viernes, 13 de noviembre de 2020

EL TIGRE DE CHAMBERÍ

Otro clásico absoluto de nuestra comedia que, curiosamente, mientras que hoy en día queda más que claro que nos enfrentamos a una obra de indudable valor dentro de la comedia Española, en su momento quedó ninguneada y considerada menor. No obstante a nivel popular es una de las películas más recordadas de sus dos intérpretes principales, Tony Leblanc y José Luis Ozores, que si bien es uno de los máximos exponentes de la comedia española de corte deportivo, también es cierto que bebe —por no decir que, casi, plagia— de muchas fuentes: Sus referentes más directos serían las películas norteamericanas “El asombro de Brooklyn”, comedia para total lucimiento del actor Dany Kaye y con la que comparte premisa argumental, o “La vía láctea”, con Harold Lloyd, cuya interpretación, además, le sirve a José Luis Ozores como modelo a la hora de ejecutar sus coreografías cuando está dentro del ring.
Cuenta la historia de un Don Nadie, Miguel (José Luis Ozores), que inducido a la pequeña estafa por su amigo Manolo (Tony Leblanc), comete pequeñas fechorías, como usar una silla de ruedas con el fin de dar pena al portero del campo de fútbol y que este le deje pasa al estadio, o seducir a las criadas más feas del guateque que, según Manolo, “Son las que pagan las meriendas”. En una de estas visitas al campo de fútbol, Miguel tiene un pequeño altercado con un espectador. En un alarde de chulería, este, propina un puñetazo a su oponente, noqueándole por obra del azar divino, ya que Miguel no es un hombre ni agresivo ni violento. Resulta que el hombre al que ha tumbado es nada menos que Molina (Emilio Orozco) campeón de España de boxeo —y boxeador en la vida real— lo que desencadena que su amigo Manolo, en compañía de otro sin vergüenza que además es entrenador de púgiles, líen a Miguel para que boxee profesionalmente, siempre con la premisa de que es el hombre que noqueó a Molina. Para ello, contarán con el dinero de un hostelero que cree, a pies juntillas, que Miguel es un boxeador estupendo. Todo lo contrario. El amor que Miguel siente por la hija de este hostelero, complicará más aún las cosas.
Tintes melodramáticos con final feliz, gags efectivos, ritmo cinematográfico absolutamente medido y eficaz y, sobre todo, magníficas interpretaciones e inmejorable y artesanal dirección. José Luis Ozores, uno de nuestros mejores cómicos y cabeza visible de ese maravilloso clan de artistas que es el de la familia Ozores, está inmenso, componiendo un rol que, verborrea atómica mediante —y aunque se repetiría, prácticamente, durante toda su carrera— debe mucho a los clásicos americanos del cine mudo, paradójicamente, dándole a su Miguel unos toques de Charlie Chaplin, unos toques de Buster Keaton, también, como no, de Dany Kaye, pero, sobre todo, mucho de sí mismo, es decir, que gestos, expresiones y frases, son 100% José Luis Ozores. Tony Leblanc, y como rigen los cánones de la comedia española de los años 50, da vida a un caradura de buen corazón, papel este en el que se especializaría, y en esta ocasión, resulta tan memorable como José Luis Ozores, viéndose, eso sí, ambos eclipsados por Antonio Garisa, eterno secundario, que, con maestría, da una lección de comicidad, interpretando al entrenador de Miguel, soltándose, como el que no quiere la cosa, unos speechs que valen su peso en oro. El protagonismo femenino recae en Hélène Rémy, actriz Francesa de inconmensurable belleza, cuya posterior carrera se desarrollaría, sobre todo, en Italia, en producciones de serie B como pueda ser “L’amante del vampiro” Les secundan Julia Caba Alba y José Marco Davó.
El libreto de la película recae sobre las plumas de Vicente Coello —suyos son los guiones de otros clásicos como “Vente a ligar al Oeste” de Pedro Lazaga, o, ese vehículo comercial para Teresa Rabal que es “Loca por el circo”—y Vicente Escribá, que firma, quizás para que en caso de que la película llegara a ser acusada de plagio, su nombre no se viera involucrado, bajo el seudónimo de Antonio Vies, y, de cuya autoría son guiones antológicos, como por ejemplo, el de “Los ladrones somos gente horada” que comparte dirección con esta por parte de Pedro Luis Ramírez, genial cineasta Almeriense cuya carrera está cuajada de clásicos perennes y, sin embargo, su filmografía es más bien escueta. Suyas son “Recluta con niño” “El Gafe” o “Crimen para recién casados”. Acabó su carrera filmando exploitations de “Le llamaban Trinidad” a las órdenes de Ignacio Iquino, como por ejemplo “Ninguno de los tres se llamaba Trinidad”.
Obra maestra del cine español.