Un adolescente ingresa en un hospital pues le van a intervenir en una novedosa práctica que puede curarle el cáncer. Dicho proceso solo es fiable en un tres por ciento, por lo que no tiene ninguna esperanza. De repente despierta en una sucia habitación llena de sangre, donde es observado por un sádico a través de un agujero. Oculto tras una mascara, este aparece de vez en cuando y bien le taladra el cráneo, o le corta la piel a jirones, o le inyecta un extraño líquido en el cuerpo. Ante el horror del muchacho, le dice que se relaje, que no quiere matarle, sino salvarle la vida.
Estamos ante la típica película que se desarrolla en único decorado sin más que uno o dos personajes y, aunque tiene momentos bastante sangrientos y logrados, a la larga no deja de ser un coñazo de tres pares de cojones… aunque en este caso es un coñazo moderado.
Lo bueno (y la gracia) radica en su condición de producto semi amateur, donde, a pesar de una muy cuidada iluminación, se nota que las paredes del habitáculo son de cartón, y también cierto alargamiento de escenas que no nos cuentan nada por aquello de alcanzar la duración mínima exigida.
Estamos ante la típica película que se desarrolla en único decorado sin más que uno o dos personajes y, aunque tiene momentos bastante sangrientos y logrados, a la larga no deja de ser un coñazo de tres pares de cojones… aunque en este caso es un coñazo moderado.
Lo bueno (y la gracia) radica en su condición de producto semi amateur, donde, a pesar de una muy cuidada iluminación, se nota que las paredes del habitáculo son de cartón, y también cierto alargamiento de escenas que no nos cuentan nada por aquello de alcanzar la duración mínima exigida.
Chris Schwartz se ha pillado a su hermano Donovan Schwartz y, juntos, han parido una peli, dentro de lo que cabe, visible. El dire sale acreditado también como actor, iluminador, montador, guionista… todo.
No se, siento simpatía por este tipo de productos.
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