
En su adolescencia "Kaz" fue sometido a una maldición por la abuela de la moza con la que se estaba dando el filete. Le condenó a convertirse en un horripilante demonio distinto cada vez que se pusiera cachondo. Paralelamente, un tal “El mutilador" anda por la ciudad asesinando jovencitas, por lo que "Kaz" se emparanoia si no será él, ya que cuando se convierte en monstruo luego no recuerda nada. Así, conoce a la que será la mujer de su vida, y juntos comprobarán si es el asesino o no.
Desde los títulos de crédito iniciales, en los que suena esa pegadiza cancioncilla ochentera, respiramos los aromas cinematográficos de la década, solo falta Michael J. Fox asomando por ahí para alcanzar al absoluta perfección. No tenemos a Fox, pero tenemos a Scout Valantine, que en la caratula se nos presenta como una gran estrella y a día de hoy me hago la misma pregunta que me hice entonces: ¿Quién cojones es Valantine? Bien, pues pensando que se trataría de algún actor conocido de alguna tele serie de la época, compruebo que pocas cosas hizo antes de "Mi diabólico amante", y todo lo que vino después son papeles episódicos que poco destacan, pero para la posteridad nos dejó a este "Kaz".
La mezcla de horror y comedia resulta sutil y extrañamente oscurilla. Lo vemos en una escena totalmente deudora de "Terroríficamente muertos", muy "cartooniana" y en la que la chica, en un alarde de amor y para ver qué pasa cuando su novio se convierte en demonio, continúa dándose el filetón con él, provocando un sinfín de líquido verde, surrealismo e incluso horror, sin abandonar ni un segundo el componente cómico.
El director, Charlie Loventhal, nunca hizo nada destacable.
Fanáticos de toda la peste ochentera, no encontrarán nada mejor.
La mezcla de horror y comedia resulta sutil y extrañamente oscurilla. Lo vemos en una escena totalmente deudora de "Terroríficamente muertos", muy "cartooniana" y en la que la chica, en un alarde de amor y para ver qué pasa cuando su novio se convierte en demonio, continúa dándose el filetón con él, provocando un sinfín de líquido verde, surrealismo e incluso horror, sin abandonar ni un segundo el componente cómico.
El director, Charlie Loventhal, nunca hizo nada destacable.
Fanáticos de toda la peste ochentera, no encontrarán nada mejor.