Bien, ahora pónganse en la piel de un tipo sin escrúpulos cuya finalidad en la vida, su "raison d'être", consiste en llenar dichas plataformas de productos desalmados con una única misión: ser visionados (es decir, que den dinero) a cualquier precio, importándole un puto pimiento el posible espectador. Y no una o dos veces, cientos. Toda una filmografía creada con esa misma intención. Cantidad en pos de calidad, pero a lo bestia. Ese señor existe y ya habíamos hablado de él por acá unas cuantas veces, Dustin Ferguson.
Probablemente no sea el único, pero sí el más desvergonzado y prolífico, representante de toda una generación de nuevos "cineastas" dedicados a la explotación del click. Un director de ¿cine? nacido en, por y para la era digital. Es decir, graba en vídeo. Tiene presencia en toooodas las plataformas imaginables, así como en cada una de las redes sociales. También dispone de una completa ficha en IMDB. Y todo como parte de un plan, darse a conocer para que la gente, ya sea por interés, pero, sobre todo, morbo/curiosidad, quiera ver una de sus películas.
Durante mucho tiempo Víctor y yo vivimos convencidos que Dustin Ferguson lo que buscaba era figurar, jugar a ser un director de cine antes que a producir algo realmente de valor. De interés. Un mal también muy extendido estos tiempos, y que salpica a muchos de los actuales vídeo-creadores que pululan por la red, incluido este país. Para su especie, lo primordial consiste en sacarse muchas fotos junto a una cámara, correr a inflar una filmografía, dar entrevistas o lograr que le dediquen artículos y poder escribir aquello de "Filmmaker" en su perfil. Pero ahora ya tengo dudas. Creo que lo de Ferguson es incluso más bajo, porque normalmente el "figurador" ama el cine, y le pierde el deseo de formar parte de él. Pero Don Dustin lo utiliza para un fin, generar clicks (no me entiendan mal, es lícito y respetable buscar enriquecerse, solo que, al menos, ponle un poco de empeño, mamón). Y la función de todo el paripé promocional consiste, como decía, en atraer incautos divididos en dos tipos. Por un lado, el espectador ignorante/inocente que no tiene ni idea y únicamente pretende ver una película que le entretenga. Por otro, los fans del cine fantástico y, especialmente, aquellos pintamonas que se auto proclaman devotos de la "serie B" o el cine "trash" sin saber realmente en qué consiste. Virus este que incluso ha infectado a festivales, tal y como certificaba esto que leí hace poco en trágica alusión a una serie de películas amateurs con pretensiones de cine legítimo: "El certamen refleja la buena salud de la que goza actualmente el cine independiente de serie B rodado en España". Usan el término "serie B" como si fuese un género, desproveyéndolo de su genuina condición mercantil e ignorando su desaparición a finales de los años cincuenta. Que algo así lo diga un fan paleto, tiene un pase. Pero que sea todo un festival, es el acabose (claro que, como en el asunto de producir largometrajes, hoy cualquiera puede organizar un evento peliculero -de terror- y, en fin, pasa lo que pasa) Perdonen el arrebato, pero no he podido evitarlo. Decía que ese tipo de "fan idiota" es el 50% del público de un director "clickxploitation". Al primero, al inocente, lo engañas con un cartel espectacular y un título atractivo. Al segundo con alguna referencia a otro film considerado clásico o de culto. También exagerando los elementos delirantes y ridículos de tu subproducto, que ahora se lleva mucho.
Si consideramos que esa ha sido su evolución desde los tiempos del pionero Dwain Esper, y añadimos a la ensalada lo rápido y despiadadamente que cada nuevo juguete tecnológico nace y se impone, da canguelo pensar en cómo serán las cosas dentro de, pongamos, diez años.
Por supuesto, no estoy rajando del streaming -como mucho pazguato querrá entender-. Me parece fantástico. El palo va contra los que lo utilizan del modo más fraudulento. Ofreciendo cero a cambio. Un cero sin gracia, ni encanto.