Un meteorito cae sobre una barcaza apoltronada en un lago repleta de jovenzuelos bigotudos que lo pasan pipa. Explota y todos se convierten en zombies sedientos de sangre que atacan a los habitantes de la zona. Un periodista que se llama Tom Corman (y no es casual) investigará el asunto. El film termina tras 74 minutos de delirio y sin un desenlace propiamente dicho. Todo ello, en mayor o menor medida, ambientado sonoramente con country de tercera regional, incluidos momentos de -supuesto- terror como el alucinante ataque de los muertos vivientes a una pareja donde pasamos, sin vergüenza, de un tema más bien tirando a balada a otro totalmente bailongo.
"The Alien Dead" me provoca una extraña sensación de buen rollo difícilmente explicable. Tiene algo especial, por su artesanía, su crudeza, su suciedad, su relativa fealdad y esos colores tan llamativos propios de los 16 mm. Es un modo de hacer cine que ha muerto. Es, en definitiva, una obra HONESTA. Hay muchas otras ahí fuera, pero ninguna como esta.

MATANZA : Llegada la década de los 80, el ya por entonces veterano "exploiter" Andy Milligan aceptó a regañadientes que su público potencial era aquel que compraba la revista "Fangoria" y se pirraba por todo lo que suponía gore y horror. Entendió que a muy pocos les interesaba el lado dramático y sórdido de muchas de sus películas previas, esas que con los años han reivindicado unos cuantos esnobs como si fuesen arte, así que hizo lo lógico: Complacer a la nueva audiencia. ¿Cómo?, rodando una obra en la que dejaba bajo la alfombra sus habituales neuras y traumas cumpliendo como perfecto artesano. Aunque aquí lo de perfecto es relativo. Cuando hablamos de Andy Milligan, lo hacemos de uno de esos directores que probablemente nunca se hubiesen forjado una carrera de no ser por el nacimiento del cine de explotación y el circuito "grindhouse". Y sus películas, rodadas a toda prisa, casi sin presupuesto, y de manera harto cruda, son... lo que son.
"Matanza" narra la historia de una pareja de recién casados que se instala a vivir en una mansión encantada por los espíritus de unos novios que cometieron suicidio entre sus paredes. La cuestión es que, mientras a los protagonistas poco les ocurre, son sus amigos y conocidos los que sufrirán las iras de unas almas errantes encabezonadas en que nadie les arrebate el hogar.
Leído así de primeras suena muy común y corriente. Pero es que hablamos de Andy Milligan, un cineasta que sobrepasa la línea de "malo" o "incapaz" para ser algo distinto y, a su modo, original. Miembro honorífico de una ralea de creadores con un lenguaje totalmente exclusivo, a pesar de los pesares. Nadie hacía películas como Andy Milligan. Y eso lo aceptas o no, pero cierto valor tiene.
"Matanza" está rodada en 16mm en -según tengo entendido- la propia vivienda del director. Básicamente se montó en cámara. Y se nota. Y abundan hasta el agotamiento los diálogos, algunos de ellos en torno a culebrones familiares que poco o nada interesan y aportan. Sin embargo, entre medias surgen destellos de locura maravillosa, especialmente en el momento que los fantasmas aparecen según la técnica de Georges Méliès. Y ya no digamos sus fechorías homicidas. Los efectos especiales son ultra-crudos, totalmente artesanos en el sentido más básico del término, y aún así funcionan. La secuencia en la que a un ladrón le abren el estómago y surgen espaguetis es, desde el momento que la vi siendo impresionable adolescente, un clásico del delirio.
Y delirio define muy bien a "Matanza". Como todas las obras de Andy Milligan, gasta ese tufo anti-natural, acartonado y almidonado que le confiere una atmósfera rarísima, sórdida e incómoda. Hasta inquietante. Y eso, aunque se trate de algo accidental, es todo un mérito.
Desde luego no es una película para el gusto de todos. Probablemente ni para el de unos pocos. Pero si conectas con ella puedes encontrarle una extraña y esquiva belleza que no te dejará indiferente.