sábado, 27 de abril de 2024

CHANNEL 13

Pues cuenta Mark Polonia (la mitad viva de los populares hermanos) en la introducción de "Channel 13" que un día cualquiera, hurgando en el desván, localizó un puñado de polvorientas cintas VHS bendecidas en sus adentros por un proyecto suyo, y de su brother, a medio cocer, enterrado por el cruel devenir del tiempo. Y puesto que, como ya se ha visto anteriormente, este par no perdían ocasión alguna de insuflar nueva vida a todo su pasado (con el apoyo de "SRS Cinema", peñica especializada en editar SOV de horror mierdoso bajo la irritantemente equivocadísima utilización de la etiqueta underground) pues digitalizó todo ello, lo editó, le añadió nuevas escenas y, ea!!, ya tenemos otra peli lista para apestufar todavía más el infrauniverso de las plataformas de streaming.
"Channel 13" se parió originalmente, a finales de los ochenta, con intención de currarse una antología inspirada en los logros de "Amicus" y "Creesphow". Así pues, tenemos a un pringadillo fan del horror que, haciendo zapping, se queda atrapado en el mentado canal trece, donde un host de miserable aspecto monstruoso (luciendo careta pillada en el "Party Fiesta", un proceder muy propio de los Polonia) introduce tres historias.
La primera, "All Hallows Eve", es la mejor (tal vez por, justo, ser la primera) en la que un chaval inadaptado se harta de ser mal tratado y decide "revancharse" ayudado por su mejor amigo, un espantapájaros con vida propia. ¿O eso cree su trastocada mente?. Pues nunca lo sabremos porque, acorde a lo comentado al inicio, no dispone de un final. Termina abruptamente y sin aclarar nada. Suerte que el trayecto viene trufado de cierto encanto. Al ser un cortometraje facturado VHSs mediante por un par de jovenzuelos (que se reparten los roles protagónicos y, obviamente, hacen de hermanos... parecido físico obliga), pues es inevitable. Todo muy artesano y apasionado. Con crímenes bien truculentos a base de trucajes pobretones aunque simpáticos, mucha iluminación de color rojo y, oiga, un acabado para nada desdeñable. Digno y solvente. De hecho, mejor que mucho de lo que harían luego los Polonios, más crecidos. Juntos o por separado una vez John la palmó.
Es especialmente gracioso que, ocurriendo todo durante la noche de Halloween, uno de los asesinados va disfrazado de Michael Myers. Y muere con la máscara puesta. Habría estado bien que el resto de víctimas también llevaran disfraces de psycho-killers famosos del cine... pero a John y Mark lo les sobraban los amigos (ni las buenas ideas).
El regusto más o menos positivo que deja "All Hallows Eve" se ve emborronado por la historia siguiente, absolutamente horrible. "Claws of terror" es, simple y llanamente, una mierda. Y muy gorda. Un senderista es atacado por un especie de pájaro monstruoso de aspecto hiper-chungo manejado a base de stop-motion, verdadero motivo de que exista la piéce (probar el rollo Harryhausen). En la época no llegaron a fabricar y grabar a la criatura, así, pasados todos estos años, Mark y su hijo Anthony (director por cuenta propia) unen esfuerzos y se encargan de ello. El resultado no dista mucho de lo que hubiesen hecho los hermanos siendo chavales. Torpe, chusco y ridículo, incluso para su condición amateur/SOV.
Y llegamos a la tercera y última, "Slaughterhouse". En la introducción, comenta Mark Polonia que la hicieron motivados por la existencia de "Motel Hell", aunque entonces todavía no la habían visto. Les inspiró el material promocional publicado en "Fangoria" y que tanto nos impresionó a todos (ver gráfica muestra al final de la reseña) para, aluego, alquilar la película en el vídeo-club (cortesía de "Warner Home Video") y llevarnos una tremenda decepción, la misma que Mark y su hermano. Y, creo, el fandom al completo. Pero eso de parir una pieza inspirada en otra sin haberla consumido, llevado únicamente por la pasión, imaginando lo maravillosa que será y, en cierto modo, superándola, es algo que yo también he disfrutado / vivido / sufrido, y por ello la empatía, en este caso, pesa. Aunque no tanto como para reconocer que "Slaughterhouse" es flojucha y más de lo mismo. De lo mismo que "All Hallows Eve". Se parecen bastante, sobre todo por el recurrente escenario, el casoplón de la familia Polonia, con ese sótano repleto de cachivaches al que tanto partido sacaron los dos benjamines. La novedad aquí reside en que uno de ellos encarna a un granjero loco veterano del Vietnam, y para marcar la diferencia, se unta el rostro de mierda -buscando un efecto "barba de cuatro días"- y, lo más mejor, incorpora un cojín a modo de panza, uno que canta como una almeja en su forma cuadrada. La movida va de unos amigos instalados en un siniestro hotel regentado por el mentado tipejo, de tendencias caníbales, y su retardado hijo, quien se encarga del trabajo sucio. Como la primera, carece de un final-final.
Todas las escenas intermedias, destinadas a ejercer de pegamento, se suponen ambientadas en los años ochenta, por aquello de no dar demasiado el cante con respecto al resto de "Channel 13". Pero, claro, lo gracioso aquí es que la casa del pipiolo que las protagoniza pertenece a un auténtico devoto de aquella década, con posters, merchandising y objetos varios aludiendo a esos gloriosos días. Una elección tan medida que apesta a artificio, especialmente porque todas estas mierdas entonces eran lo normal, productos desechables propios del momento, no habían adquirido el áurea mítica y mágica que arrastran ahora y por el que son coleccionados y pasto de sucia mercadería... así pues, decorar un hogar supuestamente ochentero con todos ellos resulta altamente extraño e inadecuado. Pero hilarante, por la inocencia que destila, muy propia de los hermanos Polonia y que, aquí, perteneciendo el metraje mayormente a sus juventudes, abunda por doquier, haciendo de "Channel 13" una cosilla simpática y curiosa de consumir, sin más.

Como les decía arriba, ahí van las fabulosas imágenes de "Motel Hell".
Presentes en el film, sí, pero a kilómetros de distancia del show gore,
demencial y gran guiñolesco que prometían. Una auténtica lástima.

viernes, 26 de abril de 2024

RABIA DE SANGRE

“Rabia de sangre”, rodada con dos pesetas y en condiciones prácticamente tercermundistas, resulta una película estupenda que, quizás por desperada, gráfica e indecente, no ha obtenido el culto que merecía tras tantos años de existencia, pese a que a que hay quien la considera un clásico del "grindhouse". No obstante, a estas alturas todavía no cuenta con una edición remasterizada en Blu Ray como dios manda, y tan solo circulan copias del VHS que apareció en su momento y DVD’s cuyos transfers dejan mucho que desear en ediciones infectas. Me pregunto si alguno de los cuatro sellos especializados en recuperar viejos títulos como este la tendrán presente para una edición en condiciones. Asimismo, “Rabia de sangre” llegó a nuestro país directa a vídeo a través del sello "Silverscreen", sin embargo, no es uno de los títulos de la época que destaque o sea recordado a día de hoy.
Lo cierto es que tras todas estas películas pequeñas destinadas a complejos teatrales de segunda categoría con los asientos manchados de semen, siempre hay un mercenario dispuesto a rodar toda suerte de frivolidades con más ganas de ganar dólares que talento. Pero cuando contamos con un buen director, los cierto es que no hay presupuesto pequeño que perjudique su película. Y Joseph Zito, que empezó con esta clase de cosas pequeñas —y sin ningún afán de compararlo con cualquiera de los grandes— es un buen director, o al menos, uno con el pulso bien cogido al entretenimiento. No en balde acabaría rodando una de las mejores secuelas de “Viernes 13” (la cuarta) y las mejores películas al servicio de Chuck Norris, además de “El asesino de Rosemary” a la que también tengo alta estima.
Esta “Rabia de sangre” es un exploit con todas sus letras, una más que trillada historia de asesino en serie que mata prostitutas, pero con los ojos bien puestos en “Taxi Driver” (vemos imágenes muy potentes del Deuce neoyorquino al tiempo que escuchamos las reflexiones y delirios del asesino en off, como hacía "Travis Blicke" en la película de Scorsese) y con la sordidez y misoginia propia de un “Maniac” (que es posterior) de William Lustig. Una película que, si hubiera visto en mi juventud me hubiera perturbado y, sin duda, obsesionado.
Una prostituta y su novio policía discuten en la habitación donde esta ejerce su carrera. Justo en ese momento entra un cliente, por lo que la discusión entre la singular pareja queda incompleta. Dicho cliente es un joven apocado al que la puta consigue sacar los colores, en consecuencia, enloquece y asesina a la meretiz a base de reventarla contra la ventana de la habitación, proporcionándole una colección de cortes con muy mala pinta. Todo mostrado de manera muy explícita y recreándose en ello. Cuando el novio de la prostituta se encuentra con el percal, su asesino ya está a kilómetros de distancia puesto que se ha ido corriendo a Nueva York, donde se busca un trabajo y aprovechará para hacer lo propio con tanta prostituta como se cruce en su camino. Mientras, el policía está bajo sospecha del asesinato de la prostituta y decide irse a la ciudad a buscar al individuo.
La trama es muy sencillita y el final abrupto, pero diré que el desarrollo de los acontecimientos es de aplauso, que toda la película va al grano y sin florituras de ningún tipo, que es tosca, seca, desasosegante y que, de aspecto pobretón y zetoso, está montada con una agilidad abrumadora y resulta interesante, entretenida y angustiosa a partes iguales. Súmenle que tan solo dura una estupenda hora y diecisiete minutos, que eso siempre es un aval. Vamos, me ha gustado mucho, contra cualquier clase de pronóstico. Y el final es cojonudo.
El caso es que, por algún motivo, Joseph Zito firmó esta, su segunda película, bajo el seudónimo de Joseph Bigwood, yo me figuro que por considerarla un tanto enferma.
En  los USA se distribuyó bajo el título de “Bloodrage” (no confundir con “Blood Rage”, aquí emitida en televisión como “Pesadilla en Sherman Woods”) aunque se la conoce más por el subtítulo que acompañaba al título en el póster para cines, “Never Pick Up a Stranger”, que por otro lado es el que reza en los créditos iniciales.
Como curiosidad, decir también que en el poster americano, la fotografía que se nos muestra, en la que un bestia está a punto de clavarle a una señorita el culo de una botella, no solo no tiene nada que ver con la película, sino que el individuo en cuestión es el gigantón Irwin Keyes. Lo curioso es que, aunque esa secuencia, que tiene pinta de ser posada ex profeso para el póster, no tenga relación con el film, Keyes sí aparece en la misma, solo que en calidad prácticamente de extra. Hay que estar muy atentos pero es un de los chulos de putas que sale en el plano final. Me figuro que sería ese día de rodaje el mismo que elaboraron las fotos para el cartel y, claro, el actor principal, Ian Scott (“Rabia de sangre” sería su primera y última aparición como protagonista en una película) ese día no debía tener sesiones y solucionaron la papeletea como buenamente pudieron con los figurantes que anduvieran por allí. Paradójicamente, Irwin Keyes sería el único actor que haría carrera posteriormente.
Muy recomendable esta “Rabia de sangre”.

miércoles, 24 de abril de 2024

MINUTOS MUSICALES 27: SU NOMBRE ME OFENDE, CABALLERO

En principio, y dado como anda hoy día el panorama de lo políticamente correcto, uno se siente moralmente obligado a celebrar la existencia de un grupo llamado -traduciendo- "Los abusadores de menores". ¿Se lo imaginan?. Además, lucían uniforme nazi en las fotos (incluida esvástica) y gastaban unas letras hasta las trancas de obscenidades. Pero, ¡ay ese pero!, al final se trataba de la misma mierda de siempre: Provocar por provocar. Shock facilón. Y, también, mucha guasa y música mediocre.
"The Child Molesters" operaron cuando más oportunamente debían, a finales de los setenta. En pleno auge de un punk ya totalmente deglutido y simplificado a chiste verde por el media. Caca culo pedo pis inofensivo. Grabaron varios singles y no se pusieron en serio con un LP hasta 1982. El resultado, "The Legendary Brown Album" -en evidente coña a costa del "White Album" de los "Beatles"- ("El legendario álbum marrón"... y sí, todo enfundado en el color de la mierda) quedó estancado en las arcas de la discográfica y no vio la luz hasta mediados de los noventa, cuando "Sympathy for the Record Industry" lo rescató.
Sin ser la repolla, el artefacto contiene algunas canciones medianamente graciosas, destacando entre ellas "Sluts" ("Golfas"). De los "Child Molesters" nunca más se ha sabido, y mejor así (años después, uno de sus integrantes, ya padre de tres retoños, reconocería que el nombre solo era para chinchar y ni siquiera se consideraban punk)...

Y pasamos de pederastas a violadores.
"Los Violadores" son el equivalente Argentino a nuestra "Polla Records". Es decir, el grupo punk más re/conocido de su tierra. Aquel que empujó a mucho jovenzuelo a meterse en el rollo del imperdible. Con una trayectoria extensa que incluye todas las inevitables fases de cualquier combo punk con mucha carretera, desde cambios estilísticos discutibles, a separaciones y reuniones, coronado todo ello en 2021 por la muerte de su vocalista, lo que pondría el fin oficial al culebrón.
Cuando las facciones más políticamente correctas del punkismo les miraban mal por su nombre, ellos corrían a aclarar que se referían a violar la ley, sin ninguna vinculación con el feo acto sexual. En inglés se lo montan mejor. A este último se le identifica claramente como "rapist", mientras lo de "violator" queda exclusivamente para el primer caso mentado.
Como ocurre con casi todos los grupos punk rock, es en su enérgico LP de debut donde "Los Violadores" suenan especialmente frescos y adrenaliníticos, cosa corroborada por uno de sus surcos más satisfactorios, "Viejos Patéticos"...

¡PERO! a mi el que me la pone morcillona es justo el siguiente, "El extraño del pelo largo", versión de una copla lanzada en 1969 por el primer grupo "beat" argentino, "La Joven Guardia".
"Los Violadores", siguiendo a rajatabla el manual punk -con especial predilección por rajar de todo lo que fuesen pelos largos y flores- decidieron "ramonizarlo", no sin cierto cinismo, pero resultados muy muy gozables...

lunes, 22 de abril de 2024

FRANKY BANDERAS

El fenómeno de la música infantil tuvo su auge durante la década de los 80 y en nuestro país aguantó hasta la de los dos mil -mucho menos intensamente- cuando, casi sin darnos cuenta, se diluiría por completo.
Sin embargo, en los 90, con la tendencia dando coletazos, a un individuo especializado en producir música dance se le ocurrió grabar voces a su hijo de tres años con el fin de producir un hit, “Dur, dur, d’etre bebe”, que vendió más de seis millones de copias en todo el mundo. Por supuesto, a la masa que demandaba el disco lo que le hizo gracia fue, precisamente, que fuera un bebé el que cantaba. Así, esa lumbrera de la música dance noventera decidió convertirlo en toda una superestrella, Jordy, ¿se acuerdan? Récord Guiness por tratarse del cantante más joven del mundo.  Inevitablemente su carrera funcionaría bien los primeros dos años para luego caer estrepitosamente en el olvido y, lo que es peor, crecer el niño con unas carencias que, ya mayor, harían mella en su personalidad.
Por supuesto, nuestro país no es ajeno a eso de explotar bebés (y copiar al vecino). Así, el 2002 aparece en televisión Raulito. Un niño de cuatro años que canta y baila un tema original de David Civera. El chaval hace gracia a las marujas y, en consecuencia, tenemos a un nuevo bebé estrella con álbum musical en el mercado. Todo versiones interpretadas con el desparpajo de cualquier bebé un poco salao, tampoco es que sea un superdotado ni nada eso (es más, salvo cuando se pone a cantar, por lo demás se le veía poco despierto). Por supuesto el invento duró año o año y medio, nada más. Y es que tan gracioso no era. A Raulito le dio tiempo hasta de protagonizar una película, antes de volverse un adulto con ciertas peculiaridades (haciendo alardes vocales en vídeos colgados en su cuenta de Instagram).
Gracias a la (esta vez sí) despierta mente de Enrique Cerezo, se da luz verde a uno de esos productos que al expresidente del atlético de Madrid tanto gustan, con actores de renombre, mogollón de cameos sin coherencia, e ideas imposibles que pretende servir de lucimiento para Raulito, amén de ser una película de José Luis García Sánchez con guion de Rafael Azcona y todas las de la ley.
A priori, esta extraña mezcla, marciana donde las haya,y aún con el niño cantor de por medio, es una extravagancia condenada al fracaso —de hecho, lo fue, con poco más de 78.000 espectadores—, pero al final, gracias a un argumento más bien destinado al público adulto, unos gags efectivos y ligeras trazas de cine costumbrista, resulta que “Franky Banderas” está muy, pero que muy bien. Vamos, una comedia realmente entretenida y una de las mejores películas españolas de aquella primera década de los dosmiles, repleta de enormes bostas desalmadas y mediocres. Y sin despeinarme lo digo.
La película nos presenta a Avelino Lechuga, un payaso de circo venido a menos que sobrevive gracias a las bodas, bautizos y comuniones. Un buen día descubre a un niño que canta y baila con cierto desparpajo y decide convertirse en su manager con la intención de explotarlo al máximo y forrarse. Así, y en referencia a Joselito, el ruiseñor de las cumbres, nace Franky Banderas; el jilguero de Madrid. Por el camino el crío y el payaso tendrán que deshacer entuertos y vicisitudes.
Da la sensación que en el papel la historia iba a ir por otros derroteros y la inclusión como protagonista de Raulito fue en última instancia, ya que la idea inicial surge directamente del director José Luis García Sánchez, quien leyó en prensa una noticia en la que un cura se ofrecía a participar en fiestas infantiles dando un espectáculo en el que mezclaba el canto gregoriano con el flamenco. Le hizo gracia y se le pasó por la cabeza convertirla en película. De este modo, García Sánchez comienza con el tratamiento del guion hasta llegar a la presente película, donde el cura flamenco-gregoriano tiene un papel secundario en la trama y está interpretado por otro artista de la época que también fue flor de una primavera, Valderrama, el hijo de Juanito Valderrama, que con un disco en el mercado en aquel momento tampoco acabaría de despuntar. Curiosamente se prodiga como un actor bastante eficaz, dando vida a ese cura moderno, hijo del personaje del payaso interpretado por Juan Luis Galiardo, y cuya misión en la película es que su personaje escriba las canciones que deberá interpretar Franky Banderas (uno de los nombres artísticos que el personaje de Raulito tiene en el largometraje).
No solo se cuenta en el reparto con Valderrama (mira que hay que ser rebuscado para llegar a la conclusión de que quieres en uno de los papeles a Valderrama…), también tenemos a Chiquito de la Calzada como el abuelo de Franky Banderas, y aquí la inclusión del humorista me gusta mucho porque Chiquito interpreta, y lo hace bien, es tierno cuando toca, pero sin dejar de ser en ningún momento Chiquito. Se tira toda su intervención soltando sus típicos chascarrillos. Enternece y resulta muy agradable verlo.
Completan el reparto de verdadero lujo Tete Delgado, María Barranco, Manuel Alexandre, Manuel Morón, Pablo Carbonell y Simón Andreu.
“Franky Banderas” es un vodevil clásico, con los inevitables toquecitos berlanguianos que gusta dejar a García Sánchez en todas sus películas y un film que, quizás no cambiará nuestra vida, pero nos va a hacer pasar un rato bastante simpático. Eso no sería algo muy a tener en cuenta de no ser por que, A) se trata de una película para lucimiento de Raulito, cosa que no tiene razón de ser, B) gasta una pinta de rancia que tira de espaldas y, C) hace gala de uno de los pósters más feos de la historia del cine.
También es curioso que García Sánchez y Rafael Azcona, con el sobrado prestigio del segundo y el estilo diferenciable del primero, se tomen en serio lo que es la primera (y única) película de Raulito y la lleven a buen puerto como llevaron, por ejemplo, “La corte de Faraón” o “Suspiros de España (y Portugal)”. Incluso puede que "Franky Banderas" hasta las supere.

sábado, 20 de abril de 2024

IT KNOWS YOU´RE ALONE / SCREAM OF THE BLIND DEAD / PARASITE LADY

Ahí van dos confesiones. La primera: Cada vez me cuesta más aguantar una película entera. Supongo que he visto tantísimas, y sigo viendo tantísimas, que me aburro con una facilidad pasmosa. El estar tan bien informado de tropos, clichés y fórmulas, contribuye, no lo duden. Por eso, creo, solo consiguen engancharme aquellas muy bien paridas o, sobre todo, que se salen de mi menú habitual. En cambio, lo que hago mucho más es escuchar música. Sin descanso. Me puedo pasar horas. Resumiendo: mi cinefilia (o cinefagia) vive constantemente amenazada. ¿Qué hacer? Fácil, reunir ambas modalidades en una. Ver películas a la par que consumo música. Bien, bonito, pero... ¿qué clase de producto audiovisual es aquel cuyos diálogos y entendimiento de la trama merezcan ser sacrificados? Pues algo sin mucho valor, obvio, pero también sin mucho bla,bla, ni demasiadas complicaciones y, ya puestos, subtítulos básicos. Es decir, pelis zetosas, roñas amateurs, etc... mandanga actualmente muy fácil de localizar en plataformas, siempre de modo gratuito. Así que a ello me dedico últimamente.
Y, siguiendo con la lógica, ¿¿qué clase de películas me aseguran tales condiciones?? coño, pues las de Chris Alexander, un auténtico especialista en eso del corto alargado. Ya hablé de él hace un tiempo, de su condición de ex-editor de "Fangoria", de como ello le valía para recibir apoyo y ayudas de ciertos personajillos "importantes" del sector, y... bueno, aquí viene la segunda confesión: de lo mal que me cae.
Lo tenía atragantado de antes (no puedo sufrir su cara de pasmao, esa gorrita detestable que lleva siempre y el rollo pedante del que, ocasionalmente, hace gala), pero podía tolerarlo como bicho curioso. Después de cierto affaire -que no comentaré, es cosa mía, aunque contribuyó a convertir el atragantamiento en "algo personal"-, ya no valía ni eso. Detesto a Chris Alexander. Sin su pasado "Fangoriano", pertenecería a los miles y miles de pringados que hacen cacotas con la vídeo-cámara creyéndose "filmmakers" legítimos, lejos de trascender. Pero él se puede permitir el gusto de ir a tomar unas copichuelas con Charles Band, convencerle para que invierta capital en sus peliculillas y, luego, las cuele en los servicios de streaming de "Full Moon". Y Band, claro, acepta. En parte porque anda muy perdido últimamente y está dispuesto a tocar cualquier palo en espera de que alguno suene. Lo máximo que el ex-capitoste de "Empire" ha aportado al "cine" de Alexander son tetillas. Antes las actrices le salían con camisón, marcando pezón, pero poco más. En sus roñas recientes, y de las que hablaré a continuación, se ven ubres. Algunas muy gonitas.
Así pues, tengan en consideración que las siguientes tres películas las consumí con música ajena en los oídos. Algo que podría considerarse trágico pues el juego auditivo se supone tiene mucho peso en las pelis de Alexander, ya que él mismo se encarga de componer y tocar lo que suena en la banda sonora, rollo "Goblin", retro-techno setentero. Pero, dadas las circunstancias, me la trae tremendamente floja. Para el caso, el mentado acompañamiento vino de la mano de "The amazing crowns", "The Onyas", "Teenage Head", "The Oblivians" y "Dirtys". Gracias a todos ellos por hacerme la experiencia más soportable.

La primera en caer fue "It knows you´re alone". Una pava de hermosos mondongos encuentra en la orilla de la playa un... errr... ¿cómo definirlo? teléfono muy tocho que antaño usaban los barcos para comunicarse entre ellos (¿arrastrado por el mar a pesar del peso?). Se lo lleva a casa, lo limpia y, claro, una noche suena. Lo coge y escucha sonidos raros, como voces distorsionadas del más allá. Por lo visto hay un fantasma muy cabreado en el lugar y utiliza el parato para darle al pico y, de paso, materializarse con fines bien pérfidos.
Bien, Alexander cumple con la papeleta del buen zineasta digital moderno esclavo de las plataformas. Lo primero es que tu peli ejerza de buen concepto, antes que buena videomovie. Así, remarcas mucho las referencias para que el fan medio se sitúe: Un cartel muy chanin con regusto a los setenta. Unos créditos a base de guiños tan sutiles como recibir un martillazo en la polla (por ahí leemos los nombres de A.M.Frank y Daniel White... como se suele decir ahora: if you know, you know), mucha morralla psicodélica a base de filtros, lesbianismo de chichinabo, toda una ristra de características propias del cine facturado en los 70 y, muy especialmente, el eurotrash que don Alexander hace suyas... pero sin más.... de modo completamente superficial, hueco, vacío. Porquesí. ¿Y el resto? pos una trama lineal como el cordel de un támpax, leeeeeeenta cual tortuga asmática, carente de imaginación o alguna resolución ingeniosa y una escueta duración de escasos 50 minutos que, encima, se hacen eternos. Ya les decía arriba, cortos alargados ad infinitum. Le quitas los paseos interminables y el rellenismo estético, y se queda en unos 10 minutos... igualmente aburridos.

"Scream of the blind dead" era la que me hacía más gracia, básicamente por tratarse de un homenaje a los templarios de Amando de Ossorio. ¿La enésima secuela en formato amateur, como tantas se han hecho -y tan jodidamente mal- estos años? Eso pensaba yo, pero no. En apenas 38 minutos (igualmente eternos) Alexander se vale de cierta iconografía propia de la franquicia hispánica (en este caso reducidas a UN templario) para contar lo de siempre, a la manera de siempre. Una tipa guapa (muy guapa, Stephanie Delorme), impulsada por una voz que la llama del más allá, baja del tren, llega hasta una vieja iglesia, se masturba recordando cómo se folló a su amante lesbi y, entonces, aparece un templario que la persigue.... y persigue....  y persigue.... y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue....  y persigue... y per... eso. Hasta que la mata. That´s all folks. Incluye cameo de Lone Fleming, por supuesto... solo que, acorde a este cine de tecnología digital, limitado a la voz. Es decir, ni siquiera le pagaron un billete para ir a "rodar" a Canadá, bastó con una llamada por Skype. Evidentemente, toda la publi / promo de "Scream of the blind dead" es dolorosamente engañosa. Y eso aporta algo positivo, el careto que se le va a quedar a todo retardado fan del fantaterror cuando se siente frente a la tele dispuesto a ver esto.

La verdad es que habría dejado la tortura aquí, pero estaba gozando de mi particular banda sonora y no quería cortarla, así pues me busqué otra chrisalexanderdada para acompañar. Una cortita, eso sí. La elegida fue "Parasite Lady" de... no recuerdo bien, 40 y pico minutos.
Una tipa vive metida en un ataúd. Se levanta, se ducha para que le veamos las tetas, sale a la calle, visita una feria muy retro, se liga a otra pava, se la lleva a un motel, le abre el cuello y bebe su sangre. Al día siguiente, lo mimmo. Y así hasta que se enamora de una de sus víctimas, pero la madre superiora de las chupadoras de sangre no permitirá a su pupila tal capricho. En fins. Si el cine de Chris Alexander ya es aburrido y repetitivo, alargado hasta la ofensa, aquí la cosa se torna cruel, ya que de eso va la trama, de ver a doña parásito sumida en idéntica rutina día tras día. Hay que ser joputa. Todo ello pues a lo digital, a lo estéticamente hermoso propio de un vídeo de karaoke, diálogos mínimos, cámaras lentas, filtros hasta aturdir, bla, bla. Sin novedad. Todo aquello que parapeta su verdadera condición de producto hueco, sin alma, sin trama, sin esencia, pero lo suficiente recargado estéticamente -y pomposo- para que el fan medio se flipe, se ciegue, y diga maravillas aluego en las detestables redes sociales habituales. ¡Panda de cretinos!.
Sin embargo reconozco que, en el fondo, es hasta respetable que Chris Alexander se mantenga tan fiel a sus características maneras. Ahora bien, no sé como no se aburre de hacer exactamente siempre lo mismo, de idéntico modo. Me sorprende esa criminal falta de inquietud creativa, ciertamente.
Y que a gusto me he quedao, oiga.

viernes, 19 de abril de 2024

NO MIRES TANTO... O TE QUEDARÁS CIEGO

Comedieta a base de chistes y sketchs, descendiente directa de los nudies y el sexploitation que, siendo estos subgéneros en los 60 proclives al humor, en los 70 la cosa se desmelenaba hasta casi eliminar las escenas de desnudos y folleteo en pro de las risas.
El chiste comienza desde el principio, desde el título original: “If you don’t stop it… You’ll go blind” es toda una declaración de principios. Traducido sería algo así como “Si no paras… te quedarás ciego”, en alusión a la antiquísima leyenda urbana que dice que si uno se casca muchas pajas acabará perdiendo la vista. El título y el póster, sin duda, son lo mejor que tiene este artefacto segundón y pajillero. No obstante, la edición española en vídeo fue traducida de una manera un tanto menos ingeniosa y pacata pasando a titularse “No mires tanto… o te quedarás ciego”, dejando fuera cualquier referencia al onanismo.
La cosa va de rellenar metraje a base de gags, uno seguido de otro, en torno a cuernos, polvetes cachondos y mil chorradas más, que desembocan en una premisa que sirve de hilo conductor, aunque suceda en la recta final de la película. Y es que todos esos chistes sirven para mostrarnos los comportamientos de los personajes que los han interpretado. Eso propiciará que todos ellos participen en un concurso de índole sexual en el que se concederán las “pollas de oro”. Poco más. Se introducen un par de numeritos musicales picantones y todo es válido con tal de llegar a la hora y veinte de duración. ¿Funciona la cosa? Absolutamente, no. Los chistes no son para nada graciosos y, pese a que los directores Keefe Brasselle (actor de tercera regional reciclado a director que protagonizó en los 50 sendos ignotos biopics dedicados a Eddie Cantor y Babe Ruth) y Bob Levy le imprimen un ritmo endiablado a la sucesión de situaciones cómicas, cualquier aspecto técnico o artístico es demasiado endeble (o no llega a serlo lo suficiente) como para que, una vez saciada la curiosidad, se le tenga algún tipo de consideración más allá de lo antropológico. Realmente, ver “No mires tanto… o te quedarás ciego” es como ver un episodio largo de “Ni en vivo, ni en directo”, pero en malo… malísmo.
La crítica se cebó con la película en su momento y esta se granjeó una muy mala prensa a rasgos generales, pero, sin embargo, el invento debió salir rentable porque unos años después, se estrenó una secuela aún más infame titulada “I can do it…Till i need glasses” (“Me seguiré pajeando… hasta que necesite gafas” sería un buen título si hubiese llegado a España) que es bastante peor que esta, pero tiene una historia detrás en torno a Robin Williams que le hace subir enteros como producto de derribo.
En cuanto a sus directores, Brasselle no hizo más películas y Bob Levy se encargó de la secuela para nunca más volver a ponerse detrás de las cámaras.
En el reparto, actores y comediantes de tercera categoría, unas cuantas tías jamonas, y la presencia de la mega-tetona Uschi Digard, musa de Russ Meyer y habitual del soft setentero, que aquí, con la cosa de hacer la gracieta, nos enseña medio pezoncillo.
Muy mediocre.

miércoles, 17 de abril de 2024

MINUTOS MUSICALES 26: ACTION SWINGERS

Si en la entrada anterior les hablaba de un grupo que, aún valiéndose de las coordenadas más elementales del punk de manual, lograban sonar algo diferentes, con estilo y personalidad, hoy toca enfrentarse al caso contrario. Puro mazacote. Me estoy refiriendo a "Action Swingers", combo típicamente yanki de sonidos más rockanroleros que nunca destacó demasiado, salvo por un detalle: Mientras Ned Hayden ejerció de único miembro constante en todas sus encarnaciones, el resto del personal lo llegaron a completar músicos surgidos de bandas de cierto culto o incluso prestigio, como "Pussy Galore", "Unsane", "Sonic Youth", "The A-Bones" o "Dinosaur Jr".
El primer disco de los "Action Swingers" suena un pelín distinto a lo esperado. Sí, es intenso. Sí, algo ruidista. Pero no especialmente veloz. Ni machacón. Claro, ¿qué pasa? que comencé la casa por el tejado, es decir, el segundo LP, titulado "Decimation Blvd." y este, contrariamente, es puro "speed", pura velocidad desbocada. Desconozco la razón de tal cambio. ¿Tal vez Hayden quería ganarse el favor del "nicho" punkista más elemental? No sé, pero el caso es que "Decimation Blvd." de entrada mola mucho. Es genuina caña burra, casi sin reposo. Consumirlo de principio a fin puede ser hasta agotador. Aunque, siendo honestos, si abusas tanto como yo, llegará un punto en el que todas las canciones te sonarán igual, cumpliendo así con esa mala fama de mucha banda punk/HC. "Action Swingers" pueden resultar monótonos y aburrir. PERO, si no los has deglutido nunca, el desvirgue termina resultando altamente disfrutable. Y para muestra, un desbocado botón: Me he decantado por DOS canciones, "Too far gone" + "Waiting for my chance", unificándolas en el mismo vídeo de muestra y el mismo orden del disco, para que experimenten el sopapo sónico...


El resto de la discografía de los "Action Swingers", como decía, no van tan asaco. Se calma un poco, aunque les siga poniendo eso de sonar primitivos, sucios. Así lo demuestran algunas de sus siguientes grabaciones, como el disco parido íntegramente en los famosos "Toe Rag Studios" (la meca del sonido lo-fi, hábitat preferido de Billy Childish) o cosas como este "Miserable Life", crudo como él solo, tanto por letra como por las maneras...


Iba a ignorar el material presente en el LP de debut. No porque sea especialmente malo, pero, en fin, tampoco aporta mucho. Sin embargo, me ha resultado imposible renunciar a colar la siguiente copla... ¿razón?.... bueno, se titula "Nacho". ¿Hace falta decir más?...

Tras tanto ruido y guitarreo, Ned Hayden puso fin a los "Action Swingers" (si se han rejuntado posteriormente -que podría ser-, me la trae al pairo). No sin antes editar un directo con un siempre vistoso dibujo del gran Peter Bagge como portada y un título contundente y cristalino: "Enough Already!", es decir, "Basta ya!" o "Ya es suficiente!", el que más les ponga.

lunes, 15 de abril de 2024

AMENAZA EN LA NOCHE

Cacao mental por parte de los gerifaltes de la compañía independiente "Royal American Pictures" quienes —dicen—se leyeron una novelucha de tres al cuarto sobre incesto, religión y homosexualismo y, entusiasmados, contrataron a un grupo de profesionales que pudieran llevarla a la pantalla con poco dinero y menos días.
Se trata de una insana historia sobre una mujer soltera que, tras haber cuidado a su sobrino desde la muerte por accidente de sus padres, desarrolla una obsesión hacia el crío. Cuando este es ya un mozalbete pre universitario y planea dejar el nido junto con su novia, la solterona decide retenerlo de la manera que sea. Acabará asesinando a un individuo ante los ojos del chaval, convenciéndole de que ha actuado en defensa propia ya que quería violarla. Y con el pifostio que se lía, gana tiempo para que el chaval no se pire. Todo se complica cuando el detective que lleva el caso del asesinato descubre que el supuesto violador era homosexual y, para más inri, pareja del entrenador del muchacho involucrado. El investigador cree, hablando en plata, que el crimen ha sido “cosa de maricones”. Y se lía la de dios es cristo.
Pasa una cosa muy curiosa con “Amenaza en la noche” y es que, aun con esos aires de telefilme muy barato (manda cojones como el diseño de producción es capaz de ambientar toda una comisaría en un cuartucho) y el aspecto rancio que se gasta en general toda la cinta, la historia que cuenta es tan descerebrada y las interpretaciones tan exageradas y geniales (tenemos ahí a una verdadera actriz de culto como es Susan Tyrrell, vista en “Forbidden Zone” o “Cry Baby” y al bueno de Bo Svenson, el inolvidable sheriff "Buford Pusser" en “Pisando Fuerte 2”, “Pisando fuerte 3” y la serie de televisión), que cuando la película termina, el espectador queda como aturdido, agotado. Y es que resultado es muy intenso, con mucha sangre y mucho rollo psico-social implícito, a saber; deseo incestuoso, simbología religiosa, homofobia, menopausia y asesinato. Tócate los cojones. En definitiva, me ha encantado por exagerada, por chalada.
No solo el desbarajuste está dentro de la historia, la producción le va a la zaga. Para empezar, el director contratado, Michael Miller, que venía de rodar con rapidez, poco dinero y buenos resultados “La celda de la violación”, y que se hacía acompañar de su director de fotografía habitual, nada menos que Jan de Bont (luego responsable directo de cosas como “Twister” o “Speed”), fue despedido tras unos días porque durante ese tiempo el tipo no se había ceñido al plan de rodaje e iba con retraso. Necesitaban un director más rápido. Por eso, en lugar de Miller y De Bont contrataron al que se da crédito en la película, William Asher, con unas cuantas “beach movies” de los sesenta a sus espaldas, pero, sobre todo, de dilatada carrera televisiva, habiendo dirigido capítulos de dos instituciones de la caja tonta americana como son “I Love Lucy” o “Embrujada”, y que se mete de lleno en el cine de carácter más "exploit" con “Amenaza en la noche”. Aunque la película sale firmada por él, lo cierto es que la secuencia de apertura fue rodada por el amigo Michael Miller.
Tras esta experiencia con el terror, Asher rodaría otra marcianada como “Esto no es Hollywood”, pero en general su medio fue la televisión.
“Amenaza en la noche” es una película pequeña cuya misión era recuperar lo poco invertido lo antes posible y que diera resultados. Por eso al principio se estrenó tan solo de manera regional en uno o dos cines, y bajo el título que en un principio también tenía la novela en la que se inspira; uno muy gracioso que encima rima y me gusta mucho: “Butcher, Baker, Nightmare Maker”. Se podría traducir algo así como “Carnicera, panadera, creadora de pesadillas”, supongo que en referencia a la protagonista, la tía Cheryll que es ama de casa y por lo tanto, carnicera, panadera y lo que se tercie (con utensilios de cocina que en momentos dados usará para asesinar).
Lo que sucede es que, cuando la película se estrena, resulta estar más potable de lo que en un principio podría parecer y, en consecuencia, empieza a generar demanda. Para más inri, la "Academia de Películas de Ciencia Ficción y Terror" la nomina al premio "Saturn" como lo mejor del género ese año, por lo que los distribuidores deciden tirar copia y estrenarla de manera nacional. “Butcher, Baker, Nightmare Maker” igual es un título no demasiado comercial o lo suficientemente llamativo como para que pueda ser tomada a chufla, por lo que se cambia a “Night Warning” y como tal comienza su carrera comercial. Resultó un pequeño éxito en cine, televisión por cable y vídeo. A nuestro país llega en este último formato, lanzada para el alquiler con una traducción más o menos literal del segundo título comercial, es decir, “Amenaza en la noche”. Y a tirar millas.
Por otro lado, como la película tiene a ciertos personajes homófobos que se pasan tres pueblos con los gays —sin ir más lejos, la tía Cherryll advierte a su sobrino que “todos los homosexuales son enfermos mentales”—, con la aparición del entrenador homosexual como personaje positivo que, más o menos, salva la papeleta, el colectivo LGTBI acogió el film como suyo, rindiéndole culto y organizando proyecciones. Bueno, efectivamente ese personaje es completamente normal y positivo, pero por lo que respecta al resto del universo de la película, los gays son poco más que depravados sexuales, y ese pensar tiene más peso que el personaje positivo. A saber cual era la genuina intención de los productores, los guionistas y William Asher. Pero todo esto hace a la película mucho más divertida.
En otro orden de cosas, tenemos en un papel secundario a Bill Paxton. Paxton siempre había sido un actor discretito, pero en estos primeros roles en los que solía interpretar a adolescentes un tanto garrulos, era directamente malo de pelotas. Como fuere, se presentó al casting aspirando al papel protagonista, pero le fue arrebatado por Jimmy McNichol, que no es que sea especialmente mejor, pero venía de tener cierta fama como actor infantil (era "Harry Baker" en “La casa de la pradera”). También cuentan que Susan Tyrell aceptó intervenir en esta producción chusquera y barata por motivos meramente alimenticios, pero que mientras la rodaba se daba perfecta cuenta de que estaba en una película de mierda. No se quejó, actuó lo mejor que pudo, cobró el cheque y a otra cosa mariposa, pero con esa sensación que le quedó, nunca se dignó a verla. No fue hasta 2008 que se animó y le gustó mucho. Una anécdota de lo más simpática. Como la que cuenta que la actriz que interpretaba a la novia del personaje de Jimmy McNichol, Julia Duffy, tenía 30 años de edad mientras su partenaire apenas había cumplido los 20.
“Amenaza en la noche” no es tan popular, como muchas de sus coetáneas, con todo el sentido del mundo. Es rara, histérica y ruidosa. Sin embargo, también es altamente divertida en su delirio. Si aún no ha tenido una reivindicación más o menos sonada, la acabará teniendo. No obstante, la película entera es Susan Tyrell y su desmesurada interpretación; sin ella no hay nada, y, si lo hubiera, no sería tan “bueno”. Yo al menos la he disfrutado mucho.

sábado, 13 de abril de 2024

CYST

Comentaba 
Víctor en la reseña de "Miracle Valley" el caso de Greg Sestero, quien alcanzó cierta popularidad gracias a su participación actoral en ese icono del cine chusco titulado "The Room" (un chiste demasiado largo que deja de ser gracioso tras 20 minutos). Si por un lado ello le otorgó la posibilidad de viajar por festivales de todo el fuckin´ world e incluso codearse con ciertas esferas de una vertiente más respetada del séptimo arte, por otro le condenó a no ser tomado en serio nunca jamás y, por tanto, limitar mayormente sus intervenciones como actor a ñordos estratosféricos, básicamente gestados en el gueto del fandom del horror y aledaños, el único sitio donde el "trash" se valora y "comprende", generalmente de manera errónea. Eso mismo le ocurrió a George Hardy, protagonista de otra de las más notorias mierdas sobrevaloradas por fanes e hipsters, "Troll 2" / "Monster Valley". Desde entonces, le fueron fichando para hacer más películas, dentro del mentado gueto, of course. Sin embargo, mientras que para Hardy todo esto de actuar es un hobby divertido, me temo que a Sestero le debe doler doblemente, ya que lo suyo se pretendía más solemne.
Sea como fuere, que hoy día una de estas pelis digitales con ínfulas de cine genuino, adscrita a las tendencias reinantes en subproductolandia (tiburones, payasos, zombies, amityvilles... whathever...) cuente con Sestero o Hardy en su reparto, es señal de que... tenemos problemas. Denota una obvia intención: "advertir" al espectador que sus responsables son conscientes de la condición "mierder" del mondongo y, así, cubrirse las espaldas. Cojones, ¡¡hemos fichado al de "The Room"... o al de "Troll 2"!! ¿qué más señales necesitas, pinfloi? Pues ahora imaginen ello multiplicado por deux. Una peli de esta naturaleza con ambos gentleman compartiendo plano. Encima, en tono de comedia de horror, bufa, excesiva y a base de premisa absurda.
Eso es "Cyst", cosucha del 2020 que, por lo general, evitaría como la peste. Pero al tenerla ahí, tan accesible, con el siempre chispeante doblaje panchito, me dije "Venga, la veré y, si la termino, le dedicaré una reseña encabronada en el blog". Un médico (George Hardy hipersobreactuado... aunque gracioso a ratos) se dedica a reventar quistes enormes provocando chorros de pus. Ha inventado una máquina capaz de extraerlos limpiamente y pretende patentarla. Recibe la visita de unos, er.... ¿patentadores? (Greg Sestero entre ellos) y las cosas se complican. En su empeño, Hardy provocará que un quiste mute a bestia antropomorfa -¡ugh!- y comience a matar. Será una enfermera la que ponga solución al entuerto.
Pues hasta la llegada del bicho, la cosa estaba... er... bien. Sorprendía la atípica ambientación sesentera (que no Sesestera.... ¡chas-pun!). Y, en fin, los tejemanejes entre Hardy y la enfermera, así como unos efectos prácticos a base de líquidos asquerosos salpicando rostros, tenían su coña. Pero en cuanto aparece el quiste mutoso, de aspecto voluntariamente ridículo, entramos de lleno en la rutina absoluta de los personajes humanos enfrentados en piña a criatura letal. Se conocen la fórmula. Con un poco más de humor, sí, puede, pero lo de siempre. Chapa de varios quilates. Si a ello añadimos la antipatía previa que uno -o, bueno, yo- siente ante las intenciones del director (Tyler Russell) fichando a esos dos (des)astros... pues la cosa como que termina dejando un regusto amargo, y no lo digo por los litros de pus, sino por el aburrimiento acumulado y la sensación de estar ante algo inútil e innecesario. Es más, ni tan siquiera creo que "Cyst" funcione en su entorno natural, aquel para el que ha sido concebida y/o diseñada, la "Con" repleta de mastuerzos adictos a la "Nocilla", expertos en repetir cual loritos los diálogos y chascarrillos de "Troll 2", ansiosos y desesperados por jalear la pieza "trash" de turno.
A"Cyst" de crudamente se lo digo (otro ¡chas-pun! Este incluso menos inspirado)
¿Que el póster mola? hombre, ¡faltaría!

viernes, 12 de abril de 2024

ENTER THE CLONES OF BRUCE

David Gregory, señor que se ha especializado en  realizar estupendos documentales sobre los más variopintos fenómenos cinematográficos (suyos son “Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del dr. Moreau” o “Blood and flesh: The real life and ghastly death of Al Adamson”), ataca ahora (como si del dragón se tratase) con “Enter the clones of Bruce”, en lo que podíamos denominar el auténtico y definitivo documental sobre uno de los fenómenos exploit más interesantes en la historia de la cara dura cinematográfica. Ya saben ustedes: tan grande era la demanda de películas de Bruce Lee que, una vez este falleció, el público se negó a no seguir disfrutando de su cine, por lo que, para contentarlo, un montón de estudios cinematográficos comenzaron a rodar películas con clones, artistas marciales que, más o menos, se parecían al pequeño dragón, y durante un montón de años estuvieron vomitando producciones de muy mal gusto en las que se explotaba la presencia de Bruce Lee, o lo que es peor, su muerte. Eso sería el “brucexploitation” oficial, pero también existió otro por parte de los distribuidores de medio mundo, que compraban películas de kung-fu sin conexión alguna con Bruce Lee, pero se estrenaban como si fueran legítimas (los casos de Bronson Lee o Bruce Lo).
“Enter The Clones of Bruce”, con mogollón de imágenes de archivo, extractos de películas y entrevistas a las principales estrellas del fenómeno (es decir, Bruce Le, Bruce Li, Dragón Lee o Bruce Liang), así como a directores productores y actores secundarios de aquellas películas, profundiza en las cloacas del subgénero y nos explica todos los entresijos y artimañas con dinamismo y brío.
Además lo hace de una forma muy acertada, incluyendo un prólogo precréditos en el que se nos explica el modo de operar de Bruce Lee (el de verdad), hace hincapié en sus manías y megalomanía, para, después de los créditos, darle una patada porque en realidad no es el foco del interés del documental, y centrarse única y exclusivamente en todo ese universo de clones, imágenes del funeral del auténtico Bruce, jornadas de trabajo infrahumanas, sueldos bajos y todos los desastres que traían de serie las películas adscritas al “brucexploitation”.
Por otro lado es sorprendente que, si bien podemos tener localizadas en España sesenta o setenta títulos protagonizados por cualquiera de estos impersonators (más o menos, qué se yo), el documental avisa que están catalogadas más de doscientas y que nunca dejan de aparecer títulos, con lo que hacer un listado de todas y cada una de ellas —que además hay clones de Bruce en todo el mundo, no solo en Asia, aunque no estén oficializados— es una tarea ardua, por no decir imposible (aunque los franchutes, principal fandom del fenómeno, tienen gran parte del trabajo hecho).
Por otro lado, resulta súper interesante ver los distintos caminos que han tomado en la vida los distintos clones, e, indirectamente, como todos tienen algo en común: los nudillos destrozados.
También se incide en cual puede que fuera el primer título oficial del “brucexploitation” y la manera ilegal y despiadada de publicitarlo por parte de los distribuidores, así como vemos una buena colección de pósters y títulos raros (o perdidos) que han pululado a lo largo de los años dentro de esta corriente tan rara que sacaba beneficio (y, en ocasiones, mucho) de la imagen y muerte de un mito de la cultura pop. Fue durante mediados de los setenta y los ochenta, cuando estas películas estuvieron en auge, pero lo acojonante del asunto es que, todavía hoy, quizás de manera menos descarnada que entonces, se sigue explotando a Bruce Lee y siempre es sinónimo de generar pasta.
Como ya digo, un documental estupendo, entretenido a más no poder, revelador y curioso sobre la estratagema comercial más inhumana y carroñera de la historia del cine.

miércoles, 10 de abril de 2024

MINUTOS MUSICALES 25 : FITZ OF DEPRESSION

Ocasionalmente la mala suerte puede jugar en favor de una buena causa, algo que ejemplifica perfectamente la historia de "Fitz of Depression", banda a la que podríamos tildar de infravalorada. Sus sonidos, siempre acordes al punk rebañado en cierto hardcore, no resultaban excesivamente originales, pero tampoco demasiado trillados. Eran de esa ralea que, aunque se mantengan fieles a sendos parámetros compositivos, consiguen disponer de un "je ne sais quoi" que les otorga cierta sutil diferencia. Personalidad. Un poco como les ocurría a los primeros "The New Bomb Turks".
En cualquier caso, "Fitz of Depression" debuta en 1993 con un disco actualmente difícil de localizar. He podido escuchar algún tema -donde gastan una agresividad algo mayor de lo que harán posteriormente-, pero no lo suficiente como para ir soltando sentencias. Así pues, pasemos al siguiente.
Este marca su encuentro con la discográfica "indie" "K Records", en la que vale la pena detenerse.
Como bien sabemos, durante los noventa el punk volvió a alcanzar las cotas más altas del ranking musical y, por ello, pertenecer al colectivo dejó de percibirse como algo malo. Era "cool". Incluso podía asegurarte algunos dinerillos extra. De ahí que todo el mundo se identificara con la etiqueta, hasta el detestable Coque Malla afirmaría sin despeinarse que sus "Ronaldos" fueron punk. En fin.
Por ello, cuando en la prensa "alternativa" se hablaba de "K Records" calificándolos de punk, uno ya no se fiaba mucho, "¡Otra rémora subiéndose al carro!". No obstante, esta vez había algo distinto. Su catálogo se alejaba totalmente de la fórmula "Epitaph" o "Fat Wreck", con una amplia variedad de estilos y sonidos, predominando cierta actitud. Un gacetillero llegó a afirmar que, justamente, esas maneras quedaban más próximas al supuesto significado original del punk, previo a su "corrompimiento". Gran verdad.
Una vez saboreado el inevitable cd-sampler de "K Records", el grupo que más me gustó, e incluso motivó la adquisición de su respectivo LP, fueron los protagonistas de esta entrada, "Fitz of Depression" que, aún chorreando personalidad y estilo, disponían de un sonido más "vendible" cara al "punk medio". Al final... pues tira lo que tira, oiga.
Para "K Records" los "Fitz" grabaron dos LP´s. Ambos muy escuchables, enérgicos y disfrutosos. Tenemos "Let's Give It A Twist" del 94, de donde he rescatado el último de sus surcos, "Big Machine", una canción que, desde ya, puedo incluir en mi lista de favoritas, y no es para menos...

Y, dos años después, "Swing". En este caso, me he decantado por materia algo más intensa, "House or Home"...


Aunque nunca dejaron de sonar medianamente crudos y contundentes, lo cierto es que, de modo extremadamente sutil, "Fitz of Depression" iban ¿refinando, puliendo? su sonido. Madurándolo. Y tiene toda la pinta que, si la suerte les hubiese sonreído, podrían haber acabado siendo los nuevos reyes del "alternativismo", con mucho tirón entonces. Ahí va la prueba: "Warner" decidió ficharlos. Y ellos firmaron. Pero, entonces, vino el primero de los desastres, se separan justo antes de grabar nada para la multinacional. Por mi, bien. De este modo, quedaban como un grupo de culto que duró justo lo que tenía que durar, manteniendo fresca cierta actitud y librándose de las zarpas del corporativismo.
Así iban las cosas hasta que, en 2018, anuncian un inevitable "rejuntamiento". Pero la mala suerte vuelve para hacerles una nueva judiada... y esta de las tochas. Mikey Dees, cantante y guitarrista, muere de infarto.
Es óbice lamentar la tragedia... aunque, para bien o para mal, ello puso radical fin al plan de desempolvar los instrumentos. Así, la energía juvenil y pasión de los "Fitz of Depression" se conservaría impoluta, por los años de los años. Digo amén a eso.

lunes, 8 de abril de 2024

EMMANUELLE'S SUPERNATURAL SEXUAL ACTIVITY

Me declaro fan de la franquicia “Emmanuelle” y de todas sus variantes y explotaciones. Los italianos lograron cambiar la raza de esta diva del erotismo de origen franchute y hacerla viajar por el mundo hasta llegar incluso a ser poseída —sexualmente— por caníbales en “Emanuelle y los últimos caníbales”. Es cosmopolita y se ha acostado con toda suerte de hombres y mujeres en las más exóticas situaciones. Incluso Jess Franco la puso a presidir orgías (pese a que en su película el personaje aparecía solamente en el título) en “Las orgías inconfesables de Emmanuelle” del mismo modo que Ignacio F. Iquino le buscó una amiguita casi tan atrevida como ella en “Emmanuelle y Carol”, por no hablar de que los chinos la metieron dentro de un desbarajuste en el que aparecían Clint Eastwood, Bruce Lee, James Bond o Popeye en “El Dragón Ataca
Pero lo más importante de Emmanuelle, es como creó tendencia en el erotismo hasta tal punto de convertirse en una marca. De hecho, una marca que lleva 50 años activa.
Curiosamente, el personaje-marca, pasó de ser una cosa sofisticada para pajilleros de alto copete (el primer “Emmanuelle” es un alarde estético y erótico. Un film para que se hicieran pajas los ricos y las gentes de buen gusto), a ser lo más chabacano, tosco y cutre del mundo. A partir de los dosmiles la marca empieza a operar en las programaciones nocturnas de la televisión por cable, perdiendo, en cualquier caso, el toque de calidad y sofisticación, convirtiéndose el producto en una majadería con toques autoparódicos (o directamente paródicos) adscrito al peor subgénero que hay en el mundo, que es el soft del nuevo milenio.
Tras la saga principal de películas, y los innumerables exploits (que podemos distinguir por la variación de consonantes en el nombre de Emmanuelle), la franquicia original comenzó a ser explotada en televisión o directa a vídeo, en series de TV Movies de baja estofa que, con actrices porno de tercera, iban reduciendo la calidad de producción en cosas como “Emmanuelle in Space”, “Emmanuelle 2000” y, ya en manos de los americanos, la serie en la que se encuentra la película que nos ocupa, que es “Emmanuelle Trougth Time” (“Emmanuelle a través del tiempo” ) de 2011. Una serie de películas soft grabadas en videaco de la época para su explotación directa a vídeo, que con dirección del infame Rolfe Kanefsky (que comenzó metido en el terror salchichero con cosas como “El libro del mal” o “Nightmare man” para terminar en el porno soft más inicuo). Nos muestra a Emmanuelle, esta vez interpretada por Allie Haze, viajando a través del tiempo en una nave espacial desde la que vivirá las aventuras eróticas más desangeladas que se puedan imaginar. Básicamente esta serie de telefilmes se reducen a argumentos endebles para filmar en espantosos cromas a actores y actrices porno fingiendo follar ante la cámara, para aburrimiento y escarnio de los espectadores, dando igual si estos buscan pajearse o si estos, como es mi caso, son seguidores del fenómeno Emmanuelle (que para pajearme buscaría cosas más duras que esto, aunque nada me pone más cachondo que el primer “Emmanuelle”). Como fuera, fue sonado el momento en el que en el festival de Cannes de 2011 se anunció que Alli Haze, actriz porno medio principiante, iba a ser la nueva Emmanuelle. Claro, en círculos eruditos, más allá del interés antropológico que pueda suscitar la película inicial, poco puede aportar una vuelta del personaje en telefilms directos a vídeo, pero lo desconcertante es que los productores tuvieran la poca vergüenza de promocionar esto en Cannes, teniendo en cuenta que el resultado de estas películas es más pobre que el de cualquier porno de hace unos años.
Con todo, me hizo gracia que una de esas películas, la que nos ocupa, “Emmanuelle’s Supernatural Sexual Activity”, mezclara el mito de Emmanuelle con la maneras del found footage en plena eclosión en el año del rodaje de este subproducto, 2011. Por supuesto, parodiaba la franquicia de “Paranormal Activity”. Y es lo de siempre… una vez tenemos el concepto, la película importa un carajo, por lo que nos cuenta como en la nave donde Emmanuelle viaja por el tiempo, se han colado una serie de espíritus cachondos, que mantienen sexo con toda la tripulación; así Emmanuelle y el resto, se convierten en pícaros fantasmas. Lo curioso del invento es que se insinúa que el fantasma del primer “Paranormal Activity”, en realidad eran Emmanuelle y dos amigos intentando tener sexo con los protagonistas, y que los portazos y quitadas de sábana que tantos escalofríos nos provocaban no eran más que los fantasmas de Emmanuel y sus amigos folleteando, entrando y saliendo de la habitación en su afán swinger de tener sexo hasta con los vivos, a los que también vemos follando, como no.
Por supuesto, salvo por un par de planos que nos trasladan al universo “Paranormal Activity”, no se hace uso de las maneras del found footage, que se queda en mera anécdota y sirve como excusa para tener un endeble argumento bajo el que ambientar los polvos toscos, falsos, anti libido que han de pegar delante del croma los protagonistas de la cinta. Algo de lo más frío y desalentador. No se dejen engañar por la posible gracia del crossover, “Emmanuelle’s Supernatural Sexual Activity” no tiene ningún interés, ninguna gracia y además es un insulto para la franquicia, el personaje y lo que hizo con él Just Jaeckin. Entonces, ver al mito reducido a esto, lo más bajo de lo más bajo, da mucha pena y es totalmente desesperanzador en lo que a cine eminentemente erótico se refiere.
Para que se hagan cargo de que esto es más un capricho de la gentuza del porno que una continuidad del clásico, se le da un papel, además cómico, a Ron Jeremy que está por ahí en la nave espacial tomando contacto con un fantasma.
Asimismo, la nave en la que transcurre todo, está decorada con posters de las anteriores películas de Emmanuelle de a partir del 2000 y con el mítico sillón de mimbre sobre el que se recostaba Silvya Kristel en los 70, y que decoró los salones de toda una generación de matrimonios poco conservadores.
Como les digo, una auténtica mierda lo que hicieron en los últimos años con Emmanuelle. Ahora para 2024 se ha anunciado un reboot cinematográfico de la primera película. Veremos en qué acaba aquello.

sábado, 6 de abril de 2024

CRIMEWAVE (OLA DE CRÍMENES... OLA DE RISAS!!) + UNA REFLEXIÓN

Siempre me ha parecido jodidamente curioso que, siendo un fan de la comedia como es Sam Raimi (la inmensa mayoría de sus cortos adolescentes encajaban en esos parámetros), nunca ha logrado rodar una en condiciones. De hecho, cada vez que lo ha intentado, se ha metido un buen batacazo. Tal vez por eso, cuando se alejó del terror, que como sabéis es el género en el que quedó encasillado, prefirió optar por el western o el drama antes que la comedia.
Obviamente, estoy hablando de "Ola de crímenes... ola de risas!!" ("Crimewave" en v.o.), pero semejante mala suerte no le ha acompañado únicamente cuando se ha sentado en la silla del director. Con "The Nutt House" (alocada comedia del año 92 con Traci Lords en el reparto) le pasó tres cuartos de lo mismo, solo que en esa ocasión se limitaba a las funciones de guionista, junto a sus colegas Robert Tapert, Bruce Campbell, Ivan Raimi y Scott "Intruso en la noche" Spiegel, que se encargaba de dirigir. Serios problemas con el productor, empujaron a la sustitución de Spiegel y a que Raimi y cía se parapetaran tras un seudónimo al comprobar que el resultado final les avergonzaba. O la enigmática "Motor Baby" ("Easy Wheels" en v.o.), con el director de "Darkman" produciendo una comedia que apenas tuvo distribución (y acá se lanzó únicamente en vídeo y como supuesto exploit de  "Arizona Baby").
Sam Raimi reniega de "Ola de crímenes... ola de risas!!", su segundo largometraje tras la maravillosa "Posesión Infernal". Dice que los productores se la cambiaron, que a nadie le gusta y no la considera suya, a pesar de contar con los prestigiosos hermanos Coen como co-guionistas (quienes se marcan un cameo disfrazados de periodistas). Era su primer rodaje realmente profesional, y por lo visto fue una pesadilla para él y sus amigos / colaboradores. Muerto de curiosidad, releí el respectivo capítulo en las memorias de Bruce Campbell, donde lo cuenta todo, pero no me aportó prácticamente nada. La clásica historia del estudio presionando al joven equipo de inexpertos, con un director subido a la parra tomándose más tiempo del deseado para sus complicados planos y, por tanto, doblando el presupuesto original. Finalmente, el estudio montó la película y, a tenor de lo consumido, tal vez no fue tan mala idea, porque a mí me gusta. ¿Cómo hubiese sido la versión de  Raimi? ¿Necesariamente mejor?.
Tuve la fortuna de verla en el cine, siendo chaval y acompañado por mi padre. Entonces ya andaba yo enamorado de "Posesión Infernal" y, en cuanto vi el -minúsculo- cartel en la prensa diaria, reconocí el nombre de Sam Raimi. Aquí se estrenó un poco de tapadillo, sin hacer mucho ruido. Y pasó por una sala de mi barrio ya extinta. La percepción que me dejó fue la de una comedia extraña y extravagante, cruel incluso, con momentos muy delirantes de esos que no se olvidan nunca. En una palabra: Rara, y muy coherente respecto al film precedente de su director (por lo visto fue algo que no gustó a los productores, quienes le acusaron de haber hecho otro "Evil Dead"). Y es que, claro, en aquellos entonces todo resultaba nuevo y excitante, Sam Raimi era un "secreto" al que solo podíamos acceder unos pocos y... en fin, que molaba, y molaba encontrarse de nuevo a Bruce Campbell, recién salido de su noche demoníaca (¡conservando el flequillo!), quien tendría que haber sido protagonista, pero quedó relegado a secundario por imposición de los que tenían el dinero.
Si lo miras detenidamente, verás que "Ola de crímenes..." era un producto genuinamente original en su época. No había nada como ella, una de risas demasiado normal para ser un "spoof", demasiado "spoof" para ser convencional. En tierra de nadie. Gira en torno a un empresario que quiere deshacerse de su socio, este se entera y contrata a dos asesinos profesionales para que se lo carguen. Ni que decir que todo irá mal y por medio acabará liado el prota, un panoli enamorado de una chica imposible a la que los asesinos secuestrarán.
"Ola de crímenes... ola de risas!!" es tremendamente tontuna. Lo pretende y está orgullosa de ello. Tiene un aire a "slapstick", a vieja escuela, solo que bañado en una pátina de modernidad y el inconmensurable ingenio visual de un Raimi enamorado de la cámara. Las secuencias para el recuerdo son muchas, pero casi todas tienen como eje central a los asesinos, muy conseguidos en aspecto y personalidad (ahí conocí yo a Brion James, cuyo parecido a una rata es explotado a conciencia). El acoso que uno de ellos (tremendo Paul Smith, al que también has visto en "Mil gritos tiene la noche") somete a la mujer de uno de los empresarios (Louise Lasser), el tenedor clavado en su nariz, la alfombra arrancada de cuajo cual maremoto y la famosa secuencia de las puertas de colores que caen en efecto dominó. El tipo que se lanza desde una ventana y se estrella... sin morir (¿gracias a la espuma que lleva en la cara?), el concurso de baile que termina en la cocina con los platos sucios, un tremendo Bruce Campbell dando forma a una sugerente silueta femenina con el humo de su cigarrillo y etc, etc... una lista interminable de momentos totalmente brillantes (aunque sea a nivel únicamente visual) en los que el director comenzaba a experimentar, y mucho, con la estética, los colores (muchos rojos y azules) y el ritmo del "cartoon", algo del todo asentado en su siguiente película ("Evil Dead 2", por supuesto).
Vale, recientemente la sometí a un revisionado y pude comprobar que, tal vez, al final le pesa un poco el culo. Se alarga en exceso. Y, justo, sobre eso quería yo vomitar la siguiente reflexión...

Resulta chocante ver el salto de "Posesión Infernal" a "Ola de crímenes..." y maravillarse asumiendo que Raimi seguía siendo un veinteañero cuando la facturó, porque es un film cargado hasta las trancas de escenas complicadísimas de ejecutar, rodar y planificar, con explosiones, persecuciones, coches volando por los aires, intrincadas "set-pieces" humorísticas (muy Coen, las desarrollarían igual luego en "Arizona Baby" o "El gran salto". Por cierto, ambas incorporan en sus tramas el nombre "Hudsucker", bien presente en "Ola de crímenes...". Un chiste recurrente), hasta números de baile.... es la leche, ¿cómo el chaval que a finales de los setenta se puso a rodar esa pequeña peliculita casera de terror, con sus colegas, una cámara de 16 mm prestada, cuatro dólares y una vieja cabaña, pudo pasar en cuestión de tres años a algo como "Ola de crímenes..." (sin contar aquí el corto superochero que hizo justo en medio, por aquello de desquitarse, "The Sappy Sap" -con protagonismo de Scott Spiegel-)? ¿de dónde sacó la capacidad para arramblar con todo aquello, tirarlo palante y estrenarlo? ¿tal vez, justamente, de ahí la polémica, que Raimi aún estaba demasiado verde para un producto de semejante envergadura, obligando a los mecenas a intervenir?.
Si algo denotan "Ola de crímenes...", y "Terroríficamente muertos", y "Darkman", y "El ejército de las tinieblas" y todo lo que vino después, es que Sam Raimi era ambicioso y apuntaba alto (¡sambicioso!). Con una visión enorme de las cosas. Hay que estar muy seguro de uno mismo para eso. Como a muchos de los de su quinta, y tantos otros que vinieron después (¡hola James Wan!) le pierde el exceso por el exceso, un mal muy de Hollywood. ¿Por qué todas las películas de género hechas allí han de cargar tanto las tintas en el desenlace? a mi gusto, lo estropean un poco bastante. Ahora con el CGI se ha desmadrado, alcanzándose cotas de delirio pornográfico aturdidoras, especialmente gracias al imparable bombardeo de emociones extremas y manipulantes que nos sacuden sin descanso hasta, casi, la náusea. Justamente, el final de "Terroríficamente muertos" nunca me ha gustado. Es aturdidor. Todo el rollo del monstruo cabezón, las ramas destruyendo la cabaña a golpes, las continuas luces estroboscópicas, el torbellino, la fanfarria de un desatado Joe Lo Duca a la batuta... ¿por qué? Sin embargo, el caso de la primera, la original, es un pelo distinto.
El joven Raimi aplicó su visión grandilocuente al desenlace. Y sí, es lo que contribuyó a separarla del montonazo de basuras zetoides operativas entonces dentro del cine de terror independiente, obteniendo unos resultados demenciales, delirantes, con toda esa orgía de stop-motion, plastilina y yogur verde absolutamente maravillosa. En su época se veía cutre, y se sigue viendo cutre, pero molaba muchísimo, por lo excesivo y el encanto de las técnicas empleadas. Ahí las limitaciones propias de la época -y el presupuesto- jugaron en su favor, obligando a cierta contención y, casi accidentalmente, logrando un equilibrio muy beneficioso para ese "grand finale" y la película resultante.
Al contar el director con más medios en "Ola de crímenes... ola de risas!!", perdió el pedal y pasó lo que pasó. Un desenlace agotador. Es estupendo que una película vaya a toda hostia, evitando desesperadamente aburrir a su audiencia (y ya sabemos lo extremadamente condicionado a la misma que está Raimi), pero, ocasionalmente, puede darse el caso inverso. Amuermar por abuso de ritmo desbocado. Creo que es bueno detenerse unos minutos, dejar respirar al público y, luego, ¡pam! apretar el acelerador otra vez. El jovenzulo Sam no lo sabía aún y, en fin... lo dicho.
Con todo, tampoco comprendo la mala fama que gasta el largometraje. No es redondo, pero sí muy simpático y generoso en momentos irrepetibles. Así pues, si no lo has visto y echas de menos al buen Sam Raimi, ni lo dudes.

viernes, 5 de abril de 2024

EL VIDEO CLUB DE KIM

Yong-Man Kim, director de la película independiente “One-Third” —título ilocalizable y que no es precisamente por lo que es conocido el individuo en cuestión—, es un inmigrante coreano que en los años 70 se traslada a Nueva York donde pone un negocio de lavandería. Con el boom del vídeo a primeros de los 80,  aprovecha la coyuntura para incorporar a su establecimiento una pequeña estantería con películas de VHS de alquiler. Lo de las cintas va prosperando hasta que, vista la gran demanda, se ve obligado a desmantelar la lavandería para montar un videoclub: el mítico Kim’s Video de Nueva York. El negocio va tan bien que se expande, y llega a abrir siete sucursales en toda la ciudad, aunque su primera tienda, la más emblemática, es la que se convirtió en un lugar de peregrinaje para todos los cinéfilos neoyorkinos (dicen que los hermanos Coen debían 600 dólares en concepto de retrasos) que poseía más de 55.000 títulos entre los que se encontraba una nutrida sección de cine underground, donde los usuarios podían encontrar títulos de entes tan importantes del movimiento como podían ser Nick Zedd o nuestro querido George Kuchar, además de un amplio catálogo de cine raro, todos los subgéneros y sin descuidar en absoluto los últimos estrenos comerciales. Un autentico paraíso. También el dueño del establecimiento se vanagloriaba de tener las películas más extrañas de cualquier país del mundo. Y así era, con la particularidad de que el archivo que ponía a disposición de los usuarios no era muy legal que digamos. Yong-Man Kim se dedicaba a piratear cintas que encargaba a las embajadas o enviaba a sus empleados a festivales internacionales con el fin de que se trajeran nandanga. Copiaba las cintas y las ponía en alquiler en su videoclub. Por ese motivo el FBI les estaba retirando siempre material que el individuo, al día siguiente, reponía sin ningún problema. Y es que, aunque esa es una actividad tirando a gangsteril, el lema de Kim consistía en que “la propiedad intelectual era importante, pero más aún el conocimiento cinematográfico”.
Como fuere, el establecimiento sobrevivió a las acusaciones de piratería y a las distintas crisis, hasta que entrada la era digital dejó de ser rentable y fue cerrando todas sus sedes hasta no quedar ni una. Viéndose en la tesitura de tener que donar los 55.000 títulos en VHS y DVD que tenía en propiedad.
Por otro lado, un viejo socio del videoclub de Kim ahora cineasta, David Redmon, comienza con la filmación de un documental (este que nos ocupa) sobre qué le pasó al Kim’s Video. El chaval tenía este lugar en alto estima, lo consideraba el responsable de su recalcitrante cinefilia y quería investigar qué había pasado con todas esas cintas. Lo que sucedió es que Kim, ante más de 40 entidades gubernamentales que habían solicitado adquirir las películas, había decidido donarlo al pueblo de Selami en Sicilia, Italia, solicitantes de la donación y dispuestos a seguir a rajatabla los únicos requisitos que se pedían para hacerse cargo de la colección: tener un espacio donde mantener e incrementar ese legado, poner las películas a disposición de los usuarios y, en definitiva, cuidar de tan maravilloso regalo. Las autoridades de Selami se encargaron de archivar todo aquello en un recinto destinado a tal efecto. Además, cualquier socio de Nueva York podía tener una habitación en la localidad para poder visitar el archivo cuando deseara. Redmon, obsesionado con ese videoclub y teniendo esas directrices presentes, viaja a Sicilia con la idea de continuar con su documental, y cuando llega allí, todo son pegas por parte de las autoridades de Selami a la hora de acercarse al archivo. Este se encuentra cerrado y el trato con las gentes del pueblo es bastante hostil. Muy cabezón el tipo, decide acercarse al local donde están todas esas películas por su cuenta, y logra colarse dentro ya que la puerta está abierta (porque está rota), y allí es testigo de que el pueblo de Selami no solo no ha cumplido con sus promesas de preservación y archivo (de hecho tienen la nave cerrada al público) si no que, además, todas esas películas están abandonadas y con gran parte de ellas echadas a perder por el mal clima, la humedad y el precario almacenamiento. Descubre además que la  decisión de poner a buen recaudo la colección de Kim, no es más que una estratagema por parte del gobierno siciliano, corrupto y vinculado con la Mafia, para blanquear dinero y hacer publicidad del pueblo y de sus dirigentes de cara al exterior. En realidad las películas le daban igual al pueblo de Selani y las tenían ahí dejadas de la mano de dios, pudriéndose. Todo esto le parece fatal tanto a David Redmon como a Yong- Man Kim, que viaja asimismo a Selami a mostrar su disconformidad. Y en consecuencia se urde un plan para traer el videoclub de vuelta a Nueva York.
Esta fascinante historia, contada a través de las grabaciones de Redmon y la codirectora  Ashley Sabin así como cintas caseras pertenecientes a Yong Man Kim, viene ilustrada con una serie de escenas de distintas películas que, sin orden ni concierto, son paralelas a la rocambolesca experiencia que les ha tocado vivir, cuando tan solo querían hacer un documental sobre el paradero de su videoclub favorito.
Un documental con visos de thriller, y como tal, te tiene pendiente de que ocurrirá en todo momento. Luego nos damos cuenta de que no es más que una trama de blanqueo tan habitual como cualquier corruptela española al estilo de los papeles de Panamá (en la que estaba inmiscuido el mismísimo Almodóvar). Que el gobierno robe está a la orden del día en países como España, Italia etcétera, pero estos individuos americanos se toman muy a pecho lo que se está haciendo con una colección de vídeos —tampoco muy valiosa, porque, al margen de las cintas underground y/o difíciles de encontrar, el resto son ediciones sencillas en DVD y VHS de títulos híper trillados— que supone, además de un viejo negocio para su dueño, lo que queda de una zona de Nueva York transformada por la gentrificación como es el centro de Manhattan, Deuce, Upper East Side y demás zonas donde convivía cultura y delincuencia sin mayores aspavientos, y estaban sitos algunos de los videoclubs del Señor Kim.
Muy bueno el documental, y emocionante; te mantiene pegado a la butaca la hora y media larga que se gasta. Definitivamente, una agradable sorpresa, aunque también es cierto que resultan algo irritantes ciertas ínfulas que se gasta el amigo Redmon en la narración en off.
Más cercano al culturetísmo gafapastil (el de verdad, no el de los hipsters) que al posmodernismo propio de la reivindicación de lo retro, el documental fue carne de festival, sembrando pasiones en Tribeca, Sundance, Fantastic Fest y, por supuesto, Sitges.

miércoles, 3 de abril de 2024

MINUTOS MUSICALES 24: ANTI-CRASS, 2ª PARTE / SPECIAL DUTIES

Han sido miles las ocasiones en las que he hablado con dolor de la triste evolución que sufrió el punk desde sus inicios, por ahí mediados de los setenta, hasta nuestros días. Deteniéndome con honores en la década de los ochenta y, muy especialmente, Inglaterra. Dicho de otro modo, cuando la libertad creativa, ideológica y humana inherente al punk primigenio mutó a moda y fue adoptada por los medios amarillistas, centrados en exagerar su lado provocador a la búsqueda de titulares llamativos y ventas, e influyendo en el público joven e impresionable quien, ansioso de encontrar esa "diferencia" que uno busca a tales mongólicas edades, lo adoptó y auto aplicó cual evangelio. Y, ahí, el punk prostituyó todo aquello que significó en su momento para mutar a submovimiento dogmático, uno donde se exigían sonidos específicos, estéticas específicas, actitudes e ideas específicas, todo rebañado en una estultez + facilón efecto "shock" absolutamente deplorables. Y, salvo casos muy concretos y minoritarios, así ha sido la cosa desde entonces.
Bien. Pues si hay un grupo que lo ejemplifica de manera magistral, rozando la parodia involuntaria, ese es... no, "Exploited" no -aunque se aproximan-, hablo de "Special Duties", cuyo primer disco respondía al nada sutil nombre de "77 in 82". Cuando oportunamente reaparecieron en los noventa motivados por un reinterés mediático en el punk -de la mano del "boom" "Green Day"-, además de grasa, traían un disco nuevo bajo el brazo. ¿Y cómo se llamaba? "77 in 97". Con eso, está dicho todo.
En realidad no, digamos un poco más.
Semejante obsesión con las maneras del 77 quedaba algo descuadrada cuando, escuchándolos, descubrías que los "Duties" sonaban exactamente igual a muchas de las bandas de su periodo (el llamado UK Punk 82, la versión "cartoon" de lo ocurrido cinco años antes), sin conexión alguna con, no sé, "Buzzcocks", "Chelsea" o "Slaughter and the dogs". Carecían de ideas propias, originales o, cuanto menos, frescas en sus letras, composiciones, portadas, títulos y absolutamente todo lo que les definía. Eran un mazacote. Un ladrillo. Imaginación, estilo y personalidad cero.
Eso no significa que no pudieras consumirlos con la misma actitud que se consume la comida basura, por supuesto. En especial su "hit" -por así llamarlo-, "Violent Society" (ya les dije, imaginación al poder), que suena de este tan previsible pero gozoso modo...

Resulta irónico que, cuanto más apestufaba el cadáver, más se mosqueaban aquellos integrantes -culpables de su fenecimiento, sin duda- al leer o escuchar aquello de "Punk is Dead". Y, justo, ese era el chinchante título de uno de los primeros temas de "Crass", que sentó como una patada en el orto a "los otros". Así pues, tocaba rajar del combo anarquista, valiéndose de un insulto tan poco creativo como los repertorios musicales de los insultadores: viejos hippies. Actuando de tal modo, otorgaban a "Crass" la medalla a lo más punk de su década, ofendiendo a los que se pretendían "ofendedores" y defendían + practicaban una idea del punk tradicional, conservadora, complaciente y dogmática.
Los "Special Duties" se curraron el contraataque más llamativo: una canción que comenzaba sonando estilo "Crass", coronando un EP cuya portada jugaba a "imitar" sus mismas estéticas. Dicho aparente ingenio se iba a tomar viento cuando decidían bautizar la tonadilla como "Bullshit Crass" y adornarla a base de lírica igualmente elemental, chabacana y tosca...


La guasa fue tan lejos, que el propio voceras se hacía llamar Steve Arrogant, en una directa y nada sutil puya a Steve Ignorant.
¿Hubo consecuencias? Pues sí. Los "Dead Kennedys" se negaron a compartir escenario con "Special Duties" por ello. Su distribuidora les dio la espalda y sus siguientes trabajos tuvieron unas ventas tan paupérrimas como para que, finalmente, el grupo decidiera separarse.
Ya en los noventa, y dispuestos a retomar los instrumentos con la desgana propia de aquellos señores de mediana edad movidos únicamente por cierto reconocimiento tardío (no hay más que ver vídeos del periodo), los "Duties" osan afirmar, sin vergüenza alguna, que ellos han trascendido mientras hoy día nadie se acuerda ya de "Crass". ¿En serio? Hay que tener cojones y ser.... ¿punk? no, más bien un poco mameluco.