lunes, 22 de abril de 2019

UN ROLLS PARA HIPÓLITO

Juan Bosch fue uno de nuestros directores de género más prolíficos que lo mismo se cascaba un spaghetti western como “La diligencia de los condenados” —dónde firmó bajo el pseudónimo de John Wood— como se cascaba una película al servicio de Paul Naschy como pueda ser “Exorcismo”. Y habiendo rodado en los setenta películas adscritas al “landismo” con mayor o menos fortuna, en los años ochenta firma sus dos últimas películas entrando en la dinámica que, con pocos duros, genera su buena pasta en la taquilla; emular el cine de Mariano Ozores quién, por otro lado, colabora junto a Bosch en esta empresa. Una de esas películas con las que pone fin a su carrera sería “¡Caray con el divorcio!”, que con Fernando Esteso como principal protagonista sería la respuesta a la coetánea “¡Que gozada de divorcio!” dirigida por Ozores y protagonizada por Pajares y la otra, absolutamente “landista” y absolutamente “Ozoriana” —con guion de Ozores que acerca esta aún más a su cine— sería esta “Un Rolls para Hipólito” que nos ocupa.
En ella, los trabajadores de una empresa fabricante de compresas se ponen en huelga, eligiendo como portavoz para negociar con el jefe a Hipólito, el portero, que ideará un plan infalible. Engorda sustancialmente las reivindicaciones de los trabajadores para así, al negociar, conseguir justo lo que piden. Por otro lado, el jefe, decide colmar a Hipólito de atenciones con el fin de tenerle contento y que afloje con las reivindicaciones. Entre tanto, Hipólito, se va convirtiendo en un pez gordo de la empresa al tiempo que consigue las peticiones de los trabajadores, mientras se suceden toda suerte de líos de faldas —puestos ahí para justificar el destape al que también se adscribe esta cinta— y descacharrantes situaciones cómicas.
Verdaderamente, si te dicen que esta es una película de Ozores, te lo crees, no ya solo porque este ande detrás de lo que es el guion y los diálogos, sino porque los recursos técnicos que emplea Bosch en la película, son exactamente los mismos que emplea Ozores. Claro, que  realmente esos recursos son la manera de rodar clásica, común y corriente de este tipo de películas, por lo que todo puede ser producto de la casualidad, pero es indudable, que planos como ese en el que vemos a Antonio Ozores en primer término hablando por teléfono de negocios y la cámara se aleja para mostrarnos que está sentado en la taza del báter mientras trabaja, está claro que es más de Ozores que de Bosch.
Divertida, grosera, vulgar y chabacana, desde luego se trata de un film menor de aquellos años, pero que deja con un agradable sabor de boca y hace a uno añorar aquellos tiempos tan políticamente incorrectos en los que un caballero trajeado puede rechazar con toda suerte de insultos a un homosexual que se le declara, y que sea motivo de mofa y nunca de denuncia, como ocurre en una escena entre Antonio Ozores y el eterno mariquita Luis Lorenzo.
Muy entretenida.
La protagonizan Alfredo Landa y Antonio Ozores, ambos están enormes y graciosísimos, y les secundan habituales de la escudería Ozores como puedan ser Rafaela Aparicio, Jenny Llada, Francisco Camoiras o Emilio Fornet.
Si son amantes del subgénero, yo no me la perdería.