Más cercana a un “Exploit” de corte carcelario al estilo
“Calles salvajes” que a la película protagonizada por dos ganadoras del Oscar
como nos proponen las frases publicitarias de los diferentes carteles de la
película —ediciones de USA incluidas—, “Certain Fury”, que en nuestro país se
estrenó en cines bajo el título de “Al rojo vivo” para a su paso por videoclubes
añadírsele al mismo una “Y” y unos puntos suspensivos delante pasando a ser “Y…
Al rojo vivo” —título que se dio por oficial finalmente—, no es más que una
pequeña peliculita de serie B con dos estrellas como reclamo, que pasaron a
estar decadentes demasiado pronto y las cuales no pegan en absoluto con los
arquetipos que nos ofrece la cinta.
Un tribunal está resolviendo varios casos de delincuencia
femenina. Tenemos a nuestras protagonistas, una joven estudiante que no sabemos
muy bien lo que ha hecho, y otra pelirrojilla con pinta de nuevaolera de la que
diríamos que jamás ha roto un plato. Pronto, otras dos detenidas toman rehenes
en el mismo juzgado causando una matanza, por lo que nuestras protagonistas
huyen de allí despavoridas. Mientras la policía las busca, estas vivirán mil y
una aventuras durante su huída, mostrando al espectador poco a poco por qué
iban a ser juzgadas y dándonos a entender que son delincuentes por
circunstancias, nunca por maldad.
Una “Buddy Movie” femenina muy de los ochenta, con sobredosis de
violencia y sordidez barata en una de las películas de acción más caóticas de
la época, que bien le valdrían un destacado puesto en la categoría de “malas
pero divertidas”.
Por otro lado, sin que fuera un éxito en absoluto y precedida de unas críticas que la catalogaban
como basura, “Y… Al rojo vivo” cuya vida comercial en nuestro país fue más
notable en videoclubes que en salas de cine donde apenas congregó a 123.000
espectadores, es uno de los productos más olvidados (y olvidables) de la época,
lastrado por una trama tan endeble como poco —y mal— desarrollada, unas
motivaciones de lo más tontorronas y unas actuaciones de vergüenza ajena, y es
que, aunque Tatum O,Neal demostró ser una niña prodigio de lo más solvente, en
la post adolescencia resultó ser una actriz espantosa con un rictus de pena que
no se le va, ni tan siquiera cuando tiene que empuñar un arma. Por otra parte,
Irene Cara, que si en “Fama” de Alan Parker se ganó el favor de crítica y
público y parecía que se iba a comer el mundo, aquí parece que no sabe dónde
demonios está ni lo que tiene que hacer, máxime cuando se muestra torpe y poco
grácil en las escenas de acción. De hecho, la portorriqueña se dio cuenta de
que la actuación no era lo suyo, y se centró en su carrera como cantante donde,
sin duda, le fue mucho mejor, en una carrera que poco después sufriría notables
altibajos.
Las acompaña Peter Fonda, sin cejas, y sobreactuando cosa
mala, rajándole con una navaja la cara a Tatum O’Neal.
Al final “Y… Al rojo vivo” es una mala película donde Cara y O`Neal, se pasan
hora y media corriendo; y corren por el interior de las alcantarillas, por el
exterior, por las vías del tren… y todo ello sin ningún sentido.
Muy mala, aunque no exenta de cierta gracia y valor “Trash”.
El director, compaginó sus labores entre cine y televisión
sin llegar a realizar nunca un trabajo destacable o recordado, siendo su
filmografía una absoluta mediocridad. Responde al nombre de Stephen Gylenhaal.