miércoles, 10 de abril de 2019

DEMONS

"Demons" tiene en su currículo varios honores. Principalmente, ser el salto del cisne del "buen" terror moderno Italiano. El testamento de una era "dorada" repleta de títulos que, ante todo, sorprendían por su cuantiosa truculencia. Así mismo, también le pertoca la entrañable condición de producto eminentemente juvenil, desenfadado y, en una palabra, macarra. "Demons" va directa a la entrepierna, a la "alucinada", y da igual los medios que necesite para lograrlo: Una banda sonora trufada de heavy metal ochentero que adorna las secuencias más violentas e impactantes. Momentos como el enfrentamiento entre los monstruos y el héroe subido a una moto, sable en ristre, es el ejemplo más gráfico. Imposible no fliparse con semejante material. Y es que "Demons" es un puto tebeo, uno malo y chusco, pero uno que funciona perfectamente dentro de su peculiar universo.
La historia es lo de menos. Un grupo de individuos anónimos es invitado al pase de una película de terror sobre demonios pestilentes que cobrará vida en la platea. Los espectadores serán poseídos uno tras otro, y los que se libren tendrán que defenderse. Una excusa como cualquier otra para encadenar locuras visuales, gore del de antes y muy italiano en su sádico detalle, luces de colores, humo, interpretaciones que duelen y unos diálogos que es para prender fuego al guión.
Pero no importa, porque "Demons" es una película cafre que reconoce y abraza su condición, no la oculta para nada. Tal vez de modo consciente, o tal vez no. Es tan mala como gozable en su estupidez, detalle este que se les ha escapado a muchos. Hay un fandom por ahí que la adora como si fuese realmente adorable, y no, creo que se equivocan. Pero allá cada uno con lo suyo.
Dario Argento quiso producirle a Sam Raimi una secuela de "Posesión Infernal", antes de que esta se materializara por cortesía de Dino de Laurentiis, pero no pudo ser. Algo me dice que el padre de "Suspiria" se quedó con las ganas y produjo "Demons" para desquitarse. Consciente de que el invento no era digno de él -no en aquella época, hoy sería otro cantar- contrató al mediocre Lamberto Bava para que la dirigiera. Y el resto es historia. O histeria.
Fue un exitazo y generó una segunda parte inferior. La tercera nunca acabó de llegar, a pesar de que hubo varios intentos bastardos.
La música de Claudio Simonetti es estupenda en lo suyo y deja huella.
Un divertimento que se recomienda ver con el cerebro puesto en "Off".