgéneros en los 60 proclives al humor, en los 70 la cosa se desmelenaba hasta casi eliminar las escenas de desnudos y folleteo en pro de las risas.
El chiste comienza desde el principio, desde el título original: “If you don’t stop it… You’ll go blind” es toda una declaración de principios. Traducido sería algo así como “Si no paras… te quedarás ciego”, en alusión a la antiquísima leyenda urbana que dice que si uno se casca muchas pajas acabará perdiendo la vista. El título y el póster, sin duda, son lo mejor que tiene este artefacto segundón y pajillero. No obstante, la edición española en vídeo fue traducida de una manera un tanto menos ingeniosa y pacata pasando a titularse “No mires tanto… o te quedarás ciego”, dejando fuera cualquier referencia al onanismo.
La cosa va de rellenar metraje a base de gags, uno seguido de otro, en torno a cuernos, polvetes cachondos y mil chorradas más, que desembocan en una premisa que sirve de hilo conductor, aunque suceda en la recta final de la película. Y es que todos esos chistes sirven para mostrarnos los comportamientos de los personajes que los han interpretado. Eso propiciará que todos ellos participen en un concurso de índole sexual en el que se concederán las “pollas de oro”. Poco más. Se introducen un par de numeritos musicales picantones y todo es válido con tal de llegar a la hora y veinte de duración. ¿Funciona la cosa? Absolutamente, no. Los chistes no son para nada graciosos y, pese a que los directores Keefe Brasselle (actor de tercera regional reciclado a director que protagonizó en los 50 sendos ignotos biopics dedicados a Eddie Cantor y Babe Ruth) y Bob Levy le imprimen un ritmo endiablado a la sucesión de situaciones cómicas, cualquier aspecto técnico o artístico es demasiado endeble (o no llega a serlo lo suficiente) como para que, una vez saciada la curiosidad, se le tenga algún tipo de consideración más allá de lo antropológico. Realmente, ver “No mires tanto… o te quedarás ciego” es como ver un episodio largo de “Ni en vivo, ni en directo”, pero en malo… malísmo.
La crítica se cebó con la película en su momento y esta se granjeó una muy mala prensa a rasgos generales, pero, sin embargo, el invento debió salir rentable porque unos años después, se estrenó una secuela aún más infame titulada “I can do it…Till i need glasses” (“Me seguiré pajeando… hasta que necesite gafas” sería un buen título si hubiese llegado a España) que es bastante peor que esta, pero tiene una historia detrás en torno a Robin Williams que le hace subir enteros como producto de derribo.
En cuanto a sus directores, Brasselle no hizo más películas y Bob Levy se encargó de la secuela para nunca más volver a ponerse detrás de las cámaras.
En el reparto, actores y comediantes de tercera categoría, unas cuantas tías jamonas, y la presencia de la mega-tetona Uschi Digard, musa de Russ Meyer y habitual del soft setentero, que aquí, con la cosa de hacer la gracieta, nos enseña medio pezoncillo.
Muy mediocre.