martes, 8 de junio de 2021

EL ÑORDILLO DEL DIABLO (GALERÍA VISUAL)

Que "El aullido del diablo" es un truñete lo sabemos de sobras, tal y como Mister Olid expuso perfecta + concisamente en su respectiva reseña. Pero eso no quita de que, como muchas de estas producciones, goce de una serie de aspectos interesantes extra-fílmicos, por así decirlo (y no me refiero a la movida de que el guion fuese o no robado... eso me la suda MOLT, como decimos en mi tierra). Revisada hace unos días, entre el extremo sopor me llamaron poderosamente la atención dos momentos en los que descubrimos las apetencias cinéfilas del personaje del hijo de Paul Naschy (que lo era también en la vida real). Por un lado, esos pósters de "Rambo" y "Un hombre lobo americano en Londres" colgando en las paredes de su dormitorio. Siendo, curiosamente, este último el de la versión española, tan engañoso, cutrillo pero encantador. Luego, las lecturas del chaval, una revista entonces ya añeja -editada por Vértice en 1975, cuando la película es de 1987- que, gracias a las aficiones de mi querido hermano mayor, ruló durante años por nuestro hogar, el "Relatos Salvajes, Monsters of the movies". Recuerdo que me pasaba el día hojeándolo. Y no era el único. Teníamos otro con Frankenstein en la portada (tal y como demuestra la imagen que mi broda me ha hecho llegar). De todo el material contenido, me fascinaba especialmente un artículo dedicado a las películas de luchadores mexicanos contra monstruos, por ser materia, en esa época, bastante raruna. Además, lo escribía el ilustre fan/cineasta Don Glut.
Y cerramos este recordatorio visual con uno de los primeros carteles internacionales de los que gozó "El aullido del diablo". En su día, aunque no recuerdo cómo, cayó en mis manos, versión affiche. Y ya de entrada quedé fascinado. Primero, por ese rostro demoníaco dibujado -aparentemente- por un retrasado mental. Y luego, las imágenes que lo envolvían, destacando al tipo enmascarado de la sierra mecánica. Todo ello sobre un inadecuado pero hipnótico fondo azul. En fin, que me despertaba la imaginación hasta límites delirantes y, obvio, me pirraba de ganas de ver la peli resultante aunque, ya entonces, no sintiera especial predilección por nueso hombre lobo.
Pasaron unos años hasta que finalmente pude desvirgarme y.... ya saben lo que sigue. Era más gozoso todo lo que aquel cartel había inspirado a mi cerebelo que lo que consumí plasmado en la pantalla. That´s life.