viernes, 29 de mayo de 2020

EL CHOCOLATE DEL LORO

Dentro del cine español, con sus éxitos y, sobre todo, sus fracasos, a veces se paren películas que aunque sea únicamente por la falta de interés general que suscitan prácticamente desde el momento de su concepción, ya se vuelven un producto exótico y sugerente, merecedor de, al menos, un visionado. Este tipo de películas se daban mayormente en la década de 2000. Llegaban a estrenarse una serie de títulos que tras un par de pases en salas comerciales, desaparecían de la memoria popular como humo de un cigarrillo. No me refiero a pequeñas producciones independientes cuyo estreno es parte de la gracia de la película, que el estrenarse es casi un capricho que se pueden dar los productores, no sin esfuerzo. Me refiero a películas con una distribución estándar y producidas por profesionales del sector. Son películas que desde el momento que se da la voz de acción, son susceptibles de no ser rentables de manera comercial de ninguna de las maneras y, aun así, estas acaban estrenándose aunque las vayan a ver cuatro gatos. Y esto me lleva a preguntarme qué es lo que lleva a estos productores a estrenar estas películas que nacen muertas. Supongo que serán tejemanejes extracinematográficos que tienen más que ver con el eterno tema de las subvenciones y las evasiones de divisas que con el mero hecho de hacer dinero con una película. Chi lo sa.
“El chocolate del loro” es un flagrante ejemplo de esto que les digo. Producida por Enrique Cerezo y con una recaudación en taquilla de 283.000 euros aproximadamente según los datos del ministerio (no se lo creen ni ellos), cuenta la historia de un joven opositor al que, como han cerrado la biblioteca a la que iba a estudiar, se le fastidia la opción de estudiar plácidamente hasta el momento de opositar. Como en casa no puede porque hay mucho jaleo, a su madre se le ocurre que se vaya al chalet de su hermano en una urbanización de lujo mientras este permanece de vacaciones, con el fin de que este estudie tranquilo. Al final es peor el remedio que la enfermedad porque, durante su estancia, todo se complicará en un enredo que propiciará que este estudie menos todavía, debido a las distracciones externas.
No existe película más insípida que esta. Desde el minuto uno, sabemos que el chaval no va a poder estudiar tranquilo, así como sabemos, si me permiten el spoiler,  que al final aprobará las oposiciones. Esta previsión daría lo mismo si lo de en medio funcionase o fuese divertido, pero es que precisamente lo de en medio es lo anodino. Vamos, que al acabar de verla llegué a la conclusión de que esta película da igual que exista o no. Porque es mala, pero no tanto como para que lo que vemos se vuelva memorable por ser un despropósito, mientras que, por otro lado, le queda muchísimo para ser buena. Es una película sin alma ¡Ojo! no está mal hecha técnicamente, es funcional, realizada por profesionales… pero que trabajan con el piloto automático. En cualquier caso, lo creativo es lo que parece hecho sin ganas, sin esfuerzo. Si hay un talento, este tampoco aflora, como si al propio director también le diera lo mismo la película. Pero finalmente, su valor reside precisamente en eso, en que es una película desalmada que existe, que se estrenó en cine y tuvo una posterior vida en vídeo, sin tener ni un solo mérito para que eso fuera así. Naturalmente al público le dio lo mismo y pasó inadvertida. Y si preguntas a cualquier cinéfilo de los muchos que pululan por ahí, serán muy poquitos los que sepan de su existencia. Ahí está el mérito.
Según me informo, la producción costó millón y pico de euros, y no llegó a costar menos porque al final rodaron en España y no en Argentina para abaratar costes como en un principio estaba previsto y, aun así, y si su presupuesto no está inflado, me cuesta creer que en el momento que el proyecto se llevó a cabo, no dudaran  sus productores que iban a gastar un dinero que ni de coña iban a recuperar. Entonces ¿qué es lo que pasa? Es todo muy turbio… pero por suerte, ahí tenemos una película, “El chocolate del loro”, para reforzar esta teoría. Probablemente, el negocio ya estaba hecho antes siquiera de ponerse a rodar. No en balde, el proyecto fue un encargo que le vino que ni caído del cielo a su director, Ernesto Martín, tras ganar un premio con un cortometraje. ¿Martín volvió a rodar? Sí, otro largo todavía más ignoto que este, “Perro flaco” en 2011. Pero después de eso un corto y poco más. “El chocolate del loro”, fue su chocolate del loro y, probablemente, el director a día de hoy esté maldiciendo el día que aceptó rodar esta película. Pero ahí está, para bien o para mal.
En el reparto, Borja Elgea tras un periplo de éxito televisivo que duraría poco, Roger Pera en una de las peores y más desangeladas interpretaciones que he visto en mi vida, Quique San Francisco y Miguel Rellan, que tampoco están muy lúcidos. Y Paula Echevarría, que es muy mona.
Nada, reseña testimonial.