En pleno 2022 podemos decir, sin que se nos rasguen las vestiduras, que aquello del cine independiente de los 90 que empezó de forma más o menos genuina hasta que llegaron los Wenstein para de manera camuflada convertirlo en mainstream, no fue más que una moda del momento (ya teorizamos sobre todo ello aquí). Un puñado de jóvenes más o menos aburguesados que, como se lo podían permitir, se ponían a hacer películas al margen de los estudios, de relativo bajo presupuesto.
A día de hoy ni Dios recuerda el cine indie y, salvo Tarantino, Spike Lee o Kevin Smith, el resto de sus cabezas visibles se ha quedado para vestir santos.
Aparte de esto, me resulta muy curioso comprobar como una de las películas más pequeñas de aquel movimiento, con un par de buenas ideas, un par de actores con carisma y siendo un film que despertaba mucho menos interés general que la mayoría de sus compañeros de promoción (los Tom DiCillos o Alexandre Rockwells de turno), sin que tampoco fuese un taquillazo —de hecho no consiguió recaudar el dinero que se gastó Harvey Wenstein en comprársela a sus propietarios—, sus principales artífices se encuentran a día de hoy en primera línea del mainstream y gozando, en el mejor de los casos, hasta de cierto reconocimiento por parte de la industria. Y es que “Swingers” es una película con un presupuesto de tan solo 200.000 dólares que realizaron, casi por diversión, un grupo de amigos compuesto por Jon Favreau, Vince Vaughn y Dough Liman. Rodaron sin permisos, en plan guerrilla, sobre la marcha y en dos semanas una película que sin hacer demasiado ruido los lanzó a todos ellos al estrellato cuando no eran más que unos pipiolos que buscaban hacer algo con sus vidas.
“Swingers” no hace referencia a los clubs de intercambio de parejas como pudiera parecer, sino que por lo visto, a finales de los 80 y hasta mediados de los 90 se puso de moda en Los Angeles lo que fue una tendencia pasajera llamada neo-swing, y que consistía en reivindicar la música swing y vestir con camisas de bolos e indumentaria más propia de aquel movimiento de los años 40. Entonces, “Swingers” transcurre dentro de ese entorno, y a los que se apuntaban a ese revival se les denominaba, valga la redundancia, swingers.
Sin un argumento muy preciso, la película nos presenta a un grupo de actores en paro que con la excusa de que a uno de ellos le ha dejado su novia, salen por la noche, beben, ligan y se meten en algún que otro lío. Y poco más. Una peliculita entretenida que sin demasiados aspavientos nos presentó a un par de actores y guionistas, y un director que luego demostraron tener talento y que acabaron haciendo películas de lo más gordas.
El verdadero cerebro de “Swingers” fue Jon Favreau, entonces un joven aspirante a actor que se instaló en el ordenador un programa para escribir guiones. Se puso a trastear con el programita y, para probarlo, comenzó a escribir en forma de guion las aventurillas nocturnas vividas por sus amigos y por él, centrándose en la relación que tenía con Vince Vaughn al que había conocido años atrás en el rodaje de la película “Ruby” donde ambos tenían sendos papelitos. Así que los personajes principales a los que dan vida Favreau y Vaughn están inspirados en ellos mismos.
Cuando terminó de escribirlo, Favreau decidió que ese guion podía convertirse en película y se lo pasó a Dough Liman, que ya había rodado una película independiente en 1994, “Getting in”, y ya tenía hechos los contactos en Hollywood, por lo que movió el guion por los estudios. La idea era que Liman dirigiese y Favreau y Vaughn, que entonces no eran nadie, lo protagonizasen, cosa que no les entusiasmó a los estudios que querían estrellas tipo Johnny Depp en el caso de que se diera luz verde a la película. Finalmente nuestros hombres decidieron hacer la película por su cuenta y de manera independiente, y consiguieron los 200.000 dólares que les costaría por su cuenta, si bien la película ya terminada no interesó a demasiados exhibidores. De hecho, fue rechazada en Sundance.
Sin embargo Miramax andaba por ahí gastando dinero de mala manera y les compró la película a nuestros protagonistas. Wenstein la puso en los cines y fue un pequeño éxito del cine indie que consiguió 4 millones de dólares. Obviamente Miramax no cubrió gastos, pero a nivel taquilla, lo cierto es que se trata de una película que costó 200.000 y recaudó 4 millones. Y los nombres de Favreau, Vaugnh y Liman comenzaron a sonar.
Como parte de esos 200.000 dólares de presupuesto se los gastaron en licenciar la música que suena en la película, con el fin de conseguir los derechos de la banda sonora de “Tiburón” para incluir la música en una escena, se le entregó una copia de “Swingers” a Spielberg que la vio, y decidió fichar a Vince Vaughn para uno de los papeles de la segunda parte de “Parque Jurásico” y de ahí el salto a Hollywood por parte del actor. Los otros irían de cabeza detrás. Favreau, que fue trabajando de lo que le iba saliendo, acabaría siendo por un lado director recurrente de Marvel Studios, por otro combinaría esa tarea con trabajos más independientes —por ejemplo “Chef” de presupuesto nimio si la comparamos con “Iron Man”—. Por su parte Dough Liman pasaría de inmediato a dirigir “El caso Bourne” y de ahí a ser un director eminentemente de estudio, por lo que no les fue nada mal a posteriori con esta película de colegas con un presupuesto por el que casi podemos calificar a la película de semi-amateur.
Por otro lado, marcaría definitivamente el tipo de papeles en los que se encasillaría Vince Vaughn, ya que aunque posteriormente lo intentó en registros dramáticos (fue un extraño Norman Bates en el “Psicosis” de Gus Van Sant) lo único que le funcionaba eran roles como el que interpretó aquí, el canalla juerguista y ligón, arquetipo que pasada la década de los 90 asumiría, llevándole no obstante a convertirse en un solvente actor de comedia.
En definitiva, “Swingers” no es una obra maestra, se trata de una película en la que los actores están muy bien y con momentos divertidos y, sobre todo, que saca mucho partido al bajo presupuesto con el que se contaba, pero sí me parece bastante mejor que la mayoría de películas indies de los 90 que a día de hoy no aguantan un puto visionado.
Por otro lado me hace gracia la autoconciencia de la película de pertenecer a ese movimiento de los 90 y, sabiéndose rival de otras películas de la época, por un lado homenajea el par de planos más celebres de “Reservoir Dogs”, mientras que por otro lado, en una escena que recrea la famosa conversación inicial en torno a Madonna de la película de Tarantino, acusa a este de copiar otras películas en su cine, detalle que me hace mucha gracia, pese a que en la otra mano parece que sus autores tienen devoción por Tarantino y la película de la que en cierto modo se pitorrean.
Unos años después, Favreau y Vaughn intentaron volver a estos orígenes con la estupenda “Crimen desorganizado”