martes, 18 de febrero de 2025

EMMANUELLE (2024)

Emmanuelle es enviada a Hong Kong donde trabaja para un hotel de alto copete que está generando pérdidas. Su misión consiste en descubrir que es lo que no está funcionando. Todo parece ir sobre ruedas, salvo por el libertinaje que se respira en esos ambientes ricos, con scorts que se ofrecen en la piscina y casetas privadas donde se folla con total impunidad. Y Emmanuelle se deja envolver por ese ambiente guarrindongo de las élites en China. Así que se tira a todo lo que se menea, macho o hembra, como mujer independiente y feminista que es. Hasta que conoce a un enigmático chino que hace cosas raras fuera del hotel al que nunca va a dormir, y se obsesiona con él, entrando en su particular mundo de abstinencia sexual, perversión y perfume caro.
Es unánime. El "reboot" de “Emmanuelle” es una bosta considerable. En fondo y forma. No ha gustado a las élites intelectuales a las que parecía ir dirigida, ni ha gustado a los fans, entre los que me encuentro. Pero nobleza obliga y tuve que visionar esta nueva versión, pese a que, desde el primer momento, todo pintaba bastante mal.
Sin embargo, celebro que “Emmanuelle (2024)” sea una película fallida en todos los aspectos. Fallida porque es brutalmente aburrida, inmensamente aburrida, criminalmente aburrida. Con una estética tan aséptica y digital como la de un anuncio de cruceros. Y fallida porque, en el afán de la producción por darle la vuelta como a un calcetín al concepto “Emmanuelle” y convertirlo en una suerte de “50 sombras de Grey” sofisticado, lo que se consigue es un extraño efecto contrario. Aquí tenemos a una Emmanuelle empoderada, una ejecutiva poderosa… pero en esencia, y en parte gracias a los homenajes/guiños que se hacen a la versión de hace 50 años, al final obtenemos un sexploit. Fino, de clase alta y en esencia feminista, pero como se trata de versionear un clásico que trata de una mujer muy caliente que se entrega prácticamente a cualquiera con el fin de saciar su desmedido apetito sexual, el resultado es el mismo de cualquier entrega de Emmanuelle, una película de explotación sexual. La nueva Emmanuelle se regala a cualquiera que le haga tilín hasta que al final es echada a los perros para que la devoren por parte del hombre al que ama. Lo mismito que en la película de Just Jaecking. Lógico, hay que defender al clásico, así que la manera de justificar la jodienda indiscriminada de Emmanuelle, e incluso el eterno concepto de mujer objeto de la que también este "reboot" hace gala, es haciéndola un poco más inteligente de lo que era el personaje cuando lo interpretaba Sylvia Kristel y, obvio, fichar a una mujer para que dirija la cinta, en este caso la esteta franchute Audrey Diwan. 
Por lo demás, otros puntos en común con el clásico setentero serían la escena del avión, con la que abre créditos esta nueva película, el butacón de mimbre estratégicamente colocado en una secuencia vital de la misma, y la subtrama de sumisión en torno al maromo al que conoce en su hotel, que al igual que en el original (en donde lo hacía su marido), se la ofrece a otros para que sea penetrada de manera exótica por macarras.
Todo esto sin la gracia, la potencia visual y ¿por qué no? el erotismo que tan bien supo crear Just Jaecking a base de visillo trasparente y medias en el objetivo de la cámara. Y es que quizás yo ya ande más cerca del pensar de un viejo verde que del de un treintañero woke y vegano, pero lo cierto es que, mientras “Emmanuelle (1974)” es todavía una obra cumbre del cine erótico capaz de generar erecciones en su enésimo visionado 50 años después de su estreno, esta cosa franchute estrenada mundialmente en el Festival de San Sebastián, no sirve ni para hacerse una mala paja, siendo asimismo vulgar y rancio como lo era el film original. Lo del avión en la de los setenta era una cosa… esa secuencia rozó el fenómeno social, de hecho, todavía funciona con esa Emmanuelle lúbrica, sugerente y atrevida. Aquí, le da un condón al tipo, se da media vuelta y, hale, folla que te folla en el retrete del avión. En silencio. Como si le estuviera explotando un grano.  Horroroso.
Tras buscar muchas actrices para interpretar a Emmanuelle, puesto que el proyecto lleva en marcha más años de los que os pensáis, la elegida para encarnar el papel por el que Sylvia Kristel se convirtió en un icono internacional es Noémi Merlant que, bueno, si la Kristel podía ser Emmanuelle, a ver por que no lo iba a poder ser esta. A Merlant la pudimos ver en otra película para élites, “Un año, una noche” del extraño Isaki Lacuesta. También destaca la presencia de Naomi Watts, ya talludita, como jefa de Emmanuelle en esa empresa hotelera, y que está tan desubicada y perdida en esta película, que casi le dan ganas a uno de darle el pésame. Y no, guarros, no hay escena lésbica entre la Watts y la Merlant.
“Emmanuelle”, que poco después de ser vetada en nuestro país y movilizar a un buen número de españoles a Francia para poder verla, hizo unas cifras en taquilla del todo escandalosas, es lo que es por méritos propios. Y por méritos propios, también, “Emmanuelle (2024)” apenas congregó 12.000 míseros espectadores. Para ver la de la Kristel había hostias. Para ver la de la Merlant no había ni cines dispuestos a exhibirla.
Un bluff.