Según este humilde reseñador, el super-bombazo del "Batman" de Tim Burton en 1989 puso de moda el cine de superhéroes a lo largo de los primeros 90. Un poco como ocurrió con el despuntar de Marvel Studios, pero bastante menos febrilmente. De hecho, la mayoría de esas adaptaciones serían sonoros fracasos, de ahí que la cosa muriera pronto. Curiosamente, algunas se inspiraban en héroes añejos y, por ello, sus versiones fílmicas también se situaban en épocas tan distantes para el jovenzuelo medio (es decir, la audiencia potencial de esta clase de productos) como los años 30 o 40. Cosa que, supongo, contribuyó al respectivo descalabro. Uno de esos títulos fue la mediocre traslación a la gran pantalla de "La Sombra", de la que hablamos profusamente en formato podcast. Dos años después, se estrenaría otra con la que tenía muchísimos puntos en común, "The Phantom", más conocido por estos lares en formato viñetil como "El hombre enmascarado". Y cuando digo "puntos en común" no me refiero únicamente a que ambas se desarrollan en décadas pasadas, o que se inspiraban en superhéroes primigenios, hablo también de lo plano, aburrido y poco lustroso del resultado. Y su respectivo hostiazo taquillero. Así mismo, fui a ver ambas en su estreno y, en fin, la tremenda decepción es otra conexión que comparten.
A "The Phantom" lo parió Lee Falk en 1936. No fue el primer enmascarado (antes estaba El Zorro, por ejemplo), pero sí el primero que llevaba un disfraz completo. Así que, en cierto modo, se ganó la medalla de ser el superhéroe original, tal y como los conocemos hoy. Siendo chaval, leí algunos de sus tebeos, pero eran demasiado retro para mí, aunque las portadas hechas al óleo en plan super-realista me flipaban mucho. Supongo que eso fue lo que me animó a acudir al cine a ver esta adaptación de 1996 que, en realidad, apuntaba más al rollo "Indiana Jones".
Aunque no puedo estar seguro, diría que "El hombre enmascarado" era más serio y sombrío que como el pizpireto Billy Zane lo interpreta. Fue su gran oportunidad perdida...o, mejor, totalmente destruida. Lo mismo podemos decir de su partenaire, la guapísima Kristy Swanson. Llevaba años intentándolo, pero la suerte nunca le sonrió. Recordemos que fue la primera "Buffy", así como la "Amiga Mortal" de Wes Craven. Incluso llegó a hacer realidad el sueño húmedo de un servidor cuando en 1995 compartió escena de amor lésbico con otra de mis debilidades, la Jennifer Connelly joven y carnosa. También a esta le costó lo suyo ser considerada para roles serios y lograr cierto estatus (incluido papel en otra de superhéroes del periodo, igualmente ambientada en los años 30 y fracasada, "Rocketeer"), pero lo consiguió, cosa que nunca ocurrió con la Swanson. Aquí el único rostro que sí tuvo una carrera posterior de éxitos fue Catherine Zeta-Jones, haciendo de una villana que se pasa al lado de los buenos tras escuchar un simple comentario. Eso es persuasión, oiga. El resto del reparto estaba acostumbrado a nadar entre mediocridades, como Treat Williams, James Remar, Cary-Hiroyuki Tagawa, David Proval, John Capodice, Patrick McGoohan o una fugaz Samantha Eggar. El director, Simon Wincer, nació en Australia ("The Phantom" lo es en un 50%) y venía de dirigir cosas como "D.A.R.Y.L.", "Liberad a Willy!", "Dos duros sobre ruedas", "Relámpago Jack", "Cocodrilo Dundee en Los Angeles", "Operación Elefante" y varios capítulos de la serie de "Las aventuras del joven Indiana Jones" que, supongo, le valdrían como garantía a la hora de ser fichado. El guionista, Jeffrey Boam, había firmado los libretos de "La zona muerta", "Arma Letal", "El chip prodigioso", "Jóvenes ocultos" e "Indiana Jones y la última cruzada", lo que confirmaría la vinculación de este "Hombre Enmascarado" con el tono propio del famoso personaje del látigo. By the way, Boam fue el creador de "Las aventuras de Brisco County", serie protagonizada por Bruce Campbell, de ahí que se le considerase momentáneamente como posible "Phantom" antes de que el papel recayera en Billy Zane. ¿Se imaginan cómo podría haber sido la peli con Campbell oculto tras el antifaz?
"The Phanom (El hombre enmascarado)" nos presenta a un malvado magnate interesado en hacerse con tres calaveras místicas capaces de convertirse en un arma super poderosa. El "Hombre Enmascarado" se pondrá manos al asunto para impedirlo.
A ver, en su día, consumida en el cine, me pareció una película rematadamente insulsa, previsible y hasta aburrida. Vista ayer, pues.... bueno, puedo entender esas apreciaciones originales, pero también comprendo a los gacetilleros esnobs de la época que la defendían alegando su encanto, su recuperación de un espíritu más "pulp", más inocentón que, por entonces, ya se consideraba demodé. Es una peli regulera, con sus buenas escenas de acción, entretenida por los pelos, un poco ridícula, pero saludable y simpática. Cuesta detestarla, así que, si quieren pasar un rato tonto, rozando el retraso mental, "The Phantom (el hombre enmascarado)" es una opción más que razonable.
Como dato curioso, añadir que el personaje fue readaptado para la pequeña pantalla en 2009 con una serie donde se apostaba por un tono más "high-tech". Las respectivas imágenes dan bastante grima.
sábado, 30 de septiembre de 2023
viernes, 29 de septiembre de 2023
LA OCASIÓN DE DONNA
Con aires casi orgullosos de telefilm y un argumento prácticamente inexistente, “Carny” —en su versión original— es la típica película de bajo presupuesto amparada por un estudio, en este caso, Warner, que se pega tal hostión en taquilla en el momento del estreno, que en los años (y décadas) posteriores, prácticamente, desaparece de la faz de la tierra. Solo costó seis millones hacerla, pero no recaudó ni tan siquiera dos. Un fracaso que, como castigo, fue condenado al ostracismo.
Por supuesto, en nuestro país no se estrenó de manera comercial. Llegó directamente a través de la televisión privada el 9 de Octubre de 1991, bajo el título de “La ocasión de Donna” (uno extrañísimo que, creo, hace referencia a las relaciones sexuales que tiene el personaje de Jodie Foster con los de Gary Busey y Robbie Robertson… esto sería una subtrama de muy poca importancia dentro del grueso de la película), y emitiéndose en un horario de la parrilla de Tele 5 en el que absolutamente nadie veía la televisión: Un miércoles a las 11 de la mañana. El diario "El País", en la crítica perteneciente a dicha emisión, decía que el único interés que podía tener esta película consistía en ver como actuaba Jodie Foster 11 años antes de la emisión del film. Recordemos que la actriz estaba en boga gracias al éxito de “El silencio de los corderos” y, a los gacetilleros de entonces, les debía dar cierto morbo el ver a la Foster tan jovencita. A parte de eso, tampoco destacan nada más en esa reseña escrita para salir del paso.
Y después, la nada más absoluta.
Recuperada tímidamente en DVD en los USA, esta película ni tan siquiera es de culto, todo el mundo ha pasado de ella, sin más… hasta que Quentin Tarantino ha hablado brevemente (raro!), reivindicándola en su libro de pajas mentales y cinefilia “Meditaciones de cine”. Esto tampoco ha conseguido que medio fandom hipster del amigo Tarantino se vuelva loco ante la película. De hecho, es un libro que no ha gustado mucho a su público natural porque escribe sobre películas setenteras, algunas de ellas muy ignotas, y el nivel intelectual del fan medio de Tarantino no da para tanto. Entonces, imagínense una película como “La ocasión de Donna”, que es palurda, muestra lo palurdo y alardea de ello del primero al último de sus fotogramas. Los “tarantontófilos” no comulgan con ella, por lo que continuará siendo una película rara, misteriosa y desperada por mucho que Quentin haya hablado de sus bondades o de la gran interpretación de Gary Busey.
Como fuere, “La ocasión de Donna” llevaba descansando en uno de mis discos duros esperando para ser vista aproximadamente un lustro y, es cierto, que su aparición en el maldito libro de marras ha servido para que no retrase más el visionado. Porque yo soy de los que odia a Tarantino… pero esta película no la ha hecho él (Nota: todos en AVT le odiamos!!).
“La ocasión de Donna” ha resultado ser una cruda, sucísima, reposada y enloquecida película que me ha gustado mucho.
Como les digo, el artefacto tiene aires de telefilm chungo, y gira en torno a los acontecimientos de una feria itinerante de tercera categoría. Una feria que cada semana echa el ancla en un emplazamiento diferente y los feriantes tendrán que lidiar con las fuerzas vivas de cada localidad que no tienen las mismas reglas para todos los trabajadores que llegan a sus recintos feriales. Y en esa tesitura, llega a una de las paradas una jovencita que se queda fascinada con Bozo, el payaso de una atracción encerrado en una jaula, que insulta a la gente. Esta le tira pelotas y, si aciertan a la diana, Bozo acabará sumergido en un foso de agua. La desgraciada rompe peras con el novio allí mismo y, tras conocerse mejor con Bozo, decide quedarse y unirse a los feriantes. Para ganarse el sueldo, acabará trabajando como ayudante de las chicas de la barraca de striptease. Líos de faldas, tiroteos y trapicheos con las competencias de los distintos pueblos, completan lo que es una película reposada cuya intención principal es hacer partícipe al espectador de cómo es la vida del feriante medio de los Estados Unidos, con este retrato del "white trash" crudo y sin florituras. Pero tan interesante, y fotografiada de tal manera, que uno no puede dejar de mirar a la pantalla.
En el reparto tenemos, como ya he dicho anteriormente, a una Jodie Foster recién salida de “Taxi Driver” a la que le faltó el canto de un duro para encasillarse en papeles de Lolita, y que, aunque interpreta a un personaje mayor de edad, en realidad solo tenía 16 años cuando lo hizo. Un Gary Busey intenso que apuntaba maneras y, efectivamente, cuando insulta al público dentro de su jaula, dan ganas de partirle la boca. Completando el trío tenemos al músico -recién fallecido- Robbie Robertson, más conocido por componer partituras para toda suerte de películas, pero que tiene un rol protagonista en esta, váyanse ustedes a saber por qué.
Dirigiendo pausada (hasta que llega alguna secuencia de acción) y estupendamente está Robert Kaylor, del que destacaré en su escueta filmografía la comedia romántica con toques de sex comedy “Loco por Shelly”, aunque tampoco es para tirar cohetes.
Pero “La ocasión de Donna”, estupenda.
Por supuesto, en nuestro país no se estrenó de manera comercial. Llegó directamente a través de la televisión privada el 9 de Octubre de 1991, bajo el título de “La ocasión de Donna” (uno extrañísimo que, creo, hace referencia a las relaciones sexuales que tiene el personaje de Jodie Foster con los de Gary Busey y Robbie Robertson… esto sería una subtrama de muy poca importancia dentro del grueso de la película), y emitiéndose en un horario de la parrilla de Tele 5 en el que absolutamente nadie veía la televisión: Un miércoles a las 11 de la mañana. El diario "El País", en la crítica perteneciente a dicha emisión, decía que el único interés que podía tener esta película consistía en ver como actuaba Jodie Foster 11 años antes de la emisión del film. Recordemos que la actriz estaba en boga gracias al éxito de “El silencio de los corderos” y, a los gacetilleros de entonces, les debía dar cierto morbo el ver a la Foster tan jovencita. A parte de eso, tampoco destacan nada más en esa reseña escrita para salir del paso.
Y después, la nada más absoluta.
Recuperada tímidamente en DVD en los USA, esta película ni tan siquiera es de culto, todo el mundo ha pasado de ella, sin más… hasta que Quentin Tarantino ha hablado brevemente (raro!), reivindicándola en su libro de pajas mentales y cinefilia “Meditaciones de cine”. Esto tampoco ha conseguido que medio fandom hipster del amigo Tarantino se vuelva loco ante la película. De hecho, es un libro que no ha gustado mucho a su público natural porque escribe sobre películas setenteras, algunas de ellas muy ignotas, y el nivel intelectual del fan medio de Tarantino no da para tanto. Entonces, imagínense una película como “La ocasión de Donna”, que es palurda, muestra lo palurdo y alardea de ello del primero al último de sus fotogramas. Los “tarantontófilos” no comulgan con ella, por lo que continuará siendo una película rara, misteriosa y desperada por mucho que Quentin haya hablado de sus bondades o de la gran interpretación de Gary Busey.
Como fuere, “La ocasión de Donna” llevaba descansando en uno de mis discos duros esperando para ser vista aproximadamente un lustro y, es cierto, que su aparición en el maldito libro de marras ha servido para que no retrase más el visionado. Porque yo soy de los que odia a Tarantino… pero esta película no la ha hecho él (Nota: todos en AVT le odiamos!!).
“La ocasión de Donna” ha resultado ser una cruda, sucísima, reposada y enloquecida película que me ha gustado mucho.
Como les digo, el artefacto tiene aires de telefilm chungo, y gira en torno a los acontecimientos de una feria itinerante de tercera categoría. Una feria que cada semana echa el ancla en un emplazamiento diferente y los feriantes tendrán que lidiar con las fuerzas vivas de cada localidad que no tienen las mismas reglas para todos los trabajadores que llegan a sus recintos feriales. Y en esa tesitura, llega a una de las paradas una jovencita que se queda fascinada con Bozo, el payaso de una atracción encerrado en una jaula, que insulta a la gente. Esta le tira pelotas y, si aciertan a la diana, Bozo acabará sumergido en un foso de agua. La desgraciada rompe peras con el novio allí mismo y, tras conocerse mejor con Bozo, decide quedarse y unirse a los feriantes. Para ganarse el sueldo, acabará trabajando como ayudante de las chicas de la barraca de striptease. Líos de faldas, tiroteos y trapicheos con las competencias de los distintos pueblos, completan lo que es una película reposada cuya intención principal es hacer partícipe al espectador de cómo es la vida del feriante medio de los Estados Unidos, con este retrato del "white trash" crudo y sin florituras. Pero tan interesante, y fotografiada de tal manera, que uno no puede dejar de mirar a la pantalla.
En el reparto tenemos, como ya he dicho anteriormente, a una Jodie Foster recién salida de “Taxi Driver” a la que le faltó el canto de un duro para encasillarse en papeles de Lolita, y que, aunque interpreta a un personaje mayor de edad, en realidad solo tenía 16 años cuando lo hizo. Un Gary Busey intenso que apuntaba maneras y, efectivamente, cuando insulta al público dentro de su jaula, dan ganas de partirle la boca. Completando el trío tenemos al músico -recién fallecido- Robbie Robertson, más conocido por componer partituras para toda suerte de películas, pero que tiene un rol protagonista en esta, váyanse ustedes a saber por qué.
Dirigiendo pausada (hasta que llega alguna secuencia de acción) y estupendamente está Robert Kaylor, del que destacaré en su escueta filmografía la comedia romántica con toques de sex comedy “Loco por Shelly”, aunque tampoco es para tirar cohetes.
Pero “La ocasión de Donna”, estupenda.
Victor Olid
miércoles, 27 de septiembre de 2023
GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 27 (ODDITIES)
Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique", "Impact" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90.
Hoy la cosa va de rarezas... oddities en inglés, que siempre suena mejor. Escaneos de movidas, difícilmente clasificables, alegremente y desordenadamente unidas en la siguiente entrada, de la siguiente manera...
Hoy la cosa va de rarezas... oddities en inglés, que siempre suena mejor. Escaneos de movidas, difícilmente clasificables, alegremente y desordenadamente unidas en la siguiente entrada, de la siguiente manera...
A finales de los ochenta, principios de los noventa, con el término "serie Z" ocurría en Francia lo mismo que tristemente ocurre hoy en España con "serie B" (aquí siempre vamos un paso por detrás de aquellos a los que procuramos imitar), era tratado como si fuese un género en sí mismo, con sus códigos estéticos y narrativos. Así las cosas, en esos tiempos el rey de aquella "serie Z" gabacha de chichinabo respondía al nombre de Richard J. Thomson, seudónimo tras el que se ocultaba Julien Richard-Thomson. Su especialidad eran los largometrajes delirantes semi-amateurs llenos de humor, elementos de horror, truculencia, tetas y mucha locura empaquetada, formato vídeo. Siempre con el respaldo de la revista "Mad Movies".
Y, justo, lo que tienen arriba es, casi casi, el verdadero motivo de que exista esta entrada, el anuncio de una de esas vídeo-ñordas, "Night of Vampyrmania", aparecido en las páginas de la excelsa publicación. Nótese que en el reparto interviene el mismo editor de aquella, Jean-Pierre Putters. Costaba 99 francos + 10 de portes. No estoy muy puesto en esa moneda, menos situándola a principios de los noventa, pero diría que la tontería salía cara.
El amigo Richard-Thomson facturó unas cuantas más del estilo ("Attack of Serial Killers from Outer Space", "Terror of Prehistoric Bloody Creature from Space " -retitulada muy sabiamente "Jurassic Trash"-) hasta que se cansó e intentó aspirar a cotas más altas, mejor consideradas.
Llegó a salir en un concurso de la tele francesa pidiendo dinero para un proyecto, y no paró de dar la murga, escribiendo un autobiografía y semi-justificando sus deslices de juventud con la vídeo-cámara. En años más recientes le entró un venazo radical y, desde entonces, lloriquear por el estado de la política de su tierra, y el mundo en general, es a lo que se dedica con más tesón. También apuntarse a las tendencias reinantes. Acaba de publicar un libro sobre las mujeres empoderadas dentro del cine de género. En fin. Está bien evolucionar, lo aplaudo, solo que no me gusta la senda por la que Julien se ha encaminado últimamente. Lo prefería como videoasta costroso.
Cuando en la época vi este cartel, a tamaño minúsculo (de ahí la cerdísima calidad del escaneo ampliado), flipé mucho. ¿Qué es esta mierda?. No recuerdo que el texto acompañatorio aclarara demasiado. Tampoco me fijé entonces que lo que reposa encima de los hombros del tipo mazas es uno de esos vampiros chinos. De lo contrario, habría perdido interés, pues a mi el cine de esos lares nunca me dijo gran cosa. Más aún, si llego a saber que en realidad se trataba de una de las entregas de la saga "Thunder Ninja Kids" dirigida por el insufrible Godfrey Ho -habitual de la "IFD", especialista en esos ninjas de colorines tan abundantes en video-clublandia y culpable de ESTE dolor de muelas audiovisual- directamente habría arrancado la página para usarla como papel higiénico. No procedí, y me alegra, de este modo conservo el respectivo "Mad Movies" en un estado más que decente.
Jamás he sentido la mínima atracción por "Voyage of the Rock Aliens" (bautizada "Nuestros maravillosos invasores" muy graciosamente en las Españas) por considerarla un cult-film de esos manufacturados en su delirio, cuyas estéticas ochenteras, hoy tan absurdamente adoradas, estallan a lo bestia. Sin embargo, lo que sí me gustaba, y mucho, era la imagen arriba expuesta, un personaje del film, de lógico nombre "Chainsaw", al que da vida el bueno de Michael Berryman. Encajaba alegremente como un guante en mi pasión por lo gran guiñolesco y grotesco, exactamente igual que el póster de "Mal Gusto", este fotograma de "Blood Massacre", estos otros de "Fonda Sangrienta" o el "John Rambu" de "The Intruder". Guardaba incluso puntos en común con este último. Lo que "Rambu" era para "Rambo", "Chainsaw" lo era para "Leatherface". La diferencia es que, mientras aquel se tomaba en serio, el caso que nos ocupa es pura comedia voluntaria.
Con todo, nunca he visto "Voyage of the Rock Aliens". Pero, tras escribir estas letras, me estoy planteando que quizás ya va siendo hora.
¿"Back to the Fuehrer", en serio Jorge? Realmente a esta película del año 1993 se la conoce como "Marching out of time" (tal vez el título previo era demasiado arriesgado) y viene dirigida por Antone Vassil, siendo su primera y última vez. Lo mismo podemos decir del prota, Frederick Anderson, salvo un papel casi de extra en un producto televisivo de Bill Cosby, nada más ilustra su currículum. Parece ser que iba para cómico negro famoso, pero no cuajó.
"Back to the Fuehrer" habla del intento por parte de unos nazis (¿o neo-nazis?) de viajar temporalmente hasta la segunda guerra mundial. Sin embargo, hacen mal los cálculos y terminan en un suburbio yanki de los años noventa, con todo el consabido lío que ello ocasionará.
A la evidente parodia del clásico de Zemeckis, añadimos una más, la de "Solo en casa", presente en el segundo cartel oficial.
Junto al ignoto Anderson, localizamos al bueno de Robert Z´Dar y a Jeff Rector, convertido hoy día en algo así como la parodia pobretona oficial de Donald Trump.
¿Verla? pues podría ser curioso, sí, pero no hay constancia de que esto llegara a las Españas, ni en vídeo, ni papel de fumar.
Y para acabar, así de graciosamente lucen los marcianos de "Three Stooges in Orbit", año 1962, comedia de lucimiento para esos cómicos hoy tan revindicados y conocidos por acá como "Los tres chiflados", pero que entonces eran todo un enigma. Incluso, en una ocasión, le pregunté a una amiga británica de mi hermana cual sería la justa traducción de su nombre. En cuanto se aclaró el misterio, perdí interés. Nunca vi nada de ellos, ni siquiera esta aventura galáctica. Pero el bicho mola mucho y se ajustaba muy bien a aquel gusto mío por lo gran guiñolesco / grotesco mencionado unas líneas arriba.
Naxo Fiol
lunes, 25 de septiembre de 2023
SUEÑOS TORTUOSOS
“Sueños tortuosos” es una de tantas consecuencias del éxito de “Pesadilla en Elm Street”, y que vendría a ratificar lo original e imaginativa que era la película de Wes Craven: Todos su exploits son poco menos diarrea en comparación. Y “Sueños tortuosos” es especialmente aburrida y está especialmente desangelada. Un tostón de los buenos.
La película se agarra a la estructura del slasher convencional, que es más sencillo a la hora de rodar, pero, con el fin de asemejar a su villano con el inmortal Freddy Krueger, añade esos elementos sobrenaturales tan de moda en la época que, por problemas presupuestarios, más que mostrársenos en pantalla, se las ingenian para que algún personaje nos lo narre, y de este modo ya sabemos que nuestros protagonistas se las tienen que ver con entes paranormales. Sin embargo, paradójicamente, parece ser que la película está rodada en el mismo set en el que se rodó “Viernes 13 Parte III”. Así, tenemos a un muchacho homosexual y deficiente mental que sufre el bullying al que le someten unos jóvenes descerebrados en un campamento de verano. Apesadumbrado por todo esto, se va al granero y, allí, muere en llamas por obra y gracia de ¡La combustión espontánea! Dos años más tarde, la hermana del interfecto recibe una invitación para ir al campamento de verano donde murió su hermano y reunirse con sus antiguos compañeros, los mismos que se reían de aquel. Allí serán masacrados de las más variopintas formas, hasta que, hacia el final, el espectador será partícipe de uno o dos descubrimientos.
Mal horror ochentero de manual. Un espanto sin apenas iluminación, un asesino exento de todo carisma, crímenes bastante insulsos y demasiados tempos muertos. Lo que se dice un coñazo.
La película se agarra a la estructura del slasher convencional, que es más sencillo a la hora de rodar, pero, con el fin de asemejar a su villano con el inmortal Freddy Krueger, añade esos elementos sobrenaturales tan de moda en la época que, por problemas presupuestarios, más que mostrársenos en pantalla, se las ingenian para que algún personaje nos lo narre, y de este modo ya sabemos que nuestros protagonistas se las tienen que ver con entes paranormales. Sin embargo, paradójicamente, parece ser que la película está rodada en el mismo set en el que se rodó “Viernes 13 Parte III”. Así, tenemos a un muchacho homosexual y deficiente mental que sufre el bullying al que le someten unos jóvenes descerebrados en un campamento de verano. Apesadumbrado por todo esto, se va al granero y, allí, muere en llamas por obra y gracia de ¡La combustión espontánea! Dos años más tarde, la hermana del interfecto recibe una invitación para ir al campamento de verano donde murió su hermano y reunirse con sus antiguos compañeros, los mismos que se reían de aquel. Allí serán masacrados de las más variopintas formas, hasta que, hacia el final, el espectador será partícipe de uno o dos descubrimientos.
Mal horror ochentero de manual. Un espanto sin apenas iluminación, un asesino exento de todo carisma, crímenes bastante insulsos y demasiados tempos muertos. Lo que se dice un coñazo.
No es de extrañar que “Sueños tortuosos” (“Twisted Nightmare” en su versión original, título que, sin duda, mola bastante más. Vendría ser algo así como “Pesadilla retorcida”) sea uno de tantos slashers de segunda categoría ochenteros que no ha trascendido ni lo más mínimo. El culto o seguimiento que tiene en la actualidad la cinta es más bien tirando a discreto, por no decir nulo, cosa que, tras un visionado, no me extraña ni lo más mínimo.
Los perpetradores de todo esto son Charles Philip Moore al guion y Paul Hunt a la dirección. Al primero podemos reconocerle por ser el director de otra película con intenciones similares a la que nos ocupa, solo que en esa ocasión expoliaba a “Posesión Infernal”, que era “Viento del infierno”, mientras que Hunt provenía del mundo del nudie y desarrolló una carrera en la que tocaría diferentes palos y en la que, lastimosamente, “Sueños tortuosos” sería probablemente su film más popular.
“Sueños tortuosos” tuvo un estreno regional en los Estados Unidos antes de ser pasto de los cines del Deuce neoyorquino, pero a nuestro país llegó, como no, directamente en vídeo, eso sí, curiosamente distribuida por la división videográfica de una major como era RCA-Columbia Pictures al igual que su prima-hermana “Viento del infierno”.
Por lo demás, como a la mosca, tenle miedo… mucho miedo…
Curiosos, disponen aquí de la mini-reseña que Naxo, con la excusa de un visionado grupal de varias películas, le dedicó a "Sueños Tortuosos". Básica e inevitablemente, viene a decir lo mismo que esta.
Los perpetradores de todo esto son Charles Philip Moore al guion y Paul Hunt a la dirección. Al primero podemos reconocerle por ser el director de otra película con intenciones similares a la que nos ocupa, solo que en esa ocasión expoliaba a “Posesión Infernal”, que era “Viento del infierno”, mientras que Hunt provenía del mundo del nudie y desarrolló una carrera en la que tocaría diferentes palos y en la que, lastimosamente, “Sueños tortuosos” sería probablemente su film más popular.
“Sueños tortuosos” tuvo un estreno regional en los Estados Unidos antes de ser pasto de los cines del Deuce neoyorquino, pero a nuestro país llegó, como no, directamente en vídeo, eso sí, curiosamente distribuida por la división videográfica de una major como era RCA-Columbia Pictures al igual que su prima-hermana “Viento del infierno”.
Por lo demás, como a la mosca, tenle miedo… mucho miedo…
Curiosos, disponen aquí de la mini-reseña que Naxo, con la excusa de un visionado grupal de varias películas, le dedicó a "Sueños Tortuosos". Básica e inevitablemente, viene a decir lo mismo que esta.
Victor Olid
sábado, 23 de septiembre de 2023
EL JUEGO DE LA MUERTE / DEPORTE MORTAL
Cuando Roger Corman requería de nuevos cachorros a los que explotar en sus rodajes, con la excusa de una primera oportunidad laboral, corría a las aulas universitarias en busca de hambrientos estudiantes de cine. Rara vez confió un curre, especialmente la dirección de un largometraje, a un creador puramente autodidacta. O surgido de movimientos contra-culturales (por mucho que el cineasta se subió al carro de estos cuando el mercado lo demandaba, claro). Es lógico, Corman siempre ha sido un tipo bastante conservador, por lo menos en lo creativo, y no querría fichar a peña dispuesta a salirse del camino recto (la única vez que dio una oportunidad a alguien surgido del underground, se decantó por el más moldeable, menos arriesgado y rompedor de todos, Curtis Harrington) Era su manera de asegurarse el tiro. De no liarse con gente problemática, rebotona y que gastase ínfulas autorales, especialmente porque solía confiarles trillados y despersonalizados productos de género destinados a contentar a toda suerte de audiencias, les gustara o no. Aunque a veces la fórmula fallaba.
Ahí tenemos el sonado caso de Nicholas Niciphor. Cuando Corman vio sus cortos universitarios, se enamoró de él y raudo lo puso a las riendas de "Deathsport", "El juego de la muerte" en España (conocida también como "Deporte Mortal"), una especie de secuela en espíritu de uno de sus mayores éxitos setenteros, "La carrera de la muerte del año 2000". De hecho, contaba con el mismo protagonista, David Carradine.
Sin embargo, el rodaje fue un desastre. Niciphor se veía incapaz de controlar nada, probablemente por la imposibilidad de conectar con lo que estaba contando. No tenía puesto el corazón en el proyecto, incluso tal vez lo detestara... a él y al género al que pertenecía. Se sabe que, antes de aceptarlo, nunca jamás había oído hablar de Roger Corman y desconocía lo que significaba el término "serie B". Todo su conocimiento se limitaba a David Lean y Akira Kurosawa, algo muy propio de un graduado de la Universidad de Califronia.
Sus peleas con el elenco principal eran tal que Carradine llegó romperle la napia de un certero piño (aunque hay quien lo desmiente). Tras 21 días de rodaje, una barbaridad para los estándares habituales de Corman, este echó al aspirante (al que ocultó en los créditos bajo seudónimo de Henry Suso) y puso a su pupilo Allan Arkush como cabeza de buque. Pero "Deathsport" ya estaba condenada, a lo que no ayudaban mucho los excesos porreros de David Carradine y los cocaino-alcohólicos de la actriz, Claudia Jennings, quien palmaría muy poco después en un accidente automovilístico. Y hablando de accidentes, de estos hubo unos cuantos durante la confección de la película. Si la consumen atentos, serán testigos del más impactante, cuando un doble en llamas cruza demasiado cerca de otro figurante y, básicamente, le prende fuego. Este corre como un loco, se tumba frente a la cámara y llegamos a ver el humo del extintor entrar en el cuadro antes del corte. Jevi, jevi.
La cosa va de un futuro pos-nuclear. Los villanos de turno quieren entrar en guerra con la ciudad vecina, para lo que inventan unas "máquinas de la muerte" que no son más que jodidas motos mal tuneadas. La idea es convencer a la atontada plebe de su eficacia, así que se sacan de la manga unos juegos en los que se caza a "criminales" condenados. Pa la ocasión, se han agenciado como presas a dos guerreros místicos que, claro está, les harán la puñeta. Escaparán pero serán perseguidos, en una carrera que no termina nunca y con la que acabas hasta el gorro de ver motos subir y bajar colinas.
A continuación, les dejo la caratula del VHS editado por Icaro. Obviamente, los dos barandas motorizados que posan al pie NO aparecen en la película (deben pertenecer a alguno de los muchísimos seudo-exploits de "Mad Max 2" paridos en Italia o Filipinas) Y, si se fijan, casi se diría que a la hora de escribir el apellido Carradine, han cambiado la C por una G, lo que nos trae a la memoria aquel célebre sketch de "Martes y 13" donde rebautizaban al actor como Guarradine. Probablemente solo sea un efecto visual... ¿o no?
Ahí tenemos el sonado caso de Nicholas Niciphor. Cuando Corman vio sus cortos universitarios, se enamoró de él y raudo lo puso a las riendas de "Deathsport", "El juego de la muerte" en España (conocida también como "Deporte Mortal"), una especie de secuela en espíritu de uno de sus mayores éxitos setenteros, "La carrera de la muerte del año 2000". De hecho, contaba con el mismo protagonista, David Carradine.
Sin embargo, el rodaje fue un desastre. Niciphor se veía incapaz de controlar nada, probablemente por la imposibilidad de conectar con lo que estaba contando. No tenía puesto el corazón en el proyecto, incluso tal vez lo detestara... a él y al género al que pertenecía. Se sabe que, antes de aceptarlo, nunca jamás había oído hablar de Roger Corman y desconocía lo que significaba el término "serie B". Todo su conocimiento se limitaba a David Lean y Akira Kurosawa, algo muy propio de un graduado de la Universidad de Califronia.
Sus peleas con el elenco principal eran tal que Carradine llegó romperle la napia de un certero piño (aunque hay quien lo desmiente). Tras 21 días de rodaje, una barbaridad para los estándares habituales de Corman, este echó al aspirante (al que ocultó en los créditos bajo seudónimo de Henry Suso) y puso a su pupilo Allan Arkush como cabeza de buque. Pero "Deathsport" ya estaba condenada, a lo que no ayudaban mucho los excesos porreros de David Carradine y los cocaino-alcohólicos de la actriz, Claudia Jennings, quien palmaría muy poco después en un accidente automovilístico. Y hablando de accidentes, de estos hubo unos cuantos durante la confección de la película. Si la consumen atentos, serán testigos del más impactante, cuando un doble en llamas cruza demasiado cerca de otro figurante y, básicamente, le prende fuego. Este corre como un loco, se tumba frente a la cámara y llegamos a ver el humo del extintor entrar en el cuadro antes del corte. Jevi, jevi.
La cosa va de un futuro pos-nuclear. Los villanos de turno quieren entrar en guerra con la ciudad vecina, para lo que inventan unas "máquinas de la muerte" que no son más que jodidas motos mal tuneadas. La idea es convencer a la atontada plebe de su eficacia, así que se sacan de la manga unos juegos en los que se caza a "criminales" condenados. Pa la ocasión, se han agenciado como presas a dos guerreros místicos que, claro está, les harán la puñeta. Escaparán pero serán perseguidos, en una carrera que no termina nunca y con la que acabas hasta el gorro de ver motos subir y bajar colinas.
Teniendo en cuenta que el mega-hit "La guerra de las galaxias" lo había petado apenas un par de años antes, Corman quiso incorporar pequeñas cositas de este a su "Deathsport" (fechada en 1979), tanto ideas (la fuerza mística de la que se valen los guerreros), como estéticas (esas ropas blancas, esas espadas que, a falta de ser láser, son como de cristal) y sonoras (literalmente llegamos a oír la respiración de Darth Vader y los zumbidos de algunos cazas intergalácticos) Y el resultado pues.... bueno, es lo que es. Una cosilla muy cutrona, como muy dejada, en la que a ratos asoma la risa involuntaria y cierto tedio, pero tampoco nos induce al suicidio. Con un poco de paciencia, se deja ver y hasta resulta medianamente entrañable. En el momento de su estreno fue un batacazo tremendo y nunca pudo dar pie a la continuación que Roger Corman tenía en mente. Casi mejor. Aquello no lo iban a salvar ni Arkush (que se avergüenza de ella) ni un milagro.
Al villano le pone -quemado- rostro nuestro querido Richard Lynch. Una jovencísima Linnea Quigley corretea por ahí -no acreditadamente- haciendo de cortesana. El todoterreno Gary Graver se encarga de la fotografía. Y nada menos que Jerry Garcia de "The Grateful Dead" colabora en la banda sonora, gracias a la conexión de Allan Arkush con la música rock. Sin embargo, según he leído, su trabajo queda diluido entre sintetizadores.
En cuanto al patata de Nicholas Niciphor, lo intentó de nuevo poco después con una comedia ("Adiós mundo loco"), pero fue sustituido a medio rodaje, ¡¡gafe!!. No volvió a probar suerte como director nunca más, centrando el resto de su carrera en escribir guiones (entre los más curiosos el "Tusk" de Alejandro Jodorowsky) muchos de ellos destinados al mercado Germano. Supongo que ya no le querían en suelo norteamericano y tuvo que buscarse alternativas... algo así como Brian Yuzna... ¡chas-pun!
Al villano le pone -quemado- rostro nuestro querido Richard Lynch. Una jovencísima Linnea Quigley corretea por ahí -no acreditadamente- haciendo de cortesana. El todoterreno Gary Graver se encarga de la fotografía. Y nada menos que Jerry Garcia de "The Grateful Dead" colabora en la banda sonora, gracias a la conexión de Allan Arkush con la música rock. Sin embargo, según he leído, su trabajo queda diluido entre sintetizadores.
En cuanto al patata de Nicholas Niciphor, lo intentó de nuevo poco después con una comedia ("Adiós mundo loco"), pero fue sustituido a medio rodaje, ¡¡gafe!!. No volvió a probar suerte como director nunca más, centrando el resto de su carrera en escribir guiones (entre los más curiosos el "Tusk" de Alejandro Jodorowsky) muchos de ellos destinados al mercado Germano. Supongo que ya no le querían en suelo norteamericano y tuvo que buscarse alternativas... algo así como Brian Yuzna... ¡chas-pun!
A continuación, les dejo la caratula del VHS editado por Icaro. Obviamente, los dos barandas motorizados que posan al pie NO aparecen en la película (deben pertenecer a alguno de los muchísimos seudo-exploits de "Mad Max 2" paridos en Italia o Filipinas) Y, si se fijan, casi se diría que a la hora de escribir el apellido Carradine, han cambiado la C por una G, lo que nos trae a la memoria aquel célebre sketch de "Martes y 13" donde rebautizaban al actor como Guarradine. Probablemente solo sea un efecto visual... ¿o no?
Naxo Fiol
viernes, 22 de septiembre de 2023
NIÑATO
En “La noche se mueve” tenía lugar esta conversación que se ha vuelto más popular que la propia película: “Charles y yo vamos a ver una de Rohmer, “Mi noche con Maud”. ¿Quieres venir?”. “No. Gracias pero no. Una vez vi una película de Rohmer y era como estar mirando crecer a una planta”. Pues exactamente eso es “Niñato”; como estar mirando crecer a una planta. Y es que además, Adrián Orr, licenciado en comunicación audiovisual por la UCM, está educado para filmar cómo crecen las plantas desde el día mismo que decidió ponerse detrás de una cámara. Se trata de un individuo que dice no tener presente los géneros cuando hace una película, que, proveniente de un barrio humilde, se expresa con la pompa propia del que se ha criado en Serrano, y que cita como referentes a cineastas rebuscados y de marcada tendencia artística. Los más obvios serían Pasolini y John Cassavetes, los más rebuscados Cristi Puiu o Maurice Pialat. Por otro lado, Orr era rapero. Concretamente fue DJ del grupo donde en décadas pasadas militaba el propio Niñato que da nombre a la película y de ahí su amistad con él. Así que, con pasado rapero, de barrio humilde y estudiante de comunicación audiovisual y, por otro lado, con ese tipo de referentes, casi, casi me da la impresión de que Adrián Orr es un poco esnob, aunque puede que me equivoque. Como sea, le ha cogido bien el pulso a los cineastas de los que se declara deudor y ha comprendido que el hecho de registrar en imágenes la cotidianidad desde lo artístico, da resultado. Por eso, dentro de lo marginal que es de por sí la propuesta, “Niñato”, ha recogido algún que otro premio mientras que la crítica seria la ha recibido con los brazos abiertos. Yo digo que una película como “Niñato”, no solo no tiene nada de especial, sino que la puede hacer cualquiera. Y soy muy proclive a disfrutar de este cine tosco y desnudo. Me encanta mirar un plano fijo en el que apenas pasa nada (y pasa todo), una película en la que la mirada del espectador forme parte también de la propia película. Pero, sinceramente, el material montado, las intenciones del autor y el etalonaje digital odioso dejan esta película, más que desnuda, vacía. Y es que, aunque audiovisualmente hablando me pueda parecer un concepto atractivo, lo que cuenta “Niñato”, en definitiva, me interesa menos que un comino
Se trata de un retrato de no ficción del emcee madrileño David Ransanz apodado Niñato, una figura del underground que permanece en el underground porque no le queda más cojones, no porque tenga una actitud subterránea al respecto. Como dice en la película, a él le encantaría vender miles de discos. Teniendo en cuenta el nivel global del rap español no podemos decir que Niñato sea de los que peor rapea, pero tampoco destaca ni lo más mínimo y, líricamente, sus rimas son del montón —y de un corte tan buenrollero que me causa grima—. Es un rapper mediocre al igual que su compañero de fechorías, Agustito, que también aparece en la película.
Entonces, “Niñato”, que es una extensión del corto previo “Buenos días resistencia” con el que Adrián Orr comenzó todo esto, es una propuesta sencilla. Durante días grises de otoño e invierno, y a lo largo de 5 años, la cámara de Orr captura el aburrido, rutinario y poco especial día a día de un personaje asimismo aburrido, rutinario y poco especial como es Niñato. Está soltero, cría a tres hijos, no tiene trabajo y vive con sus padres. Por otro lado, su vía de escape es hacer rap, actividad esta a la que dedica el poco tiempo libre del que disponible. También le da al canuto cosa mala.
El material montado de toda la película me parece insípido. Me muestra a un individuo joven de clase obrera —como miles veo yo todos los días, o como yo mismo—, cuidando a sus tres hijos —como los que tienen esos miles que veo yo todos los días—, en un deslavazado collage de momentos muertos, y centrándose sobre todo en la figura de los tres hijos, niñas y niños pequeños, sin nada especial tampoco. Desconozco la intención con que montó este material el director, pero supongo que se decantaría por lo más soso de forma expresa —porque como montara los momentos más intensos no me quiero imaginar el peñazo que sería el resto de lo que tenía grabado—.
Por la naturaleza meramente experimental de la película, no habría que pedirle una coherencia o un argumento a esas imágenes, pero como el director opta por un montaje de ficción en lugar de uno documental, no me queda más remedio que pedírsela, porque, el hecho de que Niñato esté en paro, o viva con sus padres, son detalles que conozco tras leer las sinopsis en prensa, ya que durante el visionado no se aclara uno. Viéndola, dos cuestiones me asaltan constantemente, y esas son, precisamente, si Niñato trabaja o no —en un momento dado, y gracias a uno de los pocos diálogos que tiene la cinta, te puedes imaginar que está en paro, pero nunca se nos muestra claramente ese desempleo—, o dónde vive —en otra escena se ducha en casa de sus padres, pero parece vivir en el piso de enfrente de estos… sigo sin aclararme ahora mismo al respecto—, y al finalizar la película seguimos con las mismas dudas.
Pero lo peor de todo es cómo el director pretende hacer ver al espectador que el individuo que nos está mostrando es poco menos que un luchador, un súper héroe de barrio, un tío fenómeno con una vida difícil. Esto le sirve a la crítica y al público de festivales a los que Orr se lo ha dado mascado, que miran la película con condescendencia desde una posición privilegiada y la tranquilidad que les otorga la clase alta/media a la que pertenecen estos entes, pero yo, pobre como las ratas, solo veo a un individuo sin demasiadas aptitudes vitales al que, si no hubiera tenido tanto hijo, teniendo en cuenta su inestabilidad laboral y su proveniencia humilde, quizás le habría ido un poquito mejor. Adrián Orr consigue que Niñato me caiga mal y que de gracias a dios por haber sido lo suficientemente inteligente en esta vida como para no haber traído retoños al mundo.
Adrián Orr no se lo ha montado mal en absoluto. Con “Niñato” ha conseguido prestigio, premios, y compagina el trabajo con el que se gana la vida como asistente de director de películas más comerciales con la realización de las suyas propias, más minoritarias.
Por descontado, el Hip-Hop está en la película presencialmente, pero, lejos de lucir como un personaje secundario, lo hace como un extra.
Se trata de un retrato de no ficción del emcee madrileño David Ransanz apodado Niñato, una figura del underground que permanece en el underground porque no le queda más cojones, no porque tenga una actitud subterránea al respecto. Como dice en la película, a él le encantaría vender miles de discos. Teniendo en cuenta el nivel global del rap español no podemos decir que Niñato sea de los que peor rapea, pero tampoco destaca ni lo más mínimo y, líricamente, sus rimas son del montón —y de un corte tan buenrollero que me causa grima—. Es un rapper mediocre al igual que su compañero de fechorías, Agustito, que también aparece en la película.
Entonces, “Niñato”, que es una extensión del corto previo “Buenos días resistencia” con el que Adrián Orr comenzó todo esto, es una propuesta sencilla. Durante días grises de otoño e invierno, y a lo largo de 5 años, la cámara de Orr captura el aburrido, rutinario y poco especial día a día de un personaje asimismo aburrido, rutinario y poco especial como es Niñato. Está soltero, cría a tres hijos, no tiene trabajo y vive con sus padres. Por otro lado, su vía de escape es hacer rap, actividad esta a la que dedica el poco tiempo libre del que disponible. También le da al canuto cosa mala.
El material montado de toda la película me parece insípido. Me muestra a un individuo joven de clase obrera —como miles veo yo todos los días, o como yo mismo—, cuidando a sus tres hijos —como los que tienen esos miles que veo yo todos los días—, en un deslavazado collage de momentos muertos, y centrándose sobre todo en la figura de los tres hijos, niñas y niños pequeños, sin nada especial tampoco. Desconozco la intención con que montó este material el director, pero supongo que se decantaría por lo más soso de forma expresa —porque como montara los momentos más intensos no me quiero imaginar el peñazo que sería el resto de lo que tenía grabado—.
Por la naturaleza meramente experimental de la película, no habría que pedirle una coherencia o un argumento a esas imágenes, pero como el director opta por un montaje de ficción en lugar de uno documental, no me queda más remedio que pedírsela, porque, el hecho de que Niñato esté en paro, o viva con sus padres, son detalles que conozco tras leer las sinopsis en prensa, ya que durante el visionado no se aclara uno. Viéndola, dos cuestiones me asaltan constantemente, y esas son, precisamente, si Niñato trabaja o no —en un momento dado, y gracias a uno de los pocos diálogos que tiene la cinta, te puedes imaginar que está en paro, pero nunca se nos muestra claramente ese desempleo—, o dónde vive —en otra escena se ducha en casa de sus padres, pero parece vivir en el piso de enfrente de estos… sigo sin aclararme ahora mismo al respecto—, y al finalizar la película seguimos con las mismas dudas.
Pero lo peor de todo es cómo el director pretende hacer ver al espectador que el individuo que nos está mostrando es poco menos que un luchador, un súper héroe de barrio, un tío fenómeno con una vida difícil. Esto le sirve a la crítica y al público de festivales a los que Orr se lo ha dado mascado, que miran la película con condescendencia desde una posición privilegiada y la tranquilidad que les otorga la clase alta/media a la que pertenecen estos entes, pero yo, pobre como las ratas, solo veo a un individuo sin demasiadas aptitudes vitales al que, si no hubiera tenido tanto hijo, teniendo en cuenta su inestabilidad laboral y su proveniencia humilde, quizás le habría ido un poquito mejor. Adrián Orr consigue que Niñato me caiga mal y que de gracias a dios por haber sido lo suficientemente inteligente en esta vida como para no haber traído retoños al mundo.
Adrián Orr no se lo ha montado mal en absoluto. Con “Niñato” ha conseguido prestigio, premios, y compagina el trabajo con el que se gana la vida como asistente de director de películas más comerciales con la realización de las suyas propias, más minoritarias.
Por descontado, el Hip-Hop está en la película presencialmente, pero, lejos de lucir como un personaje secundario, lo hace como un extra.
Victor Olid
miércoles, 20 de septiembre de 2023
HOTEL PARADÍS
Probablemente, Carles Comas fue un hipster a finales de los setenta, cuando entre la juventud más progre y "cool" del momento se puso de moda coger una cámara de Súper 8 e imitar el cine underground clásico fabricado en las américas. Así, todos comenzaron a rodar cortometrajes con muchas imágenes desenfocadas, fijas e interminables o desmedidos traqueteos con la excusa de retratar la realidad. Gente como Sierra Fornells, Manuel Huerga, Juan Bofill o Eugeni Bonet formaron parte de esa raza y, por ello, muchas veces protagonizaron sendos artículos en las páginas oficiales del "coolismo", la revista "Star" (que pasó del jipismo al punkismo en cuanto así lo dictaminaron las tendencias reinantes).
Pero Comas disponía de un "je ne sais quoi" que lo hacía distinto. Tal vez porque era de lo más oscuro entre los oscuros y contaba con una película muy peculiar, "Parabellum", adaptación superochista de una novelita de bolsillo a base de polis y cacos, rodada en plan cine mudo, tirando de rótulos narrativos y actores con la cara pintada de blanco. Esa molaría verla.
Muy diferente es el caso de "Hotel Paradís", documental que Carles Comas se curró en Súper 8 entre finales de los setenta e inicios de los ochenta. Podría definirse como una sucesión de retratos de gente muy variopinta. Desde otros artistas "cool" y hipsters dándoselas de excéntricos y transgresores, a intelectuales brasas, pasando por señoras mayores viendo "La venganza de Ulzana" en la tele o dependientes de colmado ordenando cajas de huevos. Eventualmente todo ello se intercala con segmentos puramente visuales compuestos de collages y música mangada a "Flash and the pan" o Vangelis.
Se hace inevitable referencia a la explosión punk del momento (asoman un par de ellos dando la nota premeditada) y, como relleno, muchos paseos urbanos -cámara en mano- cuyo único valor es ver la Barcelona de aquellos años (y reconocerla). Completan el show ciertas referencias cinéfagas muy simpáticas, con unos niños contando el argumento de "Aeropuerto 80" y un flipado hablando maravillas de "El resplandor".
Lastimosamente, los títulos de crédito se reducen a lo más elemental. Desconocemos el nombre de los individuos que pululan frente a la cámara, y seguro los habrá harto interesantes. El único reconocible para estos cansados ojos es Juan Carlos Olaria, hablando del proyecto semi-profesional que le ocupaba en ese justo momento y tiene toda la pinta de ser su célebre "El hombre perseguido por un O.V.N.I."
Carles Comas siguió con el tema audiovisual, extendiéndose al vídeo y a colaborar en una TV3 en pañales. Falleció solo en su casa el año 2009, contaba escasos 52 tacos.
"Hotel Paradís" no es fácil de digerir, pero sí altamente curiosa.
Pero Comas disponía de un "je ne sais quoi" que lo hacía distinto. Tal vez porque era de lo más oscuro entre los oscuros y contaba con una película muy peculiar, "Parabellum", adaptación superochista de una novelita de bolsillo a base de polis y cacos, rodada en plan cine mudo, tirando de rótulos narrativos y actores con la cara pintada de blanco. Esa molaría verla.
Muy diferente es el caso de "Hotel Paradís", documental que Carles Comas se curró en Súper 8 entre finales de los setenta e inicios de los ochenta. Podría definirse como una sucesión de retratos de gente muy variopinta. Desde otros artistas "cool" y hipsters dándoselas de excéntricos y transgresores, a intelectuales brasas, pasando por señoras mayores viendo "La venganza de Ulzana" en la tele o dependientes de colmado ordenando cajas de huevos. Eventualmente todo ello se intercala con segmentos puramente visuales compuestos de collages y música mangada a "Flash and the pan" o Vangelis.
Se hace inevitable referencia a la explosión punk del momento (asoman un par de ellos dando la nota premeditada) y, como relleno, muchos paseos urbanos -cámara en mano- cuyo único valor es ver la Barcelona de aquellos años (y reconocerla). Completan el show ciertas referencias cinéfagas muy simpáticas, con unos niños contando el argumento de "Aeropuerto 80" y un flipado hablando maravillas de "El resplandor".
Lastimosamente, los títulos de crédito se reducen a lo más elemental. Desconocemos el nombre de los individuos que pululan frente a la cámara, y seguro los habrá harto interesantes. El único reconocible para estos cansados ojos es Juan Carlos Olaria, hablando del proyecto semi-profesional que le ocupaba en ese justo momento y tiene toda la pinta de ser su célebre "El hombre perseguido por un O.V.N.I."
Carles Comas siguió con el tema audiovisual, extendiéndose al vídeo y a colaborar en una TV3 en pañales. Falleció solo en su casa el año 2009, contaba escasos 52 tacos.
"Hotel Paradís" no es fácil de digerir, pero sí altamente curiosa.
Naxo Fiol
lunes, 18 de septiembre de 2023
SHARK EXORCIST
Este verano pasado, a la redacción de varias páginas web de corte generalista comandadas por ineptos y redactadas por vírgenes y deficientes mentales, ha llegado, de forma masiva, la noticia de que “Shark Exorcist” se ha postulado con una puntuación de 1,7 en Filmafinitty —una de las más bajas de su historia—, por lo que, una vez más, tenemos a un montón de plumillas hablando sobre algo de lo que no tienen ni repajolera idea, y concediendo el título de “peor película de la historia” a una cosa que ni tan siquiera han visto, nombrándola precursora de productos mainstream como por ejemplo “Oso vicioso”. Confunden velocidad con tocino y conocen de la misa la media ¡Solo en España, amigos!
“Shark Exorcist”, que el mundo cuñado ha descubierto un poco tarde, no es ni la peor película de la historia, ni precursora de nada. Es sencillamente un SOV más, adscrito a esa moda postmoderna de mezclar conceptos imposibles, en este caso tiburones (ya van 20 años de películas de escualos en pleno delirio) y exorcistas. Con el fin de contentar a cierto sector granudo del fandom, se rueda, de la peor forma posible, un producto para que esos pajilleros flipen y se rían a mandíbula batiente. Todo estudiado y premeditado, sin entender yo del todo la finalidad de tal actividad, ya que dudo que los beneficios de estas películas compensen tal despropósito.
“Shark Exorcist” es “nada”.
Precisamente, dos de los directores más activos en facturar “nada” son viejos conocidos del formato vídeo, dos veteranos como el pobrecico Mark Polonia y el director de esta, Donald Farmer —por otro lado, habituales de este blog. Pinchen en sus respectivos nombres por si quieren conocer más al respecto—.
La cosa es simple y sencilla: El demonio se mete en el interior de un tiburón y se come a los bañistas. Entre posesiones a jovencitas de buen ver que se contonean eróticamente con sus bikinis, que se vomitan entre ellas y planos inexplicables, llega un exorcista sobreactuador que se enfrentará con el tiburón. Y todo por culpa de una monja satánica. Fin de la historia.
Tiene cierta gracia en el fondo. Y es que, para hacer una película mal aposta también hay que valer. Y a Farmer, quizás porque en realidad este “Shark Exorcist” se la pela bastante, o quizás por manazas (se trata de una película mala impostada, pero la dirección de Farmer no lo es) le sale mal lo de hacer mal la película. Entonces logra una cosa medio vanguardista. A eso hay que añadirle que el producto se ha grabado en un solo escenario, es decir, una casa con su respectiva piscina, un poco de césped y una charca, sin embargo está ambientada en la costa, lugar donde ha de operar un tiburón (aunque este parezca que está volando) sin ningún tipo de vergüenza. El CGI con el que está diseñado es el más tirado y barato a sabiendas, porque se está tratando de dar un producto concreto, para un público concreto que quiere de las incapacidades y no distingue cuando estas son auténticas o forzadas. Nada es genuino, todo es vago, realizado con desinterés.
Luego, la película está llena de tiempos muertos y cámaras lentas eternas —flipante la escena con dos jamonas poseídas deambulando despacito dentro de una piscina. Casi fascinante— cuyo fin es el obvio, alargar metraje (igual que los 11 minutos de créditos finales) que son, por lo raro que queda todo, lo mejor de la película.
Entonces, efectivamente esto me puede hacer cierta gracia pero, más allá de eso, se trata de un SOV del nuevo milenio de la vertiente más rastrera (y comercial a su modo), sin garbo, sin alma y sin interés alguno en pleno año 2023. Pero parece que el público "cool" está ávido de películas malas, de otorgar títulos de “peor de la historia” y reírse en comandita mostrando una superioridad moral repugnante que les dura lo que les dura el amor por las películas malas: Un fin de semana, lo mismo que dura el evento en el que las descubren. Pero “Shark Exorcist” me temo que no sirve ni para eso. Gracias al cielo.
Por otro lado, en 2021 sus artífices organizaron un crowfunding con la intención de rodar una secuela. A estas alturas no se si el objetivo se habrá logrado, ni si estarán ya grabando la infamia... ni me interesa, la verdad.
“Shark Exorcist”, que el mundo cuñado ha descubierto un poco tarde, no es ni la peor película de la historia, ni precursora de nada. Es sencillamente un SOV más, adscrito a esa moda postmoderna de mezclar conceptos imposibles, en este caso tiburones (ya van 20 años de películas de escualos en pleno delirio) y exorcistas. Con el fin de contentar a cierto sector granudo del fandom, se rueda, de la peor forma posible, un producto para que esos pajilleros flipen y se rían a mandíbula batiente. Todo estudiado y premeditado, sin entender yo del todo la finalidad de tal actividad, ya que dudo que los beneficios de estas películas compensen tal despropósito.
“Shark Exorcist” es “nada”.
Precisamente, dos de los directores más activos en facturar “nada” son viejos conocidos del formato vídeo, dos veteranos como el pobrecico Mark Polonia y el director de esta, Donald Farmer —por otro lado, habituales de este blog. Pinchen en sus respectivos nombres por si quieren conocer más al respecto—.
La cosa es simple y sencilla: El demonio se mete en el interior de un tiburón y se come a los bañistas. Entre posesiones a jovencitas de buen ver que se contonean eróticamente con sus bikinis, que se vomitan entre ellas y planos inexplicables, llega un exorcista sobreactuador que se enfrentará con el tiburón. Y todo por culpa de una monja satánica. Fin de la historia.
Tiene cierta gracia en el fondo. Y es que, para hacer una película mal aposta también hay que valer. Y a Farmer, quizás porque en realidad este “Shark Exorcist” se la pela bastante, o quizás por manazas (se trata de una película mala impostada, pero la dirección de Farmer no lo es) le sale mal lo de hacer mal la película. Entonces logra una cosa medio vanguardista. A eso hay que añadirle que el producto se ha grabado en un solo escenario, es decir, una casa con su respectiva piscina, un poco de césped y una charca, sin embargo está ambientada en la costa, lugar donde ha de operar un tiburón (aunque este parezca que está volando) sin ningún tipo de vergüenza. El CGI con el que está diseñado es el más tirado y barato a sabiendas, porque se está tratando de dar un producto concreto, para un público concreto que quiere de las incapacidades y no distingue cuando estas son auténticas o forzadas. Nada es genuino, todo es vago, realizado con desinterés.
Luego, la película está llena de tiempos muertos y cámaras lentas eternas —flipante la escena con dos jamonas poseídas deambulando despacito dentro de una piscina. Casi fascinante— cuyo fin es el obvio, alargar metraje (igual que los 11 minutos de créditos finales) que son, por lo raro que queda todo, lo mejor de la película.
Entonces, efectivamente esto me puede hacer cierta gracia pero, más allá de eso, se trata de un SOV del nuevo milenio de la vertiente más rastrera (y comercial a su modo), sin garbo, sin alma y sin interés alguno en pleno año 2023. Pero parece que el público "cool" está ávido de películas malas, de otorgar títulos de “peor de la historia” y reírse en comandita mostrando una superioridad moral repugnante que les dura lo que les dura el amor por las películas malas: Un fin de semana, lo mismo que dura el evento en el que las descubren. Pero “Shark Exorcist” me temo que no sirve ni para eso. Gracias al cielo.
Por otro lado, en 2021 sus artífices organizaron un crowfunding con la intención de rodar una secuela. A estas alturas no se si el objetivo se habrá logrado, ni si estarán ya grabando la infamia... ni me interesa, la verdad.
Victor Olid
sábado, 16 de septiembre de 2023
EL HÉROE Y EL TERROR
En las entrevistas promocionales de la época, Chuck Norris comentaba satisfecho que "El héroe y el terror" le había permitido ampliar su gama de registros, apuntando a unos más dramáticos de lo habitual. Y es verdad. Es decir, es verdad que lo intenta, teniendo en cuenta que, de todos los actores del género de la época, Norris era el menos expresivo. Aquí encarna a un personaje más, hummm, humano, con sus flaquezas, miedos y angustias internas. No es una mera máquina de repartir leña. Incluso saca a relucir un lado tierno. Así que sí, "El héroe y el terror" nos muestra un Chucky moderadamente distinto en una trama que también se aparta de sus códigos (¡de honor!) más trillados (al menos hasta entonces, antes de dar el salto a la caja tonta), apostando por el thriller y una violencia tamizada.
La cosa va del policía que intenta parar los pies a un temible y despiadado asesino de mujeres más bien bruto. Lo consigue por los pelos, y, encima, gracias a doña chiripa. Eso le vale a nivel popular el apodo de héroe, aunque él no se siente nada a gusto con la etiqueta y arrastra pesadillas sobre el funesto enfrentamiento final en el que casi perece. Un día, el asesino -al que llaman el terror, de ahí el título- escapa del encierro, se esconde en un viejo teatro reformado y comienza a matar de nuevo. Obviamente tío Chuck se pondrá manos a la obra, lidiando dichas angustias con las de ser papá primerizo.
Hablamos de 1988. Es decir, "Cannon" ya hacía aguas por todas partes. Igual que la carrera de Norris. A partir de ahí, todo iría cuesta abajo. En el reparto asoman otros rostros habituales de la factoría, como Steve James y, sobre todo, Billy Drago. Destaco a este último porque, por una vez, y para variar, interpreta un personaje positivo. No hace de villano, vamos. Da vida a un médico que se marca una charleta mazo de amistosa con el mismo Norris. Ahí va pues otro cambio de registro, aunque este mucho más radical. Que mal debería estar "Cannon" para permitir tanto. Acompañan a estos tres "mostros" -dos de ellos ya fallecidos, por desgracia-, Jack O'Halloran como asesino asalvajado (papel que, en cierto modo, ya hiciera -y muy bien- en "Superman II". Sí, era el gigantón), el clásico Ron "Superfly" O'Neal, Heather Blodgett dando vida a Doña Norris y otro segundón habitual de ese cine, y esa época, Branscombe Richmond (busquen en Google y verán lo muy mucho que les suena)
El film se basa en una novela de Michael Blodgett, quien co-firma el guion. Antes de darle a las letras, Blodgett fue actor de reconocible rostro. Su rol más famoso lo desarrolló para Russ Meyer en "Más allá del valle de las muñecas". La otra gran aportación como guionista del caballero fue "Socios y sabuesos". Y sí, la protagonista femenina de "El héroe y el terror", Heather Blodgett, es hija suya. Hubo enchufe.
Dirigida por el inocuo William Tannen, la película cumple estupendamente como producto consumible y perfectamente olvidable. Si no fuese por los crímenes medianamente intensos, o los cadáveres en tetas de algunas víctimas, casi parecería un telefilm, o el episodio piloto de una serie a mayor gloria de su protagonista.
La cosa va del policía que intenta parar los pies a un temible y despiadado asesino de mujeres más bien bruto. Lo consigue por los pelos, y, encima, gracias a doña chiripa. Eso le vale a nivel popular el apodo de héroe, aunque él no se siente nada a gusto con la etiqueta y arrastra pesadillas sobre el funesto enfrentamiento final en el que casi perece. Un día, el asesino -al que llaman el terror, de ahí el título- escapa del encierro, se esconde en un viejo teatro reformado y comienza a matar de nuevo. Obviamente tío Chuck se pondrá manos a la obra, lidiando dichas angustias con las de ser papá primerizo.
Hablamos de 1988. Es decir, "Cannon" ya hacía aguas por todas partes. Igual que la carrera de Norris. A partir de ahí, todo iría cuesta abajo. En el reparto asoman otros rostros habituales de la factoría, como Steve James y, sobre todo, Billy Drago. Destaco a este último porque, por una vez, y para variar, interpreta un personaje positivo. No hace de villano, vamos. Da vida a un médico que se marca una charleta mazo de amistosa con el mismo Norris. Ahí va pues otro cambio de registro, aunque este mucho más radical. Que mal debería estar "Cannon" para permitir tanto. Acompañan a estos tres "mostros" -dos de ellos ya fallecidos, por desgracia-, Jack O'Halloran como asesino asalvajado (papel que, en cierto modo, ya hiciera -y muy bien- en "Superman II". Sí, era el gigantón), el clásico Ron "Superfly" O'Neal, Heather Blodgett dando vida a Doña Norris y otro segundón habitual de ese cine, y esa época, Branscombe Richmond (busquen en Google y verán lo muy mucho que les suena)
El film se basa en una novela de Michael Blodgett, quien co-firma el guion. Antes de darle a las letras, Blodgett fue actor de reconocible rostro. Su rol más famoso lo desarrolló para Russ Meyer en "Más allá del valle de las muñecas". La otra gran aportación como guionista del caballero fue "Socios y sabuesos". Y sí, la protagonista femenina de "El héroe y el terror", Heather Blodgett, es hija suya. Hubo enchufe.
Dirigida por el inocuo William Tannen, la película cumple estupendamente como producto consumible y perfectamente olvidable. Si no fuese por los crímenes medianamente intensos, o los cadáveres en tetas de algunas víctimas, casi parecería un telefilm, o el episodio piloto de una serie a mayor gloria de su protagonista.
Naxo Fiol
viernes, 15 de septiembre de 2023
THE ONLY HOUSE IN TOWN
“The only house in town” pertenece a la tanda de últimas películas que dirigió Ed Wood antes de fallecer alcohólico perdido y en la miseria. Pero además tiene el honor de ser uno de esos títulos de su filmografía que permanecían perdidos y que eran tan buscados por los estudiosos del director, hasta que por fin apareció para decepción de estos, lo pudo ver todo el mundo, y entonces comprender por qué Wood ostentaba el título del peor de todos los tiempos.
Durante los años 70 Wood se ganaba la vida escribiendo novelitas de bolsillo y rodando cine porno de bajo coste y, precisamente esta película, al igual que otra inmediatamente anterior de 1971, “Necromania”, parecen estar inspiradas en una de sus novelas, más concretamente la que medio comparte título con esta película, “The only house”.
La verdad es que “The only house in town” poco o nada tiene que ver con ese libro, porque se trata de un porno soft muy tosco rodado en un día (hay fuentes que aseguran que en realidad fueron tres) y que, para más inri, está inconcluso. Cuenta la leyenda que para esa única jornada de trabajo, Wood fue a su puesto completamente ebrio y sin tener muy claro qué hacer, motivo por el que rodó un poco de película e inmediatamente fue sustituido por Raul Sesnick, productor de la cinta y cámara de la misma que se encargó de terminar lo que en realidad es un batiburrillo de imágenes de porno suave sin sentido alguno. Se supone que existe una sinopsis al respecto sobre un grupo de hippies psicópatas que pretenden asesinar a la joven que los delató a la policía (¿) Si ya de por sí es confusa, imagínense la película, en la que en un plano mal iluminado vemos como un grupo de hippies entra en una casa y, con un sonido tan pésimo que es indescifrable, parecen discutir para, en menos de un minuto, decidir violar a una chica que va con ellos. Mucho griterío, mucho aspaviento para, la siguiente media hora de película, ser el espectador testigo de un único plano en el que todos simulan tener sexo con todos mientras escuchamos las indicaciones del director (a saber si es la voz de Wood o de Sesnick) que, incluso, en alguna ocasión, son discutidas por los actores. Cuando el operador de cámara se aburre, hace un zoom a la pared o al techo, y luego vuelve a encuadrar el tedioso folleteo que lleva al espectador a desesperase. A esa larga escena inicial hay que añadirle la intervención de Uschi Digard —quien años después aseguró no recordar haber participado en esta película— que se dirige a cámara en un momento dado en plan "gatekeeper", para luego pasar a un par más de desangeladas escenas de folleteo y finalizar la película abruptamente. Una mierda. De no ser porque hay constancia de que es una producción genuina, casi parece un film construido a base de descartes. E incluso llegó a tener un estreno comercial de algún tipo, porque, durante el mismo, apareció una reseña muy positiva en "Wild Screen Reviews", que en realidad estaba firmada por el propio Edward D.Wood Jr. bajo pseudónimo. También firmaría la película bajo el alias de Flint Holloway.
Poco más que decir. A parte de la curiosidad que la mera existencia de esto pueda suscitar, yo no creo que semejante sucesión de imágenes pseudo pornográficas hubieran tenido mayor interés si detrás de ellas no estuviera un mítico, en decadencia y completamente alcoholizado Ed Wood —por cierto, se especula con que, en aquellos días, escribió una novela titulada “Sex life of the Alcoholic” que tiene que ser algo verdaderamente demencial, pero de la que en realidad no hay pruebas de su existencia— que pueda darle algo de fuste al conjunto. Si hubiera sido una película dirigida por “Don Pepito”, lo más probable es que al aparecer el celuloide en 2014 hubiera alimentado las llamas de cualquier horno incinerador de celuloide caducado.
Aunque solo dura 50 minutos, el visionado de esto ha sido un autentico suplicio que no ha salvado ni las dos amigas gigantes adheridas al torso de Uschi Digard. Un espanto.
Durante los años 70 Wood se ganaba la vida escribiendo novelitas de bolsillo y rodando cine porno de bajo coste y, precisamente esta película, al igual que otra inmediatamente anterior de 1971, “Necromania”, parecen estar inspiradas en una de sus novelas, más concretamente la que medio comparte título con esta película, “The only house”.
La verdad es que “The only house in town” poco o nada tiene que ver con ese libro, porque se trata de un porno soft muy tosco rodado en un día (hay fuentes que aseguran que en realidad fueron tres) y que, para más inri, está inconcluso. Cuenta la leyenda que para esa única jornada de trabajo, Wood fue a su puesto completamente ebrio y sin tener muy claro qué hacer, motivo por el que rodó un poco de película e inmediatamente fue sustituido por Raul Sesnick, productor de la cinta y cámara de la misma que se encargó de terminar lo que en realidad es un batiburrillo de imágenes de porno suave sin sentido alguno. Se supone que existe una sinopsis al respecto sobre un grupo de hippies psicópatas que pretenden asesinar a la joven que los delató a la policía (¿) Si ya de por sí es confusa, imagínense la película, en la que en un plano mal iluminado vemos como un grupo de hippies entra en una casa y, con un sonido tan pésimo que es indescifrable, parecen discutir para, en menos de un minuto, decidir violar a una chica que va con ellos. Mucho griterío, mucho aspaviento para, la siguiente media hora de película, ser el espectador testigo de un único plano en el que todos simulan tener sexo con todos mientras escuchamos las indicaciones del director (a saber si es la voz de Wood o de Sesnick) que, incluso, en alguna ocasión, son discutidas por los actores. Cuando el operador de cámara se aburre, hace un zoom a la pared o al techo, y luego vuelve a encuadrar el tedioso folleteo que lleva al espectador a desesperase. A esa larga escena inicial hay que añadirle la intervención de Uschi Digard —quien años después aseguró no recordar haber participado en esta película— que se dirige a cámara en un momento dado en plan "gatekeeper", para luego pasar a un par más de desangeladas escenas de folleteo y finalizar la película abruptamente. Una mierda. De no ser porque hay constancia de que es una producción genuina, casi parece un film construido a base de descartes. E incluso llegó a tener un estreno comercial de algún tipo, porque, durante el mismo, apareció una reseña muy positiva en "Wild Screen Reviews", que en realidad estaba firmada por el propio Edward D.Wood Jr. bajo pseudónimo. También firmaría la película bajo el alias de Flint Holloway.
Poco más que decir. A parte de la curiosidad que la mera existencia de esto pueda suscitar, yo no creo que semejante sucesión de imágenes pseudo pornográficas hubieran tenido mayor interés si detrás de ellas no estuviera un mítico, en decadencia y completamente alcoholizado Ed Wood —por cierto, se especula con que, en aquellos días, escribió una novela titulada “Sex life of the Alcoholic” que tiene que ser algo verdaderamente demencial, pero de la que en realidad no hay pruebas de su existencia— que pueda darle algo de fuste al conjunto. Si hubiera sido una película dirigida por “Don Pepito”, lo más probable es que al aparecer el celuloide en 2014 hubiera alimentado las llamas de cualquier horno incinerador de celuloide caducado.
Aunque solo dura 50 minutos, el visionado de esto ha sido un autentico suplicio que no ha salvado ni las dos amigas gigantes adheridas al torso de Uschi Digard. Un espanto.
Victor Olid
miércoles, 13 de septiembre de 2023
FOREVER AND ALWAYS
Ya tocaba reseñar de modo oficial y oficioso alguno de los trabajos del gran George Kuchar, que para algo es el creador que más admiro y respeto sobre la faz de la tierra. Y a la hora de ponerme, me he decantado por el que, sin ninguna clase de dudas, es mi corto favorito de los cientos que produjo hasta el día de su muerte: "Forever and Always" de 1978 ("Por siempre jamás" en castellano). Ya, dadas las circunstancias lo más lógico hubiese sido mentar alguna de sus posteriores incursiones en el formato vídeo, considerando lo muy reveladoras que me resultaron. Pero lo cierto -y esto ya lo he dicho otras veces- es que mi cosecha Kuchariana favorita es la de los setenta. Podríamos incluir finales de los sesenta ("Eclipse of the sun virgin" también me mola un rato) e inicios de los ochenta. Sin embargo, fue justo en la década del patilleo, los pantalones acampanados y la música disco donde George Kuchar produjo con la cámara de 16 milímetros un puñado de sus más resplandecientes pequeñas maravillas. Además, tiene algo de regocijante también que fuese una etapa de su carrera tirando a gris. Es decir, vivió el auge del underground en los sesenta, con todo el respectivo mamoneo mediático, y fue redescubierto en los ochenta / noventa gracias a los video-diarios, que le proporcionaron una segunda juventud artístico-creativa, así como un puñado de nuevos fans y críticos interesados en su obra. Por ello, los curreles setenteros quedan un poco en zona de nadie. Y, como digo, de todos mi favorito es "Forever and Always". Lo he sospechado durante mucho tiempo. Bien, ahora lo confirmo. Me encanta.
Narrativamente no se aleja mucho, o nada, de los intereses habituales de Kuchar. Especialmente ese sentido semi-paródico y exacerbado del melodrama hollywoodiense clásico (encabezado por Douglas Sirk). La cosa va de un matrimonio y sus retoños. Él, aburridísimo, fantasea con nuevas aventuras amorosas. Un día queda prendado de otra tipa y decide huir con ella, abandonando a la parienta y los críos. Esta, decepcionada, se los lleva a "Hooray for kids", una especie de festival infantil multitudinario. Allí pasará minutos de sumo estrés hasta un trágico desenlace, no exento de cierto elemento surrealista, mientras el esposo disfruta con su amante en un lugar supuestamente paradisíaco, donde se anuncia tornado y una ingente cantidad de basura se acumula en el agua del muelle.
George Kuchar recibió el encargo de documentar el mentado "Hooray for kids". Práctico como era, decidió sacar jugo al dinero (50 míseros dólares) y, cumpliendo con lo pactado, cascarse una peliculilla entera integrando el evento a la trama. Claro, ahora imagínense a los organizadores viendo semanas después "Forever and Always" proyectado en una pantalla. Deberían fliparlo mucho. No es que sea super experimental y raro, no, pero tampoco se puede decir que entre dentro de lo convencional, ni por asomo. Eran tiempos en los que el sonido directo escaseaba en el cine Kuchariano, así que viene ilustrado con un montón de extractos de canciones de lo más variadas y variopintas. Temas románticos, "crooners" cutrones, tonadillas infantiles... la mezcla es irresistible. Tampoco escasean los instantes un pelo bizarros, como cuando el marido se masturba -off camera- y, paralelamente, vemos a su mujer jugando con "Blandiblú". O la vecina sexy, ataviada cual Carmen Miranda de chichinabo, adorando a un tipo rarísimo de excéntrico peinado. Sin olvidar el momento homicida, que lo hay.
Este corto forma parte del famoso recopilatorio formato VHS que en su día sacó el "British Film Institute" y logré adquirir, "Color me lurid: The weird world of George Kuchar" (les dejo abajo la caratula al completo). Tal vez por eso le reservo tanto afecto, porque fue de lo primero que vi del cineasta quien, por cierto, comenta en las notas interiores lo mucho que le costaba a "Forever and Always" ganarse la simpatía del respetable, aunque a él le gustaba mogollón. A mí también maestro, a mi también. Y no poco.
Narrativamente no se aleja mucho, o nada, de los intereses habituales de Kuchar. Especialmente ese sentido semi-paródico y exacerbado del melodrama hollywoodiense clásico (encabezado por Douglas Sirk). La cosa va de un matrimonio y sus retoños. Él, aburridísimo, fantasea con nuevas aventuras amorosas. Un día queda prendado de otra tipa y decide huir con ella, abandonando a la parienta y los críos. Esta, decepcionada, se los lleva a "Hooray for kids", una especie de festival infantil multitudinario. Allí pasará minutos de sumo estrés hasta un trágico desenlace, no exento de cierto elemento surrealista, mientras el esposo disfruta con su amante en un lugar supuestamente paradisíaco, donde se anuncia tornado y una ingente cantidad de basura se acumula en el agua del muelle.
George Kuchar recibió el encargo de documentar el mentado "Hooray for kids". Práctico como era, decidió sacar jugo al dinero (50 míseros dólares) y, cumpliendo con lo pactado, cascarse una peliculilla entera integrando el evento a la trama. Claro, ahora imagínense a los organizadores viendo semanas después "Forever and Always" proyectado en una pantalla. Deberían fliparlo mucho. No es que sea super experimental y raro, no, pero tampoco se puede decir que entre dentro de lo convencional, ni por asomo. Eran tiempos en los que el sonido directo escaseaba en el cine Kuchariano, así que viene ilustrado con un montón de extractos de canciones de lo más variadas y variopintas. Temas románticos, "crooners" cutrones, tonadillas infantiles... la mezcla es irresistible. Tampoco escasean los instantes un pelo bizarros, como cuando el marido se masturba -off camera- y, paralelamente, vemos a su mujer jugando con "Blandiblú". O la vecina sexy, ataviada cual Carmen Miranda de chichinabo, adorando a un tipo rarísimo de excéntrico peinado. Sin olvidar el momento homicida, que lo hay.
Este corto forma parte del famoso recopilatorio formato VHS que en su día sacó el "British Film Institute" y logré adquirir, "Color me lurid: The weird world of George Kuchar" (les dejo abajo la caratula al completo). Tal vez por eso le reservo tanto afecto, porque fue de lo primero que vi del cineasta quien, por cierto, comenta en las notas interiores lo mucho que le costaba a "Forever and Always" ganarse la simpatía del respetable, aunque a él le gustaba mogollón. A mí también maestro, a mi también. Y no poco.
(CTRL + botón izquierdo del ratón para ampliar imágenes)
Naxo Fiol
lunes, 11 de septiembre de 2023
TROLOS, SORDOS Y LOCAS
Justo en el mismo año que el director Pablo Bellini rodó su clásico cochambroso del "rape & revenge", “Asalto y violación en la calle 69”, que por su condición de película barata y desastrosa es a día de hoy de culto entre la afición del cine chungo argentino, se sacó de la manga esta otra película, ahora en el lado opuesto, ya que se trata de una simpática comedia de contenido picantón. Así Bellini cubría varios espectros del cine de género que podrían dejarle algún dinero en el alquiler de cintas.
Básicamente este “Trolos, sordos y locas” —título que hoy sería canceladísimo porque “trolos” quiere decir maricones, del mismo modo que la única referencia al sexo femenino es para hacer alusión a su salud mental— es el equivalente argentino a aquellas películas rodadas en vídeo en España para "Olympic", solo que llega a las estanterías de los vídeoclubs un poco a destiempo. “Trolos, sordos y locas” ya muestra un humor demasiado rancio y desfasado para el año 1991. Imagínense lo que puede ser esto a día de hoy.
Se trata de un vodevil con sus tramas propias del formato, pero con la torpeza de que no llegan nunca a desarrollarse, por lo que tenemos en realidad una sucesión de secuencias supuestamente cómicas que sirven para hilar, de alguna manera, las muchas escenas de folleteo light que hay. No existe un argumento preciso. Digamos que se nos presenta a una pareja adinerada que invita a un par de matrimonios a pasar unos días de vacaciones con ellos a un chalecito. Los varones de esas parejas son característicos porque uno de ellos es sordomudo y el otro durante el día es homosexual, pero por la noche se convierte en un macho que se tira a todo lo que se le ponga por delante. A estos personajes súmenles el servicio que trabaja en el chalet y algún que otro homosexual más, y obtendrán un cocktail de pura mierda que no se la come ni el más experimentado coprófago. Y unos se acuestan con otros, otros persiguen a unas y, eso sí, vemos muchas, muchas tetas filmadas todas ellas con la tosquedad y sordidez que solo puede brindarnos el vídeo más rancio de 1991. Para acabar de rematar la faena, nos cuelan con calzador a un humorista que corta la acción para contarnos unos chistes. Con el fin de hacerlo formar parte de lo que estamos viendo, cada chiste recibirá la contrarréplica de los protagonistas en forma de risas, vítores y aplausos, de tal modo que parezca que estos están viendo un show de chistes en el salón de casa. Lo cojonudo del asunto es que combinan los planos de uno y otros sin que tan siquiera estén en el mismo lugar, cosa que, obviamente, se nota, y da lo mismo.
Desde luego, ver “Trolos, sordos y locas” es una experiencia absolutamente bochornosa, pero que, como uno ya ha visto de todo y se trata de una comedia ligera, me he zampado del tirón y sin pestañear —como un machote—. Por suerte, apenas dura una horita.
En el reparto, lleno de jamonas argentinas noventeras y viejos de baba que se vacían de fluidos sobre ellas, tenemos la presencia del actor Fabián Pianola, que a parte de aparecer en subproductos destinados al mercado del vídeo como puedan ser este o“Charly, días de sangre”, se hizo tremendamente popular gracias a la teleserie “La familia Benvenuto” en la que compartía protagonismo con otro actor que se volvería también muy célebre, habitual en este blog, como es Guillermo Francella.
El director, Pablo Bellini, tras estas dos películas, o no volvió a rodar o, sencillamente, se le perdió de vista. Pero ¡Vaya dos títulos!.
Básicamente este “Trolos, sordos y locas” —título que hoy sería canceladísimo porque “trolos” quiere decir maricones, del mismo modo que la única referencia al sexo femenino es para hacer alusión a su salud mental— es el equivalente argentino a aquellas películas rodadas en vídeo en España para "Olympic", solo que llega a las estanterías de los vídeoclubs un poco a destiempo. “Trolos, sordos y locas” ya muestra un humor demasiado rancio y desfasado para el año 1991. Imagínense lo que puede ser esto a día de hoy.
Se trata de un vodevil con sus tramas propias del formato, pero con la torpeza de que no llegan nunca a desarrollarse, por lo que tenemos en realidad una sucesión de secuencias supuestamente cómicas que sirven para hilar, de alguna manera, las muchas escenas de folleteo light que hay. No existe un argumento preciso. Digamos que se nos presenta a una pareja adinerada que invita a un par de matrimonios a pasar unos días de vacaciones con ellos a un chalecito. Los varones de esas parejas son característicos porque uno de ellos es sordomudo y el otro durante el día es homosexual, pero por la noche se convierte en un macho que se tira a todo lo que se le ponga por delante. A estos personajes súmenles el servicio que trabaja en el chalet y algún que otro homosexual más, y obtendrán un cocktail de pura mierda que no se la come ni el más experimentado coprófago. Y unos se acuestan con otros, otros persiguen a unas y, eso sí, vemos muchas, muchas tetas filmadas todas ellas con la tosquedad y sordidez que solo puede brindarnos el vídeo más rancio de 1991. Para acabar de rematar la faena, nos cuelan con calzador a un humorista que corta la acción para contarnos unos chistes. Con el fin de hacerlo formar parte de lo que estamos viendo, cada chiste recibirá la contrarréplica de los protagonistas en forma de risas, vítores y aplausos, de tal modo que parezca que estos están viendo un show de chistes en el salón de casa. Lo cojonudo del asunto es que combinan los planos de uno y otros sin que tan siquiera estén en el mismo lugar, cosa que, obviamente, se nota, y da lo mismo.
Desde luego, ver “Trolos, sordos y locas” es una experiencia absolutamente bochornosa, pero que, como uno ya ha visto de todo y se trata de una comedia ligera, me he zampado del tirón y sin pestañear —como un machote—. Por suerte, apenas dura una horita.
En el reparto, lleno de jamonas argentinas noventeras y viejos de baba que se vacían de fluidos sobre ellas, tenemos la presencia del actor Fabián Pianola, que a parte de aparecer en subproductos destinados al mercado del vídeo como puedan ser este o“Charly, días de sangre”, se hizo tremendamente popular gracias a la teleserie “La familia Benvenuto” en la que compartía protagonismo con otro actor que se volvería también muy célebre, habitual en este blog, como es Guillermo Francella.
El director, Pablo Bellini, tras estas dos películas, o no volvió a rodar o, sencillamente, se le perdió de vista. Pero ¡Vaya dos títulos!.
Victor Olid
sábado, 9 de septiembre de 2023
LA ISLA
Definitivamente, Richard Laymon es mi novelista favorito. O el único que tolero. Lo dejé caer cuando reseñé tres de sus libros más célebres, "El sótano", "Apagadas están las luces" y "Sangre en el bosque". Pero ahora lo confirmo. Digamos que todo mi conocimiento al respecto se limitaba a los títulos mencionados. Y al túrmix iba añadida una enorme dosis de nostalgia. Sin embargo, ahora que acabo de consumir una obra del escritor ajena a ese "periodo de oro" y la he disfrutado -considerando lo poco que me pone la ficción impresa-, toca aceptar mi condición de "fan". Aunque no lo digo porque Laymon sea un literato de elefantiásico talento, capaz de generar poesía con el teclado, cuyo don natural por rejuntar letras esté a la altura de la genialidad, ni ninguna de esas monsergas. En realidad se trata de un escritor bastante normalillo bendecido por una serie de características que adoro. Para comenzar, ese espíritu "pulp", barato, propio del cine de explotación, que impregna todo lo suyo. Luego, que no pierde el tiempo con pijadas, ni se detiene a embellecer los textos innecesariamente, o pretende nada artístico, pomposo e intelectual. La literatura de Richard Laymon va asaco, gasta un ritmo vertiginoso, avanza a puñetazos y no se detiene. Muy sencilla, muy elemental, directa a la yugular. Y tercero, y casi mi aspecto predilecto, porque era un salido. Un marrano. Un cachondo. Un gordito calenturiento. Cosa totalmente delatada cuando lees sus historias, siempre cargadas de sexo, vicio y perversión.
En el caso de "La isla" la cosa se desmadra. Básicamente estamos ante una fantasía tardo adolescente que muchos de nosotros, sobre todo aquellos físicamente algo tarados a los que nunca nos fue demasiado bien con el sexo femenino, seguramente tuvimos en algún momento de nuestras sufrientes existencias. ¿Y si quedara varado en una isla con dos, tres o cuatro féminas, sin ningún otro macho a disposición? ¿y si, además, estuviesen todas de buen ver? Con semejante idea de base, el salido Laymon se inventa una especie de thriller con ribetes horroríficos en el que, pues ello, una familia al completo, más los novios de las respectivas hijas, salen a alta mar para celebrar el nosecuanto aniversario de los progenitores. En eso que el yate peta y terminan atrapados en una isla a merced de los elementos. Por si fuera poco, resulta que hay un asesino encabezonado en cargarse a todos los varones. Al final solo quedará uno, el prota, un adolescente pringadillo, flacucho, no muy agraciado y mal tratado por su novia -a la que no ha podido catar todavía-, que vivirá rodeado del resto de féminas en una auténtica fantasía pajera hecha realidad. Luego resultará que el asesino iba en el yate con ellos, formaba parte del clan, comenzando así un juego del gato y el ratón cuyo horror, angustia y violencia no impedirá que nuestro protagonista dedique muchas líneas a recrearse en los cuerpos de sus compañeras de isla. A describir cómo les votan los pechos, cómo las gotas de sudor se deslizan por sus caderas, sin importar que dichas descripciones se desarrollen en medio de una crisis intensa. Tampoco eso cortará al chaval -y a Laymon- a la hora de tener erecciones, encontrarse ante situaciones de absurda tensión sexual, ser "castigado" por esa novia que no cede pero a la que le encanta calentarle, lo mismo que cierta compinche del asesino, quien se despelota ante sus ojos, o el maravilloso momento en el que, con el fin de reconocer la identidad del cadáver de una tipa abierta en canal, ¡¡le palpa las tetas!!.
Y todo eso es solo la primera mitad. Porque, una vez las mujeres son secuestradas por el asesino, y el prota se queda solano, arranca una parte eminentemente descriptiva que, además de algo excesiva -digamos que el chaval se hace demasiadas preguntas a sí mismo-, corta el rollo. Relentiza la novela y nos pone al límite del aburrimiento. Aquí estuve apunto de rendirme... suerte que no lo hice porque, superado ello, y ya en la tercera mitad, y desenlace, reaparece el Richard Laymon que mola. Hasta ahora había sido el salido, pero el que asoma aquí es el perverso. Aquel al que Stephen King machacó en unas declaraciones. A la historia toca añadir un par de crías menores de edad y su dosis de violación + humillación que, a esas alturas, eran ya toda una marca en la carrera del escritor, como bien definieron las novelas que reseñé en su día. Podría decirse que lo hacía aposta, sabiendo que su público hardcore era lo que esperaba de él. Así pues, se recrea muy lascivamente en describir el cuerpo desnudo de las niñas, en cómo el asesino abusa de una o cómo el protagonista las desea secretamente. Demencial.
Afortunadamente, y como decía, toda esta parte viene justo antes del "The End", lo que contribuye a hacerlo doblemente divertido. Aquí también el autor tira mucho de descripción, pero centrada en momentos de acción pura, misterio y violencia, lo que resulta más ameno y gozoso. La guinda la pone una escena de tortura, sádica hasta las trancas. En fin, pura literatura "trash" que apela a nuestros más bajos instintos.
Hacer notar que "La isla" está escrita un poco a modo de diario. Es decir, se supone que el pringadillo salido es el que, mediante boli y libreta, va narrando los acontecimientos y, por ende, se regodea tanto en el tema sexual. Es, en cierto modo, un "found footage" formato escrito perpetrado por alguien que no es un maestro en lo suyo. Richard Laymon opta por teclear menos limpiamente para que de el pego, gesto este arriesgado y aplaudible pero que, por desgracia, se va al traste cuando llegan los pasajes más descriptivos y no puede evitar echar mano de toda su capacidad (que, aunque no sea mogollón, haberla hayla)
Como decía, Laymon vivió una primera época dorada en los ochenta, pariendo las tres novelas mentadas, para luego caer "en desgracia" y tener que buscarse un curre de oficina. Llegados los 90 consigue retomar el vuelo, y arranca aquí una segunda etapa que, hasta hoy, había ignorado por completo. Bien, "La isla" entra dentro de este grupo -es de 1995-. Dispongo de un par más. Espero reunir las suficientes ganas para ponerme con ellas y reseñarlas.... sobre todo si son tan simpáticas y cochinotas como esta.
En el caso de "La isla" la cosa se desmadra. Básicamente estamos ante una fantasía tardo adolescente que muchos de nosotros, sobre todo aquellos físicamente algo tarados a los que nunca nos fue demasiado bien con el sexo femenino, seguramente tuvimos en algún momento de nuestras sufrientes existencias. ¿Y si quedara varado en una isla con dos, tres o cuatro féminas, sin ningún otro macho a disposición? ¿y si, además, estuviesen todas de buen ver? Con semejante idea de base, el salido Laymon se inventa una especie de thriller con ribetes horroríficos en el que, pues ello, una familia al completo, más los novios de las respectivas hijas, salen a alta mar para celebrar el nosecuanto aniversario de los progenitores. En eso que el yate peta y terminan atrapados en una isla a merced de los elementos. Por si fuera poco, resulta que hay un asesino encabezonado en cargarse a todos los varones. Al final solo quedará uno, el prota, un adolescente pringadillo, flacucho, no muy agraciado y mal tratado por su novia -a la que no ha podido catar todavía-, que vivirá rodeado del resto de féminas en una auténtica fantasía pajera hecha realidad. Luego resultará que el asesino iba en el yate con ellos, formaba parte del clan, comenzando así un juego del gato y el ratón cuyo horror, angustia y violencia no impedirá que nuestro protagonista dedique muchas líneas a recrearse en los cuerpos de sus compañeras de isla. A describir cómo les votan los pechos, cómo las gotas de sudor se deslizan por sus caderas, sin importar que dichas descripciones se desarrollen en medio de una crisis intensa. Tampoco eso cortará al chaval -y a Laymon- a la hora de tener erecciones, encontrarse ante situaciones de absurda tensión sexual, ser "castigado" por esa novia que no cede pero a la que le encanta calentarle, lo mismo que cierta compinche del asesino, quien se despelota ante sus ojos, o el maravilloso momento en el que, con el fin de reconocer la identidad del cadáver de una tipa abierta en canal, ¡¡le palpa las tetas!!.
Y todo eso es solo la primera mitad. Porque, una vez las mujeres son secuestradas por el asesino, y el prota se queda solano, arranca una parte eminentemente descriptiva que, además de algo excesiva -digamos que el chaval se hace demasiadas preguntas a sí mismo-, corta el rollo. Relentiza la novela y nos pone al límite del aburrimiento. Aquí estuve apunto de rendirme... suerte que no lo hice porque, superado ello, y ya en la tercera mitad, y desenlace, reaparece el Richard Laymon que mola. Hasta ahora había sido el salido, pero el que asoma aquí es el perverso. Aquel al que Stephen King machacó en unas declaraciones. A la historia toca añadir un par de crías menores de edad y su dosis de violación + humillación que, a esas alturas, eran ya toda una marca en la carrera del escritor, como bien definieron las novelas que reseñé en su día. Podría decirse que lo hacía aposta, sabiendo que su público hardcore era lo que esperaba de él. Así pues, se recrea muy lascivamente en describir el cuerpo desnudo de las niñas, en cómo el asesino abusa de una o cómo el protagonista las desea secretamente. Demencial.
Afortunadamente, y como decía, toda esta parte viene justo antes del "The End", lo que contribuye a hacerlo doblemente divertido. Aquí también el autor tira mucho de descripción, pero centrada en momentos de acción pura, misterio y violencia, lo que resulta más ameno y gozoso. La guinda la pone una escena de tortura, sádica hasta las trancas. En fin, pura literatura "trash" que apela a nuestros más bajos instintos.
Hacer notar que "La isla" está escrita un poco a modo de diario. Es decir, se supone que el pringadillo salido es el que, mediante boli y libreta, va narrando los acontecimientos y, por ende, se regodea tanto en el tema sexual. Es, en cierto modo, un "found footage" formato escrito perpetrado por alguien que no es un maestro en lo suyo. Richard Laymon opta por teclear menos limpiamente para que de el pego, gesto este arriesgado y aplaudible pero que, por desgracia, se va al traste cuando llegan los pasajes más descriptivos y no puede evitar echar mano de toda su capacidad (que, aunque no sea mogollón, haberla hayla)
Como decía, Laymon vivió una primera época dorada en los ochenta, pariendo las tres novelas mentadas, para luego caer "en desgracia" y tener que buscarse un curre de oficina. Llegados los 90 consigue retomar el vuelo, y arranca aquí una segunda etapa que, hasta hoy, había ignorado por completo. Bien, "La isla" entra dentro de este grupo -es de 1995-. Dispongo de un par más. Espero reunir las suficientes ganas para ponerme con ellas y reseñarlas.... sobre todo si son tan simpáticas y cochinotas como esta.
Naxo Fiol
viernes, 8 de septiembre de 2023
EL ADIÓS DE UN CAMPEÓN
Naxo ya nos mostró en una entrada anterior la carátula de la cinta de vídeo de “El adiós de un campeón” que, los más viejos del lugar, estábamos hartos de ver en los estantes del video-club, aunque nunca la alquilábamos. Tenía bastante mala pinta. Como bien rezaba aquella, se trataba de la segunda edición, así pues, yo ilustro la presente reseña con el cartel perteneciente a la primera, que recrea asimismo el más explícito, pero menos vistoso, póster para cines, donde la vieron aproximadamente 94.000 espectadores de nada.
El título en castellano es un spoiler en sí mismo.
Se trata de un dramón de padre y muy señor mío sobre un chaval medio quinqui al que le gusta saltar a piscinas privadas y, allí, hacer carreras nadando con sus colegas. Los padres le tienen frito y, este, harto de sus reprimendas, decide irse de casa. Comienza así a trabajar en una piscina municipal. Fascinado por el deporte acuático, comenzará a nadar por las noches, convirtiéndose en un virtuoso natatorio de la manera más tonta, por lo que el entrenador local decide apadrinarle y acabar de pulir su técnica. Y justo cuando parece que mejor le va, al desgraciado le detectan un tumor cerebral que truncará su carrera.
Un folletín zetoso con apariencia de film de "Jaimito" dirigido por un Ruggero Deodato más en baja forma que de costumbre. Un pequeño bodrio que, no obstante, se aguanta bastante bien porque está montado de una manera muy dinámica, tanto, que pasamos de un tema a otro a una velocidad de vértigo y sin darnos cuenta. En menos de cinco minutos el protagonista ya se ha ido de casa y encuentra curro. Pero por lo demás es una película vacía incapaz de hacer empatizar al espectador con sus protagonistas, de manera que, cuando al chaval le detectan el tumor, al espectador le da igual, lo mismo cuando nos confirman que va a morir. Y cuando muy enfermo bate el récord de los 400 metros estilo libre para, acto seguido, palmar... pues también nos importa un comino.
Todos estos artesanos italianos a la Deodato, reniegan del cine de explotación (donde caben terror, thriller, violencia, etc) que les ha dado un nombre, y siempre abogan por un tipo de película más dramática y de autor. Es como si aquel les hubiera arrebatado la oportunidad de facturar otro tipo de cosas. Pero es que ¡demonios! la explotación era lo único que se les daba medianamente bien. “El adiós de un campeón” es la prueba de que si a Deodato le dejas hacer, y se pone con un dramón, una historia humana y descarnada, no llega a comedia voluntaria por los pelos, pero sí le sale algo raro a velocidad de peli de caníbales y con algunas interpretaciones exageradas. Vamos, que ante un cine más "profundo", el amigo Deodato no es el Dino Risi que ansía ser. Sin embargo, dentro del género del terror y aledaños siempre será el “maestro” Deodato, el de “Holocausto Caníbal”. Aunque incluso haga bodrios peores que “El adiós de un campeón” como, por poner un ejemplo, “La lavadora asesina”.
Con todo, ver esta película no ha sido un suplicio total y, en cierto modo, me ha resultado hasta interesante, porque no había visto nada de Ruggero Deodato más allá de los títulos que todos conocemos.
El título en castellano es un spoiler en sí mismo.
Se trata de un dramón de padre y muy señor mío sobre un chaval medio quinqui al que le gusta saltar a piscinas privadas y, allí, hacer carreras nadando con sus colegas. Los padres le tienen frito y, este, harto de sus reprimendas, decide irse de casa. Comienza así a trabajar en una piscina municipal. Fascinado por el deporte acuático, comenzará a nadar por las noches, convirtiéndose en un virtuoso natatorio de la manera más tonta, por lo que el entrenador local decide apadrinarle y acabar de pulir su técnica. Y justo cuando parece que mejor le va, al desgraciado le detectan un tumor cerebral que truncará su carrera.
Un folletín zetoso con apariencia de film de "Jaimito" dirigido por un Ruggero Deodato más en baja forma que de costumbre. Un pequeño bodrio que, no obstante, se aguanta bastante bien porque está montado de una manera muy dinámica, tanto, que pasamos de un tema a otro a una velocidad de vértigo y sin darnos cuenta. En menos de cinco minutos el protagonista ya se ha ido de casa y encuentra curro. Pero por lo demás es una película vacía incapaz de hacer empatizar al espectador con sus protagonistas, de manera que, cuando al chaval le detectan el tumor, al espectador le da igual, lo mismo cuando nos confirman que va a morir. Y cuando muy enfermo bate el récord de los 400 metros estilo libre para, acto seguido, palmar... pues también nos importa un comino.
Todos estos artesanos italianos a la Deodato, reniegan del cine de explotación (donde caben terror, thriller, violencia, etc) que les ha dado un nombre, y siempre abogan por un tipo de película más dramática y de autor. Es como si aquel les hubiera arrebatado la oportunidad de facturar otro tipo de cosas. Pero es que ¡demonios! la explotación era lo único que se les daba medianamente bien. “El adiós de un campeón” es la prueba de que si a Deodato le dejas hacer, y se pone con un dramón, una historia humana y descarnada, no llega a comedia voluntaria por los pelos, pero sí le sale algo raro a velocidad de peli de caníbales y con algunas interpretaciones exageradas. Vamos, que ante un cine más "profundo", el amigo Deodato no es el Dino Risi que ansía ser. Sin embargo, dentro del género del terror y aledaños siempre será el “maestro” Deodato, el de “Holocausto Caníbal”. Aunque incluso haga bodrios peores que “El adiós de un campeón” como, por poner un ejemplo, “La lavadora asesina”.
Con todo, ver esta película no ha sido un suplicio total y, en cierto modo, me ha resultado hasta interesante, porque no había visto nada de Ruggero Deodato más allá de los títulos que todos conocemos.
Victor Olid
miércoles, 6 de septiembre de 2023
GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 26 (MADE IN ITALY)
Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique", "Impact" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....
Retomamos la sección de escaneos bonitos, y procedemos con una apuesta segura, el horror (y el "exploitation") parido/s en Italia a lo largo de la década de los ochenta. No todo lo que viene a continuación se puede considerar bueno... pero sí conserva esa pátina tan peculiar e inimitable que gastaban esta clase de productos y los hacía tan jodidamente entrañables.
Retomamos la sección de escaneos bonitos, y procedemos con una apuesta segura, el horror (y el "exploitation") parido/s en Italia a lo largo de la década de los ochenta. No todo lo que viene a continuación se puede considerar bueno... pero sí conserva esa pátina tan peculiar e inimitable que gastaban esta clase de productos y los hacía tan jodidamente entrañables.
La primera entra de lleno en el grupo de las buenas. O, mejor, las cojonudas. Ya lo dije en su momento, para mí "Aquarius" es la mejor película de terror producida en Italia, de toda la vida. Y, especialmente, un colofón estupendísimo a su época dorada.
Lo que aquí tenemos son una imagen icónica de Barbara Cupisti apunto de ser -fallidamente- asesinada por el psycho-killer del jeto de búho y la impactante secuencia en la que un tipo rescata a su novia -preñada-, que ha caído por un agujero a merced del villano, y al tirar de ella recupera únicamente la mitad, cercenada con una sierra mecánica (aunque, curiosamente, en el momento no oímos el motor de la misma. De hecho, ¿¿pero qué demonios hace semejante aparato en el taller de un teatro??.... ¡pues rimar! ¿qué si no?)
Yes! "Aquarius" se confeccionó con muy pocas liras, y todo era rudimentario no, lo siguiente. Por mucho que ame el film de Michele Soavi, no puedo contener el deseo de remarcar lo muy descaradamente que canta el maniquí utilizado como tronco de la víctima. En la pantalla da el pego.... aquí, no tanto.
Dios bendiga los efectos prácticos de chichinabo.
El bueno de Lamberto Bava tiene mucha presencia en la entrada de hoy. De primeras, este especie de collage que me he currado de "Demons 2", donde un poseído atrapa al actor con cara de boxeador Lino Salemme, cabolo mediante.
Luego, un par de instantáneas extraídas de "Disturbios en el cementerio", el pestiño que casi provoca el linchamiento de su director en el Festival de Sitges de la época. Lo cierto es que, a pesar de la poca calidad del film, están guapos los bichos, especialmente el segundo.
Decimos "ciao!" a Bava Junior del mejor modo posible, con una de las víctimas del asesino de "Crímenes en portada". Tal es la locura de este que, en lugar de ver la belleza de las modelos que asoman en las páginas de una revista sexy, su mente las transforma en monstruos, como esta a la que han puesto careto de avispa. La gracia consiste en reconocer de quien se trata. ¿No le suenan esas deliciosas, preciosas y perfectas ubres censuradas? Sí, amiguitos, estamos ante la mismísima Sabrina Salerno, culpable de deslechar los testículos de media población adolescente española a finales de los ochenta (incluidos los míos, faltaría más).
¿Que no, siguen sin recordar? Pues dejen que les refresque la memoria...
(para gosssarlas más y mejor, CTRL + botón izquierdo del ratón)
Creo que la de "Yo amo estudiantes" la tuve un tiempo
adornando mi carpeta escolar.
Bien, ahora que se han secado las lágrimas, y lo que no son lágrimas, vayamos a
por el colofón.
adornando mi carpeta escolar.
Bien, ahora que se han secado las lágrimas, y lo que no son lágrimas, vayamos a
por el colofón.
No es terror, pero sí italiano y muy "cool". ¿Hay cosa más macarra que Franco Nero dándoselas de un bigotudo Harry Callahan, sujetando un pistolón plateado? No, padre. Encima, de la mano de todo un experto en estas lides, don Enzo G. Castellari. Se trata de "El día del cobra", cuya reseña tecleé hace doce años.
Naxo Fiol