lunes, 27 de mayo de 2019

HASTA EL FIN DE DELFÍN

Seguro que muchos de ustedes recordarán aquél vídeo que se hizo viral en Internet, en el que un hombre de nacionalidad ecuatoriana cantaba una horrorosa canción a ritmo caribeño, mientras hacía aspavientos sobre un croma aún más horroroso, con imágenes de los atentados a las torres gemelas de Nueva York como telón de fondo. Probablemente uno de los vídeos más vistos en Internet y que volvieron famoso a su interprete, Delfín Quishpe. Ahora, se volvió internacional por una cosa que nos gusta mucho a  los europeos (o mejor dicho, a los españoles); reírnos del subnormal.
Como sea, esto le ha servido a Delfín para granjearse una fama que es palpable, sobre todo, en Ecuador, donde a día de hoy es alcalde de su pueblo y donde llena recintos que ameniza con su música en fiestas populares y demás eventos tercermundistas. Pero, y aquí reside la gracia, en su Ecuador natal no está visto con condescendencia, naturalmente, ni como un indio que hizo una canción de puta mierda. Allí nadie se ríe de él, allí es una estrella.
“Hasta el fin de Delfín” es un documental que retrata de la manera más neutra posible —no es un documental de cabezas parlantes ni voz en off, se limita a mostrar escenas de la vida cotidiana del cantante— el día a día de un tipo como Delfín que, por avatares del destino,  se volvió un artista internacional  que llenaba estadios (estadios llenos de modernitos que se ríen de él y se fotografían junto a su lado de la misma manera que fueron a pases de la película “Troll 2”), para años después ver como termina todo aquello  convirtiéndose en un artista meramente local. Así, y durante un periplo de 20 días repartidos entre 2017 y 2018, un equipo de filmación sigue a Delfín y le vemos actuando en toda suerte de conciertos, cómo atiende su establecimiento de pollo frito, vemos cómo lo desmontan porque este no funciona y acaba en la quiebra, y lo querido que es por la gente de la serranía, amén de ser testigos también de bizarradas propias de la idiosincrasia de la tierra tales como ver a Delfín conduciendo un coche mientras mira vídeos suyos en el teléfono móvil, o como le ríe las gracias al youtuber Auronplay que le dedica un vídeo bastante incisivo en el que se mofa del retraso mental que acusa el cantante; y entra al trapo, es decir, hace la pelota al poderoso (en la red ) Youtuber. Somos testigos del ego del artista viendo como un enorme retrato de su rostros preside su cochambroso salón… y poco más, porque tampoco hay mucho que rascar ahí.
El documental dirigido por un tal Fernando Mieles, acusa ciertas ínfulas artísticas en el sentido de que el director, más que mostrarnos un documental sobre Delfín, nos muestra una película suya con su intención estilística y su ritmo contemplativo. Pero al igual que le ocurre a Delfín con la música, se queda a mitad del camino de conseguir algo medianamente potable. Puede que despierte nuestra curiosidad, pero mientras la saciamos, nos aburrimos como ostras y, mostrar, muestra, pero sus imágenes no llevan a ninguna parte. Es como ver uno de esos “slides” de diapositivas con música, o el vídeo de la boda de un amigo de tu cuñao,  algo insustancial y para el gusto de aquellos que lo tienen podrido, pero que lo miramos por malsana curiosidad.
No obstante, siempre es un placer para mí el ver muestras audiovisuales de tan remotas partes del mundo y nunca había visto un documental ecuatoriano. Que encima se centre en una de sus figuras más castigadas por la condescendencia del primer mundo, no deja de ser algo que suscite mi interés.
Lo bueno es que exista.

sábado, 25 de mayo de 2019

SESIÓN DOBLE: REPLICAS + POLAROID

REPLICAS : Un científico trabaja en dar una segunda oportunidad a aquellos que fallecen, traspasando el contenido de sus cerebros al interior de cuerpos cibernéticos. En eso que se toma el día libre y se pira en coche junto a su esposa y tres hijos. Sufren un accidente y mueren todos menos él. Como era de esperar, recolectará y conservará las mentes de todos ellos para aplicarlos a copias clonadas. Contra todo pronóstico el experimento sale bien, aunque no será fácil mantener el secreto, especialmente cuando el gobierno se entera y decide de que hay que exterminar a los renacidos.
Mis habituales bajas expectativas contribuyeron a que el visionado de "Replicas" se saldase con una sensación bastante positiva. Tendría que haberlo sospechado al ver el logo de "Lionsgate" al principio. Incluso por el protagonismo de Keanu Reeves, especialista en interpretar a personas sufrientes que solo viven desgracias. Pero no, me temía que iba a ser un rollo patatero y, muy al contrario, ha resultado un rato entretenida. Facturada con solvencia y luciendo unos efectos más que dignos, la historia que cuenta no es que sea muy original, pero lo hace con dinamismo y logran mantener cierto suspense. Un thriller eficiente recomendado para aquellos que busquen pasar un buen rato sin mayores complicaciones.
El director, Jeffrey Nachmanoff, ya está currando en una nueva aventura de Jackie Chan.

POLAROID: Una vieja cámara polaroid (las tendencias retro mandan) cae en manos de la chica rarita -pero atractiva- de la escuela. Resulta que es aficionada a la fotografía, de ahí que le dé gusto apretar botones. Sin embargo, el aparato arrastra una maldición consecuencia de unos crímenes acontecidos en el pasado. Aquel a quien le hagas una foto es atacado por una terrorífica criatura (eso sí, con resultados totalmente carentes de la más mínima gota de sangre, incluso cuando a un pipiolo lo parten verticalmente por la mitad). Tras facturar una instantánea grupal y ver cómo los primeros comienzan a fenecer, la chica rarita y su aspirante a novio deciden investigar el origen de la cámara para detener al enfurecido espíritu que la habita.
Durante los primeros quince minutos de "Polaroid" te percatas de que lo que verás es el típico producto de terror juvenil, propio de quienes detestan el género pero se lucran con él (es decir, "Dimension Films"), perfectamente amueblado, interpretado, fotografiado, etc, etc, pero repleto hasta la bandera de fórmulas, topicazos y clichés. Y te preparas para ello. Tanto, que cuando, pasado ese tiempo la narración se desvía unos milímetros -y digo milímetros- de lo escandalosamente previsible, un mundo nuevo se abre ante tus ojos. En el fondo sigue siendo un producto trillado sin imaginación alguna, pero por comparativa con su arranque ahora lo parece un poquito menos. Y eso ayuda a que llegues al final sin agobiarte demasiado.

viernes, 24 de mayo de 2019

DIRECTOR Z, EL VENDEDOR DE ILUSIONES

José María Zabalza, director que quizás las hordas rancias de seguidores del fantaterror español  sobre valoran por tener en su filmografía un par de películas de horror y géneros afines, una de ellas de las peores películas de Paul Naschy, y la otra, una cosa insufrible cuyo mayor hándicap es que se rodó en tan solo un día, es un completo desconocido para el gran público e incluso si me apuran, para el especializado. Como fuere, Zabalza, es más conocido por aquellas anécdotas que cuentan que durante el rodaje de “La furia del hombre lobo” dejó escribir parte de los diálogos a su sobrino de 13 años, o aquella tan divertida que cuenta que se cruzó, a braza, la pista de baile de una discoteca. En ambas anécdotas, el director estaba borracho. Más allá de eso, dudo que muchos más le conozcan por sus westerns de serie B y medio pelo, o el sutil humor de su “Entierro de un funcionario en primavera” que le costó no pocos problemas con la censura y una categoría de tercer orden en aquella nefasta época en que una película podía tener mayor repercusión y éxito según las decisiones de un comité de evaluación. Sin embargo, no es un buen director, ni lo es tan malo como para que su historia genere un mínimo de interés. Digamos que, vida y obra de Zabalza, es muy del montón. Por eso extraña tanto que se le haga esta reivindicación, necesaria, porque aunque su obra es algo intrascendente se trata de un director de industria que trabajó toda su vida bajo mínimos y que al final de su carrera estaba durmiendo en un banco en el parque, y porque a pesar de todo, es un director con 20 películas estrenadas en cines. Y por supuesto, como con todo, tiene sus fanáticos e incondicionales, que serán más bien pocos, y para ellos va dedicado este documental, “Director Z: El vendedor de Ilusiones”.
Oskar Tejedor convoca a especialistas del cine de género, familiares del director y  gente que trabajó en sus películas, para contarnos su historia de la mano de estos invitados, en un documental de estructura de lo más formal. Se nos cuenta, material de archivo mediante y bustos parlantes (que es como a fin de cuentas ha de ser un documental de estas características), la historia en el mundo del cine de este realizador que, quizás más que ningún otro, tuvo que sacar adelante el ingenio ante las dificultades y mal vivir de su obra, mientras que jamás se le brindó ninguna distinción. No hay premios, ni menciones, ni grandes taquillas, ni buenas críticas en su filmografía. El público más formado, le conoce por las anécdotas citadas al principio de la reseña, y el resto, simplemente le ignora.
Así, Tejedor se saca de la manga este homenaje que pretende, como mínimo, ponerle en su sitio. Y eso siempre está muy bien, dedicarle un tiempo y una retrospectiva a un auténtico loser. Lo que pasa es que el personaje tampoco es lo suficientemente interesante como para que la hora y veinte que dura el documental no se nos haga eterna. Es un poco aburrido este “Director Z: El vendedor de ilusiones”. Llena de buenas intenciones, es mejor el hecho de que se trate de un documental sobre Zabalza en concreto, que todo lo que nos cuenta y como nos lo cuenta.
Con todo, un visionado no puede hacer daño a nadie, y menos al cinéfilo inquieto, que es el que se acercará a echarle un ojo a este documental.
Podía haber estado mejor, eso sí.

lunes, 20 de mayo de 2019

FLUJO

Uno de los cómics que más me ha gustado de cuantos he leído en los últimos años es este “Flujo” de Dave Cooper, recién reeditado.
Y es que de carácter underground, con esas viñetas en papel amarillento y tinta azulada, con un dibujo realizado a base de rayitas, no solo me entusiasma esa manera de dibujar que tiene Cooper, sino, por supuesto, y por encima de todo, esa extraña historia que cuenta que, por otro lado, tanto se puede asemejar a la realidad donde el asco y la excitación pueden ir unidos de la mano.
“Flujo” cuenta la historia de un dibujante que se dedica a realizar cómics por encargo para poder comer, que un buen día solicita una beca para realizar una exposición en torno a la imperfección de la belleza para la que tendrá que pintar una serie de cuadros de corte erótico. Le conceden esta beca y, en consecuencia, irá buscando por la calle mujeres imperfectas para que e sirvan de modelo. Un día, una de las chicas que abordó por la calle, gorda, purulenta y rematadamente fea, accede a posar para él hasta que, de tanto hacerlo, sin darse cuenta, comienzan una extraña relación tórrida y sexual. El dibujante tendrá que lidiar con los ascos, las neuras de su nueva modelo e incluso los celos.
Una historia perturbadora sobre una relación sexual —que no romántica— entre dos personas opuestas y las consecuencias de la misma.
Al margen de la buena técnica y estilo de Cooper, el interesantísimo guion y la fluida narración, hay que tener en cuenta un factor extrañísimo que me hace considerar más aún este cómic: leyéndolo, me he puesto verdaderamente cachondo. Que lo consiga un tebeo tiene mérito, pero que lo consiga un tebeo donde lo que te está contando es que un individuo se acuesta con una tía feísima, tiene triple mérito, máxime, cuando está todo dibujado de manera explícita y como tal, la purulencia y las carnes fofas de la protagonista femenina quedan más que patentes. El caso es que vivimos, junto al protagonista, la misma sensación de excitación que sufre él ante esta mujer monstruosa, y eso es porque estamos ante un verdadero genio de las viñetas.
Además de los cachondismos, es un tebeo cuya narración perfecta invita a seguir leyendo hasta el final, por lo que en una sesión concienzuda, nos ventilamos el volumen completo. Es una pasada.
Muy recomendable.

sábado, 18 de mayo de 2019

SESIÓN DOBLE STEPHEN KING : 1922 + CREEPSHOW

1922 : "1922" y "El juego de Gerald" son dos adaptaciones de sendos trabajos de Stephen King que el canal Netflix nos ha hecho llegar en formato de largometraje original. Mientras el segundo, que es el que tiene más buena prensa, me pareció una chorradilla algo pesada con un muy buen planteamiento desaprovechado, el primero, este que pasaré a comentar, ha sido una sorpresa bastante agradable. Veamos.
Un granjero orgulloso de las tierras que se curra diariamente ve como un día la propietaria de las mismas, nada menos que su mujer, quiere venderlas e ir a vivir a la ciudad. Tras darle vueltas, el hombre decide asesinarla y hacer creer a todo el mundo que se largó voluntariamente. Para ello lía a su inocente y atontado retoño y juntos, proceden. No hace falta decir que, poco a poco, las cosas se irán jorobando por efecto de una venganza desde el más allá cortesía de la asesinada (y de unas ratas).
Principalmente estamos ante un drama puro y duro que, lentamente, se va tornando cuento de terror... aunque esto último tampoco abunda mucho. El tempo no es lento, pero se toma las cosas con calma. Y la historia no brilla por su originalidad. Sin embargo, como película "1922" funciona. Ayudan su atmósfera. Su bonita fotografía. Su tono sombrío. Su, en general, muy buena factura. Y su reparto, en especial un Thomas Jane de protagonista al que, de buenas a primeras, no reconocía gracias a una lograda caracterización. A su lado otro rostro habitual, Neal McDonough.
Cuando "1922" acaba, te queda la sensación de que no has visto nada especial, ni excepcional, pero sí una peliculita sencilla, honesta, solvente y decente.


CREEPSHOW : Cinco historias donde el terror y un humor muy negro, y muy sutil, se hermanan para lanzar un afectuoso guiño a los legendarios tebeos de la editorial "E.C. Comics". Un cadáver que sale de la tumba reclamando su tarta de cumpleaños. Un paleto que se convierte en planta por efecto de un meteorito. Una pareja de amantes ahogada  en el mar de forma cruenta reclama venganza. La liberación de un temible monstruo de hambre infinita encerrado en una caja. Un huraño empresario con fobia a las cucarachas ve su peor pesadilla hecha realidad.
Clásico donde los haya, "Creepshow" aunaba los talentos de George A. Romero, Stephen King y Tom Savini (y Tom Atkins o Adrienne Barbeau, añado yo) en una película que, esencialmente, era un regalo para cualquier fan del cine de terror con buen gusto. Aunque fue un éxito rotundo en su estreno, recibió notables e injustificados palos por parte de crítica y cierto fandom (es absurdo que se cuestionara que todas sus historias giraban en torno a la venganza porque, justamente, así eran los comics de la "E.C."). Sin embargo, el paso de los años la ha puesto en su lugar como el canto a la imaginación y el placer audiovisual que es. Los diseños de las criaturas (impagables el zombie de la tarta y el monstruo de la caja), la admirable estética que gasta, propia de un comic (los encuadres como viñetas y, sobre todo, la iluminación de colores), las excelentes partes de animación, la maravillosa banda sonora y unos efectos especiales de la vieja escuela que hoy serían pasto de insaboro CGI (especialmente las cucarachas, totalmente reales y, por ello, totalmente escalofriantes). Todo en "Creepshow" es absolutamente delicioso. Una fiesta del terror, una película única, altamente disfrutable y muy recomendable. Más si se dispone de una versión en DVD o Blu-Ray, donde sus virtudes -sobre todo las estéticas- brillan como nunca.
Tuvo una segunda parte oficial que, aunque no llegaba a los mismos niveles de gozo, está muy consumible. Luego hubo varios intentos un poco bastardos de más secuelas y series, todas completamente olvidables e incapaces de mimetizar el espíritu y las infinitas bondades de un film tan irrepetible.

viernes, 17 de mayo de 2019

LA PESADILLA

Extraña y semidesconocida película de terror psicológico que ambientada prácticamente en un solo escenario y con Jeff Daniels casi como único protagonista, y que nos cuenta como al despertar una mañana, un hombre con insomnio, descubre que su mujer ha desaparecido sin comprender por qué. Mientras que la policía comienza la investigación, nuestro protagonista, además de practicar un adulterio con una de sus alumnas —es profesor— y ser el principal sospechoso, comienza ser testigo de cómo el ambiente de su casa se va enrareciendo hasta el punto de que tiene alucinaciones (o no) de bebés contrahechos y gigantes que reposan en su bañera o miembros amputados de su esposa (no sabemos si muerta o no) que cobran vida y de los que no hay manera de sorprenderse.
Densa y de cadencia tranquila, “La pesadilla” es un film angustioso e inquietante cuyo trabajo de ambientación minimalista y un sentido del suspense basado en  los pequeños detalles, consigue que una película donde predomina el parloteo insustancial —prácticamente, toda la película es el protagonista dando explicaciones de lo que hace a la policía— llegue, con muy poco, a provocar el desasosiego del espectador. Con lo cual, esta película de bajísimo presupuesto, pero de aspiraciones autorales, se ve con interés. Lástima que el final es demasiado previsible y trillado. Pero la película entera es un ejercicio de estilo, que aún siendo comparado por la crítica sesuda con Stanley Kubrick, en realidad parece que tenga sus ojos más bien puestos en la primera etapa de Polanski. En cualquier caso, la peli solo se quedaría en un competente y sugestivo intento de todo eso.
Jeff Daniels, que rara vez sale de plano, se echa la película a los hombros y la saca adelante a base de actuar poco y expresar menos. Pero le va bien, cualquier alarde de sobreactuación se hubiera cargado la película, y el soseras de Daniels con la cara de pánfilo, la mega papada que allá por el año 2000 ya ostentaba y la impasividad ante cualquiera de las situaciones que vive, contribuye a esa atmósfera perturbadora y de pesadilla que despide toda la película. Pese a que el título origina es “Chasing Sleep”, traducido, “Persiguiendo dormir”, el título castellano, “La pesadilla” esta vez le viene que ni al pelo a la película, pese a la simpleza del mismo.
Con capital entre el euro y el dólar al tratarse de una co-producción franco-estadounidense, “La pesadilla” nos presenta el debut de un interesante y práctico director de carácter independiente llamado Michael Walker, que sin prodigarse demasiado va filmando títulos que triunfan en los festivales siendo su película “El secreto de los Crawford” la más popular y exitosa hasta el momento. En el caso de “La pesadilla”, se tiró una larga temporada por festivales estadounidenses ganándose cierto prestigio hasta que la adquirió para su distribución Lions Gate, que no la estrenó en cines siendo esta material para su distribución directa a vídeo. Sin embargo, aquí en España si que se estrenó en dos o tres cines, aguantando en cartel poco más de una semana y dejando en taquilla cantidades irrisorias. Pasó totalmente inadvertida en su estreno, así como su paso por el formato videográfico, tampoco es que fuera muy destacable. Una buena película víctima del “tapadillo” que merecía mejor suerte. Aunque me temo que, pese a que se ha tratado de un visionado bastante disfrutable, no dure en mi memoria muchos años, ni meses. Puede que ni tan siquiera semanas. En cualquier caso, recomendable.

lunes, 13 de mayo de 2019

DOLOR Y GLORIA

Con Almodóvar tengo esa extraña relación amor odio que me lleva a rechazarlo o a admirarlo según que película —al margen de todo aquello de los papeles de Panamá o el cine subvencionado, matices estos que van más allá de lo meramente cinematográfico— y según que época. Me entusiasma el Almodóvar de finales de los 70 y primeros 80, el Almodóvar más contracultural, me la trae floja el de los 90, el Almodóvar auto consciente de su estatus internacional y que se auto explota, y detesto profundamente el Almodóvar de la década de 2000, aquél que pasa de ser un director casi punk a convertirse en un director para viejas. Ahora, en la presente década que finaliza, tenemos a otro Almodóvar, que es el que en su senectud, no sabe muy bien el suelo que pisa ni lo que quiere hacer, deambulando por todo su universo, pero como con un puestón de valium. En esa etapa, ha parido sus mayores despropósitos de vieja amargada, ya sea su intento  de regresión a la comedia alocada de antaño con la espantosa “Los amantes pasajeros” o el mas absoluto drama con la insulta y horrorosa “Julieta” que odio con todas mis fuerzas; pero  sin embargo, también es capaz de concebir sus mejores películas, como aquella locura con querencia por los géneros populares —sin dejar de ser una película para viejas— que es la maravillosa “La piel que habito” o esta carta de amor a sí mismo, esa oda al ego con consenso del populacho que es “Dolor y gloria”, que califico como una de sus mejores películas y además de largo.
No tenía ninguna confianza en esta película en la que comete un acto de soberbia tal como es inspirarse en sí mismo, hasta que una vez vista compruebo que funciona como catarsis. Almodóvar se pinta a sí mismo como un viejo que está solo, comido por la enfermedad y los dolores y al que ya le aterra la imposibilidad de seguir trabajando. Así pues, viejo y cansado, se aleja de todo el petardeo que le ha acompañado durante todos estos años, y sin dejar de ser Almodóvar, cierra una etapa, acepta su edad (está a punto de cumplir los 70) y preveo que durante los nuevos años 20, quizá Almodóvar, sin la lacra de la taquilla a sus espaldas (recordemos que en un momento de su carrera llegó a meter hasta cuatro millones de espectadores en las salas; “Dolor y gloria”, que mientras escribo estás líneas está en la fase final de su paso por cine, apenas llega al medio millón de entradas vendidas), haga, todavía, las que pueden ser sus mejores películas y puede que “Dolor y gloria” sea el inicio de esta etapa.
“Dolor y gloria” tiene sabor a clásico, a gran cine, pero al margen de toda esta farfolla, de las pedanterías que se han escrito y demás intereses creados alrededor de su cine, lo que es, es una muy buena película, con una puesta en escena estupenda, con una historia cercana e interesante que quizás no funcionaría tan bien si el espectador no supiera que el protagonista, Salvador Mayo (en cuyo nombre podemos encontrar el de Almodóvar) es en realidad el alter ego de  Pedro Almodóvar (la película nos gusta, porque estamos mirando a Almodóvar a través de una cerradura), y que, por encima de la dirección, el peso de toda ella recae en la interpretación estupenda de un Antonio Banderas que combina algunos trabajos en su país natal, en el que se va a jubilar, con esos films de acción americanos para la televisión por cable, que por otro lado, y a su manera, tanto nos gustan. Banderas está que se sale.
Pero la película está, por encima de todo, entretenida, es interesante y cotilleamos a un Almodóvar achacoso, que tontea con la heroína para paliar el dolor y que nos muestra sus miserias, cosa que está muy bien, porque lo cuenta, también, muy bien.
La sinopsis sería esta: Un viejo director de cine que ha disfrutado de las mieles del éxito, no se ve precisamente en su mejor momento profesional y, además, se encuentra convaleciente por sus muchas dolencias. Así, a base de flashbacks, somos testigos de momentos de su infancia, a la vez que tiene varios encuentros con personas relevantes de su pasado.
Un melodrama estupendo. Incluso recomendable.
Junto a Banderas tenemos a Asier Etxeandia (horroroso actor) Penélope Cruz (también espantosa), Leonardo Sbaraglia, Raúl Arévalo o Julián López. Pero dan igual todos ellos, la película entera es Antonio Banderas.

domingo, 12 de mayo de 2019

APAGADAS ESTÁN LAS LUCES

Llevaba tiempo queriendo recuperar algunos libros de la mítica colección ochentosa "Super Terror" según las artes editoriales de Martínez Roca. De chaval me fascinaban, no tanto por su contenido como por el aspecto, el diseño, el formato y las notorias ilustraciones de portada, cortesía de Horacio Salinas Blanch. Ya saben -o deberían- que no me gusta demasiado leer ficción. Únicamente lo he hecho cuando la ocasión ha sido especial, como con las dos novelas originales de "Death Wish". En este caso el motivador era la dulce y terrible nostalgia. 
Curiosamente, solo hay un escritor del que me he leído más de un libro. Concretamente dos. Y no, no es Stephen King. Es Richard Laymon, a quien Martínez Roca editó tres obras, la reseñada, "El Sótano", que también me leí, y "Sangre en el bosque", que no logré terminar. Por ello me hacía especial ilusión recuperarlas. Cosa que conseguí -en parte- visitando una tienda de antigüedades y rebuscando en los estantes sin esperar nada de nada. Menuda alegría me llevé cuando localicé tres tochitos de "Super Terror" y uno de ellos era... este.
"Apagadas están las luces" cuenta la historia de un cine donde se proyectan las películas "snuff" que confeccionan una panda de psicópatas. Aunque quedarse con eso sería no hacerle justicia al libro, porque en realidad esa es una especie de trama secundaria, de fondo. La realmente principal se centra en un trío amoroso. Una escritora a quien su marido le pone los cuernos con una auténtica zorruna despiadada. Cuando las evidencias de que hay infidelidad se hacen demasiado evidentes, la chica se lía con un detective del que se enamora perdidamente a pesar del mosqueo del marido legítimo, que sigue ocultando que se folla a otra y decide matar al recién llegado. Aunque parezca mentira, las tres narraciones terminarán confluyendo en las últimas páginas. Me mola especialmente cómo se lo monta Laymon para que la escritora descubra el pastel de las pelis "snuff", es un giro que un lector menos tonto que yo habría podido ver venir. Pero a mi, oiga, pues me sorprendió.
Antes de ponerme a leer "Apagadas están las luces", y teniendo en cuenta que no me acordaba casi nada de la primera vez que lo hiciera siendo jovenzuelo, me esperaba una trama más lineal, propia de una peli de terror de segunda llevada al formato "letril". Sin embargo, fue grato descubrir que no, que el modo de estructurar los hechos y tal lo era todo menos previsible o convencional, cosa que hizo la lectura más interesante, a pesar de ese tufo culebronesco. Las secuencias netamente de horror tampoco son tan brutales como las pintaban, aunque sí hay una, que sucede durante una cena en la que se sirve carne humana, capaz de dejarte un poso así como incómodo.
En resumen, una lectura bastante amena gracias al estilo directo y dinámico de Richard Laymon.
Ya tengo "El Sótano" en camino.

viernes, 10 de mayo de 2019

SWAMP APE

Hollyward es una empresa —es un decir— bajo la cual se auspician las películas de Geoff Ward. Ward es un exculturista que, absoluto adorador del body building, un buen día decide hacerse actor con el único fin de lucir palmito; no solo es un cachas, también es un guaperas. Así, y empezando la casa por debajo, comienza a patearse los clubes de comedia de Florida, dejando en los escenarios su impronta en forma de monólogos de humor.
Obviamente, sus capacidades actorales son limitadas, por lo que comienza a aparecer en películas de bajísimo presupuesto para su explotación en vídeo. La más destacada de sus intervenciones sería en la muy pobretona, aunque oficial, “Despedida de soltero 2” en un papel minúsculo. Sin embargo, durante la pasada década, la proliferación de la serie Z más chabacana y de baratillo abrió los brazos ante Ward dándole papeles en algunas de sus películas. Productoras más pequeñas que “The Asylum”, productos filmados en vídeo y  de procedencia conscientemente chunga, le incluían en sus castings apareciendo en títulos que incluso se hicieron populares allende los mares como, por ejemplo, “El ataque del tiburón de dos cabezas” de Chris Ray (el hijo de Fred Olen Ray) o en la proto gay “1313: Hercules Unbound!” perteneciente a una saga perpetrada por David DeCoteau. En definitiva: se trata de un actorcillo de tercera regional.
Pronto vio que hacer una película como en las que él intervenía no era muy difícil, por lo que en 2017 se lanza a producir, escribir y protagonizar su propio film con un presupuesto de 20.000 dólares. Este tipo de películas de bajísimo presupuesto, están a medio camino entre lo amateur y lo semi-profesional, por lo que suelen ser todas un truñazo de considerables dimensiones y todas ellas carentes de personalidad; esta “Swamp Ape” la dirige Geoff Ward, pero podría pasar por una de las del Mark Polonia de los últimos años.
Resulta que los USA, lugar este que está cuajado de leyendas urbanas, no contentos con el mito de Bigfoot tienen también, y perteneciente a los pantanos de Florida, el Swamp Ape o Skunk Ape, una especie de hombre mono que pulula por esa zona y que es reconocible por el hedor a mierda que desprende. Por lo demás, tiene el mimo comportamiento que un Bigfoot. Y basándose en esa leyenda, Geoff Ward se monta su propia película sobre este mono de las charcas en la que un grupo de estudiantes y su profesor se adentran en los pantanos de Florida con el fin de hacer una investigación de la zona cuando son asaltados por este simio que irá acabando con ellos de manera hiper-violenta. Toneladas de jarabe de arce, algunas tetas y lo mejor de todo: Un señor disfrazado de mono al que se le nota hasta la careta.
Una soberana tontería que no es que sea auto consciente de su condición de zetosa, es que se recrea en ella y, en lugar de intentar camuflar sus carencias, las intensifica con el fin de provocar al espectador unas risas. A buen seguro que el simio podría haber estado algo mejor —porque si tienen pasta para sangre, han de tener para algo de maquillaje y látex digno— pero se opta por un disfraz de mierda y una careta que deja asomar parte del rostro humano del actor que hay debajo. Un desbarajuste en intenciones. Sin embargo, y aquí está lo chocante, por lo demás la película se toma en serio a sí misma, no hay ni una gota de humor y entonces, al estar todo en ella tan intencionado, pero no tirar de humor ni por un momento, el espectador se queda perplejo porque una de dos: “Swamp Ape”, o es la obra de un payaso redomado o de un deficiente mental. Viendo la pinta de Geoff Ward, en ningún momento podemos descartar que sea ambas cosas. Como fuere, la película es una contradicción en sí misma. Es como si en su condición de auto parodia se desprendiese, paradójicamente, de todos los elementos paródicos. Una cosa rara.
Por lo demás, aburrimiento y sensación de, a estas alturas, haber perdido la capacidad de disfrutar de este tipo de películas tan rematadamente, no ya incompetentes, si no inútiles. Lo único bueno de la cinta, es que como solo dura una hora, justo cuando de la mala hostia estás a punto de cagarte en la puta madre que parió a quién sea, va y se acaba.
No tengo ni idea de si Ward habrá hecho algo de dinero con esta película, pero lo que si es cierto es que, colgada por él mismo en youtube, ya ha superado las 50.000 descargas, lo que, visto lo visto, no se si es un mogollón de visionados, o muy poquitos.

miércoles, 8 de mayo de 2019

ESPAÑA HA CAMBIADO... O NO + MICRO GAGS DE ANDRÉS PAJARES.

Andrés Pajares, amigo de este blog, ha tenido el detalle de cedernos algo de su material inédito. Por un lado, unos micro gags en 35 mm. y por otro, una serie de películas en súper 8 que recopilan una serie de filmaciones que le servían al actor para proyectar como parte de sus espectáculos teatrales en “El Biombo Chino” allá a finales de los años 70. En ellas, vemos a Pajares entrevistando, en plan guerrilla y en clave de humor, a gente real de la calle y esta recopilación de películas las hemos aglutinado en una sola bajo el título de “España ha cambiado… o no” que ha sugerido el propio Pajares. Nos ha cedido este material en crudo y nosotros lo hemos montado y puesto a disposición de todos ustedes a través de Youtube. Sin más, disfrútenlo en exclusiva.



lunes, 6 de mayo de 2019

HAZ LA LOCA, NO LA GUERRA

Un grupo de homosexuales con las manos muy largas (para robar, no para golpear), salen de la cárcel. Fuera, como buenas mariquitas, se dedican a colmar de atenciones a la nueva cantante de moda, Lola Reyes, cuya madre, controladora y déspota, solo deja que se relacione con homosexuales, no sea que se la desfloren. Por otro lado, un joven y apuesto galán se enamora de la chica y se presta a pintarle un retrato. Como los mariquitas, partidarios de esa relación,  saben que no tendrá nada que hacer ante la madre como heterosexual, le colarán en esa santa casa como si fuera uno más de la troupe, así que haciéndose pasar por gay, seducirá a la muchacha y pintará el retrato.
El inefable José Truchado pone al servicio de una emergente Lolita sus habilidades tras la cámara  para una película llena de buenas intenciones, pero, como diría cierto crítico cinematográfico, “difícilmente empeorable”. Y es que Truchado es uno de esos directores de los cuales me cuesta creer que haya tenido una carrera, aunque por otro lado, me encanta que la haya tenido. Sobre todo por que no se le reivindica, ni como buen, ni como el peor de los directores patrios.
Al margen de esto “Haz la loca… no la guerra” sería una de las películas, tras la muerte de Franco,  que darían visibilidad y normalidad a personajes homosexuales, si bien, estos aparecen retratados en el film como un manojo de estereotipos —son todos locazas— e interpretados por actores clásicos del cine español completamente heterosexuales, que no consiguen, a pesar de sus dotes interpretativas, hacer creíble a estos. Antonio Ozores, que interpreta a uno de los mariquitas, se limita a hacer de Antonio Ozores, y sabemos que es homosexual porque se hace referencia en algún momento, pero no porque en su actuación nos lo deje claro. Con todo, en sus memorias, Ozores dice que le hizo mucha ilusión interpretar a un homosexual. Pedro Valentín, Alfonso del Real, Tony Isbert, que exudan heterosexualidad por todos sus poros, consiguen, asimismo, interpretaciones vergonzantes. Sin embargo, estas no desentonan con el tono caótico e incompetente que destila toda la cinta ya que, como todo el cine de Truchado, este adolece de una total falta de ritmo, de gracia y de ideas. En definitiva, esto es un coñazo de los que hacen época. Además, comprender la simple trama, se convierte en una tarea ardua para el espectador, justamente por la mala ejecución del guion, que está tan mal llevado a escena, que resulta de lo más confuso e inentendible.
El guion curiosamente está firmado por un tal José Gonmac, que no es otro que el productor Enrique González Macho, que firmaría bajo pseudónimo uno de los dos guiones que escribiría antes de convertirse en todo un mecenas del cine español más ortodoxo y exhibidor con cada vez menos cines en su haber.
Por otra parte tenemos dentro del grupo de homosexuales protagonistas, la presencia de un gran artista del mundo gay de los 60 y 70, Paco España, que al margen de colar en el film alguna que otra canción, nos regala uno de los papeles protagonistas del cual no nos podemos hacer una idea muy acertada de cómo fue, dado que su personaje aparece doblado nada menos que por el gran Pepito Moratalla. Y quizás lo sea por su condición de homosexual real, pero del grupo, lógicamente, es el único que da el pego.
Como anécdota, decir que este es uno de los primeros papeles de Lolita en el cine. Su carrera como actriz quedó truncada hasta los albores de la pasada década, cuando fue nominada al Goya como mejor actriz revelación por su intervención en la película “Rencor”, en parte, por culpa de esta película. Al verla sus padres, Lola Flores y “El Pescailla”, quedaron muy descontentos con el resultado, y controlando como controlaban la carrera de su retoño, rechazaron todos los guiones que vinieron después, que dicho sea de paso, estaban todos adscritos al destape, por lo que no volvió a actuar en 30 años.
Mala a rabiar, su poca importancia se debe más a un contexto histórico y a unas circunstancias, que a su calidad cinematográfica que es nula: ¡Es de Truchado!

sábado, 4 de mayo de 2019

SESIÓN DOBLE : JEEPERS CREEPERS 3 + JIGSAW : EL JUEGO CONTINÚA

JEEPERS CREEPERS 3 : Pasados dieciséis largos años desde la segunda parte, no esperaba nada demasiado bueno de "Jeepers Creepers 3". Me había auto-convencido de que era una película a destiempo. También de que, probablemente, se habría facturado con muchos menos medios que sus predecesoras y con fines meramente mercantiles. Ahora que la he visto, puedo decir aquello de: Celebro haberme equivocado. Puede que esté hecha con menos medios, pero desde luego no se nota.
"Jeepers Creepers 3" se sitúa justo entre las dos primeras entregas. La ya icónica criatura alada se limita a ir cazando seres humanos que guarda en su destartalada furgoneta mientras los agentes de la ley, y un grupo de linchamiento, van tras su pista. Paralelamente tenemos a una mujer en cuyo jardín reposa enterrado cierto "objeto" que el monstruo reclama y el inevitable romance adolescente que, para variar, no molesta ni irrita.
Lo que más me sorprendió de esta tercera parte es que evita caer en lo acomodaticio y resulta hasta medianamente imprevisible. No es que sea lo más original del mundo, pero su director y guionista, Victor Salva, aporta ideas, giros y enfoques un poco distintos, desviándose de caminos trillados. Eso en lo narrativo, porque en lo visual también logra momentos
genuinamente potentes, destacando en especial el cara a cara del monstruo y el personaje armado con una potente ametralladora que interpreta Stan Shaw. Puro suspense. Y luego tenemos la furgoneta, que es casi como la versión diabólica de un automovil própio del James Bond de los buenos tiempos.
En resumen, no es que me haya hecho vibrar ni alucinar, pero sí reconozco que "Jeepers
Creepers 3" logró superar mis expectativas (que eran muy bajas) y prácticamente salvarme del aburrimiento, cosa esta que es lo que me suelen aportar últimamente casi todas las películas que veo, especialmente las de género fantástico.

JIGSAW:EL JUEGO CONTINÚA : Nueve años después del último título de la franquicia "Saw", y cuando ya la dábamos por enterrada, sale a la luz una octava entrega. ¿El motivo?, desconocido. Pero es evidente -y significativo- que ha sido confeccionada pensando en aquel público que no ha visto todas o ninguna de las previas, y aquel -en el que me incluyo- que las ha visto y, llegado cierto punto, se perdió completamente.
El escenario es familiar: Varias víctimas obligadas a jugar a uno de los mortales, ingeniosos y retorcidos juegos de Jigsaw, deben confesar crímenes ocultos o morirán de las formas más dolorosas imaginables. Paralelamente tenemos a los policías y forenses investigando e intentando localizar la guarida antes de que no quede nadie vivo. El tiempo corre y el suspense se acumula. Ambas tragedias se van entrecruzando, lo que le da al conjunto un ritmo imparable que se mantiene hasta el final y hace el visionado un rato entretenido.
La truculencia es algo más contenida que los dos títulos previos, pero sigue presente y reserva alguna "joya" como la brutal muerte que cierra el show. El elemento sorpresa propio de la saga -siempre discutible pero efectivo-  también está.
Dirigen los solventes Hermanos Spierig.

viernes, 3 de mayo de 2019

EMMANUELLE 2, LA ANTIVIRGEN

Regresan, un año después, los excéntricos millonarios “Swinger” más famosos del cine, en una secuela que explota el filón  y el rastro que dejó la innovadora cinta de Just Jaeckin, “Emmanuelle”, siendo esta segunda parte nada más que un producto mercantil rodado sin ganas, sin pasión y, sobre todo, sin el sentido de la estética de su predecesora, aunque, paradójicamente, se trata de una de las secuelas favoritas de los estudiosos.
No es que “Emmanuelle” tuviera un brillante guion o un argumento sobrecogedor, pero si que fue un hito que revolucionó el mercado del cine erótico amén de convertirse en un título icónico de la historia del cine y todo ellos por méritos propios. Sin embargo, “Emmanuelle 2: La antivirgen”, se queda con la idea de base, esto es, un matrimonio liberal que, sin problemas económicos, se entregan al placer, juntos o por separado, en exóticos parajes asiáticos. Y nada más. A esa premisa le secundan una buena sucesión de escenitas eróticas, tríos, numeritos lésbicos y demás, donde lo más exótico que podemos ver es a Emmanuelle montándoselo con un tío lleno de tatuajes. Por lo demás se trata de una película vacía, sosa, y de descuidada fotografía —aunque su intención sea emular, como buenamente se pueda, a la original—, cuyo resultado es igual de malo o incluso peor, que cualquiera de los exploits que fueron apareciendo posteriormente, que dicho sea de paso, aguantan mejor el chaparrón de los años que las secuelas oficiales. Aquí no hay nada de cámaras cubiertas por velos, no  hay una sugestiva banda sonora y lo que es mucho peor, se ha quedado tan anticuada que  ni tan siquiera pone cachondo a uno/a, cosa que su antecesora todavía consigue.
Por otro lado, en una escena en la que nuestro matrimonio disfruta de una serie de masajes ejecutados por bellas y menudas señoritas de exóticas razas mezcladas, vemos que una de ellas es nada menos que Laura Gemser. Gemser, sería poco después, y en consecuencia a su aparición en esta cinta, la no menos mítica Emanuelle negra que tantas y tantas películas, descabelladas, subidas de tono, locas y divertidas protagonizó, que son el legado de derribo que dejó el tremendo éxito del “Emmanuelle” original.
“Emmanuelle 2: La antivirgen” no es la peor de las secuelas oficiales, pero sí que estaría muy cerca de serlo y sería un preludio de lo que vendría en el futuro con una decadente Sylvia  Kristel muy deteriorada por las drogas y actuando con el piloto automático, convirtiéndose en otras películas, en poco más que un caricato que muestra las tetas, como se vería en alguna que otra producción de la Cannon donde se muestran evidencias de esto que digo.
Poco más que decir. Sólo para completístas.
Dirige la función el enigmático Francis Giacobetti, que no volvería a dirigir película alguna, pero que produjo, para su escarnio, la cuarta parte de la franquicia.