lunes, 22 de octubre de 2018

EL CONSENSO

“El Consenso”, película 100% destape rodada a toda prisa por Javier Aguirre, resulta un extraño revulsivo para la otra gran corriente pajillera de la época, el cine “S”.  De hecho, “El Consenso” se sirve de la existencia de esa nueva clasificación para hacer algún que otro chascarrillo, algún que otro chiste. Sin embargo, al final la película es una cosa de lo más vulgar y primitiva que, aún haciéndome cierta gracia, su existencia justifica el trato peyorativo que las películas de destape tuvieron por el nuevo cine bienpensante a posteriori, lo que, como muestra de ello, este estatus le concede un valor añadido.
Cuenta la historia de unas prostitutas que quieren tener mayor presencia en su región. Sin embargo, un grupo de señoras beatas hará todo lo posible para erradicar la prostitución de la zona. Una de estas beatas es la novia del farmacéutico y no mantiene relaciones con él hasta que se casen, por lo que este está salido como un mono. Las putas, aprovecharán esta situación para obligar al farmacéutico a tener sexo con ellas. Tras pegarse el festival, el farmacéutico se vuelve el principal benefactor de las prostitutas.
Como ya he dicho, la cosa tiene cierta gracia, pero conociendo los modus operandi de Aguirre, a él esta película no le hacía ni puñetera gracia, por lo cual la descuidó en exceso.
Sin embargo es una película un tanto ignota que viene bien descubrir (o redescubrir) sobretodo para dejar claro que las películas de Pajares y Esteso, adscritas al destape, son un alarde de sutilidad y buen gusto, comparadas con otras como  esta (y tantísimas otras) que apelan bastante más a lo chabacano y los bajos instintos. Con todo, igualmente interesante.
Sobretodo, el principal valor de la cinta reside en  poder ver a Ricardo Merino como protagonista, cambiando de registro según le conviene al personaje —saltando de farmacéutico virgen a chulo de putas de escena a escena, sin inmutarse— . Por otro lado, también es siempre un placer  para los sentidos poder ver a Azucena Hernández, que interpreta a la criada de la beata novia del farmacéutico, gracias a la cual, la beata, interpretada por Helga Line, dejará de serlo tanto, y que, como en la mayoría de las películas en las que intervino Hernández, vemos como Dios la trajo al mundo. Aunque yo siempre he defendido que tras el San Benito que tiene colgado por el tema este del destape, en Azucena Hernández siempre encontré una simpática, pizpireta y cómica actriz.
También tenemos a Antonio Garisa, ya entrado en la tercera edad, dando vida a un obispo que frecuenta y defiende los burdeles, mientras que en un tercer plano tenemos la intervención, muy secundaria, de Eloy Arenas y Manolo Cal, cuando eran el dúo cómico Arenas y Cal.
Curiosa, sin más.