martes, 28 de enero de 2025

THE LAS VEGAS STRANGLER

“The Las Vegas Strangler”, estrenada
de tapadillo y en cines para adultos bajo el título de “No tears for the dammed”, es una de esas películas a las que posteriormente se les perdió la pista y, llegados los 80, fue considerada oficialmente extraviada e ilocalizable, sin una sola copia disponible. Hasta que, como suele ser habitual, un día algún investigador da con su paradero (en este caso las buenas gentes de Vinegar Syndrome), la restauran y ponen en circulación.
“The Las Vegas Strangler” forma parte de un maravilloso "pack" que recopila un buen número de estas películas L&F (lost & found, perdidas y encontradas), junto a joyas de lo ignoto como puedan ser “Barbara” o “The rare blue apes of cannibal isle”.
Algunas bobinas recuperadas estaban muy deterioradas e incompletas y, finalmente, lo que tenemos en circulación es un montaje lo más fiable posible al original, un 90%. El final de esta versión queda amputado abruptamente, porque no había más película con la que contar.  No importa, nada de todo eso afecta a la comprensión de su trama. Y es que, en cualquier caso, tampoco hay mucho que comprender, porque plantea una historia simple, cristalina y deliciosamente misógina.
Se trata de una de las muchas consecuencias fílmicas de “Psicosis”, esta vez deambulando por los derroteros del “sexploitation”, dando como resultado una de las primeras muestras de cine de asesinos en serie mezclado con dosis de sensacionalismo, tetas, culos, e incluso porno soft, con una serie de secuencias sin mucha relación con lo que nos cuenta la película, y que tienen toda la pinta de ser insertos que, en su momento, introdujeron los responsables de la primera versión. Estos son de folleteo, con culos peludos y masculinos culebreando en posición concupiscente.
Una pizpireta prostituta parece quedar prendada de un apuesto caballero, que acude al local en el que ella trabaja a beberse su whisky. Tras una mala experiencia con un cliente, esta es rescatada por el galán, que le saca de ese antro y, rápidamente, se casa con ella en Las Vegas.
Todo parece ir muy bien entre el matrimonio, pero resulta que el individuo, en sus ratos libres, asesina a toda mujer que se cruza en su camino, dejando una marca muy diferenciable; les corta mechones de pelo con las mismas tijeras de costura con las que las mata. Por supuesto, nuestro asesino es un tipo traumado por culpa de su madre, una señora castradora y dominante, y cierta pulsión homosexual que lo acompaña desde niño, motivo por el cual también rechaza a los gays, golpeándolos cuando estos le seducen al detectarlo en bares de copas como a un igual.
Está francamente bien esta “The Las Vegas Strangler”, probablemente sea una de las películas más retorcidas y atrevidas de la época. No es tan grafica como otras muestras del género (Herschell Gordon Lewis ya andaba por ahí haciendo de las suyas) pero las intenciones quedan claras, amén de no cortarse a la hora de incluir, dentro de los personajes principales y como la buena de la función, a una prostituta con todas sus letras, cosa que me resultó extraña por muy "exploit" que sea la película. Al margen de esto, lo que sucede con “The Las Vegas Strangler” es que, a pesar de estar incompleta, se sigue con facilidad porque, en esencia, es muy entretenida y desquiciada, llena de tetas y chotos, algún que otro numerito de burlesque y picaruelo, y un buen puñado de asesinatos a los que, eso sí, se les escatima la sangre. Pero es de esas películas que, más allá de aparecer en las latas tras lustros perdidas en cualquier sucio almacén (cada vez hay más), le deja a uno la sensación de haber visto una joyita, una obra a tener en cuenta, y más cuando la mayoría de estos productos vindicados a través de la arqueología cinéfila, suelen ser, por norma general, un auténtico mojón de vaca. Este no, este, sin ser una maravilla, es estupendo.
Del director, William Collins, poco se sabe. No aparece acreditado en ninguna película más, a parte de esta. Se trata de un cineasta local de Las Vegas que utilizó su ciudad natal para ambientar la cinta, así como retratar lugares arquetípicos de la zona o filmar varios de los distintos espectáculos que allí se podían ver.