lunes, 31 de enero de 2022

AN AMERICAN HIPPIE IN ISRAEL

Con este tipo de películas tan extrañas, se repite la historia de siempre con respecto a su descubrimiento: “Ha-Trempist” (título original de esta cosa) es una película israelí del año 72 dirigida por un tal Amos Sefer que en su momento, tras un par de pases en cines concertados como todo estreno, y tras comprobar in situ los distribuidores que esta película se escapaba a todo entendimiento, no consiguió una distribución oficial en cines, por lo que la producción jamás consiguió recuperar la inversión, ni la película obtuvo repercusión alguna. Las copias se quedaron en las latas, y a otra cosa mariposa.
Cuando los rastreadores de películas raras e ignotas descubrieron  la existencia de esta película, al no lograr localizarla la dieron por perdida, y durante muchos años “Ha-Trempist” pasó a engrosar las listas de películas extraviadas.
40 años más tarde, en 2012,  Bob Murawski, socio del fallecido Sage Stallone en el sello dedicado a distribuir este tipo de rarezas, Grindhouse Releasing, encuentra unas latas con la película y compra los derechos pasa su exhibición. Murawski se apunta un tanto porque se trata de una de esas películas perdidas que tan solo han visto un grupo muy reducido de espectadores, cosa que a los cinéfilos más sibaritas de la basura les encanta.
Cuando Murawski ve lo que acaba de comprar alucina, y sabe que con un público ávido por descubrir nuevas películas de culto, es el momento de sacarle partido a su nueva adquisición, así que inicia el proceso de restauración del negativo con el fin de hacer un lanzamiento en DVD y Blu-Ray. Por supuesto la traducción del título original “Ha- Trempist”, sería “El Autoestopista”, por lo que decide rebautizarla con un título mucho más comercial. Y, quizás, lanzando un guiño a “Un hombre lobo americano en Londres”, “Ha-Trempist” pasa a titularse “An American Hippie in Israel”.
El argumento gira en torno a un excombatiente de la guerra de Vietnam que se vuelve hippie y que se establece en Israel en busca de la paz y la libertad. Allí toma contacto con otros hippies y, juntos, decidirán hacer un viaje en coche por carretera hacia una isla desierta situada en medio de un lago en un pedregal para montar allí una pequeña comuna lejos de la sociedad y los gobiernos, llevando consigo un cordero, un poco de pan, y unas latas de conserva como únicos víveres. Para acceder a la isla, tienen que atravesar el lago con una pequeña barca. Al día siguiente a su llegada, se dan cuenta de que el cordero se ha escapado, y que su barca ha desaparecido. En consecuencia no pueden ir al otro lado del lago para coger el coche y traer más víveres, por lo que el hippie protagonista decidirá ir a la otra orilla a nado. Cual es su sorpresa cuando, a mitad de camino nadando, tendrá que darse la vuelta a toda prisa porque el lago ¡¡está infestado de tiburones!!
Una vez en tierra, todo se complicará cuando los cuatro hippies se ven atrapados en la isla sin comida ni ningún tipo de ayuda para subsistir. Los machos la tomarán con las mujeres a las que darán una gratuita paliza y, luego, se matarán entre ellos.
A este argumento tan loco hay que añadirle que, por el camino, bailan, follan, gritan a los cuatro vientos su libertad, exaltan la amistad y… esquivan a una pareja de enterradores con frac y las caras pintadas de blanco a lo José Lifante, que se dedican a matar hippies. De hecho, nuestros cuatro protagonistas sobreviven a una matanza de hippies orquestada por estos dos, que sucede al poco de comenzar la película y que poco o nada aporta al resto del argumento.
Se trata de un melodrama que a su director, Amos Sefer, con tan solo un cortometraje anterior como toda filmografía, se le va absolutamente de las manos y nos muestra su propia visión del hippie, al que ve como un hedonista y un asqueroso,  amén de ofrecernos una historia de lo más estúpida y marciana, con un apoteosis final como pocos he visto yo en una película trash. Es lo más violento y descacharrante que he visto en una película en lustros. En serio, la puta película consiguió proporcionarme un agradable dolor de barriga de la puta risa, sobre todo durante su media hora final.
La gracia del asunto está en que, Sefer, al corriente a principios de los setenta, cuando rodó este film, de la contracultura estadounidense post Vietnam y del New Hollywood, trata de hacer una película con intenciones artísticas y contraculturales, una suerte de “Easy Rider” a la israelí que le sale rana y, en lugar de tener una muestra más de ese tipo de cine, tenemos aquí una puta mierda como un templo de las que hay que verlas para creerlas.
Por supuesto, Amos Sefer, tras la falta de interés de los distribuidores, no volvería a rodar.
La consecuencia de todo esto tras ser lanzada la película por Grindhouse Releasing, es que la prensa especializada ya ha encontrado un nuevo título que añadir a su lista de “peores películas de la historia”, motivo este por el que se ha generado un nuevo culto hacia “An American Hippie In Israel” por parte de los aficionados, que asisten a sus proyecciones con el fin de interactuar con la película como sucede con “The Rocky Horror Picture Show”, “The Room” o “Monster Valley”. Sobre todo en Israel, el Tel Aviv, de donde la película es originaria, se le conceden pases mensuales a la cinta, donde es todo un éxito.
La verdad es que se trata de una película ideal para visionar en comandilla, que demuestra que siempre, siempre, siempre, aparecerá de debajo de la mierda una nueva película chunga, y que siempre, cuando uno se cree que ya lo ha visto todo en lo que a cine chungo se refiere, todavía de vez en cuando, puede aparecer algo que le sorprenda, como me ha pasado a mí con “An American Hippie In Israel”, que me dejó ojiplático.
Curiosamente los dos protagonistas masculinos de la película, los actores Asher Tzarfati y Shmuel Wolf, son actores profesionales que ya actuaban antes y después de “An American Hippie In Israel”, recordaban el rodaje de esta película sin más, como un trabajo alimenticio que jamás vio la vida comercial. Al verla tras su nueva vida, dicen sentirse, por un lado, avergonzados se sus actuaciones, pero por otro, orgullosos. A ver, que van a decir…
Tzarfemi incluso pudimos verle años después en películas como “Doble Impacto” Junto a Van- Damme, para luego desarrollar su carrera en el cine de autor israelí. Asimismo, Samuel Wolf continuó su carrera actoral en el cine comercial para acabar igualmente en el cine de autor. Hay que ver como arrastraban a las chavalas contra las piedras al final de esta película…

sábado, 29 de enero de 2022

LA MÁSCARA DEL DEMONIO 1990

En 1990 la carrera de Lamberto Bava alcanzó cotas de absoluta infamia cuando se atrevió a dar el paso que todos temían: Remakear la legendaria y ultra-valorada película de su sagrado padre, "La máscara del demonio". Y encima, para televisión (en coproducción con España, que la estrenó en una especie de serie llamada "Sabbath". Ojo a la frase promocional del cartel aquí expuesto: "Sufrieron una posesión infernal..." ¡JA!). Claro que uno podría justificarlo diciendo que lo que hizo Bava Hijo fue readaptar la historia escrita por Nikolai Gogol en la que se inspiró Bava Padre. ¡Paparruchas!, que no nos chupamos el dedo, leñe. La cuestión es que cuando la nueva "Máscara del demonio" se anunció en las páginas de la francesa "L´Ecran Fantastique", echando mano de sendas creaciones del bueno de Sergio Stivaletti para las fotos, todo pintaba medio decente. Puro espejismo.
Unos jóvenes esquiadores caen por una fosa y llegan hasta una especie de iglesia subterránea donde encuentran a una tipa hecha un cubito de hielo luciendo una máscara adherida al rostro. Cuando la extraigan, liberarán al mal bicho, que se dedicará a poseerlos en piña e intentar tirarse al más guapo de todos.
¿Cómo llamar a esto? Los yankis usan la palabra "dreck". Tras mirar el diccionario y descubrir que se traduce en "bazofia", la encontré muy adecuada. No ya por el efecto comparativo con respecto a la película de Mario Bava (que me cae en gracia, pero para nada me deslumbra) o el texto de Nikolai Gogol (que ni he leído, ni leeré), el problema es que esta "Máscara del demonio 1990" es absolutamente insoportable. Los efectos especiales están bien, el diseño de producción luce bonito, e incluso hay una escena de sexo con una bruja con patas de gallo que podría destacarse por bizarra... pero lo cierto es que toda ella -la peli, no la bruja- es taaaaan jodidamente sosa, aburrida y pesada que, en fin, nada la salva. Pero nada. Horrorosa, repetitiva, cargada de diálogos de mendrugo (hay un momento en que la bruja con pinta monstruosa repite "Estás atrapado, eres mío" como chorromil veces), ese surrealismo cansino tan típico de los italianos cuando no saben qué coño hacer (como ocurría en la parte final de "El engendro del diablo", conocida en Japón como "Demons 3", mientras que a la reseñada como "Demons 5", tiene su gracia y sentido) y, en fin, dura, dura de sufrir.
En el reparto destacan las presencias de Mary Sellers y Michele Soavi. Hay que tener en cuenta que tres años antes ambos habían coincidido en el rodaje de "Aquarius", con la curiosidad añadida de que, allí, Michele era el dire que daba órdenes a la actriz. También merece la pena mentar a Debora Caprioglio, pero más que nada por sus abundantes y sabrosas carnes. Al año siguiente se haría famosilla como la "Paprika" de Tinto Brass.
Tras esta "Máscara del demonio 1990", no sé quien debió revolverse más en su tumba, si Mario o Nikolai.

viernes, 28 de enero de 2022

¡HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO!

Otra de esas películas de los primeros años de la década 00 facturada como si de un churro se tratase. Y en este caso nunca mejor dicho, porque la película, cancelada y silenciada a día de hoy como si se tratara de una maldición del diablo, es mala a rabiar, técnicamente incompetente y artísticamente subnormal. Esto no sería sorprendente de no ser porque tras la dirección se esconde la prestigiosa guionista Yolanda García Serrano, ganadora de un premio Goya en los 90 por el guion de “Todos los hombres sois iguales” y eficaz colaboradora de gente como Joaquin Oristell o Manuel Gómez Pereira.
García Serrano debutó en la dirección de películas en el año 1997 con el film “Amor de hombre” para el que contó con la pluma de Juan Luis Iborra a la hora  de confeccionar el guion. Después vendría “Km. 0”, una película de esas que en su momento resultaban solventes, pero que vistas a día de hoy nos queda claro que de solventes, nada. De hecho, me hizo mucha gracia una reseña extranjera de la película en  Letterboxd que decía qué “era como una película porno, pero sin el porno”. García Serrano ahí tampoco estaba sola, contaba, una vez más, con la ayuda de Iborra. “¡Hasta aquí hemos llegado!” sería la primera vez que se enfrenta ella solita a una película encargándose del guion y de la dirección. De tan horrorosa que es, tan mal montada y tan desastrosa, uno diría que algo falla tras las cámaras. Desde luego, nada tiene que ver con sus dos incursiones en la dirección anteriores, ni el guion puede competir con el de sus otras comedias colaborativas y para todos los públicos. Y es que, como diría Pumares, las otras películas se las debió hacer un primo, porque cuando García Serrano se queda completamente al mando, sucede “¡Hasta aquí hemos llegado!”. Cualquiera diría que es una broma de mal gusto. Para redondear la faena, le otorga un papel protagonista al asqueroso de  Carlos Sobera, que encima, como si de Jean Claude Van Damme en “Doble Impacto” se tratara, no sale de plano puesto que interpreta a dos gemelos. Sobera interpreta ambos papeles como si estuviera presentando un programa de televisión, y así pasó, que un par de años después triunfaría precisamente presentando concursos. Y ahí sigue el muy cabrito. Así que esta película es ideal para ver si se odia a Sobera.
La cosa va de un insoportable individuo de alto copete al que le va la vida fatal. Se acuesta con la mujer de su jefe porque su mujer se acuesta con un psicólogo, su hija no le hace ni puto caso y, para más inri, un buen día descubre que la empresa para la que trabaja le ha convertido en cómplice de una estafa. El individuo, lejos de amilanarse, decidirá darle la vuelta a la tortilla y destapar el entramado, al mismo tiempo que intentará recuperar la confianza de su familia de la manera más estúpida posible: Haciéndose pasar por un hermano gemelo que tiene. Y encima, le sale bien.
Posiblemente de las películas que más me ha costado ver enteras en mucho tiempo. Tan mala en todos los aspectos que me pregunto cómo Yolanda García Serrano, miembro respetable de las elites del cine español, cuando vio el corte final, no reculó a la hora de estrenar esto o, al menos, firmarla bajo seudónimo a lo Alan Smithee. O por lo menos, saber su opinión sincera sobre la película. El caso es que, aunque eventualmente, a posteriori, ha dirigido algún corto, algún episodio de algo televisivo o un segmento en la película “¡Hay Motivo!”, no ha vuelto a meterse en el embolao que supone dirigir un largometraje, quizás porque gracias a “¡Hasta aquí hemos llegado!” se ha dado cuenta de que dirigir a lo bestia, sin ayuda de nadie, no es lo suyo. Como fuere, sigue escribiendo para infinidad de películas o series, que eso sí se le da bien.
El esfuerzo (o no esfuerzo) de llevar la película a cabo dio lo mismo, porque en cines congregó a los casi 50.000 espectadores de rigor en una producción de estas características, lo que traducido a mi idioma significa que en realidad  la verían, como mucho, un par de miles de personas. Ustedes ya me entienden.
En el reparto junto a Sobera, hacen lo que pueden Natalia Dicenta, que posiblemente sea una de las actrices con más morbo de este país, Elisa Matilla, Javier Pereira muy jovencito y Sancho Gracia haciendo de Sancho Gracia.

miércoles, 26 de enero de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 5 ("FORTALEZA INFERNAL")

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Uno de los aspectos más llamativos de la simpatiquísima e infravalorada película de Stuart Gordon, "Fortaleza Infernal", es que incorporaba breves pero llamativos destellos de gore sabrosón. Entre ellos estaba la muerte del villano, convenientemente desmenuzada en las páginas de "Mad Movies" imagen a imagen y rescatada para todos ustedes hoy, aquí, en este sacrosanto blog...







lunes, 24 de enero de 2022

WEREWOLF IN BANGKOK

“Werewolf in Bankok” es la película más exótica a la que me he enfrentado a los últimos años y la que me ha dejado claro lo poco que conozco cualquier cultura asiática  y lo extraño que resulta conectar con su cine.
Y no es que sea un neófito del todo; he visto películas procedentes de muchas partes de Asia y de distinta índole, solo que en su mayoría han sido películas de Kung-Fu o acción a las que me terminé acostumbrando y las que me hicieron creer que el cine asiático, a grandes rasgos, era así. Amén de que todo el cine asiático que yo he consumido es de los años 70, 80 o 90, muy poquito, o nada, de décadas posteriores.
“Werewolf in Bankok” es una película tailandesa del año 2005, una comedia con ramalazos de cine fantástico y rodada con poquísimo presupuesto, que amén de lo esperpéntica que es de por sí tanto su trama como sus personajes, me deja un poco descolocado porque, en toda ella, sin que en ningún momento se haga mención, me da la sensación que estamos ante una película de ambiente post-apocalíptico. Y cuando termina la peli y se reflexiona sobre ella, uno llega a la conclusión de que, de era post-apocalíptica, nada, que esa película está ambientada en la Tailandia de 2005 cuando se rodó, y que ese enrarecido ambiente responde a la idiosincrasia tailandesa y no a un argumento o a una propuesta estética. Como fuere, una manera de concebir al cine y una personalidad muy distintas a la europea o a la americana a la que ya estamos acostumbrados. Una vez asumido eso, ya le pillamos el rollo.
Estamos en una sociedad en la que, por un lado, tenemos a los carroñeros, una especie de sociedad secreta que viven de la basura, y por otro tenemos a Frank, un chatarrero que va con una niña que usa un chándal amarillo similar al que vestía Bruce Lee en “Juego con la muerte” (con lo cual queda omnipresente Bruce Lee en la cultura asiática) y que, asimismo, también rebuscan por la basura. Un día mientras realizan sus  quehaceres diarios, estos dos tienen que huir de la banda de los carroñeros, y acaban escondiéndose en una misteriosa mansión. Mientras inspeccionan el lugar, aparece el dueño de la casa, un hombre lobo que acaba mordiendo a Frank. En consecuencia, cuando llega la luna llena, Frank se transforma en un hombre lobo, con la mala suerte de que, en lugar de convertirse en un lobo violento y aterrador, se convierte en una suerte de perrillo callejero y sarnoso, medio calvo y feo de pelotas. Así que el resto de la película el hombre lobo-perro, y la repipi de la niña que va con él, se la pasaran para arriba para abajo viviendo situaciones cómicas y escapando de las garras de la banda de los carroñeros, del hombre lobo dueño de la mansión en la que se escondieron y de una banda de cazadores de hombres lobo que tienen como misión acabar con los licántropos.
Se trata de una comedia con un humor propio de los asiáticos tirando a infantil, y donde predominan los chistes sobre pises, cacas e incluso acoso sexual, con interpretaciones exageradísimas y situaciones surrealistas que no casan demasiado con la línea argumental. Lo normal. Sin embargo me gusta que siendo una película con un presupuesto notablemente bajo, se las ingenian para que los efectos especiales den más o menos el pego, al tiempo que los maquillajes de los hombres lobo resultan hilarantes: cuando los vemos de cuerpo entero resultan feroces y dan el pego, pero cuando vemos a cualquiera de los lobos la cara, comprobamos que llevan unas prótesis estáticas a las que podíamos tildar casi de caretas.
Así, “Werewolf in Bangkok” resulta una película muy tonta y, en consecuencia, simpática, que con momentos más cuesta arriba que otros finalmente se disfruta sin mayor problema, precisamente por lo exótico y extraño de la propuesta, mostrado todo de unas formas que yo ya no estoy acostumbrado a ver en una película, por lo que, en resumidas cuentas, me resulta, al menos, interesante.
Por otro lado, se trata de una película para el completo lucimiento de su protagonista, Nong Cha Cha Cha, que por lo visto es un cómico muy popular en Tailandia. Orondo y de rasgos casi cartoonescos,  me ha caído bien este señor.
Por lo demás, disculpen mi total desconocimiento sobre el cine asiático en general y sobre el tailandés en particular, y disculpen también, si en algún momento de la película he metido la pata respecto a algo y tómense esta reseña como lo que es, la reseña de un neófito.

sábado, 22 de enero de 2022

CREEPSHOW TV (2ª TEMPORADA)

Asumida la poca naturaleza "Creepshowiana" de esta versión para la caja tonta, y que cualquier intento de mandar un guiño al clásico (como la música de los feísimos créditos iniciales) únicamente incrementa la dolorosa comparativa, me agencio las segunda y tercera temporadas completas. Me las veo (no sin cierta ilusión, lo reconozco) y las reseño. Aquí tienen todos los capítulos de la que hace dos. En breve, la otra.

CAPÍTULO 1 - "Model Kid" / "Public Television of the Dead": Rememoremos la historia que introduce y cierra el "Creepshow" de George A. Romero: un crío abroncado por su severo padre, que le tira los tebeos a la basura, recibirá justa venganza cuando se agencie un muñeco vudú. Bien, esa es la base de este "Model Kid". Cambiamos al padre por el tío. Cambiamos al niño morenito por uno rubito (probablemente alter ego del Greg Nicotero infante). Y al muñeco vudú por una figurita de esas de la marca "Aurora" (no en balde es ese un nombre que sale varias veces a lo largo del capítulo). Se agradecen estas movidas de niños fans del terror marginados por adultos o matones en el colegio, y que se toman la revancha. Pero la verdad es que ya comienza a ser un recurso trillado y cansino. Al villano lo interpreta Kevin Dillon. El guionista, John Esposito, tiene una larga experiencia en el género, aunque tal vez su logro más peculiar sea esa cosa de nefasto recuerdo titulada "La sombra del faraón". En cualquier caso, aquí el efecto comparativo es TOTAL y, obviamente, muy dañino.
La siguiente historia, "Public Television of the Dead", debería fliparme porque es un absoluto tributo a "Evil Dead" (y un poco al Sr.Romero y su recurrente Pittsburgh). El mismo Ted Raimi -haciendo de Ted Raimi- acude a un programa de antigüedades a mostrar el "Necronomicón" (ya que, como aclara, pertenece a su familia desde hace muchos años, ¡¡juas!!). Lo leen en directo y se arma la marimorena. Uno de los encargados de poner orden será un relajado pintor televisivo visiblemente basado en otro real redescubierto y reivindicado recientemente -a través de la bufa, algo muy común hoy día-: Bob Ross. Viene aliñado con unas gotillas a lo Mr.Rogers, para quien Romero curró en su época. Precisamente, otro de los héroes de la función es un cámara y realizador regordete de nombre George. Todo muy familiar. Uno de lo momentos más graciosos consiste en el pintor recreando en un lienzo el escenario al completo de "Terroríficamente muertos". Lo demás, puro manual.
Bien, una característica común en la serie a partir de aquí (y que se extenderá a la tercera temporada) es su obsesión por comerle la polla indiscriminadamente al fan medio a base de guiños, homenajes, tributos y lameculadas. Y funciona, según he podido leer muchos pican. A mi me irrita bastante. Lo veo un modo muy ruin de parapetar la falta de buenas ideas propias. En otras palabras, no van a lograr cegarme por mucha rosca que hagan al fan nostálgico que hay en mí. No me vendo tan fácil.
Dirige ambos capítulos el mismo Greg Nicotero.

CAPÍTULO 2 - "Dead and Breakfast" / "Pesticide": "Dead and Breakfast" gira en torno a los nietos de una vieja asesina psicópata que se mueren por convertir la mansión que aquella usó para sus escabechinas como marco turístico. Y forrarse en el camino, claro. Pero el público la ignora, así que invitan a una youtuber especializada en crímenes reales para que pase allí unos días y la promocione. Lo malo es que la chavala comenzará a poner en duda la veracidad de todo ello. Este capítulo es tan entretenido como interesante. Los personajes gastan carisma, la youtuber es genuinamente odiosa y repugnante y, en fin, ¡sale C.Thomas Howell! (compartiendo protagonismo con Ali Larter, superviviente de algunas entregas de "Destino Final"). El desenlace no decepciona. Parte de ello se lo debemos a los guionistas Erik Sandoval y Michael Rousselet (que repetirán en la temporada 3) y a la señora directora, Axelle Carolyn, responsable de la reciente "La mansión", que no funciona tan bien como su aportación al "Creepshow" televisivo, pero se deja ver.
Por desgracia "Pesticide" no repite la hazaña. La idea de que un tipo contrate a un exterminador de plagas para acabar con unos vagabundos que okupan su fábrica está bien. Pero, a partir de ahí, la cosa se torna un caos, un delirio que no entiendo a donde va ni que pretende, a pesar de contar con unos notables efectos especiales. Lástima. Obviamente las referencias, sobre todo sonoras, a la famosa historia de las cucarachas del "Creepshow" original son unas cuantas. Entre el reparto destacan el Carpenteriano Keith David y Ashley ("Hellraiser") Laurence. Dirige Don Nicotero.

CAPÍTULO 3 - "The Right Snuff" / "Sibling Rivalry": "The right snuff" está un rato chula (aunque, eso sí, el "Creepshowismo" sigue brillando por su ausencia). Protagonizan el culebrón unos astronautas en pleno viaje experimental para probar una máquina capaz de juguetear con la gravedad. El inventor de esta recibe todos los laureles, mientras que el piloto vive acomplejado porque su padre, un astronauta famoso, le hace mucha sombra. Dicho complejo se acrecentará cuando les anuncien que han de entrar en contacto con vida alienígena por primera vez y el elegido sea el inventor. La envidia del otro estalla y, en fin, corre la sangre. Pues sí, para estar todo el episodio ambientado en una nave (a base de decorados y efectos bastante potables) y dos personajes, la cosa se aguanta bien gracias a lo interesante de la trama, científicamente (todo el tema de la gravedad artificial) y humanamente hablando (lo de las envidias y frustraciones. Algo que, viviendo como vivimos en este país, nos cae muy cerquita). El único pero que le pongo es el aspecto de los aliens, un poco chungo. Se agradece que estén hechos a mano y, supongo, gasten unas formas voluntariamente "camp", pero no creo que case bien con el tono del capítulo. Protagonizan Breckin Meyer de "Pesadilla final: La muerte de Freddy" y Ryan Kwanten de "Silencio desde el mal". El dire es el normalmente insufrible Joe Lynch.
La historia que sigue desciende unos peldaños. Arranca como una comedia "teen" de pijas histéricas, lo que justifica la presencia de Molly Ringwald como directora de un instituto a la que una adolescente lerda le cuenta que su hermano ha intentado matarla. Las cosas derivarán por derroteros vampíricos. Lo mejor lo tenemos cuando la adolescente comenta que sus únicas experiencias sexuales compartidas consisten en hacer pajas. Lo demás, extremadamente tontuno y olvidable. Guioniza una tipa. Dirige Rusty Cundieff de "Tales from the hood" o "Fear of a Black Hat".

CAPITULO 4 - "Pipe Screams" / "Within the Walls of Madness": Retomamos la movida del "monstruo usado como arma arrojadiza contra un ser humano detestable" -es decir, la historia del bicho de la caja en el "Creepshow" original- y lo hacemos de la mano de la entrañable Barbara Crampton, que pal caso da vida a una casera despiadada y racista (hay incluso un momento que aparece medio borracha con un vaso en la mano, igual que Adrienne Barbeau). La acompañan Eric Edelstein (uno de los nazis malotes de "Green Room") y un bicho no especialmente mal logrado a base de pelos y suciedad que se oculta en las tuberías. Una historia muy tonta, que no aporta nada, pero tampoco ofende. Dirige Joe Lynch.
Con "Within the Walls of Madness" me perdí un poco, resulta algo liosa, pero digamos que gira en torno a un tipo condenado a muerte por una serie de asesinatos que, dice él, fueron cometidos en realidad por un demonio surgido de una dimensión paralela gracias a los esfuerzos de una científica interpretada por Denise Crosby, de "El Cementerio Viviente". Sin más. Dirige todo un VIP del club "Creepshowiano", John Harrison.
Aprovecho el inciso para comentar que las transiciones animadas de esta segunda temporada molan bastante. Se alejan del tono realista de la anterior (y el film original), y evitan el look "flash" que veremos en la siguiente. Las que nos ocupan tiran de rollo caricaturesco y denotan mucho estilo. Un toque original de la serie que, por raro que suene, funciona.

CAPITULO 5 - "Night of the Living Late Show" : A modo de colofón, Nicotero y los suyos cierran la temporada con un capítulo especial de duración doble, donde retoman el "servicio oral para el fandom" pero, al menos, de un modo más inteligente, integrándolo en la trama sin que irrite excesivamente. Y pal caso, además del inevitable guiño con posterior moratón en el ojo al recurrente Señor Romero y sus zombies, tenemos una referencia constante y sangrante nada menos que a nuestra "Pánico en el Transiberiano". Se lo explico.
Justin Long -al que hemos visto en "Jeepers Creepers" o "Arrástrame al infierno"- da vida al inventor de la máquina de realidad virtual definitiva, una que permite al usuario formar parte de sus películas favoritas. En su caso se trata del clásico dirigido por Eugenio Martín. No solo lo disfruta, además anda enamorado del personaje que interpreta ¡¡¡Silvia Tortosa!!!. De esta manera el inventor huye de su mediocre realidad y, muy especialmente, su señora esposa, con la que se casó por dinero y que, obviamente, no luce tampoco muy apetecible (aunque ni mucho menos es el cayo que nos pretenden vender). La cornuda, harta de desprecios e infidelidades -virtuales-, usará la misma máquina para vengarse.
Lo cierto es que, llegado el momento, comencé a pensar aquello de "Me aburroooo", antes de descubrir que consumía un capítulo más extenso de lo habitual. Pero no está demasiado mal. Las escenas en las que Justin Long entra a formar parte de "Pánico en el Transiberiano" e interactúa con Christopher Lee, Peter Cushing o la misma Tortosa, tienen su gracejo, aunque tampoco es que estén estupendamente facturadas. Llama la atención que se busquen a una doble de la actriz catalana cuyo parecido resulta bastante discutible.
El guion corre a cargo de Dana Gould, todo un personaje mediático ligado a cosas tan distintas y curiosas como "Los Simpson", "Mystery Men" o esa rareza titulada "Me levanté temprano el día de mi muerte". Dirige Greg Nicotero.

viernes, 21 de enero de 2022

JOY

Las películas de Emmanuelle, expoliadas e imitadas a lo largo y ancho del mundo, podrían muy bien ser las percusoras de ese nuevo cine erótico contemporáneo y de corte comercial, muy del gusto de las señoras casadas, que tiene sus máximos exponentes en cintas como “9 semanas y media” o, más recientes, las de la saga de “50 sombras de Grey”.  Estas películas, que consiguieron popularidad y taquillas decentes —en el caso de “50 sombras…”, millonarias— no dejan de ser “series B” de lujo que, aún inspirándose o adaptando novelas de a duro, tienen sus ojos bien puestos en el cine exploit de los 70 y 80. Ahí entraría la película de la que paso a hablarles a continuación, y que sería un precedente directo para “9 semanas y media” con la que guarda más de un punto en común.
“Joy” es una producción franco-canadiense de presupuesto más o menos holgado, que se inspira en la autobiografía de una mujer liberal llamada Joy Laurey. Más o menos, viene a ser una puesta al día de las aventuras de Emmanuelle Arsan en versión nuevaolera, con todos los clichés de las películas de los 80, pero con similares intenciones. La principal, claramente, era convertirse en exitosa franquicia.
Para su ejecución, los productores Benjamin Simon y Stephen J. Roth (que venía de producir “Paradise”, ese exploit de "El lago azul", y que no pararía hasta formar parte activa de la producción de títulos mainstream como “Los fantasmas atacan al jefe” o “El último gran héroe”) contrataron a un artesano que filmara bien las escenas eróticas, pero que fuera apañado y baratito, así que le ofrecieron el proyecto a Sergio Bergonzelli, metido por aquel entonces en cosas de presupuestos ínfimos y que, con algo más de dinero, supo demostrar que muchas veces se puede filmar algo más o menos digno (“Joy” es infinitamente mejor que otras cintas suyas como “Apocalipsis Sexual” o “Eros Hotel”, por ejemplo) y con un rodaje que desplazaba localizaciones a lugares como México, Nueva York u otras ciudades, supo hacer lo que, sin duda, podemos considerar la “Emmanuelle de los 80”, puesto que la película se exportó bien y consiguió beneficios.
Para internacionalizar un poco la cosa, a Bergonzelli le hicieron firmar la cinta bajo el seudónimo de Serge Bergon.
La cosa va de una atractiva muchacha de sociedad, modelo y “viva la virgen” que vive su sexualidad desacomplejadamente. De niña descubrió a sus padres follando en el salón de casa y desde entonces desarrolla un complejo de Electra de tres pares de cojones, por lo que acaba estableciendo relaciones con un hombre mayor que, harto del hastío sexual del que durante su vida ha follado todo lo que ha querido, cada vez será más exigente en sus apetencias, llegando a instar a Joy a participar en orgías multitudinarias. Tras un par de ellas, a Joy no le parece ni medio normal que a este hombre le parezca bien que a ella se la jodan otros tíos en su presencia y entrará en conflicto con él.
Sencillo argumento —el típico y necesario para toda aspirante a nueva Emmanuelle—. Ya saben, un fino hilo argumental que sirve para ir desarrollando lo que de verdad interesa que son las escenas de folleteo estiloso.
La película, así de golpe, puede resultar un poco ladrillo y hortera, con escenas eróticas que causan cierta vergüenza ajena; sin embargo, filmando las orgías, Bergonzelli se apunta un tanto, ya que ambienta estas de manera psicodélica, creando una atmósfera onírica y luminosa que, estéticamente, queda de lo más resultona y, efectivamente, es lo que pedía el cine erótico de tercera en los 80. Se le puede echar un vistacillo.
Por otro lado, hay fans de la película que aseguran que Bergonzelli no tiene nada que ver con esta película, que Serge Bergon es una persona real y no un seudónimo. Probablemente esto sean rumores y nada más, ya que lo cierto es que no hay más información  al respecto sobre el tal Serge Bergon más allá de su relación con esta película y, en cualquier caso, Bergonzelli nunca ha manifestado no ser él quien dirigiera “Joy” (tampoco es que sea un director con la suficiente relevancia como para hacer declaraciones de este tipo).
Como fuera, la película se estrenó en nuestro país con un número de espectadores nada despreciable, casi 300.000, y además se convirtió en un pequeño clásico de nuestros vídeoclubs, que la alquilaban entre los mayores de 40 con bastante asiduidad. La distribuyó Polygram.
En cuanto a la actriz que dio vida a esta Joy, Claudia Udy, que era guapa pero que tenía las tetas peor operadas y más feas de toda la “serie B” mundial, aparecería después en títulos más o menos populares como “Skull: El crimen perfecto”, “Fuera de control” o “Amanecer Salvaje”, pero nunca trascendería en adelante como para ser considerada la nueva Sylvia Kristel. Y es que era una actriz espantosa.
El señor de mediana edad que se la beneficia, Gérard- Antoine Huart, aprovechó el tironcillo que en Europa tuvo “Joy” y al año siguiente sería el protagonista de “Emmanuelle 4”, la última secuela oficial de la franquicia original, repitiendo un poco el rol de cincuentón salido y sofisticado que había realizado aquí.
Desde luego, “Joy”, a rasgos generales, no debió funcionar mal, ya que a continuación, y como se tenía previsto, se realizaron un sinfín de secuelas que rozaban ya la “serie Z” más infame, y que ya no contaban con Claudia Udy en su reparto. La mayoría fueron producidas por Benjamín Simon y, básicamente, repetían la formula abierta con “Joy”, pero trasladando a nuestra heroína a algún exótico país en el que dar rienda suelta a sus fantasías eróticas. Estas secuelas serían “Joy & Joan”, “Joy In Love”, “Joy à Hong Kong”, “Joy à San Francisco”, “Joy en Afrique”, “Joy à Moscu” y “Joy & Joan chez les pharaons”. Muchas de ellas rozando el porno, algunas concebidas para la programación nocturna de la televisión francesa y con la actriz porno Zara Whites sustituyendo a la Udy como principal reclamo. Intuyo que cualquiera de estos títulos tienen que ser terribles.

miércoles, 19 de enero de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 6 (ESPECIAL NEW WAVE 2 / JIM JARMUSCH)

Si en la entrada anterior abordábamos al "pope" del cine "indie" norteamericano tal y como lo conocemos hoy, Amos Poe, esta va dedicada a su alumno más aventajado. Tanto que llegó a superarle, llevarse todas las atenciones y, hoy por hoy, ser considerado -muy discutiblemente- el paradigma de lo que entendemos por "cineasta independiente": Jim Jarmusch.
Cuando "Casablanca" publicó la entrevista, Febrero del 83, Jimmy había terminado la versión mediometraje de "Extraños en el paraíso", y andaba intentando ampliarla. Como bien sabemos, lo logró. Y de ahí al estrellato.
Ya he mencionado varias veces que siento cierta simpatía por Jarmusch, aunque no todo lo que hace me gusta. Es cierto que se ha mantenido fiel a sí mismo todos estos años. Habrá quien vea mérito en ello, y habrá quien lo considere acomodaticio y cobarde. No sabría decir.
En cualquier caso, ahí va la entrevista. Destacar cuando el filmmaker comenta que Estados Unidos nunca ha sufrido un ataque ni un bombardeo... ¡juas! no imaginaba lo que les iba a tocar tragar unas décadas después...
Para leer, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón y luego: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!



lunes, 17 de enero de 2022

MALA UVA

“Mala uva” sería un ejemplo de ese cine español  de presupuesto medio-bajo que se estiló durante la década de 00 y que pobló las carteleras de nuestras salas comerciales en  periodos no superiores a una semana. Si llegaban a una segunda semana de exhibición, era compartiendo pantalla con otra película que, con mucha más vida, ya estaba dando sus últimos coletazos. En definitiva, no acudía a verlas ni el Tato. Pero se facturaron unas cuantas de esta categoría. Categoría que, quizás, han tenido que pasar de 18 a 20 años para que, retrospectivamente, seamos conscientes de que existía (lo del presupuesto medio-bajo) y que, cuajadas de ayudas de diferentes entidades gubernamentales o no, si consultamos los datos de estas películas en la base del Ministerio de Cultura, nos escandalizaremos al ver que, ni tan siquiera, llegaban a cubrir sus presupuestos. Es más, la mayoría de las veces no se llegaba a recaudar ni la mitad de lo que habían costado  —y eso que obviamos en estas recaudaciones los pases fantasma que se programaban con el fin de llegar al mínimo de recaudación necesario para recibir más subvenciones, que ese sería otro tema—.
Al margen de estos tejemanejes, las películas, películas son, y en ningún caso estas pueden quedar exentas (o sí) de interés.
Así, llegamos a esta “Mala uva” del año 2004 cuya repercusión en su momento fue visto y no visto, así como a día de hoy es una película casi invisible.
Se trata de una suerte de comedia negra en la que un ex asesino a sueldo retirado se ve en una situación económica complicada; invirtió en viñedos que se han visto destrozados por culpa de un gusano que arrasa con las cosechas. Por otro lado, y en esta tesitura, es extorsionado por antiguos clientes que le requieren para un último trabajo: Tiene que vigilar a cierto individuo y, si se le ordenarse, matarlo. Si se niega, harán llegar a la policía un dossier con sus actividades pasadas como asesino a sueldo. No le queda más remedio entonces, que completar el trabajo. Durante su vigilancia, nuestro protagonista vivirá toda serie de estrafalarias situaciones, que van desde lidiar con vecinos de lo más desquiciados a enamorarse de una policía que, de alguna manera, le complicará el desempeño de su último trabajo.
Dirigida por Javier Domingo, que tras un par de cortos debutaba para la gran pantalla, y con un libreto escrito por él mismo al que el protagonista, el propio Sancho Gracia, le pega unos últimos retoques, “Mala uva” es una película muy extraña, primero porque es confusa e imperfecta, y segundo porque es lineal en su desarrollo. Y nunca pasa nada. Así que básicamente nos encontramos ante una película en la que Sancho Gracia se encuentra con gente, charla con ellos del tiempo y, eventualmente, apunta con un rifle a un individuo del edificio contiguo al que Sancho Gracia se encuentra. El desenlace, de lo más tonto, se resuelve con un gag estúpido, y aquí paz y después gloria.
Sin embargo, no puedo decir que sea una mala película, porque, ante la extrañeza de la historia que se nos cuenta y la serenidad con la que se ejecuta, uno la ve entera sin mayores estridencias.
Otro punto curioso es la elección de los actores. El casting de “Mala uva” está compuesto por actores veteranos (Sancho Gracia, Terele Pavez, Asunción Balaguer o Agata Lys) con otros más jóvenes (Aina Clotet, Carles Gilabert o Fernando Aguilar) con una característica en común en esta película: Quizás por la falta de experiencia del director Javier Domingo con los actores, estos en algunas escenas nos ofrecen interpretaciones estupendas (en el caso de Sancho Gracia, alguna antológica, como cuando maldice asomado a la ventana…) que se van combinando con otras bochornosas en las que, más que interpretar, los actores parece que estén leyendo (incluido aquí también Sancho Gracia). Pero esa irregularidad interpretativa contribuye al aire de extrañeza que desprende toda la película, así que, al menos como rareza, esto acaba beneficiándola. Caso aparte sería la aparición estelar de Gurruchaga, en su línea y siempre eficaz, o ese actor pelirrojo tan bueno y tan desaprovechado como es Enrique Martínez que, actoralmente, se prodiga como lo mejor de la película.  
Por lo demás, todo esto que les cuento, no acaba siendo en absoluto relevante como para que esta cinta trascienda como título de culto, raro, misterioso o desperado, sino como una del montón —con cierta gracia—, aséptica, discreta, de las muchas que se rodaron en aquellos años y que ya irán desfilando por aquí de vez en cuando. El interés de estas radica en que no se acuerda de ellas ni Dios. Pero yo, sí.

sábado, 15 de enero de 2022

CUCHILLOS EN LA OSCURIDAD

La vida está lleno de misterios. No existe una razón lógica para mi reciente ataque de "Lambertobavaitis" seguido de unas ganas irrefrenables por ver o revisar algunos títulos de su filmografía (como irán sufriendo las próximas semanas). Sobre todo aquellos inéditos y/o olvidados -por y para mí-. Cierto que el hijo de Mario Bava es un habitual de este blog. Hemos reseñado un puñado de sus creaciones: "Disturbios en el cementerio", "Cena con el vampiro", "El devorador del océano", "Demons", "Demons 2" o "Crímenes en portada", pero eso no significa que nos apasione. Ni siquiera que nos guste. No. Lamberto Bava era (y, suponemos, es) bastante limitado. Pero ya saben lo pernicioso de la vil nostalgia. Uno no puede evitar sentir cariño por estos personajes que le acompañaron durante su crecimiento como aficionado al cine de género. Esa es la razón de que me enfrente de nuevo a "Cuchillos en la oscuridad", un seudo-giallo tardío de 1983 que, alquilado y visto en su época, únicamente logró hacerme caer rendido de sueño.
Cuenta la historia de un músico que se instala a vivir en una casita aislada del mundanal ruido porque necesita crear, concretamente la banda sonora de un film de terror. En eso que por el lugar ronda una misteriosa figura que va asesinando a todas las chicas que le visitan. Porque sí, aunque se supone que en esa casa se está muy tranquilo, lo cierto es que no para de entrar y salir peña, casi parece el "Mercadona" en fin de semana. Como es de ley, el músico se pondrá a investigar toda la movida.
Bien, lo divertido de consumir estas italianadas ochenteras está en, obviamente, el personal implicado. Nombres y rostros que has visto en otras de su misma condición. Así, localizamos en las letras al eterno guionista Dardano Sacchetti, acompañado por otra que tal, Elisa Briganti. La música, de gran importancia -por la trama y tal-, la firman otro par de eternos, Guido y Maurizio De Angelis. En tareas de asistente de dirección, un grande, Michele Soavi que, además, se marca un papel bastante potente. Ya saben que al hombre le iba eso de actuar. Sigo diciendo que algún día alguien debería dedicarle un libro, con extensa entrevista incluida. Este caballero es historia viva del -para mí- mejor cine de género italiano (Nota: Resulta que sí existe uno, editado por el Festival de Sitges. Me hice con el y, recién leído, puedo afirmar que, sí, está un rato bien. Te deja satisfecho). Y ya que hablamos de actuar, también aquí hay agradables sorpresas, como el prota Andrea Occhipinti, que anduvo en sendas películas de Lucio Fulci, lo mismo que el niño rubio cabezón Giovanni Frezza. Sin olvidarnos de Fabiola Toledo.
Una vez visto y dicho esto (recuerden: la parte divertida), queda lo aburrido: Ver "Cuchillos en la oscuridad" (nacida "La casa con la scala nel buio"), una peliculita de inevitables tintes Darioargentianos (eso de que el prota sea un artista enfrentado a un misterio) pero únicamente en el concepto, porque estilísticamente es sosa, mortecina y perezosa. Y narrativamente, aburrida y sin sorpresas. Gran parte de las escenas consisten en largos paseos de sus protagonistas por la casa, con un nivel cero de suspense. Y los crímenes están dentro de lo común y corriente. Nada especialmente ingenioso o, al menos, truculento. No me extraña que me quedara sopa viéndola en su día... lo único llamativo es el final, por quien sale y cómo sale, pero para eso le dan al avance rápido y se ahorran la modorra previa.

viernes, 14 de enero de 2022

LOCK

Extraña muestra del más rutilante eurotrash ochentero, facturado por Maxime Debest, ignoto director del cual esta película es su canto de cisne, y que, hasta entonces, su filmografía la componían películas pornográficas, soft o hard, muchas de ellas a mayor gloria de la jamona Brigitte Lahaie. Para esta ultima película de su carrera, Debest opta por una historia de fantasmas clásica y, pese a los escasos medios, los pocos recursos y la casi total ausencia de efectos especiales… ¡le sale bien!
Una niña de unos 10 años descubre a su padre haciendo el amor de forma fogosa y lasciva... con la criada. Es tanto el impacto que sufre ante esa imagen que, al salir de aquella habitación, tiene un accidente y acaba muriendo. En consecuencia, y debido al shock, la madre de la niña acaba en estado catatónico. Todo un drama.
Pasa el tiempo y el padre de la niña se ha liado con la criada, y ambos cuidan a su esposa catatónica, si bien la criada, quiere deshacerse de esta. No obstante, la esposa es poseedora de una gran  fortuna y la necesitan con vida para poder subsistir. La mujer catatónica escucha la voz de su hija fallecida que le advierte que estos dos son unos jetas, que ella no murió por accidente, sino que la mataron estos dos, y que el destino de ella va a ser similar. Mientras su padre y la criada discuten y hacen planes de futuro, un buen día, su hija se presentará ante ellos de forma corpórea… y se arma el cristo.
Se trata de una película ambientada en un solo escenario, un caserón, con poco más que cuatro actores en el reparto y que, básicamente, se compone de conversaciones entre el padre, con su bigotillo y su pelo rizado a lo Maradona, y la criada, meticona y malintencionada.
Pues a lo mejor me pilló con el día tonto, pero la película me funcionó, me enganchó y la vi con interés y, quizás consecuencia de la mala calidad de la copia, lo cierto es que en momentos de clímax, sentí algo de canguelo ante un par de escenas fantasmales con la niña como protagonista.
Además “Lock” tiene ese tono afrancesado, con esa fotografía entre lo cutre y lo deprimente que tan bien define el cine francés de "serie B" de aquella época, esos tonos de película de bajo presupuesto a la “Érase una vez el diablo”, y la sobriedad y seriedad suficiente para que, lejos de señalar sus carencias y que nos riamos de ellas —que también—, las pasemos por alto y disfrutemos de la historia.
En el reparto tenemos actores habituales del cine popular franchute tales como puedan ser Roger Van Hool o Danièle Denie (por buscar alguna equivalencia autóctona, estos serían actores del estilo de, por ejemplo, Emilio Gutierrez Caba y Verónica Forqué), que a pesar del trillón de películas en las que aparecieron en su francia natal, no localizo ahora mismo una de la que ustedes o yo podamos saber gran cosa. Y poco más que añadir. Que está bien, una buena película chunga de terror gótico y psicológico ¡Se la recomiendo!
La película tuvo muy poca distribución a nivel internacional. En algunos países europeos se estrenó bajo el título de “Shocker” y en nuestro país, marcando la diferencia tercermundista, como siempre, se estrenó en formato vídeo bajo su título original, pero eso sí, con una carátula en la que, aprovechando el mínimo parecido que tiene la niña protagonista con Shelley Duvall, se pone una imagen de esta en “El Resplandor”,  se le planta el título de la película en medio y zumbando. Y ya de paso si alguien la alquila pensando que se trata de la de Kubrick, pues bienvenido sea. Maravillosa chapuza.

miércoles, 12 de enero de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 4 ("EL TERROR LLAMA A SU PUERTA")

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....




Nótese el efecto "botas" en los tobillos del marciano, un
detalle que siempre me hizo muchísima gracia.

Para saber más sobre este clásico de Fred Dekker, leer la reseñita o deleitarse con los fotocromos + la carátula del vhs.

lunes, 10 de enero de 2022

PROGRAMA DE MANO DE "A MI MANERA... DE HACER"

Entre unas carpetillas, ahora que estoy de mudanza, aparecieron papelotes varios sin la mayor relevancia que se fueron a la basura, pero entre ellos, apareció un documento con una gran importancia para mí. Se trata del programa de mano de la última obra que Andrés Pajares montó para teatro, allá en Febrero de 2007.
Yo le conocí aproximadamente un año antes y para cuando estrenó la obra ya éramos lo suficiente amigos como para que me invitase al estreno. Y allí estuve, disfrutando del show y planeando, los meses sucesivos, lo que sería nuestra colaboración conjunta en el corto “Mi mujer me pone los cuerno… o no” (que si tienen interés por echarle un ojo, podrán adquirirlo junto a un puñado de cortos de mi cosecha en http://vialofdelicatessens.blogspot.com).
Hoy todavía mantengo el contacto con él, nos vemos mínimo una vez al mes y la amistad continúa en plena forma. Pero con la invitación a este show unipersonal con el que Pajares celebraba sus 50 años dedicado al mundo del espectáculo (este año se cumplirán ya 65) se puede decir que comenzó todo y, como ha aparecido la octavilla, he querido escanearla y colgarla aquí, en esta estupenda galería de reseñas y recuerdos que es "Aquí Vale Todo".


sábado, 8 de enero de 2022

PESADILLAS DE UNA MENTE ENFERMA

Dentro de muchos años, si sigo vivo y/o en mis cabales, miraré atrás en el tiempo y, mientras suelto alguna lagrimilla, recordaré cuando me dio el venazo de someter a un segundo y más justo escrutinio todas aquellas películas que, siendo teenager, me parecieron simple y llanamente decepcionantes. Incluso horribles. Y no hay una más adecuada para ilustrar la palabreja que "Pesadillas de una mente enferma".
Visualícenme recorriendo feliz los pasillos de alguno de mis viejos video-clubs, rodeado de estanterías repletas de polvorientas y jugosas cintas. Cuando mi amor por el terror andaba al cien por cien y vivía volcado en todo aquello que arrastrara nombres intocables como los de Romero, King, Craven, Cronenberg, Cunningham, Barker, Hooper y Savini. Estaba sediento de truculencia magnetoscópica. Así que una caratula como la de "Pesadillas de una mente enferma", con ese cráneo partido en dos por un certero hachazo, el anuncio de su prohibición en Inglaterra y sabiendo como sabía (gracias a mis "Fangoria" de importación) que Tom Savini "andaba metido" en ella, pues fue un auténtico subidón (luego ha habido más ediciones, como una titulada "Pesadilla mortal". Pero yo quería echar mano de esta que ven aquí -encontrada y cedida por mi amigo Enorm- porque es aquella que alquilé). Llego a casa, pongo la sucia cinta en el aparato y... en fin, lo que vi me pareció tan aburrido, sórdido, feo y cutre que, a partir del minuto cero, lo ODIÉ. Devolví la película a su sitio y, creo, nunca reincidí. Luego, con el tiempo, supe del escándalo que el film arrastraba en relación a Savini, según el cual toda su participación se limitó a dar algunos consejos, guiar al genuino equipo responsable de los efectos especiales (entre ellos el gran Ed French), pero que nunca metió tanta mano como para salir en el póster a modo de reclamo, cosa que le cabreó como una mona y contra la que luchó para ser retirado (hasta lograrlo). El director de "Pesadillas de una mente enferma" cuenta casi lo opuesto, of course. Savini cobró un pastizal y aceptó lo de que se le usara como atractivo comercial. A saber. Lo preocupante de semejante cristo es que esta es la ÚNICA historia interesante que acompaña a "Pesadillas de una mente enferma". Bueno, y lo de su incorporación a los famosos "Video Nasties" (de hecho, el distribuidor acabó en prisión por lanzarla sin que los defensores de la moral le dieran el visto bueno previamente. ¡¡A la cárcel por esto!!. Vaya tela). Cuando una peli acarrea como único elemento destacable ese par de marujismos, mal vamos. Y pal caso, con toda la razón.
"Pesadillas de una mente enferma" cuenta la historia de un desgraciado que mató a sus padres siendo infante y, obviamente, ha crecido algo tarado. Le pueden las ansias de aniquilar y sufre unas pesadillas horribles. En eso que su doctor, un auténtico inútil a tenor de lo que iremos viendo a medida que avanza la trama, le somete a una terapia experimental con pastillas y le deja salir. Obviamente, el chalado se escaqueará y comenzará a cepillarse a todo el que pille. Tras unos primeros crímenes a boleo, se centra en una familia un pelo disfuncional, destacando al crío del clan que es un auténtico cabrón adicto a hacer bromas muy pesadas. Esa fijación por parte del criminal tiene una razón de ser que, no por menos previsible, me niego a desvelar.
"Pesadillas de una mente enferma" la escribió y dirigió Romano Scavolini, un cineasta italiano que emigró en busca del sueño americano y terminó rodando una de terrores muy a su pesar (aunque ya dispusiera de otra previamente parida en su país de origen y, seguramente, abordada con idénticas reservas). Es algo que ya hemos visto antes. Cineasta europeo con ínfulas se ve obligado -por cuestiones alimenticias- a bajarse los pantalones abordando un género que, en general, detesta. También es cierto que eso, en el fondo, no es malo del todo. Muchos de los clásicos modernos del terror los han hecho peña que, simplemente, lo eligió en busca de cierta seguridad de cara a la taquilla. Basta con comparar las putas mierdas auto indulgentes repletas de guiños, homenajes y plagios que hacen hoy directores abiertamente declarados fans. Pero no siempre salía bien. Por cada Hooper, Romero o Raimi (que entran dentro del amplio club de los frustrados al que muchos pertenecemos, pero con resultados óptimos) hay cien Scavolinis. Y pasa lo que pasa, les sale un chuzo considerable porque no está abordado con el mínimo corazón.
Sobra decir que es la obra más famosa del cineasta. Básicamente la única que aún hoy le otorga ciertas atenciones (posteriormente dirigió "Dog Tags", película totalmente adscrita al Vietnam-exploitation y cuya reconocible caratula intentaba hacerla pasar por uno de los muchos seudo-Rambos entonces habituales en nuestros añorados estantes cinéfagos). De ahí que, como buen exploiter -por mucho que lo quiera disfrazar de "auteur" intelectual- Don Scavolini está intentando regresar al séptimo arte con una cosa sospechosamente titulada "Nightmare: The Wandering Soul". ¡Que le den!.
Por lo que a mi respecta, los defectos de "Pesadillas de una mente enferma" son legión. El principal de todos es el jodido aburrimiento. Nos encontramos ante un tostón de aúpa que solo se recupera cuando, obviamente, se produce algún crimen. Los trucajes no son la repanocha, pero cumplen unos mínimos. El resto es derivativo y gasta las mismas cagadas que muchas de estas producciones con frustradas aspiraciones dramáticas, destacando el rollo familiar a lo Cassavetes. Seguro que fueron las escenas con las que más disfrutó su director. Las que menos serían aquellas estrictamente terroríficas que, por obvio que resulte, a nosotros nos ponen palote y se reducen al tramo final. Curiosamente, mientras en todo lo previo el tono que domina es el hiper-realismo, al llegar al clímax entramos en el puro terreno slasher, con un asesino enmascarado incapaz de morir aunque se coma seis o siete disparos a bocajarro y un guiño final -literal- que arrasa con la llamada cuarta pared. Ambos elementos chorrean escasa verosimilitud, cosa que contrasta con el resto. Es en este contexto donde presenciamos la escena que, seguramente, le dio problemas al film en las Islas Británicas, con el asesino, siendo niño, cargándose a sus padres hacha mediante. Es brutal, sangrienta e intensa. Resumiendo: Rebobinen hasta los últimos veinte minutos.
También hay sitio para la comedia involuntaria. Poca, pero la hay. Un super-ordenador ridículo compuesto de chorromil pantallas completamente inútiles (según Scavolini, puestas a posteriori para simplificar las cosas -narrativamente hablando- de cara a la platea). Las escenas callejeras paridas en plan guerrilla con la peña mirando a cámara e incluso haciendo el paria para destacar (especialmente cuando el psycho recorre la famosa calle 42 con todos sus sex shops y cines grindhouse, repletos de carteles y títulos muy reconocibles). La cantosa cita a Antonioni en un diálogo, demostración palpable de las aspiraciones autorales del director. Y la reina de todas, con la que me partí de risa, aunque pal caso fue gracias al equipo de doblaje. Se la dejo en formato vídeo a modo de colofón, por aquello de alegrarles la jornada....


viernes, 7 de enero de 2022

HALF CASTE: EL HÍBRIDO

Película perteneciente a la segunda era dorada del vídeoclub (la de los primeros años de la década de 00, con el auge del DVD) y que, consecuencia del éxito y buen hacer de “El proyecto de la bruja de Blair”, pretendía darle una vuelta de tuerca a todo aquello, trasladando el concepto de “metraje encontrado” a la selva surafricana. Claro, que “Bruja de Blair” solo hay una y todos aquellos que intentaron continuar con ese legado en la era previa a “Paranormal Activity” acabaron escaldados. “Half-Caste: El Híbrido” es un pedazo de mierda mayúscula.
Como quieren ir directamente al grano, nada más comenzar se nos muestra un asesinato a cargo de un ente desconocido y después, una voz en off nos explica que, El Mestizo (en el título es El Híbrido, pero en el doblaje lo traducen como El Mestizo) mitad leopardo (¿o era gueopardo?), mitad hombre, es el equivalente africano al hombre lobo, pero que es mucho más peligroso porque, si te ataca, no solo te conviertes en uno de ellos, sino que además este tiene la ventaja de poder meterse dentro de tu cabeza y alimentarse de todos tus miedos e inseguridades. Pura paja para enseguida meternos en harina y ver como uno grupo de documentalistas se adentran en la selva surafricana con el fin de encontrar y documentar la figura del mestizo. Para ello, nos cuentan la película a través del formato found footage, pero muy mal entendido y ejecutado, porque aunque vemos la historia a través de las cámaras que usan los documentalistas, esta está narrada con un montaje convencional de cine, con sus cambios de plano y demás. Vamos, que se podían haber ahorrado el estilo.
En la parte horrorífica, por supuesto, la cosa no funciona ni a pilas e intuyendo el espectador el desastre que acontece, cuando por fin vemos al bicho en cuestión —poco más que un melenudo al que han pintado la cara de leopardo con témperas y maquillaje barato del chino—, su visión no provoca absolutamente ninguna emoción. Ni risas, ni vergüenza ajena, ni muchísimo menos terror. La cosa irá desarrollándose entre conversaciones vacías de los protagonistas, declaraciones a cámara de los mismos, ínteractuaciones con las tribus locales y estúpidas transiciones de cámara gratuitas. Con todo, la vi del tirón y sin alterarme lo más mínimo, lo cual no es bueno pero tampoco malo. Es un coñazo… pero con fuerza de voluntad se aguanta sin resoplar.
Decía un tal Bill Thompson en su reseña de la película para la web Pop Optic, que ser un fanático del terror era como habitar en dos mundos, uno maravilloso que lleva al espectador a un estado de euforia, y otro que resulta ser un lugar terrible donde se desarrollan las peores pesadillas para un cinéfilo, y que, “Half-Caste: El Híbrido” pertenecía a este segundo mundo. No puedo estar más de acuerdo con esa afirmación. ¡Pero que esos fans del terror no se miren tanto el ombligo! Que esto de los dos mundos se puede aplicar al cine en general y puede suceder en muchos géneros. Como fuera, es cierto que “Half-Caste: El Híbrido”, a la que muchos tildaron en su momento como una de las películas peor hechas de la historia (en tono despectivo, no celebrándolo como pasa con muchas otras), pertenece a un mundo en el que no pasa absolutamente nada si te ahorras su visionado. Al margen de eso, yo me alegro de haber visto tamaño engendro.
Por otro lado se trata de una película de autor, ya que está escrita, dirigida y perpetrada en general por un único hombre, el tal Sebastián Apodaca (que no Apocada), que nunca jamás realizó más películas a parte de esta, ni vuelve a estar acreditado en artefacto cinematográfico alguno posteriormente. No me extraña.

miércoles, 5 de enero de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 5 (ESPECIAL NEW WAVE 1 / AMOS POE)

En 1982 ocurrió algo sensacional, la "XXVII Semana Internacional del cine de Valladolid" dedicó un notorio ciclo al cine independiente llegado desde los USA. Por supuesto hablo de la época en la que esa clase de material seguía siendo ultra-minoritario, iba genuinamente por libre y se paría en 16 mm. Lejos, muy lejos, quedaba aún la etiqueta "indie", Miramax y todo lo terrible que conllevó. De la intrusión del mainstream en un tipo de películas supuestamente ajenas a la industria y netamente artesanales. En algunos casos incluso rozando lo amateur. Con motivo de ello, se editó un libro que profundizaba en el tema, "Cine independiente americano: Una introducción" (de Fernando Herrero y Jose Ignacio Fernández Bourgón), y que fue de vital importancia para mí. Especialmente porque, entre los muchos autores (y películas) repasados, destacaban con luz propia el gran George Kuchar y otro que, entonces, me tenía obsesionado: Amos Poe.
Que este me molara tanto se debía a su vinculación, más o menos directa, con el punk rock. El GENUINO. El de mediados de los 70 en Nueva York, cuando significaba crear con libertad, con actitud, sin importarte las normas, ni el público. Dejar de hablar y actuar. Lejos de la etiqueta y patochada ridícula en la que, con los años, se convertiría. El cine de Amos Poe creció, evolucionó y absorbió mucho de aquel primer punk. Y, a lo tonto, se convirtió en el genuino padre fundador de lo que hoy día entendemos por cine independiente yanki. Luego vino Jim Jarmusch, se inspiró muy mucho en Poe, y le ganó la partida, llevándose los laureles, condenando a la eterna oscuridad a aquel quien, no obstante, ha seguido a lo suyo, haciendo sus peliculitas y actuando cual rancio intelectual de insulsa existencia pedante.
Es cierto que el cine "new wave" peca mucho de "arty" para mi gusto. Puede resultar un rato pretencioso y su obsesión con la "Nouvelle Vague" francesa -y especialmente Godard- me irrita de cojones. PERO si lo situamos en su contexto, tiene todo el sentido. Tanto como para "perdonarle" esas milongas y seguir comedidamente fascinado por su existencia (más que por sus películas, sangrantemente aburridas).
Paralelamente al festival y el libro, la revista "Casablanca" se hizo eco de todo ello, dedicando sendos artículos al pifostio. Dado que he ido publicando entradas sobre el asunto cuando se ha prestado, como pueden comprobar aquí, aquí y aquí, era de menester recuperar lo más interesante de esas páginas, dividido en tres tandas por aquello de no dar mucho la paliza. Y comenzamos con el padre putativo de todo ello, Amos Poe, al que en Febrero del 1983 "Casablanca" dedicó una interesantísima entrevista.
Para leerla, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón.
Griten todos al unísono: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!



lunes, 3 de enero de 2022

KILLER OF SHEEP

Charles Burnett es uno de los directores favoritos de culturetas —de los de verdad— e historiadores de cine norteamericano, que suelen etiquetarlo como uno de los mejores directores de la historia. También resultaría el director de prestigio menos conocido de cuantos son elogiados por estos mundos de dios, además de ser el padre espiritual de los Spike Lees y John Singletons de turno e inventor involuntario del subgénero hood films —esas películas que transcurren en el gueto como “Los chicos del barrio” o “Infierno en Los Angeles”, por ejemplo—.
Proveniente de un hogar humilde de Watts, en Los Angeles y con la conciencia negra por bandera (un cineasta negro que sea activista de la causa negra es casi un cliché, pero es que no puede ser de otra manera), Burnett iba para electricista, pero el tema de los cables pelados y los enchufes no se le daba demasiado bien, siendo sin embargo un consumado escritor amateur. Convencido de darle salida a su vena más artística, decide ingresar en la UCLA (University of California, Los Angeles) no sin esfuerzo, licenciándose en bellas artes y dirección cinematográfica. Durante el tiempo que duró su curso,  formó parte del L.A. Rebellion o Black Independent Movement, movimiento formado en la UCLA que estaba integrado por cineastas negros que pretendían hacer un cine que supusiera una alternativa al cine clásico hollywoodiense (concebido casi en exclusiva para blancos) y al emergente blaxploitation, ya que el L.A. Rebellion consideraba este cine una exaltación de los estereotipos y, aunque no lo condenaba, el movimiento en el que militó Burnett apostaba por un cine más artístico facturado por negros.
A principios de los 70 Burnett comienza a rodar sus primeros cortometrajes de estudiante con los que se mete en el bolsillo a todo el profesorado y a los críticos y gacetilleros que con curiosidad se acercaban al cine del serio estudiante negro.
Es durante esos años que, como ejercicio de final de carrera, Burnett concibe la que hasta hoy es su película más reivindicada, una de las 500 mejores películas de todos los tiempos según la prensa, el primer hood film al que le podemos poner cara y ojos sin que el tirón comercial del hip-hop de los 90 influyera a la hora de situar la historia que nos cuenta, y una obra maestra infravalorada según los críticos.
Burnett  rodó la película durante los fines de semana de 1973 y 1974, parando su rodaje durante unos años porque a uno de sus protagonistas lo habían metido en la cárcel, y retomando el rodaje cuando este fue puesto en libertad. “Killer of Sheep” está rodada con un marcado estilo documental delimitado por el neorrealismo y el cinema verité. Rodada en 16 mm y en blanco y negro, la película más que un hilo argumental mostraría una serie de secuencias que exponen la vida cotidiana en un barrio obrero —el propio Watts donde se crió Burnett—, que tienen relación unas con otras y en las que veríamos el sencillo día a día de un trabajador de matadero, que desayuna con un vecino, o compra un motor de segunda mano que cargará en una camioneta, o montones de escenas de adolescentes jugando en la calle, a veces jugándose la vida saltando de bloque en bloque a través de la azotea, o en edificios ruinosos. Completan la amalgama, las escenas cotidianas de la vida en familia. Todo ello con un fuerte afán contemplativo que se explaya en escenas en las que no ocurre nada durante minutos. Es casi dejar una cámara fijada a la ventana y filmar el vecindario.
Lo realmente bueno es que Burnett no nos da el coñazo. Me explico; siendo como es un miembro del Black Independent Movement, no intenta alentarnos con su película, ni hacernos partícipes del posible racismo imperante en la sociedad norteamericana, ni tan siquiera nos da la tabarra con la violencia del gueto —luego cuando se convirtió en un director de renombre, sí que daría la tabarra con todos estos temas, como no—, Burnett simplemente muestra lo que hay ahí afuera como ya lo hiciera, de manera mucho menos honesta, Luis Buñuel con su “Las Hurdes”, con el aliciente de que no es un documental, sino que tenemos a unos actores representando un papel. A todo eso hay que añadirle que la cantidad de tiempos muertos que hay nos son amenizados con clásicos de la música negra, con temas de Earth, Wind & Fire, Louis Amstrong, o Dinah Washington. Temas que, debido a la naturaleza semi amateur de la película, por supuesto, son robados e incluidos en la cinta sin haber negociado previamente el pago de los royalties.
Es por esto que, pese a que inicialmente había un gran interés general por que la película se viese y distribuidores interesados en poner esta película en los cines, no pudo ser, así que “Killer Of Sheep” fue exhibiéndose de tapadillo en sótanos, museos y cineforums donde fue ganando prestigio y culto, pero nunca pudo tener una vida comercial convencional.
Sin embargo, en 2007, teniendo en cuenta el estatus de la película, se decidió poner fin a las irregularidades legales de la misma, así que se hizo una colecta capitaneada por un gran fan de “Killer of Sheep”, el director Steven Soderbergh, y se negoció el pago de derechos por las canciones que incluía la película. Del mismo modo, se hizo una restauración del negativo que además se infló a 35 mm para tener por fin, 30 años después de su concepción, su estreno en salas oficial. No fue muy sonado, una cosa minoritaria, pero al menos se realizó una estupenda y completa edición en DVD donde se incluirían, además, los cortometrajes y películas que Burnett realizó como estudiante de la UCLA. Hoy ese pack está cotizadísimo.
La verdad es que se trata de una película estupenda a la que, más por prejuicios que por otra cosa —ya que la película solo muestra lo que hay sin animo de denunciar o juzgar—, quitaría todas las escenas en las que vemos a los trabajadores en el matadero, porque me resultan desagradables, porque no me gusta a mi edad el género mondo (¿por qué esto no iba a serlo, cojones?), pero por lo demás, es una delicia ver como Burnett planta la cámara en sitios estratégicos, lo bien que dirige a los críos y amigotes de la UCLA que hacen las veces de actores para él, ver como pasa la vida a ritmo de los clásicos de la música negra y todas las imperfecciones de las que hace alarde; el operador golpea la cámara contra el mobiliario, esta está sujeta todo el tiempo a un perceptible y cutre traqueteo, encuadres totalmente movidos o actores que miran a cámara o incluso se ríen, como herencia del no tan lejano entonces underground sesentero, convierten esta película en una curiosa y rara pieza de cine-arte que, no me atrevería a decir que es una obra maestra, pero sí diré que está francamente bien.
Después de eso, Burnett fue subiendo peldaños en el mundo del cine y, aunque en cierto sentido se fue estandarizando, aportó a sus películas, ignotas, aún teniendo en algún momento la distribución de alguna major e incluso incorporando estrellas en sus repartos —Ice Cube aparecía en "La placa de hielo" ("The Glass Shield", 1994)—, un toque sin duda personal, entre lo soso y lo hipnótico, que lo posicionan como un director al menos interesante.
Ya si eso, otro día les hablo de alguna de sus películas más “mainstream”, dentro de lo poco mainstream que es de por sí Charles Burnett.