martes, 16 de agosto de 2011

BIGGLES, EL VIAJERO DEL TIEMPO

Es evidente que con esta película los ingleses intentaban comerse una porción de tarta Hollywoodiense. Estamos en plenos años ochenta, y el cine espectáculo de efectos especiales y aventuras mil triunfa más que nunca. Los habitantes de las islas británicas, hartos de su cine gris y anti-popular, decidieron tirar la casa por la ventana juntándose con yankis e invirtiendo mucha guita en un film modernísimo, repleto de acción y diversión para todos los públicos que fuera la respuesta patria a "Indiana Jones". ¿Y para qué tomarse la molestia de inventarse un personaje nuevo, disponiendo ya de todo un héroe de novela local como era el mentado Biggles (apodo de "James Bigglesworth")?, piloto de guerra creado por el escritor W.E.Johns durante los años 30, destinado a lectura juvenil (y parodiado por Monty Python en su serie de tv). Naturalmente, el plan era modernizarlo para el público de los años 80, así que situamos la acción principal en el presente, concretamente en Nueva York. Un agente de publicidad, con un remalazo a Mark "Luke Skywalker" Hamill, se convierte por azar (nunca nos explican ni la razón, ni el cómo) en viajero del tiempo, regresando al año 1917 y ayudando a Biggles en su batlla contra los alemanes. Así la historia se desarrollará entre ambas épocas y con un mismo fin, destruir una nueva y poderosa arma sónica que los germanos tienen muchas ganas de utilizar. Todo ello aderezado con unos títulos de crédito horripilantes en plan rayitos, letras de neón y tecno-pop horterísimo y en general una banda sonora repleta de canciones muy de la década, bastante indigestas.
Según me consta, el elemento ciencia ficción fue algo impuesto por la peli para adaptarse a las nuevas tendencias, es decir, que en las novelas originales nunca hubo nada de eso. Y es evidente que la intención era crear una franquicia, un nuevo "James Bond", y así lo vendieron en su época, pero el estrepitoso fracaso de la empresa a todos los niveles, jorobó el plan. Recuerdo perfectamente el momento. Como era lo habitual en mi, me obsesioné con aquella película y aquel personaje... bastante antes del estreno. Me moría de ganas de llevarme otro "Indiana Jones" al buche. Sin embargo, no pregunten por qué, cuando finalmente llegó a nuestras carteleras, perdí todo interés y no fui a verla. De hecho, y es algo que no deja de ser gracioso, jamás la vi, ni en video. Ayer, 15 de Agosto del 2011 fue mi "primera vez".
Y bueno, no está ni tan mal. Se nota algo envejecida, pero resulta un entretenimiento bastante aceptable. Llegados al minuto 45 (que es cuando comienzo a cansarme de todas las pelis que consumo), tienen el acierto de dar un nuevo giro emocionante a la trama que logra reengancharte. Eso sí, el desenlace es de lo más deslucido... y el final-final tópico (la pareja prota ¡¡se casa!!) y ridículo.
Por ahí pulula el gran Peter Cushing en lo que fue su última interpretación. Se los come a todos con patatas y té.
El director, John Hough, tiene en su curriculum títulos tan emblemáticos como "La leyenda de la mansión del infierno", "Drácula y las mellizas", "La montaña embrujada", "Objetivo: Patton", "El triunfo de un hombre llamado caballo" y "Escóndete y tiembla".
AH!!, naturalmente, tratándose de Inglaterra y los 80, no pueden faltar punks... punks, neogóticos y nuevos románticos que, ejem, escuchan a "Motley Crue". Pero por una vez no son malos, al contrario, ayudan a Biggles y su amigo en el tiempo a escapar de las redes de la policía. Simpática escena.
En definitiva, una película agradable.