La nostalgia y lo retro no son una moda actual. Siempre ha existido. Puede que lo de ahora sea especialmente exagerado, ya que la han convertido casi en un género. Pero, como digo, desde siempre el séptimo arte ha mirado a su pasado con morriña, intentando recrearlo puntualmente. Cuando reseñé "La casa de los horrores", considerada hoy un epítome del slasher ochentero, recalqué que se vendía "como las de antes" en plan garantía de calidad, haciendo continua referencia a Frankenstein y demás horrores añejos. Pues bien, con "La casa de las sombras alargadas" (también conocida como "La casa de las sombras del pasado" o, directamente, "La casa de las sombras", aunque en su época se editara en España otra de idéntico titulo) ocurre algo semejante. En plena eclosión ochentera de horror de línea dura, a los capitostes de la "Cannon" se les ocurre producir una película que recrea con delectación los terrores de antaño, especialmente aquellos de tirón victoriano y origen británico. Ya saben, "Hammer Films", las historias de misteriosos asesinatos en lúgubres mansiones rodeadas de niebla y, por supuesto, la presencia de varios monstruos de aquel periodo. Y no me refiero a vampiros y hombres lobo, hablo de bestias de la gran pantalla -y el género, les gustara o no- como Vincent Price, Peter Cushing, Christopher Lee, John Carradine en plan adobador, y un Richard Todd que, aunque no tan conocido, también se dejó ver por alguna de aquellas películas. Para dirigir el cotarro contamos con Pete Walker, inevitable cineasta british especializado en horrores que, aunque aquí se las da de clasicorro, lo cierto es que en el fondo era un exploiter, como bien demuestran algunos de sus títulos precedentes (por ejemplo, "Terror sin habla" o "Los crímenes del ático"). El guion no es moco de pavo y corre de la mano de otro señor que sabe mucho de sacar jugo al morbo, Michael Armstrong, director nada menos que de "Las torturas de la inquisición" (y "La casa maldita" + "Screamtime"). Pal caso se inspira muy levemente en una novela que, a su vez, fue adaptada como obra teatral.
Todo es muy elemental y formulático en "La casa de las sombras alargadas", pero para bien: Un escritor de éxito que solo busca el billete fácil hace una apuesta con su editor, escribir una novela de misterios victorianos en tan solo 24 horas, para lo que necesitará un caserón abandonado en el que currar con calma y sentirse inspirado. Ya en marcha la apuesta, resulta que dicho lugar está más habitado que el "Mercadona" un sábado por la tarde. Entre los presentes se encuentran los miembros de una familia reunida allí tras cuarenta años de espera. El motivo, liberar de su cruel encarcelamiento a uno del clan encerrado todo este tiempo bajo llave y que, se supone, se ha convertido en una bestia asesina sedienta de sangre y venganza.
Todo ello narrado muy a lo light. No falta algo de truculencia (a fin de cuentas, Walker nunca le hizo ascos), pero muy suave para el nivel habitual ya entonces. Y de tetas, cero. La elegante y aristocrática presencia de los cuatro iconos del horror clásico lo impedía. En el lado malo podemos achacar a la peli algo de pereza y, sobre todo, su naturaleza extremadamente tramposa, engañosa y absurda. Resulta hasta indignante. Pondría ejemplos, pero entonces me cargaría los muchos secretos que guarda la trama. Así que, si se disponen a verla tras leer este texto, prepárense para sentirse estafados... pero con una sonrisa. ¡Sí hombre! hay que tomárselo con humor, leñe, que a fin de cuentas "La casa de las sombras alargadas" no va con malicia. Es un pasatiempo ligero, simpático y entrañable para pasar un ratillo majo.
Además, tras años de verla en VHSs rancios y oscuros, en los que se hacía imposible apreciar detalle alguno, por fin he podido deglutirla en una versión remasterizada que da gusto. Y eso ayuda, desde luego.