Manuel Summers, director que venero y del que he pasado buena cuenta por aquí, consigue, por fin, una reivindicación dentro del mundo académico que siempre le había negado el pan y la sal, más por cuestiones políticas que artísticas. Por todos es sabido que el padre de Summers era un gobernador del régimen franquista y que el propio director no comulgaba del todo con la izquierda. Con todo eso, sin embargo, la derecha se le echó encima, siendo una de las víctimas más perjudicadas por la censura de la época, ya que esta le consideraba un hombre peligroso al no tener un filtro político contrario con el que lanzar mensajes en las películas. En resumidas cuentas, se le cogió manía por todas partes a nivel político. Así, Summers se abrazó al cine comercial hasta el final de sus días, luchó en contra de la crítica que desde sus inicios le había defenestrado, y se alió a los productores más conservadores en su cruzada contra los cineastas progresistas que se beneficiaban de las ventajas de la nueva ley Miró. Summers fue un auténtico outsider.
Por otro lado, el historiador y Doctor Cum Laude en Comunicación Audiovisual Miguel Olid (debe ser primo mío), cuenta todo esto que he resumido yo en unas líneas en un documental que si bien a su paso por los distintos festivales llegaba a una duración estándar de 82 minutos, en su emisión por la televisión pública queda reducido a 58: “Summers, el rebelde”.
Lo mejor de todo es que Olid, comienza con su relato afirmando que en un principio el cine de Summers no era el que más le interesase —de hecho no le gustaba— y que es un acto de justicia poética el realizar un documental sobre el que probablemente es uno de nuestros mejores cineastas. El resultado tras 8 años de investigación, es esta estupenda película que, aunque avanza de manera común con la fórmula de cabezotes parlantes y mucho y buen material de archivo, no se conforma con el chupapollismo propio de este tipo de documentales, y a los comentarios positivos por parte de la familia (David Summers, Guillermo Summers, Beatriz Galbó…) o amigos (Garci, Tote Trenas…) se suman los de las voces discordantes, contemporáneas o provenientes del material de archivo, que vienen a decir poco menos que Summers hacía unas películas que o bien eran mierda, o eran flojas, o eras procaces, soeces, controvertidas…
Asimismo, podemos ver montones de entrevistas de la televisión pública en las que Summers decía lo que pensaba sin pelos en la lengua, con perlas de actitud tales como: “A mí ningún crítico puede decirme que mi película es mala mientras esta se tire nueve meses y medio en cartelera”.
Por lo demás, un repaso lógico a la carrera del director, sin llegar a profundizar en según que aspectos (la incursión en Estados Unidos de Summers, materializada en la película “Ángeles Gordos” después de pasar sus películas de adolescentes por productos exploit en cines del Deuce neoyorquino, sigue siendo una de las cuestiones que más en el aire queda siempre que se habla o escribe sobre el director sevillano), en un documental que significa, por fin, la reivindicación de uno de los mejores directores de cine españoles, cuya figura se vio ninguneada y vilipendiada por cuestiones meramente políticas, aun siendo vox populi que su obra (ya fuera en la etapa más autoral, en la más populachera, e incluso trayendo de Europa la cámara oculta para estrenar ese formato en cines y que toda España se lo comiera con agrado), estaba muy por encima de la del resto de sus coetáneos y merecía, no solo su estudio, sino también su divulgación y reivindicación. Y el documental de Miguel Olid, junto con el estupendo pack con sus mejores películas en Blu Ray que recientemente ha editado "A Contracorriente films", lo hacen… aunque sea en una época en la que, quizás, a nadie le importe el cine de Summers. O importe desde el esnobismo.