“Al borde de la locura” llega en un momento en el que el cine de terror en general está en decadencia y comienzan a facturarse una serie de títulos de presupuesto medio / bajo que están cortados por el mismo patrón. Son los años en los que Brian Yuzna está en su apogeo, cercanos los 90, y el género se vuelve un poco pegajoso y grisáceo. Las películas suelen ir al festival de Sitges primero y a cines de barrio después, siendo quizás el videoclub, el lugar donde languidecen —en taquillas españolas apenas alcanzó los 70.000 espectadores—. Y todas tienen ese tufillo pre-noventa que aunque hace unos años era sinónimo de mierdote, vistas en retrospectiva ahora ya no apestan tanto.
“Al borde de la locura”, que se pegaba la machada de tener a un Anthony Perkins terminal haciendo las veces del Dr. Jeckyll y Mr Hyde, fue considerada durante lustros una película muy mala. Vista en pleno 2022, y sin tirar ningún tipo de cohete, lo cierto es que no está tan mal.
Rodada casi íntegramente en Budapest por aquello de que salía baratito, se trata de la enésima revisión del mito de Dr Jeckyll y Mr. Hyde al que se le han añadido elementos propios de Jack el destripador, con lo cual tenemos aquí a un Jeckyll que, investigando con la morfina y las drogas duras, sufre una alteración de la personalidad al consumirlas, lo que le llevará a frecuentar burdeles donde, además de hacerles perrerías a las prostitutas, se fuma unos pipazos de crack que le vuelven turulato, así que tirará de cuchillo para quitarles la vida por pura maldad. No contento con esto, también hace experimentos dando de fumar a sus víctimas que asimismo se volverán malvadas y seremos testigos de secuencias lúdico-sexuales muy extrañas, que convierten a esta película de corte clásico en una cosa bastante insólita.
Por supuesto hay que destacar la sobreactuación de Perkins cuando es Mr Hyde, que entre alarido y alarido mete mano a las chicas mientras no para de hablar —algo muy común entre los cocainómanos, la incontinencia verbal— y la cosa, por excesiva, acaba haciendo gracia. Lógicamente, y por si aún cabía alguna duda, la obra de Robert Louis Stevenson es una metáfora continuada sobre la adicción a la cocaína y, con permiso de “Jeckyll & Hyde: Hasta que la risa nos separe” en la que esta metáfora se convierte prácticamente en apología, “Al borde de la locura” es la película sobre el Dr. Jeckyll que más claro lo deja. Vamos, es que de hecho, cuando aparece la pipa de la que fuma Mr. Hyde, la narración se recrea en ello.
Por lo demás, unas cantidades de sangre bastante generosas teniendo en cuenta el material que maneja (un clásico de la literatura), escenas sexuales bastante subiditas de tono, muchos momentos para el ridículo y, en resumidas cuentas, funcional entretenimiento. Resulta una película bastante curiosa. No menos curioso es su director, el gabacho Gérard Kikoïne que durante la década de los setenta se dedicó al cine porno para luego, en los ochenta, pasarse al cine convencional y, a finales de la década, realizar producciones internacionales de terror como esta o como “Emparedada”, que ya tuvo a bien reseñar mi compañero en su momento.
Como ya les he dicho, no está tan mal.