martes, 22 de abril de 2025

EN LA MILI (AMERICANA)

Pauly Shore es el típico caso de estrella emergente que asciende a lo más alto del estrellato a una velocidad de vértigo para, de la noche al día, quedar relegado al más absoluto ostracismo. Sin descenso, ni caída. De golpe al suelo. Pero no hay que sentir pena de estrellas estrelladas como Pauly Shore, Andrew “Dice” Clay o el rapero Gerardo, porque no es que hayan acabado comiendo de la basura precisamente. Actualmente Shore tiene una carrera como comediante más que digna que le permite ganarse la vida mejor que usted y yo, con fans a lo largo y ancho del globo terráqueo. No da para caviar, pero sí jamón York el resto de su vida. Clay vive un pequeño nuevo resurgir como cómico respetado al que ha rescatado Woody Allen y Gerardo es un importante gerifalte de la industria musical latina, además de pastor de una iglesia católica en Kentucky. Están bien, a pesar de que, a todas luces, el arte que ejecutaban era poco menos que mediocre.
El reinado de Pauly Shore comprende un periodo de tiempo de entre 1992 a 1996. Muy poco, apenas cuatro años en los que quienes vislumbraron un atisbo de talento en este surfero de la era "MTV", lo exprimieron mientras el público tuviera ganas de pagar por verlo, rodando una suerte de películas infames para su lucimiento.  Shore era distinguible del resto por dos motivos: emitía desagradables onomatopeyas e imitaba sonidos de animales —lo que le valió el sobrenombre de Da Weasel (la comadreja)— y, además de ser un actor poco menos que espantoso, tenía bastante poca gracia. Sin embargo en aquellos años del grunge, mientras estuvo en televisión, el humor de Pauly Shore funcionó. Continuó rodando películas hasta que su estrella se apagó. Intentar conservar su estatus se convirtió para él en poco más que una odisea.
Su debut en la pantalla se dio con “El hombre de California” protagonizada por Brendan Fraser. En ella Shore era el alivio cómico que, por causas del destino, se come la película —aunque comerse una película de Fraser, se la puede comer cualquiera—, el público empatiza con el personaje, y de ahí a todo lo que vino después, que se tradujo en títulos como “Menudo Yerno”, “Juri Duty: ¿Y dónde está el jurado?” o “Bio-Dome” y la (merecida) muerte artística.
Entre todo ese desaguisado y, a su medida, se concibe el título que nos ocupa, “En la mili (Americana)”.
Era de recibo que Pauly Shore le regalara a todos sus fans una pequeña incursión en el ejército, así que con los ojos bien puestos en un clásico como es "El pelotón chiflado", el humor tan particular de Shore se adapta a una película cuya narración comprende el periodo de instrucción y una posterior misión casi imposible que nuestro hombre, en su torpeza, conseguirá llevar a buen puerto. De entre medias, los chistes picantes y subidos de tono en torno a la sargento que instruye a los soldados, se sucederán con la suficiente pericia como para tener en cuenta esta película en este ciber-antro. No en balde, y con el afán de disponer del mejor material cómico posible, la producción contrata a Jeff Buhai y Steve Zacharias, otrora autores del libreto de “La revancha de los novatos” que redactan una sinopsis directamente robada —o muy parecida— a la del clásico ochentero, para que luego seis escribientes del todo inútiles desarrollen todo el guion.
Con una recaudación de 30 millones de dólares en todo el mundo, “En la mili (Americana)” ya dejó ver que la estrella de este chico se apagaba.
En el film Shore interpreta a un desastroso vendedor de equipos de alta fidelidad al cual despiden por incompetencia máxima. Como no sabe que hacer tras el despido, decide alistarse en el ejército arrastrando consigo a su compañero de trabajo con el que planea, en un futuro, abrir una tienda de aparatos Hi-Fi. Como entrarán directamente en la reserva, el personaje de Shore considera que no tendrá que currar demasiado para el ejército, y de ese modo podrá ahorrar el dinero que se le asigne e invertirlo en su futura tienda. Tras la dura instrucción, todo se irá al traste cuando el ejército tire de la reserva para enviarles en una misión de guerra al desierto africano. Y en todo momento se sucederán los despropósitos.
Con aspiraciones de screwball comedy que transcurre en entorno belicoso, Shore se tomó muy en serio la que pudiera que fuese su película más taquillera, por lo que se sometió a instrucción militar previamente al rodaje, en los lugares donde debería interpretar su papel, para familiarizarse un poco con el asunto. Asimismo, se informó de todo lo relativo al ejército, para no dar palos de ciego con su personaje. Todo esto dio exactamente lo mismo porque la película no fue el éxito que se esperaba. Shore no le dio importancia ya que se trataba de su primer descalabro en taquilla en un negocio que, hasta ahora, había sido rentable, pero, sin embargo, a la película acabó de matarla la crítica, ya que no solo no hubo ni una buena, sino que se acusó a "En la mili (americana)" de ser un mal plagio de "El pelotón chiflado". Los guionistas Buhai y Zacharías nunca se prodigaron al respecto de esas acusaciones, pero no hace falta más que verla para darse cuenta.
La carrera de Shore ya no levantó cabeza.
Con los años, la película no es que goce en absoluto de culto alguno, es más, posiblemente se trate de una de las más vilipendiadas y olvidadas de la historia, pero sí que sirve para que publicaciones como “Task & Porpouse”, revista de corte militarista destinada a soldados y simpatizantes de la armada americana, le dediquen un artículo calificando al film de “clásico noventero”, y afirmando que de todas las películas sobre la armada que se han rodado en los EUA, “En la mili (Americana)” es la más realista, reseñando que las motivaciones y pasos a seguir por un cadete aparecen reflejados punto por punto ¡Y lo dicen completamente en serio!
El director asignado para llevar a cabo la desagradable tarea de dirigir un vehículo de lucimiento para Pauly Shore, fue Daniel Petrie Jr. cuya carrera deambuló entre la producción y la dirección, firmando —y filmando—, además de esta, cintas como “Operación: Soldados de juguete” o “Rosemont”.
En nuestro país el film se estrenó en salas comerciales cuando nadie en absoluto sabía quién era Pauly Shore, a pesar del éxito de “El hombre de California”, por lo que se saldó con unos escuetos 131.000 espectadores.
En cuanto a la peli en sí, a mí me hace cierta gracia… pero no la suficiente como para tenerla en alta estima.