viernes, 9 de julio de 2021

EL SEDUCTOR

Empezaré esta reseña diciendo lo que, en pleno 2021, es ya un cliché: que “El seductor” es una película que sería imposible rodar hoy.
Pero en los 90, y deudoras directas de “El Graduado”, “My Tutor” y tantas otras sex comedies, era normal y corriente que en cine español se hicieran películas de iniciación sexual. Un par de años antes fue “Chechu y familia”, película que comparte con esta guionista (ambas están escritas por Rafael Azcona) y argumento —Un joven de 15 años hará lo imposible por follarse a una tía mayor que forma parte de su día a día— y, siendo prácticamente idénticas, lo único que cambian son las circunstancias. En “Chechu y familia” el chaval se queda prendado de la criada, en esta “El seductor”, el protagonista bebe los vientos por la lasciva (y con pinta de tener dos o tres venéreas de las chungas) vecina del chalet de al lado. Así, tenemos a Cosme, un quinceañero que  tiene muy buenas notas y que se dispone a pasar las vacaciones con sus padres en algún lugar de la costa, cuando al chalet vecino llega un matrimonio que, de primeras, parece llevarse mal. Como fuera, desde la puerta del chalet de sus progenitores, Cosme queda prendado con la hembra de unos 35 años que, pizpireta, muestra cacha y escote. Como ve que, más o menos, la tipa traga, falsificará sus notas compuestas de nueves y dieces, para entregarles a sus padres un boletín lleno de suspensos, motivo por el cual no se podrá ir a la playa; se quedará en Madrid estudiando con un profesor particular. Obviamente, como el curso lo tiene aprobado, se pasará las clases por los huevos con el único fin de ver si se folla a la zorrupia de al lado. Para ello, el muchacho urdirá toda suerte de estratagemas para conseguir su lúdico objetivo. Y —spoiler— no solo lo consigue en un momento de debilidad de la libidinosa damisela, sino que, en consecuencia, su novia adolescente que días previos no le dejaba ni meterle mano, le ofrecerá su virgo sin problemas tras enterarse de que se ha tirado a una vieja calenturienta. No podía salirle mejor la cosa al puto mocoso. —fin del spoiler—.
Pues está entretenida la cosa. Sin más. Exactamente igual que con la cinta anterior con la que la comparamos, “Chechu y familia”, aunque ligeramente inferior. Sin embargo su inferioridad técnica y artística beneficia el resultado de la película con el paso de los años, por un lado, porque todos los actores están para matarlos y, por otro, porque se gastan todos los personajes unas pintas noventeras que provocan, sin duda, la hilaridad del respetable.
Así, tenemos en pantalla a un debutante Antonio Hortelano pre “Compañeros”, que ya era una colección de tics y gestos —y que por momentos recuerda, curiosamente, a Robert Carradine (¡manda cojones!)— que va para arriba y para abajo ingeniándoselas para que la vecina le haga caso, y tenemos a Maria Barranco, cuya presencia siempre me causa desasosiego y me parece una elección de casting de lo más fallida. Con ese aspecto yonki, delgada y de atributos anatómicos poco destacables, ese personaje pedía a gritos una tía buena. Porque, que quieren que les diga, la tercera en discordia, la novia adolescente de Cosme interpretada por una veinteañera Alicia Bogo, está infinitamente más buena que la escuchimizada de la Barranco… ¡No hay quien se crea que el protagonista prefiera a la vieja tísica antes que al bombón fresco y ternesco que es la novia! Aunque bueno, al final la cosa se reduce a una única cosa; darle gusto al pajarito y ahí, en un momento dado, da lo mismo ocho que ochenta.
Por lo general me encantan estas películas de chaval que se inicia en el sexo con una mujer madura y, “El Seductor”, que se ha quedado terriblemente anticuada, sirve para pasar una hora y media tonta sin mayores pretensiones. Hay que sentarse, dejarse llevar y disfrutar viendo si al final el mequetrefe se jode a la buscona. Luego apagamos el vídeo y nos vamos a dar una vuelta por ahí, que mañana ya nos olvidaremos de que existe una cosa llamada “El Seductor”.
Dirige José Luis García Sánchez, director español que me cae muy simpático pero cuya carrera es de lo más irregular.