domingo, 7 de septiembre de 2008

SILLAS DE MONTAR CALIENTES

Y seguimos con Mel Brooks. Después de "Máxima Ansiedad" le toca el turno a una de sus mejores y más célebres comedias, "Sillas de montar calientes", en la que el judío se ríe del western y, de paso, de los musicales. Curiosamente esta es su primera producción directamente adscrita al género "spoof", ya que antes le preceden un par de comedias más standard, sin tanta fijación en el elemento paródico ("Los productores" y la aburrida "El misterio de las doce sillas"). Su éxito convertiría a Brooks en un auténtico especialista.
Un político corrupto quiere que el ferrocarril cruce por en medio de Rock Ridge, un pacífico pueblo. Pero claro, sus habitantes se oponen. Tras un fracasado intento de asustarlos mandándoles un grupo de forajidos, toma una decisión radical, nombrar a un negro sheriff, a sabiendas de que no durará ni un día. Evidentemente las cosas se la torcerán cuando el tipo no sólo se adapte de maravilla sino que logre hacerse amigo del tirador más rápido del condado.
Y este último no es otro que el inmenso Gene Wilder, quien se come la función con patatas. Le sigue el mismo Brooks, con dos papeles y un cameo fugaz, pero que destaca interpretando al alocado gobernador, dando pie a algunos de los momentos más descojonables de todo el film. Este, cómo no, apuesta por el humor más cazurro y delirante, los chistes a costa del racismo (y la homofóbia) son continuos.
Llegado su tramo final, el realizador pierde los papeles y sitúa la acción en plenos años 70 y en medio de los estudios Warner, donde los afeminadísimos bailarines de un musical (comandados por Dom De Luise) se pelean con los rudos cowboys. Hasta este último visionado, semejante final me parecía excesivo, un "no sabemos por donde tirar"... pero hoy he cambiado de opinión, creo que es muy ocurrente y genialmente caótico.
Como decía, "Sillas de montar calientes" se inscribe perfectamente entre lo mejor de Mel Brooks, está repleta de gags inolvidables (¡Mongo!) y entretiene más que mucho.