Ando leyendo un libro sobre el cine de Joel y Ethan Coen, escrito por Ian Nathan, que le da mil patadas a aquella cosa pretenciosa editada en su día bajo el funesto sello "Cátedra". Consecuentemente, me ha dado por revisar algunas de sus películas. Hurgando, me topé con "La balada de Buster Scruggs" y aluciné pepinillos al comprobar que seguía siendo inédita para mis cansados ojos. Lo solucioné esa misma noche y, créanme, disfruté como un cochinillo. Muy buena, muy sorprendente e imprevisible. Se nota que "Netflix", sedienta por contar en sus filas con cineastas de prestigio, dio un cheque en blanco a los hermanos para que hiciesen lo que les saliera del coño. Y joder si lo aprovecharon.
No era la primera vez que la gentuza de los dineros confiaba plenamente en ellos. Ocurrió ya en los noventa, cuando, estando ambos de moda, el mega productor de "actioners" tan míticos como "Commando", "Arma Letal" o "Jungla de cristal", Joel Silver, les apadrinó para que dieran su (gran) salto al cine más "comercial". Y el proyecto elegido nos retrotrae a otra historia de la que ya he hablado antes, la fascinante amistad humana y colaborativa de los Coen con Sam Raimi.
Según el libro de Ian Nathan, esas supuestas deudas de "Arizona Baby" con "Posesión Infernal", a las que aludía en mi reseña, no son delirios de un anormal -que diría Ze-. Existen. Motivado por el éxito de su debut, Raimi se instaló un tiempo en Los Ángeles, a la búsqueda de fama y fortuna. En eso que los Coen pasaron por allí, esperando dar con un distribuidor para la entonces recién terminada "Sangre Fácil". Decidieron acampar en el cuchitril de su amigo y, por aquello de combatir el aburrimiento, juntos y revueltos se sentaban frente a la máquina de escribir, pariendo de este modo un guion a pachas. Uno basado, hasta cierto punto, en la misma aventura angelina de Raimi. El paletillo "de pueblo" que va a la gran ciudad en busca de una oportunidad. Con este metido en el ajo, les salio una cosa muy ambiciosa, difícil de producir en aquel momento, siendo novatillos desconocidos. Pero ahí quedó, en el congelador, a la espera de que algún día alguien soltara el montante. Por supuesto, estamos hablando de la futura "El gran salto", título españolo algo absurdo para "The Hudsucker Proxy" y "Hudsucker" era un gag recurrente en el universo Coenraiminiano. Lo habíamos oído en la mentada "Arizona Baby" y también en "Crimewave (Ola de crímenes... ola de risas)" cuyo libreto, les recuerdo, iba igualmente firmado a seis manos por los chavales.
Es un dato bien conocido que aquel intento de Joel & Ethan por integrarse en el mainstream se saldó con un hostiaco de los gordos. Fracasó estrepitosamente en su paso por salas, de ahí que el libro que ando leyendo le dedique cuatro únicas páginas (y, muy extrañamente, apenas mente la citada "Crimewave"). Pero no fue en balde. De rebote, los brothers regresaron a su terreno natural, pariendo el film que les acabó de catapultar, funcionó de mil maravillas en todos los aspectos y les valió un Oscar (como guionistas) Además, resultaría ser su mayor logro y una de las dos que poseo en formato doméstico, "Fargo" (por si les pica la curiosidad, la otra es "Arizona Baby").
Pero centrémonos en "El gran salto", fechada el año 1994. Como decía, cuenta la historia de un pobre diablo, más tonto que una almeja (interpretado por un muy adecuado Tim Robbins, sacándole máximo rendimiento a esa cara de bobo. Según el libro, primeramente se pensó en Tom Cruise), al que una gran corporación comandada por un malvado gerifalte (un genial Paul Newman. Según el libro, de entrada se pensó en Clint Eastwood... joder, ¡habría molado!) utiliza a su antojo. La compañía pretende devaluar sus acciones, para poder comprarlas después a precio irrisorio, y necesitan un tonto que pague el pato. Solo que este sorprenderá a propios y extraños pariendo un producto de éxito -el Hula-Hoop-. En medio, como no, habrá una chavala con la que nacerá el amor (Jennifer Jason Leigh. Según el libro, papel destinado a Winona Ryder) y al tonto se le subirán los humos, ascendiendo a cretino. Luego caerá hacia lo más bajo, aprendiendo una lección en el camino.
Acompañan a los tres astros mencionados rostros tan familiares -y agradables de ver- como los de Charles Durning, Bill Cobbs, Joe Grifasi, Roy Brocksmith, Peter Gallagher, Steve Buscemi o Jon Polito. Por ahí anda John Goodman en plan cameo. Y la neumática y malograda Anna Nicole Smith (ese mismo año interpretó a una grotesca mujer fatal en el tercer "Agárralo como puedas") La gran sorpresa viene dada por la presencia, bastante destacada, de Bruce Campbell, demostrando más que nunca sus limitaciones interpretativas. Recordemos que había intervenido en el pre-trailer de "Sangre Fácil", parido para engatusar a posibles inversores, y volvería a tener escasas y muy breves apariciones en "Fargo", "Crueldad Intolerable" o la entretenidísima "Ladykillers", sin embargo, me sorprende que, dadas las amistades comunes, los Coen no hayan contado con él para nada más sucoso. Obviamente, Sam Raimi también se marca un papelillo, pero esta vez mediante sombras chinescas. Le acompaña en tal función John Cameron, otro de los integrantes del clan Raimi que abandonaría el barco para quedarse exclusivamente con los hermanos.
Vi "El gran salto" en una sala considerada "de arte y ensayo", lugar de peregrinaje para los fracasados escarceos con el mainstream de cineastas, hasta entonces, considerados minoritarios (ocurrió también con Kevin Smith y su "Mallrats"). Lo comento por el par de anécdotas conjuntas. El "tío de la puerta" resultó ser un viejo compañero de EGB. Así que me dejó entrar gratis. Mientras charlaba con él, apareció un ya entonces reputado crítico de cine,"gurú" de la cultura popular, habitual de las páginas de "Fotogramas". Le conocía personalmente por senda ocasión pasada y creyó que andaba camelando al responsable del cine para entrar por la pati. Terminado el film, volvimos a encontrarnos (digo el crítico y yo). Preguntó que qué me había parecido. "Psé" esputé yo. "A ti es que no te gusta nada" contestó. Entonces me escaseó el ingenio, pero lo suyo habría sido contraatacar con: "Pues a tenor de tu trabajo, ¡a ti te gusta todo!".
Sí, "El gran salto" no me convenció en su momento. La encontré demasiado convencional, dentro de lo que es, y medianamente previsible, considerando lo poco que eso suele darse en el cine Coeaniano (una de sus mayores virtudes, añado con admiración). Son las secuencias a base de pura narrativa visual, dinamismo e inventiva chorreante, las que se quedan grabadas en la retina. Me vienen a la mente la del "ataque de risa conjunto" y, sobre todo, la del hula-hoop. Decir que -nuevamente según el libro- fue Sam Raimi quien se encargó de dirigir esta última, en plan segunda unidad.
Consumida hace escasos días, "El gran salto" me resultó muy buenrollera y agradable, aunque sí es cierto que, a ratos, su estultismo deliberado cargaba un poco las tintas en plan "no, no es tan gracioso". Pero, ¡ei!, tampoco diré nada malo. Si buscas evasión saludable, sobra y basta.
Epílogo: Gracias al libro, me he reconciliado con algunas de mis menos favoritas películas de los hermanos, caso de "Crueldad Intolerable" (de "imposible de terminar" ha pasado a amena y dinámica) o "Quemar después de leer", y también ha sido útil para redescubrir tantas otras ("El hombre que nunca estuvo allí", "A propósito de Llewyn Davis"...). Por todo ello, Joel y Ethan han ascendido unos cuantos puestos en mi actual lista de cineastas favoritos.
sábado, 31 de agosto de 2024
martes, 27 de agosto de 2024
STAR (SPACE TRAVELLING ALIEN REJECT)
Extraña película (autodenominada) independiente de la compañía neoyorquina DefTone Pictures, capitaneada por el director Adam R. Steigert, que cuenta la historia de un escritor asolado por las deudas que es perseguido por unos gangsters. Por otro lado, en el espacio, tenemos una nave perseguida por otra en lo que parece una batalla estelar. Esta nave es derribada y va a estrellarse a la tierra.
El escritor se ve obligado a huir de sus prestamistas y, durante la huida, se encontrará con el tripulante de la nave estrellada, un alienígena que responde al nombre de Star. Entablarán amistad y, juntos, intentarán resolver sus problemas.
Por supuesto esto no es más que una película filmada en vídeo con un presupuesto bajo (no tan bajo como cabría imaginar), con unos efectos especiales infográficos que directamente parecen animaciones de Video Brinquedo, unos diálogos larguísimos e interminables (y más en esta ocasión ya que la pelí pasa de la hora y media de metraje) y un muppet feo de pelotas que hace las veces del marciano protagonista. Una película que a primera vista bien podrían haber facturado unos aficionados con su cámara de vídeo. Sin embargo, al ver unas cuantas fotografías de making of, me doy cuenta de que el amateurismo en una de estas producciones no es tanto, y que, aunque se usen cámaras de vídeo de gama media, en realidad un rodaje de esta calaña dista muy poco de el de uno profesional, con sus grúas, su ayudante de dirección, sus eléctricos y hasta el uso de combos y otras parafernalias cinematográficas. Entonces ¿por qué el resultado de estas producciones pequeñas es tan espantoso y dolorosamente cutre? Supongo que el concepto “con buena picha bien se jode” no es tan acertado en este tipo de películas y que es la ineptitud de sus artífices la que las hace parecer más tercermundistas de lo que son (en este caso, una pequeña compañía en Buffalo con producción fluida y que factura por ello —de ahí que exista. Al final es solo un negocio y, por tanto, las películas son lo de menos—. Es decir, que de tercermundistas nada de nada). Además, R. Steirgert afirma que el guion de “Star (Space Traveling Alien Reject)” es la combinación de tres películas para las que no consiguió financiación. O sea, que como esos dos proyectos no pude levantarlos, los incluyo en este que sí… de ahí su duración excesiva y un par de subtramas que no terminan de casar con lo que importa, que es el encuentro del escritor con el extraterrestre .
“Star (Space Traveling Alien Reject)” es anodina hasta decir basta. A priori parece el enésimo tardío y puede que posmoderno exploit de “E.T. El Extraterrestre”, pero en cuanto hace acto de presencia la horrible marioneta coprotagonista, nos damos cuenta de que “E.T.” no es la fuente de inspiración, sino que lo es la serie “ALF”. Está claro que el muppet, diseñado físicamente a imagen y semejanza de aquel, es un mal émulo de 2017, con su chanzas, chascarrillos y humor socarrón, pero infinitamente más cutre, barato y antipático que ALF. Este Star es, probablemente, el muñeco más feo visto en una película, con permiso de los monos azules de “The rare blue apes of cannibal isle”.
Poco más que decir; esto tuvo su estreno reducido en Buffalo y, después, directa a toda aquella plataforma de streaming que alberga contenido gratuito para el usuario. A poco que busquen la van a encontrar por ahí.
El dire, Adam R. Steigert, por supuesto, produce como churros y en su haber cuenta con películas de marcado carácter comercial que pueda vender a patéticos vírgenes granudos; “Gore”, “The final night and day”… o sea, pelis baratas, feas y muertas sobre zombies, extraterrestres o la combinación de ambos.
“Star (Space Traveling Alien Reject)” es lo peor de lo peor.
El escritor se ve obligado a huir de sus prestamistas y, durante la huida, se encontrará con el tripulante de la nave estrellada, un alienígena que responde al nombre de Star. Entablarán amistad y, juntos, intentarán resolver sus problemas.
Por supuesto esto no es más que una película filmada en vídeo con un presupuesto bajo (no tan bajo como cabría imaginar), con unos efectos especiales infográficos que directamente parecen animaciones de Video Brinquedo, unos diálogos larguísimos e interminables (y más en esta ocasión ya que la pelí pasa de la hora y media de metraje) y un muppet feo de pelotas que hace las veces del marciano protagonista. Una película que a primera vista bien podrían haber facturado unos aficionados con su cámara de vídeo. Sin embargo, al ver unas cuantas fotografías de making of, me doy cuenta de que el amateurismo en una de estas producciones no es tanto, y que, aunque se usen cámaras de vídeo de gama media, en realidad un rodaje de esta calaña dista muy poco de el de uno profesional, con sus grúas, su ayudante de dirección, sus eléctricos y hasta el uso de combos y otras parafernalias cinematográficas. Entonces ¿por qué el resultado de estas producciones pequeñas es tan espantoso y dolorosamente cutre? Supongo que el concepto “con buena picha bien se jode” no es tan acertado en este tipo de películas y que es la ineptitud de sus artífices la que las hace parecer más tercermundistas de lo que son (en este caso, una pequeña compañía en Buffalo con producción fluida y que factura por ello —de ahí que exista. Al final es solo un negocio y, por tanto, las películas son lo de menos—. Es decir, que de tercermundistas nada de nada). Además, R. Steirgert afirma que el guion de “Star (Space Traveling Alien Reject)” es la combinación de tres películas para las que no consiguió financiación. O sea, que como esos dos proyectos no pude levantarlos, los incluyo en este que sí… de ahí su duración excesiva y un par de subtramas que no terminan de casar con lo que importa, que es el encuentro del escritor con el extraterrestre .
“Star (Space Traveling Alien Reject)” es anodina hasta decir basta. A priori parece el enésimo tardío y puede que posmoderno exploit de “E.T. El Extraterrestre”, pero en cuanto hace acto de presencia la horrible marioneta coprotagonista, nos damos cuenta de que “E.T.” no es la fuente de inspiración, sino que lo es la serie “ALF”. Está claro que el muppet, diseñado físicamente a imagen y semejanza de aquel, es un mal émulo de 2017, con su chanzas, chascarrillos y humor socarrón, pero infinitamente más cutre, barato y antipático que ALF. Este Star es, probablemente, el muñeco más feo visto en una película, con permiso de los monos azules de “The rare blue apes of cannibal isle”.
Poco más que decir; esto tuvo su estreno reducido en Buffalo y, después, directa a toda aquella plataforma de streaming que alberga contenido gratuito para el usuario. A poco que busquen la van a encontrar por ahí.
El dire, Adam R. Steigert, por supuesto, produce como churros y en su haber cuenta con películas de marcado carácter comercial que pueda vender a patéticos vírgenes granudos; “Gore”, “The final night and day”… o sea, pelis baratas, feas y muertas sobre zombies, extraterrestres o la combinación de ambos.
“Star (Space Traveling Alien Reject)” es lo peor de lo peor.
Victor Olid
sábado, 24 de agosto de 2024
BOG
No deja de resultar curioso observar que, durante los años setenta, hubo un "revival" de películas con monstruo inspirado muy mucho en lo que se hizo dos décadas atrás. Existen unos cuantos ejemplos. "Slithis", "Rana: La leyenda del lago de las sombras", "Zaat", "Monstroid", "La invasión de las arañas gigantes", "Viscosidad" y, tal vez, el "Bug" producido por William Castle. Films obviamente puestos al día en cuanto a maneras, pero esencialmente idénticos en sus tramas y desarrollos a lo que gente como Roger Corman o Edward L. Cahn facturaron en los tiempos del blanco y negro y los Drive-Ins.
"Bog" -que no "Bug"- entraría dentro de este grupo, y de cabeza. Producto parido con escaso montante el año 1979 donde se narran las correrías del "mostro" que recorre un pantano, cazando habitantes de la zona, o visitantes despistados, y bebiéndose hasta la última gota de su sangre. Las autoridades investigan el asunto, mientras un par de viudos recientes recorren el lugar rifle en mano y ansias vengativas. Para dar un poquito de lustre al mamotreto, hay una especie de bruja que conoce la historia del bicho al dedillo y, quizás lo que más me ha llamado la atención, el romance protagonizado por un señor y una señora de edades ya considerables. Nada de jovenzuelos calenturientos, esto va de arrugas. La escena del primer beso resulta altamente graciosa porque, entre apasionados arrumacos castos, oímos una balada romántica, hortera y bonita a la par, muy propia de su década. Serán esos mismos tórtolos quienes logren descubrir el modo de aniquilar al bicho. No antes de que este acabe secuestrándola a ella, portándola en brazos según el proceder del cine "antañoso"... pero con una generosa diferencia de edad entre aquellas damiselas en peligro y la que nos ocupa.
Desafortunadamente, es lo único que merece la pena destacarse de "Bog". El resto lo nutre una generosa porción de escasez, sea talento, emoción, intriga, miedo o diversión. Resulta criminalmente mortecina, sosa y aburrida, casi hasta el insulto. Encima, los elementos "exploitativos" brillan por su ausencia, ni violencia/sangre, ni -obviamente, dado los lustros de la "scream queen"-, tetas. Así pues, ya me dirán qué hacemos con ella (la película digo, no la yaya)
A esta le da vida Gloria deHaven. Al hombre por el que bebe los vientos lo interpreta Marshall Thompson. El pobre Aldo "dame un trago y te actúo en lo que sea" Ray se suma a la party. Y Leo Gordon es el que hace cuatro. Se pueden imaginar que las filmografías del veterano cuarteto andan repletas de títulos mohosos, algunos considerados clásicos. En el caso de Thompson, hablamos ya de esas mismas "monster movies" primigenias del calibre de "It! The Terror from Beyond Space" (sí, la que copió "Alien, el 8º pasajero") Gordon, por su parte, curró con Corman durante los sesenta y Fred Olen Ray en los noventa (también Aldo Ray se dejó liar por este último en más de una ocasión) Vamos, cuando firmaron para "Bog" sabían donde se metían.
Tras las cámaras, un par de nombres poco llamativos. Don Keeslar, director, dispone de dos títulos más, siendo una aventura de "Grizzly Adams" el último de su escueta carrera. Y Carl Kitt en funciones de guionista casi por única vez. Ese mismo 1979 probó la dirección con un western tardío que nadie recuerda. Vaya dúo de genios.
"Bog" dura 85 escasos minutos y se hace más larga que ver completa la reciente bilogía de "Dune" sin pausa para ir al meadero. Mejor haberla titulado "Bof".
No obstante, confiésolo, tengo cierta debilidad por estos furruños producidos justo cuando dejaba atrás la condición de feto (si es que tal cosa ha llegado a ocurrir alguna vez)
"Bog" -que no "Bug"- entraría dentro de este grupo, y de cabeza. Producto parido con escaso montante el año 1979 donde se narran las correrías del "mostro" que recorre un pantano, cazando habitantes de la zona, o visitantes despistados, y bebiéndose hasta la última gota de su sangre. Las autoridades investigan el asunto, mientras un par de viudos recientes recorren el lugar rifle en mano y ansias vengativas. Para dar un poquito de lustre al mamotreto, hay una especie de bruja que conoce la historia del bicho al dedillo y, quizás lo que más me ha llamado la atención, el romance protagonizado por un señor y una señora de edades ya considerables. Nada de jovenzuelos calenturientos, esto va de arrugas. La escena del primer beso resulta altamente graciosa porque, entre apasionados arrumacos castos, oímos una balada romántica, hortera y bonita a la par, muy propia de su década. Serán esos mismos tórtolos quienes logren descubrir el modo de aniquilar al bicho. No antes de que este acabe secuestrándola a ella, portándola en brazos según el proceder del cine "antañoso"... pero con una generosa diferencia de edad entre aquellas damiselas en peligro y la que nos ocupa.
Desafortunadamente, es lo único que merece la pena destacarse de "Bog". El resto lo nutre una generosa porción de escasez, sea talento, emoción, intriga, miedo o diversión. Resulta criminalmente mortecina, sosa y aburrida, casi hasta el insulto. Encima, los elementos "exploitativos" brillan por su ausencia, ni violencia/sangre, ni -obviamente, dado los lustros de la "scream queen"-, tetas. Así pues, ya me dirán qué hacemos con ella (la película digo, no la yaya)
A esta le da vida Gloria deHaven. Al hombre por el que bebe los vientos lo interpreta Marshall Thompson. El pobre Aldo "dame un trago y te actúo en lo que sea" Ray se suma a la party. Y Leo Gordon es el que hace cuatro. Se pueden imaginar que las filmografías del veterano cuarteto andan repletas de títulos mohosos, algunos considerados clásicos. En el caso de Thompson, hablamos ya de esas mismas "monster movies" primigenias del calibre de "It! The Terror from Beyond Space" (sí, la que copió "Alien, el 8º pasajero") Gordon, por su parte, curró con Corman durante los sesenta y Fred Olen Ray en los noventa (también Aldo Ray se dejó liar por este último en más de una ocasión) Vamos, cuando firmaron para "Bog" sabían donde se metían.
Tras las cámaras, un par de nombres poco llamativos. Don Keeslar, director, dispone de dos títulos más, siendo una aventura de "Grizzly Adams" el último de su escueta carrera. Y Carl Kitt en funciones de guionista casi por única vez. Ese mismo 1979 probó la dirección con un western tardío que nadie recuerda. Vaya dúo de genios.
"Bog" dura 85 escasos minutos y se hace más larga que ver completa la reciente bilogía de "Dune" sin pausa para ir al meadero. Mejor haberla titulado "Bof".
No obstante, confiésolo, tengo cierta debilidad por estos furruños producidos justo cuando dejaba atrás la condición de feto (si es que tal cosa ha llegado a ocurrir alguna vez)
Naxo Fiol
martes, 20 de agosto de 2024
VASECTOMÍA
Un banquero, padre de ocho hijos, se plantea tener un noveno. Sin embargo, tras semejante tute, su esposa se niega en rotundo a fornicar con él hasta se haga una vasectomía. El individuo, de carácter mediterráneo (es italoamericano), no quiere pasar por quirófano y ve en la vasectomía un fuerte atentado a su hombría, lo que acarreará conflictos con su mujer, a la vez que deberá lidiar con los problemas propios de su puesto en el banco.
Detrás de ese estupendo póster por obra y gracia de Mort Drucker, uno de los dibujantes clásicos de la revista “Mad” —póster que sugiere desmadre y diversión a raudales—, se esconde una de las comedias más anodinas de los ochenta. Parece que fuéramos a ver algo al estilo de “Los locos del bisturí” o “Jóvenes enfermeras enamoradas”, pero, nada más lejos. “Vasectomía” es en realidad un drama moderado con un par de gags en su haber. Con la excusa comercial de que el protagonista ha de cortarse los conductos deferentes, se nos narra lo que realmente importa, que es una trama de fraudes, herencias y bancos que a los espectadores nos importa un bledo, porque lo que queríamos ver es a Paul Sorvino huyendo por los pasillos del hospital donde ha de ser intervenido. Y efectivamente, le vemos escapar del cirujano, pero nunca en un contexto tan divertido como el que sugiere el póster.
“Vasectomía” es aburrida hasta el extremo; está mal rodada, mal narrada, nos perdemos cada cinco minutos porque la historia va para un lado y para otro sin detenerse nunca en algo concreto, amen de que el par de situaciones cómicas que contiene apenas nos hacen esbozar una sonrisilla. Es MALA a rabiar, una de las peores películas de su época, un verdadero desastre.
Desde el primer fotograma tendemos a pensar que se trata de un mal telefilme rodado para la programación de madrugada de algún canal americano, pero no, se trata de una película legítima, con su estreno teatral en toda regla y que pasó por los cines yankis en 1986, siendo, por otro lado, una producción enteramente tejana que no obtuvo mayor repercusión fuera del estado, donde probablemente haría las delicias de los yuppies rednecks que, en cierto modo, podrían verse retratados en el papel de Paul Sorvino. Sin embargo, con toda la razón, la crítica se cebó con ella, argumentando que Sorvino estaba de pena, gesticulando y justificando cualquiera de sus acciones con el hecho de ser italiano.
Asimismo, al mostrarse partidario de la vasectomía, consiguió ganarse las antipatías de los sectores más conservadores de la América blanca, que condenan cualquier cosa que sugiera no engendrar niños o interrumpir su gestación, sea el aborto, sea la píldora, sea la vasectomía, sea derramar nuestra semilla en el frío suelo.
“Vasectomía” llegó a nuestro país, como tantos otros títulos menores, gracias a la distribución en vídeo, y es la típica película cuya caratula vimos mil veces expuesta en las estanterías de los video-clubs, pero nunca alquilamos. Vista hoy, se ratifica el hecho de que, si no alquilábamos según qué películas en su momento era porque existía un sexto sentido que indicaba que “esta no”. Y no fallaba.
En el reparto, además de Paul Sorvino, contamos con otro clásico secundario de la época como Abe Vigoda (muchos le recuerdan en su esnobismo por “El Padrino”, pero yo le recordaba única y exclusivamente por hacer de padre de John Travolta en “Mira quién habla”) además de a Lorne "Bonanza / Galáctica" Greene, William "Blácula" Marshall y unos cuantos actores y actrices tejanos sin mayor repercusión.
Detrás de ese estupendo póster por obra y gracia de Mort Drucker, uno de los dibujantes clásicos de la revista “Mad” —póster que sugiere desmadre y diversión a raudales—, se esconde una de las comedias más anodinas de los ochenta. Parece que fuéramos a ver algo al estilo de “Los locos del bisturí” o “Jóvenes enfermeras enamoradas”, pero, nada más lejos. “Vasectomía” es en realidad un drama moderado con un par de gags en su haber. Con la excusa comercial de que el protagonista ha de cortarse los conductos deferentes, se nos narra lo que realmente importa, que es una trama de fraudes, herencias y bancos que a los espectadores nos importa un bledo, porque lo que queríamos ver es a Paul Sorvino huyendo por los pasillos del hospital donde ha de ser intervenido. Y efectivamente, le vemos escapar del cirujano, pero nunca en un contexto tan divertido como el que sugiere el póster.
“Vasectomía” es aburrida hasta el extremo; está mal rodada, mal narrada, nos perdemos cada cinco minutos porque la historia va para un lado y para otro sin detenerse nunca en algo concreto, amen de que el par de situaciones cómicas que contiene apenas nos hacen esbozar una sonrisilla. Es MALA a rabiar, una de las peores películas de su época, un verdadero desastre.
Desde el primer fotograma tendemos a pensar que se trata de un mal telefilme rodado para la programación de madrugada de algún canal americano, pero no, se trata de una película legítima, con su estreno teatral en toda regla y que pasó por los cines yankis en 1986, siendo, por otro lado, una producción enteramente tejana que no obtuvo mayor repercusión fuera del estado, donde probablemente haría las delicias de los yuppies rednecks que, en cierto modo, podrían verse retratados en el papel de Paul Sorvino. Sin embargo, con toda la razón, la crítica se cebó con ella, argumentando que Sorvino estaba de pena, gesticulando y justificando cualquiera de sus acciones con el hecho de ser italiano.
Asimismo, al mostrarse partidario de la vasectomía, consiguió ganarse las antipatías de los sectores más conservadores de la América blanca, que condenan cualquier cosa que sugiera no engendrar niños o interrumpir su gestación, sea el aborto, sea la píldora, sea la vasectomía, sea derramar nuestra semilla en el frío suelo.
“Vasectomía” llegó a nuestro país, como tantos otros títulos menores, gracias a la distribución en vídeo, y es la típica película cuya caratula vimos mil veces expuesta en las estanterías de los video-clubs, pero nunca alquilamos. Vista hoy, se ratifica el hecho de que, si no alquilábamos según qué películas en su momento era porque existía un sexto sentido que indicaba que “esta no”. Y no fallaba.
En el reparto, además de Paul Sorvino, contamos con otro clásico secundario de la época como Abe Vigoda (muchos le recuerdan en su esnobismo por “El Padrino”, pero yo le recordaba única y exclusivamente por hacer de padre de John Travolta en “Mira quién habla”) además de a Lorne "Bonanza / Galáctica" Greene, William "Blácula" Marshall y unos cuantos actores y actrices tejanos sin mayor repercusión.
Dirige Robert Burge, de escueta carrera fílmica que, además de esta, también ha dirigido… Es igual, no nos importa que más ha dirigido este manazas.
Victor Olid
sábado, 17 de agosto de 2024
STING OF DEATH
Todo comenzó en las páginas de la legendaria "Psychotronic" según maese Michael Weldon. Ahí leí por primera vez el nombre de William Grefé, sorprendiéndome ante un apellido tan exótico, acento incluido, para alguien netamente yanki. Un oscuro director de cine barato de explotación con un dato que sobresalía por encima del resto (tilde aparte), su implicación en las escenas submarinas con tiburón de "Vive y deja morir", la setentera epopeya Bondiana (donde, por cierto, le cambiaron el apellido a Grefe, tal cual... curioso) La idea molaba, filmmaker de segunda -o tercera- categoría con una vida paralela como ¿técnico? en cine "mainstream". Sin embargo, lo más llamativo de aquel reportaje era un cartel publicitario, tan espectacular como solían ser los de su ralea, anunciando una doble sesión con dos films de horror firmados por Grefé, "Sting of Death" y "Death Curse of Tartu".
Y un día, recorriendo uno de los video-clubs del barrio, sección alquileres baratos, me encontré nada menos que con la segunda, titulada acá "La maldición de Tartu". Como solía ocurrir entonces, una intensa descarga eléctrica sacudió mi espinazo. La alquilé sin dudar para, tras consumirla, sentirme tremendamente decepcionado. Sí, era un coñazo de órdago, como buena parte del "exploitation" -especialmente el de los años sesenta-. Solo hubo un aspecto que consideré relevante, el semi-protagonismo de una jovencita Mayra Gómez Kemp, la eterna presentadora del "Un, Dos, Tres". Bueno, y el hecho de que el "Scalps" de Fred Olen Ray -película y director, por entonces, fruto de una enfermiza obsesión... por inquietante que suene- era un remake encubierto de "La maldición de Tartu", que llegué a adquirir en VHS, convencido de su rara condición, pero con el tiempo terminé regalando.
Por todo ello, jamás me interesó consumir "la otra", es decir, "Sting of Death", ni tan siquiera tras leer que el aspecto de su monstruo era patético y confirmarlo mediante algunas imágenes en un dvd-sampler de "Something Weird Video". Hasta ayer.
Gracias a las sucias plataformas de streaming, tengo acceso constante y continuo (o así sería si el Wifi de mierda no fallara tanto) a un catálogo generoso -y gratuito, of course- de roña zetosa, mayormente subtitulada al inglés, que siempre ayuda. Haaaarto comostoy del cine chusco moderno, me ha dado por revisar el añejo, así acabé presionando el "play" de "Sting of Death", casi accidentalmente. Y comenzó. Y, más raro aún, se mantuvo, sin los continuos y desquiciantes cortes del mal Wifi. Me sentí obligado pues a aprovechar la ocasión y pimplármela entera. Sabiendo que, gracias a dios, era cortita.
Una familia se reúne por motivos "festivalosos" en una casa rodeada de agua y pantanos, allí en los Everglades. Se sumarán una panda de universitarios descerebrados. La música bailonga suena alta, y todo va de perlas, hasta que una especie de bicho con pinta de medusa antropomorfa comienza a joder la marrana, llevándose a alguno por delante. Es momento de defenderse y contraatacar.
Lo dije en la reseña de "Shriek of the mutilated" y lo repito right now: resulta curioso aseverar como las fórmulas se mantienen a pesar de la suma de lustros. Igual que ocurrió a lo largo de los ochenta hasta nuestros insulsos días, también aquí los universitarios de rigor son representados como auténticos mastuerzos retardados chillones que solo viven para la fiesta (y, también, interpretados por actores que ya gastan pelos en sus respectivas entrepiernas) Todo ello adaptado a la idiosincrasia del año de producción, 1966, pero sin excesivas alteraciones. De modo mucho más simplista y exagerado. Son, por década y mentalidad, incluso más planos y gilipuertas, sin pizca de humanidad. Aspecto este confirmado cuando, al descubrir la presencia de un personaje atormentado por cierta desfiguración facial, deciden perseguirle, acorralarle y humillarle a lo bestia. No sé qué demonios les dio a finales de los sesenta, y principios de la década siguiente, con eso de meter a un secundario con alguna tara física o mental. Se convirtió en recurso habitual. Lo vimos, una vez más, en "Shriek of the mutilated". También "La noche del terror ciego" contaba con ello. Hasta un film tan respetado como "Suspiria" incluía a uno así en su reparto (y no me refiero a Miguel Bosé... ¡chas-pun!)
Igualmente, común es a todo el cine de explotación recrearse en las féminas y sus sinuosas curvas, siempre dentro de los parámetros morales que se permitían entonces. Hay mucho bikini, mucho culo meneándose y un sorprendente despelote total medio emborronado por un cristal translúcido. Podemos apreciar el tremendo par de aldabas que gasta la actriz. No me sorprendería que su propietaria fuese una "Pin-Up" y/o stripper de la época, aunque ha sido imposible corroborarlo. Que responda al nombre de Blanche Devereaux, como uno de los personajes de la posterior y famosísima serie "Las chicas de oro", no ayuda. En cualquier caso, su ataque y asesinato son pura esencia "trash" (ver galería de imágenes inferior)
La iracunda bestia responsable guarda un semi-secreto que no desvelaré por si, extrañamente, pretenden ver la película. Efectivamente, el diseño/aspecto es absolutamente miserable. Hay cierta justificación narrativa tras ello, pero no tanto. Básicamente se trata de un tipo al que han vestido con un traje de buceo enguarrado, incluidas cantosas aletas para los pies y un flotador en la cabeza cuya intención es parecerse al cuerpo de una medusa. Sus maneras ya eran muy "demodé" en los años sesenta, pero gastan, cómo no, un sutil encanto. Sobre todo si consumen la edición remasterizada con todo esos colorines tan chillones.
Otro de los platos fuertes en "Sting of Death" es la incorporación de una canción de Neil Sedaka en la banda sonora. Tanto como para anunciarlo en los créditos iniciales como si fuese uno de los protagonistas. ¿El truco? que no es ninguno de sus grandes éxitos y, además, en 1966 el tirón comercial del cantante había descendido unos grados. Aún así, nos zampamos la copla íntegra (acompañada de graciosas imágenes del reparto completo bailoteando a las maneras de entonces) cuyos derechos, seguramente, se llevaron un buen pellizco del escueto presupuesto.
Y eso, el "prolongamiento de momentos intrascendentes" es, como todo buen producto barato, algo recurrente. Añadan una eterna persecución por los Everglades y el tramo final, con el héroe bajo el agua dedicando más minutos de los deseados a localizar la guarida del monstruo. Ya saben, la supuesta especialidad de William Grefé quien, por si se lo preguntan, continuó dirigiendo los años siguientes, siempre movido por esa mentalidad oportunista / exploitativa. Tras el éxito de "Willard", la del chaval con capacidad de movilizar ratas a su antojo, sacó "Stanley", cambiando los roedores por serpientes. Y, aprovechando su capacidad para filmar submarinamente escualos, estrenó otro de sus títulos populares al año siguiente del hit "Tiburón", uno muy habitual en videoclublandia, "Mako, el tiburón de la muerte" (obviamente, se supone que Grefé tuvo la idea antes del éxito Spielbergiano, pero no logró el necesario montante hasta demostrarse que dichas bestias interesaban al público. La típica ¿excusa?) A partir de los ochenta comenzó a rebajar mucho el ritmo, básicamente pariendo solo cortometrajes. Pero ahí sigue, vivo y coleando (con lo gafe -Grefé- que soy, me lo tienen muerto pasado mañana) Incluso se ha permitido el caprichazo de actuar para otros directores, como Steve Latshaw (justo en dos películas producidas por su pupilo, Mister Olen Ray) o James Balsamo -si a este podemos llamarle director-.
¡Ah! William es el papá de Melanie Grefe, la gorda y malcarada "Big Edna" de "Porky´s 2".
Y un día, recorriendo uno de los video-clubs del barrio, sección alquileres baratos, me encontré nada menos que con la segunda, titulada acá "La maldición de Tartu". Como solía ocurrir entonces, una intensa descarga eléctrica sacudió mi espinazo. La alquilé sin dudar para, tras consumirla, sentirme tremendamente decepcionado. Sí, era un coñazo de órdago, como buena parte del "exploitation" -especialmente el de los años sesenta-. Solo hubo un aspecto que consideré relevante, el semi-protagonismo de una jovencita Mayra Gómez Kemp, la eterna presentadora del "Un, Dos, Tres". Bueno, y el hecho de que el "Scalps" de Fred Olen Ray -película y director, por entonces, fruto de una enfermiza obsesión... por inquietante que suene- era un remake encubierto de "La maldición de Tartu", que llegué a adquirir en VHS, convencido de su rara condición, pero con el tiempo terminé regalando.
Por todo ello, jamás me interesó consumir "la otra", es decir, "Sting of Death", ni tan siquiera tras leer que el aspecto de su monstruo era patético y confirmarlo mediante algunas imágenes en un dvd-sampler de "Something Weird Video". Hasta ayer.
Gracias a las sucias plataformas de streaming, tengo acceso constante y continuo (o así sería si el Wifi de mierda no fallara tanto) a un catálogo generoso -y gratuito, of course- de roña zetosa, mayormente subtitulada al inglés, que siempre ayuda. Haaaarto comostoy del cine chusco moderno, me ha dado por revisar el añejo, así acabé presionando el "play" de "Sting of Death", casi accidentalmente. Y comenzó. Y, más raro aún, se mantuvo, sin los continuos y desquiciantes cortes del mal Wifi. Me sentí obligado pues a aprovechar la ocasión y pimplármela entera. Sabiendo que, gracias a dios, era cortita.
Una familia se reúne por motivos "festivalosos" en una casa rodeada de agua y pantanos, allí en los Everglades. Se sumarán una panda de universitarios descerebrados. La música bailonga suena alta, y todo va de perlas, hasta que una especie de bicho con pinta de medusa antropomorfa comienza a joder la marrana, llevándose a alguno por delante. Es momento de defenderse y contraatacar.
Lo dije en la reseña de "Shriek of the mutilated" y lo repito right now: resulta curioso aseverar como las fórmulas se mantienen a pesar de la suma de lustros. Igual que ocurrió a lo largo de los ochenta hasta nuestros insulsos días, también aquí los universitarios de rigor son representados como auténticos mastuerzos retardados chillones que solo viven para la fiesta (y, también, interpretados por actores que ya gastan pelos en sus respectivas entrepiernas) Todo ello adaptado a la idiosincrasia del año de producción, 1966, pero sin excesivas alteraciones. De modo mucho más simplista y exagerado. Son, por década y mentalidad, incluso más planos y gilipuertas, sin pizca de humanidad. Aspecto este confirmado cuando, al descubrir la presencia de un personaje atormentado por cierta desfiguración facial, deciden perseguirle, acorralarle y humillarle a lo bestia. No sé qué demonios les dio a finales de los sesenta, y principios de la década siguiente, con eso de meter a un secundario con alguna tara física o mental. Se convirtió en recurso habitual. Lo vimos, una vez más, en "Shriek of the mutilated". También "La noche del terror ciego" contaba con ello. Hasta un film tan respetado como "Suspiria" incluía a uno así en su reparto (y no me refiero a Miguel Bosé... ¡chas-pun!)
Igualmente, común es a todo el cine de explotación recrearse en las féminas y sus sinuosas curvas, siempre dentro de los parámetros morales que se permitían entonces. Hay mucho bikini, mucho culo meneándose y un sorprendente despelote total medio emborronado por un cristal translúcido. Podemos apreciar el tremendo par de aldabas que gasta la actriz. No me sorprendería que su propietaria fuese una "Pin-Up" y/o stripper de la época, aunque ha sido imposible corroborarlo. Que responda al nombre de Blanche Devereaux, como uno de los personajes de la posterior y famosísima serie "Las chicas de oro", no ayuda. En cualquier caso, su ataque y asesinato son pura esencia "trash" (ver galería de imágenes inferior)
La iracunda bestia responsable guarda un semi-secreto que no desvelaré por si, extrañamente, pretenden ver la película. Efectivamente, el diseño/aspecto es absolutamente miserable. Hay cierta justificación narrativa tras ello, pero no tanto. Básicamente se trata de un tipo al que han vestido con un traje de buceo enguarrado, incluidas cantosas aletas para los pies y un flotador en la cabeza cuya intención es parecerse al cuerpo de una medusa. Sus maneras ya eran muy "demodé" en los años sesenta, pero gastan, cómo no, un sutil encanto. Sobre todo si consumen la edición remasterizada con todo esos colorines tan chillones.
Otro de los platos fuertes en "Sting of Death" es la incorporación de una canción de Neil Sedaka en la banda sonora. Tanto como para anunciarlo en los créditos iniciales como si fuese uno de los protagonistas. ¿El truco? que no es ninguno de sus grandes éxitos y, además, en 1966 el tirón comercial del cantante había descendido unos grados. Aún así, nos zampamos la copla íntegra (acompañada de graciosas imágenes del reparto completo bailoteando a las maneras de entonces) cuyos derechos, seguramente, se llevaron un buen pellizco del escueto presupuesto.
Y eso, el "prolongamiento de momentos intrascendentes" es, como todo buen producto barato, algo recurrente. Añadan una eterna persecución por los Everglades y el tramo final, con el héroe bajo el agua dedicando más minutos de los deseados a localizar la guarida del monstruo. Ya saben, la supuesta especialidad de William Grefé quien, por si se lo preguntan, continuó dirigiendo los años siguientes, siempre movido por esa mentalidad oportunista / exploitativa. Tras el éxito de "Willard", la del chaval con capacidad de movilizar ratas a su antojo, sacó "Stanley", cambiando los roedores por serpientes. Y, aprovechando su capacidad para filmar submarinamente escualos, estrenó otro de sus títulos populares al año siguiente del hit "Tiburón", uno muy habitual en videoclublandia, "Mako, el tiburón de la muerte" (obviamente, se supone que Grefé tuvo la idea antes del éxito Spielbergiano, pero no logró el necesario montante hasta demostrarse que dichas bestias interesaban al público. La típica ¿excusa?) A partir de los ochenta comenzó a rebajar mucho el ritmo, básicamente pariendo solo cortometrajes. Pero ahí sigue, vivo y coleando (con lo gafe -Grefé- que soy, me lo tienen muerto pasado mañana) Incluso se ha permitido el caprichazo de actuar para otros directores, como Steve Latshaw (justo en dos películas producidas por su pupilo, Mister Olen Ray) o James Balsamo -si a este podemos llamarle director-.
¡Ah! William es el papá de Melanie Grefe, la gorda y malcarada "Big Edna" de "Porky´s 2".
Naxo Fiol
martes, 13 de agosto de 2024
KILLER MOSQUITOS
A estas alturas las películas sobre insectos asesinos, que podían ser muy novedosas y originales en los 70, no solo están más vistas que el tebeo, sino que, además, han pasado a ser un producto exclusivo para las plataformas por parte de productoras de roña (ya saben, Asylum, TomCat… y veremos lo que tardan los “clickxploiters” en darle también al subgénero / Nota de Nacho: ¡¡ya lo han hecho!!) que las engendran, si no como churros, sí con cierta asiduidad. Pero, por supuesto, el tema de insectos asesinos ya no resulta amenazador ni terrorífico. En los 90 parir películas con bichos como villanos de la función estaba demodé y, lógicamente, el tema era tomado a coña tanto por los creadores de aquellas películas como por el público receptor de las mismas. Productos como “Arac Attack” o “Ticks” fueron concebidas más como comedias que como películas de terror.
A mí el subgénero en general no me gusta particularmente, me podía hacer cierta gracia cuando las películas eran genuinas y sentir simpatía por “Hormigas”, “Gusanos asesinos” y, sobre todo, “Abejas asesinas”, pero a grandes rasgos tampoco es que me vuelvan loco. Pero ya cuando estas temáticas son tomadas a cachondeo con el fin de contentar a ciertas plateas de aficionados… ahí ya no quiero ver este subgénero ni en pintura.
Sin embargo, curioso como es uno, no puedo dejar de hacer leves acercamientos si dichas películas posmodernas de insectos asesinos poseen algún tipo de handicap; “Killer Mosquitos”, conocida también bajo el título de “Tafanos”, cumple con estas características… pero es italiana. El hecho de que una de bichos asesinos sea italiana ya le otorga la legitimidad suficiente para que decida echar una hora y poco delante de la tele. No es una cuestión de predilección por las nacionalidades de las películas, es más por ver que cojones han hecho los italianos en 2018, los reyes del exploit en los 80, con una de temática fantástica muy acorde con los géneros en los que fueron reyes décadas atrás.
Y así nos topamos con una película que en realidad es un remake de otra de idéntico título realizada en el año 2000, que tampoco es que fuera un éxito ni nada parecido.
Así, “Killer Mosquitos” nos cuenta la historia de un grupo de jóvenes que se van de fin de semana a una cabaña en el bosque, en una zona en la que hay una infestación de mosquitos enormes, con bocas llenas de dientes que les atraviesan la cabeza de manera vertical, y que atacan a los humanos con el fin de alimentarse. Como este grupo de personas es jovial y moderno, le dan a la marihuana cosa mala. Descubren que con el humo de los canutos estos mosquitos se quedan tranquilos, así que se lían a fumar porros con el fin de acabar con la invasión.
Okay, quería ver como se las gastan los italianos en este terreno y, a parte del CGI que me parece vergonzante y para hacer eso es mejor no hacer nada, yo creo que, y partiendo de la base de que la película es una solemne tontería, el hecho de que sea italiana propicia que el resultado resulte más irritante, más deleznable y más falto de calidad que de costumbre. Porque ahora mismo los italianos, en lo que a cine se refiere, están incluso por debajo de España. Sin embargo, con este bodrio parido inevitablemente en HD (ya no se si 2K, 4K, o la madre que parió a la puta), sí que me ha hecho considerar que el que tuvo, retuvo, porque, no se muy bien con que fin, la película está rodada en inglés para luego ser doblada al italiano y presentada de esa forma en su estreno (esta vez en plataformas). Esto no deja de tener gracia porque los productos de género italianos de los 70 y 80, también solían rodarlos en inglés (o sin sonido directo) para después doblarlos de cara a las ventas internacionales. Esto tenía coherencia en aquellos años, puesto que el cine italiano era una industria más o menos sólida y las producciones tenían que cubrirse las espaladas de cara a posibles estrenos en el extranjero, pero ¿por qué ruedan hoy en inglés si las películas italianas ya no son exportadas y casi ni compradas por Tele 5? Es una buena pregunta. Aunque está claro que las siguen importando; de lo contrario yo no podría haberla visto en Amazon Prime con doblaje español incluido.
Pero bueno, más allá de estos apuntes, “Killer mosquitos” es una puta mierda de las que hacen época y no tiene mayor interés ni importancia.
Dirige esta cosa Riccardo Paoletti, director de videoclips de prestigio que hizo unos cuantos para Franco Battiato, Zucchero u otras tantas estrellas de allí que, aunque se rueda esta bazofia alimenticia sin ganas ni intenciones, tiene en su haber otras tres o cuatro películas de distintos palos. Por lo menos, está haciendo cine hoy en día en Italia, que no es poca cosa.
A mí el subgénero en general no me gusta particularmente, me podía hacer cierta gracia cuando las películas eran genuinas y sentir simpatía por “Hormigas”, “Gusanos asesinos” y, sobre todo, “Abejas asesinas”, pero a grandes rasgos tampoco es que me vuelvan loco. Pero ya cuando estas temáticas son tomadas a cachondeo con el fin de contentar a ciertas plateas de aficionados… ahí ya no quiero ver este subgénero ni en pintura.
Sin embargo, curioso como es uno, no puedo dejar de hacer leves acercamientos si dichas películas posmodernas de insectos asesinos poseen algún tipo de handicap; “Killer Mosquitos”, conocida también bajo el título de “Tafanos”, cumple con estas características… pero es italiana. El hecho de que una de bichos asesinos sea italiana ya le otorga la legitimidad suficiente para que decida echar una hora y poco delante de la tele. No es una cuestión de predilección por las nacionalidades de las películas, es más por ver que cojones han hecho los italianos en 2018, los reyes del exploit en los 80, con una de temática fantástica muy acorde con los géneros en los que fueron reyes décadas atrás.
Y así nos topamos con una película que en realidad es un remake de otra de idéntico título realizada en el año 2000, que tampoco es que fuera un éxito ni nada parecido.
Así, “Killer Mosquitos” nos cuenta la historia de un grupo de jóvenes que se van de fin de semana a una cabaña en el bosque, en una zona en la que hay una infestación de mosquitos enormes, con bocas llenas de dientes que les atraviesan la cabeza de manera vertical, y que atacan a los humanos con el fin de alimentarse. Como este grupo de personas es jovial y moderno, le dan a la marihuana cosa mala. Descubren que con el humo de los canutos estos mosquitos se quedan tranquilos, así que se lían a fumar porros con el fin de acabar con la invasión.
Okay, quería ver como se las gastan los italianos en este terreno y, a parte del CGI que me parece vergonzante y para hacer eso es mejor no hacer nada, yo creo que, y partiendo de la base de que la película es una solemne tontería, el hecho de que sea italiana propicia que el resultado resulte más irritante, más deleznable y más falto de calidad que de costumbre. Porque ahora mismo los italianos, en lo que a cine se refiere, están incluso por debajo de España. Sin embargo, con este bodrio parido inevitablemente en HD (ya no se si 2K, 4K, o la madre que parió a la puta), sí que me ha hecho considerar que el que tuvo, retuvo, porque, no se muy bien con que fin, la película está rodada en inglés para luego ser doblada al italiano y presentada de esa forma en su estreno (esta vez en plataformas). Esto no deja de tener gracia porque los productos de género italianos de los 70 y 80, también solían rodarlos en inglés (o sin sonido directo) para después doblarlos de cara a las ventas internacionales. Esto tenía coherencia en aquellos años, puesto que el cine italiano era una industria más o menos sólida y las producciones tenían que cubrirse las espaladas de cara a posibles estrenos en el extranjero, pero ¿por qué ruedan hoy en inglés si las películas italianas ya no son exportadas y casi ni compradas por Tele 5? Es una buena pregunta. Aunque está claro que las siguen importando; de lo contrario yo no podría haberla visto en Amazon Prime con doblaje español incluido.
Pero bueno, más allá de estos apuntes, “Killer mosquitos” es una puta mierda de las que hacen época y no tiene mayor interés ni importancia.
Dirige esta cosa Riccardo Paoletti, director de videoclips de prestigio que hizo unos cuantos para Franco Battiato, Zucchero u otras tantas estrellas de allí que, aunque se rueda esta bazofia alimenticia sin ganas ni intenciones, tiene en su haber otras tres o cuatro películas de distintos palos. Por lo menos, está haciendo cine hoy en día en Italia, que no es poca cosa.
Victor Olid
sábado, 10 de agosto de 2024
SHRIEK OF THE MUTILATED
¡¡Epa!! con la realeza del más genuino "exploitation" hemos topado: Michael Findlay (firmando Mike para la ocasión), pareja de Roberta Findlay y padre de algunos films tan mitificados como desvergonzados. Justo, "Shriek of the mutilated" (¡titulazo!) es el que siguió al no menos cacareado "Slaughter / Snuff" (estrenado a posteriori por cuestiones "distribuiles" como tan bien explicó Víctor) y su última ficción propiamente dicha antes de pasar al porno y, aluego, palmar en aquel célebre accidente. Estamos ante puro "trash", serie Z de esa sobre la que resulta más interesante hablar / escribir que ver.
El profesor Prell anda loco por demostrar la existencia del yeti. Asegura haberlo visto una vez, durante una expedición en la que murieron la mayoría de acompañantes. Así, mete a un grupo de estudiantes en una furgo y se dirige a casa de un tipo que ha oído a la legendaria criatura gruñendo en plena noche. Una vez allí, los chavales irán cayendo bajo la ira de un "mostro" de aspecto muy muy muy lamentable.
Resulta harto curioso comprobar como los esquemas argumentales adscritos al género del terror siguen siendo, a día de hoy, los mismos que ya eran a mediados de los setenta. Sí, claro, siempre adaptados a la idiosincrasia del momento, pero sin mucha diferencia. Chavales / estudiantes estereotipados se apuntan a una expedición / aventura / búsqueda donde pagarán con sus vidas uno a uno. Sin más. Hasta cierto punto "Shriek of the mutilated" tendría algo de "slasher", sí. Solo que, por contra, reserva todo un giro final que se supone sorpresa, rompedor. Y lo es. Voy a evitar "espoilearlo", aunque algunos carteles oficiales ya se encargaron de hacerlo.
Los guionistas, Ed Adlum -también productor- y Ed Kelleher, venían de escribir -y Adlum dirigir- otro anti-clásico, "Invasion of the Blood Farmers". Kelleher no se desentendería demasiado del apellido Findlay cuando, muerto Michael, firmó algunos guiones para Roberta, en concreto los de "Sombras diabólicas" y "El poder del diablo". Ed Adlum, consciente del peso de su pasado "exploitativo", goza dando entrevistas repletas de anécdotas bien suculentas.
En cuanto a "Shriek of the mutilated", pues bueno, cumple a rajatabla con las de su especie. Muuuucho diálogo a base de interminables planos generales, aburrimiento a espuertas, actores tremendos (especialmente Jennifer Stock, sus berridos son de órdago. Tampoco el "indio tarado" tiene desperdicio. Y, como dato curioso, mentar al clon de Larry Fessenden), efectos especiales toscos disimulados a base de cortes rápidos, extremidades de maniquíes untados en tintanlux rojo y una banda sonora tirando de archivo o música libre de derechos (mucho Bela Bartok detecto por ahí) incorporada con la punta del nabo a las imágenes. Estas se las debemos, en cuestiones de cámara y fotografía, a Doña Roberta herself.
Quizás la escena más divertida sea aquella en la que un traumado superviviente de la expedición previa, rebana el cuello a su novia, y se mete en la bañera para limpiarse la sangre. Pero ella, que no está muerta del todo, se tomará la revancha. ¿Cómo? pues arrastrándose hasta el lavabo portando una ¿¿tostadora?? y tirándola al agua. No me pregunten cómo el enchufe da para tanto. Ni si habría sido más sencillo valerse de un utensilio cortante para ajusticiar a su asesino. Da igual, porque las risas obtenidas a cambio merecen la pena.
Mala de pelotas, sí, pero el cine incompetente de los setenta era una delicia comparado al de ahora. Ni lo duden.
El profesor Prell anda loco por demostrar la existencia del yeti. Asegura haberlo visto una vez, durante una expedición en la que murieron la mayoría de acompañantes. Así, mete a un grupo de estudiantes en una furgo y se dirige a casa de un tipo que ha oído a la legendaria criatura gruñendo en plena noche. Una vez allí, los chavales irán cayendo bajo la ira de un "mostro" de aspecto muy muy muy lamentable.
Resulta harto curioso comprobar como los esquemas argumentales adscritos al género del terror siguen siendo, a día de hoy, los mismos que ya eran a mediados de los setenta. Sí, claro, siempre adaptados a la idiosincrasia del momento, pero sin mucha diferencia. Chavales / estudiantes estereotipados se apuntan a una expedición / aventura / búsqueda donde pagarán con sus vidas uno a uno. Sin más. Hasta cierto punto "Shriek of the mutilated" tendría algo de "slasher", sí. Solo que, por contra, reserva todo un giro final que se supone sorpresa, rompedor. Y lo es. Voy a evitar "espoilearlo", aunque algunos carteles oficiales ya se encargaron de hacerlo.
Los guionistas, Ed Adlum -también productor- y Ed Kelleher, venían de escribir -y Adlum dirigir- otro anti-clásico, "Invasion of the Blood Farmers". Kelleher no se desentendería demasiado del apellido Findlay cuando, muerto Michael, firmó algunos guiones para Roberta, en concreto los de "Sombras diabólicas" y "El poder del diablo". Ed Adlum, consciente del peso de su pasado "exploitativo", goza dando entrevistas repletas de anécdotas bien suculentas.
En cuanto a "Shriek of the mutilated", pues bueno, cumple a rajatabla con las de su especie. Muuuucho diálogo a base de interminables planos generales, aburrimiento a espuertas, actores tremendos (especialmente Jennifer Stock, sus berridos son de órdago. Tampoco el "indio tarado" tiene desperdicio. Y, como dato curioso, mentar al clon de Larry Fessenden), efectos especiales toscos disimulados a base de cortes rápidos, extremidades de maniquíes untados en tintanlux rojo y una banda sonora tirando de archivo o música libre de derechos (mucho Bela Bartok detecto por ahí) incorporada con la punta del nabo a las imágenes. Estas se las debemos, en cuestiones de cámara y fotografía, a Doña Roberta herself.
Quizás la escena más divertida sea aquella en la que un traumado superviviente de la expedición previa, rebana el cuello a su novia, y se mete en la bañera para limpiarse la sangre. Pero ella, que no está muerta del todo, se tomará la revancha. ¿Cómo? pues arrastrándose hasta el lavabo portando una ¿¿tostadora?? y tirándola al agua. No me pregunten cómo el enchufe da para tanto. Ni si habría sido más sencillo valerse de un utensilio cortante para ajusticiar a su asesino. Da igual, porque las risas obtenidas a cambio merecen la pena.
Mala de pelotas, sí, pero el cine incompetente de los setenta era una delicia comparado al de ahora. Ni lo duden.
Naxo Fiol
martes, 6 de agosto de 2024
LA PLAYA
Recuerdo que cuando se estrenó “La playa” en nuestro país, venía precedida de las peores críticas que podían acompañar a una película. Era principios del nuevo milenio, Leonardo DiCaprio venía de enamorar a medio mundo con “Titanic” y Danny Boyle venía de hacer tres cuartos de lo mismo, como director, con una película en cierto modo rompedora como lo fue en su momento “Trainspotting”. Así que un producto como "La playa", con el actor y el director de moda a bordo, era carne de cañón para esa crítica de los 90 compuesta por señores con corbata y muy mala hostia, que la tachó de estar pergeñada poco menos que por retrasados mentales. Yo la vi durante el fin de semana de su estreno y recuerdo que me pareció estupenda. Pero tenía presentes aquellas reacciones carniceras por parte de la prensa.
El caso es que se trataba de una cinta mainstream entretenida y sin mayor relevancia para mí, estaba bien, así que pronto la olvidaría y pelillos a la mar. Creo que la vi alguna vez más. Pasados muchos años, la encontré en DVD por un euro en un "Cash Converters", era uno de esos DVDs excedentes de Fox que, de tantísimos que habían fabricado, podías encontrar en cualquier saldo casi regalada. Y me la compré. Total, por un euro… Pero lo dejé ahí en la estantería hasta que un día me diera el venazo de volver a verla. Y anoche me dio.Basada en la novela homónima de Alex Garland, hoy reputado guionista y director por cuenta propia, narra la historia de un mochilero estadounidense que decide irse de aventuras a Tailandia. Una vez allí, un individuo completamente ido le invita a un canuto y la habla de una playa paradisíaca, casi virgen, donde las arenas son blancas y las aguas cristalinas, bla,bla,bla.
Le da un mapa de dónde está y, acto seguido, se suicida.
El mochilero, que en el hotel ya le ha echado el ojo a una franchute que retoza con el novio, insta a estos a que le acompañen hasta ese lugar, no sin antes cederles una copia del mapa a unos porreros con los que ha pasado la noche. Y parten hacia el paraíso. Llegan allí, no sin cierta dificultad, y se topan de golpe y porrazo con lo que parece una sociedad secreta —y hippiosa— habitando la mitad de la isla, mientras que la otra mitad está ocupada por narcotraficantes. Conviven en paz… pero el mochilero pronto se da cuenta de que no todo es tan idílico en aquella paradisíaca playa, máxime cuando le han advertido que por allí no puede ir nadie más y se da cuenta de que ha dejado un mapa del lugar a unos mindundis…
Mientras todo eso ocurre, DiCaprio se folla a la franchute (que tiene novio); también a la que parece liderar todo el tinglao (Tilda Swinton), igualmente con novio; se fuma tres cartones de cigarrillos; se fuma ni se sabe cuantos canutos de marihuana; lucha contra un tiburón al cual vence clavándole un cuchillo; se hace el guay en la playa; se va a vivir en medio de la selva sin ropa ni comida —mientras, estéticamente, Danny Boyle nos presenta esa secuencia en plan videojuego—; ruge como si fuera un tigre y sufre una enajenación mental de la que se recupera, sin ningún tipo de medicación, a la velocidad del rayo. También le da tiempo a asfixiar a un enfermo de gangrena, que tampoco es poca cosa.
Y recién vista, entiendo el cabreo de los críticos de la época. Si obviamos el hecho de que técnicamente la película es impecable, todo en ella es tonto, excesivo y, sobre todo, soberanamente ridículo. Pero su mera existencia es también un signo de los tiempos porque, pese a aquellas críticas, el público fue a verla a tropel haciéndole recaudar cerca de 150 millones de dólares del año 2000 (cuando costó tan solo 50). Es decir, las críticas dieron igual. La prensa iba por un lado y el público por otro. Internet estaba en bragas y todavía no había criticuchos de youtube o bloggers que quisieran robar el protagonismo a una película y ganar notoriedad gracias a sus opiniones sobre la misma. Si se hubiera estrenado hoy, otro gallo le hubiera cantado a “La playa”. Igual habría sido un fracaso o la critica hubiese dicho que es una obra maestra dadas las circunstancias del cine actual, así que puede que se trate de uno de las últimos "blockbusters" legítimos, genuinos, en los que una cosa era ir al cine y otra distinta su divulgación, sin que la idiosincrasia de internet mediara en los resultados de taquilla y/o crítica y posterior repercusión.
Al margen de todo esto, la película, efectivamente, es mala a rabiar, con ese estilo dosmilero que tan mal ha sobrevivido al paso de los años. Las situaciones absurdas se suceden sin orden ni concierto y, lógicamente, al final aflora la comedia involuntaria gracias principalmente a la interpretación de DiCaprio, megalómano perdido después de “Titanic” y con todas las mujeres a sus pies, situación esta que le lleva a creerse el mejor actor del universo y a hacer un sin fin de muecas, tantas, que en muchas ocasiones parece que está repitiendo el registro interpretado unos años atrás en “¿A quién ama Gilbert Grape?”, es decir, el de deficiente mental. Este festival de gestos y caras cobra mayor relevancia en la secuencia en la que se afinca en medio de la selva y pierde la cabeza… vamos, es para descojonarse. Quizás, por eso, DiCaprio recibió su correspondiente nominación al Razzie. También me gustaría resaltar, como risión, algunas frases, diálogos y sentencias del guion escrito por John Hodge en colaboración con el autor de la novela, Garland.
Sin embargo, son precisamente estos excesos y desbarres los que la hacen engrosar las filas de la ambigua lista de pelis “malas pero divertidas” del cine mainstream. Y además, está entretenida, entretenida de cojones.
Por lo demás, “La playa” cuenta con anécdotas como la de que Danny Boyle despidió a Ewan McGregor porque se incrementaría el dinero para la producción si fichaba a DiCaprio y el personaje principal pasaba a ser norteamericano —lo que llevó a McGreggor a cabrearse mucho y mandar a tomar por culo al que fue su descubridor—, o que el gobierno de Tailandia continúa a hostias a día de hoy con la producción (de Fox) porque llegaron con sus equipos de filmación, construyeron sus decorados, y destruyeron parte de la flora de la zona, la playa de Ko Phi Phi, podando árboles que no se podían podar, destruyendo zonas paisajísticas y dejándolo todo lleno de mierda. Al mismo tiempo, la película era prohibida en el país donde fue rodada porque la imagen que da la misma de Tailandia, no la deja en buen lugar… salvo si quieres probar drogas, dormir entre cucarachas y beber sangre de serpiente.
Se le puede echar un vistacillo, y luego otro… pasados 24 años.
Si gustan, aquí disponen de los fotocromos.
Victor Olid
sábado, 3 de agosto de 2024
GARDEN OF THE DEAD
Una panda de reclusos aprovechan su curro, trasladando bidones de una versión experimental de formaldehido, para esnifarlo apasionadamente hasta quedarse ciegos. Una noche huyen y son abatidos a disparos por los guardias. El producto químico en cuestión hará que se levanten de sus tumbas e inviertan tiempo y esfuerzo en matar a todo bicho viviente con el que se crucen, especialmente aquellos que les llenaron de plomo.
John Hayes llevaba ya una década nadando entre productos de pura naturaleza "exploitativa" cuando, en 1972, se vio obligado a rodar en tan solo diez días el relleno de una sesión doble encabezada por otra de su paternidad, y medianamente popular, "La tumba del vampiro". De ahí, pues, que "Garden of the dead" dure únicamente unos maravillosos 58 minutos. La conocía por los llamativos carteles y el look nada desdeñable de sus curiosos zombies, unos que hablan, corren, razonan y son tan yonkis -del formaldehído- como fotofóbicos, pero jamás había logrado verla ya que no tuvo distribución en las Españas. Así pues, por una vez, demos las gracias al interminable y apestufante catálogo de ciertas plataformas de streaming con el mismo criterio selectivo que un invidente en el supermercado.
Setentera hasta las trancas, "Garden of the dead", no obstante, se muestra cero generosa en lo referente a violencia (todo muy estándar) y sexyismo. Dada la naturaleza de la trama, únicamente hay una señora en el reparto, de muy buen ver, eso sí. Es la novia de un prisionero de noble corazón y, llegado el momento, la usarán como cebo para atraer a unos zombies ansiosos por ventilársela.
"Garden of the dead" no tiene problema en saltarse algunos tropos y clichés, como cargarse al medianamente malvado alcaide a mitad de peli, y del modo más tonto y poco llamativo, justo cuando uno estaba ya convenciéndose de que su presencia iba a traer más cola. Agradezco estos detalles, ciertamente.
Del reparto solo reconocí las facciones de Carmen Filpi, actor todoterreno que puedes ver en la más dispar gama de títulos imaginables. Acabó convertido en fetiche de Tim Burton, dando vida al administrativo aplastado por un camión de "Bitelchús" o a un travelo viejo en "Ed Wood". Otro de sus roles más destacados lo hizo para Mel Brooks en "Que asco de vida", era aquel vagabundo al que llamaban "Once".
En cuanto a John Hayes, seguiría imparable pariendo subproductos olvidables, de entre los que destacaría uno tan recurrente en nuestros añorados videoclubes como "El último día del mundo", con Christopher Lee, o un capítulo de la legendaria -y algo sobrevalorada- serie "Tales from the Darkside".
Si te pilla un día tonto, sin mucho que hacer, ni ganas de levantarte del sillón, "Garden of the dead" puede valer como mata-ratos.
John Hayes llevaba ya una década nadando entre productos de pura naturaleza "exploitativa" cuando, en 1972, se vio obligado a rodar en tan solo diez días el relleno de una sesión doble encabezada por otra de su paternidad, y medianamente popular, "La tumba del vampiro". De ahí, pues, que "Garden of the dead" dure únicamente unos maravillosos 58 minutos. La conocía por los llamativos carteles y el look nada desdeñable de sus curiosos zombies, unos que hablan, corren, razonan y son tan yonkis -del formaldehído- como fotofóbicos, pero jamás había logrado verla ya que no tuvo distribución en las Españas. Así pues, por una vez, demos las gracias al interminable y apestufante catálogo de ciertas plataformas de streaming con el mismo criterio selectivo que un invidente en el supermercado.
Setentera hasta las trancas, "Garden of the dead", no obstante, se muestra cero generosa en lo referente a violencia (todo muy estándar) y sexyismo. Dada la naturaleza de la trama, únicamente hay una señora en el reparto, de muy buen ver, eso sí. Es la novia de un prisionero de noble corazón y, llegado el momento, la usarán como cebo para atraer a unos zombies ansiosos por ventilársela.
"Garden of the dead" no tiene problema en saltarse algunos tropos y clichés, como cargarse al medianamente malvado alcaide a mitad de peli, y del modo más tonto y poco llamativo, justo cuando uno estaba ya convenciéndose de que su presencia iba a traer más cola. Agradezco estos detalles, ciertamente.
Del reparto solo reconocí las facciones de Carmen Filpi, actor todoterreno que puedes ver en la más dispar gama de títulos imaginables. Acabó convertido en fetiche de Tim Burton, dando vida al administrativo aplastado por un camión de "Bitelchús" o a un travelo viejo en "Ed Wood". Otro de sus roles más destacados lo hizo para Mel Brooks en "Que asco de vida", era aquel vagabundo al que llamaban "Once".
En cuanto a John Hayes, seguiría imparable pariendo subproductos olvidables, de entre los que destacaría uno tan recurrente en nuestros añorados videoclubes como "El último día del mundo", con Christopher Lee, o un capítulo de la legendaria -y algo sobrevalorada- serie "Tales from the Darkside".
Si te pilla un día tonto, sin mucho que hacer, ni ganas de levantarte del sillón, "Garden of the dead" puede valer como mata-ratos.
Naxo Fiol