No existe un grupo de rap (ni banda de rock) en el planeta con mayor culto y seguimiento que los infames "Insane Clown Posse", todavía en activo. Raperos blancos de Detroit, tirando a malos, con unas letras que en su afán por ser desagradables bordean el retraso mental y, para más inri, el look de sus integrantes consiste en ir maquillados como payasos siniestros. Además rinden pleitesía a un refresco sin gas de su invención, el Faygo, que derraman sobre sus fans cuando están en el escenario.
A mediados de los 90 sembraron la polémica en la opinión pública, en definitiva, porque eran más bastos que un arado y en sus conciertos se liaba de la manera más tonta. Su mal comportamiento les costó el contrato con su compañía de discos, que les echó de mala manera, pese a que las ventas eran millonarias, pero, en un caso sin precedentes, montaron su propio sello discográfico, "Psychopatic Records", y continuaron funcionando. La compañía llegó a facturar más de 10 millones de dólares al año a pesar de tener a todos los medios en su contra y carecer de publicidad alguna. Fueron catalogados como la peor banda del mundo.
El caso es que los "Insane Clown Posse" tienen un seguimiento en los Estados Unidos de millones de fans. Calaron entre los marginados y los jóvenes con problemas de adaptación social —como los mismos miembros de la banda— y se generó una subcultura alrededor del grupo y sus excentricidades. Los fervientes seguidores de estos raperos, súbditos más que fans, se hacen llamar asimismo “Juggalos”, se refieren a "Insane Clown Posse" como “familia” y se dedican a sembrar el caos y la discordia allá donde van, motivo por el que el FBI les ha catalogado como banda criminal organizada, igual que a los Bloods, los Crips o cualquier otra pandilla callejera.
De la forma que sea, los "Insane Clown Posse", desde la autoedición, han conseguido convertirse en una banda millonaria con más de 30 años de carrera. Sacan sus discos, su merchandising y sus marcas. Y como ellos se lo guisan y ellos se lo comen, durante la década pasada no se les ocurrió otra cosa que producir películas para su propio lucimiento y para el disfrute de los “Juggalos” que se las gozan como si no existieran otro tipo de películas. Al fin y al cabo están concebidas para ellos.
Así, y tras la mala experiencia de la primera película de "Insane Clown Posse", “Big Money Hustlas”, de la que, si se tercia, ya les hablaré en otra ocasión, se esperan casi dos años para pillar por banda al director con el que trabajan siempre, Paul Apresen, responsable de videoclips y documentales sobre la banda, contratan un equipo de filmación de Los Ángeles y, sin demasiada idea de hacer películas y con un guión de 40 páginas (que luego el director ampliaría hasta las 70), se marcan este “Big Money Rustlas” que en palabras de los propios "Insane Clown Posse" sería una parodia del cine del oeste inspirada en “Sillas de montar calientes” y en los dibujos de la Warner Brothers.
Básicamente, se trata de un SOV de lujo para el que el grupo invirtió un millón de dólares que podemos ver gastados en decorados y vestuario, no así en los posibles F/X que son de lo más chabacano, ni en equipo técnico, ya que está rodada en vídeo —muy vídeo— del año 2010.
Unos gerifaltes del juego y las apuestas, mantienen a un pueblo sumido en el pánico con su actitud violenta e injusta. Y el sheriff del lugar intentará acabar con el emporio de estos sin vergüenzas. En realidad el argumento ni existe, es una excusa para poder ver a los "Insane Clown Posse", así como a otros grupos pertenecientes a su sello, hacer el cabra y decir tacos durante casi dos horas que dura el invento. Entre tanto veremos a un individuo con un pie gigante, escenas tan incorrectas como el fusilamiento por parte de los malos a un cowboy con rasgos evidentes de homosexualidad, y un montón de chistes anacrónicos, como cuando un cowboy se encuentra a Tom Sizemore —que se interpreta a sí mismo— tomando el sol en el desierto y se acerca a pedirle un autógrafo. Sizemore se niega, a pesar de que este asegura haber visto todas sus películas.
Poco más, una estupidez a la altura de sus autores que se tiraron mas de dos años montando la película con personal de Hollywood porque ellos no sabían y, a pesar de esa ayuda, recibieron críticas como la firmada por Tex Hula en aintitcool.com, y que rezaba: "Esta película parece haber sido rodada por un niño de parvulitos que acaba de aprender a decir tacos y que los usará todo el tiempo porque piensa que decir tacos es graciosísimo. Esta "película" es tan odiosa que va más allá de ser insoportable. Una de las más dolorosas que he tenido que soportar, no en esta columna, sino en mi vida".
Hula exagera (ya saben, la crítica basada en preceptos morales). En realidad “Big Money Rustlas” es mala a rabiar, pero es tan desquiciada, tan caótica, tan tonta y tan honesta, que fíjense ustedes, me ha caído en gracia. Una chorradita inofensiva con la que hay momentos que verdaderamente te ríes. Eso sí, la que me parece un poco más difícil de digerir, es la música de los "Insane Clown Posse".
Para darle empaque al asunto, la película cuenta con pequeños papeles, no solo para Tom Sizemore, sino también para Ron Jeremy, Jason Mewes, Brigitte Nielsen o Dustin Diamond, así como luchadores de wrestling varios, raperos como Vanilla Ice… y váyanse ustedes a saber cuantos más.
Fue un éxito en su lanzamiento en DVD, porque los “Juggalos”, si los "Insane Clown Posse" se tiran un pedo, estos acuden a olerlo. Así que juegan en casa.
Nunca rodaron una tercera película, ambientada en el espacio, tal y como pretendían los artistas. Previamente pusieron sus zarpas en otras pequeñas producciones con idénticos fines comerciales que esta "Big Money Rutlas", como puedan ser "Bowling Balls", comedia horrorífica hecha a su medida o "Death Racers", producto de "The Asylum"destinado a adelantarse al lanzamiento de "Death Race: La carrera de la muerte" y que también le viene como anillo al dedo a la banda.
lunes, 30 de enero de 2023
sábado, 28 de enero de 2023
ZERO BUDGET HEROES
Subtitulado contundentemente "The legend of Chris Seaver & Low Budget Pictures", "Zero Budget Heores" es un documental en torno a alguien que ya ha pasado por estos parajes, Chris Seaver, un tipo que en los 90 y principios de los 2000 revolucionó las "Cons" de Estados Unidos produciendo medios y largometrajes amateurs, vídeo cámara mediante, de naturaleza humorística, a base de comedia adolescente, escatológica y más o menos políticamente incorrecta (le veremos disculparse por un gag ingenuamente racista perpetrado en una de sus primeras películas. Tiempos modernos obligan), mezclándolo con horror y unas buenas dosis de guiños y referencias "geek", "nerd", "friki" o llámenlo como cojones quieran.
Sí, hoy muy pocos se acuerdan de Seaver. Y son mayoría los que le consideran un inútil sin talento ni gracia. Pero en los años antes mentados se ganó un séquito de apasionados fanes, esputó imitadores y se codeó con algunos nombres de cierto peso en el mundillo, como Lloyd Kaufman (de quien, obvio, chupaba muchísimo) o J.R.Bookwalter (que le editó un mogollón de sus trabajos) Durante un tiempo parecía que Seaver iba destinado a la gloria, a ser el relevo de Try Parker y Matt Stone. Pero no, descarriló y, rápidamente, su "estrella" se apagó. Durante años fue achacado a un duro encontronazo con los gerifaltes de su adorada Troma. Pero no estaba claro. Por fin, Seaver lo cuenta todo en "Zero Budget Heroes" (y, la verdad, tampoco hay pa tanto. Simplemente fue la típica intromisión del mecenas / producer) Y esa es la parte más interesante del documental. Sí, sonríes mucho, y con cierta complicidad, cuando el muchacho habla de sus primeros cortos imitando "Viernes 13" y "La noche de Halloween". También empatizas cuando los ojos le hacen chiribitas al recordar sus momentos de gloria. Es evidente que fue un hombre feliz, repleto de esperanza, convencido que iba a alcanzar sus sueños. Pero al final, como ya dije en otra ocasión, lo genuinamente disfrutoso viene en el momento que comienzan las vacas flacas. La decadencia. Por dos motivos. Porque tiene mucho más mérito ver cómo un creador sobrevive a todo ello, y por cierto deseo de encontrar en sus vivencias paralelismos con las tuyas, en busca de una respuesta -o un consuelo- a tus propias miserias.
Actualmente Chris Seaver es un tipo herido. Y se nota. El timbre de su voz, la cadencia de sus palabras, todo delata esa desilusión que arrastra, doliente y sangrante. Pero, al mismo tiempo, algo le impide tirar la toalla. Y sigue pariendo sus comedias cafres, aunque, obvio, ya no las disfruta como antaño. "¿Qué tal?" le pregunta un actor al final de un grabaje retratado in situ, "Bien" contesta desencantado. Tal vez Seaver debería cambiar de aires. Pero o no quiere, o no puede. O no sabe.
Quizás la parte más aburridilla es cuando el videoasta habla de sus colaboradores, uno por uno. Dice maravillas de todos ellos, claro. Y son un puñado. Afortunadamente, una vez superado esto, el docu se recupera.
Eso sí, no nos llevemos a engaño: Su máximo responsable, Zach Olivares, paralelamente colabora con Seaver en su faceta de YouTuber sobre cultura pop ochentera (ocupación esta que, by the way, "Zero Budget Heroes" ignora por completo) Como siempre, todo queda en casa.
Está entretenido, bien facturado y es, en esencia, francamente interesante.
Sí, hoy muy pocos se acuerdan de Seaver. Y son mayoría los que le consideran un inútil sin talento ni gracia. Pero en los años antes mentados se ganó un séquito de apasionados fanes, esputó imitadores y se codeó con algunos nombres de cierto peso en el mundillo, como Lloyd Kaufman (de quien, obvio, chupaba muchísimo) o J.R.Bookwalter (que le editó un mogollón de sus trabajos) Durante un tiempo parecía que Seaver iba destinado a la gloria, a ser el relevo de Try Parker y Matt Stone. Pero no, descarriló y, rápidamente, su "estrella" se apagó. Durante años fue achacado a un duro encontronazo con los gerifaltes de su adorada Troma. Pero no estaba claro. Por fin, Seaver lo cuenta todo en "Zero Budget Heroes" (y, la verdad, tampoco hay pa tanto. Simplemente fue la típica intromisión del mecenas / producer) Y esa es la parte más interesante del documental. Sí, sonríes mucho, y con cierta complicidad, cuando el muchacho habla de sus primeros cortos imitando "Viernes 13" y "La noche de Halloween". También empatizas cuando los ojos le hacen chiribitas al recordar sus momentos de gloria. Es evidente que fue un hombre feliz, repleto de esperanza, convencido que iba a alcanzar sus sueños. Pero al final, como ya dije en otra ocasión, lo genuinamente disfrutoso viene en el momento que comienzan las vacas flacas. La decadencia. Por dos motivos. Porque tiene mucho más mérito ver cómo un creador sobrevive a todo ello, y por cierto deseo de encontrar en sus vivencias paralelismos con las tuyas, en busca de una respuesta -o un consuelo- a tus propias miserias.
Actualmente Chris Seaver es un tipo herido. Y se nota. El timbre de su voz, la cadencia de sus palabras, todo delata esa desilusión que arrastra, doliente y sangrante. Pero, al mismo tiempo, algo le impide tirar la toalla. Y sigue pariendo sus comedias cafres, aunque, obvio, ya no las disfruta como antaño. "¿Qué tal?" le pregunta un actor al final de un grabaje retratado in situ, "Bien" contesta desencantado. Tal vez Seaver debería cambiar de aires. Pero o no quiere, o no puede. O no sabe.
Quizás la parte más aburridilla es cuando el videoasta habla de sus colaboradores, uno por uno. Dice maravillas de todos ellos, claro. Y son un puñado. Afortunadamente, una vez superado esto, el docu se recupera.
Eso sí, no nos llevemos a engaño: Su máximo responsable, Zach Olivares, paralelamente colabora con Seaver en su faceta de YouTuber sobre cultura pop ochentera (ocupación esta que, by the way, "Zero Budget Heroes" ignora por completo) Como siempre, todo queda en casa.
Está entretenido, bien facturado y es, en esencia, francamente interesante.
Naxo Fiol
viernes, 27 de enero de 2023
AMERICAN KAMASUTRA
Al descubrir esta película, que apestaba a plomazo exploit de “50 sombras de Grey” versión ultra zetosa, y con ese título que suena casi como una amenaza, “American Kamasutra”, no pude hacer otra cosa que darle al play y zampármela. Y mis expectativas se vieron superadas a los 5 minutos de comenzar porque, esto, es más mierdoso de lo que a priori parece. Y cuando algo supera tus expectativas nada más empezar, igual es porque estamos descubriendo algo. Así, durante los títulos de crédito, vemos como una mano masculina pasa un hielito por un vientre femenino al más puro estilo “9 semanas y media” para pronto ver como una mujer es follada con cierta violencia por un varón de fisonomía perfecta que llega al clímax. Como ella no llega, se lo reprocha. Y el tipo se cabrea diciendo que si no llega al orgasmo con la penetración, ella tiene un problema. Y ella le recuerda que existe algo más que la penetración para satisfacer a una mujer. Total que la cosa va de mujeres insatisfechas que buscan al hombre bello, con pasta y buena polla, que se las joda bien, que las deje bien contentas. Todo esto con un dramatismo cercano al de “The Room”, pero sutilmente menos exagerado, con actores del montón, pero profesionales. Y por unos minutos parece que la cosa va a molar… No tardará en desinflarse cuando nuestra protagonista rompe con este individuo, y ya el resto de la película es ella hablando sobre hombres con sus amigas o coqueteando con el lesbianismo en claro homenaje a “Sexo en Nueva York”, hasta que vemos sus correrías intercaladas con los avatares sexuales narrados en un libro que está leyendo y que se llama “Slave”. Naturalmente, la mujer, independiente, liberada, se pondrá cachonda con los pasajes de ese libro en el que las protagonistas se ven sometidas por las fantasías sado-maso del protagonista. Por cosas del destino, la muchacha conocerá al autor de “Slave” y este se dedicará a recrear con ella los pasajes del libro practicando un poquito de sado, un poquito de bondage… hasta que, por supuesto, las cosas se complicarán en esa relación. Pero más que porque al maromo se le vaya la mano con el látigo o el film transparente, porque entra en escena una tercera persona.
Probablemente, con una diferencia atroz, “American Kamasutra” es lo más ridículo y estúpido que he visto. Mala hasta la extenuación y con un montaje tosco y en el que sería difícil cogerle el hilo a la historia, de no ser porque en realidad no hay un hilo que coger, no es más que una sucesión de secuencias supuestamente subiditas de tono. Pero más chocante todavía resulta el hecho de que tratándose de una película de amores prohibidos, sexo malsano y cierta mala baba, luego el efecto es blanco ¡blanquísimo! ¡De hecho no vemos ni una mísera tetilla! Entonces ¿a qué viene tanta tontería?
Por supuesto todo esto tiene su explicación, y es que “American Kamasutra” en realidad es un resumen de hora y veinte minutos de la serie de televisión para el canal Showtime “Submission”, una serie de seis capítulos con las características arriba expuestas, concebida para mujeres actuales y liberadas que fantasean con un tipo que les haga perrerías, y que ha sido convenientemente remozada y convertida en largometraje, a la vieja usanza, para su explotación en plataformas de streaming. Por lo visto la serie sí que trae todo tipo de folleteo y secuencias lúbricas que, inexplicablemente, han sido extirpadas para lo que es el largo.
Y por supuesto, aquí no hay Kamasutra americano, ni se hace referencia alguna al famoso libro hindú sobre las posturas más populares de la follamenta, pero ¿A que mola el título?
Por supuesto, la directora de la serie/película es una mujer que plagia en la medida de lo posible la archipopular “50 sombras de Grey”, no sabemos si por encargo o por fanatismo y que responde al nombre de Jacky St. James, tiene pinta de progre trasnochada y, entre otros muchísimos quehaceres en el mundo audiovisual, se ve que sobrevive a costa de rodar toda suerte de productos, ya sean películas, series o documentales con la sexualidad femenina como temática vehicular, amen de rodar, eventualmente, zetosos títulos de horror teen también con pinta de estar destinados a un público femenino en particular, como pueda ser, por ejemplo, una cosa titulada “A Soroty Girls Revenge”. Ah, y también hace películas de esas navideñas que se venden al peso.
Probablemente, con una diferencia atroz, “American Kamasutra” es lo más ridículo y estúpido que he visto. Mala hasta la extenuación y con un montaje tosco y en el que sería difícil cogerle el hilo a la historia, de no ser porque en realidad no hay un hilo que coger, no es más que una sucesión de secuencias supuestamente subiditas de tono. Pero más chocante todavía resulta el hecho de que tratándose de una película de amores prohibidos, sexo malsano y cierta mala baba, luego el efecto es blanco ¡blanquísimo! ¡De hecho no vemos ni una mísera tetilla! Entonces ¿a qué viene tanta tontería?
Por supuesto todo esto tiene su explicación, y es que “American Kamasutra” en realidad es un resumen de hora y veinte minutos de la serie de televisión para el canal Showtime “Submission”, una serie de seis capítulos con las características arriba expuestas, concebida para mujeres actuales y liberadas que fantasean con un tipo que les haga perrerías, y que ha sido convenientemente remozada y convertida en largometraje, a la vieja usanza, para su explotación en plataformas de streaming. Por lo visto la serie sí que trae todo tipo de folleteo y secuencias lúbricas que, inexplicablemente, han sido extirpadas para lo que es el largo.
Y por supuesto, aquí no hay Kamasutra americano, ni se hace referencia alguna al famoso libro hindú sobre las posturas más populares de la follamenta, pero ¿A que mola el título?
Por supuesto, la directora de la serie/película es una mujer que plagia en la medida de lo posible la archipopular “50 sombras de Grey”, no sabemos si por encargo o por fanatismo y que responde al nombre de Jacky St. James, tiene pinta de progre trasnochada y, entre otros muchísimos quehaceres en el mundo audiovisual, se ve que sobrevive a costa de rodar toda suerte de productos, ya sean películas, series o documentales con la sexualidad femenina como temática vehicular, amen de rodar, eventualmente, zetosos títulos de horror teen también con pinta de estar destinados a un público femenino en particular, como pueda ser, por ejemplo, una cosa titulada “A Soroty Girls Revenge”. Ah, y también hace películas de esas navideñas que se venden al peso.
Victor Olid
lunes, 23 de enero de 2023
THE UNDERTAKER
“The Undertaker” es el resultado de preservar una película que no estaba acabada, ni contaba con unos mínimos de calidad suficientes como para que viera la luz en modo alguno. Pero al final con los años salió al mercado en varios cortes, simplemente porque estaba protagonizada por un decadente Joe Spinell, que genera un gran interés. Así pues, bienvenidos al festival de la chapuza.
Con el argumento no se complicaron mucho: Una serie de violentos asesinatos en el instituto hace sospechar a un estudiante que su tío Roscoe, el dueño de la funeraria local, pueda tener algo que ver con ellos tras pillarle teniendo extrañas conversaciones con cadáveres que está preparando para ser enterrados. Efectivamente, Roscoe se dedica a asesinar jovencitas y a amontonarlas en un sótano para su uso y disfrute, que va desde hacerles el amor, hasta escupirles en la cara con desprecio. Como se da cuenta de que su sobrino y los amigos de este se han percatado de su siniestra actividad, ahora el enterrador irá a por ellos.
Se trata de una producción que andaba corta de pasta y que, en un intento por repetir el éxito de “Maniac”, se cuenta una historia que recuerda levemente a aquella y en la que el bueno de Joe Spinell pueda lucirse en pantalla sudando, desollando mujeres y riendo como un pervertido. Básicamente lo que hace aquí es repetir los tics que funcionaron en la película de William Lustig. Aunque la gracia del asunto consiste, cuenta la leyenda, en que el propio Spinell, ya muy ajado por el alcohol y las drogas —de hecho cuando sonríe vemos que le faltan algunos dientes— insistió para que se le hiciera una prueba de casting con el fin de protagonizarla y, de paso, darle un papel a su novia de entonces.
El desbarajuste estaba asolando la película desde el principio, porque nadie se hacía cargo ni se responsabilizaba de nada, es por ello que no cuenta con un director acreditado. Unas veces se pasaba por allí Steve Bono, productor y director de segunda unidad mayormente, que había trabajado en películas de segunda fila como puedan ser “Cuchillos para damas” y a veces se ponía detrás de las cámaras a dar un par de directrices e instrucciones. Cuando Bono no lo estaba haciendo, era el otro productor, Frank Avancia, quien dirigía las escenas. Es por eso que, al no quererse nadie llevar el mérito de la dirección, se acredita como tal a Franco Steffanino, en realidad un seudónimo para justificar que había un director tras el proyecto. El resto del equipo técnico, además, aparece en la película en roles secundarios porque no había dinero para contratar actores.
El rodaje se desarrolló según el calendario acordado, pero al finalizar, quizás andaban un poco escasos de material, o al menos, para poder realizar un montaje en condiciones. Así pues se montó una chapuza, en cualquier caso inacabada. A Joe Spinell no le gustó el resultado final de la película, por lo que esta permaneció sin distribución y almacenada en las latas, quedando como constancia de la misma, únicamente un master Betacam que se agenció el propio Spinell, siendo durante años la única copia existente. Más avergonzado que otra cosa, durante sus últimos meses de vida posteriores a este rodaje —“The Undertaker” fue su última película— el actor se la mostraba a amigos y conocidos, hasta que falleció en 1989 y la cinta se quedó a disposición de sus seres más cercanos con el resto de sus pertenencias.
“The Undertaker” nunca llegó a estrenarse en cine, ni tuvo distribución videográfica alguna, sin embargo, alguien del entorno de Spinell, la puso en manos de distribuidoras fraudulentas que la lanzaron al mercado de manera pirata bajo el título de “Death Merchant”. El producto pirata, montado torpemente como buenamente pudieron, consistía en una alteración del metraje original, reduciendo el mismo a poco menos de una hora, e insertando material de dominio público para así llegar a los noventa minutos de duración. Una chapuza que, dicen quienes la vieron, es bastante peor que la versión original que guardaba Spinell.
No sería hasta 2010 que “Death Merchant” se editó en DVD de manera legal, siendo esta la copia que se pudo ver, hasta que en 2016 la gente de Vinegar Syndrome rescata un 90% del negativo original, lo restaura y lanza al mercado en Blu Ray y en edición limitada de 3000 copias, una versión de “The Undertaker” tal y como se concibió, sin los insertos de películas libres de derechos. Como faltaban algunas bobinas de celuloide, completaron la edición de la película añadiéndole material directamente del Betacam de Spinell, consiguiendo de ese modo un montaje exacto al inicial, que permaneció inédito hasta esta edición videográfica. Entonces, el “The Undertaker” definitivo resulta ser una película cutre y chunga, que va saltando de la restauración del negativo en HD, que casi duele la vista de lo bien que se ve, al Betacam desgastado que también hace polvo a la vista pero por todo lo contrario, otorgándole un look general de lo más desconcertante y que le hace sumar un plus a la película; así parece más rara todavía.
La gracia de todo esto consiste mayormente en la historia que hay detrás y en las circunstancias de la misma, porque por lo demás, más allá de tratarse del legado del estupendo Joe Spinell, “The Undertaker” no es sino otro exploit de “Maniac” especialmente barato, que no resulta del todo aburrido, que cuenta con un par de secuencias escabrosas que pueden llegar a ser turbadoras. Ver a Joe Spinell intentando recuperar los laureles conseguidos años atrás, resulta un tanto patético y casi autoparódico, pero siempre es un placer verle sudar y mantener conversaciones misóginas con una buena ristra de cadáveres. Spinell, en cualquier caso, justifica el visionado de cualquier película que ose tenerle dentro.
Así que, no está tan mal. Un poco mal montada, le faltan planos, el final es abrupto e inesperado, pero se echa el ratillo, amen de tratarse de una rareza absoluta y, ni de lejos tan horrorosa como otros cientos de películas malas de terror que he tenido la suerte o desgracia de echarme a los ojos.
Con el argumento no se complicaron mucho: Una serie de violentos asesinatos en el instituto hace sospechar a un estudiante que su tío Roscoe, el dueño de la funeraria local, pueda tener algo que ver con ellos tras pillarle teniendo extrañas conversaciones con cadáveres que está preparando para ser enterrados. Efectivamente, Roscoe se dedica a asesinar jovencitas y a amontonarlas en un sótano para su uso y disfrute, que va desde hacerles el amor, hasta escupirles en la cara con desprecio. Como se da cuenta de que su sobrino y los amigos de este se han percatado de su siniestra actividad, ahora el enterrador irá a por ellos.
Se trata de una producción que andaba corta de pasta y que, en un intento por repetir el éxito de “Maniac”, se cuenta una historia que recuerda levemente a aquella y en la que el bueno de Joe Spinell pueda lucirse en pantalla sudando, desollando mujeres y riendo como un pervertido. Básicamente lo que hace aquí es repetir los tics que funcionaron en la película de William Lustig. Aunque la gracia del asunto consiste, cuenta la leyenda, en que el propio Spinell, ya muy ajado por el alcohol y las drogas —de hecho cuando sonríe vemos que le faltan algunos dientes— insistió para que se le hiciera una prueba de casting con el fin de protagonizarla y, de paso, darle un papel a su novia de entonces.
El desbarajuste estaba asolando la película desde el principio, porque nadie se hacía cargo ni se responsabilizaba de nada, es por ello que no cuenta con un director acreditado. Unas veces se pasaba por allí Steve Bono, productor y director de segunda unidad mayormente, que había trabajado en películas de segunda fila como puedan ser “Cuchillos para damas” y a veces se ponía detrás de las cámaras a dar un par de directrices e instrucciones. Cuando Bono no lo estaba haciendo, era el otro productor, Frank Avancia, quien dirigía las escenas. Es por eso que, al no quererse nadie llevar el mérito de la dirección, se acredita como tal a Franco Steffanino, en realidad un seudónimo para justificar que había un director tras el proyecto. El resto del equipo técnico, además, aparece en la película en roles secundarios porque no había dinero para contratar actores.
El rodaje se desarrolló según el calendario acordado, pero al finalizar, quizás andaban un poco escasos de material, o al menos, para poder realizar un montaje en condiciones. Así pues se montó una chapuza, en cualquier caso inacabada. A Joe Spinell no le gustó el resultado final de la película, por lo que esta permaneció sin distribución y almacenada en las latas, quedando como constancia de la misma, únicamente un master Betacam que se agenció el propio Spinell, siendo durante años la única copia existente. Más avergonzado que otra cosa, durante sus últimos meses de vida posteriores a este rodaje —“The Undertaker” fue su última película— el actor se la mostraba a amigos y conocidos, hasta que falleció en 1989 y la cinta se quedó a disposición de sus seres más cercanos con el resto de sus pertenencias.
“The Undertaker” nunca llegó a estrenarse en cine, ni tuvo distribución videográfica alguna, sin embargo, alguien del entorno de Spinell, la puso en manos de distribuidoras fraudulentas que la lanzaron al mercado de manera pirata bajo el título de “Death Merchant”. El producto pirata, montado torpemente como buenamente pudieron, consistía en una alteración del metraje original, reduciendo el mismo a poco menos de una hora, e insertando material de dominio público para así llegar a los noventa minutos de duración. Una chapuza que, dicen quienes la vieron, es bastante peor que la versión original que guardaba Spinell.
No sería hasta 2010 que “Death Merchant” se editó en DVD de manera legal, siendo esta la copia que se pudo ver, hasta que en 2016 la gente de Vinegar Syndrome rescata un 90% del negativo original, lo restaura y lanza al mercado en Blu Ray y en edición limitada de 3000 copias, una versión de “The Undertaker” tal y como se concibió, sin los insertos de películas libres de derechos. Como faltaban algunas bobinas de celuloide, completaron la edición de la película añadiéndole material directamente del Betacam de Spinell, consiguiendo de ese modo un montaje exacto al inicial, que permaneció inédito hasta esta edición videográfica. Entonces, el “The Undertaker” definitivo resulta ser una película cutre y chunga, que va saltando de la restauración del negativo en HD, que casi duele la vista de lo bien que se ve, al Betacam desgastado que también hace polvo a la vista pero por todo lo contrario, otorgándole un look general de lo más desconcertante y que le hace sumar un plus a la película; así parece más rara todavía.
La gracia de todo esto consiste mayormente en la historia que hay detrás y en las circunstancias de la misma, porque por lo demás, más allá de tratarse del legado del estupendo Joe Spinell, “The Undertaker” no es sino otro exploit de “Maniac” especialmente barato, que no resulta del todo aburrido, que cuenta con un par de secuencias escabrosas que pueden llegar a ser turbadoras. Ver a Joe Spinell intentando recuperar los laureles conseguidos años atrás, resulta un tanto patético y casi autoparódico, pero siempre es un placer verle sudar y mantener conversaciones misóginas con una buena ristra de cadáveres. Spinell, en cualquier caso, justifica el visionado de cualquier película que ose tenerle dentro.
Así que, no está tan mal. Un poco mal montada, le faltan planos, el final es abrupto e inesperado, pero se echa el ratillo, amen de tratarse de una rareza absoluta y, ni de lejos tan horrorosa como otros cientos de películas malas de terror que he tenido la suerte o desgracia de echarme a los ojos.
Victor Olid
sábado, 21 de enero de 2023
OJO POR OJO
Cuando vi "La extraña que hay en ti", me quedé a cuadros ante lo que, esencialmente, era una puesta al día de "El justiciero de la ciudad" confeccionada en pleno 2007 por nombres tan prestigiosos como los de Neil Jordan o Jodie Foster (eso sí, tampoco en el mejor momento de sus respectivas carreras) Sin embargo, no era la primera vez. Once años atrás, otro puñado de cineastas y actores de peso se liaron con el parimiento de una película de justicieros más propia de la facción "exploitation" del gremio. Hablo de John Schlesinger ("Cowboy de medianoche", "Marathon Man") a la dirección y Sally Field, Ed Harris, Kiefer Sutherland o Joe Mantegna interpretando. El título de la interfecta, eso sí, no engañaba a nadie, "Ojo por ojo" o "Eye for an eye".
La hija de Sally Field es brutalmente violada y asesinada por un malísimo Kiefer Sutherland. La policía y la ley no logran encerrarlo, así que mamá se obsesiona con acometer justicia por su cuenta.
Fui al cine a ver "Ojo por ojo" cuando se estrenó. Ya he dicho muchas veces que me encanta este subgénero. Me aburrió un rato. La encontré demasiado básica y convencional. Bien, adelanto que no han cambiado mucho las cosas desde entonces. Puedes disfrutarla perfectamente porque está muy bien facturada. Los actores estupendos. En fin, puro cine mainstream de impecable factura. Lo único, pues eso, que llegado cierto momento se desinfla un poco y comienzas a impacientarte. Pero nada que nos impulse a sacarnos los ojos de desesperación. Cae dentro de lo tolerable.
Es cierto que "Ojo por ojo" es un poco menos... er... ¿explotativa? que "La extraña que hay en ti". Aquella apestaba más a Bronsonismo. Esta se mantiene dentro de los parámetros del drama. Hay muchas escenas de emotiva tensión. Ríos de lágrimas. Acompañadas de la dosis de thriller, que tampoco es manca. Incorpora toda una subtrama sobre un "grupo de justicieros" que, salvando las distancias, recuerda un poco a "Vigilante".
Sin embargo, todo este proto-realismo, este "somos un dramón gélidamente serio, no nos confundan con las películas de segunda fila", choca un poco con el personaje de Kiefer Sutherland. Un villano exageradamente malvado. Casi de cómic. Alguien diría que "unidimensional". Y, encima, presentado como un tipo chungo tatuado que habita un sucio piso situado en un barrio popular lleno de inmigración, negras gordas que chillan en medio de la calle, vagabundos con cara de loco hurgando en la basura... ya saben, ambientación que contrasta salvajemente con el idílico y limpio mundo de clase media / alta en el que se mueven Sally Field y los suyos. Dicho de otro modo, el "mensaje", la típica paranoia del norteamericano medio ante la idea de que los pobres se infiltren en sus brillantes suburbios de casitas blancas dispuestos a hacer el mal porque sí, sigue ahí. Sin importar categorías. Solo que en una de Charles Bronson queda menos feo porque sus películas no tienen pretensiones de ninguna clase.
Completan el reparto actores tan carismáticos como Beverly D´Angelo, Keith David o Philip Baker Hall.
La hija de Sally Field es brutalmente violada y asesinada por un malísimo Kiefer Sutherland. La policía y la ley no logran encerrarlo, así que mamá se obsesiona con acometer justicia por su cuenta.
Fui al cine a ver "Ojo por ojo" cuando se estrenó. Ya he dicho muchas veces que me encanta este subgénero. Me aburrió un rato. La encontré demasiado básica y convencional. Bien, adelanto que no han cambiado mucho las cosas desde entonces. Puedes disfrutarla perfectamente porque está muy bien facturada. Los actores estupendos. En fin, puro cine mainstream de impecable factura. Lo único, pues eso, que llegado cierto momento se desinfla un poco y comienzas a impacientarte. Pero nada que nos impulse a sacarnos los ojos de desesperación. Cae dentro de lo tolerable.
Es cierto que "Ojo por ojo" es un poco menos... er... ¿explotativa? que "La extraña que hay en ti". Aquella apestaba más a Bronsonismo. Esta se mantiene dentro de los parámetros del drama. Hay muchas escenas de emotiva tensión. Ríos de lágrimas. Acompañadas de la dosis de thriller, que tampoco es manca. Incorpora toda una subtrama sobre un "grupo de justicieros" que, salvando las distancias, recuerda un poco a "Vigilante".
Sin embargo, todo este proto-realismo, este "somos un dramón gélidamente serio, no nos confundan con las películas de segunda fila", choca un poco con el personaje de Kiefer Sutherland. Un villano exageradamente malvado. Casi de cómic. Alguien diría que "unidimensional". Y, encima, presentado como un tipo chungo tatuado que habita un sucio piso situado en un barrio popular lleno de inmigración, negras gordas que chillan en medio de la calle, vagabundos con cara de loco hurgando en la basura... ya saben, ambientación que contrasta salvajemente con el idílico y limpio mundo de clase media / alta en el que se mueven Sally Field y los suyos. Dicho de otro modo, el "mensaje", la típica paranoia del norteamericano medio ante la idea de que los pobres se infiltren en sus brillantes suburbios de casitas blancas dispuestos a hacer el mal porque sí, sigue ahí. Sin importar categorías. Solo que en una de Charles Bronson queda menos feo porque sus películas no tienen pretensiones de ninguna clase.
Completan el reparto actores tan carismáticos como Beverly D´Angelo, Keith David o Philip Baker Hall.
Naxo Fiol
viernes, 20 de enero de 2023
THE DIABOLICAL
A estas alturas de la vida no deja de sorprenderme cómo —creyendo yo que me las se todas— acabo picando con cualquier mierda de película con tan solo ver un cartel. “The diabolical” en todo caso no tiene más que eso, un cartel. Encima uno bien posmoderno que intenta recrear, para más inri, el estilo de los slashers ochenteros cuando en realidad se trata de una película de casas encantadas. Algo que se supone que estoy entrenado para detectar. Pues nada más ver el cartel, le di al play con un contundente y erróneo pensamiento: “Esta tiene buena pinta”.
“The diabolical” cuenta la historia de la madre de dos cabezones que, soltera, vive en una casa adosada bastante tocha. Sin venir demasiado a cuento, la madre y los hijos comienzan a ser víctimas de fenómenos paranormales, por norma general, un individuo deforme y calvo que se arranca trozos de su cara delante de ellos y cosas así. Lo grave del asunto no es que se les aparezca aparezca, sino que directamente intenta asesinarlos. Así, parapsicólogos llegaran a la casa con la intención de solucionar ese problema sin éxito. Hasta que aparece el novio de nuestra protagonista, profesor de ciencias de uno de sus cabezones, que llena el lugar de parafernalias parapsicológicas y trampas con el fin de capturar esa presencia tan agresiva. El desenlace es tan estúpido y sencillo que provoca en el espectador vergüenza ajena a paladas.
Se trata de una de esas producciones de terror medianas lo suficientemente baratas como para considerarlas amateur, pero a un paso de una producción mainstream gracias al acabado, que ni de lejos llega a un presupuesto que podamos considerar holgado. Una de esas películas que se quedan en tierra de nadie. Mediana.
Por supuesto, el lugar natural de este tipo de films son los festivales de cine en los que languidecen tras un par de pases —en este caso “The diabolical” es pasto del conglomerado del SXSW de Texas—, para después pasar a los consabidos estrenos limitados y, con suerte, acabar su vida comercial en DVD o en canales de pay per view (actualmente las plataformas de streaming), para poco después ser olvidadas para siempre mientras flotan en el ciberespacio.
Lo curioso de todo el asunto, y en particular de esta “The diabolical”, es que aun siendo un producto profundamente mediocre, no tiene mal aspecto. Si no fuera por la cadencia, la incapacidad absoluta por envolver al espectador en cualquier tipo de atmósfera y, por ende, de generar miedo, lo cierto es —aunque suene a puto cliché— que posee una estupenda fotografía que por momentos nos hace creer que quizás estamos ante un producto que merece la pena. A los pocos minutos de visionado nos damos cuenta de que veremos justo lo que creemos; En su conjunto, una puta mierda.
El director que le pone ganas (pero poco más) responde al nombre de Alistair Legrand y dispone de una escueta filmografía compuesta en su mayoría por videoclips para grupos intrascendentes, y otro largometraje más, “Clinical”, esta vez concibiendo un producto original para Netflix. Y ¡venga peliculillas a cubos!
En el reparto tenemos como protagonista principal a Ali Larter, que comenzó su carrera con más o menos tino en cosas trascendentes tipo “House of Haunted Hill”, “Destino Final” o “Una rubia muy legal”, para con los años acabar haciendo papeles a duras penas alimenticios como “The diabolical” o, más lucrativos, en series de televisión de variado pelaje.
Sin más. El cartel, eso sí, aun siendo un reclamo postmoderno que tira de espaldas de manera hedionda, he de reconocer que es bastante vistoso, bonito y sugerente. La peli, no.
“The diabolical” cuenta la historia de la madre de dos cabezones que, soltera, vive en una casa adosada bastante tocha. Sin venir demasiado a cuento, la madre y los hijos comienzan a ser víctimas de fenómenos paranormales, por norma general, un individuo deforme y calvo que se arranca trozos de su cara delante de ellos y cosas así. Lo grave del asunto no es que se les aparezca aparezca, sino que directamente intenta asesinarlos. Así, parapsicólogos llegaran a la casa con la intención de solucionar ese problema sin éxito. Hasta que aparece el novio de nuestra protagonista, profesor de ciencias de uno de sus cabezones, que llena el lugar de parafernalias parapsicológicas y trampas con el fin de capturar esa presencia tan agresiva. El desenlace es tan estúpido y sencillo que provoca en el espectador vergüenza ajena a paladas.
Se trata de una de esas producciones de terror medianas lo suficientemente baratas como para considerarlas amateur, pero a un paso de una producción mainstream gracias al acabado, que ni de lejos llega a un presupuesto que podamos considerar holgado. Una de esas películas que se quedan en tierra de nadie. Mediana.
Por supuesto, el lugar natural de este tipo de films son los festivales de cine en los que languidecen tras un par de pases —en este caso “The diabolical” es pasto del conglomerado del SXSW de Texas—, para después pasar a los consabidos estrenos limitados y, con suerte, acabar su vida comercial en DVD o en canales de pay per view (actualmente las plataformas de streaming), para poco después ser olvidadas para siempre mientras flotan en el ciberespacio.
Lo curioso de todo el asunto, y en particular de esta “The diabolical”, es que aun siendo un producto profundamente mediocre, no tiene mal aspecto. Si no fuera por la cadencia, la incapacidad absoluta por envolver al espectador en cualquier tipo de atmósfera y, por ende, de generar miedo, lo cierto es —aunque suene a puto cliché— que posee una estupenda fotografía que por momentos nos hace creer que quizás estamos ante un producto que merece la pena. A los pocos minutos de visionado nos damos cuenta de que veremos justo lo que creemos; En su conjunto, una puta mierda.
El director que le pone ganas (pero poco más) responde al nombre de Alistair Legrand y dispone de una escueta filmografía compuesta en su mayoría por videoclips para grupos intrascendentes, y otro largometraje más, “Clinical”, esta vez concibiendo un producto original para Netflix. Y ¡venga peliculillas a cubos!
En el reparto tenemos como protagonista principal a Ali Larter, que comenzó su carrera con más o menos tino en cosas trascendentes tipo “House of Haunted Hill”, “Destino Final” o “Una rubia muy legal”, para con los años acabar haciendo papeles a duras penas alimenticios como “The diabolical” o, más lucrativos, en series de televisión de variado pelaje.
Sin más. El cartel, eso sí, aun siendo un reclamo postmoderno que tira de espaldas de manera hedionda, he de reconocer que es bastante vistoso, bonito y sugerente. La peli, no.
Victor Olid
lunes, 16 de enero de 2023
MASACRE EN LA UNIVERSIDAD
Aunque oficialmente “Masacre en la Universidad”, con ese título castellano que casi evoca a la sex comedy, está considerada un pre-slasher, uno de esos films que jugueteaba con el género antes de que este obtuviera calado popular, en realidad, y pese a unas muy sutiles pinceladitas, yo creo que está más cercana al thriller sobrenatural que a cualquier otro tipo de subgénero.
La cosa es bastante sencilla: Un profesor de universidad se pasa clases enteras hablando a sus alumnos sobre demonología. Por este motivo, porque el señor delira un poco, estos están hasta los cojones de él y, un buen día, unos cuantos deciden emborracharse e introducirse en su casa con una media en la cabeza, con el fin de gastarle una broma pesada. Sin embargo la broma se les va de las manos y acaban asestando un golpe mortal a su maestro, y ya que están allí, acaban también apuñalando al resto de su familia. Pronto descubriremos que el profesor ha sobrevivido a ese ataque y que "tan solo" se ha quedado tetrapléjico. En consecuencia, este invocará a un poderoso demonio que tomará forma corpórea y hará una escabechina con esos hijos de puta, se generará, como reza el título español, una masacre en la universidad.Sin rasgarse la vestiduras, y como buen bodrio setentero y exploit que es “Masacre en la universidad”, no está mal del todo este folletín. Si le quitamos los tempos muertos —muertísimos— y nos quedamos con lo impactante que es visualmente, con tanto gran angular, tanto ojo de pez y buscando la psicodélia cormaniana tan propia de la época, podemos decir que estamos ante una suerte de “Easy Rider” del cine de terror. Además que la influencia de la contracultura y de la era hippie es más que palpable en esta película, con ese acercamiento argumental que se hace a los asesinatos del clan Manson perpetrados unos años atrás.
Curiosa, medio interesante y con unos arcaicos F/X gore, la verdad es que un visionado no hará mal a nadie que tenga un poco de aguante.
Por supuesto, y aunque no sea este un producto del todo desdeñable, son siempre más interesantes algunas de las historias que se ocultan detrás de las cámaras.
“Masacre en la universidad” se estrenó inicialmente de manera local en la ciudad de Casa Grande, en Arizona, en el año 1976 bajo el estupendo —pero inapropiado— título de “Hollywood Meatcleaver Massacre” (algo así como “La masacre del picador de carne de Hollywood”, en claro expolio a “The Texas Chainsaw Massacre”, ya saben, “La matanza de Texas”). Al año siguiente se volvió a estrenar en unos pocos cines más, pero con su título original abreviado a “Meatcleaver Massacre”. Esta versión, que fue la que prevaleció como oficial y la que se exportó en sus ventas internacionales, tenía una particularidad, y es que su publicidad aseguraba que Christopher Lee interpretaba uno de los roles protagónicos, cosa que era del todo improbable puesto que este no aparecía en ningún momento en la versión anterior. Resulta que Christopher Lee fue contratado para hacer de narrador de una película que jamás vería la luz, quedando su intervención almacenada en unas latas. Los productores de este proyecto inacabado (solo llegaron a rodar esa intervención de Lee) decidieron poner ese material en venta puesto que no iban a hacer nada con él. Y mira por donde los productores de “Masacre en la universidad”, Ray Atherton, que posteriormente se dedicaría en cuerpo y alma a la producción de cine documental del más variado pelaje, y Mark L. Rosen, que se dedicaría exactamente a lo mismo pero que además se haría inmensamente rico produciendo muchos años después “Spiceworld: La película”, se toparon con ese material de Christopher Lee en venta, y como este era una cosa neutra y genérica, un plano secuencia de Lee vestido con bata señorial y soltando una especie de soflama sobre espíritus benignos y malignos mientras se dirige a cámara, quedaba bien con el argumento de la película que tenían en ciernes. Compraron ese material y lo insertaron al principio y al final de “Meatcleaver Massacre” y, de esa forma, con una estrella de semejante calibre, obtendrían un reestreno de mayor categoría. Y la película se estrenó con Christopher Lee en su reparto en el papel de “The Host”.
No mucho después, Lee se percató de que aparecía en una película para la que él no había sido contratado. De hecho nadie le avisó de que el material que había filmado para lo que fuera, había sido puesto a la venta, y cuando se encontró encabezando el reparto de esta película entró en cólera y emprendió acciones legales para demandar a Atherton y Rosen por uso indebido de su imagen. Al respecto, sus abogados le recomendaron no hacerlo, básicamente porque los costes de un juicio como ese iban a ser más altos de la cantidad que iba a percibir en caso de ganarlo y porque para cuando se diera la vista, la película ya iba a tener su carrera comercial más que terminada. Así que desestimó demandar a la producción, cagándose en todos sus muertos por el camino, eso sí.
Y es que en los setenta, década esta en la que Lee tenía que alimentarse como buenamente podía, apareció, con o sin su consentimiento, en un buen número de producciones más bien tirando a mierdosas. Por suerte en décadas posteriores remontaría, no se convirtió en una especie de John Carradine, que incluso actuaba siendo cadáver en todo tipo de basuras, por los pelos.
“Masacre en la universidad”, que quizás por tratarse de un título súper setentero no tiene a día de hoy el culto que en teoría debería tener, fue dirigida con cierto estilo, rozando por momentos lo experimental, por Evan Lee, del que no se conocen más trabajos acreditados (también se especula con que la película está co-dirigida nada menos que por Ed Wood, pero esto habría que contrastarlo).
En España la película llegó directamente a vídeo, existiendo varias ediciones con distintas caratulas. Para ilustrar esta entrada he elegido la más fraudulenta, que sugiere similitudes con la saga “Viernes 13” cuando, obvio, no tiene absolutamente nada que ver. Curiosamente, la otra pretendía sugerir similitudes con "Pesadilla en Elm Street" (aquí ejemplo visual). Menudos jetas.
Victor Olid
sábado, 14 de enero de 2023
SUPER 8 MADNESS!
El pasado 26 de Octubre del 2022, publiqué una entrada que disfruté como un chino confeccionando, y de la que estoy muy orgulloso, dedicada a indagar en el fascinante Festival de Súper 8 apadrinado por la revista "Mad Movies" durante la segunda mitad de los ochenta, ahí en "la frans". Entonces ya comenté la existencia de "Super 8 Madness!", el documental oficial del sarao. Dije aquello de que molaría verlo, pero dudaba si gastarme los dineros y bla, bla. Uno de los maravillosos seres humanos que pululan este blog habitualmente sintió esa misma curiosidad, movió ficha y... en fin, que acabó agenciándose el dvd para, una vez consumido, ofrecérmelo mediante generoso préstamo. ¡¿Cómo iba a negarme?!. Así que sí, he podido ver "Super 8 Madness!" gracias al bueno de Santi. ¡Un abrazo, mostro!
Y lo siguiente que tocaba, indudablemente, era darle a las teclas para reseñarla. Pero, una vez consumida, ocurrió algo extraño. Las sensaciones eran puro yin + yang. Tan positivas como negativas. Mucha feliz nostalgia, sí. Pero también dejó un poso de leve insatisfacción.
De lo primero -la feliz nostalgia- no hay duda, ya que arranca con una recreación, la de un chavalito de 1987 acudiendo a la tienda de fotografía para recoger su película revelada. Llega a casa y, ansioso, la pone en el proyector. Su habitáculo anda plagado de posters de grandes títulos del cine fantástico de la década. Y, en fin, que iba a ser muy difícil no verme reflejado en ese crío porque aquello era casi una réplica de mi existir entonces (solo que yo tenía peor aspecto físico)
Luego, raudo, aparece el gerifalte de toda la movida (también co-productor del documental) el bueno de Jean-Pierre Putters, es decir, padre fundador del Festival de Súper 8, sí, pero también de la legendaria y esencial -para mí- "Mad Movies". Imposible no emocionarse.
Y arranca hablando del gen del evento. Y nos muestran imágenes del primero de ellos. Y de algunos cortos participantes. Termina. Comienzan a hablar de la segunda edición. Y nos muestran imágenes del lío, y extractos de algunos cortos participantes. Y pasan a la tercera, con sus imágenes, sus extractos y..... en fin, así hasta la última. La sensación que me estaba dejando era de cierta monotonía y repetición. Falta de imaginación. ¿Qué esperaba, una chapa sobre la situación social en Francia o alguna mandanga parecida? No, no... pero tampoco sabría decir. Claro que puede deberse, simplemente, a las expectativas. Ya saben lo malas que son.
No obstante, a lo largo del repaso, hay chicha y de la buena. Descubres muchas cosas curiosas. Como que, acorde a la idiosincrasia francesa, los jóvenes cortometrajistas se hacen llamar geek (friki en el subtítulo) y, sin embargo, además de lucir un aspecto saludable -no asoma ni un solo gordo purulento-, tenían novias a las que convencían para salir desnudas en sus cortos (y a tenor de lo que se ve, estaban muy ricas) La mayoría de ellos sentían más interés por los efectos especiales que la mera dirección cinematográfica. Muchos comenzaron su andadura cortometrajil A CAUSA de la existencia del festival. Y, de igual modo, lo dejaron cuando este llegó a su fin. ¿Donde quedaba pues la vocación? Es decir, únicamente les motivaba la existencia de un público dispuesto. No se sabe de ninguno que, pasada la tormenta, siguiera creando por amor al formato o al cine. Que siguiera siendo amateur. En este apartado, tal vez, encontramos la excepción en Fabrice Blin, director de la misma "Super 8 Madness!", que cortometrajeaba antes del festival, aunque desconozco si siguió hasta la llegada del documental (y si este lo provocó un simple ataque de nostalgia iracunda)
El Festival de Super 8 se parecía mucho a la Maratón de Cotxeres de Sants, en cuanto a que era una fiesta desmadrada con un público gritón, soltando tacos, machacando a los cortos que pretendían ir en serio y alabando a aquellos creados exclusivamente para complacerles. Ese espíritu anárquico y destructivo fue lo que puso fin a su existir. Algo que casi cada año pasa con la misma Maratón... aunque de momento aguanta.
Hasta aquí lo, más o menos, positivo. En el lado de lo malo, tenemos la inevitable y gratuita puya al vídeo como formato por parte de uno de los cortometrajistas (ya adulto, y ya inactivo) La ausencia de dos sagas muy recurrentes y exitosas en el Festival, "Guts" (dispone de un breve espacio en los extras, pero muy superficial) y, sobre todo, "Super-Commando", mentada muy de pasada. Y, finalmente, una cantinela tristemente habitual. Una que me irrita hasta las trancas. Aquí mucha risa, mucha locura, mucho punk, mucha anarquía, mucha libertad, mucha pasión... pero a la hora de premiar, tomar en serio y valorar DE VERDAD los cortos, mayormente eran aquellos de catadura más profesional, más ambiciosa, incluso más seria y con ciertas intenciones artísticas, los que recibían laureles. Los otros, los cafres y/o cómicos, como mucho se llevaban galardones por sus efectos especiales o demás morralla segundona.
Y lo siguiente que tocaba, indudablemente, era darle a las teclas para reseñarla. Pero, una vez consumida, ocurrió algo extraño. Las sensaciones eran puro yin + yang. Tan positivas como negativas. Mucha feliz nostalgia, sí. Pero también dejó un poso de leve insatisfacción.
De lo primero -la feliz nostalgia- no hay duda, ya que arranca con una recreación, la de un chavalito de 1987 acudiendo a la tienda de fotografía para recoger su película revelada. Llega a casa y, ansioso, la pone en el proyector. Su habitáculo anda plagado de posters de grandes títulos del cine fantástico de la década. Y, en fin, que iba a ser muy difícil no verme reflejado en ese crío porque aquello era casi una réplica de mi existir entonces (solo que yo tenía peor aspecto físico)
Luego, raudo, aparece el gerifalte de toda la movida (también co-productor del documental) el bueno de Jean-Pierre Putters, es decir, padre fundador del Festival de Súper 8, sí, pero también de la legendaria y esencial -para mí- "Mad Movies". Imposible no emocionarse.
Y arranca hablando del gen del evento. Y nos muestran imágenes del primero de ellos. Y de algunos cortos participantes. Termina. Comienzan a hablar de la segunda edición. Y nos muestran imágenes del lío, y extractos de algunos cortos participantes. Y pasan a la tercera, con sus imágenes, sus extractos y..... en fin, así hasta la última. La sensación que me estaba dejando era de cierta monotonía y repetición. Falta de imaginación. ¿Qué esperaba, una chapa sobre la situación social en Francia o alguna mandanga parecida? No, no... pero tampoco sabría decir. Claro que puede deberse, simplemente, a las expectativas. Ya saben lo malas que son.
No obstante, a lo largo del repaso, hay chicha y de la buena. Descubres muchas cosas curiosas. Como que, acorde a la idiosincrasia francesa, los jóvenes cortometrajistas se hacen llamar geek (friki en el subtítulo) y, sin embargo, además de lucir un aspecto saludable -no asoma ni un solo gordo purulento-, tenían novias a las que convencían para salir desnudas en sus cortos (y a tenor de lo que se ve, estaban muy ricas) La mayoría de ellos sentían más interés por los efectos especiales que la mera dirección cinematográfica. Muchos comenzaron su andadura cortometrajil A CAUSA de la existencia del festival. Y, de igual modo, lo dejaron cuando este llegó a su fin. ¿Donde quedaba pues la vocación? Es decir, únicamente les motivaba la existencia de un público dispuesto. No se sabe de ninguno que, pasada la tormenta, siguiera creando por amor al formato o al cine. Que siguiera siendo amateur. En este apartado, tal vez, encontramos la excepción en Fabrice Blin, director de la misma "Super 8 Madness!", que cortometrajeaba antes del festival, aunque desconozco si siguió hasta la llegada del documental (y si este lo provocó un simple ataque de nostalgia iracunda)
El Festival de Super 8 se parecía mucho a la Maratón de Cotxeres de Sants, en cuanto a que era una fiesta desmadrada con un público gritón, soltando tacos, machacando a los cortos que pretendían ir en serio y alabando a aquellos creados exclusivamente para complacerles. Ese espíritu anárquico y destructivo fue lo que puso fin a su existir. Algo que casi cada año pasa con la misma Maratón... aunque de momento aguanta.
Hasta aquí lo, más o menos, positivo. En el lado de lo malo, tenemos la inevitable y gratuita puya al vídeo como formato por parte de uno de los cortometrajistas (ya adulto, y ya inactivo) La ausencia de dos sagas muy recurrentes y exitosas en el Festival, "Guts" (dispone de un breve espacio en los extras, pero muy superficial) y, sobre todo, "Super-Commando", mentada muy de pasada. Y, finalmente, una cantinela tristemente habitual. Una que me irrita hasta las trancas. Aquí mucha risa, mucha locura, mucho punk, mucha anarquía, mucha libertad, mucha pasión... pero a la hora de premiar, tomar en serio y valorar DE VERDAD los cortos, mayormente eran aquellos de catadura más profesional, más ambiciosa, incluso más seria y con ciertas intenciones artísticas, los que recibían laureles. Los otros, los cafres y/o cómicos, como mucho se llevaban galardones por sus efectos especiales o demás morralla segundona.
Casi todos los ex-cortometrajistas, ya canosos, reivindican lo espontáneo, la creación pura y visceral, el hacerlo como una pulsión, incluso no dar mayor importancia a posibles errores técnicos en pos de la diversión. Y lo expresan en tono doliente, como algo que forma parte del pasado, algo irrecuperable. "Fue genial, fue inolvidable, pero terminó, ya no hago las cosas así" o, peor "Ya no hago NADA". Toda esa parte me da por culo lo que no está escrito. ¡¿¿Por qué renunciar??! ¡¿por qué asumir que solo es factible cuando eres jovenzuelo, y una vez llegas a la edad adulta, hay que mejorar, ser más ambicioso, tomarlo todo en serio?! No me entra en las meninges ese gesto automático de asesinar la diversión una vez te salen pelos en los huevos. ¿Es porque ya no resulta respetable de cara a la plebe? Se antoja irónico que, cuando más la necesitamos -para combatir las insatisfacciones propias de la madurez-, más nos negamos a echar mano de ella. Esa renuncia a ser un amateur resulta especialmente sangrante si tenemos en cuenta que dicha palabra tiene su origen, justamente, en tierras francesas. Es suya de modo oficial, pero no saben, o no quieren, usarla correctamente.
Hay un ejemplo indiscutible que ilustra muy bien esto que digo. Sale un tio hablando de un corto bien ambicioso y estilizado que hizo en su juventud, muy serio y tal. Luego, cuenta que le sobraron dos rollos de película y los aprovechó para improvisar con lo que tenían a mano otro totalmente distinto, una comedia cafre y alocada, probablemente más imperfecta, pero con la que se lo pasaron mil veces mejor. Más claro, el agua.
Resumiendo: Sabía que esos males eran propios de nuestra tierra, siempre atrasada en todo e incapaz de asimilar conceptos distintos a los oficiales -y a los que vienen de fuera-. Muy común también entre los creadores actuales de cortometrajes, sobre todo de naturaleza casera. Lo achacaba ingenuamente a los tiempos modernos, donde los medios y la sociedad están todo el día castigando nuestras retinas y cerebros con lo del éxito, la fama, el respeto, el madurar, el ambicionar y etc, etc. Pero fue muy desilusionante descubrir que dicho mal no solo se extiende al vecino, también a décadas pasadas y más gloriosas. Ser consciente de ello -sí, llámenme ingenuo- fue la parte mala de consumir "Super 8 Madness!". Y, quizás, debería incluir en el pack que ahora Jean-Pierre Putters me cae un poquito, solo un poquito, menos bien.
Hay un ejemplo indiscutible que ilustra muy bien esto que digo. Sale un tio hablando de un corto bien ambicioso y estilizado que hizo en su juventud, muy serio y tal. Luego, cuenta que le sobraron dos rollos de película y los aprovechó para improvisar con lo que tenían a mano otro totalmente distinto, una comedia cafre y alocada, probablemente más imperfecta, pero con la que se lo pasaron mil veces mejor. Más claro, el agua.
Resumiendo: Sabía que esos males eran propios de nuestra tierra, siempre atrasada en todo e incapaz de asimilar conceptos distintos a los oficiales -y a los que vienen de fuera-. Muy común también entre los creadores actuales de cortometrajes, sobre todo de naturaleza casera. Lo achacaba ingenuamente a los tiempos modernos, donde los medios y la sociedad están todo el día castigando nuestras retinas y cerebros con lo del éxito, la fama, el respeto, el madurar, el ambicionar y etc, etc. Pero fue muy desilusionante descubrir que dicho mal no solo se extiende al vecino, también a décadas pasadas y más gloriosas. Ser consciente de ello -sí, llámenme ingenuo- fue la parte mala de consumir "Super 8 Madness!". Y, quizás, debería incluir en el pack que ahora Jean-Pierre Putters me cae un poquito, solo un poquito, menos bien.
Y de regalo, la caratula completa...
Naxo Fiol
viernes, 13 de enero de 2023
ANGUSTIA A FLOR DE PIEL
Una mujer un tanto tiesa y antipática hereda una enorme residencia de ancianos. El mismo día que llega a echar a un vistazo a su propiedad, ingresa una vieja de aspecto un tanto escalofriante. Con la llegada de ambas, se comienza a respirar un extraño ambiente en la residencia cuando, para más inri, un día aparece un anciano ahogado en la bañera. La muchacha no le da más importancia al asunto que la justa, pero se empezará a acojonar el día que encuentra un diario que perteneció a su madre y en el que dice sentirse acosada por presencias indeterminadas. Y a nuestra protagonista, le comenzará a pasar lo mismo. Por supuesto, la sensación de ser observada por lo que ella cree que es el espíritu de su tía, irá acrecentando con cada nuevo viejo que aparece muerto en la residencia en extrañas circunstancias.
Título clásico del ozploitation, “Angustia a flor de piel”, que en 1982 ganó el premio a la mejor película y al mejor director en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, el mismo año que andaba por allí Sam Raimi con “Posesión infernal” —esta obtendría premios menos ostentosos, como el de efectos especiales y una mención especial del jurado, pero, a posteriori, saldría ganando—, más cercana al thriller psicológico que al de terror, tendría en su atmósfera reposada y la creación de expectativas su mayor baza. Se trata de una de esas películas que se toma su tiempo en avanzar y cuyos momentos más inquietantes son aquellos en los que parece que va a pasar algo pero luego no pasa nada, recordando ligeramente y, precisamente, a los mejores momentos de “La casa del diablo” de Ti West, intuyendo que, quizás, West hubiera podido inspirarse en este clásico de la explotación australiana. En ese sentido “Angustia a flor de piel” tiene media hora central absolutamente excepcional e inquietante y que hace justo honor a su título en castellano. Sin embargo, en la otra mano, como el resto de la película es asimismo lenta y reposada —cosa que es necesaria para llegar con cierta coherencia a esos momentos angustiosos—, extiende secuencias relativas a la residencia de ancianos y, si hacemos un balance global, es mayor el tiempo que pasamos aburridos que acongojados, pero en resumidas cuentas la película es como artesanal, está bien dirigida y, pese a todo, yo creo que bien merece la pena un visionado completo.
Por supuesto, a “Angustia a flor de piel”, “Next of kin” en su versión original, se le comenzó a procesar culto en el momento en el que al Tarantino de los cojones se le ocurrió compararla con “El resplandor” en el célebre documental “Not quite Hollywood”. Hombre, no creo que “Angustia a flor de piel” sea mala, pero tampoco creo que tenga que ver nada con la de Kubrick. Lo que sí que creo es que a Tarantino le gusta hablar y hablar, y a veces demasiado.
Dirige el asunto el extraño Tony Williams, que previamente —y valga la redundancia— solo tenía una película previa titulada “Solo”. Y después de esta, ya no volvió a dirigir cine. Aunque también es cierto que la explotación australiana estaba respirando sus últimos estertores por aquél entonces.
Título clásico del ozploitation, “Angustia a flor de piel”, que en 1982 ganó el premio a la mejor película y al mejor director en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, el mismo año que andaba por allí Sam Raimi con “Posesión infernal” —esta obtendría premios menos ostentosos, como el de efectos especiales y una mención especial del jurado, pero, a posteriori, saldría ganando—, más cercana al thriller psicológico que al de terror, tendría en su atmósfera reposada y la creación de expectativas su mayor baza. Se trata de una de esas películas que se toma su tiempo en avanzar y cuyos momentos más inquietantes son aquellos en los que parece que va a pasar algo pero luego no pasa nada, recordando ligeramente y, precisamente, a los mejores momentos de “La casa del diablo” de Ti West, intuyendo que, quizás, West hubiera podido inspirarse en este clásico de la explotación australiana. En ese sentido “Angustia a flor de piel” tiene media hora central absolutamente excepcional e inquietante y que hace justo honor a su título en castellano. Sin embargo, en la otra mano, como el resto de la película es asimismo lenta y reposada —cosa que es necesaria para llegar con cierta coherencia a esos momentos angustiosos—, extiende secuencias relativas a la residencia de ancianos y, si hacemos un balance global, es mayor el tiempo que pasamos aburridos que acongojados, pero en resumidas cuentas la película es como artesanal, está bien dirigida y, pese a todo, yo creo que bien merece la pena un visionado completo.
Por supuesto, a “Angustia a flor de piel”, “Next of kin” en su versión original, se le comenzó a procesar culto en el momento en el que al Tarantino de los cojones se le ocurrió compararla con “El resplandor” en el célebre documental “Not quite Hollywood”. Hombre, no creo que “Angustia a flor de piel” sea mala, pero tampoco creo que tenga que ver nada con la de Kubrick. Lo que sí que creo es que a Tarantino le gusta hablar y hablar, y a veces demasiado.
Dirige el asunto el extraño Tony Williams, que previamente —y valga la redundancia— solo tenía una película previa titulada “Solo”. Y después de esta, ya no volvió a dirigir cine. Aunque también es cierto que la explotación australiana estaba respirando sus últimos estertores por aquél entonces.
Victor Olid
lunes, 9 de enero de 2023
THE FLESH AND BLOOD SHOW
Pre-slasher british de primeros de los 70, que combina de manera más o menos efectiva elementos del subgénero que estaba por venir, con la muestra desinhibida de tetamen y felpudamen más propios del sexploit británico del que el director de esta “The flesh and blood show”, Pete Walker, provenía.
La cosa va de un productor teatral que va a montar una obra. Para ello contrata a una serie de actores a los que tendrá ensayando en las instalaciones donde se estrenará. El sosiego de estos se verá interrumpido con la llegada de un individuo encapuchado y con guantes negros (y con ciertas dificultades a la hora de respirar) que los irá asesinando de variopintas formas. Gracias a un flashback descubrimos que el asesino en cuestión es un antiguo actor que, años atrás, en plena representación, sorprendió a su mujer jodiendo con otro actor en ese mismo teatro, matándoles a ambos en consecuencia. La ha tomado con el gremio y ahora, en su vejez, quiere hacerles pagar la infidelidad de su esposa.
No está mal la cosa. Muy reposada, algo liosa, la película desprende un sentido del humor muy a la inglesa así como quiere dar muestras de ser moderna y actual. De este modo, y aunque es escasa en hemoglobina, abundan los desnudos y actores con enormes pelucones y patillas, y hasta algún que otro émulo de Mick Jagger. Por lo demás, todo lo concerniente a generar ambientes, sin estos llegar a ser terroríficos, sí que son visualmente atractivos. La película es bonita y vistosa.
Pete Walker es ya un viejo conocido de este blog, uno de los estandartes del cine de terror británico, con títulos a sus espaldas tan célebres como “Terror sin habla”, “Los crímenes del ático” o “La casa de las sombras alargadas”. “The flesh and blood show”, que coquetea quizás involuntariamente con el metacine y el formato episódico (comienza como un film de época y resulta que lo que vemos es una película que los protagonistas están consumiendo proyectada en una sala de cine. Por otro lado, el flashback que revela la naturaleza del asesino, está filmado en blanco y negro, y quiere, a toda costa, parecer que forma parte de una película distinta a la que estamos viendo), es uno de los títulos menores de su director, uno que no se llevó las mejores críticas y de los que no se llegó a exportar a nuestro país (que son unos cuantos). Y quizás, efectivamente sea una de sus películas más flojas, pero sí que me ha llamado la atención, por encima de otros productos similares de la época, que está bien rodada y rematada con buen gusto. Eso no quita que en otros momentos las conversaciones se alarguen hasta lo insospechado o que lo bueno se haga esperar. Mientras tanto… ¡Ahí queda la cosa!
Como apunte, decir que tras “La casa de las sombras alargadas” se ve que Walker acabó hasta las pelotas del negocio del cine y dejó de hacer películas para pasarse a proyectarlas: Se dedicaría a la venta y restauración de complejos cinematográficos hasta que se jubiló.
La cosa va de un productor teatral que va a montar una obra. Para ello contrata a una serie de actores a los que tendrá ensayando en las instalaciones donde se estrenará. El sosiego de estos se verá interrumpido con la llegada de un individuo encapuchado y con guantes negros (y con ciertas dificultades a la hora de respirar) que los irá asesinando de variopintas formas. Gracias a un flashback descubrimos que el asesino en cuestión es un antiguo actor que, años atrás, en plena representación, sorprendió a su mujer jodiendo con otro actor en ese mismo teatro, matándoles a ambos en consecuencia. La ha tomado con el gremio y ahora, en su vejez, quiere hacerles pagar la infidelidad de su esposa.
No está mal la cosa. Muy reposada, algo liosa, la película desprende un sentido del humor muy a la inglesa así como quiere dar muestras de ser moderna y actual. De este modo, y aunque es escasa en hemoglobina, abundan los desnudos y actores con enormes pelucones y patillas, y hasta algún que otro émulo de Mick Jagger. Por lo demás, todo lo concerniente a generar ambientes, sin estos llegar a ser terroríficos, sí que son visualmente atractivos. La película es bonita y vistosa.
Pete Walker es ya un viejo conocido de este blog, uno de los estandartes del cine de terror británico, con títulos a sus espaldas tan célebres como “Terror sin habla”, “Los crímenes del ático” o “La casa de las sombras alargadas”. “The flesh and blood show”, que coquetea quizás involuntariamente con el metacine y el formato episódico (comienza como un film de época y resulta que lo que vemos es una película que los protagonistas están consumiendo proyectada en una sala de cine. Por otro lado, el flashback que revela la naturaleza del asesino, está filmado en blanco y negro, y quiere, a toda costa, parecer que forma parte de una película distinta a la que estamos viendo), es uno de los títulos menores de su director, uno que no se llevó las mejores críticas y de los que no se llegó a exportar a nuestro país (que son unos cuantos). Y quizás, efectivamente sea una de sus películas más flojas, pero sí que me ha llamado la atención, por encima de otros productos similares de la época, que está bien rodada y rematada con buen gusto. Eso no quita que en otros momentos las conversaciones se alarguen hasta lo insospechado o que lo bueno se haga esperar. Mientras tanto… ¡Ahí queda la cosa!
Como apunte, decir que tras “La casa de las sombras alargadas” se ve que Walker acabó hasta las pelotas del negocio del cine y dejó de hacer películas para pasarse a proyectarlas: Se dedicaría a la venta y restauración de complejos cinematográficos hasta que se jubiló.
Victor Olid
sábado, 7 de enero de 2023
ARMADOS Y PELIGROSOS
Años atrás, al trabajo de segurata no le sobraba la buena prensa precisamente. Se daba por sentado que podía ejercerlo cualquier mastuerzo y lo único que requería era pasarse horas sin hacer el huevo. De hecho, también se tenía la idea de que, en cuanto hubiese una situación real de peligro, saldría por patas. Todo eso ha ido cambiando con el paso del tiempo y hoy se exige bastante más a cualquier aspirante. Sin embargo, tal "mala imagen" fue caldo de cultivo para la confección de "Armados y Peligrosos" que, tranquilamente, podría tildarse como "la película oficial del segurata inútil", así como la ¿única? de acción protagonizada por John Candy, al menos entendiendo el género tal y como se abordaba hace 37 años. Que se contara para la dirección con Mark L. Lester, responsable de "Curso 1984" y "Commando", resulta muy significativo en ese sentido.
Un policía bonachón al que acusan muy injustamente de corrupto y un abogado algo cobarde terminan currando en una agencia de seguridad. Son perdedores que, como dice un juez, únicamente pueden aspirar a "trabajos de poca responsabilidad". Algo trasladable al resto del personal, auténticos parias o, directamente, retrasados mentales. El sindicato de seguratas es llevado con mano firme por una panda mafiosa que saca partido a la supuesta inutilidad del gremio para salirse con la suya. Hasta que los dos protagonistas deciden plantar cara y pararles los pies."Armados y Peligrosos" es ochentera hasta el tuétano. Evidentemente por estar parida en 1986, pero también por sus maneras, su sentido de la comedia y la acción, la banda sonora y secuencias tan características como la desarrollada en un gimnasio donde abundan los neones. Sí, es de risas. John Candy se marca su habitual registro de fanfarrón de buen corazón, acompañado de Eugene Levy como "el personaje inteligente y racional que se presta a las locuras del otro". Resulta curioso verle hacer la marica loca en un momento dado, siendo actualmente padre de un hijo gay también actor al que respalda en su exitosa serie de televisión (donde, obvio, se muestra una imagen mucho más positiva y respetuosa del colectivo homosexual) Cosas de la época. Hay algunos momentos de cachondeito y tal pero, proporcionalmente, lo que abundan son los tiroteos, algún muerto y, sobre todo, un clímax cargado de espectaculares explosiones y coches dando volteretas... además de cuando se hacía de verdad, sin ordenadores de por medio. Impresiona.
Para más inri, el co-guionista no es otro que Harold Ramis, el mítico actor y director (ya saben, "Los cazafantasmas", "El pelotón chiflado", "Las vacaciones de una chiflada familia americana / ¡Socorro! Llegan las vacaciones", "Atrapado en el tiempo") quien, por lo visto, no quedó nada contento con el producto final. Pidió ser retirado de los créditos, pero ni puto caso. Produce nada menos que James Keach, hermano de Stacey y actor por mérito propio. Y el reparto, pues imagínense, una comedia de acción de 1986, es de correrse: Dejando a un lado a su pareja protagonista, tenemos a una jovencita y monísima Meg Ryan, Robert Loggia en su habitual rol de mafioso malísimo, Kenneth McMillan, Brion James, Don Stroud, Larry "siempre me toca hacer de raro" Hankin, Steve Railsback en plan segundón invitado, Tony "Duke en la saga Rocky" Burton, Judy "Dr.Alien" Landers, Tom "cara de bruto" Lister Jr., James "Señor Strickland en Regreso al futuro" Tolkan, Nicholas "siempre haciendo de matón o asesino" Worth dando vida a un travelo, Teagan "Alienator" Clive y papelillo minúsculo para David Hess (resulta desconcertante tener consciencia que ese señor, al que casi ni detectamos, sea todo un director de cine y prota de un clásico de los setenta -ya deberían saber cual-). De órdago.
Sin embargo, a pesar de los jugosos ingredientes, los buenos momentos y la galería de rostros entrañables, "Armados y Peligrosos" se queda en aprobado justito, justito. Que no la poseyera en ningún formato y, muy especialmente, recordara poco de ella, era señal de que no dejó un huella profunda en mí. Cosa del todo justificada tras este reciente revisionado.
Naxo Fiol
viernes, 6 de enero de 2023
DIARY OF A SINNER
Canuxploitation de corte soft setentero y desacomplejado, que le sirve para coger cayo a un emergente Ed Hunt que, haciendo con la pasta del gobierno canadiense sus primeros pinitos, más tarde se convertiría en un director artesanal que dirigiría cosas tan populares como “Invasión a las estrellas”, “El cerebro” y sobre todo “Cumpleaños sangriento”.
Este “Diary of a sinner” es una película concebida para causar morbo y ser explotada en los circuitos de sesión doble y autocines en los pases golfos, sin embargo, Hunt utiliza el material del que parte, es decir, el folleteo, para contarnos una historia que muy bien podía haberse movido por los circuitos arthouse de la época, de no ser por todo tipo de carencias técnicas derivadas del bajo presupuesto que le otorgan un tono general bastante chapucero y unos actores que no acaban de convencernos ni cuando están fingiendo sexo en una escena de folleteo, ni en las eternas conversaciones, supuestamente profundas, de las que está plagado el film.
Digamos que a Ed Hunt le dijeron que hiciera una película de folleteo y este rodó una compleja película sobre la amistad y la desesperación en la que, sin que en ningún momento haya penetración, los protagonistas follan.
Así tenemos una road movie en la que un proxeneta al que le ha dejado la novia y un cura que se ha salido del seminario, se encuentran hundidos y deprimidos hasta tal punto, que deciden jugarse la vida a cara o cruz. El que pierda, deberá suicidarse ante el otro. Sin embargo, antes de lanzar la moneda, ambos decidirán realizar un viaje en coche atravesando la ciudad para, antes de suicidarse, hartarse de follar y disfrutar de todo lo que venga. Así que se lanzan a la vorágine. Durante el periplo les pasará de todo, follarán como posesos y las circunstancias cambiarán, pero ¿Se jugarán la vida finalmente a cara o cruz? Para saberlo hay que ver la película.
La verdad es que estamos ante una rareza, una película extraña con toques melodramáticos a la Cassavetes que asimismo está rodada como con la imperiosa necesidad de hacer ver, que aunque esta sea una película de folleteo, se sabe rodar, de ahí que Ed Hunt a las primeras de cambio ambiente según que escenas eróticas como si de ensoñaciones oníricas se tratase y nos muestre folleteo que roza el cine experimental.
Es por todo esto que me imagino las caras de los pajilleros de turno que fueran a los cines para contar con material que les sirviera para pajas y se encontraran con un cura y un chulo — ¡Ja! ¡Como en “Los Chulos” de Ozores y con Pajares y Esteso!— absolutamente depresivos que están al borde del suicidio y que la trama central de la película se centre en el cómo lo hacen y no en cuanto follan.
Poco más. Una curiosidad del cine canadiense de explotación de los años 70 que de no ser por ese marcianismo del que hace gala, sería una más… O una peor, porque las señoritas en pelotas que aparecen en los actos sexuales que practican estas dos almas de cántaro, no tienen mucho que envidiarle en fealdad y sordidez a las que aparecían en “Bat-pussy”.
No es especialmente coñazo por otro lado.
Este “Diary of a sinner” es una película concebida para causar morbo y ser explotada en los circuitos de sesión doble y autocines en los pases golfos, sin embargo, Hunt utiliza el material del que parte, es decir, el folleteo, para contarnos una historia que muy bien podía haberse movido por los circuitos arthouse de la época, de no ser por todo tipo de carencias técnicas derivadas del bajo presupuesto que le otorgan un tono general bastante chapucero y unos actores que no acaban de convencernos ni cuando están fingiendo sexo en una escena de folleteo, ni en las eternas conversaciones, supuestamente profundas, de las que está plagado el film.
Digamos que a Ed Hunt le dijeron que hiciera una película de folleteo y este rodó una compleja película sobre la amistad y la desesperación en la que, sin que en ningún momento haya penetración, los protagonistas follan.
Así tenemos una road movie en la que un proxeneta al que le ha dejado la novia y un cura que se ha salido del seminario, se encuentran hundidos y deprimidos hasta tal punto, que deciden jugarse la vida a cara o cruz. El que pierda, deberá suicidarse ante el otro. Sin embargo, antes de lanzar la moneda, ambos decidirán realizar un viaje en coche atravesando la ciudad para, antes de suicidarse, hartarse de follar y disfrutar de todo lo que venga. Así que se lanzan a la vorágine. Durante el periplo les pasará de todo, follarán como posesos y las circunstancias cambiarán, pero ¿Se jugarán la vida finalmente a cara o cruz? Para saberlo hay que ver la película.
La verdad es que estamos ante una rareza, una película extraña con toques melodramáticos a la Cassavetes que asimismo está rodada como con la imperiosa necesidad de hacer ver, que aunque esta sea una película de folleteo, se sabe rodar, de ahí que Ed Hunt a las primeras de cambio ambiente según que escenas eróticas como si de ensoñaciones oníricas se tratase y nos muestre folleteo que roza el cine experimental.
Es por todo esto que me imagino las caras de los pajilleros de turno que fueran a los cines para contar con material que les sirviera para pajas y se encontraran con un cura y un chulo — ¡Ja! ¡Como en “Los Chulos” de Ozores y con Pajares y Esteso!— absolutamente depresivos que están al borde del suicidio y que la trama central de la película se centre en el cómo lo hacen y no en cuanto follan.
Poco más. Una curiosidad del cine canadiense de explotación de los años 70 que de no ser por ese marcianismo del que hace gala, sería una más… O una peor, porque las señoritas en pelotas que aparecen en los actos sexuales que practican estas dos almas de cántaro, no tienen mucho que envidiarle en fealdad y sordidez a las que aparecían en “Bat-pussy”.
No es especialmente coñazo por otro lado.
Victor Olid
miércoles, 4 de enero de 2023
GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 25 (MARICONADAS VARIAS D)
Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....
Vi y reseñé la película a la que pertenece esta
imagen tan chula, "Historias de miedo flipantes" o
"Deadtime Stories"... pero, desconcertantemente, no
recuerdo nada del bicho. Y salir, sale, hasta en
el trailer. No obstante, que no me impactara (teniendo en
cuenta que conocía la imagen de haberla visto previamente
en un "Mad Movies") es mala señal.
Revisen la reseña pa ver qué dije, aunque creo que
no fue nada bueno.
imagen tan chula, "Historias de miedo flipantes" o
"Deadtime Stories"... pero, desconcertantemente, no
recuerdo nada del bicho. Y salir, sale, hasta en
el trailer. No obstante, que no me impactara (teniendo en
cuenta que conocía la imagen de haberla visto previamente
en un "Mad Movies") es mala señal.
Revisen la reseña pa ver qué dije, aunque creo que
no fue nada bueno.
La película era un rato coñazo, y ni siquiera
su director tenía (RIP!) buenas palabras para ella,
pero toda la publicidad previa en lo referente a
"Body Count", y especialmente la imagen de ese
monstruo de ojos luminosos, era la repolla y
alimentaba mi imaginación teenager hasta
límites desorbitados (pueden verla más grande
dándole a Ctrl + botón izquierdo del ratón)
Sí, este es el seudo-tío Creepy que aparecía en
"Creepshow 2", pero no lo verán en la película.
Tampoco en el trailer. Protagonizaba un avance muy
majo destinado únicamente a las televisiones
y ediciones en vídeo norteamericanas, hoy día
recuperado gracias al jodido YouTube. Lo que no sabemos
es si, como en la película, tras todo ese maquillaje
se esconde Tom Savini. Yo diría que no... pero a saber.
Y seguimos con "Creepshow 2". Esta impresionante
e hiper-truculenta imagen pertenece a la historia
de autoestopista incapaz de palmar. Luce mejor aquí
que en la película, ciertamente.
e hiper-truculenta imagen pertenece a la historia
de autoestopista incapaz de palmar. Luce mejor aquí
que en la película, ciertamente.
Aunque pa truculenta y sórdida, esta instantánea
de "Crímenes en portada", el famoso giallo de
Lamberto Bava en el que la inolvidable Sabrina salía
en tetas siendo asesinada. La peli era... pues lo que
era, pero cuando vi la foto arriba expuesta, me quedé a
cuadros. Lo más curioso es que, con lo buena que estaba
Serena Grandi, sale poco agraciada. Incluso esas enormes
tetas se ven feas, colgantes. Raro, muy raro. Ni que decir
que, luego, consumido el momento en pantalla, no impacta ni la mitad.
de "Crímenes en portada", el famoso giallo de
Lamberto Bava en el que la inolvidable Sabrina salía
en tetas siendo asesinada. La peli era... pues lo que
era, pero cuando vi la foto arriba expuesta, me quedé a
cuadros. Lo más curioso es que, con lo buena que estaba
Serena Grandi, sale poco agraciada. Incluso esas enormes
tetas se ven feas, colgantes. Raro, muy raro. Ni que decir
que, luego, consumido el momento en pantalla, no impacta ni la mitad.
Si buscan "imágenes icónicas" en el diccionario,
sale este momentazo, con Bruce Campbell preparándose
para la batalla en "Terroríficamente muertos".
No hace falta añadir nada más.
sale este momentazo, con Bruce Campbell preparándose
para la batalla en "Terroríficamente muertos".
No hace falta añadir nada más.
Hay que ver lo mucho que puede engañar
una imagen. Esta pertenece a "Ghost House", ese
rollazo inconmensurable parido por Umberto Lenzi
bajo el alias de Humphrey Humbert. Nada podía salvarla...
salvo esto aquí expuesto. Un bicho que, desde las páginas
de "Mad Movies", prometía una peli demencial y salvaje.
Cuando la vi en un ex-cine porno con cuatro colgados más,
lo único que me provocó fueron bostezos.
una imagen. Esta pertenece a "Ghost House", ese
rollazo inconmensurable parido por Umberto Lenzi
bajo el alias de Humphrey Humbert. Nada podía salvarla...
salvo esto aquí expuesto. Un bicho que, desde las páginas
de "Mad Movies", prometía una peli demencial y salvaje.
Cuando la vi en un ex-cine porno con cuatro colgados más,
lo único que me provocó fueron bostezos.
Y vamos con unos cuantos de esos tipejos
que grababan películas mierduchas con la cámara de
vídeo. La diferencia es que, estos, sabían perfectamente
lo que hacían. Como el franchute Julien Richard-Thomson,
que tras el alias Richard J. Thomson parió durante los
que grababan películas mierduchas con la cámara de
vídeo. La diferencia es que, estos, sabían perfectamente
lo que hacían. Como el franchute Julien Richard-Thomson,
que tras el alias Richard J. Thomson parió durante los
primeros noventa -y apadrinado por la revista "Mad Movies"-
una serie de video-chungueces que se vendían a sí mismas
como "serie Z" a base de combinar terror, humor, un poco de
sangre y muchas tetas. Tal y como demuestra la imagen,
perteneciente a "Night of vampyrmania". Con el tiempo
Julien se cansó del rollo cutre y quiso ir de director serio. Apartarse
de todo aquello. Pero nunca lo consiguió. Aún rula por ahí intentándolo,
escribiendo libros y llamando la atención. Sin mucho éxito.
una serie de video-chungueces que se vendían a sí mismas
como "serie Z" a base de combinar terror, humor, un poco de
sangre y muchas tetas. Tal y como demuestra la imagen,
perteneciente a "Night of vampyrmania". Con el tiempo
Julien se cansó del rollo cutre y quiso ir de director serio. Apartarse
de todo aquello. Pero nunca lo consiguió. Aún rula por ahí intentándolo,
escribiendo libros y llamando la atención. Sin mucho éxito.
Steve J. Postal era un poco el mismo rollo, pero en yanki.
Un día pensó que podría sacar dinero haciendo mierdas en
vídeo que se vendieran a sí mismas como "las peores películas
Un día pensó que podría sacar dinero haciendo mierdas en
vídeo que se vendieran a sí mismas como "las peores películas
de la historia". Al menos procedió en una época que no era tan
común como ahora. De esta guisa parió títulos como "Vampires
in the closet" (a la que pertenecen las dos imágenes superiores),
"Vampires from outer space", "Queen Victoria and the zombies" o
"Billy the kid meets the vampire". Las grababa en su puta casa
y contaba con la familia como actores. No sé si el negocio le fue
muy bien. Creo que no, porque tal como vino, se fue. Hace poco
anduve buscando y contacté con un yanki especializado en este
tipo de roña. Me dijo que Steve J. Postal había palmado y era
casi imposible localizar su obra. Pos fale.
común como ahora. De esta guisa parió títulos como "Vampires
in the closet" (a la que pertenecen las dos imágenes superiores),
"Vampires from outer space", "Queen Victoria and the zombies" o
"Billy the kid meets the vampire". Las grababa en su puta casa
y contaba con la familia como actores. No sé si el negocio le fue
muy bien. Creo que no, porque tal como vino, se fue. Hace poco
anduve buscando y contacté con un yanki especializado en este
tipo de roña. Me dijo que Steve J. Postal había palmado y era
casi imposible localizar su obra. Pos fale.
Ted A. Bohus era un devoto del cine fantástico, sobre
todo el añejo. En su intento de dedicarse al tema
profesionalmente curró para Don Dohler y produjo
todo el añejo. En su intento de dedicarse al tema
profesionalmente curró para Don Dohler y produjo
"Criaturas asesinas", con la que logró arrancar una reacción
positiva de la peña, pero le jodía porque él no la había dirigido.
Finalmente pudo desquitarse pariendo películas como "Vampire
Vixens from Venus" y la de la foto, "The regenerated man", sobre
un científico loco que muta a monstruo. Claro, con este panorama, la
carrera de Bohus se detuvo en 2012 y no se ha vuelto a tener
noticia. No he visto "The regenerated man", pero allá done leo
la ponen a caldo y destacan la utilización de unos CGI de 1994
muy verdes y baratos, que son pa mear y no echar gota.
¿Que si me gustaría hincarle el diente?..... naaaah.
positiva de la peña, pero le jodía porque él no la había dirigido.
Finalmente pudo desquitarse pariendo películas como "Vampire
Vixens from Venus" y la de la foto, "The regenerated man", sobre
un científico loco que muta a monstruo. Claro, con este panorama, la
carrera de Bohus se detuvo en 2012 y no se ha vuelto a tener
noticia. No he visto "The regenerated man", pero allá done leo
la ponen a caldo y destacan la utilización de unos CGI de 1994
muy verdes y baratos, que son pa mear y no echar gota.
¿Que si me gustaría hincarle el diente?..... naaaah.
Se dice que "There´s nothing out there" se adelantó
al rollo autoreferencial que tan bien funcionó en la
posterior "Scream, vigila quien llama". De hecho, se la
tilda de pionera. Si eso es verdad, pues yo me cago en
el director, Rolfe Kanefsky, quien ayudado por los dineros
de su papuchi debutó con esta peli. Desde entonces, el
cine de terror nada en un mar de mediocridad o, directamente,
mierda. Así que maldigo el día. Independientemente de ello,
si es verdad que Kanefksy inventó algo nuevo, pues la vida
no le ha hecho justicia, relegándolo eternamente a la dirección de
subproductos bastante olvidables. Según como lo mires, podría
llamarse justicia poética.
al rollo autoreferencial que tan bien funcionó en la
posterior "Scream, vigila quien llama". De hecho, se la
tilda de pionera. Si eso es verdad, pues yo me cago en
el director, Rolfe Kanefsky, quien ayudado por los dineros
de su papuchi debutó con esta peli. Desde entonces, el
cine de terror nada en un mar de mediocridad o, directamente,
mierda. Así que maldigo el día. Independientemente de ello,
si es verdad que Kanefksy inventó algo nuevo, pues la vida
no le ha hecho justicia, relegándolo eternamente a la dirección de
subproductos bastante olvidables. Según como lo mires, podría
llamarse justicia poética.
Naxo Fiol
lunes, 2 de enero de 2023
MUSICAL CANÍBAL
“Musical Canibal” es la película (no tan) amateur que llevaron a cabo los hoy archiconocidos Trey Parker y Matt Stone durante sus años de estudiante en la universidad de Colorado. Los dos individuos se conocieron allí, hicieron migas y procedieron a facturar cosas juntos, una de ellas, un trailer ficticio sobre una odisea en clave de comedia, basada en hechos reales, narrando las hazañas del explorador Alfred Packer, que fue uno de los individuos que fueron juzgados en los Estados Unidos por un caso de canibalismo, allá en 1847. El joven Parker, obsesionado con la historia de este tipo, tiró para delante con la idea de rodar un largometraje cuando se vio alentado por sus profesores y compañeros que le aseguraron que el trailer era buenísimo. Así, consiguió reunir 125.000 dólares de parte de familiares y amigos, encontrar unas localizaciones del todo creíbles y, filmando en 16mm, daría forma a una pequeña película musical que contendría todas las señas de identidad que reconoceríamos después en el cine y las animaciones de Trey Parker y Matt Stone.
La cosa va sobre este Alfred Packer que va a ser juzgado por comer carne humana durante una expedición que comanda con el fin de encontrar oro. En esta expedición el viaje se alarga, el invierno se hace insoportable y, algunos de los miembros de la misma mueren, por lo que al resto no les quedará más remedio que alimentarse de los cadáveres. Durante el juicio la acusación exagera lo acontecido notablemente, por lo que, en off, Packer narrará al espectador lo sucedido tal y como ocurrió. Entre medias chistes de toda índole, un buen montón de números musicales de baja alcurnia y algo de gore bien crudo y vistosito.
Una vez terminado el film, bajo el título de “Alfred Packer: The Musical”, Parker y Stone lo moverían por toda suerte de mercados de cine y festivales con la idea de venderlo y, con las ganancias, poder realizar otra película, pero el resultado no era lo suficientemente profesional para que los festivales la tuvieran en cuenta. Sundance les dio una sonora patada en el culo, por lo que, como revulsivo, se limitaron a alquilar salas de convenciones en hoteles para hacer proyecciones privadas y Santas Pascuas.
Después de esta experiencia, Parker y Stone seguirían a lo suyo, con sus cortos, su humor y sus animaciones, hasta 1996, cuando “Musical Caníbal” ya llevaba tres años dando vueltas por ahí y no tenía distribución, que no les quedó más remedio que vender los derechos de la película a Troma por cuatro duros. Fue lanzada en VHS y la compañía tampoco le dio una distribución masiva, sino más bien todo lo contrario. De hecho, y considerando que el personaje de Alfred Packer era muy local, para vender más cintas fuera de la tierra de origen, Colorado, Troma decidió cambiarle el título a la cinta por el de “Cannibal! The Musical”, título algo más comercial por el que se conoce hoy día a la película. No vendieron mucho tampoco con ese título. En nuestro país, emitida de soslayo alguna vez en la programación televisiva de madrugada, recibió el título de “Musical caníbal”.
Sin embargo en 1997, ya comenzó a emitirse en Comedy Central lo que serían los primeros capítulos de una serie de dibujos animados absolutamente irreverente, protagonizada por cuatro niños y que llevaría por título “South Park”. Qué les voy a contar… Esta serie pronto sería un fenómeno social que convertiría a los jóvenes Matt Stone y Trey Parker en estrellas millonarias que recibirían el beneplácito de la crítica y público en cine, televisión y teatro, pese a que por encima de ellos siempre volaría la sombra del NC-17 (no recomendado para menores de 17 años). A día de hoy, son los dueños intocables de su producto que en pleno 2022, y con “South Park” a la cabeza, funciona como un tiro.
Por supuesto, como bueno mercachifles, inmediatamente después de su éxito, la Troma lanzaría nuevas ediciones en vídeo y DVD de la película, anunciando en la caratula que esta era una producción de los creadores de “South Park”, vendiendo DVDs a mansalva y convirtiéndose en la película más vendida en la historia de la compañía en formato domestico.
Entonces, no podemos decir que “Musical Caníbal” sea de culto groso modo, pero sí podemos decir que se trata de una película muy querida por los fans de Parker y Stone, que está muy bien considerada y que, a su manera, es un pequeño clásico.
A título personal sí que puedo considerar este un producto en algunos aspectos superior a la media (los USA en los 90 dieron mucha mierda directa a vídeo) y que, desde luego, deja entre ver el talento que, sin duda, se gastaban Trey Parker y Matt Stone, o la solvencia dirigiendo del primero. No obstante, y a pesar de tres o cuatro chistes bastante graciosos, tampoco la considero una película en demasía buena ni entiendo la locura de ciertos sectores del fandom hacia ella. Digamos que, sentándome a verla, “Musical Caníbal” funciona a la perfección una vez. La segunda, ya tengo que quitarla a la mitad. Pero no deja de ser una película meritoria a todos los efectos.
Como curiosidad, decir que Trey Parker dio papeles a todos sus amigos y conocidos, asignando así papeles de extra para algunos de sus profesores; uno de ellos era, curiosamente, uno de los popes del avant-garde cinema, Stan Brakhage.
Por la parte que les toca a los creadores, Matt Stone interpretaría un par de papeles secundarios mientras que el protagonismo absoluto recaería sobre Trey Parker que firmaría ese protagónico bajo el alias de Juan Schwartz. Por supuesto, la integridad de la estupenda banda sonora, letras y músicas, serían también obra de Parker. Y toda la película, por primigenia que esta sea, está impregnada de su particular sello.
La cosa va sobre este Alfred Packer que va a ser juzgado por comer carne humana durante una expedición que comanda con el fin de encontrar oro. En esta expedición el viaje se alarga, el invierno se hace insoportable y, algunos de los miembros de la misma mueren, por lo que al resto no les quedará más remedio que alimentarse de los cadáveres. Durante el juicio la acusación exagera lo acontecido notablemente, por lo que, en off, Packer narrará al espectador lo sucedido tal y como ocurrió. Entre medias chistes de toda índole, un buen montón de números musicales de baja alcurnia y algo de gore bien crudo y vistosito.
Una vez terminado el film, bajo el título de “Alfred Packer: The Musical”, Parker y Stone lo moverían por toda suerte de mercados de cine y festivales con la idea de venderlo y, con las ganancias, poder realizar otra película, pero el resultado no era lo suficientemente profesional para que los festivales la tuvieran en cuenta. Sundance les dio una sonora patada en el culo, por lo que, como revulsivo, se limitaron a alquilar salas de convenciones en hoteles para hacer proyecciones privadas y Santas Pascuas.
Después de esta experiencia, Parker y Stone seguirían a lo suyo, con sus cortos, su humor y sus animaciones, hasta 1996, cuando “Musical Caníbal” ya llevaba tres años dando vueltas por ahí y no tenía distribución, que no les quedó más remedio que vender los derechos de la película a Troma por cuatro duros. Fue lanzada en VHS y la compañía tampoco le dio una distribución masiva, sino más bien todo lo contrario. De hecho, y considerando que el personaje de Alfred Packer era muy local, para vender más cintas fuera de la tierra de origen, Colorado, Troma decidió cambiarle el título a la cinta por el de “Cannibal! The Musical”, título algo más comercial por el que se conoce hoy día a la película. No vendieron mucho tampoco con ese título. En nuestro país, emitida de soslayo alguna vez en la programación televisiva de madrugada, recibió el título de “Musical caníbal”.
Sin embargo en 1997, ya comenzó a emitirse en Comedy Central lo que serían los primeros capítulos de una serie de dibujos animados absolutamente irreverente, protagonizada por cuatro niños y que llevaría por título “South Park”. Qué les voy a contar… Esta serie pronto sería un fenómeno social que convertiría a los jóvenes Matt Stone y Trey Parker en estrellas millonarias que recibirían el beneplácito de la crítica y público en cine, televisión y teatro, pese a que por encima de ellos siempre volaría la sombra del NC-17 (no recomendado para menores de 17 años). A día de hoy, son los dueños intocables de su producto que en pleno 2022, y con “South Park” a la cabeza, funciona como un tiro.
Por supuesto, como bueno mercachifles, inmediatamente después de su éxito, la Troma lanzaría nuevas ediciones en vídeo y DVD de la película, anunciando en la caratula que esta era una producción de los creadores de “South Park”, vendiendo DVDs a mansalva y convirtiéndose en la película más vendida en la historia de la compañía en formato domestico.
Entonces, no podemos decir que “Musical Caníbal” sea de culto groso modo, pero sí podemos decir que se trata de una película muy querida por los fans de Parker y Stone, que está muy bien considerada y que, a su manera, es un pequeño clásico.
A título personal sí que puedo considerar este un producto en algunos aspectos superior a la media (los USA en los 90 dieron mucha mierda directa a vídeo) y que, desde luego, deja entre ver el talento que, sin duda, se gastaban Trey Parker y Matt Stone, o la solvencia dirigiendo del primero. No obstante, y a pesar de tres o cuatro chistes bastante graciosos, tampoco la considero una película en demasía buena ni entiendo la locura de ciertos sectores del fandom hacia ella. Digamos que, sentándome a verla, “Musical Caníbal” funciona a la perfección una vez. La segunda, ya tengo que quitarla a la mitad. Pero no deja de ser una película meritoria a todos los efectos.
Como curiosidad, decir que Trey Parker dio papeles a todos sus amigos y conocidos, asignando así papeles de extra para algunos de sus profesores; uno de ellos era, curiosamente, uno de los popes del avant-garde cinema, Stan Brakhage.
Por la parte que les toca a los creadores, Matt Stone interpretaría un par de papeles secundarios mientras que el protagonismo absoluto recaería sobre Trey Parker que firmaría ese protagónico bajo el alias de Juan Schwartz. Por supuesto, la integridad de la estupenda banda sonora, letras y músicas, serían también obra de Parker. Y toda la película, por primigenia que esta sea, está impregnada de su particular sello.
Victor Olid