viernes, 25 de agosto de 2023

UN CUBO DE SANGRE

Rodada bajo el título provisional de “The living dead”, “Un cubo de sangre”, encargo de la "American Internacional Pictures" para Roger Corman, es el paradigma del “cine de culto”, no solo porque existe un nutrido grupo de fans que la reivindican desde hace años, sino también porque se trata de una película que, aunque resultó rentable, no supuso un éxito de taquilla ni mucho menos, recaudando en su carrera teatral poco más de 180.000 dólares. Lo que sucede es que como sus gastos de producción apenas rozaron los 50.000, esta película, rodada en tan solo 5 días reaprovechando los decorados del film “The diary of a High School Bride”, generó algo de dinero.
Lo que convierte en especial “Un cubo de sangre”, es que probablemente sea una de las mejores de cuantas dirigió Roger Corman —con permiso de “El hombre con rayos X en los ojos”— y una de las dos o tres películas en las que Dick Miller es el principal protagonista. Casi parece concebida para su lucimiento.
Por otro lado, muy inteligentemente, el film se mofa de la cultura "beatnik", muy en boga en la California de finales de los 50, así como del mundo del arte en general, retratando a todos estos hipsters del pasado como ignorantes poseurs sin criterio que, en realidad, no se enteran de nada. Una película totalmente atemporal y de la que deberían aprender muchos hipsters malasañeros a los que a día de hoy les sucede lo mismo que a los "beatniks" que nos muestra "Un cubo de sangre": Que son retrasados mentales.
Cuenta la historia de Walter Paisley (luego, a modo de guiño, Miller interpretaría a un montón de personajes con este nombre en infinidad de títulos: “Aullidos”, “Kill Bots” o “En los límites de la realidad”), un camarero bastante inepto que se gana la vida en una cafetería de "beatniks" donde se suele recitar poesía o algunos artistas exponen sus obras. En esa tesitura, Walter anhela ser artista y que le adulen, pero sus acercamientos al mundo de la escultura nunca son fructíferos. Accidentalmente, mata al gato de su casera, así pues, para esconder el cuerpo lo recubre con arcilla. De este modo, se lo lleva a la cafetería haciéndolo pasar por una obra suya. Todos quedan asombrados ante el talento de Walter y el realismo de su escultura y le exigen la creación de más obras. Como este es un tanto inútil, decide seguir haciendo más creaciones de similar índole… para las que se verá obligado a matar a unas cuantas personas.
Con guion de Charles B Griffith, “Un cubo de sangre” hace alarde de un sentido del humor negrísimo y una cordura a prueba de balas, que la convierten en una película de bajo presupuesto sin demasiado que envidiar a propuestas mainstream del mismo periodo. De hecho, Corman, que tampoco tenía el proyecto como propio, cuando vio los resultados y la rentabilidad en taquilla a poco que fuera la gente a verla, continuó haciendo películas del mismo estilo para AIP, siendo la siguiente, bastante inferior a esta, una de sus más queridas y populares: “La pequeña tienda de los horrores”.
Por otro lado Dick Miller, mientras rodaba, tuvo siempre la sensación de estar haciendo una película maravillosa, pero se le llevaban los demonios cuando comprobaba que en era en realidad todo funcionaba bajo mínimos y eso perjudicaría mucho el resultado. Durante años se estuvo lamentando de ello, pese a que se trata de una de sus películas más recordadas.
“Un cubo de sangre” es estupenda, altamente entretenida, con algunos gags de morirse de risa y una prueba viviente de que Roger Corman, cuando le apetecía, a parte de uno de los mejores hombres de negocios de la historia, también era un gran director que sabía sacar provecho a cuatro pesetas. Y sí, muy por encima de otras, podríamos decir que sería mi película favorita de Corman.
A lo largo de los años “Un cubo de sangre” generó un culto sonadísimo que propició un remake en forma de telefilm titulado “The death artist”, dirigido por Mike McDonald y protagonizado por Anthony Michael Hall en 1995, así como un musical laureado con buenas críticas en su momento.