sábado, 28 de marzo de 2020

WENDIGO (ESCALOFRÍO)

Larry Fessenden me cae bien. Ver su calva prominente y su diente mellado en cualquier peli es garantía de gozo. Sin embargo, siempre he dicho que como director no vale un pimiento. Que se le da mejor apadrinar proyectos de otros, porque los suyos propios se saldan con malos resultados. Esta teoría, que los años han corroborado de manera harto dolorosa, comenzó con "Wendigo".
Leí por primera vez sobre ella en alguna página web yanki, y se me hacía la boca agua cuando la calificaban de "genuniamente aterradora". Vamos, que daba mucho yuyu en parte gracias a su condición humilde, su independencia, sus 16 mm y su preferencia por personajes humanos. El día que llegó a nuestros video-clubs como "Escalofrío" fue de manera totalmente inesperada. No tenía ni idea de que la iban a traer aquí. Buenos tiempos aquellos en los aún había sitio para las sorpresas. La alquilé raudo, corrí a casa a verla y ¡¡¡me aburrí como un demonio!!! Ni miedo, ni gaitas. Un coñazo de órdago. Y desde entonces, que he tenido mal concepto de ella y del Fessenden-Director. Pero ya saben que uno de mis hobbys actuales consiste en volver a deglutir aquellos films que en su momento no me funcionaron para confirmar esas virginales impresiones o, por el contrario, descubrir que la madurez, la experiencia y las canas me han ayudado a apreciarlas. Resumiendo, que he vuelto a ver "Wendigo" en una versión remasterizada en la que sus 16 mm lucen de maravilla.
Una familia al completo se traslada hasta una cabaña en plena Norteamérica profunda. Nada más llegar, tienen un encontronazo con unos cazadores bastante paletos (el inevitable mensaje ecologista, tan común en el Fessenden-Director, está bien presente a lo largo del relato). Parece que no, pero tan incómoda situación tendrá terribles consecuencias en el futuro. De mientras, un misterioso indio entrega al hijo pequeño del clan una figura de madera que representa a "Wendigo", un ser mitológico devorador de humanos y que, llegado el momento, será útil para acometer justicia.
Es como si John Cassavetes hubiese dirigido una de terror. Así la definía alguien hace poco y, ciertamente, me habría pensado si alquilarla o no de haberlo sabido en su día. Se trata de una apreciación totalmente certera. Más de la mitad de "Wendigo" se desarrolla como un retrato hiper-realista de la vida de una pareja y su hijo. Sus cotidianidades, conversaciones, etc. Además, al estar filmado todo en 16 mm y, eventualmente, con una cámara nerviosa que no escatima traqueteos, el efecto documental se percibe claramente. La diferencia es que, a ratos, muy a ratos, Fessenden salpica la historia de toques sobrenaturales, incluidas secuencias visualmente muy logradas de crudo stop-motion y otras virguerías que contrastan con el tono general. Y al final te percatas que estás viendo un corto alargado. Se podría haber explicado lo mismo en 25 minutos librándose de toda la paja. Es decir, las secuencias de "vida conyugal". Estas son las culpables de que nos aburramos. Porque estamos con lo de siempre, el que espere una de terror bostezará indiscriminadamente y el que quiera un drama naturista, se descolocará con las escenas puramente fantásticas. Una apuesta valiente y arriesgada que, como tal, se salda con un pequeño fracaso. Y es una verdadera lástima, porque "Wendigo" viene repletita de virtudes, pero están demasiado dispersas y son demasiado pocas como para que el todo termine por convencernos.
Tal vez lo mejor sea su tramo final, intenso y efectivo. Uno de los personajes principales se enfrenta a la muerte y, ciertamente, sufres con/por él/ellos. Te afecta. Cosa que debemos agradecer a las estupendas interpretaciones de Jake Weber y Patricia Clarkson.
Vale, no es la peor del desdentado, pero queda lejos de ser memorable.