Casi parece una broma siniestra, un mal chiste que contarle a un deficiente mental, pero no, “F.A.R.T: The Movie” (traducido sería “P.E.D.O. La película”) existe, y es peor de lo que uno puede llegar a imaginarse. Es una estupidez supina. Se puede tender a pensar que esto es una tomadura de pelo, pero no lo es. Es una comedia legítima con la ventosidad como máximo exponente del humor. De hecho, su director Ray Etheridge lleva años ganándose la vida con esta tipo de películas indescriptibles y baratas —que se asemejan mucho al Zen filmaking— cuyo principal punto de venta son tiendas locales de productos tirados de precio, y su equivalencia la encontraríamos en nuestros bazares de todo a 100 regentados por chinos.
“F.A.R.T: The Movie” costó tan solo 43.000 dólares que se recuperarían a lo largo de su vida comercial en VHS y DVD, y se ha seguido vendiendo hasta hace relativamente poco en la página web oficial de la película.
Cuenta la historia de un individuo al que le encanta tirarse pedos. Se los tira además provocando, en la parada del autobús, en el taxi o en el ascensor, lo que causará el enfado y repulsa de quienes están a su alrededor y reciben una de esas ventosidades. Además el tipo siempre expele los aires de la misma manera: Hace un pequeño esfuerzo, suelta el pedo y después pone cara de alivio.
Todo bien, pero en casa continúa con la serenata. Ve la tele, come pizza y se tira pedos, muchos, motivo este por el que su mujer entra en cólera y discuten, pero nuestro protagonista no parece entender a su esposa y continúa tirando pedos y haciendo muecas. Y eso es todo, ese es el argumento de “F.A.R.T: The Movie”.
Para llegar a la duración estándar de una película, como el tipo está todo el rato viendo la televisión, llegados a la mitad de metraje, “F.A.R.T: The Movie” se convertirá en una suerte de film de segmentos en el que el espectador visionará la misma programación que está viendo el protagonista, así, desfilarán por pantalla monólogos de desangelados cómicos que hablan de pedos, spots que anuncian productos para tapar el olor de los pedos o concursos de televisión cuya ristra de preguntas gira en torno a los pedos. La infamia más absoluta hecha película.
Yo soy amigo del humor de caca-culo-pedo-pis, por lo que he de reconocer que los cinco primeros minutos me hicieron cierta gracia. Incluso la primera discusión con la mujer fue motivo de algarabía con esta película, pero cuando esa misma discusión se eterniza minutos y minutos, y la película entra en un bucle de pedos, ya queda una sensación agridulce, rancia, ocre y lo único que pide el cuerpo es quitar esa mierda que estás viendo. Por suerte, no llega a la hora y media de duración.
Poco más…
Ray Etheridge dirige esto, se trata de una de sus primeras películas y uno tiende a pensar que quizá hay algo de impostación o posmodernismo en algo tan malo. Da peor espina cuando dentro del reparto, al igual que las películas Zen de Donald G. Jackson, tenemos a un ajado Conrad Brooks, pero se trata de una producción de 1991 y el actor todavía no había sido descubierto para el mundo por Tim Burton en el biopic homónimo sobre Ed Wood. Si consultamos la filmografía de Etheridge y su modus operandi a la hora de distribuir sus películas, nos daremos cuenta de que nos encontramos ante un director genuino, un deficiente mental, un outsider que ha encontrado una pequeña vía en la que se siente a gusto, y en la que, si no gana dinero al menos no lo pierde y que le permite continuar haciendo sus películas.
Consultar su IMDB da escalofríos, ya que seremos testigos de las carátulas más cutres y con peor pinta, en títulos como “Mosquitos, alligators and bullets”, “Zombie drug Lord” o “Bigfoot and other adventures”. Asimismo, uno de los ¡tres guionistas que tiene esto! Ray Atherton, no deja de ser un personaje curioso ya que cuenta con una filmografía de lo más pintoresca, de hecho, suyo es también el libreto de “Masacre en la Universidad” —la cual igualmente produce así como toda suerte de documentales e incluso mondos. — y también aparecía en un pequeño papel en “Henry: retrato de un asesino”.
En cuanto al anecdotario, cuentan que Conrad Brooks, cuando vio el festival de pedos en el que se había metido, se acercó a Ray Etheridge y le dijo que a partir de ahora iba a ser conocido por haber trabajado en las dos peores películas de la historia, una “Plan 9 From Outer Space” y otra “F.A.R.T: The Movie”. También dicen que, en las agencias de casting y demás lugares donde se estaba buscando personal, había un gran número de individuos que no ponían objeción al mal gusto de la cinta, y no solo eso, sino que también pedían trabajar en ella particularmente, eso sí, siempre y cuando aparecieran acreditados en la misma bajo pseudónimo. De hecho, aparecen acreditados bajo pseudónimo… como si los fueran a reconocer de algún modo.
“F.A.R.T: The Movie”, de largo, es una de las peores películas que he visto nunca, con toda seguridad una de las más incapaces de provocar la risa del espectador cuando está totalmente concebida para lograrlo, es cutre, chabacana, estúpida, insultante… pero no deja de hacerme gracia el hecho de que exista un film cuyo argumento gira en torno a un tío al que le gusta peerse en lugares públicos.
No obstante no es tan raro, y podemos hablar de un subgénero marginal en esto de tirarse pedos, porque anterior y posteriormente han salido películas igual de baratas que esta que van exactamente de lo mismo; por un lado tenemos la rarísima (hasta que la compró la Troma) “Silent But Deadly”, que quizás argumentalmente tiene un poco más de enjundia que esta ya que en ella una presidenta de los Estados Unidos judía construye una poderosa arma de destrucción masiva a base de ventosidades, y otras dos películas que se titulan exactamente igual que esta: “F.A.R.T: The Movie”, una de ellas de origen malayo y otra a la que también se la conoce bajo el título de “Artie” y que tiene una pinta bastante parecida a la reseñada. Por supuesto, son jodidas de encontrar. Igual algún día caen por aquí.
viernes, 31 de marzo de 2023
lunes, 27 de marzo de 2023
LA CORTE DE FARAÓN
De 1910 data la opereta, zarzuela, o musical —llámenlo como quieran— “La corte de Faraón”, escrita por Miguel de Palacios y Guillermo Perrín y con música de Vicente Lleó.
Se trata de una obra absolutamente inofensiva ambientada en Egipto y cuyos numeritos musicales recuerdan más a una revista de vodevil, que a una epopeya bíblica, y la característica principal de “La corte de Faraón” consiste en unos numeritos musicales picantones en cuyas letras abundan los dobles sentidos y las insinuaciones sexy por parte de las vicetiples que los interpretaban. La cosa, hablando en plata, va de un pastor virgen, un meapilas llamado El casto José, al que se quieren tirar todas las mujeres que se cruzan en su camino. Una chorradita que servía para entretener al público aunque, dicen, verdaderamente contenía mensajes velados de alto contenido político.
Años después de su estreno, la censura decidió prohibir directamente la obra, porque, según ellos, era un canto a la concupiscencia que se mofaba del caudillo, del orden establecido e incluso de Dios. En consecuencia, la obra no se volvería a representar durante años.
“La corte de Faraón” cobró su fama de manera incluso internacional, motivo por el que se adaptó al cine en México donde no vieron ningún comportamiento ácrata en la misma, en un film del año 1944 dirigido por Julio Bracho y para el lucimiento de primeras figuras mexicanas de la época.
Y por fin llegamos a la película española de gran éxito en el momento de su estreno, 1985, que en lugar de adaptar directamente la obra, recrea una situación en la posguerra en la que un grupo de teatro representa “La corte de Faraón” sin haber pasado previamente la censura. Un censor del clero que se encuentra en el teatro, denunciará la situación, y la policía se llevará a toda la compañía detenida. En comisaría, el comisario les irá interrogando con el fin de averiguar si la obra que han interpretado es o no es antifranquista.
Se trata de un intento por parte de José Luis García Sánchez de emular, como viene siendo habitual en la mayoría de sus películas, el cine de Luis García Berlanga, compartiendo pluma con Rafael Azcona y rodeándose de la creme de la creme del cine español en lo que a actores se refiere.
Pese al enorme éxito de su momento y ese reparto absolutamente maravilloso — a saber: Fernando Fernán Gómez, Agustín González, José Luis López Vázquez, Antonio Banderas, Luis Ciges, Quique Camoiras, Juan Diego, María Luisa Ponte y Antonio Gamero (además de la repelente de Ana Belén)— no es una película que haya resistido bien el paso de los años y la cosa se torna rancia, desfasada y salvo algún momento francamente divertido (como la escena del “descapullamiento”), con tanto numerito musical de corte popular y un montaje tosco que tira de flashback al corte — por lo que a veces cuesta un poco detectar si es un flashback o si es que está avanzando la historia—, acaba resultando un poco pelma. Y es que, desengañémonos; la obra de “La corte de Faraón” de los años 10, opereta, tan atrevida y osada, tan política que la censura tuvo que prohibirla, como la zarzuela, la copla o la música ligera es un género muerto, de otra época. Y quizás en 1985 todavía quedaran generaciones del pasado que supieran apreciarlo o modernos del momento que lo reivindicaran por esnobismo, pero, a mí en la época, siendo niño (y ahora en mi mediana edad) me parece completamente insoportable. Entonces, una película que incluye en su metraje la obra completa original ocupando un 75% de la misma, se pueden imaginar ustedes lo desesperante que se me puede llegar a hacer. Se soporta, como ya he dicho, gracias a los momentos divertidos de entre medias, que son los menos.
Realmente lo que me ha instado a revisar una película que no me ha gustado nunca especialmente, es la lectura del libro “No se lo digas a nadie: Historias secretas de Martes y Trece” en el que cuentan que esta película aparece en sus vidas justo en el impás que sufrieron cuando convinieron que Fernando Conde abandonara la agrupación cómica para irse a hacer teatro. Como Josema y Millán se consideraban actores antes que cómicos, y como estaban en un momento de gran popularidad y decidiendo que hacer con Martes y 13 tras la marcha de Fernando, García Sánchez les ofreció un papel en la película. Pero hay algo que no cuaja, porque Josema tiene un papel de gran importancia, casi de protagonista, mientras que a Millán se le concede uno nimio, casi en calidad de extra —no me quiero imaginar el cuadro de envidia y la lucha de egos de esos dos durante la filmación—. Y, quizás por el nivel de los actores que tienen a su lado, sus presencias se antojan sosas, incluso molestas. Es una lástima, pero “La corte de Faraón” es la muestra de que ni Josema ni Millán son buenos actores si los sacas de sus roles de Martes y 13. Se supone que sus papeles en esta película servían para desmarcarse un poco de su imagen de humoristas, para ver sí podían ganarse la vida como actores si finalmente Martes y 13 desaparecía, pero ninguno de los dos puede abandonar los tics, muecas y gestos que les hicieron populares. Josema actúa como en un sketch cualquiera de sus especiales televisivos, mientras que a Millán, que sale poco, tienen que eliminarle en montaje el exceso de “millanadas” que, intuyo (y se nota además), a buen seguro hizo durante su interpretación, incapaz de olvidarse de que era Millán.
Por suerte para ellos, poco después del estreno de la película, se decidieron a continuar con Martes y 13 sin Fernando y, en el especial de fin de año no se les ocurrió otra cosa que inventar in situ el sketch de “La empanadilla de Móstoles”. El resto es historia. Y como fuera, lo cierto es que mientras que el dúo permaneció en activo, el cine español no les volvió a ofrecer una película (con excepción de las concebidas para su lucimiento como cómicos). Y con la disolución del grupo… casi tampoco. He dicho casi.
Se trata de una obra absolutamente inofensiva ambientada en Egipto y cuyos numeritos musicales recuerdan más a una revista de vodevil, que a una epopeya bíblica, y la característica principal de “La corte de Faraón” consiste en unos numeritos musicales picantones en cuyas letras abundan los dobles sentidos y las insinuaciones sexy por parte de las vicetiples que los interpretaban. La cosa, hablando en plata, va de un pastor virgen, un meapilas llamado El casto José, al que se quieren tirar todas las mujeres que se cruzan en su camino. Una chorradita que servía para entretener al público aunque, dicen, verdaderamente contenía mensajes velados de alto contenido político.
Años después de su estreno, la censura decidió prohibir directamente la obra, porque, según ellos, era un canto a la concupiscencia que se mofaba del caudillo, del orden establecido e incluso de Dios. En consecuencia, la obra no se volvería a representar durante años.
“La corte de Faraón” cobró su fama de manera incluso internacional, motivo por el que se adaptó al cine en México donde no vieron ningún comportamiento ácrata en la misma, en un film del año 1944 dirigido por Julio Bracho y para el lucimiento de primeras figuras mexicanas de la época.
Y por fin llegamos a la película española de gran éxito en el momento de su estreno, 1985, que en lugar de adaptar directamente la obra, recrea una situación en la posguerra en la que un grupo de teatro representa “La corte de Faraón” sin haber pasado previamente la censura. Un censor del clero que se encuentra en el teatro, denunciará la situación, y la policía se llevará a toda la compañía detenida. En comisaría, el comisario les irá interrogando con el fin de averiguar si la obra que han interpretado es o no es antifranquista.
Se trata de un intento por parte de José Luis García Sánchez de emular, como viene siendo habitual en la mayoría de sus películas, el cine de Luis García Berlanga, compartiendo pluma con Rafael Azcona y rodeándose de la creme de la creme del cine español en lo que a actores se refiere.
Pese al enorme éxito de su momento y ese reparto absolutamente maravilloso — a saber: Fernando Fernán Gómez, Agustín González, José Luis López Vázquez, Antonio Banderas, Luis Ciges, Quique Camoiras, Juan Diego, María Luisa Ponte y Antonio Gamero (además de la repelente de Ana Belén)— no es una película que haya resistido bien el paso de los años y la cosa se torna rancia, desfasada y salvo algún momento francamente divertido (como la escena del “descapullamiento”), con tanto numerito musical de corte popular y un montaje tosco que tira de flashback al corte — por lo que a veces cuesta un poco detectar si es un flashback o si es que está avanzando la historia—, acaba resultando un poco pelma. Y es que, desengañémonos; la obra de “La corte de Faraón” de los años 10, opereta, tan atrevida y osada, tan política que la censura tuvo que prohibirla, como la zarzuela, la copla o la música ligera es un género muerto, de otra época. Y quizás en 1985 todavía quedaran generaciones del pasado que supieran apreciarlo o modernos del momento que lo reivindicaran por esnobismo, pero, a mí en la época, siendo niño (y ahora en mi mediana edad) me parece completamente insoportable. Entonces, una película que incluye en su metraje la obra completa original ocupando un 75% de la misma, se pueden imaginar ustedes lo desesperante que se me puede llegar a hacer. Se soporta, como ya he dicho, gracias a los momentos divertidos de entre medias, que son los menos.
Realmente lo que me ha instado a revisar una película que no me ha gustado nunca especialmente, es la lectura del libro “No se lo digas a nadie: Historias secretas de Martes y Trece” en el que cuentan que esta película aparece en sus vidas justo en el impás que sufrieron cuando convinieron que Fernando Conde abandonara la agrupación cómica para irse a hacer teatro. Como Josema y Millán se consideraban actores antes que cómicos, y como estaban en un momento de gran popularidad y decidiendo que hacer con Martes y 13 tras la marcha de Fernando, García Sánchez les ofreció un papel en la película. Pero hay algo que no cuaja, porque Josema tiene un papel de gran importancia, casi de protagonista, mientras que a Millán se le concede uno nimio, casi en calidad de extra —no me quiero imaginar el cuadro de envidia y la lucha de egos de esos dos durante la filmación—. Y, quizás por el nivel de los actores que tienen a su lado, sus presencias se antojan sosas, incluso molestas. Es una lástima, pero “La corte de Faraón” es la muestra de que ni Josema ni Millán son buenos actores si los sacas de sus roles de Martes y 13. Se supone que sus papeles en esta película servían para desmarcarse un poco de su imagen de humoristas, para ver sí podían ganarse la vida como actores si finalmente Martes y 13 desaparecía, pero ninguno de los dos puede abandonar los tics, muecas y gestos que les hicieron populares. Josema actúa como en un sketch cualquiera de sus especiales televisivos, mientras que a Millán, que sale poco, tienen que eliminarle en montaje el exceso de “millanadas” que, intuyo (y se nota además), a buen seguro hizo durante su interpretación, incapaz de olvidarse de que era Millán.
Por suerte para ellos, poco después del estreno de la película, se decidieron a continuar con Martes y 13 sin Fernando y, en el especial de fin de año no se les ocurrió otra cosa que inventar in situ el sketch de “La empanadilla de Móstoles”. El resto es historia. Y como fuera, lo cierto es que mientras que el dúo permaneció en activo, el cine español no les volvió a ofrecer una película (con excepción de las concebidas para su lucimiento como cómicos). Y con la disolución del grupo… casi tampoco. He dicho casi.
Victor Olid
sábado, 25 de marzo de 2023
LA TERRORÍFICA NOCHE DEL DEMONIO
¿Una película de terror ítalobelga de 1971? ¿pero qué hago viendo yo esto y, encima, concluyendo con una sensación tirando a satisfactoria? Pues mire, cosas que pasan. La tenía y decidí probar.
Conocida en versión original como "La plus longue nuit du diable" ("The devil´s nightmare" para el mercado internacional), narra la historia de siete turistas de lo más variopinto, cada uno de ellos cumpliendo a rajatabla con uno de los siete pecados capitales, que accidentalmente -o no- recalan en un castillo castigado por una maldición familiar sobre aquellos que lo habitan. Esa misma noche, llamará a la puerta una atractiva dama que resultará ser un súcubo dispuesto a exterminar a los presentes, one by one.
Dirigida por un tal Jean Brismée (rebautizado para la siempre errática caratula del vhs patrio como Brisme´e) en lo que sería su última película (o su única película, si me apuran), y destacando entre el reparto a Erika Blanc (todavía hoy activa), lo que más me sorprendió de este producto que muchos califican de euro-trash, o citan absurdamente como precedente e inspiración del "Seven" de David Fincher, fue su generoso y explícito erotismo (tetillas a la vista, más una escena de amor lésbico bastante notable, censurada en algunos países), así como el gráfico -para 1971- acuchillamiento de un bebé real nada más comenzar. También encontrarán unas nunca agradables dosis de crueldad animal, puede que no auténtica (por lo visto las criaturas fueron sedadas), pero sí sospechosas.
La cuestión es que la trama resulta llevadera, sobre todo al principio, cuando los invitados se interrelacionan entre ellos, dando incluso pie a alguna risilla involuntaria. Luego, en el momento que comienzan los crímenes, la cosa flojea un poco, pero sin llegar a desesperar. Las muertes no son nada del otro jueves, destacando tal vez una decapitación. Aunque mi parte favorita es cuando la malvada súcubo tienta a un pobre curilla con cara de despistado, a base de aparecer y desaparecer en un efecto elemental propio de Georges Méliès (o Andy Milligan en "Matanza") Muy entrañable todo.
Al final, pues resulta que me zampé tan ricamente los 95 minutos que dura "La terrorífica noche del demonio" (que gran título) y hasta me hizo gracia. No sé yo si se la recomendaría, pero oiga, igual les funciona a ustedes como lo hizo conmigo.
Conocida en versión original como "La plus longue nuit du diable" ("The devil´s nightmare" para el mercado internacional), narra la historia de siete turistas de lo más variopinto, cada uno de ellos cumpliendo a rajatabla con uno de los siete pecados capitales, que accidentalmente -o no- recalan en un castillo castigado por una maldición familiar sobre aquellos que lo habitan. Esa misma noche, llamará a la puerta una atractiva dama que resultará ser un súcubo dispuesto a exterminar a los presentes, one by one.
Dirigida por un tal Jean Brismée (rebautizado para la siempre errática caratula del vhs patrio como Brisme´e) en lo que sería su última película (o su única película, si me apuran), y destacando entre el reparto a Erika Blanc (todavía hoy activa), lo que más me sorprendió de este producto que muchos califican de euro-trash, o citan absurdamente como precedente e inspiración del "Seven" de David Fincher, fue su generoso y explícito erotismo (tetillas a la vista, más una escena de amor lésbico bastante notable, censurada en algunos países), así como el gráfico -para 1971- acuchillamiento de un bebé real nada más comenzar. También encontrarán unas nunca agradables dosis de crueldad animal, puede que no auténtica (por lo visto las criaturas fueron sedadas), pero sí sospechosas.
La cuestión es que la trama resulta llevadera, sobre todo al principio, cuando los invitados se interrelacionan entre ellos, dando incluso pie a alguna risilla involuntaria. Luego, en el momento que comienzan los crímenes, la cosa flojea un poco, pero sin llegar a desesperar. Las muertes no son nada del otro jueves, destacando tal vez una decapitación. Aunque mi parte favorita es cuando la malvada súcubo tienta a un pobre curilla con cara de despistado, a base de aparecer y desaparecer en un efecto elemental propio de Georges Méliès (o Andy Milligan en "Matanza") Muy entrañable todo.
Al final, pues resulta que me zampé tan ricamente los 95 minutos que dura "La terrorífica noche del demonio" (que gran título) y hasta me hizo gracia. No sé yo si se la recomendaría, pero oiga, igual les funciona a ustedes como lo hizo conmigo.
Naxo Fiol
viernes, 24 de marzo de 2023
TRIUNFO Y CAÍDA DE IDI AMIN
El dictador Idi Amin, que durante los ocho años que gobernó en Uganda entre 1971 y 1979 llegó a asesinar a más de medio millón de personas, además de ser un genocida es, por mucho que pese, un icono pop. Su figura ha generado el interés de un público masivo en productos de ficción basados en lo que la prensa llama “El reinado del terror de Amin”, que se traduce en documentales y biopics cinematográficos de la más variada índole —cuando no, pósteres e incluso camisetas—. Una muestra de ello es la película de calado mainstream titulada “El último Rey de Escocia” donde Forrest Whitaker interpreta al dictador. Vamos, que la imagen de Amin, vende.
Y como figura de interés que es, fueron los propios africanos los que decidieron explotarla lo más rápido posible, tras ser el dictador derrocado en la guerra de Uganda contra Tanzania. Si a finales de 1979 Amin huía a algún lugar de oriente, en menos de un año Kenia y Reino Unido ya tenían rodada, montada y a punto de estrenar una película para exportar a medio planeta, esta “Triunfo y caída de Idi Amin” que narra a un ritmo vertiginoso los nueve años de auge y caída del dictador. El título no puede ser más claro y preciso.
Por supuesto se trata de una producción barata y de "serie B" que narra unos hechos históricos recientes con total rigor y veracidad, pero también con el mayor sensacionalismo posible.
Es sabido que durante el tiempo que permaneció en el poder, Amin atentó contra los derechos humanos de las más variopintas formas, así, la película se recrea en los hechos más escabrosos de su biografía al tiempo que nos va contando de forma bastante clara los tejemanejes políticos de nuestro protagonista como todo argumento. Así, el espectador será testigo de cómo Idi Amin practicaba la magia negra, el canibalismo, cómo decapitaba y amputaba miembros no ya de sus enemigos, sino de aquel que le contrariase, como violaba y asesinaba a sangre fría, mientras se le llenaba la boca con las palabras justicia y lealtad. También era muy dado a hacer que sus enemigos combatieran contra él en el ring, ya que durante años fue campeón de boxeo en todas las categorías. Naturalmente, la película busca impactar, sin embargo al ser más bien tirando a cutrecilla, en pleno 2022 algunas de las muestras de maldad del dictador, más que escandalizar u horrorizar al espectador, lo que consiguen es que este se parta el ojete. Pero es lógico pensar que en pleno 1981, año en el que se estrenó la película y con estos hechos recientes, el público saldría de las salas conmocionado.
Al margen de todo esto la película está condenadamente entretenida y se sigue con gran interés, sintetizando 8 años de gobierno en escasa hora y media de metraje.
Asimismo, tal era el asco que el mundo le tenía a Idi Amin, que, durante las semanas de estreno, se ponía a modo de gimmick una figura troquelada del dictador en el hall de los cines y, con la entrada, se le entregaba a cada espectador una bolsita de alubias para que se las arrojasen.
“Triunfo y caída de Idi Amin” sería el único crédito que tendría como director Sharad Patel, pero posteriormente pondría sus dineros en calidad de productor ejecutivo en títulos tan de postín como puedan ser “Despedida de soltero” —y su secuela tardía directa a vídeo— o ciertas adaptaciones de imagen real de los cuentos clásicos como puedan se “El libro de la selva: La aventura continúa”, “Pinocho: La leyenda” o “Mowgli y Baloo”. Como ven, las películas que produjo están temáticamente en las antípodas de la que nos ocupa.
Por otra parte, el actor que dio vida a Amin, y por cuyo papel incluso fue galardonado en algún que otro festival, Joseph Olita, volvió a encarnarlo en la película a mayor gloria de Denzel Washington “Missisipi Masala”así como aparece brevemente en la anteriormente nombrada “El último Rey de Escocia”, si bien, con dos o tres papelillos más, se prodigó poco en el cine. Y la verdad es que es el vivo retrato de Amin. Lo hace muy bien.
En su paso por nuestros cines la película apenas llegó a obtener 130.000 espectadores, pero en vídeo sí que fue un título altamente alquilado. De hecho contó con dos ediciones, una en los albores de los años ochenta distribuida por IVS y otra casi en los 90 distribuida nada menos que por CBS Fox Vídeo.
Y como figura de interés que es, fueron los propios africanos los que decidieron explotarla lo más rápido posible, tras ser el dictador derrocado en la guerra de Uganda contra Tanzania. Si a finales de 1979 Amin huía a algún lugar de oriente, en menos de un año Kenia y Reino Unido ya tenían rodada, montada y a punto de estrenar una película para exportar a medio planeta, esta “Triunfo y caída de Idi Amin” que narra a un ritmo vertiginoso los nueve años de auge y caída del dictador. El título no puede ser más claro y preciso.
Por supuesto se trata de una producción barata y de "serie B" que narra unos hechos históricos recientes con total rigor y veracidad, pero también con el mayor sensacionalismo posible.
Es sabido que durante el tiempo que permaneció en el poder, Amin atentó contra los derechos humanos de las más variopintas formas, así, la película se recrea en los hechos más escabrosos de su biografía al tiempo que nos va contando de forma bastante clara los tejemanejes políticos de nuestro protagonista como todo argumento. Así, el espectador será testigo de cómo Idi Amin practicaba la magia negra, el canibalismo, cómo decapitaba y amputaba miembros no ya de sus enemigos, sino de aquel que le contrariase, como violaba y asesinaba a sangre fría, mientras se le llenaba la boca con las palabras justicia y lealtad. También era muy dado a hacer que sus enemigos combatieran contra él en el ring, ya que durante años fue campeón de boxeo en todas las categorías. Naturalmente, la película busca impactar, sin embargo al ser más bien tirando a cutrecilla, en pleno 2022 algunas de las muestras de maldad del dictador, más que escandalizar u horrorizar al espectador, lo que consiguen es que este se parta el ojete. Pero es lógico pensar que en pleno 1981, año en el que se estrenó la película y con estos hechos recientes, el público saldría de las salas conmocionado.
Al margen de todo esto la película está condenadamente entretenida y se sigue con gran interés, sintetizando 8 años de gobierno en escasa hora y media de metraje.
Asimismo, tal era el asco que el mundo le tenía a Idi Amin, que, durante las semanas de estreno, se ponía a modo de gimmick una figura troquelada del dictador en el hall de los cines y, con la entrada, se le entregaba a cada espectador una bolsita de alubias para que se las arrojasen.
“Triunfo y caída de Idi Amin” sería el único crédito que tendría como director Sharad Patel, pero posteriormente pondría sus dineros en calidad de productor ejecutivo en títulos tan de postín como puedan ser “Despedida de soltero” —y su secuela tardía directa a vídeo— o ciertas adaptaciones de imagen real de los cuentos clásicos como puedan se “El libro de la selva: La aventura continúa”, “Pinocho: La leyenda” o “Mowgli y Baloo”. Como ven, las películas que produjo están temáticamente en las antípodas de la que nos ocupa.
Por otra parte, el actor que dio vida a Amin, y por cuyo papel incluso fue galardonado en algún que otro festival, Joseph Olita, volvió a encarnarlo en la película a mayor gloria de Denzel Washington “Missisipi Masala”así como aparece brevemente en la anteriormente nombrada “El último Rey de Escocia”, si bien, con dos o tres papelillos más, se prodigó poco en el cine. Y la verdad es que es el vivo retrato de Amin. Lo hace muy bien.
En su paso por nuestros cines la película apenas llegó a obtener 130.000 espectadores, pero en vídeo sí que fue un título altamente alquilado. De hecho contó con dos ediciones, una en los albores de los años ochenta distribuida por IVS y otra casi en los 90 distribuida nada menos que por CBS Fox Vídeo.
Victor Olid
lunes, 20 de marzo de 2023
A MARVADA CARNE
Film de culto dentro de los círculos eruditos de cinéfilos brasileños, “A marvada carne” deambula entre el cine arthouse para paladares más finos y el más cochambroso cine de género y de bajo presupuesto. Se trata de un título que, quizás por su estética pobretona y el momento en el que se concibió, pasó a los anales como una de las mejores películas del cine brasileño según los críticos. Asimismo una vez estrenada recibió premios a porrón en el festival de Gramado (cuyo trofeo principal es el denominado “Kikito”). A mí me recuerda, a lo mejor cogiéndolo un poco con pinzas, a las viejas comedias de kung-fu clásico, pero sin que haya en todo el metraje un solo personaje que, lógicamente, practique ese arte marcial. Pero al igual que este tipo de películas, nos muestra una serie de personajes que se mueven por un par de escenarios rurales —mucho campo y un par de chozas en las que viven— y les suceden situaciones surrealistas dentro de su cotidianidad.
La cosa es de lo más sencilla: Un individuo vive en medio del campo cultivando arroz y toda suerte de hortalizas, pasando sus días sin nada especial que hacer. Lleva tantos años en tal tesitura, que decide que no es el tipo de vida que quiere, lleva siglos sin catar hembra y, más importante todavía, sin comer ningún tipo de carne. Así que decide abandonar su terreno para irse, en compañía de su perro, en busca de una mujer con la que casarse y con la firme idea de comer carne de buey de una vez por todas. Durante el trasiego le pasará de todo, incluso se topará con un ¿hombre lobo? que le suplica que le de tabaco. Hasta que se encuentra con una joven aldeana que está loca por casarse con alguien. Este le cuenta a ella sus intenciones de comer carne de buey, por lo que la aldeana le engañará diciéndole que su padre posee un buey que está esperando a ser cocinado el día que ella se case. Con la firme intención de comerse esa carne, nuestro individuo aceptará el casorio con la aldeana, pero antes será sometido a una suerte de surrealistas pruebas. Pronto descubrirá que lo del buey no era más que una estratagema para conseguir marido, así que, enfurecido, este hombre hará un pacto con el diablo que le dará un dinero con el que se marchará a la ciudad en busca de una carnicería…
“A marvada carne” es una tontería simpática, que exuda un sentido del humor infantil e inofensivo, y que contrasta con el tipo de comedia que se estilaba en brasil en los años 80: las “pornochanchadas” y demás artefactos subiditos de tono parejos al destape español, la sexy comedia italiana o las ficheras mexicanas. Quizás por desentonar, la película logró llamar la atención y obtener el beneplácito de crítica y público.
Por lo demás, una curiosidad intrascendente y una muestra exótica del tipo de cine de comedia que se hace por ahí, que muchas veces resulta más rara que un perro verde y de un carácter tan local que cuesta entender la mayoría de los chistes, como es el caso. Pero dura una hora y cuarto y se hace amena, así que, se ve sin mayores problemas.
El director de “A marvada carne” responde al nombre de André Klotzel y desarrolló su carrera con films posteriormente más comprometidos y culturetas que este —que a veces parece un capítulo de “Doraemon”— y su cenit se encuentra en la película “Capitalismo salvaje” con la que se ganó un reconocimiento internacional y que, al contrario que “A marvada carne”, se estrenó en nuestros cines en salas de versión original subtitulada en 1994. Sin embargo, la que se llevó premios, halagos, prestigio y fue presentada en Cannes, fue la que nos ocupa, que echa un tufo a cine barato y zetoso que asusta… por eso no deja de ser un producto raro, misterioso y desperado y, al final, muy de mi interés.
La cosa es de lo más sencilla: Un individuo vive en medio del campo cultivando arroz y toda suerte de hortalizas, pasando sus días sin nada especial que hacer. Lleva tantos años en tal tesitura, que decide que no es el tipo de vida que quiere, lleva siglos sin catar hembra y, más importante todavía, sin comer ningún tipo de carne. Así que decide abandonar su terreno para irse, en compañía de su perro, en busca de una mujer con la que casarse y con la firme idea de comer carne de buey de una vez por todas. Durante el trasiego le pasará de todo, incluso se topará con un ¿hombre lobo? que le suplica que le de tabaco. Hasta que se encuentra con una joven aldeana que está loca por casarse con alguien. Este le cuenta a ella sus intenciones de comer carne de buey, por lo que la aldeana le engañará diciéndole que su padre posee un buey que está esperando a ser cocinado el día que ella se case. Con la firme intención de comerse esa carne, nuestro individuo aceptará el casorio con la aldeana, pero antes será sometido a una suerte de surrealistas pruebas. Pronto descubrirá que lo del buey no era más que una estratagema para conseguir marido, así que, enfurecido, este hombre hará un pacto con el diablo que le dará un dinero con el que se marchará a la ciudad en busca de una carnicería…
“A marvada carne” es una tontería simpática, que exuda un sentido del humor infantil e inofensivo, y que contrasta con el tipo de comedia que se estilaba en brasil en los años 80: las “pornochanchadas” y demás artefactos subiditos de tono parejos al destape español, la sexy comedia italiana o las ficheras mexicanas. Quizás por desentonar, la película logró llamar la atención y obtener el beneplácito de crítica y público.
Por lo demás, una curiosidad intrascendente y una muestra exótica del tipo de cine de comedia que se hace por ahí, que muchas veces resulta más rara que un perro verde y de un carácter tan local que cuesta entender la mayoría de los chistes, como es el caso. Pero dura una hora y cuarto y se hace amena, así que, se ve sin mayores problemas.
El director de “A marvada carne” responde al nombre de André Klotzel y desarrolló su carrera con films posteriormente más comprometidos y culturetas que este —que a veces parece un capítulo de “Doraemon”— y su cenit se encuentra en la película “Capitalismo salvaje” con la que se ganó un reconocimiento internacional y que, al contrario que “A marvada carne”, se estrenó en nuestros cines en salas de versión original subtitulada en 1994. Sin embargo, la que se llevó premios, halagos, prestigio y fue presentada en Cannes, fue la que nos ocupa, que echa un tufo a cine barato y zetoso que asusta… por eso no deja de ser un producto raro, misterioso y desperado y, al final, muy de mi interés.
Victor Olid
sábado, 18 de marzo de 2023
ALMAS CONDENADAS
Han pasado 16 años desde que el llamado "El Destripador" rebanara el cuello a unas cuantas víctimas, incluida su propia esposa. Aunque supuestamente fue cazado, no consiguieron encontrar el cadáver y los chavales nacidos el último día que actuó (entre ellos su hijo), viven convencidos de su pronto regreso para seguir matando. Como era de esperar, comienza la escabechina y los caídos son esos mismos teenagers ¿Es uno que se está cepillando al resto o el criminal original?
Le tenía muchas ganas a "Almas Condenadas". Y no porque la recordara con cariño, más bien lo contrario. Pero era uno de los títulos olvidados e ignorados de la filmografía de Wes Craven. Un Craven que, entre mediados y finales de los 2000, andaba más de capa caída que nunca. Tuvo mogollón de problemas con "La maldición (Cursed)", el plomo aquel sobre hombres lobo protagonizado por la otrora apetecible Christina Ricci (que mal le sentó adelgazar, oiga) Se apartó un poquito del terror metiéndose de lleno en el thriller con "Vuelo Nocturno", una cosucha pasable con regusto a telefilm. Y volvió al género que le vio alcanzar el estrellato con "Almas Condenadas" ("My soul to take" en v.o.) Siempre hemos sabido que tío Wes estaba hasta el gorro de su vinculación con el terror. Como hombre de negocios y frustrado intelectual, lo abordaba progresivamente con menos pasión y entusiasmo. Lo que también es lógico. En "Almas Condenadas" la cosa anda ya bajo mínimos. No se muy bien qué pasó por su cabeza cuando se puso con el guion. Por un lado, estamos ante una tortilla confusa y caótica con ribetes de psicología de manual. Y por otro, un slasher en el que, incluso, parece que el cineasta intenta sacarse otro Freddy de la manga (como ya hiciera con "Shocker, 100.000 voltios de terror") a base de asesino de voz rara esputando puntuales chascarrillos. En fin, todo muy confuso, muy plasta, especialmente cuando nos metemos de lleno en terreno "adolescentes con problemas". La película todavía cuenta con una introducción intensa, pero la posterior caída a los abismos lo manda todo al carajo.
Encima, dura 1 hora y 47. ¡No hacía falta, leñe! Le sobran 15 minutos, como poco. El clímax es un coñazo, me dormí en mi más reciente intentona. Y el enigma muy fácil de resolver. Más potables son los créditos finales, sobre todo por el despliegue del story-board casi completo.
El fracaso de la película (no me extraña que nadie hable de ella, nació para ser olvidada... hasta que vengan los esnobs de Bloody Disgusting y sentencien que en realidad es una obra maestra incomprendida) no contribuyó nada a hacer despegar la carrera de su joven reparto. El único que ha logrado algo a posteriori ha sido Frank Grillo. El resto, pues muchos terminaron como carne de serie televisiva. Destacaría a Emily Meade, solo por la cara de hijaputa que gasta, dando vida a un rol muy típico en el cine norteamericano ambientado en instis, el de la estudiante con alma de líder a la que todos siguen, escuchan y temen. No sé si eso se da mucho en los colegios actuales desssspaña, pero en mi época no ocurría y, por ello, me cuesta tanto entenderlo.
Entre la peña currando tras la cámara, encontramos al bueno de Kenneth J. Hall, uno de esos personajes que merecerían más atenciones. Eventualmente se ocupa de efectos especiales, moldear criaturas o fabricar disfraces estrambóticos (y le va muy bien, es a lo que se dedica profesionalmente hoy día), pero también pasaba el rato escribiendo guiones para leyendas de la serie Z y, directamente, dirigiendo. Suya es la mítica -por las razones equivocadas- "Engendro Satánico", incluida en nuestro pest-seller.
Desesperado ante la situación, el siguiente paso de Wes Craven fue obvio y previsible, retomar su éxito más reciente en el tiempo, "Scream, vigila quien llama", con una cuarta y también muy poco recordable entrega. Y de la tumba creativa, a la humana. Descansen en paz, él y "Almas Condenadas"
Le tenía muchas ganas a "Almas Condenadas". Y no porque la recordara con cariño, más bien lo contrario. Pero era uno de los títulos olvidados e ignorados de la filmografía de Wes Craven. Un Craven que, entre mediados y finales de los 2000, andaba más de capa caída que nunca. Tuvo mogollón de problemas con "La maldición (Cursed)", el plomo aquel sobre hombres lobo protagonizado por la otrora apetecible Christina Ricci (que mal le sentó adelgazar, oiga) Se apartó un poquito del terror metiéndose de lleno en el thriller con "Vuelo Nocturno", una cosucha pasable con regusto a telefilm. Y volvió al género que le vio alcanzar el estrellato con "Almas Condenadas" ("My soul to take" en v.o.) Siempre hemos sabido que tío Wes estaba hasta el gorro de su vinculación con el terror. Como hombre de negocios y frustrado intelectual, lo abordaba progresivamente con menos pasión y entusiasmo. Lo que también es lógico. En "Almas Condenadas" la cosa anda ya bajo mínimos. No se muy bien qué pasó por su cabeza cuando se puso con el guion. Por un lado, estamos ante una tortilla confusa y caótica con ribetes de psicología de manual. Y por otro, un slasher en el que, incluso, parece que el cineasta intenta sacarse otro Freddy de la manga (como ya hiciera con "Shocker, 100.000 voltios de terror") a base de asesino de voz rara esputando puntuales chascarrillos. En fin, todo muy confuso, muy plasta, especialmente cuando nos metemos de lleno en terreno "adolescentes con problemas". La película todavía cuenta con una introducción intensa, pero la posterior caída a los abismos lo manda todo al carajo.
Encima, dura 1 hora y 47. ¡No hacía falta, leñe! Le sobran 15 minutos, como poco. El clímax es un coñazo, me dormí en mi más reciente intentona. Y el enigma muy fácil de resolver. Más potables son los créditos finales, sobre todo por el despliegue del story-board casi completo.
El fracaso de la película (no me extraña que nadie hable de ella, nació para ser olvidada... hasta que vengan los esnobs de Bloody Disgusting y sentencien que en realidad es una obra maestra incomprendida) no contribuyó nada a hacer despegar la carrera de su joven reparto. El único que ha logrado algo a posteriori ha sido Frank Grillo. El resto, pues muchos terminaron como carne de serie televisiva. Destacaría a Emily Meade, solo por la cara de hijaputa que gasta, dando vida a un rol muy típico en el cine norteamericano ambientado en instis, el de la estudiante con alma de líder a la que todos siguen, escuchan y temen. No sé si eso se da mucho en los colegios actuales desssspaña, pero en mi época no ocurría y, por ello, me cuesta tanto entenderlo.
Entre la peña currando tras la cámara, encontramos al bueno de Kenneth J. Hall, uno de esos personajes que merecerían más atenciones. Eventualmente se ocupa de efectos especiales, moldear criaturas o fabricar disfraces estrambóticos (y le va muy bien, es a lo que se dedica profesionalmente hoy día), pero también pasaba el rato escribiendo guiones para leyendas de la serie Z y, directamente, dirigiendo. Suya es la mítica -por las razones equivocadas- "Engendro Satánico", incluida en nuestro pest-seller.
Desesperado ante la situación, el siguiente paso de Wes Craven fue obvio y previsible, retomar su éxito más reciente en el tiempo, "Scream, vigila quien llama", con una cuarta y también muy poco recordable entrega. Y de la tumba creativa, a la humana. Descansen en paz, él y "Almas Condenadas"
Naxo Fiol
viernes, 17 de marzo de 2023
CINCO DE MAYO
Producto típico de los primeros años de la década pasada en lo que SOV se refiere y uno de los títulos estrella de aquella compañía de efímera existencia que editaba toda suerte de chabacanerías y respondía al nombre de Slasher // Video. Por un lado editaba clásicos de la morralla festiva como “Agresión en la casa del terror” o “La espada de Satán”, pero también cosas de tirón más oscurillo como algunos títulos de Nick Millard o, ya de perdidos al río, películas amateur puras y duras como la que nos ocupa.
Y digo que “Cinco de Mayo” es un producto típico que aquellos años porque responde al poso que dejó aquella artimaña fallida que fue el “Grindhouse” de Tarantino / Rodríguez, que sin que se tratara de un negocio que ambos a día de hoy recuerden con cariño, sí que propició que el aficionado medio se volviera más tonto todavía de lo que ya era y, peor todavía, que el público estándar se uniera a la moda del grindhouse pensando que esto era un subgénero y no una modalidad de visionado, como las sesiones dobles o continuas, las matinales o las sesiones golfas, que es lo que en realidad es.
Entonces tenemos un slasher de aficionados perpetrado por Paul Ragsdale, director de ascendencia mexicana que bucea entre las festividades patrias para encontrar una que estuviera libre y ambientar en la misma su película y, de paso, darle un pequeño toque latino. Tenemos así “Cinco de Mayo” en clara referencia a “Viernes 13”.
La cosa va de un profesor de universidad que está empeñado en inculcar a sus alumnos la importancia de la cultura mexicana, pero, precisamente por ese empeño es considerado por sus alumnos un pesado. Para colmo de males un buen día le despiden de su puesto, motivo este por el que se pondrá una máscara y se dispondrá a asesinar a todos los estudiantes que se han mofado de él.
El caso es que la película es bastante soportable dentro de lo que cabe. Es más, Ragsdale, que utiliza para grabar su peliculita una cámara de mini-DV al uso, sabe como colocarla y, más importante aún, sabe luego como montar el material, por lo que en definitiva, y siendo en realidad una obra que se alimenta de los clichés propios del cine ejecutado por aficionados, no acaba siendo todo lo espantosa que intuimos puede llegar a ser una vez pulsamos al play. Sin embargo, y en consecuencia a todo lo que les cuento más arriba, está afeada con filtros que simulan el grano propio de las películas de los 70 y el típico rayado de negativo, como ya he dicho, cosa muy común en los 10 del nuevo milenio, resultado del atontolinamiento general del aficionado. Algo que me resulta lo suficientemente irritante como para tirar por tierra las tres o cuatro cositas que están bien, y que están bien más por casualidad que por talento.
A día de hoy el posmodernismo va por otro sitio y, aunque todavía aparece de vez en cuando algún directorcito que se entera de la misa la mitad, lo que se estila en estos productos es el cambiar el filtro de celuloide rayado por el que simula ser vídeo de baja gama, super VHS o Hi-8. El caso es camuflar la imagen de la forma que sea con fines retro, jamás mostrar que lo que has grabado lo has hecho con la crudeza del vídeo barato o, tal y como avanza la tecnología, con el perfecto HD de la cámara 4K de tu móvil.
Por lo demás, pues eso, una película de aficionados. Medio simpática y curiosa en su intento por situar un slasher común y corriente en un ambiente en el que lo más importante para el asesino es inculcar los valores culturales de determinada etnia.
Ragsdale, como tantos de su generación, hizo posteriormente un par de cosillas más sin la menor importancia.
Y digo que “Cinco de Mayo” es un producto típico que aquellos años porque responde al poso que dejó aquella artimaña fallida que fue el “Grindhouse” de Tarantino / Rodríguez, que sin que se tratara de un negocio que ambos a día de hoy recuerden con cariño, sí que propició que el aficionado medio se volviera más tonto todavía de lo que ya era y, peor todavía, que el público estándar se uniera a la moda del grindhouse pensando que esto era un subgénero y no una modalidad de visionado, como las sesiones dobles o continuas, las matinales o las sesiones golfas, que es lo que en realidad es.
Entonces tenemos un slasher de aficionados perpetrado por Paul Ragsdale, director de ascendencia mexicana que bucea entre las festividades patrias para encontrar una que estuviera libre y ambientar en la misma su película y, de paso, darle un pequeño toque latino. Tenemos así “Cinco de Mayo” en clara referencia a “Viernes 13”.
La cosa va de un profesor de universidad que está empeñado en inculcar a sus alumnos la importancia de la cultura mexicana, pero, precisamente por ese empeño es considerado por sus alumnos un pesado. Para colmo de males un buen día le despiden de su puesto, motivo este por el que se pondrá una máscara y se dispondrá a asesinar a todos los estudiantes que se han mofado de él.
El caso es que la película es bastante soportable dentro de lo que cabe. Es más, Ragsdale, que utiliza para grabar su peliculita una cámara de mini-DV al uso, sabe como colocarla y, más importante aún, sabe luego como montar el material, por lo que en definitiva, y siendo en realidad una obra que se alimenta de los clichés propios del cine ejecutado por aficionados, no acaba siendo todo lo espantosa que intuimos puede llegar a ser una vez pulsamos al play. Sin embargo, y en consecuencia a todo lo que les cuento más arriba, está afeada con filtros que simulan el grano propio de las películas de los 70 y el típico rayado de negativo, como ya he dicho, cosa muy común en los 10 del nuevo milenio, resultado del atontolinamiento general del aficionado. Algo que me resulta lo suficientemente irritante como para tirar por tierra las tres o cuatro cositas que están bien, y que están bien más por casualidad que por talento.
A día de hoy el posmodernismo va por otro sitio y, aunque todavía aparece de vez en cuando algún directorcito que se entera de la misa la mitad, lo que se estila en estos productos es el cambiar el filtro de celuloide rayado por el que simula ser vídeo de baja gama, super VHS o Hi-8. El caso es camuflar la imagen de la forma que sea con fines retro, jamás mostrar que lo que has grabado lo has hecho con la crudeza del vídeo barato o, tal y como avanza la tecnología, con el perfecto HD de la cámara 4K de tu móvil.
Por lo demás, pues eso, una película de aficionados. Medio simpática y curiosa en su intento por situar un slasher común y corriente en un ambiente en el que lo más importante para el asesino es inculcar los valores culturales de determinada etnia.
Ragsdale, como tantos de su generación, hizo posteriormente un par de cosillas más sin la menor importancia.
Victor Olid
lunes, 13 de marzo de 2023
I EAT YOUR SKIN
Antes de volverse un clásico de las sesiones dobles de los años 70 —por obra y gracia de Jerry Gross que la convirtió en una película popular— y un título recurrente cuando de cine exploit hablamos, “I Eat Your Skin” fue una pequeña producción de horror y aventuras titulada “Caribbean Adventure”, que dirigida en 1964 por un exploiter de la época, Del Tenney, y pese a contener unas modestas dosis de truculencia, en realidad era una obra más deudora de los seriales de aventuras de los años 40 que de cualquier otra cosa. Con todo, tenía zombies, sexo soterrado, ritos vudú, violencia, algo de racismo y hasta ciertas dosis de humor negro. También mucha comedia involuntaria como era normal en cualquier serie B (tirando a Z) clásica que se precie. En definitiva, la película era puro desmadre.
Del Tenney tuvo siempre muy claro que quería rodar una película de horror, que era el género que le dejaría pingües beneficios. De hecho el título inicial de producción iba a ser “Zombie”, pero de cara a los inversores y a los habitantes de la zona de Florida en la que estaban rodando, Tenney vendió el producto como una película de aventuras selváticas para toda la familia, y de ahí el título de “Caribbean Adventure” antes mencionado. Se las apañó para que todos pensasen en las películas de Tarzán y no en zombies vudú.
Así, “Caribbean Adventure” cuenta la historia de un escritor un tanto “viva la virgen”, que junto a su editor y la esposa de este, viajan hasta la llamada Isla Vudú con el plan de relajarse allí y sacar adelante su nuevo libro. La excusa que el editor le da a su trabajador para viajar hasta tan recóndito lugar, es que, por un accidente, un buen día la mayoría de población masculina murió, quedando en la isla cinco mujeres por cada hombre (luego cuando llegan allí, diría que hay tres tíos por cada tía, pero eso sería otro asunto). Una vez en la Isla, al escritor le hablan de ritos vudú y sacrificios y, cuando un zombie le ataca con un machete, de manera casi natural comienza a investigar. Resulta que el científico local, que está allí trabajando en una cura para el cáncer, descubre que con veneno de serpiente puede convertir a los humanos en zombies… así que deja a un lado sus investigaciones por el bien de la humanidad para zombificar a unos cuantos negros caribeños, actividad esta que mola más que curar el cáncer.
Desde luego un argumento genial que da como resultado una película tan tosca como divertida y que pasa en un santiamén porque es entretenida a más no poder. Eso sí, muy light en lo que a sangre y gore se refiere, porque no hay casi, y en todo caso podemos deleitarnos con los cutres maquillajes de los zombificados que son chabacanos y, sobre todo, extraños. Los ojos de los zombies parecen huevos cocidos o algo por el estilo.
Como fuere, Del Tenney no fue capaz de encontrar distribución para los cines de “Caribbean Adventure”, por lo que quedó con pufos y deudas mientras la película se pudría, sin estrenar, en un sucio almacén.
Unos años después, en 1971, otro exploiter de carácter más descarado, Jerry Gross, tenía entre manos, en calidad de distribuidor, una película absolutamente violenta y demencial dirigida por David Durston, la archiconocida “I Drink Your Blood”, aquí estrenada en su momento en vídeo como “Me bebo tu sangre”. Decidió que, en esos momentos, lo mejor sería estrenar la película en sesión doble con otro film, por ese motivo, y teniendo en cuenta que Del Tenney había fracasado en su empeño por estrenar la película, le compró los derechos de explotación de “Caribbean Adventure”, le cambió el título por “I Eat Your Skin” mucho más acorde con el de la película que estrenaba, y haciéndose acompañar por un póster terrible que a día de hoy forma parte de la historia del cine exploit, convirtió este en uno de los pases dobles más rentables y célebres de la época. Así que rentó de sobra ambas películas. Por supuesto, el título de “I Eat Your Skin” (me como tu piel), poco tenía que ver con la película ofertada, nadie absolutamente se come la piel de nadie en la cinta de Tenney, pero gracias a la artimaña de Gross, su película hoy ha pasado a los anales. Y aunque también se la conoce bajo los títulos de “Zombie”, “Vudú Blood Bath” o “Zombie Bloodbath”, dependiendo de la edición de vídeo o del momento en que se reestrenara, el título que ha prevalecido en el tiempo y por el que la película es popular, es por el estupendo “I Eat Your Skin”.
En su momento los chicos de Vial of Delicatessens (¡Ja!) barajaron la posibilidad de una edición española de la película en DVD que no llegó a fraguarse porque pilló justo en pleno declive del formato físico y las ventas de DVDS descendieron hasta cifras verdaderamente ridículas, pero el título castellano que se iba a registrar iba a ser “Zombie: Me como tu piel”.
Quizás en un futuro esta edición se haga realidad, aunque limitada a 50 unidades de DVD-R.
Por otra parte, Tenney, que después de esta película no volvió a dar señales de vida durante décadas, curiosamente regresó a la dirección por ahí los 2000 produciendo títulos como el neo-slasher “¿Quieres que te cuente un secreto?” del que también es guionista, o dirigiendo la película “Descendant” en 2003, despidiéndose así de manera definitiva del cine. Falleció en 2013.
Por lo demás, “I Eat Your Skin” es de las películas más divertidas y prestas al jolgorio de la época y un absoluto clásico de la serie B/Z.
Del Tenney tuvo siempre muy claro que quería rodar una película de horror, que era el género que le dejaría pingües beneficios. De hecho el título inicial de producción iba a ser “Zombie”, pero de cara a los inversores y a los habitantes de la zona de Florida en la que estaban rodando, Tenney vendió el producto como una película de aventuras selváticas para toda la familia, y de ahí el título de “Caribbean Adventure” antes mencionado. Se las apañó para que todos pensasen en las películas de Tarzán y no en zombies vudú.
Así, “Caribbean Adventure” cuenta la historia de un escritor un tanto “viva la virgen”, que junto a su editor y la esposa de este, viajan hasta la llamada Isla Vudú con el plan de relajarse allí y sacar adelante su nuevo libro. La excusa que el editor le da a su trabajador para viajar hasta tan recóndito lugar, es que, por un accidente, un buen día la mayoría de población masculina murió, quedando en la isla cinco mujeres por cada hombre (luego cuando llegan allí, diría que hay tres tíos por cada tía, pero eso sería otro asunto). Una vez en la Isla, al escritor le hablan de ritos vudú y sacrificios y, cuando un zombie le ataca con un machete, de manera casi natural comienza a investigar. Resulta que el científico local, que está allí trabajando en una cura para el cáncer, descubre que con veneno de serpiente puede convertir a los humanos en zombies… así que deja a un lado sus investigaciones por el bien de la humanidad para zombificar a unos cuantos negros caribeños, actividad esta que mola más que curar el cáncer.
Desde luego un argumento genial que da como resultado una película tan tosca como divertida y que pasa en un santiamén porque es entretenida a más no poder. Eso sí, muy light en lo que a sangre y gore se refiere, porque no hay casi, y en todo caso podemos deleitarnos con los cutres maquillajes de los zombificados que son chabacanos y, sobre todo, extraños. Los ojos de los zombies parecen huevos cocidos o algo por el estilo.
Como fuere, Del Tenney no fue capaz de encontrar distribución para los cines de “Caribbean Adventure”, por lo que quedó con pufos y deudas mientras la película se pudría, sin estrenar, en un sucio almacén.
Unos años después, en 1971, otro exploiter de carácter más descarado, Jerry Gross, tenía entre manos, en calidad de distribuidor, una película absolutamente violenta y demencial dirigida por David Durston, la archiconocida “I Drink Your Blood”, aquí estrenada en su momento en vídeo como “Me bebo tu sangre”. Decidió que, en esos momentos, lo mejor sería estrenar la película en sesión doble con otro film, por ese motivo, y teniendo en cuenta que Del Tenney había fracasado en su empeño por estrenar la película, le compró los derechos de explotación de “Caribbean Adventure”, le cambió el título por “I Eat Your Skin” mucho más acorde con el de la película que estrenaba, y haciéndose acompañar por un póster terrible que a día de hoy forma parte de la historia del cine exploit, convirtió este en uno de los pases dobles más rentables y célebres de la época. Así que rentó de sobra ambas películas. Por supuesto, el título de “I Eat Your Skin” (me como tu piel), poco tenía que ver con la película ofertada, nadie absolutamente se come la piel de nadie en la cinta de Tenney, pero gracias a la artimaña de Gross, su película hoy ha pasado a los anales. Y aunque también se la conoce bajo los títulos de “Zombie”, “Vudú Blood Bath” o “Zombie Bloodbath”, dependiendo de la edición de vídeo o del momento en que se reestrenara, el título que ha prevalecido en el tiempo y por el que la película es popular, es por el estupendo “I Eat Your Skin”.
En su momento los chicos de Vial of Delicatessens (¡Ja!) barajaron la posibilidad de una edición española de la película en DVD que no llegó a fraguarse porque pilló justo en pleno declive del formato físico y las ventas de DVDS descendieron hasta cifras verdaderamente ridículas, pero el título castellano que se iba a registrar iba a ser “Zombie: Me como tu piel”.
Quizás en un futuro esta edición se haga realidad, aunque limitada a 50 unidades de DVD-R.
Por otra parte, Tenney, que después de esta película no volvió a dar señales de vida durante décadas, curiosamente regresó a la dirección por ahí los 2000 produciendo títulos como el neo-slasher “¿Quieres que te cuente un secreto?” del que también es guionista, o dirigiendo la película “Descendant” en 2003, despidiéndose así de manera definitiva del cine. Falleció en 2013.
Por lo demás, “I Eat Your Skin” es de las películas más divertidas y prestas al jolgorio de la época y un absoluto clásico de la serie B/Z.
Victor Olid
sábado, 11 de marzo de 2023
EL PILOTO (PLANE)
Había dejado "El Piloto" (o "Plane") para ver un fin de semana tonto porque, aún consciente que seguramente cumpliría con su función de producto desalmado pero entretenido, no las tenía todas conmigo. ¿Una peli de acción tardía con el plataformero Gerard Butler y aviones en CGI? ay, no sé, no sé.
No obstante, tampoco estaba dispuesto a prescindir de ella (como hago con algunas que me bajo, miro por encima y digo "Pfffff, qué pereza"), principalmente porque sabía que, en algún momento de la trama, se mostraba un avión de pasajeros pasándolo canutas, asunto este que me fascina tanto como aterra. Soy un yonki, me como todo lo que tenga que ver con accidentes aéreos. Hasta infrabasuras de Fred Olen Ray (bueno... tampoco tanto) Así que, sí, "El Piloto" iba a caer. Y cayó (nunca mejor expresado)
Un avión de pasajeros (poquitos, entre ellos un criminal escoltado) es sacudido por un rayo en plena tormenta, así que se ven obligados a descender. El piloto (Butler), que es un máquina, localiza un islote y logra posar el parato en el suelo. Todo pinta más o menos bien, hasta que descubren que es un lugar sin ley comandado por una panda de piratas muy chungos. Estos, inevitablemente, se enterarán de la llegada y secuestrarán al pasaje... menos al piloto (y al criminal, que tampoco resulta serlo tanto), quienes se pondrán manos a la obra, hombro con hombro, para rescatar a la peña y matar a los malos (si es que es necesario...y, afortunadamente, lo es)
Pues sí. No se lo voy a negar. Lo mejor de "El Piloto" lo localizarán en los primeros 25 minutos (el vuelo accidentado y su aterrizaje, realmente tenso) y los últimos 10 o 15. Tan claro lo tenía, que al terminar esa primera parte ampliamente gozosa -durante la que mi ojete se encontraba cerrado herméticamente, tan absorto que no pensaba en otra cosa... digo yo, no mi ojete- bromeé con aquello de "Ya puedes quitarla" Pero no, my friends.... resulta que lo que sigue está a la altura. Villanos crueles y terribles que disfrutas viendo morir (ojo al desenlace, casi salto del sofá), buenas dosis de violencia, con sus chorretones sangrantes, ritmo ágil, una trama clasicona pero no perezosa, directa al grano, perfecto acabado técnico y sus momentos de genuina emoción. Vamos, lo que en mi pueblo llamamos un solvente producto palomitero, de género puro, sin complicaciones, estridencias, ni pretensiones y agradablemente entretenido. Se la recomiendo, concho.
Produce Lionsgate. Jean-François Richet, director y franchute de nacimiento, tiene en su currículum el olvidable remake "Asalto al distrito 13" y la pasable "Blood Father".
No obstante, tampoco estaba dispuesto a prescindir de ella (como hago con algunas que me bajo, miro por encima y digo "Pfffff, qué pereza"), principalmente porque sabía que, en algún momento de la trama, se mostraba un avión de pasajeros pasándolo canutas, asunto este que me fascina tanto como aterra. Soy un yonki, me como todo lo que tenga que ver con accidentes aéreos. Hasta infrabasuras de Fred Olen Ray (bueno... tampoco tanto) Así que, sí, "El Piloto" iba a caer. Y cayó (nunca mejor expresado)
Un avión de pasajeros (poquitos, entre ellos un criminal escoltado) es sacudido por un rayo en plena tormenta, así que se ven obligados a descender. El piloto (Butler), que es un máquina, localiza un islote y logra posar el parato en el suelo. Todo pinta más o menos bien, hasta que descubren que es un lugar sin ley comandado por una panda de piratas muy chungos. Estos, inevitablemente, se enterarán de la llegada y secuestrarán al pasaje... menos al piloto (y al criminal, que tampoco resulta serlo tanto), quienes se pondrán manos a la obra, hombro con hombro, para rescatar a la peña y matar a los malos (si es que es necesario...y, afortunadamente, lo es)
Pues sí. No se lo voy a negar. Lo mejor de "El Piloto" lo localizarán en los primeros 25 minutos (el vuelo accidentado y su aterrizaje, realmente tenso) y los últimos 10 o 15. Tan claro lo tenía, que al terminar esa primera parte ampliamente gozosa -durante la que mi ojete se encontraba cerrado herméticamente, tan absorto que no pensaba en otra cosa... digo yo, no mi ojete- bromeé con aquello de "Ya puedes quitarla" Pero no, my friends.... resulta que lo que sigue está a la altura. Villanos crueles y terribles que disfrutas viendo morir (ojo al desenlace, casi salto del sofá), buenas dosis de violencia, con sus chorretones sangrantes, ritmo ágil, una trama clasicona pero no perezosa, directa al grano, perfecto acabado técnico y sus momentos de genuina emoción. Vamos, lo que en mi pueblo llamamos un solvente producto palomitero, de género puro, sin complicaciones, estridencias, ni pretensiones y agradablemente entretenido. Se la recomiendo, concho.
Produce Lionsgate. Jean-François Richet, director y franchute de nacimiento, tiene en su currículum el olvidable remake "Asalto al distrito 13" y la pasable "Blood Father".
Naxo Fiol
viernes, 10 de marzo de 2023
COSA DE BRUJAS
Otro de esos títulos españoles mediocres de la primera mitad de la década 00 que llegaban a nuestras salas un tanto sin saber por qué, y que el público olvidaba tan pronto como salía de la sala. “Cosa de brujas” destaca especialmente por una interpretación absolutamente subnormal por parte de Antonio Hortelano —que da vida a un mensajero un poco cortito… pero no tanto como él lo hace parecer— y la sensación inicial de que podemos estar ante un producto funcionalmente entretenido, hasta que la cosa se va de madre y ya no sabemos que demonios ocurre pasada media hora y, lo más triste, a esas alturas ya ni nos importa.
Se trata de una película de historias paralelas descolocadas que se cruzan entre sí formando de esta manera una sola, y con un guion tan enrevesado que hay que ser muy bueno para llevarlo a buen puerto. Da la casualidad que en este caso Amalio Cuevas y Agustín Póveda, responsables de “Bazar Viena” y “El chocolate del loro” respectivamente, son guionistas para salir del paso y están más preocupados de unir los cabos de este guion que de contarnos una buena historia, que, dicho sea de paso, puesta en orden, es una auténtica chorrada.
Un individuo de pasta pone una bomba para cargarse a un socio suyo. Durante la explosión aparecen dos extraños ancianos que le lanzan una maldición consistente en que sus sueños se van a cumplir, y que sabrá el motivo de todo ello cuando vea a un gato negro con una luna llena (¿?) Veinte años más tarde, un mensajero es protagonista de una serie de extraños sucesos que le llevarán a encontrar un gato negro y a conocer a la pareja de ancianos que, asimismo, le concederán la gracia de materializar sus deseos, que no van más allá de perder la virginidad y que le toque la primitiva. Por equis circunstancias acaba muriendo, y la acción nos traslada a lo que estaba pasando mientras, a través de los ojos de los otros personajes con los que se ha ido cruzando el mensajero durante su insulso relato. Un cristo en el que abundan las malas interpretaciones, el sinsentido y sobre todo la comedia involuntaria. Es tan ridícula que, para hacerla parecer menos, en las bases de datos de Internet se la cataloga de thriller con dosis de humor. Vamos, un poco como cuando el productor de “Fotos” recomendó a Elio Quiroga que dijera en la rueda de prensa de su estreno en Sitges que su película era una comedia para así justificar el hecho de que el público se estaba partiendo el culo.
El reparto asimismo es aleatorio a más no poder, y junto a Hortelano —al que habría que ponerle un monumento— tenemos muy desfasados a Pepe Sancho (excelente actor, hasta que le sueltan un poco la cuerda… y aquí no hay cuerda) y Manuel Manquiña (cuya secuencia esnifando cocaína y el recital de gestos y convulsiones con los que acompaña la esnifada son para darle un premio), Alberto San Juan haciendo de Alberto San Juan, Jorge Sanz, Pilar Bardem y Saturnino García ¡haciendo de hijo de la Bardem! También tenemos un papel protagónico para una modelo italiana, Manuela Arcuri, que tiene bastante peso en la historia y que en su casa conocerán. Eso sí, luce tanto palmito que uno se cuestiona si la muchacha está en la película exclusivamente para eso.
El director es José Miguel Juarez, que tuvo su momento de bonanza con su ópera prima en los 90, un film al servicio del entonces de moda Jorge Perugorría titulado “Dile a Laura que la quiero”, continuó con una cosa extraña sobre conquistadores con Bud Spencer titulada “Hijos del viento” y ya, después de “Cosa de brujas” no ha vuelto a dirigir película alguna.
En definitiva “Cosa de brujas” es bastante mala, pero entre las risas y que la cosa en general ha degenerado mucho desde 2003, pues uno se sienta y la ve de principio a fin tranquilamente, sin mirar el móvil.
Se trata de una película de historias paralelas descolocadas que se cruzan entre sí formando de esta manera una sola, y con un guion tan enrevesado que hay que ser muy bueno para llevarlo a buen puerto. Da la casualidad que en este caso Amalio Cuevas y Agustín Póveda, responsables de “Bazar Viena” y “El chocolate del loro” respectivamente, son guionistas para salir del paso y están más preocupados de unir los cabos de este guion que de contarnos una buena historia, que, dicho sea de paso, puesta en orden, es una auténtica chorrada.
Un individuo de pasta pone una bomba para cargarse a un socio suyo. Durante la explosión aparecen dos extraños ancianos que le lanzan una maldición consistente en que sus sueños se van a cumplir, y que sabrá el motivo de todo ello cuando vea a un gato negro con una luna llena (¿?) Veinte años más tarde, un mensajero es protagonista de una serie de extraños sucesos que le llevarán a encontrar un gato negro y a conocer a la pareja de ancianos que, asimismo, le concederán la gracia de materializar sus deseos, que no van más allá de perder la virginidad y que le toque la primitiva. Por equis circunstancias acaba muriendo, y la acción nos traslada a lo que estaba pasando mientras, a través de los ojos de los otros personajes con los que se ha ido cruzando el mensajero durante su insulso relato. Un cristo en el que abundan las malas interpretaciones, el sinsentido y sobre todo la comedia involuntaria. Es tan ridícula que, para hacerla parecer menos, en las bases de datos de Internet se la cataloga de thriller con dosis de humor. Vamos, un poco como cuando el productor de “Fotos” recomendó a Elio Quiroga que dijera en la rueda de prensa de su estreno en Sitges que su película era una comedia para así justificar el hecho de que el público se estaba partiendo el culo.
El reparto asimismo es aleatorio a más no poder, y junto a Hortelano —al que habría que ponerle un monumento— tenemos muy desfasados a Pepe Sancho (excelente actor, hasta que le sueltan un poco la cuerda… y aquí no hay cuerda) y Manuel Manquiña (cuya secuencia esnifando cocaína y el recital de gestos y convulsiones con los que acompaña la esnifada son para darle un premio), Alberto San Juan haciendo de Alberto San Juan, Jorge Sanz, Pilar Bardem y Saturnino García ¡haciendo de hijo de la Bardem! También tenemos un papel protagónico para una modelo italiana, Manuela Arcuri, que tiene bastante peso en la historia y que en su casa conocerán. Eso sí, luce tanto palmito que uno se cuestiona si la muchacha está en la película exclusivamente para eso.
El director es José Miguel Juarez, que tuvo su momento de bonanza con su ópera prima en los 90, un film al servicio del entonces de moda Jorge Perugorría titulado “Dile a Laura que la quiero”, continuó con una cosa extraña sobre conquistadores con Bud Spencer titulada “Hijos del viento” y ya, después de “Cosa de brujas” no ha vuelto a dirigir película alguna.
En definitiva “Cosa de brujas” es bastante mala, pero entre las risas y que la cosa en general ha degenerado mucho desde 2003, pues uno se sienta y la ve de principio a fin tranquilamente, sin mirar el móvil.
Victor Olid
lunes, 6 de marzo de 2023
AMITYVILLE COP
Yo supongo que, por lo que sea, la mera existencia de esto, aún a sabiendas de que me voy a encontrar con una puta mierda me provoca cierta curiosidad, habrá a lo largo y ancho del mundo personas que, al igual que a mí, en un momento dado les apetezca verlo aunque sea para comprobar en carnes propias qué demonios es. Porque por lo demás clama al cielo la poca vergüenza de sus artífices. Y es que en pleno 2022, cuando el espectador de cine ya está curado de todo espanto y, al contrario que en los años 70 u 80 es bastante difícil de engañar, lo que se vende con “Amityville Cop” es precisamente esa poca vergüenza que más arriba venía denunciando.
Entonces tenemos un nuevo exploit de Amityville que, para más inri, expolia el argumento —y hasta alguna escena— de “Maniac Cop”. Para acabar de hacerla atractiva, el otro reclamo que posee es que se rodó en medio de la pandemia de Covid-19.
Yo dudo bastante que, salvo los gacetilleros de poca monta como servidor, el público estándar de las plataformas de streaming —lugar para el que la película ha sido concebida— tenga el más mínimo interés en ver un impostado exploit de “Amityville” y “Maniac Cop”, entre otras cosas porque esas franquicias ya no son populares entre el espectador medio, así que van destinadas a un público muy concreto: El fan del cine de terror que consume muchas veces confundiendo velocidad con tocino. Pero no me refiero al fan respetable, aquél con cierto criterio y gusto por las buenas películas de terror, sino a aquél granudo, camisetero, heavymetalero y virgen que consume compulsivamente y que al ver la mezcla de ambas franquicias añejas suelta un “¡Wooow!” que quita el sentido. De esos debe haber unos cuantos que hagan rentable este tipo de productos, porque sino, no me lo explico. Un producto que peca, además, de autoparódico desde el primer momento, porque la cabecera de la productora de esto, que luce orgullosamente la etiqueta de “independiente”, no es más que un plagio de la de Fox Searchline elaborada de forma consciente con el fin de que el espectador piense: “Mira, han plagiado la cabecera de Fox Searchline”. No me creo que la cabecera esté hecha así para despistar.
La película se la pueden imaginar.
Un buen día comienzan a aparecer cadáveres de vagabundos. Por ese motivo, los miembros del cuerpo inician una investigación cuando se dan cuenta que los asesinatos han sido perpetrados por un policía de aspecto demoníaco que pulula por la zona. Pronto sabremos que este ha sido víctima de una especie de acto de posesión por parte de una sacerdotisa milenaria. Después de un par más de asesinatos, le dan caza y… fin.
El 85% de la película son conversaciones sin sentido, el siguiente 10% apariciones del policía endemoniado —y negro, por cierto, como la mayoría del reparto— y el 5% restante asesinatos fuera de cámara en los que, con suerte, veremos salpicaduras de sangre contra la pared. Y por supuesto ni está ambientada en Amityville, ni el argumento guarda relación alguna con la casa de los De Feo, pero supongo que comenzando el título por A, servirá a la película para aparecer de las primeras en las búsquedas en las plataformas de rigor.
La ley del mínimo esfuerzo para una película semi amateur cuyo resultado no importa en absoluto porque, como ya he dicho, lo que se vende es la poca vergüenza.
Por aquello del guiño al fan —y supongo que para limpiar su conciencia— te meten en una escena a Laurene Landon que aparecía en “Maniac Cop” y “Maniac Cop 2” y a tomar por culo.
Lo curioso del caso es quien se encuentra tras el engendro. Gregory Tanaka se autoproclama fan del cine de culto asiático y su negocio es la distribución de películas raras, misteriosas y desperadas en los Estados Unidos. Culpa suya es la reedición de algunas de las películas de Ed Wood, así como se encargó de distribuir en USA clásicos del cine de oriental como pueda ser “La guillotina voladora” o algunos de los primeros títulos de John Woo… no se que necesidad tenía de hacer “Amityville Cop”.
Como director solo ha hecho mierdas del estilo de esta, siendo probablemente la más popular la secuela tardía —de 2015— y posmoderna de una cosa que ya era posmoderna el año de su producción, 1991, muy popular entre los fans del cine malo titulada “Samurai Cop”.
En fin, una cosa de estas más. Lo inquietante es que, echando un ojo a las distintas plataformas cutres de streaming o a poco que investiguemos, nos daremos cuenta de que este tipo de morrallas se cuentan por cientos… Hombre, eso no es malo del todo, pero, sin duda, bueno tampoco.
Entonces tenemos un nuevo exploit de Amityville que, para más inri, expolia el argumento —y hasta alguna escena— de “Maniac Cop”. Para acabar de hacerla atractiva, el otro reclamo que posee es que se rodó en medio de la pandemia de Covid-19.
Yo dudo bastante que, salvo los gacetilleros de poca monta como servidor, el público estándar de las plataformas de streaming —lugar para el que la película ha sido concebida— tenga el más mínimo interés en ver un impostado exploit de “Amityville” y “Maniac Cop”, entre otras cosas porque esas franquicias ya no son populares entre el espectador medio, así que van destinadas a un público muy concreto: El fan del cine de terror que consume muchas veces confundiendo velocidad con tocino. Pero no me refiero al fan respetable, aquél con cierto criterio y gusto por las buenas películas de terror, sino a aquél granudo, camisetero, heavymetalero y virgen que consume compulsivamente y que al ver la mezcla de ambas franquicias añejas suelta un “¡Wooow!” que quita el sentido. De esos debe haber unos cuantos que hagan rentable este tipo de productos, porque sino, no me lo explico. Un producto que peca, además, de autoparódico desde el primer momento, porque la cabecera de la productora de esto, que luce orgullosamente la etiqueta de “independiente”, no es más que un plagio de la de Fox Searchline elaborada de forma consciente con el fin de que el espectador piense: “Mira, han plagiado la cabecera de Fox Searchline”. No me creo que la cabecera esté hecha así para despistar.
La película se la pueden imaginar.
Un buen día comienzan a aparecer cadáveres de vagabundos. Por ese motivo, los miembros del cuerpo inician una investigación cuando se dan cuenta que los asesinatos han sido perpetrados por un policía de aspecto demoníaco que pulula por la zona. Pronto sabremos que este ha sido víctima de una especie de acto de posesión por parte de una sacerdotisa milenaria. Después de un par más de asesinatos, le dan caza y… fin.
El 85% de la película son conversaciones sin sentido, el siguiente 10% apariciones del policía endemoniado —y negro, por cierto, como la mayoría del reparto— y el 5% restante asesinatos fuera de cámara en los que, con suerte, veremos salpicaduras de sangre contra la pared. Y por supuesto ni está ambientada en Amityville, ni el argumento guarda relación alguna con la casa de los De Feo, pero supongo que comenzando el título por A, servirá a la película para aparecer de las primeras en las búsquedas en las plataformas de rigor.
La ley del mínimo esfuerzo para una película semi amateur cuyo resultado no importa en absoluto porque, como ya he dicho, lo que se vende es la poca vergüenza.
Por aquello del guiño al fan —y supongo que para limpiar su conciencia— te meten en una escena a Laurene Landon que aparecía en “Maniac Cop” y “Maniac Cop 2” y a tomar por culo.
Lo curioso del caso es quien se encuentra tras el engendro. Gregory Tanaka se autoproclama fan del cine de culto asiático y su negocio es la distribución de películas raras, misteriosas y desperadas en los Estados Unidos. Culpa suya es la reedición de algunas de las películas de Ed Wood, así como se encargó de distribuir en USA clásicos del cine de oriental como pueda ser “La guillotina voladora” o algunos de los primeros títulos de John Woo… no se que necesidad tenía de hacer “Amityville Cop”.
Como director solo ha hecho mierdas del estilo de esta, siendo probablemente la más popular la secuela tardía —de 2015— y posmoderna de una cosa que ya era posmoderna el año de su producción, 1991, muy popular entre los fans del cine malo titulada “Samurai Cop”.
En fin, una cosa de estas más. Lo inquietante es que, echando un ojo a las distintas plataformas cutres de streaming o a poco que investiguemos, nos daremos cuenta de que este tipo de morrallas se cuentan por cientos… Hombre, eso no es malo del todo, pero, sin duda, bueno tampoco.
Victor Olid
sábado, 4 de marzo de 2023
EL 4º HOMBRE
Un escritor amargado, alcohólico, misántropo y, lo que es más importante, homosexual torturado, acude a un pueblucho para dar una conferencia. Allí conoce a una mujer misteriosa con la que se lía, básicamente porque le recuerda a un jovencito, uno como el que vio en la estación de tren antes de partir. Pues bien, resulta que este es otro amante de la misma pava. El prota, que estaba listo para escapar de ella, decide venderle la moto que se queda con la excusa de dedicarle un libro, pero su verdadera intención consiste en conocer y follarse al efebo. Lo que no sabe todavía, es que todos los maridos de la tipa han muerto en extrañas circunstancias. Eran tres... ha llegado el momento de un cuarto.
Thriller psicológico dirigido en 1983 por el gran Paul Verhoeven, dentro de terreno Holandés, según un guion de Gerard Reve, inspirado a su vez en una novela de Gerard Soeteman (con tanto Gerard, es lógico que el protagonista de la historia se llame igual) Le acompañan nombres propios y autóctonos que luego también harían carrera en Hollywood como el de Jan de Bont dándole lustre a la fotografía, y los rostros de Renée Soutendijk (pueden verla jugueteando con una polla de verdad, sin truco, en otro film previo de Verhoeven, "Vivir a tope") o Jeroen Krabbé (también habitual del cineasta. En su carrera angloparlante haría papeles para "Vengador", "007: Alta Tensión" o "El fugitivo", nada menos. Por cierto, y hablando de nabos, en "El 4º hombre" lo muestra alegremente) Se une a la party Hans Veerman, que tuvo papelito ese mismo año en "El ascensor", del otro holandés ilustre Dick Maas.
En esencia, la peli narra las trifulcas de una viuda negra. Pero siendo el director quien es, viene trufada de mucha locura, imágenes de impacto (con sus dosis de gore. Ojo al accidente brutal en el que un personaje pierde, además de la vida, un... pues eso, ojo. Todo ello obra del legendario Christopher "En compañía de lobos", "El hombre elefante" Tucker) y bastante material provocador a costa del catolicismo. Todo muy en plan simbólico y con ciertas dosis surreales que, no me extrañaría -sobre todo por la fijación con el globo ocular- algún listo calificara de Buñuelianas.
"El 4º hombre" básicamente viene a decir que las mujeres son más malas que el demonio o, parafraseando a mi ex-suegro: "el ser más despreciable de la tierra" ¡palabras suyas, no mías! Encontrándome como me encuentro -mientras escribo- en plena ruptura con mi pareja, resulta muy difícil no dejarse llevar y calificarlo como certera verdad. Seguro que Verhoeven no pretendía limitarse a una idea tan troglodita y haya más chicha detrás... pero a mi, en este momento, me la suda. Creo lo que quiero creer y digo, "Gracias Paul por una película no especialmente brillante y, sin embargo, tan visible, valiente, fresca, felizmente alejada de la mojigatería del cine norteamericano y deliciosamente misógina".
Thriller psicológico dirigido en 1983 por el gran Paul Verhoeven, dentro de terreno Holandés, según un guion de Gerard Reve, inspirado a su vez en una novela de Gerard Soeteman (con tanto Gerard, es lógico que el protagonista de la historia se llame igual) Le acompañan nombres propios y autóctonos que luego también harían carrera en Hollywood como el de Jan de Bont dándole lustre a la fotografía, y los rostros de Renée Soutendijk (pueden verla jugueteando con una polla de verdad, sin truco, en otro film previo de Verhoeven, "Vivir a tope") o Jeroen Krabbé (también habitual del cineasta. En su carrera angloparlante haría papeles para "Vengador", "007: Alta Tensión" o "El fugitivo", nada menos. Por cierto, y hablando de nabos, en "El 4º hombre" lo muestra alegremente) Se une a la party Hans Veerman, que tuvo papelito ese mismo año en "El ascensor", del otro holandés ilustre Dick Maas.
En esencia, la peli narra las trifulcas de una viuda negra. Pero siendo el director quien es, viene trufada de mucha locura, imágenes de impacto (con sus dosis de gore. Ojo al accidente brutal en el que un personaje pierde, además de la vida, un... pues eso, ojo. Todo ello obra del legendario Christopher "En compañía de lobos", "El hombre elefante" Tucker) y bastante material provocador a costa del catolicismo. Todo muy en plan simbólico y con ciertas dosis surreales que, no me extrañaría -sobre todo por la fijación con el globo ocular- algún listo calificara de Buñuelianas.
"El 4º hombre" básicamente viene a decir que las mujeres son más malas que el demonio o, parafraseando a mi ex-suegro: "el ser más despreciable de la tierra" ¡palabras suyas, no mías! Encontrándome como me encuentro -mientras escribo- en plena ruptura con mi pareja, resulta muy difícil no dejarse llevar y calificarlo como certera verdad. Seguro que Verhoeven no pretendía limitarse a una idea tan troglodita y haya más chicha detrás... pero a mi, en este momento, me la suda. Creo lo que quiero creer y digo, "Gracias Paul por una película no especialmente brillante y, sin embargo, tan visible, valiente, fresca, felizmente alejada de la mojigatería del cine norteamericano y deliciosamente misógina".
Naxo Fiol
viernes, 3 de marzo de 2023
EL TÍO DEL SACO Y EL INSPECTOR LOBATÓN
Extraña, ignota, a todas luces innecesaria, chabacana y fraudulenta secuela de “El violador violado” Dirigida por el experiodista franquista Juan José Porto, que más rancia si cabe que su predecesora, peor rodada y más pobre, llegó a nuestras pantallas en plenos años 90 cuando este tipo de subproductos de serie Z no tenían cabida en nuestros cines. El cine español ya andaba dando cobertura a los Armero, Martínez - Lázaro y Gómez Pereira de rigor en aquellos años y, un subproducto como este, tan tosco, tan de otra época, todavía me estoy preguntando como es que consiguió distribución de algún tipo. Obviamente esta fue ínfima, yendo la película a parar a unos cuantos cines de barrio de provincias y congregando en total a poco más de 1000 espectadores del año 1993, cifra que para aquellos años, es pasar completamente inadvertido. Posteriormente, su vida en vídeo de alquiler no fue mucho más fructífera.
Como fan de “El violador violado”, que según mi fuero considero la peor película española de todos los tiempos, había oído hablar sobre su secuela, esta “El tío del saco y el inspector Lobatón” durante años, sin que nada indicara que existiera o se hubiera estrenado. Llegué a dudar de su concepción al verme incapaz de encontrar un dato que confirmara su existencia. En plena década de 2000, no había nada. Cero. Ni un triste fotocromo, ni un fotograma. Pero justo cuando ya había desistido en la búsqueda de algo relacionado con esta película, cuando uno menos se lo espera, aparece por todos lados teniendo copias de la misma en VHS a precios prohibitivos en Todocolección y, mejor todavía, algún alma caritativa se ha molestado en colgarla en Internet. Y su visionado supera las expectativas.
“El tío del saco y el Inspector Lobatón” traslada la acción ocho años después de lo acontecido en “El violador violado”. El tío del saco tiene a toda la policía en vilo porque durante todo este tiempo el individuo ha violado mujeres de entre 16 a 116 años y no son capaces de capturarle. El inspector Lobatón junto con “El Paja”, también conocido como “El Harry el sucio español”—e interpretado por el entrañable Carlos Lucas— se están volviendo locos en la investigación cuando aparece Dorita, la mujer que violó al tío del saco en el pasado (en la anterior película) y que le busca porque, casadera como está, considera que el tío del saco es el hombre ideal para ella. Como cambia la actriz (María Mateo en la primera película, en esta, Adriana Vega) solucionan este problema haciendo que ella haya cambiado de aspecto gracias a la cirugía estética y fin de la historia.
Realmente esta sinopsis queda bastante clara, pero he tenido que hacer grandes esfuerzos para reconstruirla y redactarla, porque lo cierto es que la película es tal desbarajuste que uno no se entera de nada. Ni falta que hace porque el interés que pueda despertar la trama en el posible espectador es cero.
Pero lo mejor de todo esto es que la sinopsis ocupa tan solo la primera media hora de la película porque “El tío del saco y el inspector Lobatón” es un corta pega descarado y sin ningún tipo de vergüenza. A la media hora exacta de metraje, Dorita cuenta su historia y, a través del flashback, se nos ofrece un resumen de otra media hora de duración de “El violador violado” que con cartelitos explicativos en los que no se entiende nada y metraje rescatado de la misma, nos van contando de inicio a fin todo lo acontecido en la película predecesora. El resto de celuloide hasta llegar a la hora y diez lo componen los títulos de crédito, excesivos en duración y para el lucimiento, al igual que en la primera película, del historietísta granadino Soria —intuyo que amigo de Porto— o el rodillo de créditos final, también largo en exceso, y en el que encima tienen la jeta de incluir al reparto original de “El violador violado” —es decir, Nadiuska, Ricardo Merino, Luis Lorenzo…—que no solo no aparecen ni en uno de los fotogramas originales de este film, sino que, a buen seguro, no vieron ni un duro. Eso sí, añadieron, por todo el morro, un título más a sus respectivas filmografías.
Los actores que sí que aparecen en el negativo original son Quique Camorras, los anteriormente mencionados Adriana Vega y Carlos Lucas, y Antonio Bravo.
Una película absolutamente espeluznante. Terrible. Verla para creerla y, como las genuinas películas malas, sin un ápice de gracia, elementos sorpresivos ni sobreactuaciones épicas como para que los popes del posmodernismo la adopten y generen un culto forzado, gracias a dios. El nombre de Porto no suena a diestro y siniestro en esos pozos de cine malo en Internet, lo cual está muy bien porque hay que tener dos cojones muy gordos, como los que tenemos en "Aquí Vale Todo", para aguantar esto. Y toneladas de paciencia. Y arrojo. Y valentía. Y estupidez.Y...
Como fan de “El violador violado”, que según mi fuero considero la peor película española de todos los tiempos, había oído hablar sobre su secuela, esta “El tío del saco y el inspector Lobatón” durante años, sin que nada indicara que existiera o se hubiera estrenado. Llegué a dudar de su concepción al verme incapaz de encontrar un dato que confirmara su existencia. En plena década de 2000, no había nada. Cero. Ni un triste fotocromo, ni un fotograma. Pero justo cuando ya había desistido en la búsqueda de algo relacionado con esta película, cuando uno menos se lo espera, aparece por todos lados teniendo copias de la misma en VHS a precios prohibitivos en Todocolección y, mejor todavía, algún alma caritativa se ha molestado en colgarla en Internet. Y su visionado supera las expectativas.
“El tío del saco y el Inspector Lobatón” traslada la acción ocho años después de lo acontecido en “El violador violado”. El tío del saco tiene a toda la policía en vilo porque durante todo este tiempo el individuo ha violado mujeres de entre 16 a 116 años y no son capaces de capturarle. El inspector Lobatón junto con “El Paja”, también conocido como “El Harry el sucio español”—e interpretado por el entrañable Carlos Lucas— se están volviendo locos en la investigación cuando aparece Dorita, la mujer que violó al tío del saco en el pasado (en la anterior película) y que le busca porque, casadera como está, considera que el tío del saco es el hombre ideal para ella. Como cambia la actriz (María Mateo en la primera película, en esta, Adriana Vega) solucionan este problema haciendo que ella haya cambiado de aspecto gracias a la cirugía estética y fin de la historia.
Realmente esta sinopsis queda bastante clara, pero he tenido que hacer grandes esfuerzos para reconstruirla y redactarla, porque lo cierto es que la película es tal desbarajuste que uno no se entera de nada. Ni falta que hace porque el interés que pueda despertar la trama en el posible espectador es cero.
Pero lo mejor de todo esto es que la sinopsis ocupa tan solo la primera media hora de la película porque “El tío del saco y el inspector Lobatón” es un corta pega descarado y sin ningún tipo de vergüenza. A la media hora exacta de metraje, Dorita cuenta su historia y, a través del flashback, se nos ofrece un resumen de otra media hora de duración de “El violador violado” que con cartelitos explicativos en los que no se entiende nada y metraje rescatado de la misma, nos van contando de inicio a fin todo lo acontecido en la película predecesora. El resto de celuloide hasta llegar a la hora y diez lo componen los títulos de crédito, excesivos en duración y para el lucimiento, al igual que en la primera película, del historietísta granadino Soria —intuyo que amigo de Porto— o el rodillo de créditos final, también largo en exceso, y en el que encima tienen la jeta de incluir al reparto original de “El violador violado” —es decir, Nadiuska, Ricardo Merino, Luis Lorenzo…—que no solo no aparecen ni en uno de los fotogramas originales de este film, sino que, a buen seguro, no vieron ni un duro. Eso sí, añadieron, por todo el morro, un título más a sus respectivas filmografías.
Los actores que sí que aparecen en el negativo original son Quique Camorras, los anteriormente mencionados Adriana Vega y Carlos Lucas, y Antonio Bravo.
Una película absolutamente espeluznante. Terrible. Verla para creerla y, como las genuinas películas malas, sin un ápice de gracia, elementos sorpresivos ni sobreactuaciones épicas como para que los popes del posmodernismo la adopten y generen un culto forzado, gracias a dios. El nombre de Porto no suena a diestro y siniestro en esos pozos de cine malo en Internet, lo cual está muy bien porque hay que tener dos cojones muy gordos, como los que tenemos en "Aquí Vale Todo", para aguantar esto. Y toneladas de paciencia. Y arrojo. Y valentía. Y estupidez.Y...
Victor Olid