miércoles, 30 de noviembre de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 20 (TROMA)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Igual que en nuestra galería anterior hablábamos de cuando Jess Franco era una entidad oscura, desconocida y no excesivamente explotada (lo que hacía de él alguien realmente enigmático y fascinante), hoy podemos decir lo mismo de la Troma. ¿Se imaginan una entrevista con su mecenas, Lloyd Kaufman, sin que se publique una imagen de él haciendo el payasito? Que gustazo, ¿verdad? Especialmente si en su lugar se decantan por una estupenda instantánea de la no tan estupenda "Gritos de agonía".
Esto salio publicado en un "L´Ecran Fantastique", a raíz de la visita de los tromáticos al Festival de Cannes de ese año, que sería mediados de los ochenta o por ahí. Obviamente el idioma es el francés, así que, si quieren pillar lo que se dice, o hacen un cursillo intensivo o tiran del traductor de Google. Valdrá la pena, hablamos de la Troma de los inicios, con sus "mejores" películas a todo trapo y, diga lo que diga Kaufman, será mucho más interesante que cualquiera de las gilipolleces de manual que suelta en entrevistas recientes, condicionado por ese irritante personaje en el que tuvo la mala fortuna de convertirse hace ahora ya muchos años.
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lunes, 28 de noviembre de 2022

ROLLERGATOR

Probablemente esta sea la más popular de las películas del tamdem G.Jackson/Shaw, gracias a la gente de RiffTrax, que 20 años después de su lanzamiento en vídeo le dedicó un programa mofándose de ella. Motivo suficiente para que las hordas fanáticas del cine chungo le rindan una pleitesía, que por mala que sea la puta peli, no se merece. Y probablemente también sea el título más soporífero dentro de este ciclo dedicado al Zen filmaking infantil con Joe Estevez y Conrad Brooks en el reparto.
La cosa carece de todo sentido. Tenemos por un lado a una chavalita rubia sobre patines, que en bikini está bastante buena, y que se encuentra un bebé de cocodrilo de color morado (una puta marioneta de goma para meter la mano desde abajo) que habla sin parar, hace chistes y hasta incluso rapea.
Por otro lado, tenemos al gerente de una feria itinerante que trata de capturar al cocodrilo. También hay un ninja en monopatín (¿?) que persigue —muy despacito— a la chavalita rubia de los patines. Y finalmente una especie de explorador que busca al cocodrilo para… ¿devolverlo a su hábitat? Y claro, como la chica que porta al animal durante toda la película va en patines, se justifica así el título que esta lleva: “Rollergator”, es decir, lagarto patinador o algo parecido. Y no hay más.
Por supuesto, el gerente malvado está interpretado por Estevez mientras que Brooks hace las veces de explorador bueno, se reparten sus escasas intervenciones a lo largo de la película de manera espaciada para que parezca que salen más de lo que lo hacen. El resto de los actores, que improvisan sobre la marcha, no sabemos quienes son y tampoco nos importa.
Por lo demás, lo de siempre, pero esta vez quizás un poco más coñazo, en parte porque el efecto sorpresa tras haber visto previamente otras dos cosas de estas desaparece, así que tenemos infinidad de conversaciones estúpidas entre los actores, destacando las que mantienen la chavalita con el irritante lagarto. Al final también aparece un señor disfrazado de reptil que mantiene una conversación con el personaje de Joe Estevez. La barrera idiomática en esta secuencia ha sido un problema porque no me he enterado de nada de lo que hacía ahí ese señor, aunque da igual porque aparece de golpe  y luego no se vuelve a saber más del tema. Y que en el fondo da igual la película entera.
En definitiva, un desastre desastroso. No comprendo como estos señores, Scott Shaw y sobre todo Donald G. Jackson, que aunque fuera una mierda había hecho cine de verdad en los 80, consiguieron generar negocio, por ínfimo que este fuese, a costa de facturar estas películas caseras sin ganas, ni ilusión, ni garbo. El Zen filmaking ¡Es lo peor de lo peor!
Por ahí tienen los DVDs a la venta, si es que alguien quiere coleccionar estas cosas. Yo por lo pronto, y tras esta trilogía, me despido para siempre, no solo de este cine Zen, sino también de cualquier cosa que vaya firmada por G. Jackson o Shaw.

sábado, 26 de noviembre de 2022

NECROPOLIS

Llevaba ya una larga temporada queriendo revisar esta pieza de cine zetoso. No la veía desde que en su momento la alquilara y tildara de regular en un fanzine llamado "Fangore" que editaba en 1987 ¿El motivo de tanto interés? Pues que sin llegar a ser oficialmente una producción "Beyond Infinity Films", poco, poquísimo le falta. Estéticamente guarda mucho parentesco con aquellas, además de tener entre sus responsables al normalmente director, aquí co-productor, Tim Kincaid, al gran Ed French en los efectos de maquillaje y tal (aunque pal caso no se luce tanto) y, apadrinando todo el pifostio, Charles Band desde su Empire.
La movida va de brujas. Concretamente de una que, por ahí el 1800 y pico, se carga a una virgen justo antes de que contraiga matrimonio. El novio escaldado, y el resto de pueblerinos, se la cepillan. Ella, como hacen todas las brujas en las películas de terror, antes jurará regresar para vengarse. Y sin saber exactamente por qué, procede en 1986 convertida en toda una seudo-gótica semi-punka. Buscará a los descendientes de aquellos que la mataron (que, mira tu cuan afortunada es la tipa, los pilla a todos juntitos) y comenzará a martirizarlos, hasta que se le reboten.
Nada nuevo. El aburrimiento esperado. Estética acartonada. Dirección sin la más mínima imaginación. Tsunami de diálogos. Pinceladas de truculencia (disfrutable, aunque escasa). Alguna risa involuntaria. Un maquetón cojonudo explotando al final. En fin...
De todo ello podríamos culpar -ni que sea en parte- a su director y guionista, Bruce Hickey, un menda que, previamente, había sido "Danny Zucko" en el "Grease" original de las tablas. Tras su experiencia con "Necropolis", se dedicó mucho al teatro, a parir cortos y películas pero en otra honda, haciendo dramones y tal. No, no me lo invento. Ni es una trola de Imdb. Hickey tiene página web con la respectiva información. Es evidente que no le hace demasiada gracia reconocer su paternidad respecto al film reseñado, lo evita cuanto puede... pero al final se siente obligado a incluirlo en su filmografía, aunque alterando el título a "Neeropolis" y fechándolo en 2016... ¿despiste o estratagema voluntaria para evitar ser localizado por posibles fans de la interfecta y el género en particular? ¿Huye Hickey de la "maldición geek", aquella que te condena a un momento en el tiempo del que no podrás escapar nunca jamás, visitando Con tras Con para poner cara de póquer en las fotos? Si es así, hace muy bien.
Sin duda, la escena más famosa de la película es aquella donde la bruja (interpretada por LeeAnne Baker, sacrificada moza con una filmo compuesta únicamente de películas firmadas por Tim Kincaid y Gorman Bechard. En breve podremos verla con canas y arrugas en el documental "Celluloid Wizards in the Video Wasteland: The Saga of Empire Pictures". Hoy se dedica a escribir) saca cuatro tetas de más para dar de mamar a su séquito de zombies. Tanto es así, que hace poco un decadente Charles Band se lanzó a producir una secuela en formato digital, dirigida por ese ególatra incontrolado de irritante aspecto llamado Chris Alexander, que llevaba por título "Necropolis: Legion" y exageraba la coña de las tetas múltiples hasta límites ridículos. Creo incluso que lanzaron algunos comics. En fin, ¿qué más dará?
Como nota curiosa, (ama)mentar que la banda sonora de "Necropolis" viene compuesta a base de retazos de otras producciones Empire como "Trancers", "Eliminators" o "El alquimista", además de la inevitable fanfarria de archivo firmada por el dúo Tom Milano y Don Great.
Creo que la pillé con tantas ganas que me ha parecido medianamente mejor, o más soportable, que cosas como "Holocausto Robot" o "Cazador de mutantes". Seguramente sea igual de aburrida y prescindible, aunque no se le puede negar cierto encanto.

viernes, 25 de noviembre de 2022

BABY GHOST

Más que por completismo, el hecho de enfrentarme a una nueva película de Zen filmaking — ¡vaya cara dura la del inútil de Scott Shaw!— dirigida por Donald G. Jackson y protagonizada por Joe Estevez y Conrad Brooks, es ya una cuestión de masoquismo. O de cabezonería. Y es que pasados cinco minutos de visionado, y pasada la gracia inicial del ponerte una mierda de estas, es mucho más entretenido, satisfactorio y enriquecedor ponerse en la tele un acuario digital, o incluso las imágenes que acompañan a unas de esas músicas neutras para coger el sueño o estudiar. Desde luego, están realizadas con mucho más cariño que una película de estas.
Sin embargo el interés por estas películas infantiles radica en que, con toda seguridad, se trata de las peores de la historia, máxime, si tenemos en cuenta que vienen facturadas por gente que venía de hacer cine “de verdad”. Nada es peor que esto. En serio. Y por eso quiero verlo aunque sea de pasada y modo "móvil en la mano".
En esta ocasión tenemos a Joe Estevez dando vida (o muerte) a un fotógrafo, de los que hacen fotos a niños, que tiene el estudio situado en el interior de un edificio de oficinas. Una noche, tanto él como el bedel, el guardia de seguridad e incluso dos ladrones que han entrado en el lugar no se sabe muy bien a robar qué, se quedan encerrados sin posibilidad de salir. El fotógrafo llama por teléfono a una vidente que le advierte que se ha quedado encerrado por culpa del fantasma de un bebé que fue asesinado en el pasado dentro del edificio. Su espíritu quedó confinado en el interior de una caja y se ha escapado de ella.
Después de muchas conversaciones improvisadas entre unos y otros, por fin hace acto de presencia el bebé fantasma — un muñecajo estático tratado a partir de los efectos digitales de alguna computadora Amiga 2000 de la época— para hacer la vida imposible a nuestros protagonistas, así que, se mofará de ellos, recortará con tijeras las fotografías de nuestro amigo fotógrafo y se comerá toda suerte de pasteles sorteando las trampas que los protagonistas le van dejando con el fin de capturarle.
Por supuesto, esta película rodada en ¡un día! fue puesta en los video-clubs americanos poco después del estreno de “Casper” y así aprovecharse del tirón, pero el fantasmita que sirve de reclamo es una suerte de Slimer de “Los cazafantasmas” en cutre. Tiene su misma actitud juerguista, aunque el aspecto recuerda vagamente a un Critter de rostro infantilizado. En cualquier caso, este muñecajo es, al igual que todos los de las películas infantiles Zen filmaking, una putísima mierda.
En definitiva, completar el visionado (seis sesiones me ha costado hacerlo y eso que dura hora y poco…) es un auténtico suplicio.
Por supuesto, no falta el grupo de señores con ganas de pitorreo que, junto a otros jóvenes posmodernos con un afán de protagonismo atroz y, como suele ser habitual, tratando de quedar por encima de una película de la que es muy fácil reírse, han cogido todas estas Zen movies y las han desollado en un programa deudor del clásico “Mystery Science Theater 3000” en el que, previo pago por visión, podemos ser testigos de lo irritantes que llagan a ser los responsables de algo genuino como fue “MST3” cuando ya hay una conciencia comercial de lo que se está haciendo. Se trata de Rifftrax. Supongo que a un advenedizo le pueden hacer gracia los chistes en torno a una película subnormal como esta, pero, al margen de que no tiene puta gracia, de lo que debería darse cuenta toda esta escoria es que una cosa como “Baby Ghost” no necesita de bromas externas, porque ya la película en sí misma es una broma. Y de mal gusto. Sería más ingenioso -y original- hacerlo con una película menos fácil y evidente. Pero pedirle eso a cierto fandom es pedir un imposible.
Sin más, el próximo día vendré con un nuevo Zen filmaking infantil… ya en plan fin de fiesta. Tengo paciencia, pero no tanta…

miércoles, 23 de noviembre de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 19 (JESS FRANCO 1)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

En 1986 andaba obsesionado con Jess Franco. Todavía me quedaba mucho por aprender y escarmentar. A esas alturas desconocía que la mayor parte de su cine (o todo) era una fulaña y que, realmente, lo atractivo de él era el concepto. El personaje. Aspecto que material como esta entrevista publicada en el "Impact" número 6, de diciembre del 86, alimentaba hasta el absoluto delirio. ¿Cómo no fliparlo con esas imágenes, esos carteles (especialmente el de "The Man Hunter") y esa filmografía interminable repleta de títulos tan extraños? Así que, sí, en su momento las siguientes cinco páginas me fascinaron. Me atraparon. Se convirtieron en mi biblia. Mi corán. A pesar de no dominar enteramente el franchute cosa que, supongo, les pasará también a ustedes. Pero esa es, justamente, la gracia. Que sientan en sus carnes el placer y la ofuscación, el ansia de conocimiento y la imposibilidad de obtenerlo, que sentí yo en aquel entonces. De cuando Jess Franco todavía era una personalidad marginal y oscura, cuando encontrar una entrevista con él resultaba casi un milagro. De cuando, en definitiva, se le ignoraba en España y los modernos de rigor no lo habían descubierto aún para explotarlo / quemarlo del modo indiscriminado como ocurrió llegados los noventa.
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lunes, 21 de noviembre de 2022

LITTLE LOST SEA SERPENT

El director Donald G. Jackson, al que la afición le vino de manera temprana cuando filmaba eventos deportivos de instituto con su Bolex de 16 mm, es un realizador peculiar donde los haya, que quizás encaminó su carrera por el lado más elemental a causa de la falta de trabajo o, en un segundo término, quizás, por la de talento. Al margen de eso, detestaba las películas en las que Satán es mostrado de manera ostentosa porque era un cristiano redomado, mientras que por otro lado fue “La matanza de Texas” la película que le llevó a querer dirigir cine.
Paradójicamente y traicionando a sus creencias, debuta en el mundo del cine, precisamente, con una película de contenido satánico como era “The Demon Lover” —estrenada en nuestro país en vídeo, espantosamente editada, bajo el título de “Ceremonia Satánica”. Conoció otra edición que, erróneamente, le otorgaba la dirección a Fred Olen Ray —, mientras que el culto y seguimiento a posteriori se lo debe a un par de películas de "serie B" no muy hábiles pero simpáticas, que son “El infierno vuelve a Frogtown”, con Roddy Pipper (terminada de rodar por otro mindundi) y “Roller Blade” de la que posteriormente rodaría remake y secuelas. Estas serían sus tres películas más populares y a las que ineludiblemente se les rinde el culto merecido dentro de los parámetros de la "serie B" más desacomplejada.
Sin embargo llegados los 90, y navegando en un mar de mediocridad en el que, por abaratar costes, si quería seguir rodando debía hacerlo en vídeo costroso de la época, llega a su vida otro peculiar director, experto en artes marciales y aún más costroso que el propio Jackson, que responde al nombre de Scott Shaw y cuya escasa popularidad se la debe a títulos como “Atomic Samurai” entre otras mil mierdas que tiene en su filmografía, ya sea en calidad de productor o de director. Shaw alaba la filmografía ochentera de Jackson y le propone que se asocie con él en su pequeña productora, para que forme parte de una nueva corriente cinematográfica artística de su invención a la que llama Zen filmaking. Y Jackson se enreda con él en ese tinglado. ¿Y en qué consiste el Zen filmaking? Pues nada más y nada menos que en rodar películas con el mínimo dinero posible, en el menor espacio de tiempo y sobre la marcha, sin un guion, improvisando y construyendo la película según van grabando. Lo que viene siendo una película amateur de toda la puta vida, y además, de las malas. Insufribles. De esta manera, juntos, se lían a rodar películas amateur a cholón, expoliando, en la medida de lo posible, los éxitos pasados en celuloide del señor Donald G. Jackson, por lo que la mayoría de esa producción la componen secuelas de “Roller Blade” y, sobre todo, de “El infierno vuelve a Frogtown”, pero con una pobreza de medios —y artística— similar a cualquier película facturada en el tercer mundo. También tienen especial predilección por hacer películas de terror protagonizadas por El Chupacabra. Pero les va bien y se hartan de vender VHSs para el mercado del alquiler, por lo que en cierto modo resultan ser un antecedente para productoras como The Asylum, Tomcat Films y similares.
En una de estas, Shaw se da cuenta que el mercado infantil está caliente en los Estados Unidos, que las copias de Disney provenientes de exóticos países tercermundistas se alquilan como churros y que, en definitiva, los niños suelen ser un público agradecido. De este modo, y siempre cumpliendo los dogmas de Zen filmaking, propondrá a su socio rodar una serie de películas de corte infantil (de las que daré buena cuenta por aquí empezando con la de hoy) que cuentan como principal reclamo con el protagonismo de Joe Estevez —el tío menos famoso de Emilio Estevez y Charlie Sheen y, por ende, hermano de Martin Sheen—, que debe ser uno de los peores sobreactuadores de la historia, y de Conrad Brooks, actor clásico de la serie B/Z de los años 50 que se haría popular por salir en las películas de Ed Wood y que en plenos 90 respiraba sus últimos estertores.
Fascinado me quedé al saber sobre el Zen filmaking (aunque en su día ya tratáramos el asunto en formato audio), pero más todavía cuando supe de esta rama del movimiento pensada para los niños. Así, llego a esta infamia titulada “Little lost sea serpent”.
Cuenta la historia de una pareja de niños que, en la orilla del mar, se encuentran un bebé de serpiente marina gigante, con sus aletitas y todo. Por supuesto, se la llevarán a casa. Cerca del lugar les espían un par de periodistas que al darse cuenta de la magnificencia de lo que se han encontrado ahí, les perseguirán con la idea de hacerle fotos al bebé serpiente para publicarlas en los diarios.
En casa los críos jugarán con la serpiente, la criarán y conseguirán que sus padres, que no sabían nada, lleguen a encariñarse de un bicho que, al ser marino, necesita estar en el mar o se muere. Así que pronto decidirán regresarla a su hábitat para que esté con sus papis. Los periodistas por el camino comprenderán también que devolverla al mar es lo mejor. Así que de vuelta al mar, la mamá de la serpiente vendrá a recibirla con sus 10 metros de tamaño, mientras la serpiente pequeñita ¡habla y dice que quiere volver a casa! Y fin.
“Little lost sea serpent” ¡es el enésimo exploit de “E.T. El extraterrestre”!
Básicamente, Shaw y Jackson copian la estructura narrativa de la película de Spielberg, la adaptan a sus escasos medios y rellenan metraje a base de improvisaciones y conversaciones interminables. Todo ello rodado fatal, sin ningún cuidado y como si en realidad todo importase un bledo. Además, la pequeña serpiente, que bien podría ser semi animatrónica, es un tarugo. No se mueve, nada, un muñecajo inerte medio marionetesco, que hace que cada vez que un actor interactúe con él parezca completamente estúpido —máxime si quien interactúa con él es Joe Estevez—. Es como hacer una película con el peluche de la feria como protagonista. Pero cuando aparece la madre de la serpiente, un ser que entendemos que ha de medir más de 10 metros… mi madre… mejor buscan la peli y la ven, porque es inenarrable.
En definitiva, una película/estafa que directamente no se puede ver. Hay que ser muy valiente para enfrentarse a un visionado completo. O muy estúpido. Y yo me la he comido de cabo a rabo.
Sin embargo, me alegra haberme adentrado en el Zen filmaking de Shaw y Jackson, porque, créanme, si hay un cine pobre, chabacano, sin vida, triste, sin duda es este. Podría competir con el “Yo quiero ser torero” de Miliki y con el dúo Sacapuntas, y ganaría de largo la española. Ver para creer.
Vamos a por otra…

sábado, 19 de noviembre de 2022

LA ZONA MUERTA

Estamos ante lo que, comúnmente, denomino -de forma muy apropiada- una reseña muerta. Inútil. ¿Por qué? Porque a estas alturas no voy a descubrir a nadie "La zona muerta". Y mucho menos convencer de algo que todos sabemos de sobras: lo cojonuda que es. Entonces, ¿por qué escribir? Por darme el gusto. Para disfrutar durante el proceso, recreándome en las muchísimas virtudes de un título -de 1983- que se ha ganado a pulso la etiqueta de clásico.
"La zona muerta" está basada en una novela de Stephen King. Produjo ejecutivamente Dino de Laurentiis, en la época que el novelista era materia recurrente porque siempre funcionaba en la taquilla a la hora de recaudar dineritos. Cosa que no sorprende considerando que, por entonces, vivía en continuo estado de gracia, chorreando ideas brillantes hasta por las orejas. Para rematarlo, De Laurentiis y su equipo terminaron de reunir a una serie de talentos en torno al proyecto, todos con la inspiración en un momento álgido, comenzando por el director, David Cronenberg (que venía de parir cosas más modestas en cuanto a presupuesto. Podría decirse que este fue su primer film netamente mainstream), el guionista / adaptador Jeffrey Boam (autor posteriormente de los libretos de "Jóvenes ocultos", "El chip prodigioso", "Indiana Jones y la última cruzada" o "Arma Letal 2 y 3"), la productora Debra Hill (fresca de sus colaboraciones con John Carpenter), y, por supuesto, los actores. O los actorazos. Menudo plantel: Christopher Walken, Brooke Adams, Tom Skerritt, Herbet Lom, Anthony Zerbe, Martin Sheen, Nicholas Campbell y dos habituales de Cronenberg, Peter Dvorsky + Leslie Carlson. Yo me quedo con Walken y Lom. Ambos sensacionales. El primero llevando todo el peso de la peli con una interpretación redonda, repleta de emociones. Según vi hace poco en un documental, Cronenberg le indicó a su dire de fotografía que se centrara en el rostro del actor, ya que iba a ser este el que narraría la historia. Una muy muy trágica.
Johnny es un pizpireto profesor enamorado hasta las trancas de su prometida. Una mala noche lluviosa se estrella con el coche y queda en coma. Pasan cinco años, despierta y se encuentra que, obviamente, la vida se le ha ido a pique, especialmente su pareja, que se ha casado con otro y ha tenido un hijo. Encima, para agravarlo más, Johnny ha regresado con un poder. Si agarra la mano de una persona, puede ver su futuro o pasado. El hombre, triste y desolado, se encierra en casa. Pero no paran de molestarle para pedir ayuda. También se reencuentra con su ex, lo que añade más leña al fuego. El momento álgido vendrá cuando, casi accidentalmente (¡pobre gafe!), descubra que un fanático e histriónico aspirante a presidente logrará su cargo e iniciará la guerra nuclear. Así las cosas, decide pararle los pies, aunque sea a lo bruto.
Sensacional y rico argumento, conducido por David Cronenberg con maestría, elegancia, sobriedad, centrado en los personajes, reduciendo los efectos especiales al mínimo. No perdemos el hilo porque todo lo que vemos nos gusta. Que maravilla y que trágica. "La zona muerta" no puede evitar ser tremendamente triste, pero en el buen sentido. No quiero ni pensar cómo se vería hoy con sus excesos infográficos y demás mandangas.
Tantas posibilidades tenía el personaje de Johnny (apellidado Smith, el nombre más común pegado al apellido más común) que en 2002 se parió una serie de televisión (precedida por un piloto). Aguantó hasta 2007, así que supongo no le fue demasiado mal. La verdad es que no me llama nada. Prefiero quedarme con la película... totalmente imprescindible.

Como regalito, les cedo completa la caratula del VHS que en su día pillé a cincuenta céntimos en el sucio suelo de un mercadillo (nótese el extraño detalle de situar a Martin Sheen por encima de Christopher Walken en cuanto a protagonismo se refiere)

viernes, 18 de noviembre de 2022

BLOOD HARVEST

Tiny Tim, músico outsaider de voz chillona y acompañado de un ukelele, se hizo popular a nivel nacional en los albores de los años 60 gracias a una desquiciada versión  que hizo de la canción tradicional de los años 30 “Tip Toe Through the Tulips”. La cantó  en televisión haciendo un estruendoso faselte y se volvió terriblemente famoso, gracias también a su extraño e inquietante físico. Tim, alto y con una rizada melena, tiene pinta de cualquier cosa menos de cantante, lo que ayudó  bastante para alcanzar la popularidad, y aunque hay estudiosos y melómanos que le ven cierto valor tanto a las canciones como a la manera de cantar de Tiny Tim, lo cierto es que, más que por sus habilidades vocales, se hizo tristemente célebre como freak del medio televisivo con el que la audiencia se partía la caja. Para que se hagan una idea, un equivalente español podía ser Josmar o cualquiera de los esperpentos que tenía a bien entrevistar Javier Cárdenas en programas como “Crónicas Marcianas”, salvando de cualquier modo las distancias. Hasta el día de su boda fue un acontecimiento televisivo.
El caso es que, como flor de una primavera, con el paso de los años la popularidad de Tiny Tim fue descendiendo y, en los 80, ya era prácticamente un rescoldo de lo que fue. Sin embargo quedó en la imaginería pop del público norteamericano como una gran presencia, o al menos, como una lo suficientemente célebre como para que fuese reconocido sin más. Quizás ya no se ganaba la vida con sus extrañas canciones, pero todo el mundo sabía quien era Tiny Tim —si quieren saber la historia completa del personaje, desde aquí les recomendamos que vean el documental sobre su vida “Tiny Tim: Rey por un día” de Johan Von Sydow—.
Por otro lado tenemos al cineasta de cine de bajo presupuesto Bill Rebane, lituano que emigró a los Estados Unidos cuando solo era un adolescente, que alojaba en su currículum algún pequeño éxito de la "serie B" como pueda ser “Monster a Go-Go” (que se apropió Herschell Gordon Lewis para poner su estampa) o “La invasión de las arañas gigantes” (aunque en esta casa le tenemos especial cariño por dirigir una obra maestra del desbarajuste como es “Rana: La leyenda del lago de las sombras”, pueden localizar la respectiva reseña entre nuestros fanzines de papel, concretamente el especial para la Maratón de Cotxeres del 2008). Además de residir en Wisconsin, aspiró a gobernador del estado por parte del American Reforn Party y, en general, se trata de un cineasta peculiar cuya vida también resulta interesante.
El caso es que, Tiny Tim actuaba con una aparición estelar en los festejos del Festival de la cerveza celebrado en 1987 en el condado de Lincoln. Como buen ciudadano, Bill Rebane estaba allí disfrutando de la fiesta en su ciudad, y teniendo en cuenta que justo en ese momento tenía una idea para una película de terror, decidió abordar a Tiny Tim para ver si le parecía bien intervenir en ella. Tim, que en esos momentos necesitaba trabajo, aceptó la propuesta de Rebane sin pestañear, así que, casi inmediatamente se pusieron manos a la obra con esta “Blood Harvest”.
Obviamente esta sería una más entre un mar de slashers facturados en la década de los 80, así como una más de las películas de Rebane, sin embargo, al tratarse de una de terror protagonizada por Tiny Tim, a posteriori y como suele ser habitual en este tipo de productos, generó cierto culto, si bien es cierto que, ni con la presencia de Tim, esto se salva de la quema. No es que sea una película mala, es más, se le intuye cierto oficio detrás de la cámara, pero sí que es solemnemente aburrida, se hace larga, y finalmente el visionado se convierte en un suplicio. Lo que sucede es que podemos excusar tal sosería si tenemos en cuenta que —dicen— contó con una preproducción de tan solo tres semanas (escritura del guion incluida) para ser rodada íntegramente en 24 horas… lo que automáticamente la convertiría en una rareza a tener en cuenta y con algo interesante que contar sobre ella.
Por lo demás, un slasher de lo más bobo, rodado en estupendos 16 mm, con algunas tetas y algo de sangre, que nos cuenta la historia de una muchacha que tras un tiempo en la universidad regresa al hogar materno y se lo encuentra abandonado, sus padres se han dedicado a la especulación de terrenos y fraudes en los papeleos de la venta de granjas (o algo así…) y han sido desahuciados. Por otro lado, todos los conocidos de esta muchacha comienzan a ser asesinados por un extraño individuo que lleva una media en la cabeza y que aparece por allí sin venir muy a cuento. El exnovio y su hermano deficiente mental, le ayudarán a esclarecer un poco lo que sucede en esa putrefacta granja.
Obviamente, Tiny Tim interpreta al hermano subnormal del galán, va vestido de payaso y cumple la papeleta soltando eventualmente algún canturreo, sobreactuando como alma que lleva el diablo y disfrazado de payaso sin motivo aparente. Por supuesto, está puesto ahí para que desde el primer momento el espectador lo asocie al asesino… tendremos que verla para saber lo que sucede. El caso es que, Tiny Tim, presente en gran parte del metraje, luce poco, y si se ve esta película por su mera presencia, esta nos dejará con un sabor algo agridulce. Y si se decide ver por tratarse de un slasher, se me ocurren mil mejor que este y más funcionales.
Así pues, el único valor que tiene la película es su condición de rareza, más allá de eso… la nada más absoluta.
Con todo, como subproducto, es graciosa su existencia.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 19 Y FINAL - GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS

Llegamos al final de esta sección. No negaré que con cierto júbilo, pues ya comenzaba a estar hasta el gorro. Me ha costado dios y ayuda terminarla. Y, en plan hermosa rubrica, procedemos conectando con la otra sección más o menos habitual dedicada a bonitas imágenes escaneadas. Así, de todo el material exclusivamente visual aparecido en la ristra de ejemplares de "Casablanca" que el tío Vicente tuvo a bien cederme, me he quedado con las siguientes por llamativas, bellas, curiosas y nostálgicas.
Es pues el momento de ejecutar el ritual por última vez, el agradecido grito de guerra que, hoy, muta a "¡Hastaaaa siempreeee tío Vicenteeee!"

¿Por qué? Porque siempre mola ver al bueno de
Christopher Reeve luciendo el uniforme de Superman.


Tanto o más que el cartel de la tercera entrega de "Viernes 13".
Para mí, el mejor de la franquicia... incluso si luce en blanco y negro.



¿Se acuerdan de cuando "Tron" se anunciaba como lo siguiente
más mejor en cuanto a taquillazos? Mira que pintaba bien.
Esta portada de "Metal Hurlant" aparecía como publicidad en la
contraportada del respectivo ejemplar de "Casablanca".


Si he elegido el anuncio de esta ácida comedia británica es porque, siendo
chaval, sus imágenes me daban mal rollo. Ver a ese Malcom McDowell 
lleno de cicatrices atacando a sus médicos... no sé... resultaba algo perturbador. 
Era un joven impresionable, sin duda.


Y de McDowell a McDowell y tiro porque me toca.
Este es Curt, alumno aventajado del gran George Kuchar y director
de esa bizarrada titulada "Thundercrack!", de la que hablamos
largamente en formato podcast. Que gente como él -o como Kuchar-
salieran en la prensa especializada -nacional- de la época era algo
tan raro que merecía destacarse. Sin embargo, hay que señalar -en favor
de "Casablanca"- que ocasionalmente solían hacerlo. De hecho, en una
ocasión llegaron a hablar largamente de George. ¿Que por qué no
lo metemos en el blog? Pues tal vez en una próxima ocasión... si la hay.

lunes, 14 de noviembre de 2022

GARGOYLES

Telefilme de horror de los 70, esta vez para ser emitido en la mejor franja horaria de la CBS y cuya fama viene precedida por tratarse del primer trabajo reconocido de Stan Winston, como protesista y maquillador, para una película. Por supuesto, con los presupuestos manejados en este tipo de producciones televisivas y teniendo en cuenta que las gárgolas del título son señores disfrazados, está claro que Stan Wiston realizó un trabajo encomiable con esas prótesis, casi demoníacas, que le valieron el premio Emmy —el Oscar televisivo— al mejor maquillaje. Más allá de ese dato de interés, y como solía ser común en estos telefilmes setenteros, esto es una película donde la gente, mayormente, camina. De hecho el visionado se me hizo especialmente insoportable.
Un antropólogo y su hija (que muestra el palmito setentero de Jennifer Salt hasta turbar el bien estar del espectador que tenga un mínimo de sensibilidad…) se desplazan en automóvil hasta el desierto donde encontrarán lo que parece el esqueleto de una gárgola que resulta de vital importancia para su investigación. Sin embargo llegan a la conclusión de que se trata de un esqueleto falso construido a través de huesos de distintos animales. Paradójicamente, pronto unas gárgolas llegarán al lugar para rescatar el esqueleto, y ya que están se llevan también a la hija del antropólogo a la cueva donde moran estas y otras gárgolas… y le contarán su drama a la chica.
Estructura de telefilme, densa, densísima con la que uno está tentado a dejar el visionado en más de una ocasión, pero finalmente merece la pena aguantar un poco, como ya he dicho, para poder ver a las gárgolas en todo su esplendor setentero. Aunque pronto esa necesidad queda saciada y nos planteamos abandonar una vez más el visionado, porque esto, en definitiva, es un plomo de padre y muy señor mío.
Las presencias de Scott Glenn o Bernie Casey como una de las gárgolas, serían los otros puntos destacables de la película, cosa que tampoco es para tanto.
Dirige Bill Norton, como ustedes supondrán, eminente director televisivo desde los años 60 con una larga lista de series y TV movies a sus espaldas.

sábado, 12 de noviembre de 2022

BLUE JEAN COP

Lo que esputaré a continuación ya lo dije cuando publicamos el TRAILER de la película ahora reseñada. Pero nunca está de más refrescar sus escuetas memorias. Probablemente, "Blue Jean Cop" ("Shakedown" en los USA) sea el momento álgido, en cuanto a medios y reconocimiento mainstream, de la carrera del otrora exploiter James Glickenhaus, un caballero al que hemos dedicado mucho tiempo en este espacio. Todos le conocen como responsable de ese clásico imborrable del cine más grimoso titulado "El Exterminador". Pero, también, de cosas como "Ultimatum", "El Protector", "McBain" o los vehículos de lucimiento para su retoño, "El silencio de los inocentes" y "Time Master". Resumiendo, solo nos faltaba "Blue Jean Cop" para abarcar toda su obra... bueno, vale, y la primera, "The Astrologer", que nunca me ha llamado demasiado (aunque si tuviera acceso a ella, la vería y, probablemente, reseñaría)
En cualquier caso, "Blue Jean Cop" es una película generosamente presupuestada, y eso salta a la vista. Con un par de sólidos protagonistas (Peter Weller mega-fresco aún de "Robocop" -estrenada un año antes- y Sam Elliot), una fotografía totalmente acorde a lo que entonces podía esperarse de un film de esta categoría y un buen puñado de escenas espectaculares.
El argumento en esencia es sencillo. Un abogado descreído y un policía algo piojoso unen fuerzas y esfuerzos para detener la corrupción en el cuerpo. Uno mediante tribunales, el otro en las calles. Y juntos en un par de persecuciones bastante notables. Tanto como los dobles de los actores, que cantan un huevo de pato.
El guion era del propio Glickenhaus, pero fue retocado por el estudio para darle un poco más de humor, intentando así aproximarse al entonces recientísimo "hit" del cine de acción (en pareja) que fue "Arma Letal". Obviamente, la violencia es mucho menos encarnizada que lo habitual en el cine de su director, quien flipaba colores contando en las entrevistas el par o tres de noches que cortaron una céntrica calle en medio de Nueva York para rodar. Hablamos de la 42, The Duce, la famosa avenida repleta de cines "grindhouse" y antros porno. De esta guisa, el número de marquesinas con títulos bien llamativos y reconocibles para el fan medio es apabullante. Mientras veía el film, andaba tan centrado intentando descifrarlos que me perdía las mismas escenas de acción. Podría confeccionar una segunda entrega de "Marquesinas de refilón" con todo ello... pero solo si me da la neura (y me la dio, AQUÍ). De momento, centrémonos en un par cuya directa alusión a su director me permiten colárselas ya (al final del rollete). En un momento dado, presenciamos a Sam Elliot pegándose una buena siesta mientras en la pantalla de un cine se proyecta el mejor "stunt" de "Ultimatum" ("The Soldier" en v.o.), la segunda peli de Glickenhaus (eso de que el actor esté sopa, y la sala medio vacía, ¿es una auto-puya coñera?) Cuando despierta y sale, descubrimos -gracias a los carteles del vestíbulo y la marquesina en la calle- que dicho film se proyecta en doblete con "El Exterminador" itself. Toma ya (y si nos ponemos puñeteros, veremos que en la segunda marquesina del mismo cine figuran "Hidden" y "Pesadilla en Elm Street 3". Amigos, eso sí era una programación cojonuda)
Que base mi review más en estas pijadas pajilleras que el contenido de la peli, ¿es señal de que esta no mata? No, no, que va. Soy así de enfermo, pero lo cierto es que "Blue Jean Cop" mola. A ver, no es ninguna maravilla para recordar toda una vida. Y la trama eventualmente se lía un poco. Pero entretiene y, como decía, cuenta con puntuales momentos estupendos como la aparición de un negrazo asesino profesional que, en su capacidad destructiva, casi parece Terminator. Todos los "bums" y "catapums" imaginables (destacando el del final, situado en un avión mediante cantoso croma y que, por unos momentos, casi parece una premonición de lo que, años después, ocurrió cierto 11 de Septiembre) Incluso la subtrama de amoríos y desamoríos protagonizada por Peter Weller tiene su interés.
Como suele ocurrir en estos casos, el reparto de secundarios es sensacional, con un montón de rostros familiares para los adictos al cine de género -y más el de esas épocas- Comenzaremos con mi favorito: Larry Joshua, que, luciendo una mullet tremenda, interpreta al poli malo de rigor. Por su aspecto y condición física, es un actor al que le pegan los papeles de abusón, especialmente desde que diera vida a uno muy carismático en "La Quema". Le acompañan John C. McGinley, el típico rostro que has visto en mil películas, pero no sabes ponerle nombre. Antonio Fargas, otro que tal baila (se hizo popular gracias a su papel de Huggy Bear en la serie "Starsky & Hutch"). El gran Paul Bartel. David Proval, quien siempre se ha ido moviendo entre roles de poli o guardia de seguridad y esbirro o mafioso. El semi-underground Rockets Redglare. Buddy Van Horn, mano derecha de Clint Eastwood, "stunt" y director de "La lista negra". Y, por supuesto, que no falte Dick Boccelli, colega de Glickenhaus, especializado en mafiosos (lo hacían picadillo en "El Exterminador") y que, para salirse del canon, interpreta a un policía.
"Blue Jean Cop" es un producto solvente que les hará pasar un rato tonto y ameno si no son demasiado exigentes. No obstante, debió pegarlo flojo en taquilla porque James Glickenhaus no volvería a rozar el cielo. A partir de ahí la cosa fue en dirección descendiente. Lenta pero inexorablemente.
Como dato "friquista", mentar que el policía medio en la penumbra que asoma al pie del póster aquí representado, se parece sospechosamente al que figura en el cartel franchute de "Maniac Cop" (y que, by the way, no guardaba la menor similitud con el genuino poli maníaco del film), película producida por Glickenhaus. Extraño reciclaje este.



viernes, 11 de noviembre de 2022

LA LOLA SE VA A LOS PUERTOS

En un último intento por incentivar el cine folclórico en plenos 90 (esta es de 1993) y para que la ranciedad nos salga hasta por las orejas, se recupera para el cine a Rocío Jurado que regresaba tras un montón de años sin aparecer en una película, aunque en general, incluso en sus tiempos de bonanza, se había prodigado mas bien poco en el medio. Su intervención en esta “La Lola se va a los puertos” le valió un premio Yoga a la peor actriz.
Por supuesto, y pensado quizás que se jugaba sobre seguro, se devuelve al cine a la Jurado con un remake de la película del mismo título de 1947 dirigida por Juan de Orduña concebida al servicio de Juanita Reina, que a su vez estaba inspirada en la obra homónima escrita por los hermanos Machado. “La Lola se va a los puertos” es un clásico total y absoluto de nuestro folclore del que se han adaptado incluso zarzuelas.
Para esta revisión por todo lo alto se contó con los talentos de actores como Pepe Sancho o Paco Rabal, del mismo modo que se contó con la prestigiosa pluma de Joaquín Oristell para escribir parte del guion, y la dirección de Josefina Molina, reputada realizadora televisiva que a principios de los 90 estaba disfrutando de una carrera cinematográfica con títulos exitosos y alabados por la crítica como puedan ser “Esquilache” o “Lo más natural”.
Ambientando la acción en los años 20 —la obra original está ambientada en mil ochocientos y pico— y como excusa para insertar el mayor número de canciones posible, tenemos a la tal Lola que se gana la vida por los tablaos tocando flamenco con su guitarrista Heredia. Pronto un potente terrateniente, Don Diego, se encapricha de Lola y la contratará para que cante en la fiesta de compromiso de su hijo, en la finca de la que es dueño. Una vez allí, este potentado la propondrá quedarse allí a cantar en exclusiva para él y, si se tercia, echarle algún que otro polvo de vez en cuando. Como al guitarrista Heredia le ha salido un contrato de 6 meses para irse a tocar la guitarra él solo, la Lola acepta quedarse con el hacendado con la idea de sacarle hasta el tuétano, sin intención de sucumbir a sus deseos sexuales. La cosa se complica severamente cuando el hijo de Don Diego se enamora perdidamente de la Lola, esta le corresponde, y se arma el cristo cuando tanto a Don Diego como a la prometida del hijo de este les entra la pelusa y luchan cada uno por lo suyo.
Un auténtico folletín para público de otras épocas, tristón y decadente, que no se sostiene a pesar de que el elenco principal esté ahí echando todo el resto.  Hasta a las señoras de 90 años les pareció tosca y anticuada.
Por supuesto la película supuso un fracaso de taquilla —el pasado éxito de Isabel Pantoja en el género con “Yo soy esa” no fue más que un espejismo— que no llegó a congregar más de 160.000 espectadores cuando las expectativas de público eran bastante altas. Y ahora sí, con este fracaso podemos decir que estamos ante la última película para lucimiento de una folclórica del sigo XX… a no ser que me deje alguna por ahí de después. El último clavo del cochambroso ataúd.
Desde luego, lo que me resulta del todo curioso es este resurgir del cine folclórico en plenos años 90, década en la que aunque aún existían las estrellas de la canción ligera, el éxito masivo de este género ya era residual. Pero que no se diga que no lo exprimieron hasta la última gota.
Como curiosidad, decir que leí una reseña norteamericana de “La Lola se va a los puertos” que resaltaba el cante jondo de la Jurado para la película, lamentaba que esta no hubiera cultivado más el flamenco en lugar de la canción ligera y que esta película permaneciera inédita en Estados Unidos puesto que le parecía esencial su visionado si se era un estudiante de flamenco o un aficionado yankee. Como El Pollito de California ¡Ea! Y quizás tenga razón y sea una buena película para el aficionado americano. Yo, como no soy aficionado, ni americano, tuve que limpiar la grasaza de mi pantalla de TV al terminar.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 18 (TRUCULENCIA)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Siempre me fascinó el cartel español de ese clásico del
trash más ramplón que es "Me bebo tu sangre". Básicamente
porque resultaba inquietante y nada tenía que ver con
la película. El de los franchutes, aquí expuesto, engañaba un
poquito menos y era, que duda cabe, maravillosamente exploitable.

A mediados de los ochenta, Matt Devlen y Bret McCormick se curran
dos películas ultra-gore rodadas en Súper 8. "The Abomination" y
"Ozone: Attack of the redneck mutants", adelantándose por tres años
a la más popular "Redneck Zombies". Mientras la primera ha ido ganando
puntos con el tiempo, la segunda -más afín a la comedia- arrastra fama
de se peor, mucho más aburrida y con unos efectos especiales la mar
de mediocres. La cosa va de una panda de paletos que, a causa del agujero del
ozono, se convierten en muertos vivientes y arranca la escabechina. Una
perfectamente ilustrada en la imagen superior. Hace muchos años conseguí
copia de ambas (de hecho, aún conservo la de "The Abomination"), pero en
inglés a pelo, y por eso no se si las terminé o consumí a cámara rápida. Creo
recordar que la víctima de la foto es una maruja... pero no me hagan mucho caso.
Tal vez algún día lo intente de nuevo con ambas, pero ya se verá.

"Un gato en el cerebro" se suponía en su día la película
más personal del sobrevalorado Lucio Fulci, donde se interpretaba
a sí mismo haciendo de un director de cine especializado en
horrores al que atusan las truculentas imágenes de su obra.
Llegué a verla en v.o. y no me gustó nada. Tampoco es tan extraño si
tenemos en cuenta que era un Fulci del 90, y eso rara vez solía
traducirse en algo bueno. Otra que debería revisar. Hasta que ese
día llegue, les dejo esta simpática imagen del colega usando una
mano cercenada como carnaza para pescar.

En su día, muchas de las imágenes de esta galería me volvieron
loco de ansiedad por ver las películas a las que pertenecían. Y, en casi
todos los casos, luego llegaría la decepción. Sin embargo, el aquí
presente puede que sea el más extremo de todos, ya que a la indudable
carga truculenta de la imagen hay que añadir que pertenecía a "Maximum
Overdrive", es decir, "La rebelión de las máquinas", el cacareado debut en
la dirección de Stephen King. La mezcla de elementos era demasiado
perfecta como para no tener expectativas. Luego, la peli fue lo que fue.
Encima, la imagen en cuestión cruzaba fugazmente ante mis inocentes
y defraudados ojos. Aquello no era ni tan gore como se prometía, ni tan... bueno.


Dos imágenes seguidas pertenecientes a ese indudable
clásico del cine chungo que es "Mil gritos tiene la noche", según
las artes de Juan Piquer Simón. No hace falta que nos extendamos
demasiado al respecto a estas alturas. Baste decir que, mientras la
primera sí sale en la película (o al menos, una parecida), la segunda no.
Pertenece al momento en el que una estudiante tumbada en el césped es
asesinada sierra mecánica mediante. En el film vemos el chorretón
de sangre salir de su cuello decapitado... pero el plano de la cabeza no
aparece por ningún lado. Y es una pena, porque está un rato chulo y es de 
lo más desagradable. ¿Censura? No me consta, pero nunca se sabe...



"Rawhead Rex" adaptaba a Clive Barker y, gracias a imágenes
como las tres aquí expuestas, se prometía de lo más sensacional.
No solo por el monstruo, que es muy chanin, también por la
cantidad de truculencia invertida... o al menos eso hacía suponer
la estampa del medio. Impactante. Luego, pues lo de costumbre, una
decepción. Y de las gordas, porque no hace demasiados lustros
la revisé con intención de comentarla por acá y, nada, no hubo manera.

A finales de los ochenta, y coincidiendo con una inesperada
fiebre en torno a los trabajos de Edgar Allan Poe, al oportunista
Roger Corman le dio por remakear, o readaptar, algunos de los 
clásicos que él mismo dirigiera por ahí los años sesenta. Luego
todos resultaron tremendamente aburridos, insulsos y casi
telefílmicos. La imagen pertenece a "La máscara de la muerte roja"
y, según recuerdo, es lo mejor de la misma.


 Y chapamos con otra producción Corman, pero esta
sustancialmente mejor que la anterior. Se trata de "The Nest" o
"Nido Subterráneo" en España. Una movida sobre cucarachas
cabreadas fechada en 1987 y, como demuestra la imagen, bastante
generosa en lo referente a chicha. Concretamente, eso que ven
es el inicio de una mutación de ser humano a hombre
cucaracha que recuerdo tan espectacular como asquerosita.
La verdad es que la peli no está demasiado mal. La revisé hace
muy poco y, aunque no logré reunir ganas para reseñarla, me dejó
buen sabor de boca... por raro que suene viendo el material aquí presente.

lunes, 7 de noviembre de 2022

EL DÍA QUE NACÍ YO

Como es natural y lógico, con la millonada de espectadores que fueron a ver la primera película de La Pantoja era una necedad no darle continuidad a ese filón, y Ana Belén y Víctor Manuel, al igual que con “Yo soy esa” ejerciendo de productores ejecutivos, raudos pusieron el cazo para ver si trincaban algo más. Pero casi con desprecio, con desdén, con condescendencia… como si les interesara trincar la pasta pero que no se supiese mucho que el matrimonio diabólico se encontraba tras estos proyectos.
Se pergeño así una segunda película para lucimiento de la tonadillera. No obstante, y en búsqueda de una película quizás no tan frívola como la ejecutada el año anterior, sí que se cuidó más el aspecto técnico y argumental y se contrató a Jaime de Armiñan para que escribiera un guión y que Pedro Olea dirigiese todo ese tinglado. El galán sería Arturo Fernández y su rival más próximo a la hora de conquistar el corazón de la pescadera gitana que interpreta la Pantoja, sería el portugués Joaquim de Almeida. Vamos, un equipo de primera categoría a todos los niveles. De este modo, y respetando la estructura clásica y folclórica de la cantante que se debate entre más de un amor, se trata de dar a la película un trasfondo político como para dar empaque al producto, cosa que desde luego fue un craso error porque una película de la Pantoja no puede dejar de ser una película de corte popular —y populachero— y, más allá de su presencia, su cante y sus vestidos, poco importa. Al margen de eso, ese trasfondo político se posiciona claramente hacia la izquierda, sin caer la producción en la cuenta que, quizás, el grueso del público de Isabel Pantoja comulgaba más con la derecha y todo este rojerío implícito en el escueto argumento les sentaría como una patada en los cojones.
Al margen de esto, si “Yo soy esa” era un folletín alocado y rodado a mil por hora en el que Pantoja se marca una canción cada tres minutos para solaz de sus admiradores, esta “El día que nací yo”, con menos canciones, más manga ancha a la hora de dejarle interpretar a Pantoja, más madura, con más intención de ser una película —y no un producto como la otra—, resultó ser un aburrimiento de tomo y lomo. Lo que se supone que iba a ser la consagración como actriz de Isabel Pantoja (porque en una entrevista durante el estreno, la tonadillera aseguraba que pretendía darle continuidad a su carrera en el cine), resultó ser su testamento.
En esta ocasión, una pescadera gitana que en sus ratos libres actúa en tablaos, consigue enamorar, por un lado a un profesor en el exilio por su ideología política y, por otro, a un cura comunista que igualmente permanece oculto. La gitana se acerca al primero porque al ejercer de periodista para la prensa, igual consigue meterla en la radio. Así pues, este usará los conocimientos de esta para elaborar un diccionario castellano-caló. Entre medias, canciones y amores imposibles. Arturo Fernández está estupendo, Joaquim de Almeida doblado por un actor de doblaje y la Pantoja haciendo lo suyo, ya que en mayor o menor medida, y como declararía a la prensa Víctor Manuel en calidad de productor “Ella no es una actriz, es una estrella que eso es más todavía”.
En definitiva, un rollo que fracasó en taquilla no llegando a congregar ni a medio millón de espectadores —la vieron un millón de personas menos que “Yo soy esa”, o sea, no la vio ni su público potencial— y que supondría el punto y final para la carrera actoral de la viuda de España. No fue el fin del ramalazo de cine folclórico español de los 90 porque todavía dio tiempo a rodar una película más del género. Pero eso se lo cuento el próximo día...

sábado, 5 de noviembre de 2022

DIRECTOS AL INFIERNO

Entre "Sid y Nancy" y "Walker (Una historia verdadera)" Alex Cox dirigió esta "Directos al infierno" ("Straight to hell" en v.o. La he visto bautizada por ahí como "Derechos al infierno", pero la mía es una copia grabada en su día de Televisión Española, y figura tal y como reza el encabezamiento), una cosa extrañísima que parece improvisada porque, en fin, lo está. Es decir, el guion firmado por Cox y su actor / colega / punk de afiliación Dick Rude contaba 66 escasas páginas y fue tecleado en cuatro únicos días. No es difícil deducir que, durante el rodaje, se inventaron mucho. De hecho, la historia de la gestación es tan curiosa como que Alex Cox quería organizar un tour de bandas más o menos punkeras con el fin de rejuntar financiación. Sin embargo, el tema se fue al garete. Así, aprovechando que todos los grupos comprometidos disponían ahora de tiempo libre -y hacer "Directos al infierno" salía más barato que organizar lo otro-, se lanzaron a parir la peli, con las consecuentes prisas. Claro, dele usted una cámara, mucho tiempo y más libertad al frontman de los "Clash", Joe Strummer, a los "Pogues" al completo, al bajista de los "Circle Jerks",  Zander Schloss, a Elvis Costello, Courtney Love (¡mira que era fea! ¿qué le vería Kurt?), Edward Tudor-Pole, a Jim Jarmusch, Dennis Hopper y Grace Jones en plan cameo, y a los habituales de Cox, Sy Richardson, el mismo Dick Rude, Miguel Sandoval, Del Zamora y Luis Contreras y ¿qué obtendrá? Pues una película que, básicamente, parece una fiesta muy bien fotografiada por Tom Richmond y, sin duda, durante la que lo pasaron pipa jugando a lanzar un guiño legañoso al espagueti-western. Tan concienzudamente que incluso se trasladaron en piña hasta Almería. No era la primera vez que Cox visitaba nuestro particular plató del oeste. Siendo joven hizo allí un corto arty a base de sacar imágenes fijas de todas y cada una de las casas del poblado. La cuestión aquí es, ¿nos lo pasamos nosotros igual de bien viendo "Directos al infierno"?
Unos ladrones de poca monta vacían un banco y huyen por el desierto, para recalar en un polvoriento poblado repleto de gentuza, bandidos y entes de mal vivir. Al principio encajan bien, pero cuando corre la voz que disponen de un botín, comienzan las rencillas. Inevitablemente, todo terminará en un tremendo tiroteo.
Y es esta parte la que arregla la película. Una masacre en la que muy pocos sobreviven y acaba dejando buen sabor de boca. Suerte, porque lo precedente, salvo inspirados momentos de cruel humor negro, es bastante caótico. No hay realmente una trama. Solo una sucesión de momentos, diálogos chorrísimos inventados sobre la marcha y tonterías que no aportan nada pero se soportan, ni que sea gracias a la curiosísima galería de rostros que van pululando.
Si a ello sumamos la escueta -y previsible dadas las circunstancias- duración, pues resulta que "Directos al infierno" termina siendo una de las mejores películas de su director. Si no la mejor. Y, también, la más punk de todas, en el sentido real que, pal caso, se refiere a la actitud y su espíritu libre. Supongo que esas cosas pasan cuando te rodeas de las personas adecuadas.

viernes, 4 de noviembre de 2022

YO SOY ESA

La primera mitad de los noventa todavía albergaban, en la cultura popular, los últimos rescoldos de la España rancia y folclórica que movilizaba a las masas. El mundo de las tonadilleras, la pandereta y el torero galán no tardaría en diluirse dentro de la parrilla televisiva dedicada a la prensa del corazón, donde encontraba un nicho mucho más acorde con el consumidor de este tipo de productos. Aunque el mundo de la farándula propiamente dicha mutaría, pasando los protagonistas de la misma, es decir, los "artistas", a un segundo plano cediendo el testigo de la popularidad a personajes satélites menos interesantes de lo que ya de por sí podían ser ellos a estas alturas. Así, Jesulín de Ubrique quedaría atrás para ceder tiempo televisivo a su novia, la vaga Belén Esteban, que lidera la parrilla hasta el día de hoy, y la Pantoja sería más popular entrado el nuevo milenio por sus escándalos económicos al amparo de su nuevo novio, Julián Muñoz, entonces alcalde de Marbella, que por sus conciertos o nuevos discos que cada vez eran menos. Kiko Rivera “Paquirrín” en décadas posteriores se convertiría en pinchadiscos, reggeatonero, y sería acusado de vago y non grato por su propia madre… Pero eso sería otro asunto.
Sin embargo, en 1990 todo ese rollo de las peinetas y los trajes de luces estaba de plena actualidad y, aunque no le quedaba demasiado, todavía se explotaba ese filón hasta las ultimas consecuencias, ya fuera en conciertos en plazas de toros, fiestas de los pueblos o actuaciones en televisión. En el cine, desde la época de Cifisa a la que esta película pretende homenajear, sería tocado a finales del siglo XX tangencialmente.
6 largos años de luto llevaba Isabel Pantoja tras el fallecimiento de Paquirri cuando en un intento por resucitar el género folclórico al estilo de los años 40, se le ofreció la oportunidad de debutar en el cine en una película para su completo lucimiento de la mano de unos Víctor Manuel y Ana Belén que ejercerían de productores ejecutivos. Una película donde lo único que importaba era la tonadillera, sus canciones —canta 12 en un metraje de 90 minutos— los vestidos que luciría —22 en toda la película— y la historia de amor que para la ocasión viviría en la ficción con un novato José Coronado, y que trascendería a la pantalla porque, dicen, Coronado entre toma y toma, le quitaba las penas a la Pantoja en el camerino, alzando con furia su falo enhiesto y bamboleante ante la estrella de la canción que lo recibía como si fuese agua de Mayo.
También produce José Luis García Sánchez que iba a dirigirla, pero que cedió el testigo a Luis Sanz que venía de producir con tremendo éxito más folclore español con aquella cosa titulada “Las cosas del querer”.
Todo en esta “Yo soy esa” gira en torno a la Pantoja. La única obligación de la película es contentar a sus fans. En ese sentido, es de intuir que la selección de canciones es buena, que el vestuario de la cantante es el adecuado (de hecho la película fue nominada a los Goya en las categorías de maquillaje y vestuario) y que, con esos elementos cubiertos lo de menos era la historia —y por ende, el resultado general de la cinta—. Y Luiz Sanz, experimentado productor pero novato tras las cámaras, rodó un batiburrillo de conceptos y situaciones que no tienen por donde sostenerse.
Se nos presenta una historia de “cine dentro del cine” en la que una tonadillera y su marido, actor, acuden al estreno de una película que han rodado juntos. Entonces comienza la película y tanto los protagonistas como el espectador vemos lo que en ella acontece; una sucesión de números musicales al servicio de la Pantoja que se intercala con la historia de amor en la que esta se enamora de un caradura. Mientras esto se va desarrollando torpemente, de vez en cuando se dan saltos a la vida real (de la película) porque durante la proyección del film que están viendo, al personaje de José Coronado le da tiempo a salir del cine, jugarse la pasta a las cartas, pillar heroína y morir de sobredosis en los servicios del cine ¡Ahí es nada!
Una mamarrachada mal hecha, mal dirigida, con interpretaciones espantosas —lo de José Coronado poniendo acento andaluz es para mear y no echar gota— y montada con total desgana, consiguiendo que, aun siendo consciente el espectador de que está viendo una película dentro de una película (y además de época), se despiste y no sepa si lo que está viendo pertenece a una cosa o la otra. Amén de la ristra de momentos dramáticos que se tornan comedia involuntaria. Nimiedades al fin y al cabo porque ahí de lo que se trataba era se sacar pasta, mucha y rápido. En ese sentido “Yo soy esa” se convirtió en uno de los acontecimientos cinematográficos de los años 90, ya que el público de la Pantoja ardía en deseos de verla en los escenarios y, por supuesto, en un film. “Yo soy esa” servía para contentar a esa horda y, además, para rellenar páginas de la prensa del corazón con el supuesto affaire entre Pantoja y Coronado que, en consecuencia, incluía de serie una infidelidad por parte del actor hacia su pareja de entonces, Paola Dominguín. Y fue sonado el asunto.
La película es una mierda, pero se convirtió en una de las producciones españolas más taquilleras de 1990, llevando a los cines a poco menos de millón y medio de espectadores. Un éxito sin precedentes.
Isabel Pantoja como actriz es un palo tieso, expresa menos sentimientos que una gamba a punto de ser hervida, pero el tirón que tenía era importante, hasta tal punto que al año siguiente se volvió a rodar una nueva película para su lucimiento “El día que nací yo” (de la que ya les hablaré)… pero la cosa no funcionó ni la mitad de bien, quizás porque estábamos ya ante un género muerto (el cine de folclóricas) y “Yo soy esa” puede que sea su lujoso epitafio.
Por lo demás, tenemos un elenco muy de la época, con una Elisa Matilla que debutaba, una Loles León muy en su salsa, leyendas como Luis Barbero y Aurora Redondo que se limitan a hacer sus papeles de abuelillos a la perfección sin importarles el artefacto promocional en el que se encuentran, Antonio Gamero o la intervención especial de Matias Prats padre, que evocaba a la nostalgia de aquellos fans de Isabel Pantoja de edad más avanzada que ya no sobrevivirían a la siguiente película de la cantante.
Como digo, el cine folclórico estaba respirando sus últimos estertores tras muchos años ausente de los cines. Aunque los respiraba con éxito, de momento.