lunes, 17 de diciembre de 2018

SOLTERO Y PADRE EN LA VIDA

“Soltero y padre en la vida”, al margen de tratarse de un film alimenticio de tantos que realizó Javier Aguirre, que a su vez explotaba el tirón de otra película también de su autoría para lucimiento de Lina Morgan, “Soltera y madre en la vida”, dónde una señora tiene que cuidar un niño sin ayuda de padre alguno, es un film de consumo y uso absolutamente popular que nos presenta la geometría de un Javier Aguirre, artesanal, mercenario, en absoluta forma física. En esta vuelta de tuerca, un meapilas  interpretado por el estupendo José Sacristán pre-pedantismo, se enamorisquea de una hippie —con la cara y forma de Nadiuska— que vive en el piso de enfrente. Cuando esta trata de escapar, ya que es detenida junto con los hippies con los que vive, por escándalo público, se afincará en casa de este meapilas, teniendo con él una relación sexual. Queda embarazada, pero como es una hippie, decide largarse de allí dejando el bebé al cuidado del  hombrecillo, que como buen macho, no tiene ni idea de cuidar a un niño. Así que comienzan las descacharrantes peripecias de este hombre con un bebé.
Y se podría hablar del subgénero de “Papás solteros” con esta cinta y tantas otras que hay de semejante índole y que fueron un éxito de taquilla (a saber; “Las locas peripecias de un señor mamá”, “Tres solteros y un biberón”, “Un genio en apuros”…)
Por otro lado, la película refleja una España del franquismo en la que los hombres no sirven para cuidar niños y las mujeres traen esos cuidados de serie. El personaje de Florinda Chico, vecina cotilla del personaje de Sacristán, acude al rescate ya que aunque nunca ha tenido hijos, sabe exactamente que hacer porque, y cito textualmente, “las mujeres, ya se sabe”. Asimismo, el jefe del personaje de Sacristán, interpretado por un enorme Antonio Ferrandis, al que no se sugiere ninguna ideología política, pero que por su modus operandi suponemos de extrema derecha, es un acosador sexual de padre y muy señor mío que no hace más que soltar improperios —y vanagloriarse de ello— a cualquier fémina que se le pone a tiro durante toda la película. Todo esto, sin condenarlo, mostrándolo con cierta chufla, como si fuera normal.
No es para llevarse las manos a la cabeza siendo una ficción de 1972, lo triste es que este tipo de seres existen hoy en pleno 2018. Sin embargo es una actitud condenable de una película de otro tiempo dónde todo funcionaba de otra manera. Por ello a día de hoy se le critica. Bien, yo no quiero este tipo de seres en la vida real, pero en una película, son inofensivos. Lo fueron en los setenta y lo son hoy. Lo demás, son tonterías, así que, pasen páginas, señores defensores de los valores humanos, la moral y la corrección política.
Por otro lado, decir que si tuviera que poner un ejemplo de lo que entiendo por “Españolada”, uno de los que pondría, sería este “Soltero y padre en la vida”, que responde a la etiqueta como si la película hubiera sido concebida para ella.
Y sin más, tan solo decir que se trata de una película dinámica y divertida, con un pulso narrativo y cómico como solo podían tenerlo aquellas “españoladas” y que casi 50 años después de su concepción, esta película se disfruta ¡a las mil perfecciones!
Para pasar el rato, que es lo que yo pretendo cuando me pongo una peli, aunque esta sea de arte y ensayo, “Soltero y padre en la vida” es una película adecuadísima. Compruébenlo.