Manda cojones la desfachatez de William Peter Blatty. El muy cretino iba a los cines a reírse de “Exorcista II (El Hereje)” y la ponía de vuelta y media. Y encima tuvo la jeta de decir que "La novena configuración", su debut como director en 1980, era la verdadera secuela de “El Exorcista”. Obviamente, todo eso se lo sacó de la manga, porque lo cierto es que “La novena configuración”, basada en la novela anterior a “El Exorcista” del propio Blatty, “Twinkle, Twinkle Killer Kane!” (título con el que también se conoce a la película en algunos países), se ambienta en el mismo universo de “El exorcista” con pequeñas e imperceptibles conexiones que, a no ser que vivas obsesionado con la película de William Friedkin, tampoco localizarás. Y es tan mala que hace parecer a la secuela perpetrada por John Boorman una obra maestra. De ahí la desfachatez del escritor/director. Pero al margen de los lazos que la unen con “El Exorcista” o las posibles rabietas que en un momento dado se pudiera llevar Blatty, lo primero que me llama la atención de "La novena configuración" es que, si bien técnicamente estamos ante una película verdaderamente competente, por todo lo demás es verdaderamente chapucera y bobalicona, resuelta con un planteamiento excesivamente largo (una hora completa de metraje) y un nudo y desenlace que ocurren en un santiamén.
Y le pasa como a “The Room”, que es tan estúpida e inenarrable que, a posteriori, Blatty divulgó que en realidad se trataba de una comedia de humor negro, así como lo había sido la novela previa en la que se inspira (y que por lo que fuera escribió y reeditó dos veces). Mis cojones.
Entonces tenemos una especie de hospital psiquiátrico para soldados con problemas mentales. Lo que sucede es que las autoridades se están planteando si esos problemas mentales son reales o si los soldados se los inventan para irse (o no combatir) en la guerra de Vietnam. De este modo, llega al lugar un psiquiatra militar que los irá entrevistando para delimitar quién miente y quién no. También acabará cubriendo necesidades de los locos en torno a sus excentricidades. Al mismo tiempo, tendremos una violenta banda de moteros que la liarán parda, un impactante giro final y muchas, muchas, muchas conversaciones, eternas, sobre el bien y el mal o la existencia de dios y el diablo. Además de chistes de vodevil, violencia descarnada que no viene muy a cuento y hasta unas pequeñas dosis de surrealismo.
Viéndola, da la sensación de que Blatty, ante la imposibilidad de William Friedkin a realizar este guion, se tomó la dirección de su primera película con la finalidad de convertirse en una especie de nuevo Stanley Kubrick (toda esa secuencia del hombre en la luna ante la presencia de un cristo crucificado...), pero es obvio que el hombre no llega y, lejos de salirle una obra maestra, le sale esta patochada.
Ahora, como Blatty no quería trabajar con "Warner Brothers" porque le debían dinero, ofreció el proyecto de “La novena configuración” a "Universal" y "Columbia", que algo raro verían cuando ambas decidieron descartar la posibilidad y apostar sus dineros en otras producciones. Así que el futuro cineasta puso unos milloncejos de su bolsillo, además de convencer a "Pepsi" para añadir otro par, siempre y cuando, por motivos que tenían que ver con la burocracia y economía de la marca de refrescos, el film se rodase en Hungría.
Posteriormente, el karma castigó a Blatty, porque, para su estreno, cedió los derechos de distribución a "United Film Distribution" que, muy sabiamente, los vendió a "Warner Brothers" quienes la distribuyeron de aquella manera. Los resultados económicos fueron tan pobres durante la apertura que, finalmente, "Warner" le dijo a Blatty: “Toma chaval, aquí tienes tu película y haz con ella lo que quieras”. Así que cineasta / escritor, todavía con mucha fe, se tomó un tiempo para retocarla y pasó a formar parte del catálogo de la "New World" de Roger Corman, quien la relanzaría en 1985 con resultados similares.
El paso de los años, los distintos estrenos y ediciones videográficas, han convertido esta película en una de culto, máxime si tenemos en cuenta que, para cada movimiento de distribución hay una versión distinta. Es por eso que, a lo largo y ancho del globo, existen una ensalada de cortes de “La novena configuración” (o “Tinkle, Twinkle Killer Kane!”, lo que prefieran), por lo que es muy difícil saber a ciencia cierta cual es la que dio por buena el director —aunque probablemente ni él mismo lo supiera—. Una de ellas con un póster bastante llamativo, porque sin ningún tipo de coherencia utiliza a uno de los moteros que aparecen en una de las escenas para efectuar una especie de plagio del póster de “La naranja mecánica”, motivo este que me deja aún más claro que Blatty pretendía ser una suerte de Kubrick.
Como fuere, se trata de una de las películas más chapuceras y demenciales que he tenido la suerte de ver, además, también, una de las más aburridas, y solo por eso yo creo que ya es digna de consideración. Pero, madre de dios, que dos horas más infernales…
En el reparto tenemos auténticos pepinos completamente desatados y mal dirigidos: Stacy Keach, Robert Loggia, Jason Miller, Tom Atkins, Joe Spinell, Richard Lynch…
William Peter Blatty, que toda su vida a defendido la calidad de su película y su puesto como auténtica secuela de “El Exorcista”, diez años después aprendería a dirigir y lo pondría en práctica con “El Exorcista III” que, paradójicamente y visto lo visto, está muy bien.
martes, 17 de junio de 2025
sábado, 14 de junio de 2025
BLOOD FEAST 2 : ALL U CAN EAT
2002 no solo marcó el regreso de Herschell Gordon Lewis al cine (quien no dirigía desde hacía, justo, treinta años con la simpática "The Gore Gore Girls" como última aportación oficial), sino también de su antiguo socio, y célebre "exploiter", David F. Friedman. "Color Me Blood Red" puso fin en 1965 a una notoria carrera compartida entre "nudies", "nudie cuties", "roughies" y, por supuesto, el nacimiento oficial del gore como género cinematográfico dos años antes con la entrañablemente chapucera "Blood Feast". Ahora -el de 2002-, redescubiertos y revalorizados, unían fuerzas de nuevo con una secuela oficial de aquella. Ya se habían hecho varios intentos. En su día Fred Olen Ray anunció una con supuesto protagonismo de Michael Berryman, pero jamás se supo del asunto. Luego llegaron semi continuaciones trufadas de humor como "Bloodsucking Pharaohs in Pittsburgh" y, la más lograda, "Fonda Sangrienta". Resulta curioso que, a la hora de afrontar su genuina segunda parte, el tándem Lewis/Friedman hiciera exactamente igual que aquellas dos, tirar de cachondeo voluntario, cosa totalmente ausente en la original (donde las -generosas- risas eran completamente accidentales) y, a gusto personal, un error. Sí, vale, entiendo que no puedes tomarte en serio "Blood Feast", y menos una secuela parida casi casi cuarenta años después, pero, no sé, me parece incluso hipócrita. Y no solo eso, es que, además, las gracietas funcionan igual que cualquier clase de "parato" electrónico comprado en un bazar chino.
La trama, básicamente, es idéntica -e idénticamente escueta- que la peli del 63. El tataranieto del asesino de aquella compra la tienda donde ocurrieron todos los crímenes en nombre de Ishtar con intención de seguir la tradición. Me refiero a la culinaria, pero pronto el nuevo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) cae rendido bajo el hechizo de la dichosa diosa sumeriana y, ¡ea!, a masacrar jovencitas a troche y moche. Naturalmente, la policía le pisará los talones en el proceso.
Por supuesto, lo importante de "Blood Feast 2 : All U Can Eat" (traducido sería "Todo lo que puedas comer"), como ocurre siempre en el cine de su director, es el elemento "exploitativo" que, pal caso, se refiere a lo truculento. Y acá no se queda corto. La diferencia es que, uno, los efectos especiales han mejorado sustancialmente, y donde antes teníamos risibles maniquíes pintarrajeados ahora tenemos prótesis de látex no especialmente bien paridas, pero más convincentes. Las maneras son idénticas a las de, por ejemplo, "The Gore Gore Girls", con primerísimos primeros planos de las manos del asesino gozando casi sexualmente al manosear vísceras, globos oculares y demás mandanga extraída de sus víctimas a base de cuchillo. Claro, en las pelis antiguas todo ello resultaba grotesco pero, por su poca verosimilitud, medianamente gracioso. En el caso que nos ocupa, la mejora de los trucos incrementa el mal rollo porque es todo más creíble, y ver en perfecto detalle cómo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) rebana el cuello de una chavala o le abre la cabeza y extrae el cerebro pues, hombre, puede perturbar un pelín, la verdad. Supongo que es aquello de lo que se ha acusado al cine de H.G.Lewis en sus distintas reencarnaciones modernizadas, como pasó en los setenta: sin el elemento inocente de sus inicios, todo adquiere un aire más desagradable, ofensivo. En cualquier caso, el encargado de dar forma a esos cuerpos mutilados es Joe Castro, caballero que ha puesto las zarpas en infinidad de subproductos, llegando a dirigir los suyos propios (como la saga "Terror Toons").
El poco imaginativo y menos inspirado guion corre a cargo de un tal W. Boyd Ford, hombre de infracine escasamente destacable. Quizás su ocurrencia más notable sea apellidar a los dos policías protagonistas como "Myers" y "Loomis", y si no lo pillan, son ustedes indignos. A ambos los interpretan actores de esos de quita y pon, aunque tal vez podríamos destacar la presencia -como "Loomis"- de John McConnell quien, a lo largo de su carrera, se ha dejado ver en algunos títulos bastante reconocibles. No es el caso del peculiar individuo de peculiar nombre que da vida a Fuad Ramses (Tercero, para más señas), un tal J.P. Delahoussaye, con, por lo visto, una carrera algo menos oscura como comediante. Así las cosas, el rostro más relevante de "Blood Feast 2" es el del declarado fan de Lewis, vendido, mangante y destructor del genuino cine underground, John Waters, haciendo de un cura que se pirra por los niños. Justo, el tono de comedia del film se mueve entre la brocha gorda de aquel (el asesino se corre sobre un postre que da de comer a una tipa, presenciamos el plano detalle de la ruidosa ingestión de un donut, etc) y ciertas maneras desconcertantemente deudoras del puro "spoof" -aunque sin resultados eficientes, añado- como ese cadáver presente en casi todos los planos y al que se ignora por completo.
Tampoco podemos pasar por alto los cameos de Donald Farmer, SOVista, ex-fanzinero y tan fan del director de "2000 Maniacs" como para, en una ocasión, incluir al villano de "Blood Feast" -Mal Arnold- en uno de sus subproductos, y el mismo David Friedman. Es posible que haya otros, pero se me escapan. Vale, muy bien, has mentado hasta el último pene y micro-pene del reparto pero ¿¿y las chavalas?? Pues, tal y como pueden imaginar, las hay en generosas cantidades, todas muy sexys y todas -salvo la madre de la prota femenina, retratada cual harpía- en tetas cuando es de menester. Son especialmente llamativas -por tontas- las escenas en las que salen hablando de sus modelitos de ropa interior y mostrándoselos unas a las otras. Viva la inteligencia, amigos.
Por lo demás, pues no hace falta ser gacetillero del "Cahiers Du Cinéma" para asumir que estamos ante un auténtico truño de proporciones épicas. Sí, claro, "Blood Feast 2" es mala hasta el dolor, H.G.Lewis sigue siendo un director pésimo y sin creatividad alguna y el resultado -que encima se prolonga hasta los 100 minutos, ¡¡hay que ser cabrón!!- aburre sangrantemente (nunca mejor expresado pal caso). No hay ritmo, no hay progresión, no hay diversión, no hay NADA. Solo sangre a chorros y unas pocas ubres. ¿¿Sorprendido, ofuscado, decepcionado?? En absoluto. Sabía ande me metía, solo que apetecía reseñarla y de ahí el sacrificio que, espero, valoren en su justa medida.
Considerando el gueto del que surge la película, asumo la no existencia de una tercera entrega cual prueba de un descalabro comercial tan grande como para ni tan siquiera planteársela a niveles subhumanos. "Blood Feast 2" viene rodada en celuloide -35mm diría yo- y la fotografía incluso está decente. Hubo un mínimo esfuerzo y dispendio económico ahí. Herschell Gordon Lewis tardaría siete años en rodar de nuevo (primero "The Uh-Oh Show", otro pestiñaco y, después, ya directamente con cámara de vídeo, en funciones de co-director y a un nivel miserable, "BloodMania") y catorce en abandonar esta dimensión (coincidiendo con el lamentable remake oficial de "Blood Feast", pero esa es otra historia).
La banda sonora viene compuesta únicamente de canciones, destacando -por número- aquellas de "Southern Culture on the Skids", continuas, constantes -se cortan bruscamente de una escena a otra- y muy adecuadas dada la naturaleza del grupo en su imagen "white trash", o "redneck" si lo prefieren, y maneras algo "countrys", etiquetas asociadas a unas cuantas de las películas del amigo Lewis (y no únicamente las gore, también hizo dramones violentos de paletos en conflicto).
La trama, básicamente, es idéntica -e idénticamente escueta- que la peli del 63. El tataranieto del asesino de aquella compra la tienda donde ocurrieron todos los crímenes en nombre de Ishtar con intención de seguir la tradición. Me refiero a la culinaria, pero pronto el nuevo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) cae rendido bajo el hechizo de la dichosa diosa sumeriana y, ¡ea!, a masacrar jovencitas a troche y moche. Naturalmente, la policía le pisará los talones en el proceso.
Por supuesto, lo importante de "Blood Feast 2 : All U Can Eat" (traducido sería "Todo lo que puedas comer"), como ocurre siempre en el cine de su director, es el elemento "exploitativo" que, pal caso, se refiere a lo truculento. Y acá no se queda corto. La diferencia es que, uno, los efectos especiales han mejorado sustancialmente, y donde antes teníamos risibles maniquíes pintarrajeados ahora tenemos prótesis de látex no especialmente bien paridas, pero más convincentes. Las maneras son idénticas a las de, por ejemplo, "The Gore Gore Girls", con primerísimos primeros planos de las manos del asesino gozando casi sexualmente al manosear vísceras, globos oculares y demás mandanga extraída de sus víctimas a base de cuchillo. Claro, en las pelis antiguas todo ello resultaba grotesco pero, por su poca verosimilitud, medianamente gracioso. En el caso que nos ocupa, la mejora de los trucos incrementa el mal rollo porque es todo más creíble, y ver en perfecto detalle cómo Fuad Ramses (Tercero, para más señas) rebana el cuello de una chavala o le abre la cabeza y extrae el cerebro pues, hombre, puede perturbar un pelín, la verdad. Supongo que es aquello de lo que se ha acusado al cine de H.G.Lewis en sus distintas reencarnaciones modernizadas, como pasó en los setenta: sin el elemento inocente de sus inicios, todo adquiere un aire más desagradable, ofensivo. En cualquier caso, el encargado de dar forma a esos cuerpos mutilados es Joe Castro, caballero que ha puesto las zarpas en infinidad de subproductos, llegando a dirigir los suyos propios (como la saga "Terror Toons").
El poco imaginativo y menos inspirado guion corre a cargo de un tal W. Boyd Ford, hombre de infracine escasamente destacable. Quizás su ocurrencia más notable sea apellidar a los dos policías protagonistas como "Myers" y "Loomis", y si no lo pillan, son ustedes indignos. A ambos los interpretan actores de esos de quita y pon, aunque tal vez podríamos destacar la presencia -como "Loomis"- de John McConnell quien, a lo largo de su carrera, se ha dejado ver en algunos títulos bastante reconocibles. No es el caso del peculiar individuo de peculiar nombre que da vida a Fuad Ramses (Tercero, para más señas), un tal J.P. Delahoussaye, con, por lo visto, una carrera algo menos oscura como comediante. Así las cosas, el rostro más relevante de "Blood Feast 2" es el del declarado fan de Lewis, vendido, mangante y destructor del genuino cine underground, John Waters, haciendo de un cura que se pirra por los niños. Justo, el tono de comedia del film se mueve entre la brocha gorda de aquel (el asesino se corre sobre un postre que da de comer a una tipa, presenciamos el plano detalle de la ruidosa ingestión de un donut, etc) y ciertas maneras desconcertantemente deudoras del puro "spoof" -aunque sin resultados eficientes, añado- como ese cadáver presente en casi todos los planos y al que se ignora por completo.
Tampoco podemos pasar por alto los cameos de Donald Farmer, SOVista, ex-fanzinero y tan fan del director de "2000 Maniacs" como para, en una ocasión, incluir al villano de "Blood Feast" -Mal Arnold- en uno de sus subproductos, y el mismo David Friedman. Es posible que haya otros, pero se me escapan. Vale, muy bien, has mentado hasta el último pene y micro-pene del reparto pero ¿¿y las chavalas?? Pues, tal y como pueden imaginar, las hay en generosas cantidades, todas muy sexys y todas -salvo la madre de la prota femenina, retratada cual harpía- en tetas cuando es de menester. Son especialmente llamativas -por tontas- las escenas en las que salen hablando de sus modelitos de ropa interior y mostrándoselos unas a las otras. Viva la inteligencia, amigos.
Por lo demás, pues no hace falta ser gacetillero del "Cahiers Du Cinéma" para asumir que estamos ante un auténtico truño de proporciones épicas. Sí, claro, "Blood Feast 2" es mala hasta el dolor, H.G.Lewis sigue siendo un director pésimo y sin creatividad alguna y el resultado -que encima se prolonga hasta los 100 minutos, ¡¡hay que ser cabrón!!- aburre sangrantemente (nunca mejor expresado pal caso). No hay ritmo, no hay progresión, no hay diversión, no hay NADA. Solo sangre a chorros y unas pocas ubres. ¿¿Sorprendido, ofuscado, decepcionado?? En absoluto. Sabía ande me metía, solo que apetecía reseñarla y de ahí el sacrificio que, espero, valoren en su justa medida.
Considerando el gueto del que surge la película, asumo la no existencia de una tercera entrega cual prueba de un descalabro comercial tan grande como para ni tan siquiera planteársela a niveles subhumanos. "Blood Feast 2" viene rodada en celuloide -35mm diría yo- y la fotografía incluso está decente. Hubo un mínimo esfuerzo y dispendio económico ahí. Herschell Gordon Lewis tardaría siete años en rodar de nuevo (primero "The Uh-Oh Show", otro pestiñaco y, después, ya directamente con cámara de vídeo, en funciones de co-director y a un nivel miserable, "BloodMania") y catorce en abandonar esta dimensión (coincidiendo con el lamentable remake oficial de "Blood Feast", pero esa es otra historia).
La banda sonora viene compuesta únicamente de canciones, destacando -por número- aquellas de "Southern Culture on the Skids", continuas, constantes -se cortan bruscamente de una escena a otra- y muy adecuadas dada la naturaleza del grupo en su imagen "white trash", o "redneck" si lo prefieren, y maneras algo "countrys", etiquetas asociadas a unas cuantas de las películas del amigo Lewis (y no únicamente las gore, también hizo dramones violentos de paletos en conflicto).
Naxo Fiol
martes, 10 de junio de 2025
EXORCISTA II (EL HEREJE)
Posiblemente “Exorcista II (El hereje)” fue la primera película de terror que vi, siendo muy chaval y mucho antes que la primera. Es por eso que, entre unas cosas y otras, le tengo cierto “cariño”. Puede que sea la culpable de mi gusto por las películas de terror, si bien es cierto que, tras verla en formato vídeo allá por 1987, quedé traumatizado. La noche después tuve pesadillas y sentía la presencia del demonio en mi propia habitación. Vamos, que me cagué de miedo durante días, ante las risas y bromas de mis hermanos. Tal fue el canguelo que, durante muchos años, no volví a ver películas de terror. Por culpa de “Exorcista II (El Hereje) o, más concretamente, por el impacto que causaba la figura del demonio en mi psique. Imagínense ustedes si llego a ver la primera entonces.
Tras varios año sin repetir, y más o menos olvidada, decido revisarla, a ver que me parece a día de hoy. Y mi opinión no dista demasiado de la que tenía.
Es curiosa la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que, “Exorcista II (El hereje)”, no da ni pizca de miedo, es más, hay momentos y situaciones que son verdaderamente risibles.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez filmada en celuloide en los 70, una secuela tonta y atolondrada que no ocupa un lugar en el olimpo de las películas malas porque, en realidad, se encuentra en un purgatorio cultural, es decir, no es lo suficientemente buena como para que esté considerada a nivel crítico, ni tan mala como para tenerla presente en una maratón de cine chungo. Igual “mala” tampoco es la palabra que mejor la define. Quizás “Chabacana”.
Y por momentos resulta hasta autoparódica.
Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “El Exorcista” y Regan acude a una institución en la que atienden a jóvenes con problemas mentales. Tras su posesión, dice tener tremendas pesadillas. Allí han patentado una máquina para conectar mentes. A a través de la hipnosis, y a base de bombillas, una puede ver y ¿manipular? lo que sucede en la otra (!) . Paralelamente, un exorcista que sigue las enseñanzas e investiga la muerte del padre Merryn, se persona en ese sanatorio a ver que diablos ocurre (nunca mejor dicho) con Regan.
Y sucede la de dios es Cristo. A saber; un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sidow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su mera presencia en la película, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas, que más que interpretar a un cura, parece que interpreta a un alcohólico que se ha pasado con el tinte del pelo, una langosta usada en las transiciones que, ocasionalmente, parece sacada de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos psicodélicos muy de los setenta, tribus de negros llenando metraje, Pazuzu haciendo de guía turístico del padre Lamont por África y, lo más importante, cero posesiones, cero exorcismos (entre otras cosas, porque la Blair había aceptado estar en la cinta a regañadientes, siempre y cuando no tuviera que volver a pasar por el proceso de maquillaje de la primera cinta. De esta manera, tenemos a una Regan reciclada en descartes de la primera película y, cuando no, una actriz maquillada que se nota que no es la Blair…). Hay una mini-lapidación por parte de los africanos al padre Lamont, por hereje. Aunque no le pasa nada. Desde luego todo un despropósito que hace quedar mal a la primera entrega.
Sin embargo, y como viejo verde que ya empieza a ser uno, es maravilloso contemplar en pantalla los rollizos mofletes de Linda Blair y, sobre todo, sus pechos, como cántaros de miel, que recuerdan al mar y que hacen a uno sentir vivo. La Blair aquí cuenta con 18 estupendas castañas. Mala actriz como ella sola, pero deliciosa.
Huelga decir que la producción se vio envuelta en problemas de toda índole desde el principio y que “Exorcista II (El Hereje)” fue una película destinada al fracaso desde el día uno de su concepción. Sin embargo, su estreno marcó un hito histórico recaudando más de 6 millones de dólares en un fin de semana. Sin embargo, se dice que en los pases que se dieron en Nueva York los espectadores se mofaban de la película. Las críticas pronto fueron demoledoras y la taquilla se desinfló progresivamente. Aún así consiguió una recaudación total de cerca de 40 millones de dólares, esquivando el predecible fracaso financiero. Por otro lado, es sabido que William Peter Blatty, escritor de la novela “El Exorcista” y guionista de la película original, fue el principal instigador de la mala fama de la secuela. Empezó a acudir a los cines para reírse de ella, contagiando al resto del público. Y es que Blatty abominó de la película hasta tal punto que, poco después, se sentó en la silla del director en “La novena configuración”, anunciando a bombo y platillo que, aunque no pertenecía oficialmente a la franquicia, el público debería considerarla la verdadera secuela de “El Exorcista” (y yo creo que caerá por aquí próximamente).
Asimismo, William Friedkin se vio insultado con la existencia de "Exorcista II (El Hereje)", a la que calificó como “la obra de un deficiente mental”, añadiendo que, efectivamente, “ese deficiente no es otro que John Boorman, un individuo que jamás debería haber tenido crédito, hasta el día que rodó esto y ya todos deberíamos llamarle escoria”.
En España tampoco se le dio excesivo bombo y al cine fueron a verla poco más de medio millón de espectadores, por lo que se la podría considerar un verdadero fracaso a consideración a la primera.
Menos mal que cuatro años después Boorman se resarció con “Excalibur” y después con “La selva esmeralda”, que si no…
Tras varios año sin repetir, y más o menos olvidada, decido revisarla, a ver que me parece a día de hoy. Y mi opinión no dista demasiado de la que tenía.
Es curiosa la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que, “Exorcista II (El hereje)”, no da ni pizca de miedo, es más, hay momentos y situaciones que son verdaderamente risibles.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez filmada en celuloide en los 70, una secuela tonta y atolondrada que no ocupa un lugar en el olimpo de las películas malas porque, en realidad, se encuentra en un purgatorio cultural, es decir, no es lo suficientemente buena como para que esté considerada a nivel crítico, ni tan mala como para tenerla presente en una maratón de cine chungo. Igual “mala” tampoco es la palabra que mejor la define. Quizás “Chabacana”.
Y por momentos resulta hasta autoparódica.
Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “El Exorcista” y Regan acude a una institución en la que atienden a jóvenes con problemas mentales. Tras su posesión, dice tener tremendas pesadillas. Allí han patentado una máquina para conectar mentes. A a través de la hipnosis, y a base de bombillas, una puede ver y ¿manipular? lo que sucede en la otra (!) . Paralelamente, un exorcista que sigue las enseñanzas e investiga la muerte del padre Merryn, se persona en ese sanatorio a ver que diablos ocurre (nunca mejor dicho) con Regan.
Y sucede la de dios es Cristo. A saber; un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sidow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su mera presencia en la película, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas, que más que interpretar a un cura, parece que interpreta a un alcohólico que se ha pasado con el tinte del pelo, una langosta usada en las transiciones que, ocasionalmente, parece sacada de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos psicodélicos muy de los setenta, tribus de negros llenando metraje, Pazuzu haciendo de guía turístico del padre Lamont por África y, lo más importante, cero posesiones, cero exorcismos (entre otras cosas, porque la Blair había aceptado estar en la cinta a regañadientes, siempre y cuando no tuviera que volver a pasar por el proceso de maquillaje de la primera cinta. De esta manera, tenemos a una Regan reciclada en descartes de la primera película y, cuando no, una actriz maquillada que se nota que no es la Blair…). Hay una mini-lapidación por parte de los africanos al padre Lamont, por hereje. Aunque no le pasa nada. Desde luego todo un despropósito que hace quedar mal a la primera entrega.
Sin embargo, y como viejo verde que ya empieza a ser uno, es maravilloso contemplar en pantalla los rollizos mofletes de Linda Blair y, sobre todo, sus pechos, como cántaros de miel, que recuerdan al mar y que hacen a uno sentir vivo. La Blair aquí cuenta con 18 estupendas castañas. Mala actriz como ella sola, pero deliciosa.
Huelga decir que la producción se vio envuelta en problemas de toda índole desde el principio y que “Exorcista II (El Hereje)” fue una película destinada al fracaso desde el día uno de su concepción. Sin embargo, su estreno marcó un hito histórico recaudando más de 6 millones de dólares en un fin de semana. Sin embargo, se dice que en los pases que se dieron en Nueva York los espectadores se mofaban de la película. Las críticas pronto fueron demoledoras y la taquilla se desinfló progresivamente. Aún así consiguió una recaudación total de cerca de 40 millones de dólares, esquivando el predecible fracaso financiero. Por otro lado, es sabido que William Peter Blatty, escritor de la novela “El Exorcista” y guionista de la película original, fue el principal instigador de la mala fama de la secuela. Empezó a acudir a los cines para reírse de ella, contagiando al resto del público. Y es que Blatty abominó de la película hasta tal punto que, poco después, se sentó en la silla del director en “La novena configuración”, anunciando a bombo y platillo que, aunque no pertenecía oficialmente a la franquicia, el público debería considerarla la verdadera secuela de “El Exorcista” (y yo creo que caerá por aquí próximamente).
Asimismo, William Friedkin se vio insultado con la existencia de "Exorcista II (El Hereje)", a la que calificó como “la obra de un deficiente mental”, añadiendo que, efectivamente, “ese deficiente no es otro que John Boorman, un individuo que jamás debería haber tenido crédito, hasta el día que rodó esto y ya todos deberíamos llamarle escoria”.
En España tampoco se le dio excesivo bombo y al cine fueron a verla poco más de medio millón de espectadores, por lo que se la podría considerar un verdadero fracaso a consideración a la primera.
Menos mal que cuatro años después Boorman se resarció con “Excalibur” y después con “La selva esmeralda”, que si no…
Victor Olid
sábado, 7 de junio de 2025
EL INNOMBRABLE 2
Señalaba en la reseña de "El Innombrable 1" su condición de truño insufrible, capaz de generar el sopor más truculento imaginable, pero cuyo éxito por parámetros videocluberos había generado una secuela que, aseguraban ciertas lenguas, mejoraba mucho a su precedente. Y yo, que cinéfagamente soy incurablemente curiosón, "me moría" por echarle el guante a ese "Innombrable 2", aún a sabiendas que terminaría arrepintiéndome tras el dolor ocasionado por la primera dosis, debut de su ignoto director Jean-Paul Ouellette. Y aunque la espera se ha prolongado años, finalmente ocurrió.
Ya lo dijo el sabio: cuidado con lo que deseas.
Así de primeras, lo que desconcierta de "The Unnamable II: The Statement of Randolph Carter" -extenso título original-, es que comienza exactamente donde termina la anterior. Con los mismos actores. Y, claro, después de lo comentado, comprenderán que mi cerebro había borrado todo rastro de "El Innombrable", por lo que me resultó imposible efectuar una conexión entre ambas películas. No sé si dicha continuidad es genuina o se la han sacado de la manga. Sea como fuere, la cosa queda del siguiente modo...
Los supervivientes a la noche de horror se obcecan en dar a conocer al mundo la existencia real del monstruo que no puede nombrarse. Armados con el legendario "Necronomicón" (recordemos que ambos productos se suponen inspirados en la obra de H.P.Lovecraft), dan con una gruta, localizan al bicho, lo liberan de la maldición, convirtiéndose así en una pava sexy (el "innombrable" es señora, más mosqueada y rabiosa de lo normal) y se la llevan con ellos. Lo que desconocen es que hay otra "innombrable" que les seguirá, dispuesta a recuperar a la primera, dejando un reguero de cadáveres a su paso.
Pos no. "El Innombrable 2" sigue siendo tan aburrida y olvidable como lo era su precedente y el resto de películas de terror baratuchas del periodo, esos temibles inicios de los 90. Lo sospechaba. Es decir, sabía que todos esos rumores de que era mejor y bla, bla serían papel mojado. Calderilla. Pudin. Y eso es exactamente. Un film perfectamente evitable, sosaina, sin alma, con estética de telefilm, la dosis justa de chicha pero que sabe a nada, momentos de comedia voluntaria vergonzante y... en fin, que es una basura innombrable (chiste fácil, pero inevitable y necesario).
Del reparto destacan algunos rostros curiosos como el de John Rhys-Davies dando vida a un experto en monstruos antediluvianos, cosa que se convertiría en su rutina laboral a partir de ese momento, sumergiéndose sin descanso a posteriori en toda suerte de subproductos de idéntica catadura. O el gran David Warner, en un papel minúsculo y absurdo que no aporta casi nada a la trama y únicamente está ahí para dar algo de "caché" al descalabro.
Las dos innombrables vienen interpretadas por "scream queens" de cierta solera. Por un lado Maria Ford quien, una vez desprovista del maquillaje, se pasa un cacho de la peli como dios la trajo al mundo -pueden verla en este documental echado pestes del gremio y amargadísima porque solo la explotaban sexualmente.... paradójico que terminara con el cuerpo recauchutado a base de horribles operaciones- y la ya fallecida Julie Strain, a la que toca acarrear el látex a lo largo de todo el fuckin´ largometraje (y, a diferencia de su compañera, gozaba como una perra haciendo papeles sexys para basuras videocluberas). En ambos casos se puso las botas aplicándolo Christopher Biggs.
"El innombrable 2" destruyó la carrera de Jean-Paul Ouellette, y con justicia (lo mismo podemos decir respecto a un "El innombrable 3" que jamás existió... gracias a dios). Seguidamente entró como profesor en el "Emerson College", donde produjo y dirigió algunos cortos estudiantiles. Actualmente ronda por "Linkedin". Ni falta hace señalar que en su currículum NO figuran NINGUNO de sus escarceos con el cine de género. Ni "El innombrable 1", ni "El innombrable 2", ni esa aportación a la acción de aspecto grimoso titulada "Chinatown Connection" (con protagonismo de ¡¡ Bruce Ly y Lee Majors II !! Distribuida por estos lares vía "Filmax Video") ¡¡Traidor!! así te pudras en el infierno. Tú y tu filmografía al completo.
Ya lo dijo el sabio: cuidado con lo que deseas.
Así de primeras, lo que desconcierta de "The Unnamable II: The Statement of Randolph Carter" -extenso título original-, es que comienza exactamente donde termina la anterior. Con los mismos actores. Y, claro, después de lo comentado, comprenderán que mi cerebro había borrado todo rastro de "El Innombrable", por lo que me resultó imposible efectuar una conexión entre ambas películas. No sé si dicha continuidad es genuina o se la han sacado de la manga. Sea como fuere, la cosa queda del siguiente modo...
Los supervivientes a la noche de horror se obcecan en dar a conocer al mundo la existencia real del monstruo que no puede nombrarse. Armados con el legendario "Necronomicón" (recordemos que ambos productos se suponen inspirados en la obra de H.P.Lovecraft), dan con una gruta, localizan al bicho, lo liberan de la maldición, convirtiéndose así en una pava sexy (el "innombrable" es señora, más mosqueada y rabiosa de lo normal) y se la llevan con ellos. Lo que desconocen es que hay otra "innombrable" que les seguirá, dispuesta a recuperar a la primera, dejando un reguero de cadáveres a su paso.
Pos no. "El Innombrable 2" sigue siendo tan aburrida y olvidable como lo era su precedente y el resto de películas de terror baratuchas del periodo, esos temibles inicios de los 90. Lo sospechaba. Es decir, sabía que todos esos rumores de que era mejor y bla, bla serían papel mojado. Calderilla. Pudin. Y eso es exactamente. Un film perfectamente evitable, sosaina, sin alma, con estética de telefilm, la dosis justa de chicha pero que sabe a nada, momentos de comedia voluntaria vergonzante y... en fin, que es una basura innombrable (chiste fácil, pero inevitable y necesario).
Del reparto destacan algunos rostros curiosos como el de John Rhys-Davies dando vida a un experto en monstruos antediluvianos, cosa que se convertiría en su rutina laboral a partir de ese momento, sumergiéndose sin descanso a posteriori en toda suerte de subproductos de idéntica catadura. O el gran David Warner, en un papel minúsculo y absurdo que no aporta casi nada a la trama y únicamente está ahí para dar algo de "caché" al descalabro.
Las dos innombrables vienen interpretadas por "scream queens" de cierta solera. Por un lado Maria Ford quien, una vez desprovista del maquillaje, se pasa un cacho de la peli como dios la trajo al mundo -pueden verla en este documental echado pestes del gremio y amargadísima porque solo la explotaban sexualmente.... paradójico que terminara con el cuerpo recauchutado a base de horribles operaciones- y la ya fallecida Julie Strain, a la que toca acarrear el látex a lo largo de todo el fuckin´ largometraje (y, a diferencia de su compañera, gozaba como una perra haciendo papeles sexys para basuras videocluberas). En ambos casos se puso las botas aplicándolo Christopher Biggs.
"El innombrable 2" destruyó la carrera de Jean-Paul Ouellette, y con justicia (lo mismo podemos decir respecto a un "El innombrable 3" que jamás existió... gracias a dios). Seguidamente entró como profesor en el "Emerson College", donde produjo y dirigió algunos cortos estudiantiles. Actualmente ronda por "Linkedin". Ni falta hace señalar que en su currículum NO figuran NINGUNO de sus escarceos con el cine de género. Ni "El innombrable 1", ni "El innombrable 2", ni esa aportación a la acción de aspecto grimoso titulada "Chinatown Connection" (con protagonismo de ¡¡ Bruce Ly y Lee Majors II !! Distribuida por estos lares vía "Filmax Video") ¡¡Traidor!! así te pudras en el infierno. Tú y tu filmografía al completo.
Naxo Fiol
martes, 3 de junio de 2025
PROFESORES DE HOY
Lo más curioso de “Profesores de hoy” es que se trata de un intento de "sex comedy" que, aún usando elementos propios del subgénero en la promoción para venderse, se avergüenza de serlo. El poco sexo que contiene —porque haberlo, haylo— aparece siempre dentro de un contexto dramático para darle dignidad al asunto. Al final, les guste a sus artífices o no, con esa pátina de cine respetable que trata de tener, no es más que otra estúpida película estudiantil en la que se le da más peso a los profes que a los alumnos. Asimismo, y como era muy habitual en el subgénero, el resultado se ve mermado por culpa de una moralina barata que pone colofón a un final que, además, es rimbombante. La acción se sitúa en el instituto John F. Kennedy donde impera la ley del mínimo esfuerzo por parte de los profesores. El centro se ha convertido en un nicho de delincuentes juveniles y los adultos pasan de todo. Es por esto que recibe una demanda, puesto que se están graduando alumnos que no han aprendido nada. Alex, uno de los profesores, sí muestra interés por la enseñanza y la educación de sus alumnos, pero todo parece ponerse en su contra. Con vistas al cercano juicio contra la institución, llega una abogada que en el pasado fue alumna suya y le echará una mano en lo que al caso se refiere. Se complicará la cosa cuando Alex descubre que la mayoría de los profesores que comparten clases con él son poco menos que unos bastardos capaces de dejar embarazadas a las alumnas y luego eludir sus responsabilidades para con ellas.
Arthur Hiller, autor de comedias respetables para señores que pasan con creces la mediana edad, según avanzaba su carrera se iba volviendo más cafre. Suya es esa joya a mayor gloria de Jim Belushi titulada “Millonario al instante”. Dirige este soso film con el piloto automático, limitándose a poner una escena tras de otra siguiendo una estructura narrativa correcta, aunque al final la confusión se impone ante sus pocas ganas de rodar un producto de semejantes características y, por momentos, el espectador tiene problemas para seguir la cinta. Cuando llega a su fin, nos damos cuenta de que estábamos viendo un galimatías cuya historia nos importaba francamente un bledo. Y es que ese guion es una torpeza todo él. De hecho, el responsable del mismo, W.R. McKinney, no volvió a ver su nombre en los créditos de ninguna otra película. Jamás ningún estudio, ninguna compañía independiente, volvió a contratarle.
Por otro lado, hay que tener muy presente que, dentro de todo este desaguisado, tenemos actores de lo más competentes. Entonces, ver a Nick Nolte en una comedia de estas características, donde además bebe cerveza, folla con tías y hace un poco el cafre, es motivo más que suficiente para dedicarle un visionado. Sería la siguiente película de Ralph Macchio tras convertirse en estrella con “Karate Kid”. Gasta carisma e incluso podría decirse que está bien de no ser porque el actor tiene un único registro interpretativo que explotó hasta la saciedad, teniendo a posteriori una carrera irregular. Ya saben cual ha sido su devenir.
Choca ver, en un papel muy secundario, a un Morgan Freeman que apenas tiene texto y cuyo afro sin canas deja claro que alguna vez fue joven. Su presencia es meramente anecdótica. También tenemos a Crispin Glover en uno de esos roles de adolescente complicado (o chalado) que hacía en la época y con los que se abrió camino hasta convertirse en el excéntrico que es hoy. Completa el reparto Laura Dern, como una joven estudiante encinta de uno de sus profesores.
Podríamos hablar de “Profesores de hoy” como la versión amable y para todos los públicos de “Curso 1984”, que, a fin de cuentas y salvando mucho las distancias (ya que son films opuestos), cuenta lo mismo: Un profesor de vuelta de todo teniendo que lidiar con una serie de alumnos que son unos hijos de puta.
Con todo, la película funcionó bien en taquilla, no así en nuestro país donde apenas congregó a 78.000 espectadores, aunque sí que hizo su carrera en las estanterías de los videoclubes.
La banda sonora, anunciada curiosamente durante los títulos de crédito finales, se convirtió en un éxito de ventas en los EUA gracias a las canciones interpretadas por Joe Cocker o formaciones tipo "ZZ Top", así como otro tipo de temas más de la época y que lucen metidas con calzador en la película.
Se deja ver, sin más, y es tirando a rollo. Amén de contener todos los clichés del género, aunque solo sea para cagarse en ellos.
Arthur Hiller, autor de comedias respetables para señores que pasan con creces la mediana edad, según avanzaba su carrera se iba volviendo más cafre. Suya es esa joya a mayor gloria de Jim Belushi titulada “Millonario al instante”. Dirige este soso film con el piloto automático, limitándose a poner una escena tras de otra siguiendo una estructura narrativa correcta, aunque al final la confusión se impone ante sus pocas ganas de rodar un producto de semejantes características y, por momentos, el espectador tiene problemas para seguir la cinta. Cuando llega a su fin, nos damos cuenta de que estábamos viendo un galimatías cuya historia nos importaba francamente un bledo. Y es que ese guion es una torpeza todo él. De hecho, el responsable del mismo, W.R. McKinney, no volvió a ver su nombre en los créditos de ninguna otra película. Jamás ningún estudio, ninguna compañía independiente, volvió a contratarle.
Por otro lado, hay que tener muy presente que, dentro de todo este desaguisado, tenemos actores de lo más competentes. Entonces, ver a Nick Nolte en una comedia de estas características, donde además bebe cerveza, folla con tías y hace un poco el cafre, es motivo más que suficiente para dedicarle un visionado. Sería la siguiente película de Ralph Macchio tras convertirse en estrella con “Karate Kid”. Gasta carisma e incluso podría decirse que está bien de no ser porque el actor tiene un único registro interpretativo que explotó hasta la saciedad, teniendo a posteriori una carrera irregular. Ya saben cual ha sido su devenir.
Choca ver, en un papel muy secundario, a un Morgan Freeman que apenas tiene texto y cuyo afro sin canas deja claro que alguna vez fue joven. Su presencia es meramente anecdótica. También tenemos a Crispin Glover en uno de esos roles de adolescente complicado (o chalado) que hacía en la época y con los que se abrió camino hasta convertirse en el excéntrico que es hoy. Completa el reparto Laura Dern, como una joven estudiante encinta de uno de sus profesores.
Podríamos hablar de “Profesores de hoy” como la versión amable y para todos los públicos de “Curso 1984”, que, a fin de cuentas y salvando mucho las distancias (ya que son films opuestos), cuenta lo mismo: Un profesor de vuelta de todo teniendo que lidiar con una serie de alumnos que son unos hijos de puta.
Con todo, la película funcionó bien en taquilla, no así en nuestro país donde apenas congregó a 78.000 espectadores, aunque sí que hizo su carrera en las estanterías de los videoclubes.
La banda sonora, anunciada curiosamente durante los títulos de crédito finales, se convirtió en un éxito de ventas en los EUA gracias a las canciones interpretadas por Joe Cocker o formaciones tipo "ZZ Top", así como otro tipo de temas más de la época y que lucen metidas con calzador en la película.
Se deja ver, sin más, y es tirando a rollo. Amén de contener todos los clichés del género, aunque solo sea para cagarse en ellos.
Victor Olid