sábado, 7 de septiembre de 2024

QUEMAR DESPUÉS DE LEER

Llevaba años acudiendo a las salas de cine para ver aquellas películas de los hermanos Coen que más me llamaban. Por eso, cuando se estrenó "Quemar después de leer", cumplí. Fue la última. A partir de entonces, todo lo demás lo he ido consumiendo en vídeo, dvd o descarga. ¿Motivo? La odié. Salí del cine ultra-cabreado. Me agobié muchísimo durante la proyección. Y, desde entonces, que la consideraba su peor obra, calificándola alegremente, y sin despeinarme, de horrenda.
Pasaron los años, cayó en mis manos el ya mentado libro de Ian Nathan sobre Joel y Ethan Coen y, en fin, me animé a revisar algunas, incluidas aquellas sobre las que no tenía buen concepto. "Quemar después de leer" fue la primera y ¿saben qué? me gustó. Los años transcurridos pudieron influir, no lo niego. Pero hubo algo más. Comprendí a qué se debió mi negativísima primigenia reacción.
Antes, la sinopsis.
"Quemar después de leer" vendría a ser, esencialmente, una comedia de enredos. Claro que, menudos son. La cosa va de espionaje. Un agente de la CIA es obligado a retirarse. Cabreado, y aburrido, decide escribir unas memorias, contándolo todo. Aquello que, accidentalmente, el disquete con el material termina extraviado en un gimnasio, donde es recogido por un par de palurdos decididos a usarlo para chantajear a su responsable y sacarle unos dineros. La cosa dará pie a un montón de equívocos y algunas muertes.
Bien, digámoslo ya: "Quemar después de leer" puede que sea la película más misántropa que he visto en mi vida. Ya suele ser un signo habitual en la producción Coeniana, pero aquí estalla a lo bestia. No hay ni un solo personaje positivo, o que merezca ser salvado de la quema. Todos, y digo todos, son patéticos, estúpidos y rastreros. El agente amargado siempre de mala hostia. Su mujer, que se acuesta con un tipejo igualmente incapaz de mantener la bragueta cerrada. Los paletos del gimnasio, ella obsesionada con hacerse la cirugía estética. En fin, y la lista sigue y sigue. Añadan una fotografía poco glamourosa, que incrementa la fealdad de todo ello. Elección totalmente deliberada por parte de los Coen, quienes pretendían darle al film un adecuado aire a película conspiranóica de los setenta. Todo eso, mezclado y rejuntado, más algunas crueles muertes accidentales, o la presencia de patéticas almas solitarias en busca de amor a través de internet, fue lo que provocó en mí aquel radical rechazo. Ni una mala calidad, un pésimo guion o una dirección desenfocada. Para nada. Mi problema fue puramente moral o, mejor, anímico. Diría incluso que, al cabreo resultante, se sumó una sensación tirando a deprimente.
Vista del modo correcto, y sin dejarse llevar por emociones primarias (algo inmaduras, témome), "Quemar después de leer" se convierte en un entretenimiento total. Dinámico incluso. Hasta cierto punto parece que los hermanos pretendan repetir un poco la fórmula "Fargo", la del thriller repleto de comedia negrísima trufado de personajes feos, estúpidos y miserables. La diferencia es que en aquella sí había uno medianamente positivo. O dos. En esta, es una especie ya extinguida.
Y el reparto, pues a la altura. George Clooney parodiando su imagen de seductor. Un sorprendente Brad Pitt disfrutando como un mono en el papel de imbécil redomado. La inevitable, pero siempre eficiente, Frances McDormand. John Malkovich. Tilda Swinton. Richard Jenkins. J.K.Simmons y la gran sorpresa, mi querido David "Sledge Hammer" Rasche. Todos estupendos.