viernes, 31 de enero de 2020

LA JAULA DE LAS LOCAS

Renato y Albin con sus crisis propias de homosexuales bien entrados en la mediana edad, se ven envueltos en una trama policíaca sin comerlo ni beberlo, al pasarle una organización criminal un mircrochip a Albin sin que él se de cuenta. Así pues, entre los delincuentes y los policías, nuestros protagonistas se verán envueltos en un vodevil con reminiscencias del inspector Clouseau y “La pantera rosa” que les obligará a ir y venir, y en el caso de Albin, a vestirse de mujer o de hombre según lo requiera la situación, en una película muy, pero muy inferior a la que le precede.
Con el mega-éxito de “Vicios Pequeños” era cuestión de tiempo que se intentara repetir este con una secuela y, compartiendo el mismo equipo actoral y técnico de “Vicios Pequeños”, muy mal se tenía que dar para que no terminara la cosa igual de bien. Pero esta “La jaula de las locas” comete el error de sacar a los protagonistas de su zona de confort, por lo que meterlos en una trama casi de espionaje, no termina de funcionar. Eso, sumado a la controversia que en su momento generó el hecho de que Albin apareciera en un momento de la película con la cara pintada de negro al estilo “coon”, y considerarse una secuencia racista, acabaron de hundir la película en el fracaso.
En España ambas películas de “La cage aux folles” son populares sin llegar a ser megataquillazos, pero, mientras que “Vicios pequeños” logró llevar a los cines a más de medio millón de espectadores, “La jaula de las locas” no consiguió llevar ni la mitad.
Sin embargo, es una cinta absolutamente concebida  para lucimiento de las cualidades actorales de Michel Serrault que se encuentra como pez en el agua pasando de travestí afeminado a varonil limpia cristales en un mismo plano, por lo que si te gusta el actor, da gusto verle. Por otro lado, peor amparado resulta Ugo Tognazzi cuyo personaje, que se colocaba por montera la primera película, aquí no está muy lúcido.
Lo peor de la película es que es muy aburrida teniendo todas las papeletas para no serlo. Y es que, aunque los diálogos continúan siendo obra de Francis Bever y la dirección de Edouard Molinaro, la historia esta vez la firma Jean Poiret, autor de la obra original que, quizás, no supo hacer una buena historia para el cine. Y que estos personajes, Renato y Albin, no desprenden ni la mitad de carisma ni gracia que en la primera parte.
Un poco mala. Pero, aún así, pasados cinco años, se rodó una nueva secuela