sábado, 30 de marzo de 2024

LOS SUPERVIVIENTES DE LOS ANDES

Inevitablemente, el lanzamiento de la cacareada "La sociedad de la nieve" (muy decente aunque un pelín larga) ha vuelto a poner de actualidad la tragedia real que retrata, aquello del accidente aéreo y cómo los supervivientes se vieron obligados a devorar la carne de sus compañeros fallecidos. Nada más estrenarse, muchos corrieron a puntualizar que ya se había rodado otro film previo sobre idénticos hechos, "¡Viven!", la versión Hollywood dirigida por el mismo Frank Marshall formado a la sombra de Steven Spielberg, cambiando el tono desenfadado de su largo de debut, "Aracnofobia", por uno más serio y dramático, tal vez a la búsqueda de premios y reconocimientos. La cosa debió funcionar más bien "flojuchamente", porque Marshall retomó las maneras más alegres y "tontunas" en su siguiente y muy recomendable "Congo".
Sin embargo, lo que muchos gacetilleros habían olvidado. O querían olvidar. Es que hubo una previa a las dos mencionadas, inspirada también en ese mismo asunto, "Los supervivientes de los Andes" (con un artículo de quita y pon según quien edite). La razón de que, mayormente, fuese ignominiosamente despechada puede deberse a diversos factores: La más sencilla es la ignorancia. Ya sabemos cómo anda hoy el patio. Pero podría haberlas de otro orden. "Los supervivientes de los Andes" es un producto oportunista hasta el tuétano. De abierta y desacomplejada mentalidad "exploitativa". Se rodó solo cuatro años después del movidón. A toda prisa y con el presupuesto justo. Priorizando el elemento más sensacionalista y chocante a modo de reclamo: el canibalismo. De los tres films, es el único donde vemos cómo se corta pacientemente la carne de un cadáver. Y no está para nada mal ejecutado. Semejante desvergüenza se debe, obvio, a su procedencia Mexicana (conocemos sobradamente de qué manera las gastaban -y gastan- allí cuando se trata de sacar cuartos a través del sucio morbo) y su director, el inmortal René Cardona, forjado en las trincheras del más descarnado cine populachero. Produciendo y co-guionizando, su temible hijo, René Cardona Jr, quien ganaba a papá en actitud desalmada y mentalidad truculenta. Seguramente en sus manos -como director- el resultado habría sido mucho más sanguinolento. ¿Y cutre?.
Lo cierto es que "Los supervivientes de los Andes" no está tan tan mal. La escena del avión hostiándose queda lejos de ofender. Sí, las maquetas cantan un poco, pero no excesivamente. Es mucho más chusquero el decorado donde se desarrollan los culebrones del clan superviviente. Se nota un huevo el cartón piedra. Y el poliexpán fingiendo ser copos de nieve. Pero bueno, lo dejamos pasar porque, así de primeras, el ritmo es más acelerado que en la reciente versión. Y, además, el affaire propiamente dicho se intercala con escenas de las autoridades organizando el rescate, por lo que todo se torna un pelo más ameno. Es quizás al final donde comienzan a pesar los fotogramas y la impaciencia por ver llegar el "Fin" se torna inevitable. Suerte que el pifostio solo dura 85 minutos.
En el reparto un auténtico "mostro" en estas cosas del "exploit" mexicano, Hugo Stiglitz.
La imagen expuesta pertenece a una de las varias ediciones que tuvo en su día para el mercado del alquiler. Probablemente, pirata. De ahí que la muchacha horrorizada sea la bella Jenny Agutter, en un plano extraído de "El superviviente", película australiana del 81. Suponemos elegida por los distribuidores porque también va de aviones que se estrellan y personas que sobreviven (bueno, solo una). Lo mismo podríamos decir de la imagen trasera -debajo-, donde un par de tipos devoran entrañas cual zombies desbocados (me viene a la mente sendo film en el que unos hombres desesperados cazan a un oso polar, zampándose a lo bruto sus tripas a pesar de ser advertidos sobre lo escasamente saludable de tal práctica. Pero he olvidado el título. Sorry) Que los copos de nieve vengan pintarrajeados de mala manera (tal vez con "Tipp-ex"), pone la guinda a una sucia práctica amada por estos parajes. Obviamente, en la realidad -y los tres títulos resultantes- el "momento antropófago" no fue TAN espectacular.
Como relleno a una velada tonta, "Los supervivientes de los Andes" se deja ver. Y me parece la mar de feo que sea excluida de la lista de versiones fílmicas inspiradas en los dramáticos hechos, especialmente si ello se debe a cuestiones morales. Puede ser más o menos criticable... pero, a su vez, genuinamente interesante desde un punto de vista histórico, o sociológico, o antropológico. El que exista única y totalmente motivada por fines crematísticos, sin la mínima consideración respecto a los afectados. 
Alguien podría tildar de políticamente incorrecto que, siendo de donde es, se la ningunee mientras, por otro lado, aquellas paridas (o co-paridas) mediante montante yanki son aplaudidas y respetadas. Pero no seré yo el que proceda. Ya existen demasiados papanatas con aspiraciones redentoras ahí fuera.

viernes, 29 de marzo de 2024

MOLINA'S FEROZZ

Es paradójico que un país como Cuba, donde está sita la "Escuela Internacional de Cine y Televisión" y donde hay cierta tradición en la formación de cineastas, sea por otra parte uno de los países donde hacer cine es más complicado. Bueno, todo es complicado en Cuba. Y los pocos que lo consiguen se decantan siempre por el tema social. Sin embargo, el fantástico, sin duda el género con más adeptos en el mundo, llega a cualquier rincón del planeta y, por supuesto, en Cuba también hay aficionados que cuando tienen oportunidad de filmar, tiran por esos derroteros con todas las dificultades que ello acarrea.  Jorge Molina, el director de esta "Ferozz" se ubica dentro del "fantastique" cubano con todas las de la ley.
Molina se considera un tipo sencillo, no un intelectual. Al margen, es un cinéfilo empedernido que tras una serie de carambolas en lo que a la producción se refiere, y con la ayuda de unos cuantos aficionados españoles, logra financiar esta revisión —muy sui generis—del cuento de Caperucita Roja, ambientando la acción en la campiña cubana y decidiendo, influenciado por Valerian Borowczyk y su película "La bestia", pasarse a esa corriente del "cine escándalo" tan propia de los años 70 y que se estiló levemente en la década en la que se rodó "Ferozz" (los años 10 del nuevo milenio). Así que, si les digo que piensen de manera picantona en Caperucita y el lobo, se van a quedar cortos, máxime cuando aquí la más pervertida del cuento es la abuelita. Entonces tenemos la libre adaptación del clásico de Perrault con deficientes mentales fruto del incesto, una familia que es para darle de comer aparte, zoofilia y toda suerte de florituras —muy vistosas— de por medio. Nuestros ojos europeos ya están acostumbrados a eso y más, pero imagínense una película de semejante naturaleza en un país como Cuba (pese a que el propio Molina dice inspirarse en lo que sucede en algunas regiones cubanas, donde el incesto y el bestialismo están a la orden del día).
"Ferozz" nace como un cortometraje, pero se convierte en largometraje en el momento que el director recibe 10.000 dólares de financiación. Molina decía que, quizás, no es mucho dinero, pero que él con esa cantidad se rodaba "Lawrence de Arabia". Así se las apañó para que un guion de 20 páginas, llegara a una duración de algo más de una hora. El resultado, estéticamente, y teniendo en cuenta su procedencia, es harto interesante. A mí personalmente me llama más por su procedencia exótica, por su ambientación purulenta y enrarecida, que por la serie de perversiones que filma, aquellas por las que es popular —dentro del culto que se le procesa, lógicamente— y, en cierto modo, su razón de ser.
Probablemente debido a la historia que arrastra su país, esa transgresión a la que Jorge Molina parece agarrarse, resulta ingenua e inocente ante nuestros ojos, aunque tampoco permanezcamos impasibles. Sin embargo, estrenar "Ferozz" en Cuba es harina de otro costal; el público reaccionó rompiendo los cristales del cine, escupiendo al director en la cara y llamándole enfermo, mientras que otro sector le otorgó tratamiento de genio.
La película es extraña, excesiva a todas luces, pero entretenida y curiosa. Destacando todo ello por encima de la célebre secuencia de la protagonista con un perrito. Ya se pueden imaginar.
Jorge Molina es un cortometrajista consumado. Si observamos su filmografía (donde predominan estos) localizaremos algún atisbo de megalomanía en el sentido que, de un tiempo a esta parte, gusta de titular sus trabajos con su nombre por delante, como si fuera, por ejemplo, John Carpenter, así que en realidad esta película sería "Molina's Ferozz", pero también tiene "Molina's Borealis" o "Molina's Rebecca"....
Curioso este Molina.

miércoles, 27 de marzo de 2024

MINUTOS MUSICALES 23: ANTI-CRASS, 1ª PARTE / ARTLESS

Habrán notado, a lo largo y ancho de todas las respectivas entradas de minutos musicales,  que la formación anarco-punk "Crass" dispone de cierto peso entre mis apetencias punkistas. Bien. Sí, pero no. Steve Ignorant, Penny Rimbaud, Gee Vaucher, Phil Free, Eve Libertine, Joy De Vivre, Mick Duffield, John Loder y los demás fueron de vital importancia en cierto momento de mi existir. Aunque, entre lo radical de su perorata panfletaria (me hacían sentir culpable cada vez que disfrutaba de una "McBurger", jaleaba a "Paul Kersey" o miraba con exclusivos intereses carnales a las féminas de mi entorno) y lo "poco accesible" de sus maneras compositivas, acabé algo harto de ellos. Volcándome mucho más feliz en un punk rock despreocupado, cafre y tan aficionado como yo al lado más "ignominioso" de la cultura popular. Rara es la ocasión en la que, a día de hoy, los escucho.
Aún así, les seguí / sigo respetando. Incluso estimando. Después de todo, siempre admiré y defenderé su concepción del punk. Lo más genuino ocurrido durante los ochenta. No solo en lo político, también lo creativo y... hum, "operativo". Su dedicación al D.I.Y. y la auto gestión pura eran reverenciables. A los "Crass" o los amabas con locura, o los odiabas. Y de estos últimos los hubo, a porrillo. También se lo buscaban, chinchando sin descanso al personal. Sobre todo aquel situado en el espectro más comercialucho, teatrero y complaciente del punk. La mayoría callaban. Otros hacían lo imposible por llevarse bien (como "The Business", reyes del "Oi!", quienes incluso les dedicaron una voluntariosa versión). Los había que devolvían la pelota desde la prensa escrita (como Wattie de "Exploited"). Y, por supuesto, también están aquellos que contraatacaron usando las mismas armas: instrumentos musicales.
Los ejemplos más sonados (o los únicos que yo conozco) son dos, cuyo grado de mala uva e inteligencia varía según la banda. Mi plan original consistía en rejuntar ambos aquí, pero el rollo ha dado pa tanto que he preferido partirlo.
Ahí va la primera dosis: "Artless".

Hablar de "Artless" significa hacerlo de Mykel Board, un personaje de esos irrepetibles que llevan pululando por el underground y la contra-cultura desde tiempos inmemoriales. Y al que le mola más provocar que a un tonto una piruleta. Ya en los primeros fanzines ochenteros de un John Holmstrom post-"Punk Magazine" (especialmente la simpatiquísima "Stop! Magazine") encontrábamos anuncios del colega, promocionando su banda paródica arty-punk "Art" (compuesta por él al micro y un metrónomo como único instrumento) a base de imágenes abiertamente pornográficas. Luego, añadió un "less" a la palabra, dando vida así a un grupo que dejó cierta huella en la respectiva década.
Board era, como digo, un tocacojones nato. De ideología libertaria, bla, bla (es decir, tirando más a políticamente correcta), se planteó qué pasaría si una panda de republicanos, conservadores y derechosos se animaran a dar forma a su propia formación punk rockera. Y a la hora de componer, hiciesen como todos, defender sus causas políticas... solo que estas eran más del gusto de, digamos, un Reagan. O un Trump. Así, el resultado se convertía en veneno de cara a las audiencias punk más elementales y cuadriculadas, incapaces de pensar por cuenta propia y, más importante aún, pillar el sarcasmo de todo ello. El humor.
Y es por eso que, durante las actuaciones de "Artless", había broncas. Tanto como para que el guitarra luciera una camiseta con "Yo no escribo las letras de las canciones" estampado. Y el mismo Board terminara en más de una ocasión dentro del container sito al lado de la sala de conciertos. Aún así, el hombre estuvo un largo tiempo dedicado a su combo. Llegó a editar un LP compartido con -como no- G.G.Allin, de cuya portada -la de "Artless"- se encargó su viejo colega Holmstrom.


Bien, entre toda la ralea de temas paridos por Mykel Board y los suyos -honestamente, nada del otro jueves- destaca uno titulado "Crassdriver". Lo hilarante aquí es que la primera vez que lo escuché fue gracias a un CD-R pirata editado y vendido por una famosa tienda barcelonesa de desacomplejada ideología anarquista. Es más, ilustraban la cubierta con el -así de primeras- famoso logotipo de "Crass" y, dentro, encontrabas tanto canciones de "Artless" en su inglés nativo como otras en... ¿alemán? Bien, tenía truco. Resulta que en las germanias existía otro grupo de idéntico nombre, e ideología mucho más afín a los de la tienda. O a lo que se esperaría de un supuesto grupo punk underground. Dicho de otro modo, los responsables en ningún momento prestaron atención, ni entendieron la jugada. De lo contrario, se habrían dado cuenta que, A, eran dos combos distintos, B, el yanki gastaba una naturaleza ideológicamente opuesta a ellos, C, en concreto el tema que daba nombre al mismo CD-R, "Crassdriver", era un PALO ENORME a la famosa e intocable formación anarquista y D, el mentado logo de "Crass" en la portada hacía gala de una pequeña peculiaridad. Justo en la parte intermedia, veías un destornillador. Si traducimos la palabreja al inglés, obtenemos "screwdriver". Y, yes!, tal vez sepan que "Skrewdriver" es el nombre de la más famosa e infame banda nazi de la historia de la música. Pero cuando digo nazi, lo digo a conciencia. Sin florituras. Está claro que los del local... es decir, la tienda, no hicieron los deberes (e ignorantes hay en todos los bandos)

Así pues, en su canción, "Artless" emparentan a los nazis "Skrewdriver" con los anarquistas "Crass". De ahí la mezcla, "Crassdriver". Preguntando en un contagioso estribillo aquello de "¿no sabes que es lo mismo?", a tenor de que ambas comparten un logo, un uniforme y unas ideas cuadriculadas y dogmáticas que pobre de ti rechaces (son legendarias las historietas de los "Crass" imponiendo ciertas decisiones musicales y estéticas a las bandas que apadrinaban). Terminan la tonadilla afirmando burlonamente que los anarquistas han "dado mal nombre al punk".
Bien. Los más devotos de "Crass" se estarán tirando de los pelos. Sin embargo, y aunque hasta cierto punto Board y sus "Artless" no van escasos de razón (siempre he dicho que los "ismos" se tocan, y lo sigo pensando), es verdad que había algo de guasa en ello. No olviden que el cantante estaba más próximo a Steve Ignorant y cía en actitudes e ideas que a los supuestos republicanos con instrumentos que eran, y ya no digamos Ian Stuart, líder de los temibles "Skrewdriver". Tampoco afirmo que soltara trolas, simplemente -opino- lo exageraba, sin genuina malicia. Todo lo contrario que el caso que verán y oirán en la próxima entrada. De momento, cierro el tochete con, obviamente, "Crassdriver" de los "Artless".

Y si se lo preguntan, aunque la carrera del combo llegó a su final por ahí los noventa -con alguna puntual resurrección pillada con pinzas-, Mykel Board siguió dándole a la provocación, esta vez por escrito. Se convirtió en un polémico columnista en la insigne "Maximum Rocknroll". Publicó algunos libros (uno con portada de, nuevamente, John Holmstrom). Viajó mucho (era declarado fan de la cultura Japonesa aunque, decía, no podía sufrir su devoción por el trabajo). Y, ahí sigue, pululando en redes sociales y escribiendo en sus blogs, sin descanso. Un aplauso para el caballero.

lunes, 25 de marzo de 2024

TEO, EL PELIRROJO

“Teo, el pelirrojo” es una ignota película del no menos ignoto director burgalés Paco Lucio. Compitió en el festival de Berlín, pero, más allá de eso, apenas tuvo vida comercial tras su discreto estreno en cines, donde la vieron poco menos de 60.000 personas. No consiguió el apoyo de las televisiones y no se emitió hasta muchos años después, ya en los 90, del mismo modo que nunca tuvo una edición oficial en vídeo.
Sin embargo, sí obtuvo apoyo de la Junta de Castilla y León y fue financiada por el Ministerio de Cultura solo en parte, cosa rara considerando que, por forma y fondo (película de tono serio y culto, ambientada en la época del desarrollismo y con un reparto de renombre), a priori, cumplía con todo lo que exigía la ley Miró a una producción.
Vista hoy puedo comprender el ninguneo esnob, porque, pese a que se trata de una película muy para ese público de los ochenta, la tosquedad y poca pericia con la que está rodada debió tirar para atrás a todos aquellos entes bienpensantes que podían decidir sobre su futuro.
La cosa va de un juez que, junto con su esposa e hijo pequeño, se va al pueblo del que es originario porque le han avisado de que el abuelo va a morir. Una vez allí, el hijo del juez, además de contactar con otros críos, se hace amigo de un cateto, Teo el pelirrojo, aspirante a policía local que es rechazado por los dirigentes por mala bestia, lanzar proclamas comunistas en la tasca y tener un pasado turbio. Pero el chaval y el bruto se llevan estupendamente y tienen conversaciones de lo más enriquecedoras. Todo se tuerce cuando el pedazo de animal saca un día la escopeta y se carga a todas aquellas personas relevantes que le han negado el pan y la sal como policía.
Por supuesto, como el chaval ha hablado de muchas cosas con el asesino, será sometido a un tercer grado por parte de su padre el juez y las autoridades del pueblo.
Como pueden ver, un argumento muy viable para lo que se estilaría en el cine español a finales de los ochenta. Sin embargo, y al margen del politiqueo que pudiera haber silenciado (o no) esta película, “Teo, el pelirrojo” es aburrida como una mala cosa, amén de tener una estructura extraña, de tres o cuatro actos, incapaz de llevar una línea narrativa coherente; los hay largos en exceso y otros —como cuando Teo el pelirrojo  se lía a tiros— suceden en un santiamén. En definitiva, y hablando en plata, se trata de una película cultureta, sí, pero bastante mala.
El reparto esta formado por actores de la talla de Álvaro de Luna “El Algarrobo”, incapaz de desencasillarse de los papeles de garrulo tras su paso por “Curro Jiménez”, Ovidi Montllor, con la parsimonia que le caracteriza, y María Luisa San José, que sobrevivió al destape para, en esta época, especializarse en dramas rurales tras “Réquiem por un campesino español”. Asimismo, tenemos a todos los hijos de Cristina Rota aquí enchufados, en una producción leonesa, siendo Juan Diego Botto el niño protagonista —y que actúa con un gracejo y una frescura que ya no tendría en “Historias del Kronen” (ahí tendría gracejo, pero en otro sentido)— y sus hermanas Nur Al Levi y María Botto, que serían dos de las niñas que pululan por el largometraje (y que, aunque recientemente visionado, ahora mismo no sitúo).
Por su lado, el director Paco Lucio, que se ganó mejor la vida como asistente, encargándose de la segunda unidad de films del mismo palo que este, como por ejemplo “El espíritu de la colmena” o “El Sur” (ambas de Víctor Erice, al que Lucio considera su maestro), tuvo oportunidad de dirigir dos películas más durante toda su carrera, ambas en los 90 y de mínima repercusión, “El aliento del diablo” y “La sombra de Caín”.

sábado, 23 de marzo de 2024

FRONTIÈRE(S)

A mediados de los dosmiles, se produce en Francia una pequeña explosión de películas horroríficas interesadas en recuperar las maneras más duras, sucias y explícitas del género, vertiente yanki, acaecida durante los años 70. Estaban "Alta Tensión" (el plagio de la novela "Itensity" de Dean Koontz perpetrada por Alexandre Aja), "À l'intérieur" (seguramente la mejor del todas) y la que repasaré a continuación, "Frontière(s)". Repetían en la producción -tras la "alta imitación" de Aja- Luc Besson y su "EuropaCorp", esta vez mucho más seguros de donde se metían. Así pues, hasta cierto punto, se podría decir que "Frontière(s)" fue la aportación "mainstream" del pack. Y es curioso porque, a su vez, es la menos imaginativa y más de manual. Estamos ante la enésima variación de "La matanza de Texas", oooootra vez. Fotocopiar el clásico de Tobe Hooper ya era por entonces algo más propio de zineastas costrosos y amateuristas que de todo unos profesionales de la industria, como es el caso. E, igual que ocurre en las producciones de baja alcurnia, también aquí se tira de mucha sangre y más truculencia explícita cuando, no lo olvidemos, esta escaseaba en el film de Hooper, sustituida por una atmósfera sórdida y poco higiénica, cosa que solo se consigue cuando hay talento. Tirar de explosiones de hemoglobina y empacho de látex es lo opuesto / fácil.
"Frontière(s)" se centra en un grupo de chavales, semi delincuentes, que, huyendo de los alborotos urbanos ocurridos en París por aquellos entonces (lo recordarán, con quema de coches a tutiplén y demás mandanga destructiva), recalan en una casa de campo habitada por un clan de tarados cuyo cabecilla resulta ser un viejo nazi. Tenemos incluso al gorderas medio lerdo,  ataviado con un delantal salpicado de sangre, dedicado a trocear cadáveres. Así que, sin sorpresas. Los chavales serán perseguidos, cazados, mutilados (el momento más "ouch!" consiste en unas enormes tenazas cortando un tendón de Aquiles) hasta que la "final girl" de rigor (pal caso la "dernière fille"), teñida de rojo rojísimo, acabe con la troupe al completo en un clímax ultra-violento + intenso durante el que me costó mantener los ojos abiertos. Y no por miedo, sino por sueño.
"Frontière(s)" nunca llegó a estrenarse de modo oficial en nuestro sucio país, limitando su recorrido a festivales. Bueno, por una vez obramos sabiamente.
En los créditos finales se incluye un listado con todos los que ejercieron de figurante durante el rodaje. Como eventual integrante de colectivo que soy, lo encontré sorprendente y admirable. ¡Estas cosas solo pasan en la frans! A ver si aprendemos, españññña.
Debutaba en el largo comercial Xavier Gens, quien luego dirigiría "Hitman" y unas cuantas cosas más igual de desalmadas y olvidables.

viernes, 22 de marzo de 2024

BACK FROM THE DEAD

Estrenada en programa doble junto con "The Unknown Terror", "Back From The Dead", basada en una novela titulada "The Other One" (El otro!!) de  Catherine Turney, quien también firma el guion, es una pequeña película de "serie B" medio gótica, medio de terror psicológico cuya principal característica es que, tras su estreno, tuvo una distribución verdaderamente restringida y es raro encontrar copias en VHS o DVD de la misma. Tras los cines, su carrera, durante lustros, se limitó a esporádicos pases de televisión.
La cosa va de una mujer embarazada, su hermana y su marido, que andan de vacaciones en la playa. Todo parece idílico hasta que ella empieza a encontrarse mal y aborta repentinamente. Pronto comenzará a comportarse de forma extraña y descubriremos que lo que ha sucedido, es que está poseída por el espíritu de la ex mujer de su marido, ya fallecida. A partir de entonces, todo se saldrá de madre con un culto satánico de por medio.
En realidad, más allá de tratarse de una pieza ignota de cine de terror cincuentero, y que en cierto modo se anticipa a "Otra vuelta de tuerca" o " Los otros" o todo ese tipo de películas, "Back From The Dead" no es más que un folletín dramático antes que terrorífico, solucionado a base de conversaciones y actuaciones de corte teatral, con muchas escenas de cama (me refiero a que algún personaje interviene acostado, no que haya folleteo). La gracia de todo este asunto está en que se trata de una producción de "Regal Pictures", compañiá de Robert L. Lipper, antiguo empresario de salas de cine y conocido moroso de la "serie B" hollywoodiense, que se cascaba 20 producciones al año rodando en tan solo siete días y con presupuestos menores de 100.000 dólares —aunque "Back From The Dead" costó algo más—. Como tenía conexión con "Twentieth Century Fox" que distribuía sus películas, cuando Lipper comenzó a comprar lentes en scope para sus producciones, el estudio le prohibió que usara el logo de "Cinemascope" porque quería que este solo apareciese en sus propios productos de primera fila, por lo que Lipper, con dos cojones, a los suyos filmadas en dicho formato les colocó un logo propio personalizado: "Regalscope".
"Back from the dead" es antigua, en absoluto risible (aunque si bastante mala) y contiene poco más reseñable.
Su director, Charles Marquis Warren, no se prodigó mucho más en el séptimo arte, pero sí se convirtió en un artesano de televisión de extensa carrera.

miércoles, 20 de marzo de 2024

"CREEPSHOW", A DOS GRADOS DE SEPARACIÓN

Desde los albores de este blog, escribir maravillas con respecto a "Creepshow" ha sido una obsesiva constante. Hasta hartar. Bien, lo que igual desconocen es que el clásico de George A. Romero guarda una serie de conexiones muy particulares con otros asuntos de índole igualmente apasionante, al menos para el que suscribe.
Tan apasionantes como mi otra película favorita (y que cae un puesto por delante de "Creepshow"), "Posesión Infernal". Ambas vienen emparentadas por un mismo nombre, el del agente Irvin Shapiro y, más gracioso aún, un pedazo de tema musical "vintage" de naturaleza "stock". Concretamente "Jazz Traditional - Charleston" de Erik Markman. Se puede oír al final de los créditos de "Posesión Infernal" y en una escena de la de George A. Romero. Mientras en esta tiene toda la lógica del mundo, sonando en una jukebox junto a otras partituras del mismo periodo, en la previa... ¿por qué? Lo tenemos tan asumido que no vemos extrañeza en ello, ¿decantarse por un tema tan alegre y dicharachero al final de un film de horror tan intenso y más después de ver morir a su héroe? Bien, según se dice por ahí, consciente Sam Raimi de lo crudo, sangriento y oscuro del film, quiso compensarlo finalizando con semejante pieza. Tiene sentido. Sonaba tal que asín...

Habrá quien diga "También las dos películas comparten año de producción". Vale, pero eso creo que es más circunstancial, teniendo en cuenta que “Posesión…” tardó varios en completarse. Todo ello -y la presencia de Shapiro, supongo- permitió que ambas joyas acudiesen al festival de Cannes de aquel año mano con mano, dejando para la posteridad imágenes tan legendarias como las respectivas pancartas promocionales, una al lado de la otra, o la instantánea histórica de Sam y George juntos en el balcón de un hotel de la población franchute. Irrepetible.


Pero no acaba aquí la cosa.
¿Cómo se quedan si les digo que existe otro hilo conector entre "Creepshow" y.... mi héroe, George Kuchar? ¿Y qué tiene ello de extraño? Hombre, lo del clásico de Sam Raimi dispone de cierta lógica por año de producción, género y naturaleza... pero Kuchar pertenece a otro universo, otro nivel -uno más subterráneo-, y por ello la movida se torna exótica y marciana. Eso sí, para nada es una cuestión directa, que los dos Georges se conocieran y fuesen de cañas. En realidad, se debe a una tercera persona, Peggy Ahwesh.
En los ochenta Peggy era una punkilla que, además de ir a conciertos, pillaba una cámara de súper 8 y confeccionaba cortos con los colegas. Algunos de orden seudofeminista (al menos procedía en una época que eran poco comunes, ahora es feminista hasta el anuncio de cocacola). Un día, organiza una serie de proyecciones y, puesto que su hábitat natural resulta ser Pittsburgh, invita al cineasta más relevante del lugar, Don Romero. Se hacen amigos y, para cuando este arranca con "Creepshow", enchufa a la muchacha en funciones de asistente de algunos actores, entre ellos Ed Harris, quien se unió a ella, y su pandi, para terminar bailando pogo en algún concierto punk. Mítico. Ya puestos, fue la niñera de Joe King (hijo de Stephen, el niño del vudú/lector del tebeo y actual reputado escritor de terrores por... ¿cuenta propia?) y ayudó a ensuciar de verde el decorado de "La solitaria muerte de Jordy Verrill". ¡¡Vaya suertuda!!. Si se fijan bien en los títulos de crédito finales, la localizarán con la versión "seria" de su nombre, Margaret. 
Conclusa esta etapa (de la que aprendió tanto como para reconocer la gran influencia que tuvo en su cine el director de "La noche de los muertos vivientes", junto a otros ilustres: Dario Argento, Mario Bava y Lucio Fulci), Peggy, más en consonancia con su naturaleza “underground”, termina metida en los caóticos y alocados rodajes que el gran George Kuchar se marca como profesor en el "San Francisco Art Institute". 
Concretamente, sale caracterizada con un atuendo extravagante -algo muy propio de las Kucharadas- y haciendo el ridículo -algo muy propio de las Kucharadas- en una de las epopeyas más demenciales, extrañas y escatológicas del Maestro, "Evangelust", un palo desalmado a los tele predicadores que Kuchar grabó vídeo mediante a finales de los ochenta a base de caca y vómitos. Ahí va imagen del histórico encuentro...

Paralelamente, Peggy Ahwesh también se dejó ver en algunos video-diarios de Kuchar (concretamente: "Rainy Season", "Return to the House of Pain", "Fill Thy Crack with Whiteness" y "Munchies of Melody Manor"), pero esa es otra historia. En cuanto a su propia carrera, pues siguió pariendo cortos raros, dio el salto a los 16mm, luego al vídeo y finalmente las imágenes generadas por ordenador. Se hizo profa de bellas artes y hoy rula por Vimeo publicado las cosicas que inmortaliza mediante celular. Nada, todo muy aburrido y pretencioso... lo realmente interesante acá era contar su apasionante vínculo directo con sendas apasionantes movidas.
La próxima vez que entren en este blog y se encuentren con la enésima entrada dedicada al clásico de Romero (o al de Raimi), conténganse las ganas de destruir el ordenador. Como ven, hay motivos de sobras para amar a la(s) jodida(s).

lunes, 18 de marzo de 2024

DAUGHTERS OF DISCIPLINE

“Daughters of Discipline” es una de tantas películas porno rescatadas por los estudiosos e historiadores cuando van a costrosos sótanos de viejos cines buscando rollos de rancio celuloide. En este caso, nos encontramos ante una cinta recuperada a medias, porque le falta el rollo final y algunos segmentos a la mitad, pero contiene suficiente material como para elaborar una edición en DVD de la misma.
No tiene demasiado de especial. Una de bajo presupuesto y centrada en el rollo sado-maso, aunque tocando el tema tangencialmente. Estéticamente sí que se nos muestran oscuros sótanos con señoritas encadenadas a las que colocan pinzas en los pezones, pero de ahí no pasan, el sado-maso no es real; las cadenas y las máscaras están únicamente para ambientar, porque más allá de eso, esto es un porno bastante al uso donde abundan las mamadas y el sexo estándar realizado por gente bastante fea y velluda. Apenas sin argumento, la peli nos cuenta la historia de una muchacha que ingresa en una secta sadomasoquista en la que la harán toda suerte de perrerías al mismo tiempo que, en su vida privada, zampa pollas de tíos con bigote.
Y sin más. Una cosa añeja que puede llamar la atención por su estética pobretona y sucia —la típica del "sleazy cinema" que defendería, sin duda, el ilustre fanzinero Bill Landis — cuyo único interés radica en haber sido encontrada la copia madre en algún lugar de la periferia neoyorquina tras pasarse almacenada lustros sin que a nadie le importara lo más mínimo. Más interesante es saber la historia que se oculta detrás.  
En concreto, “Daughters of Discipline”, dirigida por un artesano de la pornografía en celuloide como Shaun Costello, era una producción de las que sólo se podían visionar en la cadena de mini-cines "Avon" -"Avon 7" para ser exactos- una de tantas pequeñas salas ubicadas en los 70 en la mítica calle 42 (y al rededores, es decir, el Deuce) de Manhattan y que se extendería a lo largo y ancho de las zonas más golfas de la ciudad, junto a toda una serie de complejos teatrales.
Siempre se ha tendido a pensar que los mismos propietarios de los cines "Avon" producían sus propias películas (las de "Avon Studios") ya que solo podían verse en sus propios antros, pero cuenta Shaun Costello que él ni tan siquiera llegó a hablar con los dueños cuando rodó una película. Y es que se ve que los mini-cines "Avon", así como la mayoría de especializados en contenido pornográfico, tenían vinculaciones con la mafia, que era la que en realidad se ocupaba de producir esas películas. Así pues, Costello trabajaba directamente para el estudio regentado nada menos que por la familia Gambino que, a su vez, era la que proporcionaba las películas en exclusiva a la cadena "Avon". Si el "Avon 7" proyectaba sobre todo films de temática sado-maso, era porque el gerente se las encargaba, según la demanda de sus propios clientes, a los Gambino quienes ponían en marcha todo el tinglado con una suerte de actores y directores que trabajaban rápido y bien. Las películas se rentaban en los cines pero, además, algunas también eran exportadas al extranjero, siendo Alemania el país europeo que más solicitaba el sado-maso que ofrecía "Avon Studios". Así pues, los pajilleros de la zona tenían cine porno bajo demanda.
Por supuesto, la calidad de estas películas era más bien de baja estofa y la sordidez que las acompaña poco ayuda a estimular la libido del espectador de 2024. Obviamente, no funcionan como material para pajas, si no más bien para saciar el interés del arqueólogo inquieto en busca del cine más oscuro. Aun así, y aunque financiadas por la mafia, las películas "Avon" son una cosa más bien normalita en el sentido que no dejan de ser porno totalmente estandarizado con actores y actrices del gremio haciendo su trabajo en total legalidad. Toda la parte sórdida, el sado, la muerte, no es más que ficción (gracias a dios).
Shaun Costello se comió la década de oro del cine porno norteamericano, los setenta, también parte de los ochenta, para después ganarse la vida dirigiendo toda suerte de comerciales para televisión. Más adelante, decidió contar su historia en el cine de mete-saca, primero escribiendo una biografía de Harry Reems y luego con un libro que pinta estupendamente y donde cuenta su experiencia,“Risky Behavior: Sex, gangsters and deception in the time on groovy”, que tras 10 años de larga escritura finalmente nadie quiso editar, salvo una editorial bastante subterránea francesa. Descarten para siempre una versión en castellano.
“Daughters of Discipline” no es más que una de las películas de su filmografía, ni destacable, ni olvidable, pero sí una de las que más se habla porque hasta hace poco andaba perdida, y que va que ni pintada para hablarles brevemente como lo he hecho de los cines "Avon", de Costello y del Deuce neoyorquino al completo.

sábado, 16 de marzo de 2024

POSESIÓN INFERNAL, EL DESPERTAR

A estas alturas no es necesario que hable de mi devoción por "Posesión Infernal". Sintiendo una indudable simpatía hacia toda la saga, la marca al completo, dicho amor se centra básicamente en el film de origen, el de 1981. Es algo sobre lo que he escrito muchísimo. Por todo ello, enfrentarme a cada nueva entrega posterior, especialmente aquellas facturadas en tiempos modernos, es un auténtico reto. Y ante el primer visionado, inevitablemente las expectativas pesan un huevo, generando una opinión normalmente poco favorable. Se hace pues necesario un segundo intento. O un tercero. Pasó con el remake de 2013 que, poco a poco, logró ganarse mi afecto. Tanto como para pillarlo en blu-ray.
Bien, ahora le toca el turno a "Posesión Infernal, el despertar". La primera vez me pareció un truño gordo, gordo. Así, esperé a la siguiente intentona para formarme una impresión más fiable. Y de eso va esta reseña.
¿Es "Evil Dead Rise" (título en v.o.) un reboot, una precuela o secuela del film del 2013?. ¿O de 1981? Pues no me ha quedado claro, la verdad. A mí lo que me ha parecido es un remake del remake. Comparten estética, "look" fotográfico -digital, me supongo-, y unas cuantas ideas. Lo más desconcertante de este nuevo "Evil Dead" es que, por mucho que venden la moto de la novedad, del cambio de un bosque siniestro a un apartamento, de personajes más o menos masculinos a mayormente femeninos, incluso la incorporación de adolescentes - + una infante (estoy tan cansado de películas de terror con críos... parece casi una obsesión pederasta por parte de los mandamases de Hollywood)- que lo van a pasar putas, en lo narrativo es exactamente igual que la original y el remake. Es decir: Grupo de personajes metidos entre cuatro paredes desatan el mal mediante "Necronomicón" formato audiolibro (tres vinilos con los pasajes grabados en ellos. El último incluye una advertencia sobre sus peligros. Coño, ¿no habría sido más lógico que eso estuviese en el primero? digo yo), los unos van siendo poseídos, los otros tendrán que combatirlos, etc, hasta que al final sale el gran "mostro", alegremente despachado vía sierra mecánica. Ea!
¿Debería ello haber garantizado cierto disfrute y placer entre los devotos de mi porte, así como más canosos y nostálgicos?, pues tal vez sí... aunque, primero, puestos a repetir la jugada, no te alejes de la cabaña y el bosque, que ello garantizaba una atmósfera cojonuda (inquietante y de puro aislamiento), ¡¡se echa mucho de menos!!, y segundo, complicado va a ser con unos personajes tan poco interesantes. Tan poco carismáticos. Tan antipáticos. Y no, no lo digo por la cacareada ausencia de Bruce Campbell / "Ash". Ya saben, o deberían, lo que pienso al respecto. Esa manía de asociar al actor a la saga es muy lógica y razonable, pero en el primer film, el del 81, era un personaje más. Algo tontaina y cobardica, sin toda la ristra de macarradas, chascarrillos graciosos y demás que, a la larga, han acabado definiéndolo (y ya no insisto en el hecho de que moría, dato que hizo mucho por dejarnos un regusto duradero a los que la vimos cuando aún no había secuelas. Aquellos que crecieron a partir de "Terroríficamente Muertos", jamás entenderán tan determinante impacto).
Alguien descontento -y canadiense- dispuesto a mandar una reprimenda a los responsables de "Evil Dead Rise" afirmó que, a diferencia de esta última dosis, "Evil Dead" solía ser una franquicia que revolucionaba el género, ofreciendo nuevas ideas a base de desbordante imaginación. Francamente, creo que exagera. "Evil Dead", especialmente la que todo lo inauguró, tira de una trama super-trillada (chavales que van de "vacas" a un sitio aislado, donde serán víctimas de algo malo. Si lo miran detenidamente, así pueden resumirse films previos como "Viernes 13" o, especialmente, "La matanza de Texas" que, pa algo, ejerció de notable influencia en Sam Raimi y cía), es el cómo está desarrollada y contada en lo visual, donde sí resulta novedoso. Y, además, parte de ello fue casi accidental. Raimi solo quiso hacer una peli de terror convencional, pero le salió así porque era joven, ambicioso y desbordaba pasión. Ahora es un señor mayor, profesional en lo suyo, cansado, acomodado... además de que los aspectos originales del "Evil Dead" primigenio ya han sido muy imitados. Muy explotados.
Entre las cosas que me molan menos seguramente estén algunas ideas chorras que se pretenden epatantes, como cuando la mamá poseída usa la uña a modo de aguja de tocata (y lo que sigue, que no lo explico por si no la han visto). Ya les va a los cerebros tras la franquicia tirar de conceptos así. No olvidemos todo el rollo MacGyver del final del remake, con la batería conectada a la jeringa para revivir a la poseída y bla, bla. Son chuminadas, lo sé. Y que me irriten será culpa de mí ya galopante espíritu conservador con respecto al cine, al género y, particularmente, la saga. Pero es así. Y luego, la actriz que interpreta a la madre... me pone nervioso... tiene una cara muy rara... como si alguien tirase de sus orejas 
para atrás. Entiendo perfectamente que le dieran el papel de super-poseída.
Aunque es un dato que no ha sido muy explotado, al parecer en su día Dario Argento quiso producirle a Sam Raimi la secuela de "Posesión Infernal". Sin embargo, otro italiano se adelantó (Dino de Laurentiis) y el director de "Tenebre" se quedó con las ganas. Desquitándose posteriormente al producir "Demons", que no es más que un remedo de "Evil Dead". Descarao. Resultó funcionar muy bien en taquilla, lo que les obligó a parir una secuela, cambiando el escenario de un cine a un edificio. Una decisión muy lógica y práctica. Y, claro, ahora, décadas después, a Raimi y la pandi se les ocurre esa misma alteración de decorado para la nueva entrega. E, inevitablemente, nacen ciertos parecidos. El fandom, ese gran idiota, corre a gritar que se trata de un homenaje, un guiño de la yanki a la italiana. ¿En serio?. De haberse hecho a posta, estaríamos siendo testigos de cómo los expoliados se inspiran voluntariamente y felizmente en los expoliantes. Como si me dijeran que George Miller se basó en las películas posnucleares de Cirio H. Santiago para su nuevo "Mad Max" o que Disney se inspiró en "Star Crash, choque de galaxias" para la última trilogía de "Star Wars". Suena bastante ridículo. Me pregunto cuando los fans del género aprenderán, y asumirán, que sus cineastas favoritos no comparten con ellos necesariamente esa pasión. Esa devoción ciega. Es más, seguramente ninguno de los responsables de "Evil Dead" habrá visto "Demons 2". Y si la han visto, ni pensarían en ella, considerándola un mero, sucio y vil robo a sus ideas originales.
Epílogo: No, definitivamente no me gusta "Evil Dead Rise" o "Posesión Infernal, el despertar". Me aburrió, bostecé, no me dio miedo (eso ya lo daba por sentado), no me llevé sustos, no me divertí y el gore no me pareció tan excesivo como lo pintaban (de hecho, creo que es más sangrienta la del 2013). Fue "una más". Sin alma. Incapaz de provocarme nada de nada. Y estoy hablando tanto del primer visionado, como del segundo. Parece bastante improbable, sino imposible, que se me gane con el tiempo.
Ya lo decía un amigo mío: Cuando a los yankis algo les funciona, lo repiten hasta la saciedad. Hasta quemarlo. Destruirlo. Que gran verdad... y que gran tragedia... sobre todo si el decrépito concepto resultante al que impiden morir dignamente se llama "Evil Dead".

viernes, 15 de marzo de 2024

BELA LUGOSI CONTRA EL GORILA

Considerada una de las peores películas de la historia del cine (no sin cierta razón, desde luego) “Bela Lugosi contra el gorila”, de título original musical y fardón “Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorila”, es un pastiche paródico, una comedieta ligera con tintes fantásticos para toda la familia que no se toma en serio a sí misma y se mofa del único tipo con “clase” que aparece en toda la película; un Bela Lugosi, más memorable en su decadencia que en su época dorada, comido por la metadona.
Sobre todo es un estúpido vehículo para el lucimiento de los cómicos cincuenteros Duke Mitchell y Sammy Petrillo, forjados en salas de fiestas nocturnas, tugurios de poca monta de Las Vegas y cuyo show consistía en imitar el que venían desarrollando los populares Dean Martin y Jerry Lewis. De hecho, Petrillo había trabajado a las órdenes de Lewis haciendo de su doble en espectáculos, aprovechando el notable parecido que guardaba con el mítico cómico neojerseíta.
El mánager de la pareja de “impersonators” andaba deambulando por Hollywood proponiendo a los estudios proyectos cinematográficos para que los interpretaran sus representados, consiguiendo que Jack Broder, de "Realart Pictures Inc." asistiera a uno de los shows de la pareja. Al gerifalte le fascinaron estos dos cretinos. Así pues, y con el fin de lanzar su carrera cinematográfica, se dio luz verde a “Brooklyn Gorila” que, eso sí, se filmaría con un bajísimo presupuesto. Costó 12.000 dólares y se rodó en tan solo seis días. Iba a ser la primera de una serie de películas que protagonizarían, en años venideros, ambos clones. Además se garantizaba el éxito contratando como contrapartida al pobrecico de Bela Lugosi, con cierto tirón todavía entre los amantes del cine de terror.
Al enterarse Jerry Lewis de que un extrabajador suyo iba a hacer una película suplantando su personalidad, entró en cólera y se conchabó con su socio Dean Martin para impedir que se estrenara, así, se presentó en la oficina de Jack Broder pidiendo explicaciones: Acabaron a hostias.
Por supuesto, “Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorilla” se llevó a cabo, y Hal B. Wallis de Paramount Pictures, que tenía bajo su auspicio a Jerry Lewis y Dean Martin, pensó demandar a Jack Broder por plagio, así que se reunió con él para ver si llegaban a un acuerdo. Broder instó a Wallis a comprar la película completa para su total destrucción y fin de la historia, pero tras verla, Wallis pensó que igual era una mierdecita inofensiva y se negó a pagar el precio que pedía Broder por el negativo. Zanjó el asunto enemistándose con el explotador y “Brooklyn Gorilla” acabó estrenándose.
El film no fue perjudicial para la carrera de Martin y Lewis, ni lanzó al estrellato a Petrillo y Mitchell. Es más, pasó más bien inadvertida, aunque con el tiempo se ha convertido en un film de culto muy querido por el público norteamericano. Cuando Martin Landau tuvo que interpretar a Bela Lugosi en “Ed Wood” de Tim Burton, se vio en repetidas ocasiones “Bela Lugosi contra el gorila” para estudiar el comportamiento del actor búlgaro y así desarrollar su personaje.
Su argumento es tan tonto como el resultado final de la cinta: una avioneta se estrella en plena jungla y sus tripulantes (Mitchell y Petrillo) son recogidos por una extraña tribu que les colma de atenciones y les facilita una feliz estancia. Para intentar regresar a su Nueva York natal, acuden a pedir ayuda al Dr. Zabor (Lugosi), un científico que investiga sobre los simios, su origen y descendencia. Les dice que, sí, les ayudará, pero no en ese mismo instante porque, de momento, está por otras labores. Inventa un suero que puede convertir a los hombres en gorilas, así que se lo inyecta al guapo del dúo cómico, y este se convierte en uno. A partir de ahí, se sucederán toda suerte de disparatadas y absurdas situaciones cómicas.
Lo mejor de todo es que la película acaba cayendo simpática a pesar de lo tontorrona que es. Su humor es como para lerdos. Decorados de cartón piedra, chistes sosos cada dos por tres, el gorila que, obvio, es un señor disfrazado y Bela Lugosi en estado terminal con los dientes negros y los ojos vidriosos, convierten este producto en algo curioso y digno de visionar y, sin duda, uno de los más simpáticos e ingenuos de la serie B/Z de los años 50.
William Beaudine, director del artefacto y ayudante de dirección de Griffith en “El nacimiento de una nación”, era popular en el sistema de estudios desde los años 20 por hacer películas sin apenas presupuesto y salirle más o menos ostentosas. Se convirtió en un especialista en este tipo de mercancía barata ganándose el sobrenombre de “One Shot” porque daba por buena la primera toma saliera como saliera (pero, al parecer, es solo una leyenda sin fundamento). Dirigió muchas más series B durante los años cincuenta y sesenta, aunque luego se dignificó (solo un poquito) rodando para televisión algunos capítulos de “El avispón verde”, “Lassie”, “Rin Tin Tin” y, finalmente, productos menores para Disney.

miércoles, 13 de marzo de 2024

MINUTOS MUSICALES 22: THATCHER ON ACID + WAT TYLER

A aquellos suertudos de ustedes que dispongan del libro recopilatorio "Aquí Vale Todo, Fanzinismo 1997-2015" (o la versión PDF de los respectivos "AVT" zines) les sonará el nombre de "Wat Tyler"... o debería. Fue un revolucionario -de los de verdad- operativo a lo largo del siglo XIV. Pero no, no es ese el que nos interesa. Pal caso me refiero a su encarnación en banda anarco-punk por ahí los 90. Aunque tampoco hablamos de una cualquiera.
Realmente nuestra historia se remonta a la primera mitad de los 80 y a un grupo agradecidamente oscuro, pero de indudable culto, conocido por el peculiar nombre de "Thatcher on Acid", con un rollo más que próximo a las maneras de "Crass" y su pandi (con "The Mob" o "Zounds" a la cabeza). Esa clase de combo especialmente interesado en letras totalmente panfletarias y que, sin rechazar para nada el uso de guitarras potentes y afiladas, prefería un modo de componer variado, rico y colorista, recurriendo a melodías bonitas o instrumentos de toda clase y condición. El resultado solía superar en interés a los sonidos monocordes, facilones y comercialuchos -al menos para su nicho- de "Exploited", "GBH" o "Chron Gen", aunque, por contra, también podían pecar de brasas. Aburridos.
A la hora de ilustrar sonoramente el ejemplo, me he decantado por una de las tonadillas más disfrutables de "Thatcher on Acid". Una que es buena muestra de su repertorio. Arranca "fisnamente" y pronto adquiere una energía -con predilección por darle gusto al bajo- tan maravillosa como gozosamente empalagosa. Es escucharla y te entran ganas de dar botes como un lerdo. Les hablo de "¿It is Art?", de chocante naturaleza anti pornografía -urgh!-, nada menos. Creo que salió por primera vez en el disco "Moondance". Pero podría ser "Curdled". El asunto resulta harto confuso. Da igual, la cuestión es que mola muchísimo...


En 1987 el batería original de "Thatcher on Acid", Martin Hosken, abandona y es reemplazado por un personaje que nos interesa bastante, Andy Tuck, quien, en esa misma época, comparte tareas con otra formación recién creada, los mentados "Wat Tyler".
Bien, así de primeras, a la lejanía y como decía antes, estos también podrían calificarse de anarco-punk. Ya el mismo nombre invita a suponerlo. Y sí... salvo por un detalle, "Wat Tyler" hace gala de una tendencia mucho más guasona, alegre y festiva. Sin, por ello, renunciar a sus anarco-ideas. Solo que expuestas a través de la parodia, la bufonada. Muy inglesa en su esencia. Como unos "Monty Python" con instrumentos. De este modo se rompe un mito -mío cuanto menos-, que las bandas anarco-punk carecen de sentido del humor.
Cosa también demostrada ante el hecho de que los mismos "Thatcher on Acid" no le hicieron ascos a compartir surcos con "Wat Tyler" en un LP fifti, fifti. Uno adquirido por estas manitas en su día y de vital importancia para alimentar mi obsesión. Por un lado, "Thatcher...", bajo el título genérico de "Squib", se curran once temas. Algunos jodidamente buenos. Destacaría tres. El primero, "Shakey", por su tempo lento, casi de trance, ideal como acompañamiento senderista (y lo digo por experiencia). El segundo, "My favourite mess", más animado, y el tercero "I'll probably laugh at this one day", directamente me subyuga...



"My favourite mess"


"I'll probably laugh at this one day"

En su lado del disco, "Wat Tyler" se permite el lujo de chotarse a costa de "Fugazi", parodiando la portada y el nombre de uno de sus LPs. Concretamente "Margin Walker", que en sus pringosas zarpas muta a "Margarine Walker".
Llegados a este punto, tocaría comenzar a elegir sendas muestras sonoras. Sin embargo, va a resultar una tarea jodidamente ardua. Por la enorme cantidad y diversidad, tanto musical como de "tono" (las hay directamente de risas, y las hay un pelín menos desmadradas) y porque, cojones, me gustan muchas. Demasiadas.
Sí, my friends, entre finales de los noventa e inicios de los dosmil, entré a engrosar las filas de los fans de "Wat Tyler". Tanto como para dedicarles varios artículos en fanzines, periódicos universitarios y, por supuesto, el número dos del "Aquí Vale Todo" papiloso. En sus páginas interiores, oui!, pero también las chocantes portada y contraportada contaban con ellos como imagen central. Llegué incluso a mantener una relación epistolar con uno de sus integrantes (Sean Forbes) y los entrevisté en un par de ocasiones. Ahí es nada. Me encantaban estos cabrones, y me identificaba mucho con sus maneras y sentido del humor. Imposible no fliparse ante una portada como la de "I'm Forever Blowing Bubbles", el primero de sus recopilatorios de singles...


Ya puestos, también merece la pena recuperar la
del single "Appetite por Axl" que tanto escandalizó
a los paletos de "Popular 1"...


Tal era mi fanatismo, que usé esta última para
hacerme una camiseta y lucirla alegremente.
Podría sonar a bravuconada, pero existen pruebas.
Concretamente, una foto donde salgo portándola a la
par que celebro mis nosecuantas primaveras...


Musicalmente "Wat Tyler" podían sonar a punk rock ortodoxo, a punk-pop, a folk... daba igual, no tenían límites. En cuestión de letras, aunque de vez en cuando echaban mano de temáticas típicamente anarco-punks, también le daban a historias de desamores o narraban las correrías sexuales del padre Abraham y los Pitufos. Una vez les pregunté si se identificaban con esa vertiente del punk más cafre tipo "Toy Dolls" o "Macc Lads". Dijeron considerarse un pelín más sofisticados.
Como dato curioso, por aquellos tiempos estaban en trámites de colaborar musicalmente con una "película gore de bajo presupuesto" -definida así por ellos- titulada "The Passanger", pero nunca jamás se supo del asunto.
En cualquier caso, a la hora de hacer una selección sonora, me he decantado por varios ejemplos. Veámoslos...

Como decía, una temática recurrente en su repertorio eran
los temas dedicados al desamor, a las relaciones
imposibles o rotas. Canciones como
"You´ve stolen my heart" ("Me has robado el corazón")...


O "Too young, too bitter" ("Demasiado joven, demasiado amargado/a"), sobre
una novia que cambia de parecer diariamente y vuelve loco
a su maromo. Hoy te quiero, mañana no. Hoy te dejo, mañana
no. Seguramente basada en hechos reales...


"Rude Boy/Girl" es el término que se utiliza para referirse a
aquellos/as adictos/as a la música jamaicana, con especial predilección
por el Ska. "Wat Tyler" lo toma por su vertiente literal (rude se
traduce como grosero) y con "Rude Girl" primero y "Rude Boy" después
tiran de escatología pura, a base de sonoros pedos y
descripción gráfica de toda suerte de apestosas funciones corporales.
Siempre de modo jodidamente gracioso y contagioso.



Aunque para gracioso, "Eternal Triangle" o lo que ellos mismos
califican de "Opera Punk", la primera y última de su especie.
Un tema que pierde un poco su "punch" si no captas el
idioma, pero aún así, resulta de lo más hilarante y
descacharrante. A mi me encanta.


Y con "There´s a guy down the chip shop swears
he´s satan" ("Hay un tipo en la tienda de patatas fritas que
jura que es Satanás" ¡¡¡!!!) retomamos a los "Wat Tyler"
de punk más (o menos) ortodoxo.


Hasta entonces la especialidad del trío eran los singles. Nunca se habían currado un LP completo. El día que decidieron ponerse en serio con ello, todo se fue a la mierda.
El resultado al esfuerzo, "The fat of the band" (parodiando esta vez el "The fat of the land" de "Prodigy") tampoco fue totalmente desdeñable. Tenía sus temas majos y divertidos, de entre los que salvaría la bonita e inevitable tonadilla sobre desamores ("Not deep enough") a base de voces femeninas (recurso habitual cuando se decantaban por melodías más poppys) y la igualmente inevitable canción cafre de tintes pervertidos, "The vicar and I"...


"Not deep enough"


"The vicar and I
(impagable la llamada "versión punk")

Pero, así en general, el disco no viciaba tanto como sus trabajos previos. Se perdía algo. Y es que, tal vez, los "Wat Tyler" funcionaban mejor en formato corto. Es lo que tienen aquellos que se decantan por la coña, las dosis escuetas les benefician. Posiblemente "The fat of the band" fue la causa de mi pérdida de interés en los muchachos, que seguirían tocando y publicando cosas. Justo, no mucho después lanzaron otra recolección de singles bajo el título genérico de "The adventures of Bob Tayler and Mr.Crust", tan divertido como de costumbre. Incluye versiones sutilmente distintas de algunos temas aparecidos en el LP y, ciertamente, mejoran mucho. Así que, quizás, la culpa entonces fue una mala producción. A saber...
Finalmente "Wat Tyler" chapó la persiana. Cada uno de sus integrantes tiró por caminos distintos, siempre dentro del asunto musical (o anarco-punk, claro), dejando un legado altamante recomendable. Espero y deseo que jamás se les ocurra recuperarlo con la excusa del homenaje, el tributo o la nostalgia. Sería impropio de ellos.

lunes, 11 de marzo de 2024

TAP DANCING

La carrera de Gregory Hines es de lo más curiosa. Curtido y prestigioso bailarín de claqué con cierta bis cómica, debuta en el cine de la mano de Mel Brooks en “La loca historia del mundo” y de ahí, pasa a convertirse en un actor de éxito a mediados de los 80. Asimismo, también comienza a hacer sus pinitos en la canción de la mano de Luther Vandross, que le ayuda en todo lo concerniente a su carrera musical.
Le va bien en el claqué, le va bien como actor y le va bien en la música. Y aunque en la película “Noches de sol” puede lucirse como bailarín de claqué -su verdadera profesión-, en el resto de películas en las que aparece no hay demasiado baile, son comedias, cine de acción, etc, por lo que, en cierto modo, debía resultarle algo frustrante.
Por eso, en 1989, cuando el pico de popularidad del bailarín (como actor) es más alto, es cuando Tri Pictures decide que ya es hora de hacer una película a su medida, con un argumento que girase en torno al tap (una modalidad concreta de claqué que Hines dominaba). Para ello, se concibe un guion en el que todo el peso recae en la manera de bailar del actor y se las tiene que ver con su mentor, nada menos que Sammy Davis Jr. en su última película para cine (se cuenta que, en el lecho de muerte, Davis Jr. hizo a Hines el gesto de pasarle una pelota de baloncesto, como diciéndole: “continúa tú lo que yo he empezado”). Así, “Tap Dancing” sería su consagración definitiva, un film con dos genios negros del tap codo a codo compartiendo plano. Vamos, de Oscar.
Sin embargo, el claqué no es tan dinámico como para que el cine de los 80 nos ofrezca algo épico y vibrante. En los años 20 y 30 quizás sí funcionase, pero no en 1989, por lo que la gran película de Gregory Hines fue un fracaso mayúsculo. Pero, al margen de que se trate de una película sobre claqué, floja a rasgos generales. Una de esas películas en las que te enteras de la trama porque un personaje se la cuenta a otro, no porque esté bien rodada. Cosa que da igual, porque aquí lo que cuenta son los tres o cuatro numeritos de tap que se marcan Hines y Sammy Davis Jr.
Así pues, se nos cuenta la historia de un bailarín de claqué que, muy bien formado por el veterano de su padre, decide dejar el baile, que no le saca de pobre, y dedicarse a robar joyas. La mala suerte querrá que le pillen y acabe en prisión. Tras dos años enchironado, regresa al barrio con el fin de reencontrarse con su vieja novia quien intentará que vuelva a bailar como medio de vida, pero, tras verse humillado por un coreógrafo en una audición, se planteará si volver o no al crimen.
Como ya dije antes, y a pesar de ser una película técnicamente impecable (es un cliché esto que voy a decir, pero la fotografía es estupenda), al final estamos ante una soberana mamarrachada.
Hines se siente muy orgulloso de poner en los créditos su nombre como “imprógrafo”, porque la gran mayoría de pasos de baile que le vemos ejecutar, casi siempre en planos fijos para resaltar lo bien que baila, eran improvisados sobre la marcha. Pero el claqué no tiene mucha ciencia. Tan solo vemos a un tipo zapateando con zapatos enchapados sobre superficies de madera, emitiendo un sonidillo que tampoco es que sea demasiado musical. Vistos un par de pasos, vistos todos y, en resumidas cuentas, una película entera en torno a esta disciplina cansa al más pintado. Y eso que se intenta por todos los medios contar una historia dura y de la calle, supongo que para reducir el nivel de moñería que trae el claqué consigo (de hecho, en un momento de la película, un chaval se niega a aprenderlo porque lo considera un baile para homosexuales venidos a menos).
No solo lo que iba a ser la gran película de Gregory Hines fue un fracaso, si no que dejó a este condenado y obligado a sumergirse en el pantanoso terreno del bajo presupuesto, no volviendo a levantar cabeza en el mundo del cine hasta su fallecimiento en 2003 a causa de, como no, el jodido cáncer. Después de “Tap Dancing” hizo “Terminator Woman”, “Redada en Harlem”, “Un cangrejo en mis pantalones” y papeles secundarios en películas de estudio.
Dirige el espectáculo Nick Castle, director de simpática carrera que, además de esta, dirigió cosas completamente opuestas como, por ejemplo, “El último Starfighter” o aquella película igualmente ochentera y spielbergiana, con niño autista como protagonista, que gozó de cierta repercusión en su momento, “Más allá de la realidad”, o la adaptación a imagen real de “Daniel el travieso”. Ahí es nada. Además, Castle es popular por haber interpretado a Michael Myers tanto en “La noche de Halloween” original como en la trilogía contemporánea, y es amigo personal de John Carpenter, a quién homenajeó en su película de debut “TAG: El juego asesino”.
Por cierto, el título original de la película era sencillamente “Tap”, pero aquí en España, justo el año anterior se había estrenado “Dirty Dancing” y claro… había que explotar el filón.
Y si en USA fue un fracaso, aquí no la vio nadie (46.000 espectadores del año 89).
Con razón está completamente olvidada.

sábado, 9 de marzo de 2024

LA TIERRA DE LOS MUERTOS VIVIENTES

Y seguimos con Romero, Romerito, Romerales. Guardo un grato recuerdo de "La tierra de los muertos vivientes" ("Land of the dead" en v.o.). No tanto por ella misma como por el contexto en el que la vi. Aquel fin de semana estrenaba pisito (o mini-pisito). Uno situado en el centro de la ciudad. Así, decidí celebrarlo acudiendo a las pinículas (solo, como siempre)... dos veces, ya que tenía las respectivas salas más o menos próximas. Primero fui a ver la reseñada. Terminó y corrí hasta la segunda sesión de la otra, "The Descent". Una jornada intensa, feliz y muy satisfactoria. Ya adelanto que ambas me gustaron. ¿Influyó el mentado contexto en ello?. Es probable... aunque, a estas alturas, pasados tantos años, las he revisionado suficientes veces como para poder afirmar que, sí, en general, y sin deslumbrar, mantengo esas buenas impresiones primigenias. En este caso, referidas al film de George A. Romero.
El mundo sigue infestado de zombies y los humanos han tenido que adaptarse. Aquellos con mayor poder adquisitivo viven en un edificio convertido en una especie de paraíso de cristal. El resto, pues ejerce de su servidumbre, saliendo al exterior con un macro-camión armado dispuestos a localizar alimentos, exterminar revividos y lo que haga falta. Así van las cosas, más o menos bien, hasta que, por un lado, los explotados se hartan de serlo y, por otro, los zombies o, mejor, uno de ellos comienza a demostrar ciertos signos de inteligencia, tanta como para acudir al edificio fortificado en busca de alimento, bien acompañado por los de su prole.
Es un dato bien conocido que con "El día de los muertos" (supuesto cierre oficial de la trilogía zombie Romeriana original y, a mi gusto, broche de oro) George A. tenía en mente algo mucho más espectacular. Su guion chorreaba acción, explosiones, etc. Pero la panoja que le entregaron no daba para tanto, así que, muy frustrado, se vio obligado a reducir los elementos hasta lo clásico, pocos personajes encerrados y asediados por zombies. Bien, a la hora de enfrentarse a "La tierra de los muertos vivientes", desempolvó aquel libreto inproducible, rescatando algunas ideas y lanzándose, por fin, a rodar su aparatosa película de acción. Todo ello gracias al "boom" del cine de muertos vivientes que, por entonces, aún se encontraba en pleno despegue. Era, pues, lógico rescatar al padre de la criatura, al iniciador de todo ello, y darle la oportunidad de situarse de nuevo en primera fila, tras años de cierto olvido. Fue la última ocasión que tuvo George A. Romero de recuperar el brillo perdido. Más teniendo en cuenta que se le consideró para dirigir la primera entrega de "Resident Evil", finalmente descartado al juzgar sus maneras demasiado clásicas y "viejunas" para la platea moderna. Y algo de razón tendrían, porque, finalmente, "La tierra de los muertos vivientes" fue el inevitable fracaso taquillero que fue. Aquello terminó de matar al cineasta, quien acabó sus días -muy a su pesar- rodeado de zombies, contando con mucho menos presupuesto y pariendo películas entre la mediocridad y el horror absoluto. Luego, palmó. Y lo hizo frustrado. Jamás logró despegarse del terror (cada vez que lo intentaba se pegaba unos hostiacos gordos, viéndose obligado a regresar con el rabo entre las piernas) y nunca pudo rodar aquel drama victoriano con el que pretendía debutar a finales de los sesenta pero aparcó, consciente que recaudaría escaso montante en taquilla. No puedo evitar pensar en él, u otros de idéntico calibre como Wes Craven o Tobe Hooper, y sentir cierta lástima. Todos parieron grandes obras, pero ¿a qué precio?.
Perdonen el lapsus. Volvamos a "La tierra de los muertos vivientes" y confirmemos que, yes!, sigue siendo un film muy entretenido, de buen ritmo y que pasa bastante rápido. En ese sentido, es uno de los más llevaderos de Don Romerales. La historia resulta interesante, los personajes carismáticos y la supuesta morralla "social" habitual del cineasta prácticamente desaparece (o es tan evidente y trillada, que ni se nota ni traspasa). Hay las esperadas secuencias de truculencia chorreante, aunque sin llegar -obvio, estaba "Universal" detrás- a la crudeza y brutalidad de "El día de los muertos". No obstante, se agradece (a pesar de fugaces feos destellos de CGI) porque somos testigos de una práctica que, lentamente, y a medida que el "boom" zombie crecía y se asentaba, iba desapareciendo: el efecto de los ataques de revividos sobre los humanos. Se ha convertido ya en norma cebarse con los zombies, que son quienes sufren la inmensa ristra de mutilaciones y barbaridades. Pero ya resulta raro ver a una persona con la panza abierta y las tripas siendo devoradas. Eso todavía se da en "La tierra de los muertos vivientes" y, aunque suene enfermizo, uno lo celebra.
En el reparto, unas cuantas caras interesantes. Simon "El mentalista" Baker, el todoterreno pero eficiente Dennis Hopper, un macarra John Leguizamo, el habitual del género Robert Joy y la nota sentimental con el fichaje de la bambina de Dario Argento, Asia (no hace falta hablar a estas alturas de la más que notable relación creativa que Romero y el italiano mantuvieron en el pasado). Todo ello coronado por tres cameos de lujo: Tom Savini retomando su personaje de "Dawn of the dead" (ahora, lógicamente, zombificado) y Simon Pegg + Edgar Wright, por entonces frescos del éxito obtenido con "Shaun of the dead", de la que George A. Romero era fan.

viernes, 8 de marzo de 2024

SIDA: SÍNDROME DE MUERTE

A Paco del Toro le tengo ya fichado desde hace algún tiempo, y si alguien podía pensar que por un casual en “Pink, el rosa no es como lo pintan” podía existir una gotita de provocación, sensacionalismo o exageración voluntaria, basta ver esta película del año 1993 para darse cuenta de que todo el discurso de del Toro es genuino. Esto le convertiría en un individuo verdaderamente peligroso de no ser porque, aunque allí en México su mensaje podía calar entre centenares de fanáticos, lo cierto es que, siempre que rueda una película, es el candidato ideal para pitorrearse de él. Porque, sea cual sea la temática social que aborde en sus films, siempre va a prevalecer la moralina, el consejo y, sobre todo, el panfleto evangélico, que es al final la razón de ser de las películas de del Toro. No las rueda por amor al cine, sino por hacer llegar su mensaje al mayor número de espectadores posible. Por evangelizar. Y yo lo agradezco porque, en el fondo, lo único que logra es provocar la hilaridad de ateos recalcitrantes y de cinéfilos inquietos que buscan su obra, única y exclusivamente, mofarse de su mensaje, a veces homófobo, a veces machista, siempre evangélico y deleznable en cualquier caso, ergo gracioso a rabiar. O sea, unas risas.
Así, “SIDA, síndrome de muerte”, con un mensaje que, pizca más o menos, viene a decir que el SIDA es una especie de castigo divino por abusar de una sexualidad que dios nos regaló con el fin de que fuera usada en el santo matrimonio, nos cuenta la historia de un individuo que se pasa más de tres tercios de la película viviendo de puta madre, asistiendo a fiestas y seduciendo a señoritas con las que más tarde se acostará, hasta que en la recta final de la película, tras un chequeo médico, descubrirá que, de alguna manera, es portador del SIDA, con las consecuencias e infecciones a terceros que ello acarrea. Empieza pues el drama, hasta que otro paciente con SIDA que está ingresado en el mismo hospital que él, le explicará que esta enfermedad, como todo en la vida, es cosa de dios, y que por lo tanto es una oportunidad de oro para, lo que le quede de vida, se la dedique a adorarle, cosa que nuestro protagonista hará sin mayores tapujos. Comienza entonces su dicha y su felicidad… hasta que muere. Entonces el espectador comprende que este enfermo de SIDA, tras volverse siervo de dios, ha entrado en el reino de los cielos.
Hay que tener dos huevos muy gordos para hacer esta película. Realizada toda ella en tono ultra-dramático y culebronesco, no está mal rodada, se le ve a del Toro bastante oficio y las interpretaciones son sosegadas, por lo que no es especialmente risión como cabía esperar. Aunque la hilaridad llega, al menos, en las escenas en las que nuestro protagonista descubre que tiene el SIDA y se lo comunica a sus seres queridos. Ahí el drama se torna exageradísimo, las sosegadas actuaciones se vuelven sobreactuaciones a la mexicana (esto es, muy escandalosas y excesivas) y en definitiva, obtenemos un poco de lo que buscamos cuando le vamos a dar al play.
Por lo demás, la película está casi entretenida y de deja ver, por muy reiterativa y machacona que sea a la hora de hacernos presagiar lo perniciosos que pueden llegar a ser los placeres de la vida.
Dentro de una categoría a la que podíamos llamar “sidaxploitation” y en la que los mexicanos son los reyes, “SIDA, síndrome de muerte” no es tan divertida y alucinógena como esa locura titulada “Trébol negro: SIDA, maldición desconocida”, pero sí es una estupenda candidata para ser vista a la vez que uno se lleva las manos a la cabeza.
Como los mexicanos son como son, lanzaron una edición videográfica, al margen de la oficial, en cuya caratula no dejan atisbar ni una gota de drama con el fin de hacer pasar el film por una cinta de acción bajo el título de “De sangre asesina”, que tiene una mala leche que flipas. Adjunto pues ese cartel junto al original.