Film de culto dentro de los círculos eruditos de cinéfilos brasileños, “A marvada carne” deambula entre el cine arthouse para paladares más finos y el más cochambroso cine de género y de bajo presupuesto. Se trata de un título que, quizás por su estética pobretona y el momento en el que se concibió, pasó a los anales como una de las mejores películas del cine brasileño según los críticos. Asimismo una vez estrenada recibió premios a porrón en el festival de Gramado (cuyo trofeo principal es el denominado “Kikito”). A mí me recuerda, a lo mejor cogiéndolo un poco con pinzas, a las viejas comedias de kung-fu clásico, pero sin que haya en todo el metraje un solo personaje que, lógicamente, practique ese arte marcial. Pero al igual que este tipo de películas, nos muestra una serie de personajes que se mueven por un par de escenarios rurales —mucho campo y un par de chozas en las que viven— y les suceden situaciones surrealistas dentro de su cotidianidad.
La cosa es de lo más sencilla: Un individuo vive en medio del campo cultivando arroz y toda suerte de hortalizas, pasando sus días sin nada especial que hacer. Lleva tantos años en tal tesitura, que decide que no es el tipo de vida que quiere, lleva siglos sin catar hembra y, más importante todavía, sin comer ningún tipo de carne. Así que decide abandonar su terreno para irse, en compañía de su perro, en busca de una mujer con la que casarse y con la firme idea de comer carne de buey de una vez por todas. Durante el trasiego le pasará de todo, incluso se topará con un ¿hombre lobo? que le suplica que le de tabaco. Hasta que se encuentra con una joven aldeana que está loca por casarse con alguien. Este le cuenta a ella sus intenciones de comer carne de buey, por lo que la aldeana le engañará diciéndole que su padre posee un buey que está esperando a ser cocinado el día que ella se case. Con la firme intención de comerse esa carne, nuestro individuo aceptará el casorio con la aldeana, pero antes será sometido a una suerte de surrealistas pruebas. Pronto descubrirá que lo del buey no era más que una estratagema para conseguir marido, así que, enfurecido, este hombre hará un pacto con el diablo que le dará un dinero con el que se marchará a la ciudad en busca de una carnicería…
“A marvada carne” es una tontería simpática, que exuda un sentido del humor infantil e inofensivo, y que contrasta con el tipo de comedia que se estilaba en brasil en los años 80: las “pornochanchadas” y demás artefactos subiditos de tono parejos al destape español, la sexy comedia italiana o las ficheras mexicanas. Quizás por desentonar, la película logró llamar la atención y obtener el beneplácito de crítica y público.
Por lo demás, una curiosidad intrascendente y una muestra exótica del tipo de cine de comedia que se hace por ahí, que muchas veces resulta más rara que un perro verde y de un carácter tan local que cuesta entender la mayoría de los chistes, como es el caso. Pero dura una hora y cuarto y se hace amena, así que, se ve sin mayores problemas.
El director de “A marvada carne” responde al nombre de André Klotzel y desarrolló su carrera con films posteriormente más comprometidos y culturetas que este —que a veces parece un capítulo de “Doraemon”— y su cenit se encuentra en la película “Capitalismo salvaje” con la que se ganó un reconocimiento internacional y que, al contrario que “A marvada carne”, se estrenó en nuestros cines en salas de versión original subtitulada en 1994. Sin embargo, la que se llevó premios, halagos, prestigio y fue presentada en Cannes, fue la que nos ocupa, que echa un tufo a cine barato y zetoso que asusta… por eso no deja de ser un producto raro, misterioso y desperado y, al final, muy de mi interés.