Pero hasta ese momento rodó mucha roña de acción para la
televisión, como esta “Punto sin retorno” que nos ocupa, en la que el aburrimiento hace acto de
presencia desde el minuto uno, la acción, que sería el único atractivo que
podría tener esta película, brilla por su ausencia –un par de escenas de tiros
muy cutres y poco más- y donde lo que destaca es el reparto de “loosers” con el
que ha contado Camacho para esta película.
Sería una película de historias –muy mal- entremezcladas, en
la que por un lado, tenemos a un agente de artistas de Hollywood que se enamora
de la camarera del club de Streap-tease que regente su mejor amigo. Pero resulta
que esta es la novia de un peligroso motero con asuntos turbios dentro del
negocio de la venta de droga, lo que hará que se complique la cosa, cuando este
se entera que el guaperas anda detrás de ella. Por otro lado tenemos a un
poderoso narcotraficante, al que estos moteros cabrones tratan de engañar. Todo
esto asociará de alguna manera a todos los protagonistas que, más tarde,
tendrán su correspondiente desenlace en esta historia de mierda.
Bien, la película no vale nada, en otras circunstancias ni
la habría reseñado, pero déjenme que les nombre el reparto. El protagonista,
macarra y resolutivo lo interpreta Richard Grieco, con la cara más estirada que
de costumbre, y el eterno rictus de mongoloide que va de guapo, aún luciendo
criminales entradas. Se reserva los diálogos más estúpidos del film, tales como
“¿Soy un tipo guapo, verdad? Y millonario. ¿Por qué ella no aparece?”. Le
secunda nada menos de Andrew Dice Clay, muy querido en esta casa, como su amigo
y gerente del club. Por supuesto, su papel está súper desaprovechado, y Clay,
no se luce ni en el campo de la acción ni en el de la comedia, a pesar de que
sus diálogos están concebidos, se supone, para darle el tono cómico a la
película. No lo consigue. Es tan prescindible su papel que, aunque al final es
el que resuelve la papeleta, si no apareciera en la película, no pasaba
absolutamente nada. Luego tenemos al malo maloso de la película, el narcotraficante
interpretado –es un decir- por Ice T. Y Ice T, siempre hace de Ice T, solo que
en esta ocasión pone la guinda cómica involuntaria, en una escena en la que
para demostrar que no le da miedo nada, se hace diversos cortes en la mano con
un cuchillo, a la par que desencaja los ojos de sus cuencas. Esto estaría muy
bien, sino fuera porque se ve claramente que no se está cortando, sino que el
cuchillo de pega suelta la sangre por un tubito e Ice no hace más que pintarse
la manita. Y lo mejor de la película nos lo ofrece Zach Galligan, que
interpreta a uno de la banda de moteros, pero no uno cualquiera, sino el más
cabrón de todos, uno que hostia, viola, vilipendia a la protagonista, insulta y
reta a todo el mundo y se comporta como un despiadado y desperado matón. Bien,
ahora imagínense al de de “Gremlins” con esa cara de buenazo cometiendo todas
esas macarradas, y poniendo la cara de Zach Galligan… esto es, que no tiene ni
puta idea de poner cara de chungo, y no le pega ni con cola nada de lo que
hace… Zach Galligan tiene la virtud, en esta película, de ser el único actor
que no puede hacer de malo ¡Está siempre con la sonrisita y la carita de
buencha! Lo que provoca no pocas e hilarantes risas. Es más, solo merece la
pena ver la peli por ver la interpretación de mierda de este pobrecillo.
Por lo demás, nada. Suficientemente mala como para no
volverla a ver, ni tenerla en DVD (que ni ha salido), eso si, tener a todos
estos “loosers” juntos, desubicados y con sus carreras en el retrete, tiene su
gracia.