Una pava de buena
familia, ya entrada en años, está casada con un déspota que la ningunea, además
de ver porno –sin masturbarse- y llegar a asegurarle que las chicas del porno
que ve no le dan la brasa como si se la da ella. Harta de esta situación, se
tira a un pasmarote que previamente le roba la cartera, se enamora de él, y
como este es un viva la virgen que juega al poker, juntos planean desplumar al
borde del marido ya que considera que el tipo con problemas para hablar que ha conocido en un portal mientras
la robaba, es mejor que el marido que
parece el mismísimo Dr. Muerte de lo malo y canalla que es. Todo ello
descifrado como en un jeroglífico, durante la hora y veinte que dura la
película. La hora y veinte más dura de mi vida.
Película Española de finales de los 90, adscrita al
thriller, género este que siempre se ha dado muy mal en nuestro país, y del que
se estrenaron como churros durante esos años, finales de los 90, primeros de
los 2000, una variada paleta de títulos.
Son todas esas películas muy malas; la que gozó de más
prestigio y popularidad, “La caja 507” en realidad está sobrevaloradísima.
“X”, era más mala que un dolor. E incluso cuando se mezclaba el género con la
comedia, con “Dos tipos duros”, el resultado era un espanto. Y en todas ellas estaba Antonio Resines.
“Manos de Seda”, sin embargo, destaca y brilla con luz
propia por encima de todas aquellas basuras, en primer lugar, porque en ella no
está Antonio Resines, y en segundo porque probablemente, no haya encontrado
jamás peor película que esta. Pero olvídense del concepto “Malas que son
buenas” (o como el título de nuestro Pest Seller reza, “Malas pero divertidas”).
Les juro que me ha costado sangre, sudor y lágrimas acabar el visionado de esta
cosa tan insulsa. Es insufrible: Desprovista
del más mínimo carisma, con unos actores que están pensando en el cheque,
dirigidos con el ojal, y soltando por esa bocaza de mala manera, las frases y
diálogos más estúpidos del cine Español.
Jorge Sanz, el protagonista, aparte de lo mal actor que ha
sido siempre, está espantoso. No llega a las cotas de patetismo que alcanzó
cuando su personaje se emborrachaba en “Tocando Fondo” (que, paradójicamente,
aquella película estaba muy bien), pero no se me ocurre peor actor para que
interprete a un carterista que sobrevive shirlando carteras y jugando timbas de
poker. Es tan malo, que hasta se nota que está recordando las frases mientas
interpreta.
Su partenaire, Carmen Elias, es bastante mejor actriz que
Sanz, pero como toda la existencia de su personaje, es ridícula, pues ella,
pobrecita mía, parece imbécil.
Por no hablar del que interpreta al marido, Puede que sea
Jorge de Juan, porque no le he visto en muchas más pelis. Pues como sea, este
maromo, para que veamos que es malo habla siempre como entre dientes, y
forzando la voz, poniendola ronca como si fuera un Viggo Mortensen cualquiera
en “Alatriste”.
Y los exteriores de la película, de barrios perifericos
imprecisos, son los más feos que he visto en mi vida.
Espantosa, espantosa, y espantosa.
La película, por su época, está rodada en 35 mm. pero
mientras la veía, me la imaginaba filmada en vídeo, que es como se rodaría a
día de hoy, y por una mera cuestión de
texturas, se notaría el poco talento que tiene, no ya el director, sino todo el
equipo, a la hora de hacer este despropósito. El 35 mm. camuflaba bastante la
incompetencia de los cineastas.
A mi me gusta ver películas malas y Españolas cuando me
reuno con los compañeros de este blog (Disfrutamos mucho en su momento de “88”
y disfrutamos de “Skizo”), pero mucho me temo, que “Manos de Seda”, vista en
parroquia, hubiera sufrido una pulsación de “Stop”, pasados diez minutos. Casi
mejor solo, al menos, para poder llevarme las manos a la cabeza con este “WTF”,
la he visto entera.
La película la distribuyó Columbia Pictures, el director
César Martínez Herrera asegura que gran parte de los 180 millones de pesetas
que costó (no se lo creen ni ellos) se fue en promoción, y consiguió congregar
48.000 espectadores en las salas de cine.
Teniendo en cuenta que los primeros 40.000 son de entradas
compradas por la misma compañía para cubrir la cuota, saquen sus propias
conclusiones.
Por todo ello, merece la pena echarle un vistazo, que es lo
mínimo que merece una película. Por espantosa que sea.