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lunes, 13 de marzo de 2023

I EAT YOUR SKIN

Antes de volverse un clásico de las sesiones dobles de los años 70 —por obra y gracia de Jerry Gross que la convirtió en una película popular— y un título recurrente cuando de cine exploit hablamos, “I Eat Your Skin” fue una pequeña producción de horror y aventuras titulada “Caribbean Adventure”, que dirigida en 1964 por un exploiter de la época, Del Tenney, y pese a contener unas modestas dosis de truculencia, en realidad era una obra más deudora de los seriales de aventuras de los años 40 que de cualquier otra cosa. Con todo, tenía zombies, sexo soterrado, ritos vudú, violencia, algo de racismo y hasta ciertas dosis de humor negro. También mucha comedia involuntaria como era normal en cualquier serie B (tirando a Z) clásica que se precie. En definitiva, la película era puro desmadre.
Del Tenney tuvo siempre muy claro que quería rodar una película de horror, que era el género que le dejaría pingües beneficios. De hecho el título inicial de producción iba a ser “Zombie”, pero de cara a los inversores y a los habitantes de la zona de Florida en la que estaban rodando, Tenney vendió el producto como una película de aventuras selváticas para toda la familia, y de ahí el título de “Caribbean Adventure” antes mencionado. Se las apañó para que todos pensasen en las películas de Tarzán y no en zombies vudú.
Así, “Caribbean Adventure” cuenta la historia de un escritor un tanto “viva la virgen”, que junto a su editor y la esposa de este, viajan hasta la llamada Isla Vudú con el plan de relajarse allí y sacar adelante su nuevo libro. La excusa que el editor le da a su trabajador para viajar hasta tan recóndito lugar, es que, por un accidente, un buen día la mayoría de población masculina murió, quedando en la isla cinco mujeres por cada hombre (luego cuando llegan allí, diría que hay tres tíos por cada tía, pero eso sería otro asunto). Una vez en la Isla, al escritor le hablan de ritos vudú y sacrificios y, cuando un zombie le ataca con un machete, de manera casi natural comienza a investigar. Resulta que el científico local, que está allí trabajando en una cura para el cáncer, descubre que con veneno de serpiente puede convertir a los humanos en zombies… así que deja a un lado sus investigaciones por el bien de la humanidad para zombificar a unos cuantos negros caribeños, actividad esta que mola más que curar el cáncer.
Desde luego un argumento genial que da como resultado una película tan tosca como divertida y que pasa en un santiamén porque es entretenida a más no poder. Eso sí, muy light en lo que a sangre y gore se refiere, porque no hay casi, y en todo caso podemos deleitarnos con los cutres maquillajes de los zombificados que son chabacanos y, sobre todo, extraños. Los ojos de los zombies parecen huevos cocidos o algo por el estilo.
Como fuere, Del Tenney no fue capaz de encontrar distribución para los cines de “Caribbean Adventure”, por lo que quedó con pufos y deudas mientras la película se pudría, sin estrenar, en un sucio almacén.
Unos años después, en 1971, otro exploiter de carácter más descarado, Jerry Gross, tenía entre manos, en calidad de distribuidor, una película absolutamente violenta y demencial dirigida por David Durston, la archiconocida “I Drink Your Blood”, aquí  estrenada en su momento en vídeo como “Me bebo tu sangre”. Decidió que, en esos momentos, lo mejor sería estrenar la película en sesión doble con otro film, por ese motivo, y teniendo en cuenta que Del Tenney había fracasado en su empeño por estrenar la película, le compró los derechos de explotación de “Caribbean Adventure”, le cambió el título por “I Eat Your Skin” mucho más acorde con el de la película que estrenaba, y haciéndose acompañar por un póster terrible que a día de hoy forma parte de la historia del cine exploit, convirtió este en uno de los pases dobles más rentables y célebres de la época. Así que rentó de sobra ambas películas. Por supuesto, el título de “I Eat Your Skin” (me como tu piel), poco tenía que ver con la película ofertada, nadie absolutamente se come la piel de nadie en la cinta de Tenney, pero gracias a la artimaña de Gross, su película hoy ha pasado a los anales. Y aunque también se la conoce bajo los títulos de “Zombie”, “Vudú Blood Bath” o “Zombie Bloodbath”, dependiendo de la edición de vídeo o del momento en que se reestrenara, el título que ha prevalecido en el tiempo y por el que la película es popular, es por el estupendo “I Eat Your Skin”.
En su momento los chicos de Vial of Delicatessens (¡Ja!) barajaron la posibilidad de una edición española de la película en DVD que no llegó a fraguarse porque pilló justo en pleno declive del formato físico y las ventas de DVDS descendieron hasta cifras verdaderamente ridículas, pero el título castellano que se iba a registrar iba a ser “Zombie: Me como tu piel”.
Quizás en un futuro esta edición se haga realidad, aunque limitada a 50 unidades de DVD-R.
Por otra parte, Tenney, que después de esta película no volvió a dar señales de vida durante décadas, curiosamente regresó a la dirección por ahí los 2000 produciendo títulos como el neo-slasher “¿Quieres que te cuente un secreto?” del que también es guionista, o dirigiendo la película “Descendant” en 2003, despidiéndose así de manera definitiva del cine. Falleció en 2013.
Por lo demás, “I Eat Your Skin” es de las películas más divertidas y prestas al jolgorio de la época y un absoluto clásico de la serie B/Z.

sábado, 7 de febrero de 2009

BOOGEYMAN 2 (LA OTRA)

Para moverse en el campo de la serie Z hay que ser muy astuto, pero también gastar un morro considerable. No es la primera vez que la secuela de un éxito menor utiliza el suficiente metraje de su antecesora como para llenar más de la mitad de los 90 minutos de duración, en un intento desesperado por ahorrarse unos cuantos dólares y estafar a los fans del género. Si un 50% de la película "Boogeyman 2" son escenas de "Boogeyman 1", el restante 50% tiene toda la pinta de haberse improvisado en un fin de semana sin invertir ni un centavo.
Ulli Lommel, figura de culto en algunos circuitos, pertenecía a la cuadrilla de actores de los que el venerado cineasta Alemán Rainer Werner Fassbinder solía echar mano. Llegados los 70, Lommel decidió saltar a la dirección y lo hizo con una versión pasada de vueltas y muy coñazo de "M, el vampiro de Dusseldorf" que tituló "La ternura de los lobos". Poco después, el buen hombre decidió viajar a las Américas y entró de lleno a formar parte del universo "underground" neoyorquino que reflejaría en varias de sus más extrañas películas, "Cocaine Cowboys" y "Blank Generation", ambas con el mítico Andy Warhol interpretando pequeños papeles. Justo en ese período, Lommel pasaría a convertirse en un director, actor y guionista que mezclaba sin complejos elementos própios del cine de autor con otros puramente "exploitation". De este período surgieron varias pequeñas películas de horror, pero sólo una logró dejar huella, la mentada "Boogeyman".
Rodada el año 1980, producida por el rey de la roña Jerry Gross y con un cascado John Carradine en el reparto, la película narraba la historia de un cristal con el poder de asesinar a todo bicho viviente. El inesperado, y seguro que modesto, éxito de la cinta, llevó a su equipo a pensar en una segunda parte que finalmente se rodaría en 1982 y en la que Ulli Lommel ejercería de productor, actor (interpretando a un frustrado director de cine al que los productores le obligan a incluir más sexo y violencia en su película) y co-director sin acreditar. El que sí firmó fue Bruce Starr. El papel principal recayó en manos de Suzanna Love, en ese momento esposa de Lommel.
Para explicarnos la sencilla historia que se oculta tras "Boogeyman 2", el productor incluye a lo largo de más de media película escenas y asesinatos varios a modo de flash back extraídos directamente de la primera parte. Una vez exprimido el material de base, los cineastas se esfuerzan en mostrarnos los crímenes más baratos, ridículos e improvisados sobre la marcha que nunca antes un fotograma había osado inmortalizar. Es evidente que el nuevo material de "Boogeyman 2" se hizo a todo correr y con el sano espíritu amateur de sacarle el máximo partido a todo. Una manera como cualquier otra de facturar un largometraje que dé dividendos sin invertir ni un céntimo.
Pues la cosa debería salirles bien, porque en 1994 Lommel volvería a las tareas de productor (y co-director no acreditado) en "Boogeyman 3", película que no he visto y de la que poco se sabe.
Después de un tiempo desaparecido, y gracias al auge del video digital, Lommel regresaría con fuerza a inicios del siglo XXI realizando títulos de bastante dificultosa catadura, como "Zombie Nation", o varios retratos muy asá de psycho-killers reales.

lunes, 20 de julio de 2020

TEENAGE MOTHER

El legendario Jerry Gross, antes de convertirse en el rey de la sesión doble y en uno de los distribuidores de cine exploitation con más vista comercial de la historia, dirigió un par de películas en las que ya dejaba más que patente su gusto por el sensacionalismo y lo escabroso. Así que en 1967 y como segunda película de su escueta filmografía, se casca un film de aires modernistas, de naturaleza tan marcadamente exploit, que su visionado casi abruma por la cantidad de incorrección política que se gasta en apenas hora y diez de metraje. Se trata de “Teenage Mother”. 
El tema de las adolescentes embarazadas es algo que les encanta a los americanos. De hecho, hasta el día de hoy, sigue siendo uno de los temas líderes a la hora de tocar el morbo, con reality shows como el “Embarazada a los 16” de MTV, que tenía unas audiencias de miedo. Pero en esta extraña película, el embarazo de la protagonista, no es más que una forma comercial de llamar la atención, para una película que, sí, tiene una adolescente embarazada, pero también traficantes de droga, jóvenes adictos a la marihuana y la cocaína, varios intentos de violación, delincuencia juvenil y, para aumentar el morbo, una escena de archivo con el nacimiento de un bebé que, para traerlo al mundo, se han tenido que servir del uso de violentos fórceps, en lo que es la secuencia más explícita de toda la película. Esa escena, más la inclusión de una subtrama en la que una profesora da clases de anatomía y sexo a los adolescentes, ya la convalidan como una cinta adscrita a esa repugnante corriente de falso cine educativo que fueron los “higyene films”. A todo eso, y para captar al público adolescente, añádanle unas ingentes dosis de música yeyé con las consiguientes escenitas de jovencitos bailoteando el los guateques. Todo muy de los 60.
Olvídense de la muchacha con barrigón del póster: No hay bombos tan contundentes en la película, del mismo modo que ni tan siquiera aparece en esta la muchacha que lo porta en ese cartel.
Así tenemos una parejita que tiene relaciones extramatrimoniales. Por otro lado, tenemos a la profesora de anatomía que les instruye en la materia sexual. Tras pegar un polvo, la parejita protagonista se las verá y deseará con su progenie, cuando ella finge quedarse  embarazada. La asociación de padres de alumnos, culpará del embarazo de la adolescente a la profesora, que por designios de nuestro señor, será asaltada y casi violada por unos jovencitos drogados, liderados por un cocainómano que está a las órdenes de un narco de la tercera edad que le instará a que venda la droga en el instituto de manera violenta. Y, por supuesto, el niño nacerá en un quirófano —o eso parece representar el material de archivo metido ahí a cholón—.
Todo eso nos cuenta “Teenage Mother”. Pero no se dejen engañar por el dinamismo con el que desarrollo la sinopsis: La película se toma su tiempo, y por cada escena más o menos interesante o con un mínimo de acción, veremos eternas escenas de diálogo o escenas correspondientes a las clases de anatomía de la profesora protagonista. Así que, evidentemente, nos aburrimos un poco. Pero dentro de lo que es el cine exploitation de aquella época, esta está medio divertida, gracias a que todo lo que sucede en la película es excesivo.
Más divertido resulta el hecho de que, con el revival sufrido en los USA con este tipo de films a mediados de la década de 00, los aficionados lleguen a afirmar que el equivalente actual a una película con las características de “Teenage Mother” sería “Juno” de Jason Reitman, y no van mal encaminados, sólo que “Juno” es, sin duda, mucho más aburrida que “Teenage Mother” y además tenemos que soportar a la estúpida de Ellen Page.
Por otro lado cabe destacar la frase promocional con la que va acompañada la película, que viene a decir algo así como “La película que explica todo lo que los padres no se atreven a contar”. Pero es que si en la vida real sucedieran las cosas que, con tanta alegría, suceden en el filme, es normal que los padres no se atrevan a contarlo…
Del reparto, compuesto por actores muy malos que no volvieron a aparecer en más películas, destaco el permanente rictus risueño del protagonista, Frederick Riccio, que parece un sosias de John Stamos customizado para aparecer en una película de los años 60. Sin embargo la chica, Arlenne Farber, mostró alegremente su culito al lado del de una jovencísima, pizpireta y deshinibida Debra Winger en la sex comedy “Slumber Party (Fantasías sexuales)”, así como apareció en otros títulos de naturaleza exploit, para acabar apareciendo en calidad de muy secundaria en “French Connection”.
Por otro lado, tenemos la aparición de un joven Fred Willard, que hacía unos de sus primeros pinitos en el cine con esta fruslería.
Dicho lo dicho, bien, divertida. Se puede ver y se puede uno echar unas risillas.

lunes, 16 de septiembre de 2019

ADIOS, EMMANUELLE

Si hay que oficializar hasta lo purista la saga de “Emmanuelle”, esta “Adiós Emmanuelle” sería la ultima película oficial de lo que podríamos considerar una trilogía  con Sylvia Kristel a la cabeza (a partir de la cuarta película, “Emmanuel IV”, la Kristel aparece de manera testimonial, en pequeños cameos, nunca más como protagonista).
Para ese año de producción 1977, el personaje de Emmanuelle ya era un fenómeno del erotismo que encontró en las pequeñas salas de barrio de medio mundo y en el subproducto (las “Emanuelles negras” y derivados) su campo de acción, por lo que ante el erotismo rancio, violento y a la italiana de los apócrifos italoparlantes, la saga original no era más que un producto de escaso interés para el pajillero. Ante los objetivos aceitosos de esos productos, la sofisticación —y la superioridad moral— swinger del personaje creado teóricamente por Emmaniuelle Arsan, no era más que morralla soft para ancianos aburguesados que continuaban masturbándose ante la visión de una ya ajada y contrahecha Sylvia Kristel.
Pero al margen de su público natural, lo verdadero es que, no me tiembla la voz al aseverar que, probablemente, “Adiós Emmanuelle” se encuentre entre las dos o tres peores películas de la saga, incluidas las apócrifas. Está a la altura, incluso, de la de Jess Franco. Nada. Ni puta gracia. Celuloide desechable.
Y es que en esta ocasión, lo que cambia es el escenario dónde Emmanuelle se pasa por la piedra todo lo que se mueve; nos plantamos en las islas Seychelle y, venga, a follisquear.  Sin embargo, esas islas Seychelle salen muy mal paradas en la película, porque salvo por algunos planos de recurso exteriores, la integridad de la película sucede en interiores. Con lo cual tenemos un folletín tremendamente aburrido donde las parejas hablan y hablan y, de vez en cuando, echan algún polvete muy soft y recortado —dicen que existe una versión X de la cinta cuyos derechos pertenecieron al mítico exploiter Jerry Gross, quien en su momento exhibiera cintas tan célebres como “Me bebo tu sangre/ Perros rabiosos” o llevara el Mondo a salas americanas—. Un pestiño de los de padre y muy señor mío.
En esta ocasión, Emmanuelle, casada, suponemos, que por enésima vez, hace uso de su sexualidad acompañada por su marido en las Islas Seychelle. Económicamente bien posicionados, no dudan en montárselo con el servicio, o con otros matrimonios afines mientras se les llena la boca con discursos trasnochados (a día de hoy) sobre la libertad sexual. Lo malo es que un director de cine acude a la zona en busca de localizaciones para su próxima película, una película de folleteo y de temática, como no, swinger, del que Emmanuelle acabará encaprichándose y al que, lógicamente, se tirará sin atisbo de culpa. Por supuesto, el lío se montará cuando el marido, al cual se le ha llenado la boca con lo de la libertad cuando se ha puesto las botas con su mujer y la criada negra, le entran unos celos terribles al ver que el del cine se la trajina mejor que él,  por lo que Emmanuelle, querrá poner pies en polvorosa.
“Adiós Emmanuelle” debía ser rancia incluso para los estándares de 1977.
Nada, una película muerta cuya única razón de ser consiste en ser parte de una saga mítica. Más allá de eso, es una película muerta. Fílmica y eróticamente.
Dirige la película, poniendo, eso sí, mucho empeño en la fotografía que es muy bonita, el franchute Françoise Leterrier, conocido por ser el protagonista del clásico de Robert Bresson “Un condenado a muerte se ha escapado” y que posteriormente se granjeó una carrera como director en la que su película más popular, sin duda, es la que nos ocupa.
Como anécdota contar que en año 1980, dos individuos desaliñados con unos pocos dólares en el bolsillo, se paseaban por el mercado de films del festival de Cannes de 1980 buscando alguna película que distribuir en los Estados Unidos. Compraron “Adiós Emmanuelle” pasa su exhibición en las américas y la estrenaron en circuitos reducidos, pero supieron sacarle beneficio a la película con las ventas a las televisiones, que la programaban en pases de madrugada. Estos individuos eran Bob y Harvey Weinstein y su compañía, se llamaba Miramax. Ergo, la primera película que distribuiría la Miramax en su tortuosa existencia, fue esta “Adiós Emmanuelle” que, por supuesto, les reportaría unos buenos cuartos.