lunes, 18 de diciembre de 2017

INTERIOR. LEATHER BAR.

Me hace gracia la carrera que lleva James Franco, primera estrella Hollywoodiense, que no hace ascos a un drama desgarrador, como tampoco a protagonizar —y guionizar— la comedia más gamberra que se le ponga a tiro, siendo incluso nominado al Oscar por papeles como el que interpretó en “127 horas”.
Todo esto no es óbice para que en su tiempo libre, dirija películas que van desde el cine casero más extraño, al arte y ensayo más pedante, pasando por la vanguardia más feroz, en films que muchas veces solo se estrenan en festivales, si es que llegan a hacerlo. De esta vertiente en Internet ya se habla de que una de sus últimas películas “The Disaster Artist”, inspirada en el libro del mismo título de Greg Sestero del mismo nombre, que narra los avatares del rodaje de “The Room”, y que muchos dicen que es cercana a la obra maestra. Habrá que verlo eso.
El caso es que James Franco es un hombre de cine (de TODO el cine) y solo por eso me cae bien, y siempre que puedo, o me entero de su existencia, suelo ver las películas de corte independiente que suele realizar, aunque a sabiendas de que la mayoría de las veces me voy a encontrar con un mojón encorsetado. No es el caso de “Interior. Leather Bar”.
Esta pieza absolutamente vanguardista que deambula entre el documental y el vídeo diario, sin llegar a ser una cosa del otro mundo, si que resulta de lo más interesante.
El planteamiento es el siguiente: Como a la película “A La Caza”, se le cercenaron 40 minutos de metraje para que pasara censura —metraje este que se perdió después— y no le encalomaran una X, Franco y el co-director Travis Mathews, deciden recrear (imaginar más bien) esos 40 minutos que faltan a la película teniendo en cuenta que en ellos solo había escenas de sexo explícito homosexual en los que se sugería que el personaje de Al Pacino, participaba en esas prácticas sexuales. Bien, pues “Interior. Leather Bar”, no es el resultado de esa recreación, si no una película que nos muestra el proceso de creación de esa recreación (¿me entienden?), sin duda mucho más interesante.
En él, vemos como Franco y Mathews planean el film, y sobretodo, vemos cómo un amigo actor de Franco, el contratado para hacer el rol de Al Pacino, se plantea si seguir adelante con aquello cuando ve que donde tiene que participar es un festival explícito de pornografía gay, que es en lo que se convierte el set de este experimento, al dejarse llevar los actores con el tema sexual como les indica Franco. Ante esos maricas chupandose las pollas, tragando semen y acariciándose los huevos, el actor no se siente cómodo y se cuestiona si su aparición en este film no truncará su carrera,  por lo que comienza el conflicto ante un James Franco sin miedo a las represalias con tal de llevar a cabo su discurso. “Por el amor de Dios, que vas a rodar una película para Disney”,  le dice el actor a James Franco en un momento de la cinta, para advertirle de que se le está pirando la pinza y que eso puede repercutir en su estatus de estrella mainstream.
Como solo dura una hora, y el tema —y sobretodo, el resultado del corte final, casi un making off— la película se deja ver estupendamente, a pesar de las muchas mamadas masculinas que en ella se suceden, con el reparo que nos da eso a los heterosexuales reprimidos.
No es más que un caprichito de millonario excéntrico que es lo que es James Franco, pero está muy bien que sus caprichos sean de corte creativo, y, por supuesto, sensacionalistas.