Ya que últimamente he largado tanto sobre mi juvenil obsesión justiciera, ha llegado el momento de echar mano de una película que me llevaba loco, aunque no entiendo el motivo. Anduvo reseñada por acá en los albores de este blog y terminó reciclada / estampada -no muy certeramente- en las páginas de "Malas pero divertidas". Les estoy hablando de "Traxx", producción del año 1988 cuya finalidad consistía en, por un lado, convertir en estrella cinematográfica a una personalidad mediática en los USA, aquí cero conocida, de nombre Shadoe Stevens y, por otro, parodiar alegremente el género que nos interesa, con continuas alusiones a "Harry Callahan", "Rambo" y demás.
Contado así, por encima, el argumento no dista nada de cualquier producto serio sobre vengadores urbanos: Traxx es expulsado de la policía por sus violentas maneras. Ello le obliga a convertirse en mercenario, participando en cualquier guerra disponible. No obstante, un día, cansado, decide abandonar y regresar al hogar. Allí descubrirá que el crimen se ha apoderado de todo, por lo que desempolva las armas y toma medidas. El capo de la mafia local contratará a unos asesinos implacables para ponérselo difícil.
Bien, ahora añadan detalles como que, en su retiro, Traxx decide dedicarse a cocinar galletas (cosa que se le da fatal). O que nunca sale herido de ninguna refriega, aniquilando a sus enemigos con mortal precisión sin perder esa blanca sonrisa suya, una a juego con unos brillantes ojos azules y sendas chollas rubias dolorosamente ochenteras (como toda la película en sí, incluidas las canciones seudo-funky). Deduzco que mi mediana obsesión tendría algo que ver con la exagerada condición semi-superhumana del personaje, pues hasta cierto punto le emparentaba con otra fijación recurrente, "Charles Bind". Todo ello remojado a base de un humor muy muy tonto, algo políticamente incorrecto (con gags en los que fenecen impedidos u otros de orden semi-homofóbico sin desperdicio. "Mata a esta maricona", ordena el capo a uno de sus esbirros cuando ve las amaneradas maneras de su estilista) y ciertas similitudes con el universo Troma que en la época me pasaron totalmente desapercibidas. No hacía tanto que "El Vengador Tóxico" lo había petado y, oiga, ¿¿por qué no??. Traxx es también un justiciero dedicado en cuerpo y alma a limpiar de escoria una ciudad sumida en el caos, con gente cayendo por las ventanas, grotescas bandas criminales en cada esquina y villanos de pura caricatura. El pueblo llano le adora y compra camisetas con su imagen. Incluso hay ciertas transiciones a base de canción horterilla en las que le vemos triunfar en su gesta, igual que ocurría con las desventuras del deforme "Melvin". Incrementado todo ello por el tufo a desmadre y unos actores exagerando sus interpretaciones a base de mueca y exceso (atención al "hijo punki" del capo y su estrafalario aspecto). La escabechina es menos licuosa que en un film de la (ex)factoría de New Jersey, pero está presente. Los muertos se suman por decenas. También asoman algunas breves ubres. Y hay buenos gags. Me encanta el principio, con unos tipos tomando por rehenes a los animales de una tienda. Llega Traxx, se carga a los criminales y cuando su superior le recrimina, él exclama "Dígale eso a la madre del perrito muerto". Igualmente funciona muy bien la inesperada y estupidísima defunción del capo mafioso. Aunque, en general, y a pesar de los esfuerzos, lo más que consiguen sacarte es una sonrisilla afectuosa. La salva de ser un desastre total el que, con tanta locura, no resulte demasiado previsible. Tiene cierta capacidad de sorprender, aunque sea a base de sacrificar una historia genuinamente interesante. Defecto que conocían muy bien los reyes del "spoof", los ZAZ (en paz descanse la A) y, por ello, siempre procuraban dejar una buena base bien escrita antes de comenzar a trufarla de ocurrencias absurdas (por cierto, Shadoe Stevens llegó a colaborar con ellos, prestando su radiofónica voz para "Made in USA", nada menos). Decía que el film no es un desastre completo.... creativamente hablando, pero sí financieramente. De ahí que Stevens nunca despegara como comediante cinematográfico. El mismo año que hizo "Traxx" participó en "El superdetective de la costa oeste" (producto televisivo distribuido en España como si fuesen dos películas) y regresó a la gran pantalla durante los 90 junto a Billy Cristal en "El showman de los sábados" (eso sí, mediante rol diminuto), pero sería la última vez. A partir de ahí mutó en carne de caja tonta, desarrollando paralelamente otras actividades como radio -su especialidad- o escribir libros para críos. Entre la roña previa hay una joyita que merece ser destacada, "Shadoevision" de 1986, telefilm ultra-barato hoy casi inencontrable a mayor gloria del individuo. Una comedia de ciencia ficción dirigida nada menos que por ¡Chuck Cirino! (y con cameo coleguero de Jon Lovitz).
El resto del reparto de "Traxx" no tiene desperdicio. La chica guapa es Priscilla Barnes, actriz que a lo largo de su carrera ha alternado mucho telefilm, alguna película de cierta solera ("Mallrats", "Mumford, algo va a cambiar tu vida", "Los renegados del diablo") y una variada gama de subproductos según las artes de Roger Corman, Fred Olen Ray, Jeff Leroy o la productora "TomCat Films". Entre los títulos destacados de su currículum localizamos "Licencia para matar", el fracasado intento de modernizar a "James Bond". Allí coincidió por segunda vez con uno de los rostros más reconocibles de "Traxx", Robert Davi. También te sonarán los de Willard E. Pugh -el alcalde de "Robocop 2"-, John Hancock, Hugh Gillin, la mirada de loco de Raymond O'Connor y Wally Amos.
Como director Jerome Gary nunca hizo, ni ha hecho, gran cosa (incluida la reseñada). Por contra, en tareas de productor su nombre va asociado a "Pumping Iron", el documental a mayor gloria de un jovenzuelo Arnold Schwarzenegger. Y, justo, este es el protagonista de uno de los guiones previos de Gary DeVore, responsable del libreto de "Traxx", "Ejecutor". Debía de ser colega de su director, John Irvin, porque para él también escribió "Los perros de la guerra". Otra de sus amistades recurrentes era Peter Hyams, a quien le tecleó "Apunta, dispara... y corre" y supervisó "Timecop", "Muerte Súbita" y "The Relic". El último libreto original de DeVore fue "Pentathlon", tardío vehículo de lucimiento para Dolph Lundgren dirigido por Bruce Malmuth.
Lo crean o no, "Traxx" lleva el sello "De Laurentiis Entertainment Group".
sábado, 5 de abril de 2025
martes, 1 de abril de 2025
THE TORTURER
Mediometraje de carácter semi-amateur que, con vestigios de una corriente del cine de horror tan de primeros de siglo como es el “torture porn”, solventa la papeleta a base de iluminación artesanal y gracejo, y consigue —no se hasta que punto voluntaria o involuntariamente— aspecto, look, formas y maneras de película gore casera de finales de los 80 primeros 90. “The Torturer” parece una más de aquella tanda que, en la época, se pusieron de moda por estos lares y fueron distribuidas vía "Gorgon Vídeo"; me refiero a todas esas películas “redneck” de Leif Jonker, Bookwalter o Jim Van Bebber, solo que, si aquellas fueron rodadas en 8 o 16 mm, esta lo está en impersonal vídeo de alta definición propio de los tiempos que corren. Pero, en esencia, lo que está dentro del cuadro es lo mismo.
Así, “The Torturer” cuenta la historia de un individuo que es arrojado a una oscura habitación en la que un enorme ¿funcionario de prisiones?, le somete a un interrogatorio. No sabemos nada del individuo ni por qué ha sido arrojado a esa habitación, el caso es que no sabe contestar a las preguntas del interrogatorio y, en consecuencia, es torturado por el grandullón que da título a la película de manera muy explícita. No contento con eso, además, en los momentos de máximo éxtasis, se le aparecen otros torturados por el animal este, todos ellos en estado de descomposición, prácticamente zombies…
Todo en el mediometraje es una excusa para, por un lado, colarnos esa iluminación oscura que hace que parezca que la acción transcurre únicamente sobre un fondo negro y, por otro, mostrar el abundante gore, por momentos excesivo e innecesario, que está ahí solo porque quienes andan detrás del mediometraje son un poco hábiles a la hora de aplicar prótesis y efectos especiales "old school". Como ocurría en las pelis noventeras a las que antes he hecho referencia, de lo que va la cosa es de mostrar dichas habilidades, solo que llevadas a cabo por unas gentes más resabiadas que aquellas, simplemente por los 30 años de diferencia existentes.
Como fuere, el principal signo identitario de “The Torturer” es que me ha recordado terriblemente a aquello.
Por otro lado, y pese a que se puede hacer una sinopsis de la película en una línea, esta dice estar basada en un cuento de la colección “Nailbitters” de Paul Kane, asimismo, literatura barata para públicos concretos.
Por supuesto, detrás de todo esto está una pequeña empresa independiente llamada "Little Sparks Films" cuyas filas cuentan con films que van desde lo grotesco a lo posmoderno, además de tener cierta vinculación con la Troma (producen títulos para la infame compañía de Lloyd Kaufman y exhiben en sus plataformas de streaming).
Dirige el amigo Joe Manco (me ahorro el chiste) que posteriormente realizaría el largo “Vicemares” en similar tesitura que este mediometraje y tirando de croma que da gusto, sin mayor relevancia cinematográfica —ni festivalera— que yo sepa.
Y como protagonista tenemos a Paul T. Taylor, popular por ser uno de los actores que reemplazó a Doug Bradley en una de las últimas secuelas de “Hellraiser”, concretamente, “Hellraiser: Judgment” de 2018, y secundario en montones de productos de todo tipo.
Sin más, “The Torturer” es una cosa bastante mediocre, que me ha llamado la atención por, como les he dicho, recordarme artesanalmente a aquellas fruslerías gore que se comercializaron en España con el boom del momento, siendo como es del 2020.
Así, “The Torturer” cuenta la historia de un individuo que es arrojado a una oscura habitación en la que un enorme ¿funcionario de prisiones?, le somete a un interrogatorio. No sabemos nada del individuo ni por qué ha sido arrojado a esa habitación, el caso es que no sabe contestar a las preguntas del interrogatorio y, en consecuencia, es torturado por el grandullón que da título a la película de manera muy explícita. No contento con eso, además, en los momentos de máximo éxtasis, se le aparecen otros torturados por el animal este, todos ellos en estado de descomposición, prácticamente zombies…
Todo en el mediometraje es una excusa para, por un lado, colarnos esa iluminación oscura que hace que parezca que la acción transcurre únicamente sobre un fondo negro y, por otro, mostrar el abundante gore, por momentos excesivo e innecesario, que está ahí solo porque quienes andan detrás del mediometraje son un poco hábiles a la hora de aplicar prótesis y efectos especiales "old school". Como ocurría en las pelis noventeras a las que antes he hecho referencia, de lo que va la cosa es de mostrar dichas habilidades, solo que llevadas a cabo por unas gentes más resabiadas que aquellas, simplemente por los 30 años de diferencia existentes.
Como fuere, el principal signo identitario de “The Torturer” es que me ha recordado terriblemente a aquello.
Por otro lado, y pese a que se puede hacer una sinopsis de la película en una línea, esta dice estar basada en un cuento de la colección “Nailbitters” de Paul Kane, asimismo, literatura barata para públicos concretos.
Por supuesto, detrás de todo esto está una pequeña empresa independiente llamada "Little Sparks Films" cuyas filas cuentan con films que van desde lo grotesco a lo posmoderno, además de tener cierta vinculación con la Troma (producen títulos para la infame compañía de Lloyd Kaufman y exhiben en sus plataformas de streaming).
Dirige el amigo Joe Manco (me ahorro el chiste) que posteriormente realizaría el largo “Vicemares” en similar tesitura que este mediometraje y tirando de croma que da gusto, sin mayor relevancia cinematográfica —ni festivalera— que yo sepa.
Y como protagonista tenemos a Paul T. Taylor, popular por ser uno de los actores que reemplazó a Doug Bradley en una de las últimas secuelas de “Hellraiser”, concretamente, “Hellraiser: Judgment” de 2018, y secundario en montones de productos de todo tipo.
Sin más, “The Torturer” es una cosa bastante mediocre, que me ha llamado la atención por, como les he dicho, recordarme artesanalmente a aquellas fruslerías gore que se comercializaron en España con el boom del momento, siendo como es del 2020.
Victor Olid