lunes, 18 de marzo de 2024

DAUGHTERS OF DISCIPLINE

“Daughters of Discipline” es una de tantas películas porno rescatadas por los estudiosos e historiadores cuando van a costrosos sótanos de viejos cines buscando rollos de rancio celuloide. En este caso, nos encontramos ante una cinta recuperada a medias, porque le falta el rollo final y algunos segmentos a la mitad, pero contiene suficiente material como para elaborar una edición en DVD de la misma.
No tiene demasiado de especial. Una de bajo presupuesto y centrada en el rollo sado-maso, aunque tocando el tema tangencialmente. Estéticamente sí que se nos muestran oscuros sótanos con señoritas encadenadas a las que colocan pinzas en los pezones, pero de ahí no pasan, el sado-maso no es real; las cadenas y las máscaras están únicamente para ambientar, porque más allá de eso, esto es un porno bastante al uso donde abundan las mamadas y el sexo estándar realizado por gente bastante fea y velluda. Apenas sin argumento, la peli nos cuenta la historia de una muchacha que ingresa en una secta sadomasoquista en la que la harán toda suerte de perrerías al mismo tiempo que, en su vida privada, zampa pollas de tíos con bigote.
Y sin más. Una cosa añeja que puede llamar la atención por su estética pobretona y sucia —la típica del "sleazy cinema" que defendería, sin duda, el ilustre fanzinero Bill Landis — cuyo único interés radica en haber sido encontrada la copia madre en algún lugar de la periferia neoyorquina tras pasarse almacenada lustros sin que a nadie le importara lo más mínimo. Más interesante es saber la historia que se oculta detrás.  
En concreto, “Daughters of Discipline”, dirigida por un artesano de la pornografía en celuloide como Shaun Costello, era una producción de las que sólo se podían visionar en la cadena de mini-cines "Avon" -"Avon 7" para ser exactos- una de tantas pequeñas salas ubicadas en los 70 en la mítica calle 42 (y al rededores, es decir, el Deuce) de Manhattan y que se extendería a lo largo y ancho de las zonas más golfas de la ciudad, junto a toda una serie de complejos teatrales.
Siempre se ha tendido a pensar que los mismos propietarios de los cines "Avon" producían sus propias películas (las de "Avon Studios") ya que solo podían verse en sus propios antros, pero cuenta Shaun Costello que él ni tan siquiera llegó a hablar con los dueños cuando rodó una película. Y es que se ve que los mini-cines "Avon", así como la mayoría de especializados en contenido pornográfico, tenían vinculaciones con la mafia, que era la que en realidad se ocupaba de producir esas películas. Así pues, Costello trabajaba directamente para el estudio regentado nada menos que por la familia Gambino que, a su vez, era la que proporcionaba las películas en exclusiva a la cadena "Avon". Si el "Avon 7" proyectaba sobre todo films de temática sado-maso, era porque el gerente se las encargaba, según la demanda de sus propios clientes, a los Gambino quienes ponían en marcha todo el tinglado con una suerte de actores y directores que trabajaban rápido y bien. Las películas se rentaban en los cines pero, además, algunas también eran exportadas al extranjero, siendo Alemania el país europeo que más solicitaba el sado-maso que ofrecía "Avon Studios". Así pues, los pajilleros de la zona tenían cine porno bajo demanda.
Por supuesto, la calidad de estas películas era más bien de baja estofa y la sordidez que las acompaña poco ayuda a estimular la libido del espectador de 2024. Obviamente, no funcionan como material para pajas, si no más bien para saciar el interés del arqueólogo inquieto en busca del cine más oscuro. Aun así, y aunque financiadas por la mafia, las películas "Avon" son una cosa más bien normalita en el sentido que no dejan de ser porno totalmente estandarizado con actores y actrices del gremio haciendo su trabajo en total legalidad. Toda la parte sórdida, el sado, la muerte, no es más que ficción (gracias a dios).
Shaun Costello se comió la década de oro del cine porno norteamericano, los setenta, también parte de los ochenta, para después ganarse la vida dirigiendo toda suerte de comerciales para televisión. Más adelante, decidió contar su historia en el cine de mete-saca, primero escribiendo una biografía de Harry Reems y luego con un libro que pinta estupendamente y donde cuenta su experiencia,“Risky Behavior: Sex, gangsters and deception in the time on groovy”, que tras 10 años de larga escritura finalmente nadie quiso editar, salvo una editorial bastante subterránea francesa. Descarten para siempre una versión en castellano.
“Daughters of Discipline” no es más que una de las películas de su filmografía, ni destacable, ni olvidable, pero sí una de las que más se habla porque hasta hace poco andaba perdida, y que va que ni pintada para hablarles brevemente como lo he hecho de los cines "Avon", de Costello y del Deuce neoyorquino al completo.

sábado, 16 de marzo de 2024

POSESIÓN INFERNAL, EL DESPERTAR

A estas alturas no es necesario que hable de mi devoción por "Posesión Infernal". Sintiendo una indudable simpatía hacia toda la saga, la marca al completo, dicho amor se centra básicamente en el film de origen, el de 1981. Es algo sobre lo que he escrito muchísimo. Por todo ello, enfrentarme a cada nueva entrega posterior, especialmente aquellas facturadas en tiempos modernos, es un auténtico reto. Y ante el primer visionado, inevitablemente las expectativas pesan un huevo, generando una opinión normalmente poco favorable. Se hace pues necesario un segundo intento. O un tercero. Pasó con el remake de 2013 que, poco a poco, logró ganarse mi afecto. Tanto como para pillarlo en blu-ray.
Bien, ahora le toca el turno a "Posesión Infernal, el despertar". La primera vez me pareció un truño gordo, gordo. Así, esperé a la siguiente intentona para formarme una impresión más fiable. Y de eso va esta reseña.
¿Es "Evil Dead Rise" (título en v.o.) un reboot, una precuela o secuela del film del 2013?. ¿O de 1981? Pues no me ha quedado claro, la verdad. A mí lo que me ha parecido es un remake del remake. Comparten estética, "look" fotográfico -digital, me supongo-, y unas cuantas ideas. Lo más desconcertante de este nuevo "Evil Dead" es que, por mucho que venden la moto de la novedad, del cambio de un bosque siniestro a un apartamento, de personajes más o menos masculinos a mayormente femeninos, incluso la incorporación de adolescentes - + una infante (estoy tan cansado de películas de terror con críos... parece casi una obsesión pederasta por parte de los mandamases de Hollywood)- que lo van a pasar putas, en lo narrativo es exactamente igual que la original y el remake. Es decir: Grupo de personajes metidos entre cuatro paredes desatan el mal mediante "Necronomicón" formato audiolibro (tres vinilos con los pasajes grabados en ellos. El último incluye una advertencia sobre sus peligros. Coño, ¿no habría sido más lógico que eso estuviese en el primero? digo yo), los unos van siendo poseídos, los otros tendrán que combatirlos, etc, hasta que al final sale el gran "mostro", alegremente despachado vía sierra mecánica. Ea!
¿Debería ello haber garantizado cierto disfrute y placer entre los devotos de mi porte, así como más canosos y nostálgicos?, pues tal vez sí... aunque, primero, puestos a repetir la jugada, no te alejes de la cabaña y el bosque, que ello garantizaba una atmósfera cojonuda (inquietante y de puro aislamiento), ¡¡se echa mucho de menos!!, y segundo, complicado va a ser con unos personajes tan poco interesantes. Tan poco carismáticos. Tan antipáticos. Y no, no lo digo por la cacareada ausencia de Bruce Campbell / "Ash". Ya saben, o deberían, lo que pienso al respecto. Esa manía de asociar al actor a la saga es muy lógica y razonable, pero en el primer film, el del 81, era un personaje más. Algo tontaina y cobardica, sin toda la ristra de macarradas, chascarrillos graciosos y demás que, a la larga, han acabado definiéndolo (y ya no insisto en el hecho de que moría, dato que hizo mucho por dejarnos un regusto duradero a los que la vimos cuando aún no había secuelas. Aquellos que crecieron a partir de "Terroríficamente Muertos", jamás entenderán tan determinante impacto).
Alguien descontento -y canadiense- dispuesto a mandar una reprimenda a los responsables de "Evil Dead Rise" afirmó que, a diferencia de esta última dosis, "Evil Dead" solía ser una franquicia que revolucionaba el género, ofreciendo nuevas ideas a base de desbordante imaginación. Francamente, creo que exagera. "Evil Dead", especialmente la que todo lo inauguró, tira de una trama super-trillada (chavales que van de "vacas" a un sitio aislado, donde serán víctimas de algo malo. Si lo miran detenidamente, así pueden resumirse films previos como "Viernes 13" o, especialmente, "La matanza de Texas" que, pa algo, ejerció de notable influencia en Sam Raimi y cía), es el cómo está desarrollada y contada en lo visual, donde sí resulta novedoso. Y, además, parte de ello fue casi accidental. Raimi solo quiso hacer una peli de terror convencional, pero le salió así porque era joven, ambicioso y desbordaba pasión. Ahora es un señor mayor, profesional en lo suyo, cansado, acomodado... además de que los aspectos originales del "Evil Dead" primigenio ya han sido muy imitados. Muy explotados.
Entre las cosas que me molan menos seguramente estén algunas ideas chorras que se pretenden epatantes, como cuando la mamá poseída usa la uña a modo de aguja de tocata (y lo que sigue, que no lo explico por si no la han visto). Ya les va a los cerebros tras la franquicia tirar de conceptos así. No olvidemos todo el rollo MacGyver del final del remake, con la batería conectada a la jeringa para revivir a la poseída y bla, bla. Son chuminadas, lo sé. Y que me irriten será culpa de mí ya galopante espíritu conservador con respecto al cine, al género y, particularmente, la saga. Pero es así. Y luego, la actriz que interpreta a la madre... me pone nervioso... tiene una cara muy rara... como si alguien tirase de sus orejas 
para atrás. Entiendo perfectamente que le dieran el papel de super-poseída.
Aunque es un dato que no ha sido muy explotado, al parecer en su día Dario Argento quiso producirle a Sam Raimi la secuela de "Posesión Infernal". Sin embargo, otro italiano se adelantó (Dino de Laurentiis) y el director de "Tenebre" se quedó con las ganas. Desquitándose posteriormente al producir "Demons", que no es más que un remedo de "Evil Dead". Descarao. Resultó funcionar muy bien en taquilla, lo que les obligó a parir una secuela, cambiando el escenario de un cine a un edificio. Una decisión muy lógica y práctica. Y, claro, ahora, décadas después, a Raimi y la pandi se les ocurre esa misma alteración de decorado para la nueva entrega. E, inevitablemente, nacen ciertos parecidos. El fandom, ese gran idiota, corre a gritar que se trata de un homenaje, un guiño de la yanki a la italiana. ¿En serio?. De haberse hecho a posta, estaríamos siendo testigos de cómo los expoliados se inspiran voluntariamente y felizmente en los expoliantes. Como si me dijeran que George Miller se basó en las películas posnucleares de Cirio H. Santiago para su nuevo "Mad Max" o que Disney se inspiró en "Star Crash, choque de galaxias" para la última trilogía de "Star Wars". Suena bastante ridículo. Me pregunto cuando los fans del género aprenderán, y asumirán, que sus cineastas favoritos no comparten con ellos necesariamente esa pasión. Esa devoción ciega. Es más, seguramente ninguno de los responsables de "Evil Dead" habrá visto "Demons 2". Y si la han visto, ni pensarían en ella, considerándola un mero, sucio y vil robo a sus ideas originales.
Epílogo: No, definitivamente no me gusta "Evil Dead Rise" o "Posesión Infernal, el despertar". Me aburrió, bostecé, no me dio miedo (eso ya lo daba por sentado), no me llevé sustos, no me divertí y el gore no me pareció tan excesivo como lo pintaban (de hecho, creo que es más sangrienta la del 2013). Fue "una más". Sin alma. Incapaz de provocarme nada de nada. Y estoy hablando tanto del primer visionado, como del segundo. Parece bastante improbable, sino imposible, que se me gane con el tiempo.
Ya lo decía un amigo mío: Cuando a los yankis algo les funciona, lo repiten hasta la saciedad. Hasta quemarlo. Destruirlo. Que gran verdad... y que gran tragedia... sobre todo si el decrépito concepto resultante al que impiden morir dignamente se llama "Evil Dead".

viernes, 15 de marzo de 2024

BELA LUGOSI CONTRA EL GORILA

Considerada una de las peores películas de la historia del cine (no sin cierta razón, desde luego) “Bela Lugosi contra el gorila”, de título original musical y fardón “Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorila”, es un pastiche paródico, una comedieta ligera con tintes fantásticos para toda la familia que no se toma en serio a sí misma y se mofa del único tipo con “clase” que aparece en toda la película; un Bela Lugosi, más memorable en su decadencia que en su época dorada, comido por la metadona.
Sobre todo es un estúpido vehículo para el lucimiento de los cómicos cincuenteros Duke Mitchell y Sammy Petrillo, forjados en salas de fiestas nocturnas, tugurios de poca monta de Las Vegas y cuyo show consistía en imitar el que venían desarrollando los populares Dean Martin y Jerry Lewis. De hecho, Petrillo había trabajado a las órdenes de Lewis haciendo de su doble en espectáculos, aprovechando el notable parecido que guardaba con el mítico cómico neojerseíta.
El mánager de la pareja de “impersonators” andaba deambulando por Hollywood proponiendo a los estudios proyectos cinematográficos para que los interpretaran sus representados, consiguiendo que Jack Broder, de "Realart Pictures Inc." asistiera a uno de los shows de la pareja. Al gerifalte le fascinaron estos dos cretinos. Así pues, y con el fin de lanzar su carrera cinematográfica, se dio luz verde a “Brooklyn Gorila” que, eso sí, se filmaría con un bajísimo presupuesto. Costó 12.000 dólares y se rodó en tan solo seis días. Iba a ser la primera de una serie de películas que protagonizarían, en años venideros, ambos clones. Además se garantizaba el éxito contratando como contrapartida al pobrecico de Bela Lugosi, con cierto tirón todavía entre los amantes del cine de terror.
Al enterarse Jerry Lewis de que un extrabajador suyo iba a hacer una película suplantando su personalidad, entró en cólera y se conchabó con su socio Dean Martin para impedir que se estrenara, así, se presentó en la oficina de Jack Broder pidiendo explicaciones: Acabaron a hostias.
Por supuesto, “Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorilla” se llevó a cabo, y Hal B. Wallis de Paramount Pictures, que tenía bajo su auspicio a Jerry Lewis y Dean Martin, pensó demandar a Jack Broder por plagio, así que se reunió con él para ver si llegaban a un acuerdo. Broder instó a Wallis a comprar la película completa para su total destrucción y fin de la historia, pero tras verla, Wallis pensó que igual era una mierdecita inofensiva y se negó a pagar el precio que pedía Broder por el negativo. Zanjó el asunto enemistándose con el explotador y “Brooklyn Gorilla” acabó estrenándose.
El film no fue perjudicial para la carrera de Martin y Lewis, ni lanzó al estrellato a Petrillo y Mitchell. Es más, pasó más bien inadvertida, aunque con el tiempo se ha convertido en un film de culto muy querido por el público norteamericano. Cuando Martin Landau tuvo que interpretar a Bela Lugosi en “Ed Wood” de Tim Burton, se vio en repetidas ocasiones “Bela Lugosi contra el gorila” para estudiar el comportamiento del actor búlgaro y así desarrollar su personaje.
Su argumento es tan tonto como el resultado final de la cinta: una avioneta se estrella en plena jungla y sus tripulantes (Mitchell y Petrillo) son recogidos por una extraña tribu que les colma de atenciones y les facilita una feliz estancia. Para intentar regresar a su Nueva York natal, acuden a pedir ayuda al Dr. Zabor (Lugosi), un científico que investiga sobre los simios, su origen y descendencia. Les dice que, sí, les ayudará, pero no en ese mismo instante porque, de momento, está por otras labores. Inventa un suero que puede convertir a los hombres en gorilas, así que se lo inyecta al guapo del dúo cómico, y este se convierte en uno. A partir de ahí, se sucederán toda suerte de disparatadas y absurdas situaciones cómicas.
Lo mejor de todo es que la película acaba cayendo simpática a pesar de lo tontorrona que es. Su humor es como para lerdos. Decorados de cartón piedra, chistes sosos cada dos por tres, el gorila que, obvio, es un señor disfrazado y Bela Lugosi en estado terminal con los dientes negros y los ojos vidriosos, convierten este producto en algo curioso y digno de visionar y, sin duda, uno de los más simpáticos e ingenuos de la serie B/Z de los años 50.
William Beaudine, director del artefacto y ayudante de dirección de Griffith en “El nacimiento de una nación”, era popular en el sistema de estudios desde los años 20 por hacer películas sin apenas presupuesto y salirle más o menos ostentosas. Se convirtió en un especialista en este tipo de mercancía barata ganándose el sobrenombre de “One Shot” porque daba por buena la primera toma saliera como saliera (pero, al parecer, es solo una leyenda sin fundamento). Dirigió muchas más series B durante los años cincuenta y sesenta, aunque luego se dignificó (solo un poquito) rodando para televisión algunos capítulos de “El avispón verde”, “Lassie”, “Rin Tin Tin” y, finalmente, productos menores para Disney.

miércoles, 13 de marzo de 2024

MINUTOS MUSICALES 22: THATCHER ON ACID + WAT TYLER

A aquellos suertudos de ustedes que dispongan del libro recopilatorio "Aquí Vale Todo, Fanzinismo 1997-2015" (o la versión PDF de los respectivos "AVT" zines) les sonará el nombre de "Wat Tyler"... o debería. Fue un revolucionario -de los de verdad- operativo a lo largo del siglo XIV. Pero no, no es ese el que nos interesa. Pal caso me refiero a su encarnación en banda anarco-punk por ahí los 90. Aunque tampoco hablamos de una cualquiera.
Realmente nuestra historia se remonta a la primera mitad de los 80 y a un grupo agradecidamente oscuro, pero de indudable culto, conocido por el peculiar nombre de "Thatcher on Acid", con un rollo más que próximo a las maneras de "Crass" y su pandi (con "The Mob" o "Zounds" a la cabeza). Esa clase de combo especialmente interesado en letras totalmente panfletarias y que, sin rechazar para nada el uso de guitarras potentes y afiladas, prefería un modo de componer variado, rico y colorista, recurriendo a melodías bonitas o instrumentos de toda clase y condición. El resultado solía superar en interés a los sonidos monocordes, facilones y comercialuchos -al menos para su nicho- de "Exploited", "GBH" o "Chron Gen", aunque, por contra, también podían pecar de brasas. Aburridos.
A la hora de ilustrar sonoramente el ejemplo, me he decantado por una de las tonadillas más disfrutables de "Thatcher on Acid". Una que es buena muestra de su repertorio. Arranca "fisnamente" y pronto adquiere una energía -con predilección por darle gusto al bajo- tan maravillosa como gozosamente empalagosa. Es escucharla y te entran ganas de dar botes como un lerdo. Les hablo de "It is art". Creo que salió por primera vez en el disco "Moondance". Pero podría ser "Curdled". El asunto resulta harto confuso. Da igual, la cuestión es que mola muchísimo...


En 1987 el batería original de "Thatcher on Acid", Martin Hosken, abandona y es reemplazado por un personaje que nos interesa bastante, Andy Tuck, quien, en esa misma época, comparte tareas con otra formación recién creada, los mentados "Wat Tyler".
Bien, así de primeras, a la lejanía y como decía antes, estos también podrían calificarse de anarco-punk. Ya el mismo nombre lo hace suponer. Y sí... salvo por un detalle, "Wat Tyler" hace gala de una tendencia mucho más guasona, alegre y festiva. Sin, por ello, renunciar a sus anarco-ideas. Solo que expuestas a través de la parodia, la bufonada. Muy inglesa en su esencia. Como unos "Monty Python" con instrumentos. De este modo se rompe un mito -mío cuanto menos-, que las bandas anarco-punk carecen de sentido del humor.
Cosa también demostrada ante el hecho de que los mismos "Thatcher on Acid" no le hicieron ascos a compartir surcos con "Wat Tyler" en un LP fifti, fifti. Uno adquirido por estas manitas en su día y de vital importancia para alimentar mi obsesión. Por un lado, "Thatcher...", bajo el título genérico de "Squib", se curran once temas. Algunos jodidamente buenos. Destacaría tres. El primero, "Shakey", por su tempo lento, casi de trance, ideal como acompañamiento senderista (y lo digo por experiencia). El segundo, "My favourite mess", más animado, y el tercero "I'll probably laugh at this one day", directamente me subyuga...



"My favourite mess"


"I'll probably laugh at this one day"

En su lado del disco, "Wat Tyler" se permite el lujo de chotarse a costa de "Fugazi", parodiando la portada y el nombre de uno de sus LPs. Concretamente "Margin Walker", que en sus pringosas zarpas muta a "Margarine Walker".
Llegados a este punto, tocaría comenzar a elegir sendas muestras sonoras. Sin embargo, va a resultar una tarea jodidamente ardua. Por la enorme cantidad y diversidad, tanto musical como de "tono" (las hay directamente de risas, y las hay un pelín menos desmadradas) y porque, cojones, me gustan muchas. Demasiadas.
Sí, my friends, entre finales de los noventa e inicios de los dosmil, entré a engrosar las filas de los fans de "Wat Tyler". Tanto como para dedicarles varios artículos en fanzines, periódicos universitarios y, por supuesto, el número dos del "Aquí Vale Todo" papiloso. En sus páginas interiores, oui!, pero también las chocantes portada y contraportada contaban con ellos como imagen central. Llegué incluso a mantener una relación epistolar con uno de sus integrantes (Sean Forbes) y los entrevisté en un par de ocasiones. Ahí es nada. Me encantaban estos cabrones, y me identificaba mucho con sus maneras y sentido del humor. Imposible no fliparse ante una portada como la de "I'm Forever Blowing Bubbles", el primero de sus recopilatorios de singles...


Ya puestos, también merece la pena recuperar la
del single "Appetite por Axl" que tanto escandalizó
a los paletos de "Popular 1"...


Tal era mi fanatismo, que usé esta última para
hacerme una camiseta y lucirla alegremente.
Podría sonar a bravuconada, pero existen pruebas.
Concretamente, una foto donde salgo portándola a la
par que celebro mis nosecuantas primaveras...


Musicalmente "Wat Tyler" podían sonar a punk rock ortodoxo, a punk-pop, a folk... daba igual, no tenían límites. En cuestión de letras, aunque de vez en cuando echaban mano de temáticas típicamente anarco-punks, también le daban a historias de desamores o narraban las correrías sexuales del padre Abraham y los Pitufos. Una vez les pregunté si se identificaban con esa vertiente del punk más cafre tipo "Toy Dolls" o "Macc Lads". Dijeron considerarse un pelín más sofisticados.
Como dato curioso, por aquellos tiempos estaban en trámites de colaborar musicalmente con una "película gore de bajo presupuesto" -definida así por ellos- titulada "The Passanger", pero nunca jamás se supo del asunto.
En cualquier caso, a la hora de hacer una selección sonora, me he decantado por varios ejemplos. Veámoslos...

Como decía, una temática recurrente en su repertorio eran
los temas dedicados al desamor, a las relaciones
imposibles o rotas. Canciones como
"You´ve stolen my heart" ("Me has robado el corazón")...


O "Too young, too bitter" ("Demasiado joven, demasiado amargado/a"), sobre
una novia que cambia de parecer diariamente y vuelve loco
a su maromo. Hoy te quiero, mañana no. Hoy te dejo, mañana
no. Seguramente basada en hechos reales...


"Rude Boy/Girl" es el término que se utiliza para referirse a
aquellos/as adicto/as a la música jamaicana, con especial predilección
por el Ska. "Wat Tyler" lo toma por su vertiente literal (rude se
traduce como grosero) y con "Rude Girl" primero y "Rude Boy" después
tiran de escatología pura, a base de sonoros pedos y
descripción gráfica de toda suerte de apestosas funciones corporales.
Siempre de modo jodidamente gracioso y contagioso.



Aunque para gracioso, "Eternal Triangle" o lo que ellos mismos
califican de "Opera Punk", la primera y última de su especie.
Un tema que pierde un poco su "punch" si no captas el
idioma, pero aún así, resulta de lo más hilarante y
descacharrante. A mi me encanta.


Y con "There´s a guy down the chip shop swears
he´s satan" ("Hay un tipo en la tienda de patatas fritas que
jura que es Satanás" ¡¡¡!!!) retomamos a los "Wat Tyler"
de punk más (o menos) ortodoxo.


Hasta entonces la especialidad del trío eran los singles. Nunca se habían currado un LP completo. El día que decidieron ponerse en serio con ello, todo se fue a la mierda.
El resultado al esfuerzo, "The fat of the band" (parodiando esta vez el "The fat of the land" de "Prodigy") tampoco fue totalmente desdeñable. Tenía sus temas majos y divertidos, de entre los que salvaría la bonita e inevitable tonadilla sobre desamores ("Not deep enough") a base de voces femeninas (recurso habitual cuando se decantaban por melodías más poppys) y la igualmente inevitable canción cafre de tintes pervertidos, "The vicar and I"...


"Not deep enough"


"The vicar and I
(impagable la llamada "versión punk")

Pero, así en general, el disco no viciaba tanto como sus trabajos previos. Se perdía algo. Y es que, tal vez, los "Wat Tyler" funcionaban mejor en formato corto. Es lo que tienen aquellos que se decantan por la coña, las dosis escuetas les benefician. Posiblemente "The fat of the band" fue la causa de mi pérdida de interés en los muchachos, que seguirían tocando y publicando cosas. Justo, no mucho después lanzaron otra recolección de singles bajo el título genérico de "The adventures of Bob Tayler and Mr.Crust", tan divertido como de costumbre. Incluye versiones sutilmente distintas de algunos temas aparecidos en el LP y, ciertamente, mejoran mucho. Así que, quizás, la culpa entonces fue una mala producción. A saber...
Finalmente "Wat Tyler" chapó la persiana. Cada uno de sus integrantes tiró por caminos distintos, siempre dentro del asunto musical (o anarco-punk, claro), dejando un legado altamante recomendable. Espero y deseo que jamás se les ocurra recuperarlo con la excusa del homenaje, el tributo o la nostalgia. Sería impropio de ellos.

lunes, 11 de marzo de 2024

TAP DANCING

La carrera de Gregory Hines es de lo más curiosa. Curtido y prestigioso bailarín de claqué con cierta bis cómica, debuta en el cine de la mano de Mel Brooks en “La loca historia del mundo” y de ahí, pasa a convertirse en un actor de éxito a mediados de los 80. Asimismo, también comienza a hacer sus pinitos en la canción de la mano de Luther Vandross, que le ayuda en todo lo concerniente a su carrera musical.
Le va bien en el claqué, le va bien como actor y le va bien en la música. Y aunque en la película “Noches de sol” puede lucirse como bailarín de claqué -su verdadera profesión-, en el resto de películas en las que aparece no hay demasiado baile, son comedias, cine de acción, etc, por lo que, en cierto modo, debía resultarle algo frustrante.
Por eso, en 1989, cuando el pico de popularidad del bailarín (como actor) es más alto, es cuando Tri Pictures decide que ya es hora de hacer una película a su medida, con un argumento que girase en torno al tap (una modalidad concreta de claqué que Hines dominaba). Para ello, se concibe un guion en el que todo el peso recae en la manera de bailar del actor y se las tiene que ver con su mentor, nada menos que Sammy Davis Jr. en su última película para cine (se cuenta que, en el lecho de muerte, Davis Jr. hizo a Hines el gesto de pasarle una pelota de baloncesto, como diciéndole: “continúa tú lo que yo he empezado”). Así, “Tap Dancing” sería su consagración definitiva, un film con dos genios negros del tap codo a codo compartiendo plano. Vamos, de Oscar.
Sin embargo, el claqué no es tan dinámico como para que el cine de los 80 nos ofrezca algo épico y vibrante. En los años 20 y 30 quizás sí funcionase, pero no en 1989, por lo que la gran película de Gregory Hines fue un fracaso mayúsculo. Pero, al margen de que se trate de una película sobre claqué, floja a rasgos generales. Una de esas películas en las que te enteras de la trama porque un personaje se la cuenta a otro, no porque esté bien rodada. Cosa que da igual, porque aquí lo que cuenta son los tres o cuatro numeritos de tap que se marcan Hines y Sammy Davis Jr.
Así pues, se nos cuenta la historia de un bailarín de claqué que, muy bien formado por el veterano de su padre, decide dejar el baile, que no le saca de pobre, y dedicarse a robar joyas. La mala suerte querrá que le pillen y acabe en prisión. Tras dos años enchironado, regresa al barrio con el fin de reencontrarse con su vieja novia quien intentará que vuelva a bailar como medio de vida, pero, tras verse humillado por un coreógrafo en una audición, se planteará si volver o no al crimen.
Como ya dije antes, y a pesar de ser una película técnicamente impecable (es un cliché esto que voy a decir, pero la fotografía es estupenda), al final estamos ante una soberana mamarrachada.
Hines se siente muy orgulloso de poner en los créditos su nombre como “imprógrafo”, porque la gran mayoría de pasos de baile que le vemos ejecutar, casi siempre en planos fijos para resaltar lo bien que baila, eran improvisados sobre la marcha. Pero el claqué no tiene mucha ciencia. Tan solo vemos a un tipo zapateando con zapatos enchapados sobre superficies de madera, emitiendo un sonidillo que tampoco es que sea demasiado musical. Vistos un par de pasos, vistos todos y, en resumidas cuentas, una película entera en torno a esta disciplina cansa al más pintado. Y eso que se intenta por todos los medios contar una historia dura y de la calle, supongo que para reducir el nivel de moñería que trae el claqué consigo (de hecho, en un momento de la película, un chaval se niega a aprenderlo porque lo considera un baile para homosexuales venidos a menos).
No solo lo que iba a ser la gran película de Gregory Hines fue un fracaso, si no que dejó a este condenado y obligado a sumergirse en el pantanoso terreno del bajo presupuesto, no volviendo a levantar cabeza en el mundo del cine hasta su fallecimiento en 2003 a causa de, como no, el jodido cáncer. Después de “Tap Dancing” hizo “Terminator Woman”, “Redada en Harlem”, “Un cangrejo en mis pantalones” y papeles secundarios en películas de estudio.
Dirige el espectáculo Nick Castle, director de simpática carrera que, además de esta, dirigió cosas completamente opuestas como, por ejemplo, “El último Starfighter” o aquella película igualmente ochentera y spielbergiana, con niño autista como protagonista, que gozó de cierta repercusión en su momento, “Más allá de la realidad”, o la adaptación a imagen real de “Daniel el travieso”. Ahí es nada. Además, Castle es popular por haber interpretado a Michael Myers tanto en “La noche de Halloween” original como en la trilogía contemporánea, y es amigo personal de John Carpenter, a quién homenajeó en su película de debut “TAG: El juego asesino”.
Por cierto, el título original de la película era sencillamente “Tap”, pero aquí en España, justo el año anterior se había estrenado “Dirty Dancing” y claro… había que explotar el filón.
Y si en USA fue un fracaso, aquí no la vio nadie (46.000 espectadores del año 89).
Con razón está completamente olvidada.

sábado, 9 de marzo de 2024

LA TIERRA DE LOS MUERTOS VIVIENTES

Y seguimos con Romero, Romerito, Romerales. Guardo un grato recuerdo de "La tierra de los muertos vivientes" ("Land of the dead" en v.o.). No tanto por ella en misma como por el contexto en el que la vi. Aquel fin de semana estrenaba pisito (o mini-pisito). Uno situado en el centro de la ciudad. Así, decidí celebrarlo (solo, como siempre) acudiendo a las pinículas... dos veces, ya que tenía las respectivas salas más o menos próximas. Primero fui a ver la reseñada. Terminó y corrí hasta la segunda sesión de la otra, "The Descent". Una jornada intensa, feliz y muy satisfactoria. Ya adelanto que ambas me gustaron. ¿Influyó el mentado contexto en ello?. Es probable... aunque, a estas alturas, pasados tantos años, las he revisionado suficientes veces como para poder afirmar que, sí, en general, y sin deslumbrar, mantengo esas buenas impresiones primigenias. En este caso, referidas al film de George A. Romero.
El mundo sigue infestado de zombies y los humanos han tenido que adaptarse. Aquellos con mayor poder adquisitivo viven en un edificio convertido en una especie de paraíso de cristal. El resto, pues ejerce de su servidumbre, saliendo al exterior con un macro-camión armado dispuestos a localizar alimentos, exterminar revividos y lo que haga falta. Así van las cosas, más o menos bien, hasta que, por un lado, los explotados se hartan de serlo y, por otro, los zombies o, mejor, uno de ellos comienza a demostrar ciertos signos de inteligencia, tanta como para acudir al edificio fortificado en busca de alimento, bien acompañado por los de su prole.
Es un dato bien conocido que con "El día de los muertos" (supuesto cierre oficial de la trilogía zombie Romeriana original y, a mi gusto, broche de oro) George A. tenía en mente algo mucho más espectacular. Su guion chorreaba acción, explosiones, etc. Pero la panoja que le entregaron no daba para tanto, así que, muy frustrado, se vio obligado a reducir los elementos hasta lo clásico, pocos personajes encerrados y asediados por zombies. Bien, a la hora de enfrentarse a "La tierra de los muertos vivientes", desempolvó aquel libreto inproducible, rescatando algunas ideas y lanzándose, por fin, a rodar su aparatosa película de acción. Todo ello gracias al "boom" del cine de muertos vivientes que, por entonces, aún se encontraba en pleno despegue. Era, pues, lógico rescatar al padre de la criatura, al iniciador de todo ello, y darle la oportunidad de situarse de nuevo en primera fila, tras años de cierto olvido. Fue la última ocasión que tuvo George A. Romero de recuperar el brillo perdido. Más teniendo en cuenta que se le consideró para dirigir la primera entrega de "Resident Evil", finalmente descartado al juzgar sus maneras demasiado clásicas y "viejunas" para la platea moderna. Y algo de razón tendrían, porque, finalmente, "La tierra de los muertos vivientes" fue el inevitable fracaso taquillero que fue. Aquello terminó de matar al cineasta, quien acabó sus días -muy a su pesar- rodeado de zombies, contando con mucho menos presupuesto y pariendo películas entre la mediocridad y el horror absoluto. Luego, palmó. Y lo hizo frustrado. Jamás logró despegarse del terror (cada vez que lo intentaba se pegaba unos hostiacos gordos, viéndose obligado a regresar con el rabo entre las piernas) y nunca pudo rodar aquel drama victoriano con el que pretendía debutar a finales de los sesenta pero aparcó, consciente que recaudaría escaso montante en taquilla. No puedo evitar pensar en él, u otros de idéntico calibre como Wes Craven o Tobe Hooper, y sentir cierta lástima. Todos parieron grandes obras, pero ¿a qué precio?.
Perdonen el lapsus. Volvamos a "La tierra de los muertos vivientes" y confirmemos que, yes!, sigue siendo un film muy entretenido, de buen ritmo y que pasa bastante rápido. En ese sentido, es uno de los más llevaderos de Don Romerales. La historia resulta interesante, los personajes carismáticos y la supuesta morralla "social" habitual del cineasta prácticamente desaparece (o es tan evidente y trillada, que ni se nota ni traspasa). Hay las esperadas secuencias de truculencia chorreante, aunque sin llegar -obvio, estaba "Universal" detrás- a la crudeza y brutalidad de "El día de los muertos". No obstante, se agradece (a pesar de fugaces feos destellos de CGI) porque somos testigos de una práctica que, lentamente, y a medida que el "boom" zombie crecía y se asentaba, iba desapareciendo: el efecto de los ataques de revividos sobre los humanos. Se ha convertido ya en norma cebarse con los zombies, que son quienes sufren la inmensa ristra de mutilaciones y barbaridades. Pero ya resulta raro ver a una persona con la panza abierta y las tripas siendo devoradas. Eso todavía se da en "La tierra de los muertos vivientes" y, aunque suene enfermizo, uno lo celebra.
En el reparto, unas cuantas caras interesantes. Simon "El mentalista" Baker, el todoterreno pero eficiente Dennis Hopper, un macarra John Leguizamo, el habitual del género Robert Joy y la nota sentimental con el fichaje de la bambina de Dario Argento, Asia (no hace falta hablar a estas alturas de la más que notable relación creativa que Romero y el italiano mantuvieron en el pasado). Todo ello coronado por tres cameos de lujo: Tom Savini retomando su personaje de "Dawn of the dead" (ahora, lógicamente, zombificado) y Simon Pegg + Edgar Wright, por entonces frescos del éxito obtenido con "Shaun of the dead", de la que George A. Romero era fan.

viernes, 8 de marzo de 2024

SIDA: SÍNDROME DE MUERTE

A Paco del Toro le tengo ya fichado desde hace algún tiempo, y si alguien podía pensar que por un casual en “Pink, el rosa no es como lo pintan” podía existir una gotita de provocación, sensacionalismo o exageración voluntaria, basta ver esta película del año 1993 para darse cuenta de que todo el discurso de del Toro es genuino. Esto le convertiría en un individuo verdaderamente peligroso de no ser porque, aunque allí en México su mensaje podía calar entre centenares de fanáticos, lo cierto es que, siempre que rueda una película, es el candidato ideal para pitorrearse de él. Porque, sea cual sea la temática social que aborde en sus films, siempre va a prevalecer la moralina, el consejo y, sobre todo, el panfleto evangélico, que es al final la razón de ser de las películas de del Toro. No las rueda por amor al cine, sino por hacer llegar su mensaje al mayor número de espectadores posible. Por evangelizar. Y yo lo agradezco porque, en el fondo, lo único que logra es provocar la hilaridad de ateos recalcitrantes y de cinéfilos inquietos que buscan su obra, única y exclusivamente, mofarse de su mensaje, a veces homófobo, a veces machista, siempre evangélico y deleznable en cualquier caso, ergo gracioso a rabiar. O sea, unas risas.
Así, “SIDA, síndrome de muerte”, con un mensaje que, pizca más o menos, viene a decir que el SIDA es una especie de castigo divino por abusar de una sexualidad que dios nos regaló con el fin de que fuera usada en el santo matrimonio, nos cuenta la historia de un individuo que se pasa más de tres tercios de la película viviendo de puta madre, asistiendo a fiestas y seduciendo a señoritas con las que más tarde se acostará, hasta que en la recta final de la película, tras un chequeo médico, descubrirá que, de alguna manera, es portador del SIDA, con las consecuencias e infecciones a terceros que ello acarrea. Empieza pues el drama, hasta que otro paciente con SIDA que está ingresado en el mismo hospital que él, le explicará que esta enfermedad, como todo en la vida, es cosa de dios, y que por lo tanto es una oportunidad de oro para, lo que le quede de vida, se la dedique a adorarle, cosa que nuestro protagonista hará sin mayores tapujos. Comienza entonces su dicha y su felicidad… hasta que muere. Entonces el espectador comprende que este enfermo de SIDA, tras volverse siervo de dios, ha entrado en el reino de los cielos.
Hay que tener dos huevos muy gordos para hacer esta película. Realizada toda ella en tono ultra-dramático y culebronesco, no está mal rodada, se le ve a del Toro bastante oficio y las interpretaciones son sosegadas, por lo que no es especialmente risión como cabía esperar. Aunque la hilaridad llega, al menos, en las escenas en las que nuestro protagonista descubre que tiene el SIDA y se lo comunica a sus seres queridos. Ahí el drama se torna exageradísimo, las sosegadas actuaciones se vuelven sobreactuaciones a la mexicana (esto es, muy escandalosas y excesivas) y en definitiva, obtenemos un poco de lo que buscamos cuando le vamos a dar al play.
Por lo demás, la película está casi entretenida y de deja ver, por muy reiterativa y machacona que sea a la hora de hacernos presagiar lo perniciosos que pueden llegar a ser los placeres de la vida.
Dentro de una categoría a la que podíamos llamar “sidaxploitation” y en la que los mexicanos son los reyes, “SIDA, síndrome de muerte” no es tan divertida y alucinógena como esa locura titulada “Trébol negro: SIDA, maldición desconocida”, pero sí es una estupenda candidata para ser vista a la vez que uno se lleva las manos a la cabeza.
Como los mexicanos son como son, lanzaron una edición videográfica, al margen de la oficial, en cuya caratula no dejan atisbar ni una gota de drama con el fin de hacer pasar el film por una cinta de acción bajo el título de “De sangre asesina”, que tiene una mala leche que flipas. Adjunto pues ese cartel junto al original.

miércoles, 6 de marzo de 2024

MINUTOS MUSICALES 21: CINTAS PRESTADAS & RECOMENDACIONES

Para la dosis musical de hoy, voy a tirar de algo muy retro-cool, bandas que descubrí gracias a cintas de casete prestadas por viejas -y ya desaparecidas, en mi agenda social, digo- amistades. Bandas de las que, casi, desconocía hasta el nombre, y solo el paso de los años, y el ascenso de las tecnologías, pusieron un poco de luz a la oscuridad, como diría aquel. Todo este sarao lo complementaría la historia de los "Pointed Sticks", que ya conté en su día por si les apetece.
Redondea la tarta una recomendación... pero efectuada no por un cualquiera, como verán y leerán (y escucharán) a continuación.

"Lawnmower Deth" arrastra una historia muy curiosa. Fue un chaval con pintas de heavy metal extremista el que me los descubrió cediéndome la respectiva cinta, previa advertencia que aquel solía ser un combo más cafre -thrash metal, según me informo... aunque, al parecer, en do de coña- pero, para la ocasión, habían sacado una vena moña -fueron sus palabras- con el fin de sonar más acordes a lo que entonces comenzaba a despuntar, el pop punk tipo "Green Day". En consecuencia, el lp resultante, "Billy", fue un fracaso y el grupo se disolvió (aunque regresaría pasados unos años) La verdad es que me moló muchísimo. Al no haber internet entonces, tampoco pude saber más de los "Lawnmower Deth" hasta tiempo después, cuando tuve acceso a sus otros discos y, sí, sonaban más agresivos... pero su mejor trabajo seguía siendo "Billy", sangrantemente detestado por sus fans primigenios. ¿Fans como mi amigo? ese mismo que se echó una novia "indie" y cambió sus pintas heavys por unas más adecuadas a sus "nuevos intereses". Obviamente, le retiré la palabra, considerándolo un sucio traidor y... ¿un moñas?.
De todas las aceleradas canciones del disco en cuestión, me quedo con "Up the junction", que no tenía ni puñetera idea fuese una versión de "Squeeze". Su ritmo desbocado y pegajosa energía positiva la hacen altamente adictiva.


Fue toda una leyenda del fanzinismo británico de primigenio origen punkista el que me recomendó a "Moral Crux", asegurando que se salían del sonido reinante entonces (recordemos, el pop punk de "Green Day", "Epitaph Records", los insufribles "NOFX", etc) y recuperaban la esencia de lo genuino. Les hablo del legendario señor Lindsay Hutton, del no menos legendario pasquín fotocopiado "The Next Big Thing". Totalmente cegado por la confianza, me pillé el entonces recién salido lp "Something More Dangerous", editado nada menos que por "Lookout!", la discográfica que, justo, descubrió a los "Green Day" (glups!) y, en fin, me pareció más de lo mismo. Quizás hacían gala de cierta agresividad extra, pero tampoco era como para echarse las manos a la cabeza. Tal vez fuesen sus letras, de tirón panfletario, las que marcaban cierta diferencia aunque, en fin, todo sonaba como a muy visto, muy sobado, y nunca llegué a comprender la devoción de Mister Hutton. Según me informé recientemente, los "Moral Crux" llevaban ya años tocando y habían arrancado con un espíritu mucho más DIY, siempre fieles a su monótono sonido.
Me deshice del CD y no lo suelo deglutir casi nunca, no obstante, sí es cierto que uno de sus temas me encantó, y por eso lo comparto con todos ustedes, "Get out of my brain". El siguiente que me mola no sería tanto por cómo suena como por su título, "Bomb for the mainstream", pero esa es otra historia.



"Go!" no dejaría de ser una típica banda neoyorquina de hardcore puro que pululó por estos mundos de dios entre finales de los ochenta y principios de los noventa, sin mayor trascendencia para mí (no soy enemigo del "sonido", pero tampoco devoto) sino fuese porque, hace un porrón de años, un chaval me pasó una cinta con varias encarnaciones musicales y, entre ellas, sonaba un directo de los "Go!". Sucio, crudo, de calidad pésima, pero hubo algo que me cayó en gracia. No sé, tal vez su simplicidad y contundencia. Los "Go!", cumpliendo a rajatabla con la esencia del hardcore más ortodoxo, tendían a currarse temas ultra-escuetos, muchos de ellos sin alcanzar el minuto de duración. Limitándose a escasos segundos. Además de la peculiar voz del cantante.
Posteriormente los anduve buscando, y ya muerto el asunto cinta de casete, algo encontré en YouTube. Hasta que, finalmente, descubrí que ellos mismos habían abierto un canal en Bandcamp, con todas sus creaciones. Y sí, ahí sonaban mucho mejor, e igual de cafres. Aprendí que mis dos discos favoritos -y, seguramente, los únicos realmente buenos que tienen- son "Your Power Means Nothing" y "Why Suffer?". Además, de ambos lo más destacado es justo la primera canción, pal caso uno, "King of Nothing", y pal caso dos, "Hard As".
Me pillan generoso, así que les cedo ambas a continuación. Go...



"King of Nothing" de "Your Power Means Nothing"


"Hard As" de "Why Suffer?"

lunes, 4 de marzo de 2024

CUBA LIBRE

Otro de esos films españoles a medio camino de ninguna parte, tan propios de la década 00, sería este “Cuba libre” que si bien su paso por las pantallas fue efímero, mediáticamente sí tuvo algo de revuelo al tratarse de una de las últimas películas que protagonizó José Luis López Vázquez. Sin embargo, esto es un pequeño despropósito desprovisto de gracia que se saldó con una asistencia de tan solo 53.000 espectadores a las salas donde se estrenó.
Cuenta la historia de un grupo de ocupas capitaneado por un anciano de 80 años, que realizan sus actividades culturales en la casa que mantienen ocupada. Durante la celebración del cumpleaños del anciano, son desalojados, por lo que, huyendo de la policía, acaban introduciéndose en la embajada cubana, justo el día que Fidel Castro convoca elecciones democráticas. Ante la confusión reinante, se cerrarán las puertas de la embajada, dando pie a distintas situaciones entre los funcionarios y los ocupas.
Durante poco menos de una hora y cuarto, el espectador es testigo de una sucesión de secuencias que, al igual que la película misma, no llevan a ninguna parte. No obstante, nunca nos aburrimos en demasía gracias a lo bochornoso de muchas de las situaciones que provocan risa involuntaria, y a la presencia de López Vázquez, ya muy mayor y cierta dificultad para recordar diálogos, pero da lo mismo, porque a cada aparición suya, la película mejora. Sin embargo, uno se lleva las manos a la cabeza con algunas elecciones de casting, porque no todos están tan dignos como él.
El director, Raimundo García, cuya filmografía la componen trabajos en los que ejerció de director de segunda unidad, ha hecho tres o cuatro cosillas dentro de las que se encuentran algunos capítulos de la serie “Al salir de clase”. De esta manera, el elenco completo de punks y perroflautas que protagonizan la cinta son interpretados por actores provenientes directamente de esa serie, con un perfil tirando más a pijo, por lo que resulta la panda de ocupas menos creíbles de la historia. Daniel Huarte, al que en la vida real situamos con camisas Spagnolo y cazadoras de caza, aparece aquí con guerrera militar ¡y rastas! de modo que parece un tipo disfrazado en carnaval, así como Rodolfo Sancho se casca un graffiti de estilo hiphopero (todos ahí confunden velocidad con tocino) que no le pega ni al personaje, ni al intérprete, ni a nadie con esas pintas de joven conservador. Pero más allá de eso, la película transcurre liviana, con la presencia de actores cubanos como el gran Ildefonso Tamayo o Kimbo en las secuencias de la embajada para, de pronto, terminar de una manera poco clara y abrupta, por lo que nos quedamos viendo los títulos de crédito y preguntándonos que demonios ha pasado ahí. Es, a todas luces, una película mal hecha.
A modo anecdótico, destacar las presencias en papeles importantes de Caco Senante, el cantante tinerfeño que durante la década de 00 hizo sus pinitos como actor, aquí interpreta a un alto cargo de la embajada cubana con un acentazo canario que  ni tan siquiera se molesta en esconder porque es muy parecido al cubano, o Javier Gurruchaga, dando vida estupendamente a un comisario de policía implicado en el desalojo de la casa ocupa y que, casualmente, es padre de uno de los perroflautas.
En cuanto a Raimundo García, en el año del rodaje de “Cuba libre”, 2005, ya había dado por finiquitada una trayectoria encomiable como director de segunda unidad, y  finalizaría su incursión en la dirección de films comerciales con esta cinta, no sin dedicarle poco después un documental al futbolista Quini, titulado “El brujo frente al espejo”.
“Cuba libre” sería una de esas películas españolas más malas que la quina, rodadas en los dosmil, de las que no se acuerda ni dios y vengo reseñando de un tiempo a esta parte. "Cuba Libre" no sería especialmente aburrida… pero le va a la zaga.

sábado, 2 de marzo de 2024

LA MITAD OSCURA

Thad Beaumont es un escritor la mar de intelectual con un pasado sórdido y, sobre todo, bien secreto. Buscando dinero fácil, ocultó su identidad tras el nombre de George Stark y comenzó a escribir novelas ultra-comerciales repletas de sexo y violencia. Todo iba de maravilla hasta que un tipo que conoce la verdad le chantajea, pidiéndole guita a cambio de no chivarse. Thad decide hacerlo público protagonizando un reportaje en una popular revista, coronado por una foto en la que posa junto a una supuesta lápida del escritor ficticio. ¿Ficticio?. Justo entonces, alguien comienza a asesinar brutalmente a aquellos que intentaron hacer desaparecer a George Stark.
"La mitad oscura" suponía algo así como un acontecimiento. Todos conocíamos y, con mayor o menor intensidad, amábamos a George A. Romero y Stephen King. Juntos habían colaborado previamente, por supuesto... ¡y de qué manera!, pero Romero jamás llegó a adaptar oficialmente una novela del escritor. ¿Qué podía salir mal?. Pues, básicamente, que estábamos en los noventa. El género del terror comenzaba su peculiar descenso a los infiernos, uno del que nunca se recuperó del todo. Tampoco las inspiraciones y trayectorias de esos dos titanes vivían momentos de gloria (aunque ambos hicieron cosas mucho peores a posteriori) ¿Resultado? sigan leyendo... 
La vi en el Festival de Sitges. Y las expectativas hicieron su agosto. El público allí congregado aplaudió los respectivos nombres de Romero y King cuando aparecieron en pantalla. Era un ritual bastante común que también se dio con John Carpenter y una de sus películas más flojitas, "El pueblo de los malditos". En cualquier caso, la audiencia Sitgetana llegaba tarde. Es decir, pillaba a todos estos autores a los que tanto habían admirado y amado en el inicio de sus respectivas decadencias. Para cuando "La mitad oscura" terminó, el entusiasmo inicial se había desvanecido. No convenció.
Se decía -injustamente- que George A. Romero contaba por primera vez con un actor "de verdad" al fichar a Timothy Hutton como protagonista. También asomaban Michael Rooker y dos más acostumbrados a aquel tipo de verbenas, Robert Joy y Rutanya Alda quienes, by the way, en su día formaron parte de la saga "Amityville". Aunque el nivel de truculencia era muy escaso, iba incluida una escena hacia el final -que no desvelaré- bastante cañera y muy bien acabada en cuanto a trucajes (si se lo preguntan, sí, Tom Savini anda por ahí metido, pero en un plano mucho más segundón de lo habitual).
El verdadero problema con "La mitad oscura" es que, siendo correcta como es, acaba resultado aburridilla. Sosa. Desapasionada. Desangelada. No deja ninguna huella. De hecho, en mi más reciente visionado caí rendido de sueño antes de llegar al final. Y, créanme, fue una de esas sobadas intensas y babeantes.

viernes, 1 de marzo de 2024

MIRACLE VALLEY

Del fenómeno “The Room”, queda nada más que lo que dé de sí la película.
Conscientes sus máximos representantes, Tommy Wiseau y Greg Sestero, que el film que perpetraron allá por 2003 se convirtió en una especie de circo y, 20 años después, todavía les permite viajar por el mundo haciendo presentaciones y ganando algún dinerito, la manera natural de afrontar sus carreras posteriormente es continuando un poco la senda de aquello que les dio éxito. Pero me da la impresión que ni ellos mismos comprenden el por qué “The Room” es única e irrepetible. En su ingenuidad, los intentos de exprimir el fenómeno no les salen ni medianamente bien; ahí está ese binomio titulado “Best F(r)iends” —que algún día aparecerá reseñado por aquí— o la película de tiburones acometida por Wiseau, inconsciente de que “The Room” nada tiene que ver con esa corriente dentro del cine independiente consistente en hacer películas voluntariamente malas y/o bizarras, y más con el subgénero en boga que es el de tiburones asesinos. No van por ahí los tiros de su película más popular, aunque el recibimiento por parte de los seguidores de esos subproductos le han hecho creer al desgraciado que sí. Wiseau y Sestero no logran repetir “The Room” ni aunque lo intenten.
Sin embargo, en ese sentido, si alguno de los dos puede salir ganando, es Wiseau, porque a su infame personalidad hay que sumarle una tremenda ingenuidad derivada de un evidente problema de salud mental. No así Sestero, que es un individuo normal y corriente. Si se adscribe a esta manera de hacer (y ver) cine, es probablemente porque no le queda otra. Entonces, podemos verle acompañando a Wiseau en el reparto de cualquier película independiente y mercenaria, asumiendo el choteo que trae consigo su mera presencia, pero, a las primeras de cambio, para desmarcarse saca un libro contando su experiencia en esa locura que fue “The Room”, el aclamado “The Disaster Artist”, o emprende algún tipo de producción que lo desvincule de todo el universo Wiseau —aunque utilice su nombre con fines promocionales—.
Así llegamos al debut de Greg Sestero como director, que además protagoniza, escribe y produce. Una película barata, normal y corriente esta “Miracle Valley”. En ella, un fotógrafo de aves se va con su pareja a ojear unas especies, cuando, en medio del desierto, topan con una siniestra secta que les complicará la existencia. Trama sencilla, mil veces vista y terriblemente insulsa en manos del novato director.
Sestero con esta película no quiere saber nada del estilo “The Room” ni de la serie Z en la que sobrevive como actor desde hace más de 20 años —recordemos que su primer papel relevante fue como joven André Toulong en una de las más sosas secuelas de “Puppet Master”, “Retro Puppet Master”—, por lo que deja entrever sus influencias que van desde el cine independiente de sectas (al estilo “Red State”, “El Infinito”) hasta el "rape & revenge" (según el director, tiene muy presente “Las colinas tienen ojos”) pasando por, obvia e irritantemente, Quentin Tarantino, al que no copia más porque no sabe y al que detectamos en los posmodernos títulos de crédito de “Miracle Valley”. También hay un poco de gore, porque Setero sabe que la chicha vende.
¿Cuál es el resultado de todo este mejunje? La nada más absoluta. Greg Sestero quiere hacer una película de corte personal, seria y con posibilidades de ser presentada en los diversos festivales de cine fantástico y/o independiente que pueblan el mapamundi. Es un tipo soso e insulso, casi dan ganas de darle una colleja para que espabile, y eso se transmite en una película cuya mayor virtud es que es tan aburrida, que cada 5 minutos nos vemos tentados a dar al stop de nuestro reproductor. Porque no pasa nada. Y aguardamos pacientemente, y sigue sin pasar nada. Y fin.
Sin embargo, es lo que podíamos esperar de un tipo como él. Lo contrario sería encontrarnos con una película vibrante y emocionante, porque eso iría contra natura, del mismo modo que no localizamos película de su colega Tommy Wiseau que, aun comedida, no sea excesiva, porque Wiseau es excesivo.
Lo que nadie puede negar es que, en ese sentido, ambos son auténticos autores.
Como sea, este “Miracle Valley” es lo peor de lo peor. Pero no lo peor de lo peor que hace risa, sino lo peor de lo peor que es inaguantable. Y eso es un handicap con respecto a las otras películas en las que el actor/director ha participado de alguna manera, porque en la sala en la que se proyecte no va a haber chascarrillos ni vítores, solo bostezos.
Sin embargo, y quizás por los tiempos que corren en el que los formatos cinematográficos se han estandarizado, técnicamente resulta bastante competente, por lo que no se la puede considerar una película genuinamente mala o cine "trash". Es sencillamente, un coñazo. Uno de los más grandes.
Por lo demás, Sestero se escribió el guion en tan solo 13 días, y se encarga de parte de la fotografía (que me parece cojonuda, lo que falla es el resto), demostrando que, al final, a rasgos generales no es un completo incapaz.
Durante la producción de “The Disaster Artist” de James Franco, Greg Sestero hizo buenas migas con los hermanos Franco, en concreto con el más desconocido de los tres, Tom, que se atreve a producir íntegramente la película, así como marcarse un cameito.
Insufrible. Véanla solo dependiendo de si su nivel de curiosidad es lo suficientemente alto como para enfrentarse a un collage realizado por los alumnos de educación especial de cualquier colegio concertado de la periferia.

miércoles, 28 de febrero de 2024

MINUTOS MUSICALES 20: M.D.C.

Hablar de "M.D.C." (que no "MCD" ¡cuidao!) supone hacerlo de una de las bandas estandarte de cuando el punk comenzó a mutar en hardcore. USA, inicios de los ochenta. La generación que ha crecido con los sonidos del punk setentero busca una alternativa a la aceptación y comercialización de este (o, lo que es lo mismo, la "New Wave") así, comienzan a radicalizarse, sonora y gramaticalmente.
Los "M.D.C." iban de palo panfletario, y de qué manera. También hacían gala de un sentido del humor muy agradecido, pero no lo suficiente como para tomarse menos en serio "Harry, el sucio" o "Rambo", películas que adoraba y sobre las que me sentaba fatal oírles rajar. Por eso nunca conecté bien con estas bandas tan politizadas. PERO en el tema sonoro era otro -nunca mejor expresado- cantar.
Obviamente, y sin traicionar las viejas costumbres, el mejor disco de los "M.D.C." es el primero. Suenan extremadamente intensos a base de cortes muy cortos. La gran mayoría altamente recomendables, pero me quedo con "Church & State", un alegato anti-religión organizada de tan solo 30 segundos (o menos) absolutamente perfecto, elemental, directo, conciso, ni sobra ni falta, mágico. Imposible expresarlo de otra manera. Mejor lo escuchan...

En principio las siglas "M.D.C." se traducían como "Millions of Dead Cops", "Millones de polis muertos". Ya les vale, ¡con lo que me encanta ver a la poli atizando ciertos engendros, sobre todo hinchas de fútbol! Tampoco a los "Crass" les molaba demasiado (aunque por otras razones). Así se lo expresaron al conocerse, añadiendo que si querían colaborar (con la banda británica incorporando a los yankis en su catálogo) tocaba cambiarlo. "M.D.C." no se lo pensó dos veces y mutó en "Multi Death Corporations". Una historia que deja muy mal a ambas formaciones, los primeros por imponerse y los segundos por ceder. A partir de entonces, la cosa se convirtió en costumbre y cada equis tiempo variaban el significado de las siglas, otros ejemplos: "Millions of Dead Children" o "Millions of Damn Christians".
"M.D.C." siguió sacando discos, potables pero desiguales. Uno de los mejores -sin ser tampoco la séptima maravilla- es "Hey Cop! If I Had a Face Like Yours ..." (que perra con meterse con la policía, oye), donde destacan el corte que abre, el del medio y, más notablemente, el que cierra. Un tema anti-navideño (argh!! estos cabrones se estaban ganando un excomulgado por mi parte) curiosamente bautizado "Black Christmas". Sí, como la mítica película.

Y entonces se produjo el milagro. Algo muy raro de ver en cualquier discografía de un grupo de este palo (siempre más bien limitados), con tanta carretera acumulada, es que, así sin comerlo ni beberlo, un día editen un LP genuniamente bueno. Ocurrió en 1993 con "Shades of Brown". No solo por el muy muy decente contenido (quizás un pelín más "metalizado", pero sin llegar a cargar. Incluía además un sorprendente tema hip-hopero tan digno que hasta recibió la aprobación de nuestro experto Víctor), también por el hermoso diseño de la cubierta y el nacimiento de un logo la mar de guapo (el que les dejo al final). A pesar de la abundancia de composiciones escuchables, a la hora de elegir una me he decantado por "Someone's behind you again", que suena like this...

Conscientes "M.D.C." que tal vez no serían capaces de repetir la jugada, se separan. Por poco tiempo. Lástima, "Shades of Brown" habría sido un broche de oro. Siete años después, Dave Dictor -frontman y único miembro constante- reúne a un puñado de amigos y, a pesar de la cantidad de grasa y arrugas acumuladas, regresan. Produciendo nuevos discos, algunos tan hardcore como los de su primera época (me pregunto si por genuina devoción creativa o para complacer a su nicho) y, en fin, tirando de nostalgia.

lunes, 26 de febrero de 2024

ALMOST A MOVIE!

Durante lustros, la figura del director Michael J. Murphy ha sido ignorada. Si acaso reivindicada por tres o cuatro aficionados de paladar fino (y nosotros). Sin embargo, es un cineasta digno de estudio y vindicación, porque, pese a que en algún momento de su carrera logró hacer algo con sus películas (sin ir más lejos, “Qualen”, llegó a nuestros videoclubes), al final es un director eminentemente amateur con una trayectoria en la que, en su grueso, y a base de 8 y 16 mm, ha perdido más que ganado. Un tipo que ha dedicado toda su vida a lo que, al final, es una pasión. Nunca se hizo popular, nunca llegó a sacar dinero de su arte, nunca fue célebre y el culto que pudiera suscitar siempre fue paupérrimo.
Por aquí conocíamos cosillas suyas como la anteriormente mentada “Qualen”, “Death Run”  o “Invitation To Hell”. Nada que nos vuelva locos, pero sí lo suficiente para echar unas búsquedas en Google y ver quién era este tipo. Y, como siempre, al final el concepto es más interesante que las propias películas.
Por eso, me llamó poderosamente la atención el hecho de que "Indicator", el sello de Blu-Ray y DVD de origen británico que se dedica a publicar en formatos de lujo las más curiosas y variopintas obras de culto, lanzase un pack de 10 discos dedicado al trabajo de Murphy. Está todo, desde sus primeros cortos en super 8 —de un caserismo totalmente entrañable— hasta sus últimas películas en vídeo, pasando por la etapa más zetosa y ochentera.
J. Murphy es un tipo muy extraño y con una obra que deambula entre el melodrama y el cine de género, tocando diversos palos, pero siempre con un tono tristón y deprimente que finalmente resulta un sello distintivo.
“Almost a movie!”, vendría a ser una de las películas incluidas en esta antología (irán cayendo más por aquí) cuyo título poco o nada tiene que ver con el argumento, aunque hace justo honor al contenido porque, efectivamente, con su duración de 48 minutos y rodada en 16 mm amateuroides, sería casi un largometraje, ergo casi una película.
El argumento es de lo más extraño: El hijo de un director de cine acuerda pasar las vacaciones en algún lugar de Grecia con este y su esposa, una joven actriz. Cuando el individuo llega, se reúne con la muchacha, puesto que su padre está finalizando una película y se retrasará. En su ausencia, el tipo congeniará con ella, hasta que decide secuestrarla y someterla a mil y una perrerías. Todo en un tono excesivamente dramático y a base de eternas conversaciones de corte existencial entre el protagonista y su madrastra.
Una curiosidad como otra cualquiera. Más o menos bien rodada pero con un ritmo lento y tedioso, “Almost a movie!” es lo más aburrido que uno se puede echar a los ojos. Lo mejor se encuentra en su amateurismo feroz, tomado con la seriedad del que aborda una película de arte y ensayo, pero la incapacidad del que tiene cierto retraso mental. Porque Michael J. Murphy, es voluntarioso y apasionado, serio y sin ningún sentido del humor, pero con unas capacidades muy limitadas. Es un discapacitado fílmico.
Esta película en concreto es un trabajo de recuperación artesanal por parte del sello que la edita, que restaura el negativo original en 16, pero al faltarle alguna bobina, completa el montaje añadiendo las escenas  ausentes tirando del telecinado en VHS que descansaba entre las posesiones del director. Hacen un trabajo que ni siquiera él se molestó en hacer, consciente, quizás, del poco interés que tenían sus películas para el público. Y eso está muy bien.
Efectivamente, “Almost a movie!” es un peñazo importante, carente de interés, pero muy acorde con el espíritu recuperador del sello que la edita, que tuvo acceso a todo el material del director una vez este falleció hará ahora unos diez años.
Por supuesto, Murphy tiene cositas más de género en su extraña filmografía, me temo que igualmente aburridas y descastadas, pero poco a poco iremos dando cuenta de ellas por aquí (si se tercia). Porque al final un individuo como este, al margen del talento o de cómo sean sus películas, es siempre fascinante. Además de feo como un demonio en este caso.

sábado, 24 de febrero de 2024

ALISON´S BIRTHDAY

Definitivamente, Alison es un poco idiota. Según le advirtió un fantasma a través de la ouija, cuando cumpla 19 alguien querrá matarla. Aún así, a pesar de haberse alejado del lugar donde recibió tan poco halagüeña buenanueva, el día antes del mentado y temible cumpleaños, la llama su tía para que regrese y lo celebre. Alison accede. Una vez allí, le recomiendan que no visite el frondoso patio trasero por "peligroso". Hace caso omiso y va, encontrándose una especie de versión en miniatura de Stonehenge. Una noche, una anciana de más de cien años entra en su habitación y la despierta de un susto. Le explican que es la abuela. Alison no la ha visto en su vida, pero se lo cree. Igual que no sospecha del extraño trato que le ofrecen sus tíos, tan atentos y empalagosos. Especialmente por el tónico que le preparan cada noche. Ella, obvio, se lo bebe sin rechistar... aunque note como la va debilitando.
A estas alturas resulta fácil deducir que sus tíos son unos brujos dispuestos a hacerle toda clase de judiadas en el Stonehenge del patio trasero el día que cumpla los 19. Fácil de deducir salvo que te llames Alison, claro. Incluso aunque tengas sueños premonitorios. Tampoco le ayuda el novio, quien -sin estar involucrado en la movida, siendo testigo de la rareza de todo ello y oliéndose el percal- le dice que solo son eso, sueños. Otro idiota. Supongo que dios los cría y...
Todo esto es "Alison´s Birthday", un ignoto producto australiano del 81. Tan "aussie" como para que su protagonista, Joanne Samuel, hubiese intervenido dos años antes en el primer "Mad Max", dando vida a doña Rockatansky. Curiosamente, "Alison´s Birthday" fue la primera película -tras una temporada dirigiendo series- y última de su director, Ian Coughlan. Por contra, como guionista las cosas le fueron algo mejor, prolongándose hasta el año de su fallecimiento, 2001. Firmó el libreto de una de esas videocluberas que, tal vez, les suene: "Kadaicha, la piedra de la muerte". Intervino también, y no poco, en el clásico inmortal, institucional, del culebronismo australiano: "Neighbours", que yo consumía con delectación cuando lo echó Tv3 por ahí los ochenta. Lo crean o no, acumula más de 1.8932 capítulos.
Y hablando de series, en uno de mis episodios favoritos de "Bob Esponja" -"La cangreburger asquerosa", t-3, e-4-, justo antes de los créditos finales, la voz del narrador exclama con contundencia: "Son todos idiotas, ¿verdad?" refiriéndose al elenco completo. Es algo que siempre me hace reír... y que, para cerrar esta review sobre el aburridísimo cumpleaños de Alison la lerda, nos viene de perlas.

viernes, 23 de febrero de 2024

MALDITO: O ESTRANHO MUNDO DE JOSÉ MOJICA MARINS

Uno de los primeros (y mejores) documentales sobre José Mojica Marins, “Maldito: O estranho mundo de José Mojica Marins”, concebido por André Barcinski e Iván Finotti (asimismo autores de las aclamadas memorias de Mojica Marins que llevan exactamente el mismo título que la película, las cuales me encantaría echarme a los ojos aunque sea en alguna edición inglesa) a base de entrevistas al propio cineasta / actor, a sus allegados y a estudiosos de su obra. Sería un buen documental sobre la figura de uno de los directores de cine más fascinantes del mundo, pero no el definitivo porque, pese a repasar toda su carrera a grandes rasgos, no profundiza en casi ningún aspecto, más allá de cómo la censura hundió la travesía de un individuo cuya creación más popular, Zé do Caixao, formaría parte, de una manera un tanto excéntrica y poco tradicional, de la galería de monstruos clásicos de la historia del fantástico.
El documental toca desde la etapa amateur de Marins, con esos cortos que parecen la tosquedad hecha película, hasta prácticamente el momento del rodaje del documental (2001). Se centra en la creación del personaje que le dio fama internacional y en el impacto de aquellas primigenias películas, así como el estropicio que las autoridades hicieron cuando José Mojica Marins ya estaba despegando, prohibiendo sus largometrajes alegando que lanzaban un mensaje anti-cristiano y mostraban un erotismo bastante depravado. Se especula en que fue por culpa de la censura que no llegó a convertirse en una estrella, viéndose en un momento dado sin un duro en los bolsillos y se nos muestran filmaciones de su paso por los distintos festivales de cine de terror del mundo (maravillosa la de su presencia en el Sitges de los 70), pero todo ello grosso modo y como pasando de puntillas. Asimismo, llegamos a la etapa pornográfica de Mojica Marins. Como estaba vetado en el cine convencional, la única forma de sobrevivir que este tenía era introduciéndose de lleno en el emergente cine mete-saca brasileño, pero llegados a ese punto, quizás porque Brasil es un país de naturaleza más bien particular, y hablando casi únicamente de la película “24 horas de porno explícito” que es la primera en mostrar una escenas de zoofilia (algo que me parece repugnante) entre un perro y una mujer, se habla de esta filmación de manera natural ensalzando las virtudes sexuales del can y destacando lo mucho que disfrutó la actriz follando con él… como si a esas alturas del 2001 este tipo de materia no estuviese mal vista (¡putos brasileños!). Como fuera, Marins se excusa diciendo que entró en el porno única y exclusivamente para poder comer. Pero también se incide poco en todas aquellas aberraciones sexuales que filmó en los 80. Incluso, parece omitirse esa etapa especialmente.
Hasta ese momento, se nos ha estado presentando al actor/director poco menos que como un mártir, pero lo cierto es que en ningún momento rehusó filmar un material tan desagradable como aquel, por lo que, y tras ver el segmento del documental en el que vemos al Marins de los ochenta anunciando a bombo y platillo que iba a filmar una operación ocular a la que se tenía que someter con el fin de incluir las imágenes posteriormente en su siguiente película, la verdad es que, como espectador, dejo de verle como mártir para pasar a mercenario. Por un poco de notoriedad, vendería hasta a su madre.
Por otro lado, el documental es bueno incluyendo material de archivo, aunque quizás se excede al mostrar demasiados segmentos de según qué películas. Por ejemplo, incorpora todo lo mejor de “Ritual do sádicos” a lo largo de varios minutos, casi la explican entera, y si sumamos la cantidad de escenas que se exceden en duración, al final la parte documental, reduce sus 60 minutos a míseros 40 de información útil. Una apreciación un tanto tiquis miquis, pero es que mientras contemplaba esas secuencias no hacía más que pensar “¡Quitadlo ya que nos estáis poniendo la película entera!”.
Asimismo, se habla mucho del artista incomprendido, de la importancia de su obra, vemos a Marins en su elemento, su hogar, mostrando su colección de comics, nos enseña en qué se han convertido los cines donde años atrás se estrenaron  algunas de sus películas con mucho éxito y se nos habla del tratamiento de bufón que ha recibido durante lustros en su país natal, en contra de cómo se le ha tratado en Europa, según él, “como a un cineasta”. Y entonces recuerdo yo el videoclip de los putos Fresones Rebeldes y me dan ganas de acercarme a su tumba y preguntarle: “¿Estás seguro de que en España esa panda de modernos no te trató asimismo como un bufón?”
Pero, como fuere, lo cierto es que “Maldito: O estranho mundo de José Mojica Marins” es un estupendo documental que sirve para conocer, en cierta medida, a una de las personalidades cinematográficas más inusuales del panorama internacional y su fantástica creación: Josefel Zanatas, alias Zé do Caixao, alias Coffin Joe… Aunque en realidad Marins era mucho más que Zé do Caixao.