La cosa es la siguiente: “Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy” desde el momento de su estreno ha sido la apestada de la franquicia —sobre todo a raíz de que, gracias a la tercera entrega, el fandom comenzó a ser estúpidamente masivo—, los fans la criticaban porque se saltaba a la torera algunas de las “reglas” no escritas de cómo debía operar Freddy Krueger y, en definitiva, porque no era como a ellos les gustaría que fuese. Por el contrario, siempre fue mi favorita, supongo que por ser la más oscura y terrorífica de todas, así como la más reposada y menos efectista. Que en vez de manifestarse a través de los sueños posea físicamente a un muchachito, a mí me la suda. En cambio, detesto “Pesadilla en Elm Street 3”, que parece un mal episodio de “Dragones y mazmorras”. Es tan tonta...
Como fuere, el caso es que, desde siempre, la segunda entrega de las aventuras de Freddy ha sido despreciada y vilipendiada… hasta hace relativamente poco, cuando el mundo se ha dado cuenta de que la película está llena de referencias homoeróticas. A partir de entonces, y más dentro del mundo gay, se la viene reivindicando no por que sea una buena o mala película, sino debido a la supuesta identidad sexual del personaje principal.
Es evidente que el film contiene un subtexto homosexual, está cargado de referencias; vemos culos masculinos, hay escenas en duchas, bondage, bares de cuero y hasta un bailecito bamboleante por parte del protagonista que incluso cierra el cajón de los calcetines a base de golpes de culo. Sí, es una película absolutamente marica. Sin embargo, siempre que vi un film de “Pesadilla en Elm Street” lo hice en modo asexual, quiero decir, que me ponía a ver una película de terror y en ella lo importante es la sangre, las escenas impactantes… en ningún momento pienso en la sexualidad de ninguno de los protagonistas. Eso lo dejo para cuando hago algún escarceo en la pornografía gay. A lo que voy es que hasta que no he sido ya muy mayorcito ni me he planteado que “Pesadilla en Elm Street 2” era una película gay. Tampoco oí hablar de ello durante la década de los 80, los 90, e incluso si me apuran los primeros años de 2000. Pero, Ok, lo es. Aunque la sexualidad del tipejo me importa un pimiento.
El caso es que cuando saltó la liebre con el tema de si esta secuela era “cine queer”, sus responsables, el director Jack Sholder y el guionista David Chaskin siempre han afirmado que les parece muy bien todo ese embrollo del subtexto gay y todo lo demás, pero que en realidad ellos estaban haciendo una película de terror, sin más, que todos los elementos homoeróticos están en la película de casualidad, y en el caso de Jesse, el personaje principal, es tan gay como lo interpretara el protagonista del documental que nos atañe, Mark Patton, que agarrándome al cliché, en la película grita y baila como si fuera una chica. En la otra mano, el público olvida por completo que Jesse, el personaje, tiene novia (y pensar que el muchacho sale con una chica porque permanece en el armario es un tanto rebuscado), así que me creo a los autores; todo el mariconeo es casual ¿Por qué iban a mentir al respecto?
Por otro lado Mark Patton, un tipo extremadamente antipático, mal actor y homosexual, ve el cielo abierto en cuanto se le ha reconocido mérito gay a la película. Entonces, a lo que tenga que decir al respecto, se le dedica un documental, este “Scream, Queen! My nightmare on Elm Street”. Y el tipo es un cúmulo de contradicciones.
Se ve que tras “Pesadilla en Elm Street 2” no le salieron muchos papeles, por lo que se retiró a México a vender baratijas. Durante todos estos años nadie se ha prodigado al respecto y se intuía que su retirada de los sets era a causa de su falta de talento o de ganas o de trabajo, pero cuando la película que protagonizó en 1985 se ha convertido en un icono de la cultura gay, el tipo aparece y, por un lado echa la culpa de su fracaso a “Pesadilla en Elm Street 2” y al gato que se les tenía a los gays en el Hollywood de los 80 (cuando no ha sido hasta bien entrado el nuevo milenio que nos hemos planteado si esta cinta era o no era gay) y, por otro acusa a sus autores, Sholder y Chaskin, de haber escrito una película homofóbica que a posteriori le hizo mucho daño —debido a los memes de Internet, producto, asimismo, de los tiempos que corren—. El documental les junta a todos ellos en momentos puntuales y los cineastas se defienden de la acusación de homofobia a las mil perfecciones (son más listos que el tontainas este de Patton, sin duda). Y bueno, puede que la película sea homofóbica y puede que no, no lo se (ni me importa), y puedo incluso empatizar con Patton cuando él considera que sí lo es… pero si es tan homofóbica ¿Qué hace el actor yendo a cada convención de cine de terror en la que se proyecta y prestándose al show previo? Y más aún ¿Qué cojones hace haciendo la loca y ejecutando el popular bailecito cuando la audiencia gay se lo pide? Patton está muy resentido con los autores de la cinta pero no renuncia al protagonismo que le ofrecen las convenciones, donde firma fotografías suyas a cambio de unos dólares o vende espantosas camisetas con su nombre. Y yo creo que, una de dos, o Patton intenta mantener el emergente interés hacia él y la película el máximo tiempo posible para seguir en el candelero y de ahí sus quejas y/o festejos, o es que es un poco cortito y actúa por instinto según le conviene. Me decanto por lo segundo.
El documental no entra a posicionarse en ningún bando, tan solo se limita a mostrarnos la importancia de la película dentro de la cultura gay y a contarnos la historia, sosa a más no poder, del actor que por gritar como una chica fue víctima del ciberbuying 30 años después de haberse rodado la película, del mismo modo que, gracias a este revival, vuelve a hacer trabajitos esporádicos como actor.
A grandes rasgos el documental es estupendo, te hace mantener el interés en todo momento y contiene material muy golosito, ya sea de archivo como actual, y hace presagiar que este repentino interés posmoderno hacia “Pesadilla en Elm Street 2”, será momentáneo y durará lo que tarden estos nuevos fans gays en hacerse mayores.
Dirigen la función, estupendamente y sin tomar partido, Roman Chimienti y Tyler Jensen, que no han realizado ningún trabajo a parte de este que podamos destacar y que, intuyo (porque van limpios y vestidos impecablemente) son asimismo homosexuales.